Derufod, caballero de Gondor

Amenazas en la Sombra

Prólogo

La luna llena, plateada y brillante, se alzaba en el cielo nocturno como una gigantesca esfera de luz argenta. En la bóveda celeste tintineaban las estrellas lejanas, pero su luz quedaba eclipsada por aquella luna fría y mágica que anunciaba la proximidad del invierno.

Era una luna muy especial y poderosa y la mujer lo sabía, sabía cómo utilizar aquella mágica luna llena para sus propósitos.

La dama se encontraba en una amplia habitación aislada del resto de la casa, aquella estancia estaba fría y despejada de cualquier mobiliario, a excepción de un gran espejo de superficie limpia que reflejaba la inmensa esfera de la luna. La mujer observaba la imagen reflejada en el espejo, no veía la suya propia, su mirada estaba fijada en el orbe plateado. Dio un paso atrás, estaba desnuda y a pesar del ambiente helado ella sólo sentía una excitación y una euforia más allá de la comprensión de las mentes sencillas.

Su cuerpo de formas perfectas brillaba a causa del sudor, había estado

danzando, bailando, agitándose en aquel lugar; trazó un amplio círculo con velas, que ya estaban casi consumidas, dentro de aquel círculo sólo estaba ella y el espejo. Durante el baile cantó conjuros en una lengua prohibida y mortal, gritó su nombre y el nombre de su señor en aquel idioma que jamás debió ser creado. Invocó en susurros mientras no paraba de danzar, estaba tan segura de lo que hacía y decía. Los había aprendido todo tal y como se lo enseñaron, cada palabra y cada sonido de la Lengua Negra al ser pronunciada le acercaba a su Amo, a pesar de las distancias, ella podía comunicarse con él y oírle en su mente, y eso la fortalecía y la hacía más poderosa.

Le estaba esperando. Pronto aparecería, ella lo sabía.

Se arrodilló ante el espejo y retiró de su cara unos mechones de su espesa cabellera oscura, quería que la viera cual hermosa era, aspiró profundamente notando el aroma de su propio perfume, profundo, sensual y embriagador.

Sus ojos de un azul gris brillaban, rodeados de largas y oscuras pestañas, le proporcionaba una mirada altiva y cautivadora, hipnótica para muchos hombres que caían esclavos de sus deseos.

La mujer observó feliz y eufórica, como la superficie del espejo comenzaba a vibrar, parecía líquida y el reflejo de la luna sufrió cambios.

El orbe plateado se fue transformando en color y aspecto, su luz argenta dio paso al rojo fuego y su redondez tomó forma de óvalo.

Ya no era la luna, sino un inmenso ojo rodeado de llamas. Se produjo un extraño silencio que a ella no pareció importarle, estaba concentrada en la visión del ojo del espejo y en la mente de la mujer sonaron unas palabras tan oscuras como quien las pronunciaba.

Ella contestó:

-¡Oh, mi señor Sauron, mi Amo Negro, vuestros deseos se están cumpliendo… - dijo con voz sibilante en la Lengua Negra.

El Gran Ojo volvió a hablarle.

-Sí mi Amo…, Pelargir sucumbirá y será tuya…, el dúnadan no lo sabrá y caerá también… - susurró la mujer complaciéndose al imaginar las consecuencias de sus planes.

El espejo vibró de nuevo y ella dejó escapar una carcajada:

-¡Mis antepasados reclaman venganza, mi Amo, y el hijo de una casa menor no será rival para mí…

La imagen del espejo se tornó borrosa y comenzó a difuminarse, el rojo de las llamas fue perdiéndose en la superficie del cristal, al igual que la terrorífica forma del Gran Ojo; el espejo vibró con intensidad agitándose como las aguas de un lago azotadas por el viento y el gran orbe plateado volvió a ser el centro luminoso de un simple espejo.

La mujer sintió un estremecimiento producido por el frío y el viento que entraban por el enorme ventanal y supo que todo había terminado.

Sonrió satisfecha y ocultó el espejo cubriéndolo con un velo gris, ella se abrigó con su gruesa capa y saliendo del círculo de velas se asomó por el gran ventanal. Abajo a sus pies, la ciudad portuaria dormitaba mientras una gran nave de oscuras velas llegaba a puerto.

El ancho y profundo río reflejaba en sus aguas el brillo de aquella luna como si corriera plata por su caudal.

La dama tomó tomó aire y se dijo así misma:

-No descansaré hasta ver cumplida mi venganza y cuando ninguno de ellos quede para heredar, yo me sentaré en el lugar de los Senescales y mi Amo en el trono de los Reyes…

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