¡Por fin! La esperada secuela de "Plan de venganza" ya está aquí. Vamos, sin más dilación, con el primer capítulo
...
Hermione abrió los ojos.
Le costó hacerlo debido a las legañas (más abundantes de lo habitual) y la hinchazón de sus párpados. '¿Por qué tengo los ojos hinchados?' se preguntó la chica al tiempo que se rascaba un ojo con el puño y se llevaba la otra mano a la cabeza. Hermione agradeció entonces la oscuridad que le envolvía, ya que con el terrible dolor de cabeza que sentía no hubiera podido soportar la luz. Cuando apoyó las manos en el colchón para incorporarse, tocó algo que había encima de las sábanas con la punta de los dedos. Hermione palpó la superficie en la penumbra para encontrar el objeto y, al hallarlo, lo asió fuertemente. Se lo acercó a los ojos para verlo mejor y cayó en la cuenta: era el pañuelo que Parvati le había dejado la noche anterior para secarse las lágrimas.
De repente Hermione lo recordó todo: la fiesta de Slughorn, su intento de huida, las mentiras de McLaggen, la repugnante forma en que había perdido su virginidad, la decepción de la profesora McGonagall, el odio de Ron, el relato de Lavender… Todo.
El asco, la tristeza y la rabia que había sentido horas atrás volvían a invadir su mente mientras las lágrimas que caían por su rostro goteaban en las sabanas. Hermione rememoraba en contra de su voluntad los peores momentos de la noche una y otra vez. ¿Cómo iba a ser capaz de salir de la cama sabiendo lo que había pasado? ¿Cómo iba a actuar delante de Parvati y Lavender después de haberse derrumbado delante de ellas? ¿Qué podía decir a Harry y Ginny, que habían visto lo que había sucedido en la fiesta pero no después? ¿Qué haría si McLaggen comenzaba a alardear sobre lo que había sucedido? ¿Cómo iba a volver a mirar a Ron a la cara?
Hermione deslizó una mano entre las cortinas y agarró a tientas el despertador de su mesilla de noche. Miró la hora y soltó un pequeño grito a la vez que se levantaba de la cama de un salto, apartando las cortinas con las manos. Eran las diez de la mañana, mucho más tarde de lo que ella solía levantarse. Un fin de semana normal esto no hubiera importado demasiado (aunque se hubiera visto obligada a recortar sus horas de estudio), pero ese era el día en que los alumnos volvían a casa por las vacaciones de Navidad y el tren partía de la estación de Hogsmeade a las once en punto. Teniendo en cuenta que los carruajes que llevaban al pueblo partían del castillo media hora antes, solo tenía treinta minutos para prepararse y desayunar. Mientras corría a toda prisa hacía la ducha se consoló pensando que al menos ya había metido en su baúl todo lo que necesitaba.
Cuando bajó al Gran Comedor dejó su baúl y la jaula de Crookshanks al lado de las puertas de entrada del castillo al igual que habían hecho el resto de alumnos y se dirigió a la mesa de Gryffindor. Estudió la mesa y se percató de todo aquel que ella quería evitar estaba allí sentado. Ron y Lavender estaban sentados juntos en la zona central. El chico estaba intentando comer mientras Lavender le miraba maravillada con la cabeza apoyada en su hombro. Era difícil saber quién estaba más incómodo con la situación: Ron, Harry o Parvati. Estos dos últimos estaban sentados enfrente de la pareja y observaban aprensivamente los arrumacos de Lavender a su novio. Unos metros más allá Ginny y Dean conversaban. Bueno, en realidad el chico era el único que estaba intentando establecer un diálogo, Ginny estaba demasiado ocupada mirando a Ron con una sonrisa maliciosa en su rostro. McLaggen estaba rodeado de su grupo de amigos y de algunos chicos de otras casas. Hermione apartó la mirada rápidamente, no quería ni saber qué era lo que ese indeseable pudiera estar diciendo de ella. Con un poco de suerte, su fama de sosa mitigaría cualquier posible rumor.
La situación general le había quitado el apetito, así que se colocó en la fila que ya había comenzado a formarse en frente de las puertas que daban a los terrenos del colegio y esperó a que los carruajes llegasen. Mientras lo hacía, pensó que era una suerte que, debido a su enfado con Ron, hubiera decidido pasar las Navidades con sus padres en vez de en La Madriguera. Se montó en un carruaje que iba llenó de alumnos de Hufflepuff de cuarto curso que le miraron extrañados pero sin hacer ningún comentario. Al ser uno de los primeros carruajes en llegar a la estación, no tuvo problema en encontrar un compartimento vacío. Colocó su baúl en la rejilla portaequipajes (esto le costó un buen rato ya que no estaba acostumbrada a hacerlo sola, siempre había contado con la ayuda de Ron y Harry para esta tarea), dejó libre a Crookshanks y se sentó pegada a la ventana, observando al resto de alumnos en el andén. Cuando el tren se puso en marcha Hermione seguía sola en el compartimento, lo que le llevó a recordar su primer viaje en el tren escarlata.
Se acordó de la noche anterior a su primer día en Hogwarts, en la que había sido incapaz de dormir de lo nerviosa y excitada que estaba. Después de años y años en su escuela Muggle, en la que había tenido que soportar burlas sobre su aspecto y su amor por los libros y donde había sido marginada por la mayor parte de los niños, por fin iba a ir a un lugar donde podría encajar. Recordó cómo había convencido a sus padres para llegar a la estación lo más pronto posible y cómo había subido corriendo al tren para dejar su baúl y cambiar su ropa por el uniforme del colegio. Rememoró las lágrimas de sus padres al despedirse de ella y cómo agitaban sus manos desde el andén cuando el tren se puso en marcha. Se acordó de cómo la gente pasaba de largo al mirar la ventana de su compartimento al ver a aquella solitaria niña dentro. La sonrisa nerviosa que ella mostraba a todo aquel que asomaba la cabeza había empezado a temblar temiendo que todo fuera a ser como en su antiguo colegio. Pero entonces apareció un timorato muchacho preguntando si había visto una rana. El resto, como suele decirse, era historia.
Al igual que había ocurrido años atrás, la puerta del compartimento se abrió. Hermione había estado tan concentrada en sus recuerdos que se llevó un gran susto al oír el chirrido de la puerta al ser deslizada. En esa ocasión no fue Neville quien entró, sino Harry. El muchacho le sonrió a modo de disculpa y preguntó indicando con la cabeza el asiento enfrente de ella.
- - "¿Se puede?"
Hermione forzó una sonrisa y asintió con la cabeza. Harry se sentó mientras le miraba extrañado.
- "Hermione, ¿todo bien?" – preguntó el chico mientras estudiaba su cara.
- "Sí" – mintió Hermione – "Es que me duele un poco la tripa"
Harry pareció convencido por la respuesta, pues su expresión facial se relajó. Ayudó el hecho de que Crookshanks saltará al regazo de su dueña y ronroneara mientras acariciaba su tripa con la cabeza. A Hermione casi le dio pena lo fácil que había sido hacer que su amigo se lo creyera. Ella quería a Harry como a un hermano, pero algo estaba claro: el pobre era horrible a la hora de interpretar los sentimientos de los demás, especialmente los de las chicas. 'Hombres' pensó ella entre molesta y entretenida.
Entonces Harry comenzó a hablarle de lo que había sucedido con Malfoy y Snape en las mazmorras. Le entró un escalofrío cuando dedujo que, según lo que Harry estaba contando, los pasos que había oído la noche anterior acercándose a su posición después de ser abandonada por McLaggen habían pertenecido al profesor y al alumno de Slytherin. Si le hubieran pillado en esa comprometedora situación… Sin embargo, Hermione agradeció que Harry sacase un tema de conversación con el que ocupar su mente y evitar pensar en los eventos de la noche. Cualquier cosa era mejor que pensar en ello, incluso oír la disparatada teoría de Harry sobre Draco Malfoy mientras acariciaba a su gato detrás de las orejas. '¿Malfoy un Mortífago?' pensó Hermione 'Eso es ridículo, ¡solo es un crío!'. Hermione escuchaba las divagaciones de su amigo, que intentaba ver conexiones donde no las había. Ella no sabía que era menos probable: que Malfoy tuviera la Marca Tenebrosa tatuada en el brazo o que Harry llamase 'Severus' a un hijo suyo.
Cuando Hermione había comenzado a rebatir los argumentos de Harry, la puerta volvió a abrirse. Fue Ginny quien entró en el compartimento en aquella ocasión. Hermione tuvo que contener la risa al observar la expresión de Harry al ver a la chica. Era tan obvio…
- "¡Hola Ginny!" – saludó Harry con entusiasmo.
- "Harry, necesito que te vayas" – dijo Ginny como si no hubiera escuchado al chico.
- "¿Qué?" – preguntó Harry, que no entendía nada.
Ginny avanzó hasta él, le agarró del brazo y tiró de él para incorporarlo. Mientras le empujaba por la espalda para echarlo del compartimento, Ginny dijo.
- "Necesito hablar a solas con Hermione"
Y tras decir esto le cerró la puerta en las narices. Hermione podía ver a Harry al otro lado del cristal de la puerta con cara de pocos amigos. Ginny le sacó la lengua, bajo la cortinilla con la que se podía ocultar la ventanita de la puerta y se sentó riendo por lo bajo en el sitio que escasos segundos antes había ocupado Harry. Se volvió hacia Hermione con una sonrisa prepotente.
- "Iba a preguntar qué tal fueron las cosas ayer en la fiesta" – le dijo Ginny – "Pero después de ver la cara de cabreo de Ron esta mañana ya sé que fue un éxito absoluto"
Hermione, que había estado pensando en la teoría de Harry, tuvo que hacer un gran esfuerzo para que las emociones que volvían a golpearle con fuerza no se vieran reflejadas en su rostro. Al igual que había hecho con Harry, utilizó una falsa sonrisa y asintió débilmente con la cabeza.
- "Lo sabía" – dijo Ginny con gesto triunfante – "Voy a estar restregándoselo a Ron por la cara durante todas las vacaciones"
- "¡NO!" – gritó Hermione sin poder contenerse. Ginny le miró extrañada – "Esto… yo creo que Ron ya ha captado el mensaje, no hace falta insistir más"
- "Pero yo creía que él objetivo final era que Ron volviera de rodillas pidiendo perdón" – respondió Ginny astutamente – "Quizá tengas razón, mi hermano puede ser algo lento para entender determinadas cosas. Le daré una tregua"
Hermione respiró aliviada, lo último que necesitaba era que Ginny provocase a Ron. El chico podía reaccionar de cualquier manera y ella dudaba que el silencio fuera la respuesta más probable si se daba el caso.
- "Por cierto" – continuó Ginny en un tono desenfadado – "Por lo que pude ver en la fiesta McLaggen y tu hicisteis buenas migas"
- "¿QUÉ?"
Hermione saltó de su asiento de un brinco, lo que hizo de Crookshanks aterrizase en el regazo de Ginny con fuerza, sobresaltando a la chica. ¿Había visto Ginny algo de lo que había ocurrido la noche anterior en las mazmorras?
- "Tranquila, era una broma" – dijo Ginny extrañada por la reacción de su amiga – "Ya sé que ese idiota se pegó la mitad de la fiesta buscándote entre la gente" – y en un tono mucho más distendido, añadió – "Menudo iluso, el pobre debía creer que tenía alguna oportunidad contigo. ¡Como si fueras una de esas bobas que se tragan sus mentiras!"
Hermione salió lo más rápidamente que pudo del compartimento al tiempo que se excusaba diciendo por encima del hombro que tenía que ir al baño. Sabía que lo que había ocurrido no era culpa de Ginny y que con lo que ella acababa de decir no tenía la intención de insultarle o burlarse de ella, pero sabía que si se quedaba allí sentada con su amiga podía perder el control y empezar a decir cosas de las que más tarde se arrepentiría. Pasó el resto del viaje encerrada en el baño llorando, no quería hablar con nadie más. Si Ginny, que no sabía nada, había sido capaz de hacerle tanto daño no quería arriesgarse a encontrarse con McLaggen, Parvati, Lavender o Ron.
Salió al pasillo cuando faltaba un cuarto de hora para llegar a King's Cross. Cuando entró en el compartimento se sorprendió al encontrarlo lleno: Ginny estaba jugando con Crookshanks y Harry, Neville y Dean hablaban animadamente sobre Quidditch. Sin embargo, lo que más le extrañó fue ver a Parvati leyendo un libro. La única ocasión en la que había compartido compartimento con Parvati había sido en segundo curso, cuando Ron y Harry habían viajado al colegio volando el Ford Anglia del señor Weasley. Cuando abrió la puerta, las chicas se giraron para mirarle (los tres chicos parecían demasiado absortos en su conversación para percatarse de nada).
- "¿Estás mejor?" – preguntó preocupada Parvati.
- "Harry ha dicho que no te encontrabas bien" – añadió Ginny.
Hermione dudaba que Parvati estuviera preocupada por el estado de su estómago aunque, por suerte, Ginny seguía sin enterarse de cuál era el verdadero problema. Hermione les dijo que ya estaba todo solucionado, algo que pareció contentar a Ginny pero no a Parvati.
Por fin llegaron a la estación y todos comenzaron a moverse en busca de sus equipajes, abandonando poco a poco el compartimento. Hermione se entretuvo metiendo a un rebelde Crookshanks en su jaula e hizo un pequeño ruidito de fastidio al recordar que tenía que bajar el baúl de la rejilla portaequipajes. Pero cuando colocó sus manos a un lado del baúl, se sorprendió al ver que otro par de brazos le ayudaban a bajarlo. Eran los de Parvati.
- "Hermione, yo…" – empezó la chica cuando apoyaron el pesado baúl en el suelo – "Sé que no somos amigas. No es que nos llevemos mal ni nada de eso, pero no tenemos una relación tan estrecha como para considerarnos amigas. Pero todo lo que ha pasado…" – Parvati suspiró – "No es justo para nadie. Solo quería decirte que si necesitas ayuda o simplemente quieres hablar con alguien, quiero que sepas que puedes contar conmigo"
Hermione dudaba que el apoyo de Parvati fuera a serle de gran consuelo, pero el hecho de que se lo ofreciera significaba mucho para ella en esos momentos. Asintió temblorosamente con la cabeza y con ojos llorosos mientras sentía como Parvati ponía una mano en su hombro. Llevó su mano al bolsillo para sacar un pañuelo y se secó las lágrimas. Cuando su visión dejó de ser borrosa se percató de un detalle.
- "Parvati" – dijo Hermione entre hipidos – "Es tu pañuelo"
Cuando Hermione bajó al andén 9 y 3/4, estudió la muchedumbre en busca de sus padres. Los encontró fácilmente, pues estaban al lado de un grupo de gente con el pelo de un color rojo llameante. Sus padres estaban hablando con el señor Weasley, que siempre que los veía tenía preparada una batería de preguntas sobre la vida Muggle. La señora Weasley parecía distraída por algo mientras Fred y George, que habían acudido con unas llamativas chaquetas de cuero, hablaban con Harry y Ginny. Hermione comprobó con alivio a medida que se acercaba al grupo que Ron no se encontraba con el resto de su familia.
Cuando llegó a su altura, la chica abrazó a sus padres y le ocurrió algo que siempre le pasaba: se dio cuenta de golpe de cuanto los había echado de menos estos últimos meses. Se giró para despedirse de los Weasley y de Harry. La señora Weasley miraba fijamente con gesto de reprobación en una dirección y Hermione siguió su mirada para encontrarse a Ron y Lavender. La chica estaba despidiéndose de Ron muy efusivamente, algo que no parecía agradar a Molly Weasley. Sin embargo, la mujer se repuso lo suficiente para dar un gran abrazo de oso a Hermione.
- "Ojalá pudieras venir con nosotros" – le dijo la señora Weasley al oído – "Pero me imagino que tendrás ganas de pasar tiempo con tus padres"
Hermione terminó de despedirse de todos los Weasleys allí presentes (excepto uno) y de Harry. Cruzó la barrera del andén 9 y 3/4 con sus padres y caminaron en dirección al coche charlando acerca de cómo le había ido el primer trimestre. Cuando ya estaba sentada en la parte trasera del coche de su padre e iban en dirección a casa, Hermione pensó que las vacaciones no podían llegar en un mejor momento: necesitaba escapar de la escuela para intentar desconectar de todo lo que había pasado.
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La Navidad en la Madriguera estaba siendo exactamente igual a como Ron la recordaba: atracones de la deliciosa comida de su madre, los Gemelos riéndose de él por no poder usar magia, las canciones de Celestina Warbeck sonando una y otra vez en la radio, Ginny riéndose de él porque se le caía la baba cada vez que veía a Fleur, la tradición de decorar el árbol de Navidad con sus hermanos a la que Harry se había sumado, los Gemelos riéndose de él después de que le engañaran para ponerse un gorro de Santa Claus que tiñó su pelo de verde durante dos días, su padre intentando añadir luces Muggles al árbol de Navidad cada vez que su madre se despistaba (sin ningún éxito, por cierto), Harry riéndose de el por el horrible regalo de Lavender…
'¡La maldita cadena!' pensó Ron, que era otra vez más el encargado de pelar las patatas para la comida. Ron odiaba hacerlo, pero al menos no estaba a la intemperie como Harry y Ginny, que se encontraban desgnomizando el jardín a dos grados bajo cero. Aunque Harry podría haberse quedado pelando patatas con él aquí dentro, se había prestado voluntario para acompañar a Ginny en la desagradable tarea al aire libre. 'Allá él' pensó Ron, que no entendía la fascinación de su amigo con los gnomos del jardín.
La mente de Ron volvió a centrarse en la cadena que su novia le había regalado. Ron la tenía bien guardada debajo de su cama, metida dentro del libro de Cuidado de Criaturas Mágicas; sabía que nadie se atrevería a acercarse al peludo y colmilludo ejemplar. Ni siquiera Fred y George. Sin embargo, el mayor problema de la cadena no era lo ridícula que era (que lo era), sino que recordaba a Ron todo lo que había ocurrido el último día del trimestre antes de las vacaciones de Navidad. Aunque la verdad era que tampoco necesitaba que se lo recordasen, era prácticamente lo único en lo que podía pensar. La furia, la decepción, el remordimiento,… McLaggen y sus secuaces burlándose de él, las bragas mojadas de Hermione, la cara de Lavender después de decirle que le quería,…
La mañana siguiente había sido una pesadilla. Lavender había estado todo el desayuno y el viaje en tren colgada de su cuello, mirándole con tal admiración que Ron notaba como se le revolvían las tripas. Al menos, se consoló Ron, no había contribuido a empeorar la situación, y eso que Lavender se lo había puesto difícil. Cuando Harry y Parvati se ausentaron del compartimento en el que estaban viajando, hartos de los arrumacos de Lavender, ella y Ron se quedaron solos durante un par de horas. Lavender no había perdido ni un solo segundo para sentarse en el regazo de Ron y empezar a besarle como si no hubiera un mañana. Ron, que estaba demasiado deprimido como para oponerse, dejó que Lavender siguiera con su asalto sin mostrar ningún entusiasmo. Sin embargo, la chica estaba demasiado ocupada como para darse cuenta del detalle de que el propietario de los labios que estaba atacando no tenía ganas de estar sentado en ese compartimento. Lavender deslizaba sus dedos por su pelo frenéticamente y se movía en su regazo originando una fricción a la que el cuerpo de Ron comenzaba a responder de manera involuntaria, pues su mente no estaba en el tren. Sin embargo, se vio obligado a aterrizar de nuevo en la tierra cuando notó los dedos de Lavender desabrochando los botones de su camisa. Le agarró por los antebrazos, y la chica levantó la mirada, llena de lujuria y deseo.
- "Lav, aquí no" – susurró Ron como si alguien pudiera oírles.
- "Oh, vamos, Ron" – le reprochó con una pícara sonrisa Lavender, que ahora jugueteaba con su corbata – "No me vengas otra vez con esa excusa. Después de lo que pasó ayer no tienes derecho a usarla" – la chica sonrió al mencionar la noche anterior – "No nos escondimos demasiado. Cualquier profesor podría haber entrado en el aula"
- "Si, pero…" – eso fue todo lo que Ron pudo decir antes de que Lavender volviera a tapar la boca del chico con sus labios.
Lavender gemía en su boca mientras acariciaba su lengua con la suya y restregaba su cuerpo con más insistencia todavía. Ron aprovechó una pausa para coger aire para intentar detenerla de nuevo.
- "Pero aquí nos pueden ver. Piensa en los alumnos de primer curso" – intentó el chico.
Ron sabía que esta era una excusa muy floja, puesto que habían pasado el último mes dándose el lote en la Sala Común delante de los alumnos de cualquier curso de Gryffindor.
- "Eso tiene fácil solución" – dijo astutamente Lavender.
La chica cogió su varita (que yacía en el asiento a unos centímetros de su posición) e hizo un hechizo para insonorizar el compartimento y otro para sellar la puerta. Con un último golpe de muñeca, bajó la cortina de la ventanilla. Volvió a dirigir su atención hacia Ron con una traviesa sonrisa.
- "¿Por dónde íbamos?"
Y volvió a abalanzarse sobre él. Lavender ya había terminado con los botones de la camisa y ahora estaba intentando desabrochar el del cinturón. Ron volvió a emerger de los agobiantes besos de la chica una vez más.
- "Lavender, no deberíamos…"
Pero Ron no fue capaz de continuar su frase después de mirar a la muchacha a la cara. La expresión de tristeza por el rechazo de su novio le hacía sentirse casi tan mal como el día anterior a la noche.
- "¿Qué pasa, Ron? ¿No quieres…?" – la chica se sorbió los mocos mientras le miraba con los ojos llorosos – "¿Te arrepientes de lo que pasó anoche?"
Ron sabía que difícilmente se le presentaría una oportunidad mejor para romper con Lavender que aquella: estaban solos, aislados, tenía tiempo para explicar a Lavender lo que ocurría (aunque obviando ciertos detalles que le dejarían como un cerdo que se había aprovechado de ella), pedirle perdón,… Sí, corría el riesgo de que Lavender decidiera estrangularlo con sus propias manos y que nadie pudiera escuchar sus agónicos gritos de auxilio. Pero podía corregir el error que había cometido horas atrás (realmente semanas antes) y dejar de herir a la pobre chica. Sin embargo, había algo que le agarrotaba, algo que le impedía hacerlo: no quería romper el corazón de la chica en Navidad. ¿Qué daño podía hacerle esos días si no iban a verse, si no podía empeorar la situación desde la distancia? Ron optó por la opción más lógica y cobarde.
- "No, no es eso, Lav" – contestó Ron con una falsa sonrisa en la cara. La expresión de Lavender se relajó – "Es que…" – Ron comenzó a mirar en todas direcciones para encontrar inspiración para una excusa lo suficientemente convincente. El entrecejo de Lavender volvía a fruncirse en un signo de preocupación debido a su tardanza – "No quiero hacerlo aquí porque… ¿tú te mereces algo mejor?" – probó Ron inseguro.
La cara de Lavender pasó a adoptar un gesto neutro, algo inquietante puesto que Ron no sabía si se lo había tomado bien o mal.
- "Ron, eso es…" – empezó la chica con lágrimas corriéndole por las mejillas – "… ¡La cosa más romántica que nunca me han dicho!"
Y le abrazó fuertemente. Ron sabía que se había librado, pero se sentía incluso peor que antes, algo que él había creído imposible. La excusa surtió efecto, ya que Lavender se contentó con hacerle arrumacos y caricias durante el resto del viaje mientras le miraba con una tremenda adoración.
Cuando llegaron a la estación, Lavender insistió en despedirse muy efusivamente de él y, mientras le daba un abrazo y le deseaba unas felices fiestas, Ron ojeó a la multitud para ver si su familia había visto las muestras de cariño de Lavender. Por desgracia, Fred y George les observaban con sendas diabólicas sonrisas en el rostro. Sin embargo, lo que más incomodó a Ron fue la mirada de disgusto que su madre le dirigía mientras abrazaba a Hermione y le decía algo al oído.
Los primeros días de las vacaciones Ron había temido que su madre le dijera algo relacionado con el tema. Molly Weasley era una persona bastante tradicional, ¿quizá no le había gustado la forma de despedirse con Lavender? Había ocasiones en las que su madre se quedaba mirándole durante unos segundos con una expresión entre el enfado y la decepción, abría la boca como para decir algo y suspiraba negando con la cabeza. Sin embargo, por muy enervante que el comportamiento de su madre fuera, lo prefería al de los Gemelos.
- "¡Vaya! ¿Pero a quién tenemos aquí?"
'Hablando del rey de Roma' pensó Ron al tiempo que vio por el rabillo del ojo como Fred y George se colocaban cada uno a un lado de él, reclinándose sobre la encimera en la que Ron estaba trabajando.
- "¡Oh, Fred, míralo! Como pela las patatas como si fuera un Muggle" – comentó George.
- "Idos a la mierda" – dijo Ron en el tono más calmado que fue capaz de usar al mismo tiempo que intentaba no cortarse con el cuchillo (otra vez) delante de sus hermanos.
- "¡Cuida esa boca, jovencito!" – le reprochó Fred en una pasable imitación de su madre – "Está vez no te lo vamos a tener en cuenta dadas las circunstancias, pero…"
- "¿Qué circunstancias?" – preguntó Ron. Al ver las maliciosas sonrisas que aparecían en los rostros de los Gemelos, Ron sabía que acabaría arrepintiéndose de haber formulado la pregunta.
- "Bueno, sabemos que estás un poco, cómo decirlo… frustrado" – dijo Fred. La cara de confusión de Ron le hizo continuar – "Tener que pasar tres semanas sin compañía femenina es muy duro"
Por supuesto, ¿de qué otra cosa podrían estar hablando? Desde que Ginny les había contado con todo lujo de detalles su relación con Lavender, Fred y George no hablaban de otra cosa en su presencia si exceptuaba el tema de no poder usar magia. A la mínima ocasión que tenían sacaban el nombre de Lavender a relucir para sacarle de sus casillas.
- "¡Y qué compañía! Lo que hace esa chica no lo hace cualquiera" – comentó George mientras Fred asentía con la cabeza.
- "¿Y vosotros que sabéis?" – les reprochó Ron enojado.
- "¿Nosotros? Ya sabes, rumores…" – contestó Fred con una extraña expresión.
- "Pero no nos desviemos del tema" – dijo George para reconducir la conversación – "El hecho es que se te ve algo tenso, Ron. Y es lógico teniendo en cuenta que Fleur siempre anda cerca…"
- "Y que compartes tu habitación con Harry. Eso no te deja mucha intimidad para aliviarte" – remató Fred – "Siempre puedes ir al establo a pasar tiempo con las ovejas, pero teniendo en cuenta lo que le pasó al hermano de Dumbledore no te lo recomendamos"
Fred y George prorrumpieron en sonoras carcajadas al ver las sonrojadas orejas de Ron y la cara de enfado de su hermano pequeño. Ron, harto de sus burlas, hizo ademán de marcharse, pero sus hermanos le agarraron por los hombros.
- "¡Oh, vamos, no te lo tomes tan en serio!" – dijo George – "En realidad te decimos todo esto porque estamos muy impresionados"
- "Si, quien iba a decirnos que nuestro pequeño Ronniekins se transformaría en todo un Don Juan" – aseguró Fred.
- "¿De qué estáis hablando?"
- "Vamos, Ron, no seas tan modesto" – dijo George con una pícara sonrisa – "Tu lista de pretendientes empieza a ser ya muy importante"
- "¿Qué?" – Ron estaba convencido de que los Gemelos le estaban tomando el pelo.
- "¿Necesitas que te la refresquemos?" – dijo Fred – "Bueno, veamos: primero fue Hermione…"
- "Después, Luna Lovegood" – continuó George – "No es normal que alguien se ría así de tus nefastos chistes. Sin ánimo de ofender"
- "No podemos olvidarnos del extraño incidente en el Baño de los Prefectos del que nos hablaste el año pasado" – tomó el relevo Fred.
- "Esa Myrtle es una fantasma muy atrevida…" – comentó George por lo bajo al recordar lo sucedido.
- "Y este año, Lavender Brown, que no está al alcance cualquiera" – prosiguió Fred.
- "Además, según cuenta Ginny, por lo que ella ha escuchado, no era la única interesada" – apuntilló George.
Pero Ron no se había enterado de lo que Fred y George estaban diciendo. Había dejado de prestar atención cuando Fred había mencionado a…
- "¿Hermione?" – preguntó el perplejo – "Yo nunca le he gustado"
- "Sí, claro, y George y yo jamás hemos usado un Surtido Saltaclases" – comentó Fred irónicamente. Pero, al ver la cara de Ron, añadió en un tono extrañado – "¿No te habías dado cuenta?"
- "¡No!" – contestó Ron – "Siempre he sido un amigo para ella" – confesó el chico dolido.
- "¡Por supuesto! Como no habíamos caído en ello" – dijo George en un falso gesto de sorpresa – "Eso explica porque se ruboriza cada vez que os reencontráis en verano. O como sonríe cuando dice tu nombre. O la forma en que te mira cuando estáis estudiando en la Sala Común. O como se reía con tu mierda de chistes" – George se quedó unos segundos reflexionando y añadió – "¿Sabes qué? Puede que tus chistes no sean tan malos.
- "La verdad es que nunca nos explicamos que podía ver una chica tan inteligente como Hermione en un chico tan… tan… tú" – completó Fred – "Pero, como se suele decir, el amor es ciego. Y en este caso sordo también. No te dejes engañar por George, tus chistes dan un poco de pena"
Ron estaba tremendamente enfadado. ¿Cómo se atrevían a decir que Hermione estaba enamorada de él justo en este momento? Ron sabía que solo lo decían para cachondearse de él, pero sus burlas habían conseguido que su sangre hirviese. No quería entrar al trapo, pero se vio incapaz de contenerse.
- "Ah, ¿sí?" – preguntó él airadamente – "¿Si tanto le gusto, entonces porqué está saliendo con el imbécil de McLaggen?"
- "¿McLaggen?" – interpeló un sorprendido George – "¿Cormac McLaggen? ¿Ese chico más grande que un troll un año más joven que Fred y yo?"
- "¡El mismo!" – confirmó Ron, que asió con fuerza el cuchillo al recordar la bravucona sonrisa de McLaggen.
- "¿Te acuerdas cuando nos apostamos con él que yo podía ganarle un duelo?" – le preguntó Fred a George con una sonrisa en los labios – "El muy idiota no se dio cuenta de que cambiamos su varita por una falsa" – prosiguió Fred riendo entre dientes – "¡Y luego tuvo que comerse todos esos huevos de Doxy!" – comentó entre carcajadas.
George, sin embargo, miraba incrédulamente a Ron.
- "¿Hermione está saliendo con él?" – preguntó.
Si las hubiera tenido en la mano en ese momento, Ron le hubiera estampado las bragas mojadas de Hermione en la cara. Sin embargo, tuvo que conformarse con asentir con la cabeza.
- "¡Vaya!" – dijo George sorprendido – "No es el tipo de chica con el que McLaggen suele estar"
- "Seguramente ya habría probado a todas las chicas de ese tipo en Hogwarts" – comentó Fred – "Eso o es que Hermione le va la marcha"
- "Ya lo creo" – afirmó George con gesto reflexivo – "Si lo que dicen de McLaggen es cierto, la chica no se va a aburrir"
Ron salió corriendo de la habitación, dejando plantados a sus dos sorprendidos hermanos. Las palabras de Fred y George reverberaban con fuerza en su cabeza. Si el chico hubiera permanecido un solo segundo más en la cocina lo más probable era que hubiera empezado a acuchillar a sus hermanos. Y no le apetecía tener que limpiar la sangre de la encimera a mano porque, en caso de sobrevivir, Fred y George estarían presentes para reírse otra vez de él.
Ron subió las escaleras hecho una furia y cerró la puerta de su habitación de un portazo. Se puso a andar de un lado a otro, como un tigre enjaulado, intentando evitar las imágenes que su imaginación no se cansaba de repetir: Hermione y McLaggen juntos, desnudos, besándose, gimiendo, gozando,… Ron ni siquiera fue consciente de haberse acercado a la pared y empezar a pegar puñetazos contra el muro, presa de la rabia que lo invadía.
- "¿Qué demonios estás haciendo?"
Ron se dio la vuelta desconcertado. No sabía cuánto tiempo había estado golpeando la pared. ¿Segundos? ¿Minutos? ¿Horas, tal vez? Tuvo que parpadear un par de veces para enfocar la mirada y comprobar que, efectivamente, alguien le había hablado. Bill se encontraba en la puerta de la habitación.
- "¿Se puede saber que diantres ocurre?" – le preguntó muy seriamente – "Creíamos que todo este jaleo lo estaba provocando el Ghoul"
Bill caminó hasta su posición y al llegar cogió la mano de Ron.
- "¡Ay!" – se quejó el muchacho por el dolor.
Bill se acercó la mano de Ron para poder estudiarla mejor y el chico se sorprendió de su aspecto. Tenía los nudillos llenos de heridas, la piel estaba muy roja e hinchada. Pero lo pero era que parecía haber algún hueso roto.
- "¿Ahora te has dado cuenta?" – le reprochó Bill – "Estate quieto, voy a arreglarte la fractura" – sacó su varita del bolsillo, la apuntó al hueso roto y exclamó – "¡Episkey!"
Ron sintió un intenso calor seguido de un intenso frío. Cuando volvió a mirar su mano, esta parecía en perfecto estado.
- "Gracias" – murmuró Ron avergonzado al tiempo que agachaba la cabeza.
- "¿Quieres explicar por qué estabas pegándole puñetazos a la pared como si fueras uno de esos boxeadores Muggles?" – inquirió Bill.
Ron abrió la boca para dar alguna explicación, pero no encontró ninguna. Se sentía idiota después de haber perdido los papeles de esa manera. Era patético, un crío llorando porque el matón de la clase le había quitado su juguete favorito. No supo que estaba llorando hasta que notó las lágrimas en sus mejillas.
- "¿Ron, que pasa?" – preguntó Bill alarmado.
- "¡Que soy imbécil!" – sollozó Ron.
Bill se dio la vuelta y cerró la puerta con un golpe de su varita. Echó un brazo por los hombros de Ron y le llevó hasta la cama, donde se sentaron.
- "¿Y por qué eres un imbécil?" – preguntó Bill calmadamente. Al ver que Ron no contestaba, Bill probó de otra manera – "¿Esto es por qué los Chudley Canons han vuelto a perder?"
- "No" – contestó Ron – "Si llorase cada vez que los Canons pierden, me hubiera deshidratado hace años"
- "¿Es por el torneo de Quidditch del colegio? No creo que tengas motivos para estar tan triste, Mamá me dijo que estuviste fantástico en el primer partido"
- "No" – respondió secamente Ron. No tenía ganas de pensar en ese partido ni en lo que había ocurrido inmediatamente después.
- "¿Te está yendo mal en el colegio?" – intentó Bill.
- "No"
- "¿Has discutido con Harry?"
- "No"
- "¿Es por esa canción de Celestina Warbeck?"
- "¡No!" – bramó Ron indignado – "¡Eso solo pasó una vez! No hace falta que me lo recordéis cada cinco minutos" – se defendió el muchacho – "Además, ni siquiera estaba llorando, solo se me metió algo en el ojo" – añadió.
- "¿Es por una chica?" – preguntó Bill.
Ron se quedó callado. Una sonrisa apareció en el rostro de Bill.
- "¡Así que es por una chica!" – exclamó Bill – "Entonces seguro que tiene arreglo"
- "No, es imposible" – repuso Ron abatido.
- "Oye, si todo esto es por la cadena que tu novia te ha regalado no te preocupes. Sé que es horrible, pero…"
- "¿QUÉ?" – vociferó Ron – "¿La has visto?" – Bill asintió – "¿Cómo?"
- "Fred y George me lo han enseñado esta mañana" – confesó Bill.
Ron notó como sus puños se apretaban.
- "¡Los mato, te juro que los mato!"
- "Calma, calma" – dijo Bill al tiempo que volvía a echar un brazo por sus hombros – "Me imagino que te alegrará que también me enseñaron la marca en el culo que el libro en el que habías escondido la cadena les había dejado"
Esto alegró un poco a Ron.
- "¿Y qué problema tienes con tu chica?" – siguió preguntando Bill – "A parte de la cadena, claro está"
- "No es con ella con quién tengo un problema" – reveló Ron – "Bueno, sí. Pero no estaba llorando por eso" – miró a Bill a los ojos y tragó saliva – "Hermione está saliendo con otro chico"
- "¿Y por qué tendría que importarte eso?" – preguntó Bill, que encontró la respuesta en el gesto de arrepentimiento de su hermano pequeño – "Estás enamorado de ella"
- "Si" – admitió Ron.
Bill permaneció callado unos segundos, reflexionando.
- "¿Y por qué estas saliendo con otra chica si estás enamorado de ella?"
- "Porque soy imbécil" – contestó Ron rotundamente.
Su hermano mayor le miró con gesto de lástima.
- "Ron, tú no eres imbécil, solo eres un adolescente. Y en esa etapa de la vida uno hace muchas tonterías"
- "¡Pero lo que yo he hecho no es una tontería! Es… es…" – Ron buscaba una palabra lo suficientemente malsonante para calificar sus acciones – "No estoy enamorado de Lavender, nunca lo he estado. Ni siquiera me gusta. Bueno, físicamente está bien" – aclaró Ron mientras hacía un gesto con las manos indicando el tamaño de los pechos de Lavender. Bill parecía impresionado – "Pero solo empecé a salir con ella para poner celosa a Hermione. Y ahora ella va y se enrolla con McLaggen" – Ron terminó echándose las manos a la cara.
Bill resopló y comenzó a hablar.
- "¿Y crees que ere una persona horrible por ello?"
- "¡Claro que sí!" – exclamó Ron.
- "Ron, no voy a decir que lo que has hecho esté bien, porque no lo está" – dijo Bill – "Pero no eres el primero que hace una tontería de la que luego se arrepiente. Y me incluyo en ese grupo" – Ron levantó la cabeza para mirar a Bill, que tenía una triste expresión en la cara – "Todos hemos hecho cosas que nos gustaría borrar, pero no podemos. Lo único que nos queda es rectificar" – aseveró.
Ron reflexionó sobre las palabras de Bill. El daño por su parte ya estaba hecho, pero sí que podía intentar minimizarlo. Lavender no tenía la culpa de lo que había ocurrido, no merecía tener como novio a alguien que le había usado de esa manera. En cuanto a Hermione…
- "¿Y no se te ha ocurrido pensar…" – volvió a preguntar Bill – "… qué Hermione podría estar con ese otro chico por el mismo motivo que tú?"
Ron resopló amargamente.
- "¿Qué podría ver Hermione en mí?" – preguntó Ron – "Ella es guapa, lista, simpática, buena persona, trabajadora, valiente…" – Bill sonreía oyendo a Ron recitar su lista – "Y yo soy tan… tan… yo" – concluyó Ron parafraseando a Fred.
- "¿Qué problema hay con ser tú?" – repuso Bill – "Eres un chico gracioso, Guardian del equipo de Quidditch de Gryffindor, Prefecto, tienes siete TIMOS, luchaste contra los Mortífagos en el Departamento de Misterios, mides uno noventa y estás ganando algo de músculo con tanto entrenamiento. Y lo mejor de todo, ¡eres un Weasley!" – exclamó Bill.
Ron parecía no estar muy convencido. Bill le dio un par de palmadas en la espalda para animarlo y se levantó.
- "Será mejor que baje a ayudar a Mamá con la cena" – mirando a Ron significativamente, añadió – "Parece ser que alguien se ha olvidado de pelar las patatas"
Anduvo hasta la puerta y, cuando ya tenía medio cuerpo en el rellano de las escaleras, se volvió para decir una última cosa con un tono desenfadado y una sonrisa.
- "Por cierto, ¿te importaría no babear tanto cuando veas a Fleur? No sé si recuerdas que es mi prometida"
Bill fue lo suficientemente rápido para cerrar la puerta y evitar así ser alcanzado por el cojín que Ron le había lanzado.
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Hermione removía la comida por el plato con el tenedor distraídamente mientras apoyaba la cabeza en la mano izquierda. Cualquier espectador objetivo que estuviera presenciando la escena diría que ella se encontraba cenando con sus padres en casa, en uno de los últimos días de las vacaciones de Navidad. Pero, en realidad, Hermione estaba a kilómetros de allí. Por lo menos mentalmente.
No podía dejar de pensar en ello. Lo había intentado con todas sus fuerzas, pero era imposible. Una y otra vez todo se repetía en su cabeza. Había pasado tanto tiempo pensando en ello que cada vez recordaba más detalles. Había probado a leer, pero la distracción de las novelas y los libros de texto ya no era suficiente. No ayudaba el hecho de que solo hubiera pasado tiempo con sus padres. Los primeros días habían tenido temas de conversación para charlar durante un buen rato, pero el desconocimiento del mundo mágico por parte de sus padres y su autocensura para no contar demasiada información y revelar el verdadero estado de su mundo les había dejado sin conversación.
Hermione llevaba años mintiendo a sus padres o, por lo menos, no contándoles toda la verdad. El día que Jean y Richard Granger se habían enterado de que su hija había sido petrificada durante su segundo año en la escuela de magia a la que asistía, habían estado a punto de impedir que volviera a Hogwarts. Solo las súplicas y las lágrimas de Hermione les habían convencido de lo contrario. Desde entonces, Hermione sabía que cualquier cosa extraña que volviera a suceder sería motivo suficiente para no volver a Hogwarts nunca más, no poder hacer magia, no ver a sus amigos. Ser alejada del lugar donde había encontrado su sitio en el mundo. Por ese motivo, Hermione solamente contaba a sus padres qué tal le iba en clase o cosas sin importancia relacionadas con sus amigos. Por ese motivo, el señor y la señora Granger no sabían que una guerra se estaba fraguando, una en la que gente como su hija corría un gran peligro.
Las Navidades habían sido tan tranquilas que a Hermione le habían resultado aburridas. Eran las primeras fiestas navideñas desde su primer año en Hogwarts que pasaba con sus padres. A Hermione le sorprendió comprobar lo extraño que lo encontraba todo. Se había acostumbrado al jaleo que suponía pasar las fiestas con los Weasleys, ya fuera en el colegio o en Grimmauld Place. Este año había tenido la ilusión de poder celebrar la Navidad en La Madriguera por primera vez, después de haber acudido a la fiesta de Slughorn con Ron, quizá se hubiera atrevido a besarle debajo del muérdago, pero… Sea como fuera, Hermione no se encontraba como en casa.
No podía decirse lo mismo de sus padres, que estaban exultantes con la presencia de su querida hija después de tantos años de ausencia en tan señaladas fechas. Se habían esforzado más que nunca para agasajarla. Los dos habían cogido tres semanas de vacaciones para pasar todo el tiempo posible juntos y habían organizado una gran cantidad de actividades en familia: museos, teatros, excursiones,... Pero no era suficiente. Pertenecían a dos comunidades diferentes, dos mundos distintos. En ocasiones, Hermione tenía la sensación de que vivían en dos universos paralelos.
Hermione levantó la mirada de su plato para observar tristemente a sus padres y se sorprendió al cerciorarse de que los dos le estaban mirando sonrientes. De hecho, parecía que estuvieran esperando una respuesta.
- "¿Qué?" – preguntó Hermione, que hacía rato que no seguía la conversación.
- "Le estaba diciendo a tu padre que ya eres mayor de edad en el mundo mágico" – explicó Jean Granger – "Creo recordar que nos contaste que la mayoría de edad para los magos son los diecisiete años"
- "Oh, sí, es verdad" – dijo Hermione.
- "¿Y ya puedes beber en el mundo mágico?" – preguntó su padre aprensivamente.
- "Legalmente sí, pero nunca he probado las bebidas mágicas alcohólicas" – esto no era técnicamente cierto, ya que la cerveza de mantequilla contenía un pequeño porcentaje de alcohol, pero no había necesidad de comentárselo a su padre – "Además, hay cosas mucho más interesantes que puedo hacer siendo mayor de edad: puedo hacer magia fuera de la escuela, puedo gestionar mi dinero en Gringotts, puedo visitar el Ministerio de Magia sin la compañía de un adulto,…"
- "¿Puedes hacer magia fuera del colegio?" – inquirió Richard.
- "Sí, claro" – respondió Hermione, extrañada porque su padre no lo supiera.
Sus padres compartieron una extrañada mirada.
- "¿Quieres decir que puedes hacer magia aquí?" – preguntó su madre.
Entonces, Hermione cayó en la cuenta.
- "¡Ostras!" – exclamó llevándose una mano a la frente – "¡Se me había olvidado!"
Había estado tan absorta en sus problemas que no había recordado que, al ser mayor de edad, podía hacer magia en casa. Había pasado años deseando enseñar a sus padres todo lo que había aprendido en Hogwarts y, ahora que había podido hacerlo, lo había olvidado. Hermione se puso en pie rápidamente.
- "Tengo la varita en mi habitación"
- "Tranquila, cariño. Podemos esperar a que acabe la cena" – dijo Richard.
- "¡No! Será solo un momento, vuelvo en seguida"
Hermione subió las escaleras de dos en dos, pensando en todos los hechizos y encantamientos que podía realizar e intentando decidir cuáles serían los más convenientes y espectaculares. Cogió su varita, bajó al salón y allí encontró a sus padres sentados a la mesa, uno al lado del otro, con rostros expectantes.
Hermione tamborileó con sus dedos en la varita, indecisa. Y, entonces, empezó.
- "¡Vajilla Locomotor!" – exclamó apuntando a la mesa.
Todos los platos, cubiertos, fuentes de comida y copas comenzaron a dar vueltas alrededor de la mesa uno detrás de otro. Sus padres miraban la escena pasmados.
- "¡Lapifors!"
Todas las piezas de la vajilla se convirtieron en conejos blancos. Su padre abrió los ojos de par en par, su madre soltó un pequeño grito.
- "¡Finite!"
La vajilla volvió a ser vajilla y detuvo su procesión. Hermione se fijó en que la comida había caído al mantel con el movimiento de los platos. Utilizó un hechizo desvanecedor para hacerla desaparecer y, para limpiar las manchas del mantel, exclamó.
- "¡Tergeo!" – y quedó tan limpio como antes – "¡Fregotego!" – dijo apuntando a la vajilla, que quedó resplandeciente.
Con otro golpe de varita, quedó perfectamente ordenada y apilada en un extremo de la mesa. No dejó tiempo para que sus padres recuperasen el aliento antes de continuar. Apuntó a su padre, que le miró aprensivamente, y exclamó.
- "¡Crinus Muto!"
La madre de Hermione prorrumpió en carcajadas y ella no pudo contener la risa tampoco.
- "¿Qué ocurre?" – preguntó Richard Granger alarmado.
Hermione alzó la varita y, entre risotadas, gritó.
- "¡Accio espejo!"
El espejo de mano de su cuarto de baño bajó volando por las escaleras y Hermione lo cogió al vuelo, asiéndolo por el mango. Lo puso en frente de su padre que, al ver su imagen reflejada, gritó sorprendido: acababa de ver el color azul celeste con el que Hermione había teñido su pelo. Sin embargo no duro mucho, solo lo que Hermione tardó en dar un golpe de muñeca y anular el hechizo.
- "Creo que me gusta más así" – dijo la madre de Hermione mientras pasaba una mano por el ahora tradicional pelo de su marido. Richard había cogido el espejo y giraba la cabeza para comprobar que todos los pelos volvían a ser castaños.
Hermione, mientras tanto, siguió a lo suyo. Apuntó a un enorme jarrón de cristal al otro lado del comedor. Agitó, golpeó y exclamó.
- "¡Wingardium Leviosa!"
Hermione dirigió el jarrón hasta la mesa. Su madre seguía su vuelo con ojos desorbitados.
- "Hermione, ten cuidado. Es el jarrón que heredé de tu bisabuela"
El jarrón aterrizó limpiamente sobre la mesa. Jean Granger suspiró aliviada, pero…
- "¡Diffindo!"
Una gran grieta apareció cruzando el jarrón de arriba abajo. Su madre le miraba estupefacta. Antes de que Jean pudiera decir nada, clamó.
- "¡Reparo!"
Y el jarrón quedó como nuevo. Su madre recuperó la respiración. Hermione seguía apuntando al jarrón.
- "¡Aguamenti!" – se llenó de agua – "¡Orchideous!" – se llenó de flores.
- "¡Oh!" – exclamó su madre – "Cariño, es precioso"
Hermione continuó deleitando a sus padres con todos los hechizos que se le iban ocurriendo. Hacía tiempo que no se sentía tan feliz, tan liberada. La magia era su refugio. La magia era su vida. Sus padres aclamaban e incluso aplaudían sus esfuerzos, entusiasmados por poder compartir con ella aquello que tanto le llenaba. Llevaban casi dos horas de espectáculo cuando su madre dijo.
- "Hermione, ¿no deberías parar? Pareces algo cansada"
- "No, estoy bien" – mintió Hermione, que estaba agotada pero quería seguir mostrando su talento a sus padres.
- "Podemos hacer una cosa" – razonó su padre, que también había percibido el cansancio de la muchacha – "Nos enseñas un encantamiento más y seguimos mañana"
Hermione asintió con la cabeza. Solo tenía un hechizo más y era realmente importante, el fin de fiesta. La guinda del pastel. Casi gritó de alegría cuando se le ocurrió el encantamiento perfecto.
- "¡Ya lo tengo! Seguro que os va a encantar" – dijo sonriendo la chica – "Este es el encantamiento Patronus. Se utilizada para alejar la tristeza" – Hermione decidió obviar la noción de los Dementores – "Adquiere la forma de un animal, en mi caso una nutria"
La chica se remangó, se aclaró la garganta y exclamó.
- "¡Expecto Patronum!"
Pero de su varita solo salió una pequeña voluta de humo.
- "Vaya, no sé qué ha pasado" – dijo Hermione contrariada.
- "Debe ser que estás cansada, cielo. Quizá si lo intentas mañana…" – explicó dulcemente su madre.
Pero Hermione negó con la cabeza. 'No, no es eso' se dijo. ¿Entonces qué? Hermione creía haber pronunciado el encantamiento correctamente, el movimiento de la varita era el adecuado… El problema podía ser el recuerdo: quizá enterarse de las notas de sus TIMOS no era el recuerdo más feliz que tenía. Aunque tampoco había elegido ese recuerdo por las notas, sino por cómo Ron le había halagado después de enterarse de que no había conseguido un Extraordinario en Defensa Contra las Artes Oscuras.
Probó con otro recuerdo.
- "¡Expecto Patronum!"
Tampoco. La humareda que salía de la punta de su varita parecía burlarse de ella.
Hermione comenzó a impacientarse. Por lo visto, el nuevo recuerdo tampoco era lo suficientemente feliz. Ella creía que el momento en el que se había reconciliado con Ron después de estar meses sin hablarse por culpa de Scabbers era una situación muy alegre. Había estado tan contenta que incluso se había atrevido a darle un abrazo después de que él se hubiera ofrecido a ayudarle con el caso de Buckbeack.
- "Hermione" – la chica levantó la mirada y vio a sus padres observándola con rostros preocupados. Su padre era el que hablaba en esa ocasión – "No sería mejor que…"
- "¡No, puedo hacerlo!" – aseguró vehementemente Hermione.
Solo necesitaba un buen recuerdo. Y se le ocurrió uno perfecto.
- "¡Expecto Patronum!"
Nada.
No podía creerlo. ¿Cómo podía no ser suficiente ese recuerdo? ¡Era el mejor que tenía! Era el día posterior al incidente con el troll en las mazmorras a la hora del desayuno. Hermione recordaba haber bajado al Gran Comedor sola, como hacía todos los días en esa época. Recorría la mesa de Gryffindor en busca de algún sitio libre cuando había notó que algo tirando de su capa. Cuando se había dado la vuelta, se había encontrado con Ron.
- "Si quieres puedes sentarte con nosotros" – le había dicho el chico. Harry se encontraba al otro lado de la mesa asintiendo con la cabeza.
Ese era el día en el que su amistad con Ron y Harry había comenzado, el día más feliz de su vida. No tenía ningún sentido que el recuerdo no fuera lo suficientemente potente. Sin embargó, se hizo la luz en su cabeza y lo comprendió.
Ron, ese era el problema. El chico había sido el protagonista de todos los recuerdos. ¿Cómo no iba a serlo? Hasta hace unas semanas, Ron había sido una constante en su vida en el mundo mágico. Su mejor amigo, su secreta obsesión, su compañero de viaje en la aventura que suponía ser amigo íntimo de Harry Potter. No podía borrarlo de su vida. Ni siquiera aunque Ron le odiase.
Hermione comenzó a pensar en todos los recuerdos felices con Ron: los rondas de Prefectos paseando a solas por el castillo, reencontrarse con él y con Harry después de ser petrificada, el único abrazo que Ron le había dado para consolarla después de la última prueba del Torneo de los Tres Magos, la primera excursión a Hogsmeade, las charlas nocturnas en la enfermería después de resultar heridos en el Departamento de Misterios,…
- "¿Hermione?" – le llamó una voz lejana.
Pero cuando levantó la cabeza para mirar a sus padres, no pudo enfocar a mirada correctamente debido a las lágrimas que anegaban su mirada. Hermione soltó un sollozo, se tapó la boca y salió corriendo en dirección a su habitación.
Cuando llegó, se desplomó sobre su cama y comenzó a llorar a moco tendido. ¿Qué significaba que no pudiera convocar un Patronus en condiciones? ¿Qué sin Ron no podía ser feliz? Entonces la llevaba clara. Ron la repudiaba y tenía a Lavender comiendo de la palma de su mano. Era imposible reconducir la situación. ¿Le aguardaba una vida miserable obligada a penar el resto de su existencia por el repugnante error que había cometido la noche de la fiesta de Slughorn?
- "Hermione, cariño, ¿estás bien?"
Hermione dejó de sollozar al instante y se sentó en la cama; sus padres se encontraban al otro lado de la puerta. Sabía que estaban los dos ya que, si bien era su madre la que había hablado en voz alta, se les podía escuchar cuchicheando perfectamente.
- "¿Puedo pasar?" – preguntó Jean.
- "Si, adelante" – dijo Hermione al tiempo que se secaba las lágrimas con el dorso de la mano.
La puerta se abrió y Hermione vio cómo su madre entraba. Pero a medio camino se giró hacia el pasillo.
- "Creo que es mejor que entre solo yo, Richard"
- "¿Por qué?"
- "Porque soy su madre"
- "¡Y yo su padre!"
- "¡Ya sabes a que me refiero! Además, ¿no jugaba hoy el Tottenham?"
- "Si, pero…"
- "Vete a ver el partido"
- "De acuerdo, pero…"
- "Si, si necesito tu ayuda te avisaré"
Y tras esto se oyó como se daban un pequeño beso. Jean Granger entró completamente en la habitación y cerró la puerta detrás de ella. Se sentó en la cama al lado de su hija y comenzó a acariciar suavemente el pelo de Hermione.
- "Cariño, ¿qué ocurre?"
- "Nada, Mamá" – respondió Hermione – "Tenías razón, llevaba ya mucho rato haciendo magia y eso requiere de mucha concentración. Es solo cansancio"
Su madre no parecía demasiado convencida por sus palabras.
- "Hermione, sabes perfectamente que tu madre no es tonta" – le dijo seriamente.
- "¡Mamá, yo nunca…!" – protestó Hermione.
- "Llevas así todas las vacaciones" – prosiguió Jean Granger – "Estás triste y distraída. Se nota que no estás durmiendo bien"
¿Tan evidente había sido? Ella creía que estaba ocultando el problema a sus padres pero, obviamente, ellos se habían percatado de que algo iba mal. Hermione no sabía que decir a su madre. No podía contarle lo que había pasado porque ¿qué pensaría de ella, de su comportamiento? Cuando estaba pensando en cómo salir de aquel embrollo, su madre volvió a hablar.
- "¿Esto tiene algo que ver con Ron?" – preguntó, dejando a su hija pasmada.
- "¿Cómo…?" – comenzó a preguntar Hermione.
- "¿Qué cómo lo sé?" – le interrumpió Jean – "Hermione, una madre siempre sabe estas cosas. ¿Crees que no me daría cuenta de que habías dejado de mencionar a Ron en tus cartas?"
El silencio se había hecho en la habitación. Hermione creía que sus padres no tenían ni idea de lo que sentía por Ron. Aparentemente, el único que no se había enterado era el propio interesado. Antes de que ninguna de las pudiera reemprender el diálogo, oyeron una voz amortiguada por la puerta.
- "Hermione, ¿necesitas que tenga una charla de hombre a hombre con ese Ron?" – preguntó Richard.
- "¡PAPÁ!"
- "¡RICHARD!" – exclamaron ambas a la vez. La madre de Hermione añadió – "Querido, ¿por qué no bajas a ver el partido? Estamos intentando tener una conversación de chicas"
- "Está bien" – dijo Richard a regañadientes.
Se escuchó como Richard se daba la vuelta y el crujido de las escaleras de madera bajo su peso cuando descendió en dirección al cuarto de estar.
- "¿Habéis peleado otra vez?"– inquirió su madre cuando el sonido de los pasos de su padre se apagó. Hermione asintió con la cabeza – "¿Qué ha hecho esta vez ese chico? Si está sigue enfadado porque Crookshanks quiere comerse a su rata creo que es hora de que madure un poco"
- "No, no es eso" – Hermione se sorbió los mocos – "¡Oh, Mamá!" – Hermione abrazó a su madre mientras rompía a llorar desconsoladamente – "He hecho algo horrible y ahora Ron me odia"
Jean estuvo un buen rato consolando a la temblorosa chica, que sollozaba desconsoladamente en su hombro. Cuando se repuso un poco, se apartó de su madre y se sonó la nariz con un pañuelo de papel de la caja de su mesilla de noche.
- "Seguro que la situación no es tan grave como la pintas" – intentó razonar su madre.
Hermione negó con la cabeza.
- "Es horrible. Ron y yo llevábamos semanas sin hablarnos porque el hizo algo que a mí me sentó muy mal. Y el último día del semestre hice una tontería para intentar devolvérsela. Pero fue un desastre"
Jean, que sospechaba de que podía ir el asunto (aunque sus conjeturas no se acercaban ni de lejos a la verdadera gravedad de la situación) miraba compasivamente a la chica.
- "Sé que mi pequeña bruja nunca haría nada para hacer daño a un amigo apropósito. Y, por lo que me has contado de él, sé que Ron también es un buen chico" – cogió a Hermione de la mano y continuó – "Puede que ahora todo parezca el fin del mundo, pero si dos personas están destinadas a ser… amigas" – Jean le guiñó un ojo a Hermione y esta se ruborizó – "Todo acaba solucionándose" – colocó una mano debajo de la barbilla de Hermione para que esta le mirase a la cara – "Solo voy a darte un consejo: haz caso a tu corazón. Sé que tienes un cerebro privilegiada, pero hay veces que la lógica es inútil contra nuestros deseos más profundos"
Hermione reflexionó acerca de las palabras de su madre mientras esta le acariciaba el cabello. Quizá tenía razón, quizá la oscuridad que le rodeaba no fuera eterna. Sabía que no sería sencillo, pero debía intentarlo. Tenía que tratar de arreglar la situación.
- "Mamá" – dijo Hermione después de unos minutos en silencio – "Siento haber estado tan distante durante las vacaciones"
- "Es normal, cielo. ¡Con todo lo que tenías en la cabeza!"
- "No, Mamá, no ha sido solo por eso" – dijo Hermione mientras negaba con la cabeza – "Es que… A veces siento que…"
- "¿Qué vivimos en mundos diferentes? ¿Qué no sabes de qué hablar con nosotros?" – completó su madre. Hermione asintió con la cabeza – "Yo también me sentía así cuando tenía tu edad" – continuó Jean – "Miraba a mis padres y tenía la sensación de que no me entendían, que hablábamos dos idiomas distintos. Si a mí me ocurría eso siendo… ¿Cómo decís vosotros? ¿Mussers?"
- "Muggles" – le corrigió Hermione.
- "Eso" – dijo Jean – "Si a mí me pasaba no siendo una bruja, me imagino que es mucho más complicado para ti"
- "Te quiero, Mamá" – sollozó Hermione incapaz de contenerse – "Y a Papá. Muchísimo"
Jean abrazó fuertemente a su hija. Le besó en la frente y susurró con voz cargada.
- "Y nosotros a ti, cariño. No hay nada ni nadie más importante que tú para nosotros"
Permanecieron unos minutos abrazadas, llorando emocionadas porque estaban viviendo uno de esos escasos momentos en los que se sentían como una familia normal. Cuando su madre se enderezó, Hermione se separó un poco de ella sorbiéndose los mocos.
- "¿Qué te parece…" – comenzó a decir Jane – "… si tomamos un poco de helado de chocolate mientras vemos a tu padre desesperarse con el Tottenham?"
Hermione rió por lo bajo y aceptó la propuesta.
Los últimos días de las vacaciones fueron bastante más alegres. Hermione se despidió de sus padres en su propio cuarto de estar, ya que la Profesora McGonagall había conectado la chimenea de su despacho con las casas de los alumnos de Gryffindor para poder volver al colegio de una manera más segura. Cogió una pizca de Polvos Flu que la subdirectora había mandado mediante lechuza, los echó al fuego, entró en el reducido espacio de la chimenea y, después de echar un último vistazo a sus padres, comenzó a viajar hacia Hogwarts. Cuando reconoció el la chimenea del despacho de la profesora McGonagall sintió como se le revolvían las tripas; pero ella sabía que eso no tenía nada que ver con el medio de transporte empleado.
...
Un capítulo lleno de momentos bonitos en familia, de reflexión y de tranquilidad, ¿verdad?
Pues ya os podéis ir olvidando del buen rollo: se avecinan curvas. Angst por doquier es lo que les espera a nuestros jóvenes protagonistas. Y smut, toneladas y toneladas de smut. Pero como sé que eso es lo que os gusta no veo ningún problema, ¿a qué no?
Como habéis podido ver este era un capítulo de transición entre las dos historias, pero a partir del siguiente capítulo empezamos fuerte.
Hasta entonces.
