CAPITULO 1
Se encontraba en su dormitorio después que la hermana Grey lo recluyera por una semana. Se sentía impotente… demasiado culpable. Había sido un estúpido, ¿cómo pudo caer en semejante trampa?
- Si expulsan a Candy –pensaba- ya no podré verla nunca más.
Y esa certeza le dolía, no sabía exactamente por qué pero saberla lejos le afectaba en sobremanera. Se levantó de la cama y caminó hacia la ventana, tenía que pensar en algo. Estaba ahí, encerrado sin poder hacer nada para ayudar a Candy. Había hablado con su padre temprano esa mañana, pero de nada había servido. Típico del Duque… le había negado cualquier ayuda. Si tan solo por una vez le hubiera concedido algo que significaba para él la felicidad, ¡pero no! Ni siquiera le había permitido explicarse…
¡Demonios!
¿Qué hacer? Lo que fuera… debía de ser rápido.
De pronto, la puerta de su habitación se abrió golpeando la pared junto a ella. Archie se abalanzó sobre él y le dio un golpe certero en la mandíbula que le provocó una línea de sangre que resbaló en el mentón. Despreocupado, la limpió y no se defendió ante el próximo golpe; que hubiera recibido de no ser por la intervención de Stear. Vio entonces, que no solo los hermanos Cornwell estaban en su habitación, también entraron las amigas de Candy, la tímida y la gordita.
- ¡Eres un sinvergüenza Grandchester! –exclamó forcejeando para soltarse del agarre de su hermano- ¿Qué le hiciste a Candy? –preguntó iracundo.
Sin contestarle, se volteó a ver nuevamente hacia fuera de su ventana mientras escuchaba los improperios por parte de Archie. Estaba molesto, y con justa razón.
- ¡Por tu culpa expulsarán a Candy del colegio! –exclamó- ¿Cómo se te ocurre citarla en el establo? –preguntó molesto- El abuelo William se enterará de esto, y cancelará su adopción. ¿Y entonces a dónde irá? –susurró- ¿A dónde irá? –repitió
"¡Cancelará su adopción!" repitió Terry en su mente
- Yo no la cité –dijo después de un momento- Fue una trampa –buscó en su bolsillo la carta que Elisa les hubiera mandado- Alguien nos citó en el establo, querían que la hermana Grey nos encontrara ahí solos
- Quiero ver –dijo Stear
Pronto los hermanos Cornwell leyeron la carta que tanto Terry como Candy hubieran recibido.
- Esta letra no es de Candy –comentó Stear
Annie y Patty se sorprendieron con la aseveración del castaño. Revisaron a conciencia la letra de la misiva y pronto llegaron a una conclusión.
- Esta letra es de… ¡Elisa! –dijeron al unísono
- Si, trató de disfrazarla pero sin duda es la letra de Elisa
- Debemos de enseñársela a la hermana Grey –dijo Archie desesperado- se dará cuenta de su error y perdonará a Candy.
Pero Terry sabía que no era verdad.
- De nada servirá. –Dijo al recordar la conversación con la hermana Grey durante la tarde- Decírselo no servirá de nada.
- ¡Tenemos que intentarlo! –exclamó Stear
- No, de nada servirá –habló Terry- Ahora, será mejor que salgan de mi habitación. Necesito descansar –dijo despreocupado
Archie se enfureció con lo dicho por Terry, estuvo tentado nuevamente a punto de abalanzarse y golpearlo; pero decidió que no valía la pena armar un escándalo por ese estúpido inglés.
- Pero Terry… -dijo incrédulo Stear
- No, Stear. Terruce tiene razón, debemos irnos. Nosotros debemos pensar en una forma de ayudar a Candy. –Caminó a la puerta- Annie, Patty –se dirigió a las chicas- las acompañaremos a sus dormitorios. Stear –le habló a su hermano- vámonos.
- Archie…
- ¡Vamos Stear!
Sorprendido Stear hizo caso de lo dicho por su hermano y todos dejaron a Terry solo en su habitación.
Pero lejos de estar tranquilo, Terry ahora estaba más inquieto. Si expulsaban a Candy del colegio, no solo ya no la vería sino también el hombre que la adoptó cancelaría su ayuda a ella. ¡No podía permitirlo!
Debía proteger a Candy, ella siempre había ayudado a otros sin importar nada; ahora él sería quien la cuidaría. Tenía que irse del colegio y dejarle su lugar, ya no podía seguir bajo la custodia del Duque. Hacerlo sería ser un hipócrita, lo despreciaba pero seguía surtiéndose de su dinero y su poder. ¡Ya no más! Irse era la solución, empezar de cero en América y forjarse un futuro él solo.
Irse, aunque eso implicara no ver más a Candy.
OoOoOoOoOoOoOoOoO
Se sentía sola y triste. Todo era tan injusto… ¿qué la hermana Grey no podía ver que todo era una trampa?
¡Una trampa de Elisa!
Aún podía ver los ojos de satisfacción de la pelirroja al saber que la expulsarían, pero sobre todo aún podía escuchar la voz de Terry llamándola.
- Terry –susurró
Ya no lo vería más. Se iría del colegio San Pablo y volvería a América, seguramente el abuelo William la expulsaría de la familia Andley y regresaría al hogar de Pony; no le desagradaba tanto la idea… si solo no dejara de ver a cierto mocoso engreído.
- ¿Pero en qué piensas Candy? –se reprendió
En ese momento, escuchó un sonido que no identificaba su procedencia. Un sonido… era Clin.
- Clin –dijo alegre- ¿Dónde estás Clin?
Agudizó su oído y pudo escuchar claramente que el sonido provenía de debajo de ella. Con una tabla logró aflojar una baldosa del suelo y pudo finalmente tener en sus brazos a su mascota. Clin saltó sobre ella totalmente extasiado y comenzó a lamerle feliz la cara.
- Clin, ¡qué alegría verte!
Tomó al animalito en sus brazos y se dirigió nuevamente junto a la puerta. Por lo menos ya no estaba sola, tenía a Clin con ella. De pronto una melodía conocida comenzó a llenar el ambiente, era Terry.
Se levantó de un solo golpe del suelo y comenzó a hablarle a través de la puerta.
- Terry, Terry
- Debes de ser fuerte Candy –se escuchó la voz de Terry
- Si, Terry lo prometo –sonrió- Oye, ¿qué no estabas castigado?
- ¡Al diablo el castigo! –exclamó
- Terry, siempre el mismo –dijo entre risas
- Nunca olvides esa sonrisa Candy, siempre sonríe en los problemas. Sonríe Candy.
- Si, lo haré. Lo prometo.
Entonces Terry comenzó a tocar nuevamente la armónica para Candy, se había prometido estar con ella toda la noche; hasta el amanecer. Pero no podía… si seguía cerca no podría alejarse de Candy. Quería continuar junto a ella una eternidad.
Sin dejar de tocar, se acercó nuevamente a la puerta y cesó la música. Quería escuchar la respiración de la rubia, por lo menos una vez más. Antes de irse y dejarla para siempre.
Candy al no escuchar más la música de la armónica de Terry, creyó que se había retirado finalmente a su habitación. Le agradecía que hubiera ido a despedirse de ella. Por lo menos tuvo la oportunidad de estar junto a él antes de irse del colegio y ya no verlo nunca más. La certeza de que ya no lo vería borró su sonrisa de sus labios. Nuevas lágrimas cubrieron su rostro. No entendía porque, pero saber que Terry ya no estaría cerca para embromarla, ponerle apodos y defenderla de las maldades de Neil; la entristecía. En las semanas que estuvo con él, se había convertido en un gran amigo… ¿solo eso?
- Sabes Clin –se dirigió a su amiguito sin saber que del otro lado Terry la escuchaba- lo que más extrañaré del colegio será estar con Terry.
Al escuchar su nombre detrás de la pared, le formó un hueco en el estómago. Contrario a lo que su caballerosidad decía, continuó escuchando el monólogo de Candy.
- Me hará falta encontrarme con él en la segunda colina de Pony, creo que hasta extrañaré que me nombre en apodos –dijo entre lágrimas- Extrañaré al mocoso arrogante. –aseguró
¡Lo extrañaría!
¡Dios! Él también la extrañaría… pero tenía que irse. La hermana Grey no reconsideraría la expulsión de Candy mientras estuviera de por medio el dinero y poder de su padre. No había solución. Él tenía que tomar el lugar de Candy.
Caminó hasta su habitación; decidido a tomar algunas prendas, dejar una nota para su padre, una para Candy e irse al puerto Southampton para partir finalmente hacia América. Pero a medio camino las palabras de Candy hicieron eco en su mente.
"Extrañaré al mocoso arrogante"
¿Pero qué hacer?
Llegó a su habitación y comenzó a escribir la nota para Candy. ¿Qué le diría? ¿Cómo decirle que todo había sido por ella? ¿Cómo decirle lo mucho que le importaba?
Candy nunca lo entendería. Talvez hasta iría tras él, arriesgándose. ¡No! ¿Cómo podía pensar en ello? ¿Tan importante se creía? ¡No! Seguramente Candy seguiría con su vida y con el tiempo lo olvidaría. Esa certeza le dolió aún más. ¿Por qué le dolía el posible hecho del olvido de Candy?
Ella era una joven única, con ella había descubierto facetas en su temperamento que no conocía. Le había abierto los ojos con respecto a su madre, lo había comprendido cuando nadie más lo había hecho. Con ella había vivido los momentos más especiales de su vida. Además, estaba el beso… ¡Dios! Dirigió sus dedos a los labios, ese había sido su primer beso. Aún no comprendía que lo había motivado a besarla esa vez en Escocia. Todos sus sentimientos por Candy eran tan confusos.
¿Qué hacía? ¿Y si le pedía a Candy que se fuera con él?
Era una posibilidad. Aún eran muy jóvenes, pero estaba seguro que con un poco de suerte, lograrían llegar a América y empezar de cero allá. ¿Pero si Candy no quería? Tenía que intentarlo. ¡Demonios! Todo era tan complicado…
Salió nuevamente de su habitación y se dirigió a la oficina de la hermana Grey. Le plantearía a Candy su plan y dependía de ella si quería irse con él. Pero para eso, tenía que tener la llave del cuarto de castigo. Nunca había robado esa llave, y hacerlo representaba un riesgo; pero por la hora, estaba seguro que nadie estaría despierto. Caminó en total silencio hasta el lugar, y forzó la cerradura de la oficina. Se dirigió al amplio escritorio de la directora y sacó del interior el juego de llaves de que le interesaban. En el mismo mutismo que llegó, logró salir hasta dirigirse al cuarto de castigos donde Candy se encontraba aún encerrada.
Antes de introducir la llave en la cerradura, tomó una bocanada de aire para darse valor. Se sentía nervioso. No quería parecer desesperado por que Candy se fuera con él. Le plantearía la situación como algo en lo que los dos se ayudarían… sin delatar los tormentosos sentimientos que sentía. Aún no había identificado qué era exactamente lo que sentía por la rubia. No le gustaba sentirse expuesto ante la gente, era mejor reservarse para él todos sus sentimientos.
Candy estaba acurrucada junto a la puerta, abrazada a Clin; de pronto escuchó que la puerta del cuarto se abría. Se puso de pie en seguida y vio en el umbral de la puerta, parado con el aire de arrogancia que lo identificaba a Terry.
- ¿Terry? –talvez estaba soñando
- Pecosa, ¿me extrañabas? –preguntó con una sonrisa de lado
- ¡Por supuesto que no! –exclamó y se volteó totalmente ofendida.
Si lo extrañaba, pero no estaba dispuesta a admitirlo. Mucho menos cuando Terry parecía tan seguro de que era así.
Terry sonrió ante el enojo de la rubia, adoraba ver sus pecas cuando se enojaba. Medio cerró la puerta tras él, y se acercó a Candy. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, Candy finalmente habló.
- ¿Qué haces aquí, Terry? –preguntó sin mirarlo- Si las hermanas te ven, podrían castigarte.
- Pecosa, si no recuerdas… ya estoy castigado –sonrió
- Pero podría ser más fuerte. ¿Qué tal y te expulsan? –preguntó alarmada viéndolo- Imagina lo que tu padre haría. Debes ir a tu habitación
- Me importa un demonio lo que mi padre diga o haga. Me voy del colegio – ¡lo dijo!
- ¿Te irás? –preguntó sorprendida- ¿A dónde?
- A América, iré a empezar una carrera de actor en Broadway. Ya no quiero seguir bajo la tutela del Duque.
- Pero Terry…
- Escucha Candy, quiero… necesito hacerte una pregunta.
- Dime –dijo azorada
- ¿Eres feliz en este mundo hipócrita y lleno de reglas?
- ¿A qué te refieres?
- A si estás satisfecha de convertirte en una dama –sonrió- Si eres feliz viviendo en el San Pablo.
- ¿Por qué?
Bien… era momento de decirlo.
- Porque quiero pedirte que te vayas conmigo.
La afirmación le cayó como bomba, estuvo a punto de perder el conocimiento de la pura impresión. Terry quería que se fuera con él. ¿Quería decir…?
- Claro, solo será para llevarte nuevamente a América. Luego nos separaremos y cada quien tomará su camino en la vida –dijo al ver el asombro de la rubia.
Terry, no quería que Candy malinterpretara la situación. No quería que Candy se burlara de sus sentimientos…
Candy sintió una punzada de dolor atravesarle el pecho. ¡Genial! Terry quería separarse al llegar a América. ¿Por qué le dolía?
- ¿Qué dices? –buscó su mirada- ¿Aceptas?
Irse del colegio era algo que no le afectaba, dejar de pertenecer a la familia Andley le dolía solo por el hecho de no ver más a Archie, Stear… Annie o Patty. Pero a decir verdad se sentía atrapada en un mundo a que no pertenecía. Ya Elisa le había demostrado que nunca la aceptaría en su familia, solo era cuestión de tiempo para que hiciera algo que significara definitivamente la expulsión de los Andley.
Pero si se iba con Terry, ¿qué haría en América?
Seguramente viviría en el hogar de Pony. Extrañaba mucho a la hermana María, a la señorita Pony, a los niños del hogar; el padre Árbol.
Talvez su vida nunca fue para ser una dama de sociedad. Por más que le doliera, sin Terry ya no encontraba ninguna razón para permanecer en el colegio. Talvez lo había soportado todo este tiempo por la certeza de tenerlo cerca. Pero ¿si él ya no estaba? ¿Para qué permanecer? Su amor por sus amigos era más fuerte que el que sentía por Terry…
¡Un momento! ¿Amor?
- Candy, no tenemos todo el día –la apresuró Terry
¡Dios! Era verdad, pero… ¿Qué hacer?
- Está bien Terry, me iré contigo.
Terry sonrió ampliamente. Por lo menos estaría con Candy todo el viaje hacia América para aclarar sus sentimientos.
- Entonces, ¡dénomos prisa! –la tomó de la mano- Está por amanecer
El contacto de sus manos, provocó una corriente eléctrica en cada uno. Pero trataron de ignorarlo, debían darse prisa.
Salieron del cuarto de castigo y Terry acompañó a Candy a su habitación para que la rubia tomara algunas pertenencias para el viaje. Solo lo primordial.
- ¿Debería dejar una nota para Annie? –le preguntó a Terry
- No, es mejor que no sepan a donde nos dirigimos
- ¿Sabrán que nos fuimos juntos? –preguntó alarmada
- Por supuesto, Pecosa –sonrió de lado- ¿Es obvio, no? Mancharemos el honor y prestigio del Real Colegio San Pablo para siempre.
Candy se estremeció por las palabras de Terry, ¿qué pensarían sus amigas al saber que había huido con Terry?
Decidió no pensar demasiado en ello, debían darse prisa. Tomó una pequeña maleta y colocó dentro algunas prendas ligeras, su diario y unas cartas que ya había escrito. Se colocó en el cuello su crucifijo y cambió su ropa en el baño por un vestido para dejar sobre la cama el uniforme del colegio.
- ¿No irás por tu maleta? –le preguntó al salir de la habitación
- Shh –la calló
Se apresuraron a salir del edificio de las niñas y al estar ya afuera, volvió a replantear su pregunta.
- ¿Y tu maleta?
- Tarzán pecoso, no tengo maleta. No necesito nada más que esta ropa.
- Pero… ¿usarás la misma ropa todos los días hasta llegar a América? –Preguntó alarmada- ¡apestarás!
Una carcajada se escuchó en el silencio. Candy le tapó rápidamente la boca a Terry, para que no siguiera riendo. ¡Alguien los podía escuchar!
- Pecosa, eres muy sincera. Talvez tengas razón, llevaré una maleta.
Candy esperó a Terry a las afueras del edificio de los dormitorios de los chicos. Terry tomó lo primordial y salió rápidamente, el sol empezaba a despuntar en el alba y pronto las hermanas despertarían. Si querían huir debían darse prisa.
- Ya. Es hora
Candy asintió y se encaminaron a la reja del colegio. Terry ayudó a la pecosa a saltar del otro lado y después él hizo lo mismo. Pronto habían abandonado las instalaciones del Real Colegio San Pablo y se encaminaban presurosos a buscar un carro que los llevara al puerto Southampton.
Encontraron un cochero libre y después de algunas indicaciones, se encontraban de camino al puerto que los llevaría a América.
Al llegar, Terry sabía que debía sobornar a algún empleado de la taquilla para que les vendiera un boleto. Los dos eran menores de edad y ninguno portaba identificación, mucho menos una autorización para viajar.
Terry se dirigió seguro a la taquilla y en ella se encontraba una señora de edad avanzada que lo recibió con una sonrisa.
- Dos boletos para el próximo barco que parta para América, por favor –sonrió
La mujer lo vio extrañada, tenía la impresión de haberlo visto antes. Solo que no recordaba donde.
- Seguro, ¿qué edad tienes jovencito?
- ¿Por qué? –dijo temeroso
- Porque pareces menor, si es así, tienes que tener una carta de autorización de tu tutor. De lo contrario, no puedo venderte un boleto
- Soy mayor
- Entonces muéstrame tu identificación
- La olvidé
- Lo siento, no puedo venderte ningún boleto hasta que tengas una identificación. El siguiente –dijo al próximo en la fila
Terry maldijo entre dientes y insultó su suerte.
- ¿Qué sucedió? –le preguntó Candy al verlo
- No me vendieron los boletos. Necesito una identificación. La señora que atiende se mira demasiado íntegra para poder sobornarla.
- ¿Qué haremos?
Un joven se acercó a ellos y entre dientes los llamó para hablar en un lugar más privado. Terry lo acompañó y le dijo a Candy que se mantuviera en su sitio, temía que pudiera hacerle algo a la pecosa.
- ¿Necesitas boletos? –susurró
- Si, pero no tengo identificación
- ¿Tienes identificación, niño? –se burló
- No –confesó
- Yo podría conseguirte una y una para tu amiguita. Pero necesitarás mucho dinero. Las identificaciones falsas no son baratas.
- ¿De cuánto estamos hablando? –preguntó
El hombre le dijo la cantidad. ¡Diablos! No tenía tanto dinero. ¿Dónde podría conseguir el dinero?
Necesitaba las identificaciones. En el barco también se las pedirían, no le podía decir al hombre que se las comprara por él.
- ¿Tienes el dinero o no?
- No –el hombre comenzó a irse- Pero puedo conseguirlo –le aseguró. El hombre se detuvo y volteó a verlo.
- Entonces, cuando lo tengas… búscame.
- ¿Dónde?
- Ten –le dio una tarjeta con su dirección- Tendré listas las identificaciones cuando vengas por ellas, así ya no esperarás. –el hombre notó que Terry provenía de una familia adinerada por su vestimenta, seguramente no le costaría demasiado conseguir el dinero. Talvez estaba huyendo de sus padres- Búscame.
- Lo haré
Se despidió del hombre que le conseguiría las identificaciones falsas y se acercó nuevamente a Candy. La rubia lo miraba ansiosa, ya estaba amaneciendo y necesitaban irse antes que alguien notara su ausencia en el Colegio.
- ¿Qué sucedió? –preguntó ansiosa- ¿Qué te dijo ese señor?
- Nos conseguirá una identificaciones falsas.
- Oh
- Si, pero necesitamos dinero y no me alcanza con lo que traje. Debemos conseguirlo.
- ¿Dónde?
- Tendré que vender un caballo y mi auto.
- ¿Hablas en serio? –dijo mientras Terry le tomaba la mano nuevamente y lo instaba a seguirlo- ¿Dónde vamos?
- A Escocia
- ¿Escocia?
- Si, allá tengo mi otro caballo y mi auto. No podré vender a Teodora porque está en el colegio. Pero en la villa de Escocia tengo más caballos. Con eso tendremos suficiente para ir a América. –dijo sin dejar de caminar
- Terry es peligroso –se detuvo- Nos encontrarán
- Claro que no. Nunca se imaginarán que estaremos en Escocia. Eso nos dará tiempo. –le aseguró- Confía en mí
Sus palabras eran un susurro anhelante. ¿Confiar en él? ¡Por supuesto! ¿Qué no le había demostrado confiar en él como para irse a América solos?
- Si, confío en ti.
- Gracias, ahora date prisa. Tenemos que llegar cuanto antes a Escocia.
Asintiendo Candy camino junto a él. Tomarían un tren hacia Escocia y al llegar venderían el auto y el caballo de Terry. Al parecer permanecerían más tiempo juntos de lo que ambos habían planeado.
El tiempo solos, era algo que no habían anticipado. Terry creyó que en el barco conseguirían camarotes separados, pero ahora…
- Pronto se darán cuenta de nuestra ausencia. –comento Candy
- Si
- Tengo miedo Terry
- ¿Miedo?
- Si, si nos encuentran…
No pudo terminar la frase… No quería decirle que temía que la separaran de él.
- Si nos encuentran, ya veremos que hacer –le sonrió- Pero por el momento, disfrutemos la aventura, pecosa. Al parecer a partir de este momento, viviremos muchas estando juntos.
Y así sería, las aventuras… apenas comenzaban.
Continuará…
Hola!
Les presento mi nuevo proyecto. Espero contar con su apoyo… es la primera vez que me animo a publicar una desviación del anime. Espero cubrir sus expectativas.
Con gusto, esperaré sus comentarios… ya saben cualquiera será bien recibida.
Saluditos
P.D. En este capítulo, utilicé varios diálogos del anime original; específicamente del capítulo "entre frías y espesas paredes"
Los personajes aquí descritos no me pertenecen son propiedad de Kioko Mizuki e Yumiko Igarashi, la historia es de mi total autoría.
