Título: Raíces
Autor: Perdidit
Resumen: Un niño que siempre busco a su familia, no a la que lo crio, si no su sangre ¿daría todo incuso los mas preciosos recuerdos de su infancia solo para saber la verdad? Esa tal ves era la única respuesta que necesitaba saber.
Disclaimer: Harry Potter pertenece a J..
Resumen de el capitulo: no todo es tan literal, a veses tienes que verlo en el contexto en que se trata querido si su abuela tenia mucho razón. Aunque seguía sin saber el significado de lo que dijo su madre.
…en botánica, la raíz es un órgano generalmente subterráneo y carente de hojas que crece en dirección inversa al tallo y cuyas funciones principales son la fijación de la planta al suelo y la absorción de agua y sales minerales
El sabia lo que era raíz, no era tonto, pero cuando su madre pronuncio esa palabra en la mañana junto con su nombre supo que algo estaba mal. Además el no tenia raíces, no era una planta; porque el, como dijo su madre "querría saber cuales eran sus raíces". No entendía, razón por la cual lo busco en la biblioteca, pero a parte de esa cruda descripción no encontró nada.
—Alec, prepárate en media saldremos.
Fue solo un grito, pero logro hacer que el pequeño olvidara sus dudas al menos durante un momento, salto de su cama y acomodo sus libros en la comoda de madera.
Casi había olvidado esta salida, y eso que era de las más importantes. Sus abuelos era la única forma de estar con la familia de nuevo, por ende solo así podía ver a sus primos.
Cogió el primer conjunto y estando a solo segundos de lanzarlo a su cama lo pensó mejor; sus abuelos siempre habían sido muy quisquillosos con su ropa, la primer impresión es importante, lo que demuestras con tu ropa ayuda a ver algo dentro de ti repetían constantemente en sus visitas, al verlo con esa ropas de "tan baja calidad" citando a su abuela. Seguido de un hija como dejas a tu niño salir así. Probablemente era las únicas veces que su madre no replicaba algún comentario.
Suspiro y tomo algo más lindo, organizado, refinado, etc, etc, pero lo importante mas incomodo.
El tomar una ducha antes de salir era obligatorio al estar en ese clima tan caluroso, pero no parecía un problema en el lugar donde sus abuelos vivían, ahí el clima húmedo era tan común. Tal vez sería bueno vivir un tiempo con sus abuelos, en su lindo tiempo, aunque todos los días se tuviera que vestir como payaso.
Agarro una fruta aun cuando su madre siempre lo regañara por comer antes de visitar. Al llegar a la sala de estar encontró a su madre hermosamente arreglada con un vestido blanco con estampado verde y café; su padre con un traje azul obscuro. Realmente a todos les afectaban las visitas, siempre se arreglaban de la mejor manera.
—Que lindo te ves hoy mi niño— su madre sin reparos le abrazo—cada día mas grande.
—mami—reclamo—me asfixio.
—yo opino lo mismo que tu madre, te acuerdas cuando decidiste que la ropa era poco importante.
Al mencionar esto el niño no pudo mas que sonrojarse— ¡papa!
—claro, claro—suspiro—cuando son pequeños exclaman sus "hazañas" al mundo pero solo crecen un poco y se molestan con solo una pequeña alusión.
—Ya— la madre interrumpió con una sonrisa lo que se estaba formando—es momento de irnos, saben que a los abuelos no les gusta los retrasos.
Sonrió hacia ellos como despedida a la casa. Y por un momento el niño sintió que nunca más volvería a venir con sus padres a esta casa. Casi parecía una despedida. Odiaba esta sensación, se acordaba cuando su abuela murió. Aun recordaba los ojos rojos de su padre al llorar, nunca lo había viso llorar, la atmosfera, la tensión, las lagrimas, todo. Pero al enfrentar a la sociedad, había visto su fortaleza, esa gran mascara que logro que nadie a parte de su familia lo hubiera visto caer.
Al salir corrió hacia el carro, lo bueno es que solo tendría que viajar una hora, si no se marearía, estar por mucho en un carro siempre lograba ese efecto. Abrió la ventanilla, mientras el carro avanzaba, observaba los arboles pasando, las curvas y los animales, las montañas. Era todo un cambio a cada kilometro, la genialidad de los múltiples ecosistemas existentes en América.
Media hora, veintinueve minutos, veintiocho minutos, veintisiete minutos, veintiséis minutos, porque cuando viajaban el tiempo era mas largo, no sabia porque su padre insistía en viajar en esta maquinaba, pero sus padres adoraban los cachivaches muggles. Además estaba el horrible aterrizaje que tuvo la primera ves que se apareció, o cuando usaron un translador, nunca quisieron utilizar la red flu; aunque ya habían pasado muchos años y aun así no olvidaban.
—Alec trajiste un libro— su madre le miro desde el espejo retrovisor—sabes que debes leer por lo menos una hora al día.
—si mamá.
De su mochila saco "hijos de la tierra: el clan del oso cavernario" que aunque muy pesadas para leer era muy interesante y sus padres esperaban que no le diera tantas pesadillas como el ultimo libro que leyó, tal ves "el perfume; historia de un asesino" no era lo mejor que un niño de 9 años podía leer. Claro que siempre había tenido malos sueños, uno podría tener miedo, pero haber vivido desde siempre con esa carga lograba que te acostumbraras.
La que mas miedo le daba era la luz verde junto con la riza espelúznate, era tan… real. La atmosfera en general, el frio, el terror, la falta de vida. Como podía llegar a imaginar eso, era imposible para un niño de su edad, lo que significaba ¿Dónde lo había visto?
—… no me abandono, ni siquiera cuando estuve sola y sin hogar.
—eso fue porque te estaba poniendo a prueba.
—Alec ya estamos llegando.
La vos de su madre interrumpió a Creb cuando le estaba explicando los tótems a Ayla. Miro de nuevo la ventanilla, y ahí estaban las casas que al final de las ciudades comienzan a parecer, después los cúmulos de arboles para seguir los puentes. Una hermosa recepción.
—guarda ese libro que ya sabes que a tu abuela no le gustan las cosas muggles.
—si mamá, mmm, ¿no sabes si vana venir mis primos?
—es la comida del mes, ¿tu crees que a mis hermanos les gustara faltar?
Su padre viro los ojos, el realmente no estaba tan incomodo como su madre al hablar de su familia, aunque su familia por el momento solo era su hermana, su padre nunca existió, ni siquiera sabia su nombre.
Pasar el centro de la ciudad y seguir e largo le recordaba los lugares a donde no podía ir. Llegar una mansión elegantemente adornada, con esplendidos jardines y una cerca que impedía la entrada a cualquiera que no fuera invitado, siempre era alentador, no tanto como los carteles de color brillante pero si alentador.
El estacionamiento fue un desastre, un destre que nunca mencionarían si no quieran que su abuela los obligara a viajar por vías mágicas. El clásico ding dong, los recibió junto con las puertas de madera finamente talladas, una obra de arte en si, como cualquier cosa que se encontraran en esa frívola casa, que solo servía para reunirse ni sus abuelos, ni sus parientes habitaban esa casa antes de la comida del mes o los días de fiesta, los únicos que se quedaban eran los elfos domésticos.
—Querida—su abuela aun con arrugas, y todo el cabello blanco era la definición de mujer fuerte—que bueno que viniste.
—Nunca me perdería el verte madre— la abrazo y deposito un beso en su mejilla al momento de pasar— ¿Cómo esta papá?
—muy bien ¿y tu?
—perfecta.
Era casi la plática mas tensa de la fecha—Alejandro que alegría.
Al igual que a su madre, su padre fue recibido con un beso en la mejilla—y el pequeño Alec— se agacho hasta estar a su altura como era costumbre el tercer beso fue colocado en la mejilla de su abuela.
El perfecto momento para que su abuelo saliera, fue otra sesión de besos y formalidades escabrosas, y eso que solo era para ingresar a la casa, imaginarse el resto del día fue abruptamente terrible. Lo bueno era su edad, así no participaba en esos ritos o al menos en la mayoría de ellos.
Llegar a la cocina significaba que podía salir a jugar, pero no todo era tan fácil antes tenia que pasar por lo menos cinco cuartos, en los que se encontraba parte de su numerosa familia que integraba a cualquiera que tuviera un poco de su sangre o su apellido, en su caso eran ambos, pero había algunas excepciones entiéndase a cualquiera que su abuela hubiese exilado, un resultado solo logrado al hacerla enojar; tu abuela es la jerarca de la familia y todos la tenemos que obedecer, era una regla que le enseñaron de pequeño, una regla que muchos despreciaban, sobre todos los de la segunda familia. Tu poder era que tan cerca y que tan bien le caías a tu abuela.
Había una historia que le conto su madre, de que antes había otra jerarca, su bisabuela, ella tuvo dos hija de la cual su favorita siempre había sido la menor, creyendo que todo su poder se había acabado la menor al final la traiciono, la mayor la cuido y como ultimo decreto la mayor se convirtió en la jerarca, osease su abuela, la menor paso a ser parte de la segunda familia junto con las otras hermanas, hermanos y descendientes que no habían podido llegar a liderar.
Esperaba que eso no le pasara a su mamá, parecía que también competía con sus hermanos para tener poder, aunque se apreciaba que competía más con su abuela. Claro que eso a el no le preocupaba mucho teniendo en cuenta que era hijo único y que por el momento solo le importaba jugar y tener toda su familia completa. Su preciada familia.
Al llegar a la cocina pudo ver a los elfos trabajar en la gran cena; mientras que los adultos tomaban te o café, platicando y sonriendo. Ahí tenía que estar por lo menos media hora hasta que lo dejaban salir y acoplarse a los que sea con que se divertían sus primos.
— ¿…quien se pone? — era una vos demasiado gruesa para ser de mujer pero aun así tan chillona como la que debería de tener un niño pequeño—porque no quiero que me toque todo el día como la ultima ves—sonaba demasiado arrogante para la edad que tenia, la imagen que mostraba no ayudaba a mejorar el perfil que tenían de el. Claro que si su abuela declaraba sus atuendos horribles los de el ni mencionaba, y en su posición no sabia que era mejor, que te criticara o que ni la mirada te dirigiera.
—Alec ¿Por qué no tu? Llegaste al ultimo—Jennifer respondió; sus primas eran una mejora, aun así prefería alguien que le respondiera, pero al menos el, como su madre denominaba "síndrome de borrego" no era parte de la genética femenina de esta familia.
—Tu hermano llego después— reclamo sin pensarlo mucho.
—Que este aquí no significa que vaya a participar—Samuel respondió sin despegar los ojos de su libro, solo acomodando sus piernas y recostándose un poco más en el árbol.
—Porque no comenzamos a jugar— una niña gruño imitando a su madre poniendo las manos en la cadera y mirando a todos retándolos a contestar—ya deja de ser niñita Alec y empezamos, además solo será un juego.
Se preguntaba si estaba mal que a veces que confundía a Sandra con un sargento.
—ok, ok, te dije que a veces me das miedo.
—Como una, dos, tres, cuatro…—imito el pensarlo—a ya se, un millón— pareció a punto de reír— pero que llorón.
—al menos yo no soy una niña-niño.
—y yo no soy una niñita.
—Porque no dejan de pelear, realmente quiero jugar antes de que sea la cena— Mariana siempre había logrado mantener aunque sea un poco de paz en ellos.
Contar los números era realmente aburrido pero pronto sus primos pagarían, claro que los encontraría, aun así la mansión era demasiado grande y tardaría un rato, esperaba que al menos le tocara jugar una ves antes de que los llamaran a comer. No podía pensar peor castigo que estar con su familia charlando de cosas tan aburridas por las cinco horas que duraban esas cenas.
—¡…y cien! — por fin, corrió buscando en los arbustos, los arboles, las cercas, y cualquier lugar cercano, el lago era el único lugar al que no se acercaba desde que casi se ahogo ahí cuando tenia cinco, fue una suerte que lo dejaran seguir saliendo a jugar, dejaron de vigilarlo después de un tiempo, pero el aun no olvidaba el agua metiéndose en sus pulmones, y la horrible visión, el silencio y las imágenes pasando en cámara lenta. Todo era tan claro, los gritos, las caras, todo, pero al mismo tiempo era tan borroso, tan lento y tan rápido. Una experiencia extraña y dolorosa si le preguntabas.
Cuanto tiempo vago por las orillas del jardín, no lo supo, solo se entero de su cara ardiendo. Lo mejor era regresar a la cocina, tarde o temprano se encontraría a alguien. No se desconcertó al oír voces; lo que le llamo la atención fue oír a su padre.
— ¿…debería confiar en ti?
Ariel, su tío segundo nunca había sido un buen ejemplo y ahora lo confirmaba, como podía ser un buen ejemplo alguien con esa… aura que incluso al hablar dejaba un ambiente sucio.
— ¿por qué yo debería confiar en ti?
—tu sabes mis razones, yo no se las tuyas.
—pero las sospechas—suspiro y encendió un cigarrillo— como podría dejar a mi esposa sin lo que mas desea aunque sea inconsciente.
—ella es su favorita.
—para ti, siempre pelean.
—es a la única con quien habla, se queja, la mira. Es la que mejor le cae, así que mi pregunta sigue ¿Por qué?
—yo no la soporto, junto con toda esta familia.
—incluyéndome.
—Incluyéndote— le mostro los dientes en algo que podría ser pasado por una sonrisa— pero el enemigo de mi enemigo es mi amigo ¿no?
— ¿Cómo te sinceras de esta forma y no puedes hablar de algo tan simple como una razón?
—no te concierne.
—me concierne desde el momento que comenzamos este plan juntos, como diablos crees que sabré tusa lealtades— casi gritaba, pero nunca dejo su sonrisa.
—lo hubieses preguntado cuando comenzamos a crear esta… obra maestra.
—pero no hay hubiera.
—nunca…
Lo mejor seria a los adultos hablar de cosas de adultos, realmente nunca entendía.
— ¿Dónde estabas? Si sabias que nos tenias que buscar— no sabia porque su primo le recordaba tanto a su tío Ariel, tal ves tenia que ver con que era su hijo. Eso no le quitaba la molestia que creaba, al menos su padre le daba asco, ese niño solo inspiraba enojo.
—aja.
Lo mejor era ignorarlo— ¿Por qué nos hiciste esperar para no encontrarnos, ni avisarnos que el juego había terminado niñita? —claro que era difícil ignorar a Sandra
—yo no tengo la culpa de que las niñas-niño no sepan cuando acaba un juego.
—Realmente fue muy descortés— con esas simples palabras Mariana lo hizo sentir mal, como podía ser que con Sandra se insultaba hasta el cansancio y con Mariana una sola palabra bastaba para hacerle llorar.
—Pero no vamos a hacer nada— uno de los niños mas chicos se quejo, sus hermanos y amigos asintieron la cabeza, todos ellos se apoyaban por ser los menores, y hubo un tiempo que hasta el hacia eso con Sandra, pero pronto sus hermosos siete años se acabaron—estoy aburrido
—Sera mejor que entremos—Samuel intervino por ser el mayor, al menos en ese grupo—pronto llegara tía Helena y saben que cuando ella llega es hora de comer.
Y no había duda de eso, claro que el que ella llegara al ultimo no tenia nada que ver.
Comer era un manjar no lo negaba, lo que si era una tortura era la etiqueta que tenia que ser perfecta, claro que el lo había aprendió desde el mismo momento que aprendió a hablar, aun así mirar a sus primos, los mayores, los menor y los que apenas habían nacido seguir el protocolo era una descarga de felicidad, no estaba solo en es tortura, y al menos el postre nunca dejaba de sorprenderlo, los elfos parecían inventar uno para cada comida, y nadie mas que el podía dejar de adorar los dulces.
Al final las charlas no se hacían esperar, claro que nunca creyó, ni nadie en esa mesa al parecer por sus expresiones, que Fidel abordara un tema y mas aun un tema tan delicado como lo era…
— ¿que postura creen que seria mejor tomar?
— ¿con quien?
—Con el-que-no-debe-ser-nombrado— hubiese pensado que era otra excentricidad de los adultos pero hasta el sabia que se referían a Voldemort, aunque se le hacia estúpido llamarlo así, no que lo dijera en voz alta, sus padres lo matarían si se atrevía a decir ese nombre.
—Yo opino a favor—Su tío Ariel de seguro iba a desatar una charla que aria que sus padres y el se quedaran por un día en esa tenebrosa casa como siempre— Son nuestros ideales para que negarlo.
—En contra—La rasposa vos de Serena llamo la atención de todos, si no es que ya lo hacia con su obscuro maquillaje y rojos vestidos— ni siquiera es nuestra guerra. Cuando haya un mago obscuro aquí, cosa que dudo, y sus ideales se parezcan a los nuestros hablamos sobre envolvernos en una guerra.
— ¿como si tu hicieras algo que necesitara esfuerzo?
—Al menos algo más que tu Santiago
— ¿Quién te pregunto Gabriela?
Todos comenzaron a poner sonrisas fingidas y parecía que una pelea se iba a desatar—yo opino que hablar de esto mientras que los niños están aquí es un impulso — pareció pensarlo aun cuando todos ya sabían que sus palabras ya habían sido decididas—imperdonable — lo miro fijamente—Oh que niño tan descuidado ya te has manchado— su abuela tendía siempre mirar su ropa, aun cuando en la comida era común que su ropa se manchara—creo que tengo un cambio de ropa, hija ahora volvemos.
Y se fue con su abuela, la personalidad que mas miedo le daba, lo tomo de la mano, cuando los ojos de todos se centraron en ellos.
—creo que este…—tomo un atuendo, y se lo midió—eres mas grande que tu madre y tu padre.
— ¿usted ya conocía a mi padre? ¿Aun antes de que se casaran? — eso era muy desconcertante.
Se sentó en la cama mientras su abuela seguía sacando ropa, y hablando—yo fui la que los presento, era el hijo de una amiga que trabajaba mucho tiempo asi que a veces se quedaba en la casa, fue una suerte que mi hija se casara con el porque si no yo lo adoptaría, un niño tan lindo, realmente.
A veces la abuela daba esa cara y no sabía que pensar si seguir todos los consejos de alejarse de ella o seguir hablando—toma este perfecto
El vestirse con esa ropa era realmente cómodo, la tela lo complacía enormemente, Al finalizar de vestirse parecía que se irían y el no quería eso, en ese momento se sentía tan cómodo— ¿Qué son las raíces? —aunque era un pregunta tonta nunca pudo olvidarla y toda la mañana había rondado su cabeza.
— ¿disculpa?
—Raíces—dudo un poco—mi madre lo menciono en la mañana
—y no lo comprendiste.
—es que dijo una frase rara.
Lo dudo un poco poniendo un dedo en sus labios, abrió sus ojos un poco y lo miro fijamente—no todo es literal, a veces tienes que ver el contexto querido, te diré que raíces puede ir desde un órgano que ayuda a la plana a alimentarse, hasta el origen de algo, su…— pareció querer decirle mas pero desistió —será mejor que volvamos.
Bajar las escaleras nunca fue tan difícil y esperaba que su abuela no se hubiese enojado con el por es irrespetuosa pregunta.
Su abuela camino hasta su madre—querida tal ves deberías revisar lo que dices y en donde lo dices porque parece que tus platicas no han sido intimas— y aunque parecía satisfecha por su invisibilidad ante todos para el nunca fue invisibles, aun mas con su capacidad para leer los labios. Claro que nunca pudo pensar mucho en eso, las balas se lo impidieron. Balas, balas y mas balas, todo fue tan borroso.
Gracias por leer :D.
