Los siguientes relatos son breves y son independientes. Todos pertenecen al mundo de Dragon Age, saga de videojuegos de RPG desarrollado por Bioware. Y surgieron como parte de un desafío de un relato por día a lo largo de Octubre (Taletober), aunque nunca llegué a completarlo.
Espero los disfruten
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Fogata:
La reciente Guardia Gris, Cousland, tras liberar al Círculo de Magos se dirige a buscar a sus primeros aliados. Pero la noche de campamento le traerá una sorpresa.
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El mes Nuboso hacía honor a su nombre, encapotando el cielo durante gran parte de la jornada. Los sauces susurraron en las sombras; pero el variopinto grupo los dejó atrás. El viento soplaba, flameando a las capas de los aventureros y a la enramada por igual.
Las escasas horas de luz que quedaban, decidieron a la joven líder a levantar su mano, en señal de alto. A unas cuantas millas de distancia, se alzaba la imponente mole oscura que constituía el Bosque de Brecilia. Aquella frondosa espesura era fuente de inquietantes historias sobre asesinos sombras, hombres lobos e incluso sobre árboles que se movían. Sólo los incautos se movían a través de él. Los incautos y los dalishianos. Y, si se podían fiar de los reportes que los campesinos del arlingo de Alcance del Sur les habían confiado, varios aravels de los elfos se habían dirigido hacia allá, varias semanas atrás.
Con la perspectiva de un recibimiento apropiado para shemlens, que incluiría un par de flechas en sus gargantas; la guardia gris pensó que lo prudente sería presentarse en el campamento de los dalishianos con las primeras luces del día.
Contempló sus alrededores, y luego miró por el rabillo del ojo al nuevo miembro de quien (Pese a su confesión completa del contrato con Loghain) no debían fiarse tan pronto. Observó la expresión de aprensión de Alistair sobre el nuevo destino del grupo, así como la burlesca sonrisa de Morrigan. Luego, se volvió hacia Wynne, a quien le había confiado los Tratados de los Guardias, tan lectora y cuidadosa como parecía. La anciana la atrapó mirándola y le sonrió educadamente.
- Dudo mucho que seamos bien recibidos a estas horas – Comentó la Guardia Gris
- O en cualquier otra hora – Ironizó Alistair.
- Será mejor esperar al día para hablar con el anciano del Clan – Continuó la guerrera – Armaremos el campamento aquí. Cubriremos nuestras espaldas con aquella colina. De paso nos guarnecerá del viento – Sten asintió en silencio, y comenzó a armar las carpas.
- Buscaré leña, hoy hará frío – Anunció Leliana
- Quiero guardias rotativas… Sten – Se volvió hacia el imponente Qunari, e inclinó su cabeza en una señal respetuosa que ambos habían adoptado – Te has encargado dos noches consecutivas. Hoy quiero que tengas una noche de descanso pleno.
- Como desees – Acató su orden el Qunari, con sencillez.
- Yo tomaré la primera guardia – Anunció la Guardia Gris, esperando el ofrecimiento voluntario. Lo cierto era que ella llevaba realizando vigías durante más tiempo que nadie.
- Yo puedo acompañarte – Dijo tentativamente Zevran, con su peculiar acento antivano.
- ¿Y que mañana tengamos que seguir las órdenes de Alistair? – Morrigan dejó escapar una carcajada - ¡Ni hablar!
- Bien… entonces yo haré guardia contigo – Se ofreció dulcemente Leliana, que ya había recogido un puñado de ramas en sus brazos.
El mabari todavía olfateaba los restos de la cazuela que Alistair había dejado en el suelo; pero el resto de la compañía había caído rendida por toda la caminata del día. Todos salvo dos figuras.
Las dos mujeres observaban a las volutas del humo que se elevaba de la fogata, y a las pequeñas chispas que se fundían con la oscuridad, como luciérnagas extraviadas.
- Andarem atish'aaan – Susurró por tercera vez la guardia gris. Leliana se río con suavidad, como temiendo despertar al resto.
- No – La bardo sabía escasas palabras en élfico, pero las sabía pronunciar bien - Andaran atish'an
- ¿Andaran…?
- …. atish'an – Completó amablemente – Y no es Anciano, es Custodio del Clan - Puntualizó
- Es Anciano en la elfería – Dijo la Guardia Gris, encogiéndose los hombros – O Hahren.
- ¿Conociste alguna elfería? – Preguntó curiosa, Leliana – Jamás he estado en una…
- Sólo conozco una. Mi padre… - Se detuvo. Hablar del pasado despejaba el velo de fortaleza que ella había creado. La negación se había convertido en su escudo. Pero continuó la frase, esperando que su voz permaneciera neutra – Mi padre nos llevó (A mi hermano y a mí) a conocer al Hahren Sarethia. Decía que un verdadero señor de Pináculo debía conocer a sus vasallos. El Anciano fue muy amable, hasta me dejó jugar cerca del Vhena… vhenadahl… - Se sonrió - Más o menos por la misma época, Fergus y yo decidimos que no necesitábamos sirvientes. Demasiado trabajo tenían ya con Nan como para… - Pero recordó que Leliana no había conocido a la Jefa de las cocinas – Quiero decir, vas a la elfería y… descubres como viven... No parecía justo. Aunque la elfería de Pináculo es la mejor de Ferelden – Terminó con orgullo. Se volvió hacia la pelirroja, cuya barbilla caía sobre su pecho, dormida como estaba. La joven Cousland dejó escapar un suspiro, se quitó la capa, y cubrió a su acompañante.
"¡Andraste! ¿Habrá alguna vigilancia en la que no se duerma?" Protestó internamente la joven guardia gris "Tiene suerte de que Alistair y yo podamos percibir el acercamiento de engendros tenebrosos… o ya estaría muerta" Su mirada se detuvo en las sonrosadas mejillas y en los delicados labios de su acompañante "Luce tan indefensa así… tan… adorable" Y mientras lo pensaba, se sobresaltó. A través de los años neblinosos, su cuñada le dirigió la mirada escéptica que solía arrojarle cuando los hijos de arls y banns, ansiosos por emparentarse con el gran Teyrn Bryce Cousland, salían despachados con negativas. La voz del pequeño Oren resonó en sus oídos, mientras se ruborizaba repentinamente, barajando una nueva posibilidad: "¿Cuándo vas a casarte, tiíta?" Le había preguntado su sobrino.
Se escuchó a sí misma aclarándose la garganta, como si hubiera cometido una herejía, y la madre Mallol la hubiera pescado in fraganti. Miró de reojo a la joven bardo, y una parte de ella quiso estirar su mano para acariciarla. "Mira que cosas piensas… mañana te adentrarás al bosque de Brecilia, y necesitarás la cabeza despejada" Se recriminó.
Se rebulló incómoda en su lugar, y empezó a rememorar las charlas previas con Leliana, y tuvo una súbita idea. "Por estos lares crece la Gracia de Andraste, tal vez encue…."
La joven guardia se puso de pie. Sacudió el polvo de sus ropas, y se alejó. Escudriñó las sombras, mientras apretaba el puño, atenta a los sonidos, esperando a que el nuevo día aclarara también su mente.
