CAPITULO 001
Pegó un golpe a la mesilla. Tan fuerte, que el pequeño mueble se tambaleó y el móvil terminó cayendo al suelo. Juró susurrando, molesta con el despertador y con la vida. Se incorporó a tumbos, con los ojos cargados de sueño y palpó las paredes hasta llegar al baño. Una ducha rápida, ropa con poco colorido, acompañando a su estado de ánimo, y sin desayunar, salió hacia comisaría.
Los últimos meses no habían resultado nada fáciles y el paso del tiempo tampoco estaba ayudando a mejorarlos. Dos relaciones fallidas y un recuerdo constante en su vida. Él. Aquella última despedida. Cuando lo vio alejarse con Gina de su brazo, a unas idílicas vacaciones a los Hamptons.
No había vuelto a saber nada. Su promesa de volver se había esfumado al mismo ritmo que las agujas del reloj le confirmaban que, por mucho que mirase cada cinco minutos su muñeca, su móvil no recibiría ningún nuevo aviso de él.
Espósito le intentó abrir los ojos. Pero ella no quiso escuchar sus recomendaciones. Y se arrepentía. Y estaba enfadada. Con él. Con ella. Por sus miedos. Por la poca valentía de ambos.
Acarició sus sienes, apretó sus párpados y al abrirlos, cuando las puertas del ascensor le mostraron el ajetreo de sus compañeros, intentó enfocar su mesa de trabajo.
- He visto su llamada, Capitán. - entró al despacho de Montgomery sin percatarse de la presencia de una tercera persona.
- Has venido más rápido de lo que pensaba. - reconoció amistoso - Inspectora, te presentó a Stephanie, asistente social. - le indicó a su derecha.
Kate miró con cara de pocos amigos y sonrió forzadamente.
- Ha intentado contactar contigo tanto vía telefónica como postal pero le ha resultado imposible. Así que se ha presentado aquí. - interfirió entre ambas mujeres.
- ¿A mí? ¿Cuándo? - miró fijamente a Stephanie curvando sus cejas - Y lo más importante, ¿por qué? Stephanie dio un paso al frente. - Necesitaba comunicarle algo importante.
- ¿Respecto a qué? No entiendo tanta intriga. - se quejó, cansada y con mucho sueño.
- ¿Conoce a Carly Anderson?
- ¿Carly Anderson? - se sorprendió al escuchar el nombre de su mejor amiga del instituto.
- ¿La recuerda?
- Sí, claro. Por supuesto. Hace un año más o menos que hablé con ella. - explicó con poca gana.
- Ha fallecido. Hace un mes.
- ¿Muerta? ¿Cómo? Si cuando hablé con ella estaba perfectamente. - se sorprendió, incrédula.
- Muerte natural.
- ¿Y qué tiene eso que ver conmigo? ¿Y con usted? - se sentó ofuscada.
- Estoy aquí por Robert Anderson.
- No lo conozco. - perdió su mirada en el suelo.
- Es el hijo de Carly.
- Sí, me dijo que estaba embarazada.
- No tenía ningún familiar. En sus últimas voluntades dejó constancia del deseo de que usted se hiciese cargo de su hijo.
- ¿Yo? ¿Su hijo? - alzó su mirada con brusquedad - ¿Un bebé? No, no, no. - se negó en rotundo - En mi vida no cabe ningún bebé.
- Sé que es un shock pero...
- ¡Qué shock ni que nada! - se levantó de la silla - No tenemos nada más que hablar. - intentó salir del despacho sin éxito.
- Espera, Beckett. - se interpuso Montgomery.
- Señor...
- Estás actuando impulsivamente. Esta no es la Kate que yo conozco. Estamos hablando de un bebé. Solo tiene 6 meses.
- Pero no tengo tiempo. No soy madre. No sabría cómo hacerlo.
- Tiempo tienes de sobra porque metes más horas en el trabajo de las que deberías. Sin contar las vacaciones acumuladas. Y ser padre o madre... no se nace sabiendo, se aprende.
- Capitán... Yo... - miró hacia la asistente.
- Tienes que verlo, Beckett. Es perfecto. - sonrió Montgomery indicando que mirase por la ventana.
Al otro lado, Ryan y Espósito interactuaban con un bebé, escondido en su carrito.
Un poco más tarde y ante la mirada inquisidora de todos, terminó aceptando a regañadientes. Su día en comisaría acabó al mismo tiempo que la asistente social abandonó el recinto. Montgomery le dio las dos siguientes semanas de vacaciones sin poder mostrar su desacuerdo.
Llegó a casa completamente frustrada y enfurecida con el mundo. Por suerte, cuando abrió la puerta, su padre, sentado en el sofá, le sonrió.
- He venido en cuanto he escuchado tu mensaje. - se acercó a ellos con un singular brillo en sus ojos.
- Gracias papá. - dejó el carrito en medio del salón y se alejó de él un metro.
- ¿Te ha mirado mal? - se burló Jim.
- Esto no va a salir bien. - frotó sus manos contra sus piernas.
- Yo creo que sí. Va a ser muy divertido.
- ¿Divertido para quién? ¿Para ti?
- Para los tres. Una vida es una alegría.
- Este niño se merece algo mejor que depender de una vida tan inestable como la mía.
- ¿Por tu trabajo?
- No sigas con tus bromas que no estoy de humor.
- No se nota nada, hija. - sonrió mientras buscaba la carita de Robert - ¡Es precioso Katie!
- Sí, lo es. - afirmó algo más tranquila al ser consciente de la ayuda que iba a tener gracias a su padre.
- ¿Cómo se llama este pequeño, eh?
- Robert.
- Tenemos que comprar todo lo necesario para él.
- Venía pensando justo en eso. ¿Nos acompañarías?
- Por supuesto. Estoy aquí para ayudarte en todo.
- ¿Crees que podré hacerlo? - buscó la complicidad de su padre, entrelazando sus manos.
- Estoy convencido, Katie. - afirmó sin ningún atisbo de duda.
Los siguientes tres meses fueron muy complicados. Kate intentó compaginar su nueva faceta de madre con su profesión pero, a días, todo se complicaba, deseando que Carly hubiese tomado una decisión diferente.
Como aquella mañana que tuvo que presentarse al trabajo con Robert en sus brazos, ante la ausencia de la niñera, por temas de salud. Intentó, constantemente, estar pendiente del pequeño que ya era todo un experto gateador pero, en una de sus visitas al despacho de Montgomery, Robert tomó la decisión de explorar nuevos mundos.
- Beckett, tenemos al sospechoso en la sala. - anunció Espósito con un tono especial en su rostro.
- Voy. - anunció Beckett saliendo del despacho.
- Antes de entrar debes saber que...
- ¿Dónde está Robert? - gritó Kate mirando hacia el pequeño parque infantil que había creado junto a su escritorio.
- No ha podido ir muy lejos. Solo gatea. - Espósito se encogió de hombros restándole importancia.
- Eso es lo que crees. Pero es un experto en darme el esquinazo cada vez que lo dejo en el suelo. - miró hacia un lado y hacia el otro.
- Está bien, ¿y si lo llamamos?
- Se esconde aún más y encima como algún desconocido se le acerque, no ayudará.
- Desde que llegó a tu vida ha mejorado mucho Beckett. Seguro que damos con él tan rápido que no se da cuenta que no sabe volver a su sitio.
- Sí, pero a lo desconocido, le tiene pavor.
Kate adelantó su paso sobre el de Espósito cuando, de pronto, escuchó la risa de Robert. Desde la sala de interrogatorios. Cuando entró a ella pudo observar como el cuerpo de un adulto se escondía, sentado en el suelo, al otro lado de la mesa y como su hijo, reía sin parar, señalando a un desconocido. Por su actitud, aquel sospechoso estaba haciéndole alguna mueca.
- Robert... - susurró Kate arrodillándose.
- Ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma... - pronunció Robert corriendo hacia sus brazos, gateando.
- Qué susto me has dado. - abrazó al pequeño.
- ¿Kate?
Beckett se paralizó en seco, al escuchar su voz. Incapaz de mirar hacia arriba, cerró sus párpados deseando estar soñando.
- ¿Kate?
Beckett se incorporó, buscando la mirada de aquella voz.
- ¿Qué haces aquí, Castle?
- ¿Es tu hijo?
- Eso no responde a mi pregunta.
