Disclaimer
No soy propietario de los personajes nombrados en el fic, son todos creados por la gran mente de Rick Riordan.
Este fic participa en los retos "Misiones para Campistas" del foro Campamento Mestizo.
Hola, he escrito esta historia para el reto, pero me gustaría que me dejaras el review con lo que opinas, porque la verdad es que me está gustando escribir esta, pero no estoy muy seguro de que tenga éxito. Un saludo.
Eran alrededor de las 11 PM cuando desperté de mis pesadillas. Un par de ojos azules me veían, expresaban dolor. He visto esos ojos antes, lo sé, pero a pesar de llevar semanas soñando con ellos, no logro recordar a quien pertenecen.
Me coloqué de píe, una vez despiertas de tus pesadillas jamás puedes volver a dormir por el resto del día. Me visto y tras un rato, me logro ver en el espejo. Mi nombre es Nico Di Angelo, soy hijo de Hades. Sí, el dios del inframundo de las leyendas. Lo que significa que soy un monstruo, un fenómeno. Pero eso no viene al caso. Me coloco mi chaqueta de aviador y salgo de la cabaña de Hades, hoy estoy en el Campamento Mestizo. Un lugar donde los hijos de los dioses, llamados semidioses, vienen a entrenar y a formarse para sobrevivir. Para mi, no es más que un lugar donde te recuerdan lo diferente que eres, y que en mi caso, ser diferente es ser un marginado. Al salir, no muy lejos logro ver a un chico de cabello azabache y ojos verdes. Percy Jackson, lo más cercano a un amigo que tengo. Él, junto a una chica llamada Annabeth y Thalia Grace, nos rescataron a mi y a mi hermana hace unos años. Percy prometió que protegería a mi hermana cuando le enviaron a una misión, y le dejó morir frente a sus ojos. Sin embargo, pasaron muchas cosas y a pesar de que aun siento rencor por eso… no le odio por eso, al menos no ahora. El caso es que no he venido para socializar.
Hace dos noches, recibí un mensaje Iris de Quirón, el director de actividades de este campamento. Es un centauro, entrenador de todos esos héroes como Heracles. Quirón me pedía que viniera, debido a que el oráculo del campamento, Rachel Dare, lo solicitaba. No era muy fanático de los oráculos, más que nada porque sabía que era para una profecía y las profecías no son buenas. No, para nada.
Mi espada cuelga de mi espalda, estoy listo para irme en un par de horas cuando me acerco hacia donde Rachel trabaja.
Le encuentro sentada, pintando un cuadro no muy alegre que no puedo identificar a primera vista. Rachel es una mortal, Apolo le convirtió en un oráculo. Tiene el cabello del color de una zanahoria.
Al verme, me saluda con una sonrisa.
- ¡Nico! -dice- Te esperaba.
- Hola, Rachel. –es lo único que le digo, no estoy de humor porque sé lo que vendrá.
- Siempre tan expresivo… - toma un tono sarcástico al decir eso – En fin, te pedí que vinieras porque hay una cosa que…
Ella no logra terminar de hablar cuando logro notar un cambio en ella, sus ojos cambian, y sale la terrorífica voz del Oráculo de Delfos, que incita a una profecía.
"Un viaje y una investigación te guiaran, una decisión del señor del inframundo
contener secretos te obligara. En el camino encontraras la mitad;
pero no todo eso que con tanto desespero querías.
Un destino por el que andar en las tierras mas allá del abismo,
donde recordaras esos sentimientos difusos.
Pero al final tu mayor sufrimiento será aceptar quien es tu ser más querido. "
Escucho y grabo todas sus palabras en mis mente, las analizo. Rachel vuelve a la normalidad, sin saber que probablemente ha pronunciado los versos que me llevarán a la muerte.
- … tenía que decirte – completa Rachel, con el tono que tenía antes de decir la profecía - ¿Te pasa algo? Estás pálido… bueno, más de lo normal.
Salgo de allí, ignorando los gritos de enfado que tiene Rachel al no decir una palabra. He escuchado la profecía entera, pero hay una frase que me inquieta mucho más que nada. Un destino por el que andar en las tierras más allá del abismo. Sé lo que significa eso perfectamente, las cicatrices en mi cuerpo te lo pueden decir también. La espada en mi espalda pesa más a medida que salgo caminando del Campamento.
Al salir de las barreras del Arbol de Thalia, siento como mi cuerpo es rodeado de sombras. En cuestión de segundos, una sensación de frío y calor invade mi cuerpo y me encuentro frente al trono de mi padre en el Inframundo.
Hades me mira a los ojos. Su mirada no expresa felicidad, no expresa tristeza. Al igual que la mía, no expresa más que indiferencia.
- Hades. – Hago una reverencia ante mi padre.
- Nico Di Angelo. Estás al tanto del porque te he traído acá, no es así? – asiento, sé lo que viene – entonces toma asiento. Te lo explicaré.
El señor de los muertos chasqueó sus dedos y de mi sombra se creó un trono, y al ser mi sombra me obligó a sentarme en ella. Ah, casi lo olvido, mi padre también es el dios de la oscuridad, o algo por el estilo.
Cuando creí que iba a empezar a hablarme de la supuesta misión, tomó un cambio inmediato. Y reconocí en quien se transformó. Ante mis ojos ya no estaba el mismo Hades con el que pelee codo a codo en la guerra de Cronos, no estaba el mismo Hades que solía odiarme por no haber muerto en lugar de mi hermana Bianca. Este Hades tenía un aspecto más disciplinado, militar y bélico. El dios que yacía frente a mis ojos era Plutón, el dios de la riqueza. La versión romana de Hades.
- Muy bien, niño. – su voz suena más rígida, más estricta – demos inicio a esto. Como sabrás, todo lo referente a las riquezas son de mi propiedad. He de solicitar tu ayuda, Nico Di Angelo. Según he reconocido, has tomado un papel destacado en la batalla contra Saturno.
- ¿Por qué debería ayudarte? –trato de que mi voz suene tan calmada como puedo, pero estar ante una entidad divina y negociar con ella no es algo que te haga sentir del todo seguro – He venido por un llamado de Hades, mi padre.
Me bastó con simplemente nombrar a Hades para que Plutón empezara a quejarse y a jadear. Son dos entidades en un cuerpo, eso es lo que entiendo de los dioses romanos y griegos. No pueden mantener control definitivo del cuerpo, por lo que suelen tener una batalla interna. El simple hecho de nombrarlo, hace que ayude a mi padre a tomar el control una vez más. Sin embargo, claramente Plutón no quiere dejar el poder del cuerpo .
- ¡No nombres a mi otra parte, mocoso! – me dice. Su voz suena molesta, hasta puede llegar a ser desesperada. Sin embargo, se detiene y al volver a hablar vuelve a sonar calmado. Frío. – Es la petición de un dios, si no lo cumples… tú…
A juzgar por su mirada, podría decirte que no va en juego. Su rigidez, seriedad me hace imaginar a un campo de batalla en el cual él lidera un bando. ¿No debería pasar esto con Ares? Sí. Sin embargo, es él quien me inspira este sentimiento. Y por un medio segundo, en mi mente se crea la imagen de Hazel, mi media hermana romana, siendo torturada. Su grito llega a mis oídos. ¿Lo está haciendo él? Imposible. Siento la furia en mis venas, él está torturando a Hazel por algo que he causado yo. Es mi culpa. Y por un momento, siento verdaderas ganas de asesinar a Plutón. Es la primera vez que quiero matar de verdad a un dios, y estoy listo para tomar mi espada cuando Hades vuelve a tomar el control del cuerpo.
- ¡Tsk! – sisea - no queda mucho tiempo. Necesito que me ayudes, Nico. Serás recompensado si lo haces, tendrás todo lo que quieras.
- No me interesa una recompensa, padre. – digo. Mi voz suena molesta, he visto a Hazel ser torturada frente a mí, y si hacer lo que él me pida me hará tener un par de palabras a solas con Plutón, con gusto lo haré.
- Muy bien, entonces puedo proceder a contarte. Como sabrás, desde tiempos remotos todos los dioses hemos tenido un arma que nos representa. – yo asiento, y creo que ya voy comprendiendo lo que necesita – Zeus tiene su rayo, Poseidón tiene su tridente, yo tengo mi cetro.
- ¿Cetro? – pregunto. Jamás había oído hablar de uno.
- Exacto. ¿Ya lo comprendes, no es así? Cuando Thanatos fue encadenado, me vi obligado a salir a retener las almas y a los monstruos con él. Resulta que no solo los monstruos querían escapar. – suspira para continuar – Me enfrenté a Menecio, hijo de Japeto.
- ¿El que fue asesinado por un rayo de Zeus, no es así? – el nombre llegó a mi de repente.
- ¿Cómo lo sabes? – Hades parecía confuso, al parecer no esperaba que yo supiera quien era.
- Eh… larga historia. – Recordé de donde conocía a Menecio. Era de la edición limitada de Mitomagia, un antiguo juego de cartas que solía jugar, que solo salió en un paquete, el cual había conseguido por pura suerte. Era fuerte, y recuerdo que fue uno de los que más tardó en quemarse cuando me deshice de las cartas… ¿tendría algo que ver?
- El hecho es que en dicha batalla, debido a un descuido, perdí el cetro.
- ¿Alguna idea de dónde está?
Y en ese momento, sus palabras llegaron a mi junto con tres risas que sonaban provenientes de ancianas. Las Moiras están riéndose de mi, por que ya conocen mi destino. No debo ver el futuro para saber lo que me pasará cuando escucho su respuesta.
- En las profundidades del Tártaro.
