Hace mucho que no escribía de FMA. Un aporte era conveniente, entonces.

Esto salió después de estar trabajando durante horas en mi proyecto de investigación. Un tanto deprimente.

Disclaimer: Nada mío, como de costumbre.

¿Qué se siente?

¿Qué se siente… morir?

Quisiera decir que nada, que todo se vuelve blanco y que de pronto el dolor que te asfixia se escapa. El peso que aprisiona mi cuerpo ya no existe y puedo (casi) moverlo en libertad, excepto que no siento ya las partes que lo conformaban. Todo es conciencia, todo es nada.

Quisiera decir eso, la verdad. Pero no puedo, no cuando cualquier respiro resulta doloroso y no puedo pensar en nada más que las múltiples fracturas en mis huesos. ¿Es mi mano? ¿Es mi pierna derecha? No lo sé. Quizás no tengo roto ningún miembro excepto mi orgullo.

¿Son esas lágrimas? El sabor salado en mis labios agrietados las delata y sí, son lágrimas resbalando. Quiero cerrar los ojos para perderme en la oscuridad pero los gritos en mis oídos no me dejan. ¿Quién grita? ¿Mi hermano? ¿Ella?

Cuestan dolorosos segundo el darme cuenta que el grito sale de mi propia garganta, y por un momento todo se pinta de rojo. Mi sangre resbala por mi piel, empapando mis ropas y derramándose en el suelo. Un charco completo, lleno de calidez. ¿O será que mi cuerpo está a cada instante más frío?

¿Duele?

Sí. Sí duele. No sé si es dolor físico, emocional o mental. Una mezcla de los tres, probablemente. Me angustia el saber que todo acabará pronto y que en un instante el dolor se fundirá, disipándose en el aire. En un instante seré nada.

No quiero entonces que la agonía acabe. No quiero que el dolor desaparezca porque significará que también yo lo hago. Que siga, por favor. Un golpe más, aún hay piel clara entre ese mar de negro, morado y verde. La risa se oye en mi oído izquierdo, cerca, muy cerca. La risa se inyecta en mis venas y parece aquella que escuchaba de niño, pero más letal. No, esa no es la de mi hermano, ni la de ella. Es otra.

El sueño de mi niñez me lleva, como la corriente. Puedo sentirlo cuando veo su cara, redonda y llena de preocupación mirarme con los ojos rojos. No llores, porque yo ya no tengo lágrimas. El peso ha desaparecido y el silencio ocupa todo el lugar. ¿A dónde se fue la risa? ¿Por qué desapareció el fuego? ¿Ganamos?

Mis pulmones colapsan y puedo sentir el adormecimiento en la yema de mis dedos. Ya no tengo fuerza, y el tiempo ha llegado, lo sé. Ella me abraza, transmitiéndome algo de su calor, empapando sus ropas en sangre. Mi sangre. No llores.

¿Qué se siente morir?

Sonrío, porque estás a mi lado y eso significa que estás a salvo. Ganamos, me dices lentamente. No puedo escucharlo pero lo entiendo en la alegría mezclada entre el dolor que sientes. No sufras, ya no lo hago. ¿Duele? Ya no. Curioso, hace minutos el dolor me mataba.

Supongo, entonces, que ya estoy muerto.

¿Qué se siente morir?

Ya nada.