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Mi prometida se ha enamorado de mi hermano pequeño

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Esa escena le parecía cada vez más familiar, no podía apartar sus amargos ojos de lo que las demás personas considerarían un bonito cuadro, que para él solo era una terrible y amarga escena. Su preciosa prometida, sonriendo feliz y paseando por los jardines de su hogar… con su pequeño hermano. Cualquier persona no vería ningún problema, después de todo ellos iban a convertirse en familia, pero él si lo veía; lo veía en los ojos brillantes de su prometida al ver a su hermano, que con él se mantenían opacos y asustados, lo volvía a ver en lo parlanchín y sonriente que se veía su hermano menor, quien normalmente era tímido y de pocas palabras, lo veía en la brillante sonrisa que ella mantenía, sonrisa que él mismo no había tenido oportunidad de presenciar hasta ese momento y por último; lo veía en la brecha insalvable de edades que había entre esas dos personas y él, parecía que 6 años de distancia era toda una generación de pensamiento distinto.

Ese día había invitado a su prometida a tomar el té, había planeado atiborrarla de dulces, puesto que suponía que eso era lo que le gustaba a las mujeres, y después pasear por los jardines como forma de romper la tensión entre ellos. Faltaba menos de un año para que su compromiso se concretara, sentía que faltaba una ínfima cantidad de tiempo para que ambos se convirtieran marido y mujer, a pesar de ese hecho, la distancia entre ellos era abismal; temía el tipo de convivencia que se darían en un matrimonio tan despegados uno del otro, pero le habían llamado por diligencias propias de su cargo cuando a penas había alcanzado a saludar a su prometida, había acudido a toda velocidad a cumplirlas, dejando a su hermano menor como compañía para que su prometida no se encontrara sola e incómoda. Al regresar con ellos después de una cantidad de tiempo considerable, los encontró de esa forma.

Jamás imagino la química que se formaría entre ellos.

Al principio lo aceptó y hasta lo comprendió, ellos eran de edades símiles, ambos tenían 17 años, como jóvenes que eran tenían muchos intereses en común. Le alivio el saber que su prometida tendría un aliado confiable dentro de su casa; con el tiempo esa fraternidad comenzó a incomodarlo y hoy en día estaba seguro que había una unidad impropia en los corazones de ellos, un ejemplo claro era lo que había acontecido ese día. En el momento en que su prometida había aparecido, su hermano menor no espero más de un par de minutos para llegar a dar sus saludos, probablemente tratando de disimular su obvia necesidad de verle.

Aún recordaba el día en que la conoció, tan pequeña y frágil, agarrando la falda de su vestido con fuerza mientras se presentaba tímidamente. En ese tiempo él tendría unos trece años y ella siete, para él era natural que los demás niños se mostraran intimidados ante su presencia, se estaba desarrollando más rápido que un niño normal y era más alto que el resto. No sintió ningún tipo de apego por ella en el inicio pero, después de aquella presentación se le fue indicado que ella sería su futura esposa, al saber este hecho, complicadas emociones colmaron su infante ser; entre todas ellas, la que más predominó fue un fuerte deseo de protección. Ella era tan pequeña y frágil que parecía que un fuerte viento se la llevaría, así que decidió que como su futuro marido era su responsabilidad protegerla de todo y todos.

Se entrenó a sí mismo en la lucha con la espada y a manos desnudas, aprendió el arte de la caza, baile, etiqueta, entre otras miles de cosas, todo por el bien de ella; desde joven se le inculcó que ella era su prometida y tenía que protegerla. Casi nunca la veía, estudiaba y entrenaba hasta el punto de vomitar del cansancio. Siempre se dijo a si mismo que cuando llegara el momento de desposarse; la convertiría en la mujer más orgullosa sobre la faz de la tierra. Las cosas distaban mucho de resultar así.

Se había vuelto hábil en la espada y lucha pero intimidante a los ojos de ella.

Se había vuelto inteligente pero petulante a los ojos de ella.

Se había vuelto fuerte pero duro e inflexible a los ojos de ella.

Se había vuelto asertivo pero parco e inexpresivo a los ojos de ella.

Se había vuelto un caballero popular y destacado pero una causa de odio hacia su prometida.

Al verla sonriendo brillantemente hacia su pequeño y dulce hermano, Eugeo, le entró un sentimiento de desesperación. Cosas como los compromisos no podían ser rotas, especialmente un compromiso ya pactado en la niñez; como era el caso de ellos. El azabache se preguntó vagamente si el momento que presenciaba seria su destino de ahí en más; su prometida y hermano, felices juntos y, él como un amargo y mero espectador de tal felicidad. Él mismo había dedicado toda su vida a ser alguien digno de ese ser que se le había impuesto pero ella… ella le era indiferente.

Por experiencia propia de sus padres, sabia lo amargo que era un matrimonio en el cual uno de los dos anhelaba a alguien más; día tras día observó cómo su madre se hundió en la miseria al ver a su padre deseando a otra mujer, por eso se había impuesto a sí mismo el amor a su prometida, nunca se le pasó por la cabeza que ella no sentiría nada por él. Ahora comprendía a su madre; no estaba seguro de si amaba a esa chica pero tenía sentimientos fuertes por ella y la bilis se le subía a la garganta al pensar el tipo de matrimonio que les esperaba, una vez que ella alcanzara la mayoría de edad.

Inconscientemente apretó los puños ante la desesperación que sentía

─ Mi señor ─ inmediatamente relajo los puños, que no supo que estaba apretando, al escuchar la voz de su caballero de guardia, que lo estaba sacando de sus cavilaciones.

─ ¿Qué sucede Asun? ─ Cuando el pequeño y menudo, pero extremadamente hábil, caballero guardo silencio, supo que solo lo había llamado para sacarle de sus oscuros pensamientos.

Asun, su caballero de guardia, era como su mejor amigo; aunque no compartieran todo, su caballero parecía tan en sintonía con él, con solo una mirada Asun dilucidaba lo que él estaba pensando y actuaba en consecuencia. Como acaba de suceder en ese momento, Asun lo vio perdiéndose en desesperación y lo llamó para sacarlo de ella. Había recibido muchas críticas por emplear a un caballero con aspecto tan frágil y menudo, al menos, hasta que Asun desenvainaba su espada y callaba a todos con su gran habilidad. Recordó que el mismo lo había prejuzgado por su apariencia, no quería cargar con un guardia, pero al ser el hijo mayor de la familia Kirigaya, el ducado más importante del reino, era casi una obligación que cargara con uno; así que eligió el más débil que se topó en la guardia real. No dando crédito al hecho de que un niñito como él fuera parte de la guardia real, erróneamente creyó que se libraría de él cada vez que quisiese. Fue horriblemente humillante perder contra Asun en su primer choque de espadas, su ego de maestro espadachín se vio mermado y casi odió al castaño en ese momento. Pero había algo llamativo en sus ojos color miel, especialmente cuando brillaban de felicidad, en su actuar poco ortodoxo, en la delicadeza y precisión de su esgrima y en su forma de comunicarse a los demás; él rápidamente se vio atraído hacia su personalidad y, en el tiempo actual, estaba muy orgulloso de poder llamarlo su mejor amigo. Aunque Asun siempre estaba tratando de fomentar formalidades entre ellos por lo distintos que eran sus rangos sociales.

Volvió a dedicarle una mirada a la pareja de rubios que paseaban felizmente por el jardín antes de dirigirse a su escolta ─ Vámonos Asun; voy a adelantar trabajo.

La mirada dubitativa, llena de un toque de lastima, que el castaño le dedicó solo le reafirmó que estaba haciendo lo correcto ─ Pero señor… su prometida…

─ Déjalo así Asun y retirémonos ─ dio media vuelta, directo al estudio de donde había salido unos minutos antes, seguro de que su escolta lo seguía. En el momento en que sintió la presencia detrás de él, unas ganas de reír inmensas se apoderaron de él, dentro de toda su miseria. Estaba seguro de que Asun se posicionó detrás de él como método de ocultarlo de la pareja del jardín, con su pequeño cuerpo al suyo, que parecía que creció de más.

Miserablemente pensó que la pareja en el jardín jamás notaria su ausencia.

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─ ¡Te doy los buenos días Kazuto-sama! ─ Lo saludó efusivamente el conde Tsuboi, un hombre joven de cabellos rojos como la sangre y con una vestimenta poco ortodoxa para los estándares de la aristocracia pero aún con el porte y elegancia que distinguía a alguien del rango de conde, al heredero Kirigaya mientras lo pseudo-abrazaba con uno solo de sus brazos, ambos eran íntimos y cercanos amigos desde edades muy tempranas.

─ No seas ridículo conmigo Ryoutarou; somos amigos desde hace años, no uses la cortesía conmigo.

Se encontraba en medio de una reunión del club de caballeros* al que pertenecía, los miembros presentes ya habían terminado de hablar de todos los temas importantes de la tarde; ahora se habían dispersado en pequeños grupos para hablarse de temas más personales y beber un poco de alcohol, nunca nadie bebía más de una copa, eso estaba mal visto en un club de caballeros. El futuro duque Kirigaya nunca fue bueno hablando fuera de los temas que competían al club de caballeros. Una vez que todos ellos se dispersaban él se quedaba rezagado en una esquina de forma taciturna, rara vez hablaba con alguien más; las pocas veces que se le podía apreciar hablando con alguien dentro del recinto eran con el conde en cuestión o sino con su caballero de guardia, a quien sorpresivamente, él había integrado al club con el nombre de su casa y su fortuna.

Para el heredero a duque su querido amigo poseía una mente ágil y brillante que le aportaba lo necesario a ese club y, aunque al principio todo el mundo había mostrado reticencia a aceptar a un pequeño caballero, hijo de un barón, todos lo aceptaron una vez se dieron cuenta de que contaba con el respaldo de la casa Kirigaya y lo escucharon hablar. Contrario a lo que cualquiera pensaría en ese club, los más grandes y acalorados debates se habían dado entre ese pequeño guardia y su amo; parecía que tenían opiniones similares pero a la vez muy contrarias en ciertos temas, gracias a eso ambos se habían ganado el respeto y admiración del resto, especialmente el guardia del duque quien si se llevaba bien con la mayoría, cuando se dispersaban en pequeños grupos todos querían estar en el del pequeño hijo del barón; exceptuando las veces que él se iba con su amo. Era de conocimiento común que al futuro duque Kirigaya no le gustaba compartir la atención de su guardia y rara vez alguien intervenía si se les encontraba juntos.

─ Bueno aquí es una descortesía hablar sin educación, son capaces de correrme de este exclusivo club si hablo lo que no debo ─ contestó agraciadamente el conde ante la queja del heredero a duque.

─ Por favor Ryoutarou; si fueran tan elitistas como para correrte por eso ─ dio una intencionada mirada hacia su vestimenta ─ ya te habrían echado por tu vestuario o no hubiesen aceptado a Asun solo porque yo lo quise.

─ Ahí se encuentra la cuestión querido amigo, fue porque tú lo quisiste ¿Acaso estas subestimando el poder de tu apellido? ─ El pelirrojo había notado a su amigo apagado y menos elocuente de lo usual, en cuanto salió el nombre del hijo del barón entendió rápidamente el motivo de ello ─ ¿Y dónde has dejado a tu pequeño enclenque?

El conde se preguntó vagamente hasta qué punto esa relación era cercana, aunque al principio se burló de su amigo por contratar tal caballero de guardia pero cuando él le dijo que solo lo hacía por librarse del pequeño, dejó de hacerlo y casi mostró reverencia cuando el hijo del barón Yuuki los derrotó a ambos en un duelo de espadas; ciertamente la esgrima del de los ojos miel no era un juego. Desde que había ingresado al club de caballeros pudo ver la verdadera interacción entre ellos, en algún punto se habían vuelto amigos cercanos y cuando se dividían en pequeños grupos, el azabache solía acaparar la atención del castaño, si alguien se interponía en su conversación él solía desplazarlos discretamente.

Casi como… si estuviese celoso.

El conde agitó graciosamente su cabeza, negándose fervientemente esa posibilidad, que no terminaba de morir en su mente.

─ Asun ha ido hoy a la baronía Yuuki a visitar a su familia ─ lanzando un sonoro suspiro el azabache continuo ─ no soportaba ver la cara de lástima que me ha estado dedicando los últimos días, así que le he dado un tiempo de descanso.

─ ¿Lástima? ─ el pelirrojo alzó una de sus cejas en señal de desconcierto ante lo que le dijo.

─ Es sobre… Alice… mi prometida ─ el azabache dudó en continuar con lo que iba confesar pero después de un momento de duda, decidió confiar en su cercano amigo ─ Creo que Alice y Eugeo están enamorados, comienzan a ser demasiado obvios…

─ Ohh amigo lo siento ¿Y no hay forma de…

La expresión amarga de su amigo azabache le dio respuesta a todas las preguntas que le pudo haber hecho.

─ Bueno como mi padre siempre dice "arregla los líos de faldas con faldas" ─ cuando dijo esto el deprimido heredero solo lo vio con extrañeza, a veces se sorprendía de la inocencia de su amigo en ciertos temas ─ Me refiero ir a un burdel; las mujeres son el mejor consuelo y alivio cuando quieren y les pagas por ello

La mirada horrorizada del de ojos plata casi hace reír a su interlocutor, a opinión de él su amigo era estúpidamente correcto en ciertos temas.

─ No ─ el azabache trató al conde como si estuviese diciendo sandeces.

─ Vamos; te juró que es lo que necesita-

─ Kirigaya-sama* ─ la dura forma en la que fue llamado hizo que ambos aristócratas voltearan la cabeza del golpe hacia sus espaldas encontrándose con la fría mirada de ojos miel, que parecía traspasarlos y juzgarlos a ambos. Por lo que le asumieron que había escuchado su conversación o al menos la última parte de ella.

Eso irritó al de mayor poder de los tres; llevaba toda la semana mirándolo como si fuera un cachorro herido, en algún momento casi pensó que lo consolaría y eso lo había molestado tanto; él no era ningún débil que necesitase ese tipo de demostraciones y, ser visto de esa forma por la persona que quería y admiraba más le dolía bastante.

─ Vámonos Ryoutarou ─ jalando de las solapas al pelirrojo, se dirigió a la salida respondiendo la mirada fría de los ojos miel con una de su propia cosecha ─ Supongo que ya sabes a donde vamos Asun; así que no nos sigas, además creí haberte dado el día libre hasta mañana.

Y con esas frías palabras ambos nobles se retiraron del lugar pasando por alto la mirada pasmada y dolida del caballero guardia.

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La conciencia se le estaba alterando más y más.

No había dejado de beber diferentes tipos de alcoholes desde que llegó al burdel; todos ellos servidos por las mujeres más risueñas y vulgares que había visto en su vida. Todas ellas usaban vestidos que no les favorecían en nada pero mostraban una gran porción de piel, usaban un excesivo maquillaje que las hacia perder su gracia femenina natural y usando colonias y perfumes que le habían desagradado desde que entró al lugar. No se la estaba pasando nada bien, era un hecho, pero la mirada juzgadora de Asun lo retenía en ese lugar, gastando oro que no quería con compañía desagradable.

Se preguntó vagamente si con esa noche se volvería aún más inadecuando a ojos de su prometida; siempre había sido tan correcto en su actuar y sus formas y ahora se encontraba en un burdel rodeado de prostitutas que se desvivían por atenderlo a cambio de su oro. Tan hastiado como se encontraba, se dirigió hacia la que parecía la encargada del lugar y le dio una bolsa de oro bastante pesada a cambio de un simple pedido: ─ Dame una habitación, una botella de ron y a la más callada y menos experimentada que tengas.

Esperaba no contraer una infección venérea por su decisión, aunque por lo que le dijo su amigo, que en ese momento se encontraba con su boca unida a la de una castaña con cabellos cortos, ese burdel tenía cierto renombre y cuidaban la salud de sus mujeres, evitando embarazos y enfermedades que les pudiesen generar pérdidas. Por respuesta la encargada le dio una mirada brillante y con la mano le indicó que lo siguiera.

Siguió con parsimonia a la encarga del lugar hasta una habitación simple pero espaciosa en la cual predominaba una enorme cama con sabanas lustrosamente blancas, se sentó en la cama al tiempo que la mujer le dijo que esperara para que llegara una de sus mejores "señoritas".

¿Qué estoy haciendo?

Este no soy yo

Después de un largo momento esperando, decidió retirarse, que se quedaran con la minucia de oro que él les había dado, tenía mucho más y no se sentía cómodo en ese lugar. Levantándose de la cama y dirigiéndose a paso determinado hacia la salida mientras los pensamientos contradictorios poblaban su mente. Su prometida Alice, su caballero Asun, su amigo Ryoutarou, etcétera. Probablemente era el efecto de las diferentes presentaciones de alcohol que había bebido, antes de que pudiese tomar el pomo de la puerta este giró solo al tiempo que una chica entraba.

La chica tenía unos preciosos ojos miel y una larga cabellera castaña clara, del mismo tono que sus ojos, los cuales le recordaron a los de su caballero. Ella solo entró a la habitación hermosamente etérea, usando un simple vestido blanco que parecía más una bata, no había ni un solo gramo de maquillaje en su rostro y no usaba ningún perfume escandaloso pero un ligero olor a vainilla entró por sus fosas nasales. Por respuesta el sólo se quedó congelado ante su presencia y su transparente mirar, esa chica lo miraba de una forma tan directa y trasparente, como si se entregara a él, en más de un sentido y no solo por lo que él estaba pagando. Ella al ver que él no actuaba se acercó y poso sus delicadas manos en su pecho que comenzaba a latir desbocado, tanto por la vista de ella como por la situación irreal que se estaba dando. Supuso que ella sintió los acelerados latidos de su corazón porque solo sonrió ligeramente antes de elevarse a su altura y robarle un beso que pareció torpe e inocente pero que a él le robó el alma.

Tomo el cuerpo de la chica entre sus brazos y lo elevó a su altura para comerle la boca en ese beso, era la desesperación de su propia inexperiencia lo que lo guio en esa situación.

Cuando la falta de aire se hizo presente, ambos despegaron sus bocas para después volverlas a unir en un beso igual de desesperado que el anterior, él mismo no sabía porque pero algo se sentía correcto en ello. Caminó unos pocos pasos para poder cerrar la puerta y llevar el trémulo cuerpo de la chica hacia la enorme cama y recostarla para poder recuperar un poco de normalidad en su errática respiración.

La visión que le dio ella fue algo que se quedaría impregnado en su memoria por toda la eternidad.

Estaba tendida en la enorme cama, con su cabello extendido como abanico debajo de ella, con sus pequeños y rosados labios hinchados por sus besos, y su mirada, su preciosa mirada…

Ella lo veía como si él fuese su todo.

Y eso destruyó toda voluntad y raciocinio que le pudo haber quedado en ese momento.

Subió a la cama encima de ella y se aseguró de tomar todo lo que ella le estaba dando, sin darse cuenta que también estaba dando una parte de sí mismo, eso era algo que tardaría bastante tiempo en darse cuenta.

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Porque me gusta ser dramática en todos mis fics; esta parte la dejó así. Por supuesto este no es el final de la historia, calculo que tendrá tres partes, siendo esta la primera.

Este fic era originalmente para la #KiriAsuweek2017 pero el tiempo no me favoreció y todo lo que se me pudo haber juntado en mi vida de adulto se me juntó, fue horrible y creo que una parte de mi murió por ello. Regresando a lo verdaderamente importante, ahí les van unas leves aclaraciones del capítulo.

*Un club de caballeros en la época victoriana era eso; un lugar donde los caballeros más nobles se reunían a discutir temas de política, filosofía, sociología, etc. Dependía de la temática del club de lo que se trataban las reuniones, Kazuto es un heredero a duque, lo más alto de lo alto, obviamente tenía que estar en uno.

*La nobleza se llama entre ellos por sus nombres y agregan el –sama al hablarse pero los empleados no lo hacen, ellos se refieren a sus empleadores como "señor/a" o usan el apellido agregando el –sama

Traté de ser muy obvia en este punto pero por si a alguien le quedó la duda, Asun y la chica del burdel son Asuna. Hay un motivo y razón para todo, pero eso es algo que aclararé en la siguiente parte.

*Asun/Asuna es una hija de un barón, lo que técnicamente la haría parte de la aristocracia pero en el rango más bajo existente y en la época victoriana era muy común que los nobles de rango inferior fueran sirvientes de los de rango superior. Eso mejoraba su estatus en cierta forma.

Trataré de publicar mañana las siguientes partes de "Lo que anhelaba el príncipe" y de "La apología de la diosa" si no ven nada mañana es que no pude y solo podré hasta la semana que viene. No sé que tengo con la época victoriana pero estaba tan atraída por ello, aunque este es el último fic que publiqué con esa temática.

Los amo mucho

Shine~