Disclaimer: Katekyo Hitman Reborn! © Akira Amano.
Rated: Fiction K+
Pareja: 1827 (HibarixTsuna). Versión femenina de Tsunayoshi.
Summary: Nadie le había dicho que declarar sus sentimientos sería tan difícil... ni que le romperían el corazón. Aunque claro, aveces las cosas no salen como lo planeamos y eso nos lleva a curiosos e inesperados resultados.
Objetivo I: Sentimientos.
—¡Estúpida, estúpida! —Se regañaba a sí misma la castaña, mientras que con rabia agitaba sus alborotados cabellos. Las lágrimas corrían por sus sonrojadas mejillas, humedeciéndolas y logrando que esta pareciera más vulnerable de lo que ya era.
Para su suerte, a esa hora de la tarde Namimori-chuu estaba prácticamente desierta, a excepción de unos cuantos clubes deportivos y uno que otro integrante del comité disciplinario. ¿Y qué hacía ahí la joven Sawada siendo que no era parte de ninguno de esos grupos? La respuesta: tareas atrasadas. Eso es lo que pasa cuando finges una enfermedad del estómago para poder faltar tres días a la escuela, aunque claro, el karma que tanto la amaba le regresó su pequeño engaño con kilos exagerados de deberes.
Ahora que había terminado tan tremenda tortura, lo que seguía era huir a su pacífico hogar lo más rápido posible, teniendo exclusivo cuidado en evitar a cierto prefecto.
Ordenó sus libros para guardarlos en la mochila, se aseguró de no olvidar nada en su pupitre y limpió las lágrimas con el dorso de su mano, la cual era cubierta por la manga de su suéter, varias tallas más grande de lo que debería. Se giró dispuesta a irse, pero se detuvo en seco al notar una figura azabache bloqueando la salida del salón.
—Herbívora —llamó Hibari Kyoya, quién se encontraba recargado en el marco de la puerta. Cruzaba los brazos sobre su pecho, tenía sobre los hombros la chamarra del comité disciplinario y ese semblante frío que tanto le caracterizaba.
—Hibari-san —respondió la menor mientras que un sonrojo se apresuraba a cubrir ferozmente su cuello y mejillas; las lágrimas amenazaban con escaparse nuevamente de sus orbes chocolate.
«Estúpida» le recordaba una vocecita en la cabeza, aunque eso ya lo tenía más que claro, muchas gracias.
Si no hubiera pronunciado aquellas palabras, no se encontraría en una situación tan incómoda como la de ahora. Pero había sido la insistencia de Kyoko y Hana la que la animó a hacer aquello.
Ambas se quedaron con ella hasta que la escuela estaba como ahora, prácticamente vacía.
—Ánimo, Tsuna-chan. Sé que lo harás bien —convino Sasagawa con una inocente sonrisa y abrazó a su nerviosa amiga.
—Recuerda: madura y decidida, eso nunca falla —sugirió Kurokawa Hana, con esos aires de adultez que se cargaba.
La pelicastaña no pudo menos que asentir y sonreírle a sus compañeras, tenía las manos sudorosas y una revolución de alborotadas mariposas se hacía presente en su estómago.
—Gracias, Kyoko-chan, Hanna-chan —así las despidió con un gesto de mano, las otras se alejaron sonrientes, al parecer no dudaban de que a Tsunayuki le iría bien.
Pero estaban completamente equivocadas.
Tan pronto se quedó sola, Tsuna comenzó a temblar. Tragó saliva con dificultad y se re-planteó el hecho de que estuviera ahí; pero sin saber cómo, sus piernas comenzaron a moverse entre los pasillos de la secundaria hasta dar con la oficina de la alondra más peligrosa.
Miró su reflejo ante una ventana continua y ahogó una exclamación, hubiera deseado traer un cepillo consigo, pero ya era demasiado tarde para lamentarse por ese tipo de minorías. Alisó como pudo su enredada melena –aunque en realidad no era tan diferente a su andar diario–, estrió un poco su falda en un intento de cubrir los rasguños en la parte alta de sus piernas que se hacía con sus constantes tropiezos, respiró profundamente y llamó a la puerta.
—Adelante —le contestó una voz familiar, su corazón dio un salto.
—¿T-Tiene un minuto, Hibari-san? —titubeó la joven, asomando la cabeza por la puerta de la oficina.
—Sawada Tsunayuki —replicó el prefecto como afirmación, ella asintió y entró.
La habitación era como de esperarse por parte de Hibari Kyoya: ordenado, limpio y con una amplia vista hacia los árboles de sakura ubicados frente a la escuela. Tsuna se sentía fuera de lugar, tal vez si se apresuraba podría huir rápidamente, pero su cuerpo no respondía como le hubiera gustado, simplemente asintió y entró al lugar; no sin antes estar a punto de tropezar con sus propios pies.
—E-Esto… y-yo… —Balbuceó sonrojándose, ¿qué se supone que debía hacer ahora? Intentó calmarse, sin mucho éxito—. Q-Quisiera c-c-comentarle algo Hi-Hibari-san —¡Torpe, habla bien Tsuna!, se regañó.
—Adelante —respondió el azabache, levantando por unos instantes sus orbes grisáceos del papeleo que revistaba para mirar a la castaña.
—E-Es que… m-me gusta alguien —balbuceó de manera apenas audible y desvió su mirada.
¡Mierda!
—Hmn —murmuró el mayor. Se lamentó internamente, ¿a él que le importaría que una mocosa de la escuela estuviera con las hormonas alborotadas?
Sawada miraba fijamente sus pies, las mejillas le ardían tanto que podría jurar que salía humo de su rostro, las piernas le temblaban y el estómago se le retorcía violentamente. Se llevó ambas manos al pecho en un intento de controlar el órgano latiente que amenazaba con escaparse de entre sus costillas, se dio cuenta de que no estaba respirando.
—Me gusta Hibari-san.
¡Y estaba dicho! Aunque no como le hubiera gustado. Las palabras salieron arrastradas junto con el aire que estaba conteniendo; pero al menos no había tartamudeado, eso ya era algo. Se sentía al borde del desmayo, así como si hubiera corrido un maratón sin agua —claro que no lo había hecho jamás, pero creía que sería una buena comparación—; sus músculos se relajaron y los golpes en su abdomen ya no eran tan violentos, aunque todavía sentía una pequeña descarga de adrenalina por todo el cuerpo.
Levantó la mirada para ver la reacción del prefecto, aunque no le gustó para nada.
Ahora recargaba una pálida mejilla contra el dorso de su mano, los papeles que anteriormente revisaba yacían ordenados sobre su escritorio, su fría expresión no cambió mucho, solo que ahora mostraba claro aburrimiento.
—Sawada Tsunayuki —comenzó, ¿era normal que el corazón le latiera tan violentamente cuando le escuchaba pronunciar su nombre? Dudó Sawada, pero no le importaba, le gustaba la sensación—. Te pediré de favor que si tienes asuntos personales que tratar conmigo, sea fuera de mi horario de trabajo. Así que dicho eso, ¿algo más? –Terminó, miraba fijamente a la castaña.
–Nada, lamento la molestia —susurró de manera ahogada, aunque la voz sonó bastante calmada a comparación de su sentir—. Con permiso —y dicho eso, echó a correr fuera de la secundaria.
Los edificios y las casas pasaban borrosas a su lado, las pocas personas que se encontraban en las calles le dirigían curiosas miradas e incluso unos cuantos susurros críticos; pero ella no presaba atención a nada. Sabía que había sido una mala idea todo eso de la declaración, nunca había esperado el ser correspondida ni mucho menos, pero al menos pensó que el rechazo sería menos doloroso.
Sin darse cuenta se encontraba ya en la entrada de su casa. Las luces apagadas indicaban que Nana había salido, probablemente no regresaría en un buen rato. No se molestó en subir a su cuarto, simplemente se hizo un ovillo al pie de las escaleras y lloró. Lloró por ser tan torpe, lloró por el rechazo, lloró para desahogarse, lloró porque no sabía que otra cosa hacer.
Ahora estaba de nuevo cara a cara con aquel que le rompió el corazón, por así decirlo, sin saber exactamente de qué iba la cosa. Se mordió el labio en un intento de que el dolor la distrajera del ardor de la garganta y los ojos.
—¿P-Pasa algo, Hi-Hibari-san? —Preguntó después de un corto silencio incómodo, tenía curiosidad de el por qué estaba él ahí, pero también temía que solo la buscara para dejarle en claro su negativa.
—Cuando hables con alguien es de educación mirarle a los ojos— respondió el mayor haciendo caso omiso a la pregunta hecha por la contraria, quien obedeció dejando ver sus cristalinos ojos.
Ninguno de los dos habló.
Así estuvieron por varios segundos que poco a poco se convirtieron en minutos… ¿tal vez en horas también? Tsuna no lo sabía, pero tampoco era algo que le importara.
La solitaria y fría mirada que era tan conocida por ella había sido remplazada, ahí seguían los orbes azulados del prefecto que tanto le gustaban, pero había otra cosa: un curioso brillo acompañado de una sensación de calidez que le recorrió el cuerpo con un escalofrío.
Parpadeó al verse envuelta en dos largos brazos protectores, y lo siguiente que supo fue que unos labios se unieron a los suyos.
La cabeza le daba vueltas, ¿acaso estaba soñando? No, eso era real.
Dejó caer los párpados instintivamente y sus pequeños labios se movieron con torpeza junto a los del mayor. Tenía la piel enchinada, sus mejillas eran dos focos rojos y su respiración comenzó a verse afectada. Unos momentos después el beso terminó, pero el brazo alrededor de su cintura le impedía alejarse; sus brazos estaban acurrucados contra su pecho ya que no se atrevía a corresponder al abrazo. Levantó el rostro tímidamente para encontrarse de nueva cuenta con esos cálidos ojos, que la miraban de manera acogedora.
—En este mundo todo tiene un equilibrio; para que exista el mal tiene que haber el bien, para que haya un cielo tiene que haber una tierra, para ir arriba tiene que haber un abajo —habló el mayor, aunque la mente de la pequeña Tsuna estaba tan llena de pensamientos que le costaba procesar sus palabras—. Y para que haya un carnívoro… tiene que haber un herbívoro.
La menor seguía sin comprender por lo que se limitó a mirarle inocentemente en silencio; Hibari se desesperó tras un minuto sin respuesta más no lo demostró tan abiertamente.
—Desde ahora tú eres mí herbívoro, eres mía—declaró con tranquilidad.
Poco a poco el cerebro de Tsuna unió las acciones y frases dichas por el prefecto dándoles un orden coherente. La había abrazado, la había besado, la declaró como suya… ¡Hibari Kyoya también gustaba de ella!
—S-Sí… —respondió con dificultad al contener su emoción, una radiante sonrisa se extendió por su rostro.
—Así que ya no te quiero volver a ver llorando —ordenó y besó las rosadas mejillas de la menor, subió hasta sus párpados y de nueva cuenta bajo hasta su boca.
Ella fácilmente podría haberlo besado por horas sin cansarse, pero al parecer ese no era el momento para eso.
Caminó en silencio por los pasillos de la secundaria en compañía del mayor hasta la entrada de la misma, dónde la besó suavemente una vez más a manera de despedida. Esta murmuró una respuesta y comenzó a caminar.
—Y herbívora…
Tsuna se giró ante el llamado.
—Estar hasta tarde en la escuela sin motivo alguno es en contra de las reglas.
Palideció y una gotita de sudor bajó por su sien. —Y-Yo…
—No digas nada, mañana tendrás tu castigo —el prefecto hizo un ademán de entrar de nueva cuenta a la escuela y le miró sobre el hombro—. Me aseguraré de morderte hasta la muerte —sentenció con una juguetona sonrisa para después perderse en el interior del inmueble.
¿En algún momento del día desapareció el sonrojo de sus mejillas? Probablemente no y al parecer no lo haría en mucho tiempo, pero le gustaba. Ese había sido el mejor día de su vida.
Nota de la sensual autora(?): Oh si bitches, cambio de género. ¿Qué tiene de malo? Tsuna en versión niña es demasiado adorable y en el 1827 aún más(L). Iré publicando distintos capítulos cada que me de inspiración y probablemente según mi sentir, ninguno tendrá continuación o quién sabe, todo puede pasar. ¿Reviews? Se agradecen de todo corazón :3
