oOoOoOoOoOoOo~ Thirst of blood ~oOoOoOoOoOoOo
- El comienzo –
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Los niños, creen que el mundo estaba lleno de magia, creen en mitos y leyendas, en el destino y sus designios, en las casualidades y la amistad. Que las decisiones se podían tomar con un "pinto pinto gorgorito…" y huir de los errores con un "no ha balido". Arreglar los problemas diciendo: "empecemos otra vez" y acabar discusiones gritando "bien". Tratar de retar a alguien diciéndole: "¿a que no haces esto?" o simplemente pensar que el mundo era gentil y honesto. Que no había complicaciones y que todo era posible…
Ese es el mundo que ellos querían haber conocido, pero su mundo era muy diferente al del resto de los niños…
Lo que ellos podían recordar de su infancia era dolor y sufrimiento apaciguados por la sed de venganza o encerrados en lo más interno de su alma para no sufrir.
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FLASH BACK
Escuchó los gritos en la calle. Estuvo segura de que mañana el ataque estaría en boca de todos los campesinos y adinerados del pueblo. "Una mujer apareció desangrada ayer en la noche con heridas por todo el cuerpo…"
Aquel lugar en el que vivía le daba escalofríos. Enormes casas con jardines ocultos en el bosque. Estaba segura de que si algo pasaba y gritaba pidiendo ayuda, nadie acudiría a socorrerla. Decidió salir del baño y caminó por el oscuro pasillo hasta llegar a su habitación.
No le sorprendió ver a su hermana mayor tirada en la cama, jugueteando con la pequeña cuchilla que colgaba de su cuello en una fina cadena de plata. De hecho… ella también tenía una. Se las habían comprado solo por molestar a todas aquellas personas que decían que tal objeto no era propio de unas señoritas como ellas… pero habían acabado llevándolas a todas partes colgadas del cuello.
-¿Has oído los gritos? – Preguntó la castaña desde su cama.
-H-hai… daban miedo. – Hinata se sentó en su cama, junto a la de Umi y sacó la pequeña novela que se había comprado por la mañana, una que hablaba de princesas y caballeros. - ¿Crees q-que pueda… habernos e-encontrado?
-No te preocupes… - La Hyuga mayor acarició los cabellos azulinos de su hermana menor. – Yo te protegeré.
-Eso d-dijiste esta mañana… justo antes de que Nadeshi me empujara por las escaleras del centro del pueblo. - Levantó su camisón para mostrar el enorme morado que había en la parte externa de uno de sus muslos.
-¿Quieres que la mate? – Se apoyó en sus codos para poder ver mejor el rostro de Hinata. – La mataré por ti…
-Ie… - Susurró. Nadeshi siempre había actuado así con ella, empujándola o simplemente golpeándola cuando alguien no la veía… pero no por ello merecía la muerte.
-Tu dejas que todos se metan contigo… por eso Kami me creó a mí. – Sonrió. - Recuerda… - Levantó su mano libre y le mostró la palma, dejando ver la cicatriz en forma de símbolo chino que tenía en ella. – Vivas o muertas… pero juntas para siempre.
Hinata miró la palma de su mano, con el mismo símbolo en forma de cicatriz que Umi tenía. Recordó cuando ambas se lo habían hecho, marcando su piel con una aguja para sellar su pacto infantil…
-Juntas para siempre… - Umi movió la mano en el aire, esperando la respuesta de la peliazul.
Levantó su mano en el aire y cogió la de su hermana con fuerza, que suspiró con alivio al ver que la ojiblanca no se había echado atrás ante su duda.
-Unidas contra la vida tal y como la conocemos… - Acabó de susurrar el pacto con voz trémula, temiendo que cualquier cosa estropeara su vida y la de su hermana…
FIN FLASH BACK
De eso hacía ya demasiado tiempo…
Observó el cuerpo sin vida de aquel pobre desgraciado que se había cruzado en el camino de su hermana. La vio pasar la mano por sus labios y quitarse los restos de sangre que en ellos había. Sus colmillos sobresalían por la comisura de sus labios haciendo que su aspecto descuidado, su pelo revuelto y su precioso vestido rasgado le dieran el aspecto terrorífico que la intimidaban…
Umi caminó lentamente hacia ella, hasta que pudo notar el olor a sangre procedente de sus labios impactar en su rostro. Sintió nauseas y la necesidad de apartarla. Se había convertido en lo que tanto tiempo llevaban evitando. Habían escapado de su familia para no ser como ellos, prometiéndose la una a la otra que siempre estarían juntas para protegerse y unirse contra la vida… Pero aquello no había funcionado.
Hiashi las había encontrado y había conseguido que Umi recordara quien era y de donde procedía, pensando que si la castaña se convertía en un vampiro, Hinata no tardaría en seguirla. Siempre pensó que la peliazul era débil… dependiente de su hermana para poder seguir viviendo… pero se equivocó. Era Hanabi la que dependía de su hermana menor…
-Necesitas a-ayuda… - Susurró. – T-tienes que parar con e-esto.
Una lágrima cayó de sus ojos opalinos y recorrió su pálida mejilla. Umi la miró con los ojos inyectados en sangre, observando lo translucida que era la piel de su cuello y lo notables que eran ahora sus venas.
-¿Para qué? – Sonrió de una forma enferma. - ¿Para qué me encierren el resto de mi vida?
-Limpiaremos esto lo mejor que podamos… y luego nos iremos de este pueblo… - Susurró, viendo de reojo las paredes manchadas de sangre y el enorme charco del suelo que cada vez se agrandaba más. – Creo que ya la has jodido bastante.
Su voz no tembló, y se sorprendió por ello. Era la primera vez que no tartamudeaba ni dudaba al decir algo. Umi rió, haciéndola sentir una pequeña presa ante un feroz depredador. Miró al chico de cabellos negros que reposaba muerto en el suelo y su sonrisa se agrandó.
-¿Sabes quién es? – Lamió sus dedos manchados de sangre. – Rikohu… el chico que salía a cabalgar cuando tu paseabas por el bosque…
-Lo sé… - Tragó saliva y clavó sus ojos blancos en los de su hermana. – Nunca te hizo nada.
-… Nunca me gustó como te miraba.
-¡Vete al infierno! – Le gritó, incapaz de contener su rabia.
Umi la empujó, acorralándola contra la pared y su cuerpo cubierto de sangre. Enterró su rostro en su cuello y olisqueó sus cabellos. El olor dulce que desprendía su sangre hizo que sus colmillos se agrandaran más, consiguiendo que le doliesen de la necesidad que tenían de clavarse en la piel de su hermanita. La escuchó contener su respiración para no sollozar.
-Me descubrió… - Trató de excusarse. – He tenido que hacerlo…
-… Y has d-disfrutado con ello…
-Me hace sentir viva… - Dejó su barbilla apoyada en la curvatura del cuello de Hinata. – Es como… sentirse capaz de hacer cualquier cosa. – Levantó su rostro y lo puso frente al de la peliazul, aproximándose a su rostro y tocando su nariz con la suya. – Prácticamente ya no somos familia…
Acortó la distancia y juntó sus labios con los de la menor. Abrió los ojos de la sorpresa y su cuerpo se tensó. Notaba el sabor de la sangre en sus labios y el frio tacto que en ellos hacían los de Umi.
La empujó con fuerza, alejándola de ella y tratando de alejarse, pero en su intento de empezar una huida la mayor tiró de su cabello y cayó al suelo. La volvió a aprisionar, impidiéndole una nueva escapada y volviendo a juntar sus cabezas, apoyando sus frentes.
-Te encantará… - Sonrió. – Un pequeño mordisco y listo… juntas para siempre… para toda la eternidad. Es perfecto…
-Ie… - Lloró sin poder evitarlo. – No quiero s-ser como tu…
-¡Teníamos un pacto! – Golpeó con sus puños el suelo, provocando un pequeño hundimiento en el frio mármol negro. – ¡Vivas o muertas pero juntas! ¡Dijiste que morirías por mí!
-¡Ie! – Gritó. – D-dije que moriría contigo…
La castaña se alejó de ella, sentándose en su vientre y observándola con los ojos más ensangrentados de lo que antes los tenía. Sus labios tensos en una mueca llena de rabia consiguieron que el cuerpo sobre el que estaba temblara de miedo y terror.
-… Jódete.
Se abalanzó sobre ella y clavó los colmillos en su cuello. Hinata gritó de dolor. No solo por la perforación que había sentido, sino por la sensación que provocaba la sangre al ser extraída en contra de su voluntad. Se removió, queriendo liberarse de aquella tortura, pero lo que consiguió fue que la mandíbula de Hanabi se enterrara más en la carne de su cuello y absorbiese la sangre con más fuerza.
Movió sus piernas, sacando una por el lado y golpeando a su hermana en un costado. Sus colmillos salieron del cuello de la Hyuga menor y la mayor rodó por el suelo. Hinata se llevó las manos al cuello, queriendo parar la pequeña hemorragia. Notaba su cuerpo arder, pequeñas convulsiones hacían que su cuerpo temblara y su pecho se levantara varios centímetros del suelo arqueándose.
-Otosan me dijo que lo llevamos en la sangre. – Umi se apoyó en sus manos para levantar su rostro y mirar a su hermana. – Que es como un virus… cuando despierta, se extiende por el cuerpo en 1 hora y luego… ya eres uno de nosotros.
Hinata trató de enfocar su vista, pero todo eran manchas oscuras y borrosas. Trató de arrastrarse por el suelo hasta salir de la casa para pedir ayuda, pero la mano de su hermana, cogiéndola del tobillo desnudo y tirando de ella se lo impidió.
Notó como le levantaba las faldas y rasgaba su media. Sus dientes se cerraron en torno al tobillo, sorbiendo la sangre de las venas de aquella zona. Esta vez… ni siquiera sentía dolor…
Podía escuchar la sangre al ser extraída, olisquear la sed de Umi y sentir una mezcla de sensaciones mientras lo hacía. Placer y dolor mezclados…
Su cuerpo volvió a convulsionarse y el calor que antes había sentido se volvía puro hielo, quemándola de frio. Se quedó quieta mientras su pecho daba pequeños espasmos que la hacían retorcerse. Tal vez la pérdida de sangre tuviese que ver en ello, pero no quiso pensarlo. Si moría, no se convertiría en un monstruo… tal vez por eso no volvía a detener a su hermana. Ansiaba que acabara con ella, que bebiera hasta la última gota de sangre… pero eso no fue así.
Umi salió despedida, impactando su cuerpo contra la pared y enredando sus piernas en sus faldas e enaguas. Soltó un rugido de rabia por haber sido separada de su alimento, pero se calló al ver la imponente figura de aquel hombre.
Su cabello castaño, suelto y algo despeinado. Sus colmillos que sobresalían por la comisura de sus labios. Sus arregladas ropas, dando a entender que debía ser un hombre importante o adinerado.
-Otosan… - La castaña se pasó la mano por los labios y limpió la sangre de ellos.
-¿Qué es esto Umi? – Su padre señaló el cuerpo sin vida del joven. De reojo vio el cuerpo de su hija pequeña convulsionarse por la transformación y la pérdida de sangre. – Dije que fueses discreta.
-¡El me descubrió! – Rugió. – ¡Sabia lo que era! – Se levantó como pudo para encarar al Hyuga.
-No es escusa. – La cogió de los hombros, siendo sostenida por aquel hombre mientras le clavaba los colmillos en la yugular y sorbía la sangre. La piel de la Hyuga comenzaba a tornarse más pálida de lo que era y sus largos cabellos castaños caían en forma de cascada por su espalda. Su cabeza colgaba ligeramente mientras su sangre iba siendo extraída.
Se escuchó a si misma gritar, suplicar a aquel hombre que la soltara sin conseguir el menor resultado. Finalmente su tortura paró.
El cuerpo de la chica calló muerto al suelo. Hiashi lo dejó olvidado y posó sus perlas blancas en Hinata, que aun se convulsionaba y temblaba. Se acercó a ella para ver qué nivel de transformación había alcanzado pero se detuvo.
Hinata lo vio y le lanzó un pequeño rugido. No era como el de depredador que le había dedicado Umi, sino que el de su hija menor era parecido al de un gato que pretendía defenderse. Sonrió irónico y dejó una mano sobre sus mejillas rosadas.
-Vamos a casa…
-¿Qué es esto? – La mujer de ojos opalinos miró con desprecio al bulto que traía el hombre en brazos.
-"Esto" es mi hija. – Apuntó, mirando a la peliazul inconsciente.
-Ya tienes una hija.
-Esta es otra…
Se movió con sigilo. Pasando junto a la mujer y dejándola con la palabra en la boca. Cruzó el salón y subió la escalinata de mármol, caminando por la oscuridad del pasillo y abriendo la puerta de una de las habitaciones.
Las paredes color crema hacían juego con las cortinas color marrón claro. La enorme cama que había en el centro era del mismo color, junto a unas estanterías vacías y un escritorio en una de las esquinas.
El armario estaba junto al balcón, con las puertas de cristal abiertas y haciendo que la suave brisa meciera las cortinas.
Recostó a la menor sobre el lecho y la tapó con las sabanas y la colcha. Su rostro estaba contraído en una mueca dolorosa mientras sudaba frio y temblaba.
Se sintió culpable, y en cierto modo lo era. Pero al pensar las cosas de una forma fría, todo había sido mejor así. Si él no lo hubiese hecho, tal vez hubiesen mandado a otra persona que habría matado a sus dos hijas sin darles la oportunidad de transformarse en lo que eran.
Sacudió su cabeza y se dio la razón a sí mismo. Era mejor que Hinata lo odiara a que estuviese verdaderamente muerta como Umi lo estaba…
No había podido evitarlo. Se había equivocado al querer transformar a Umi y después arrastrar a Hinata. La castaña no había estado preparada y se había trastornado por la sed de sangre. Habría tenido que matarla tarde o temprano, así que prefirió poner fin desde un principio.
Salió de la habitación y volvió a encontrarse con esa mujer de cabello castaño corto que lo miraba con rabia. Decidió encararla y responder a todo lo que quisiera, aunque lo más probable es que lo castigara por su infidelidad. Después de todo… ni Hinata ni Umi eran hijas de Aika.
-Dime el porqué de que esa cría esté aquí.
-Es mi hija.
-Has tenido otras hijas bastardas y no has tardado mucho en matarlas. – La mujer dio en el blanco de la discusión. Se cruzó de brazos y lo miró a los ojos. – Dime porque hay que mantener a esta niña.
-Es especial. – Utilizó como escusa. – Su madre era una mística de las montañas. Es mestiza y podría sernos útil en estos tiempos.
La mujer frunció sus labios y apretó su mandíbula, tensando la piel de su rostro. Dio media vuelta sobre sus talones y caminó por el pasillo de una forma lenta pero decidida.
-Aika… - La llamó.
-No esperes que crie a esa mestiza. – Fue lo último que dijo.
Notó el tono de amenaza y supo que tendría que andarse con ojo. No solo por él… sino por Hinata. Sabía que su actual esposa era capaz de envenenarla o de desgarrarle el cuello mientras durmiese. Apoyó su cabeza en la pared y respiró hondo, tratando de calmarse. Unos pequeños pasos llamaron su atención y dejó de mirar el techo para enfocar su vista en la sombra que había en mitad del pasillo.
-Hiashi-sama… ¿Ocurre algo? - El chico se pasó una mano por los largos cabellos, tratando de apartarlos de su rostro. Su pantalón oscuro y su blusa burócrata le daban un aire sensual y serio a la vez.
-Nada importante Neji… ¿Cómo ha ido el día?
-Bien señor. – Respondió encogiéndose de hombros. – Hanabi-sama quiso que jugara con ella todo el día y parte de la noche.
-¿Cansado?
-Agotador. – Respondió en una pequeña broma.
-Crecerá… Y dejará de obligarte a que juegues a las muñecas con ella. – Sonrió de una forma fingida.
-¿Puedo preguntar a que se debía la discusión, Hiashi-sama?
El Hyuga se sorprendió ante su sobrino. No era normal que un joven de su edad fuese tan directo, pero sabía que su sobrino era la "persona" más madura que había de su edad.
Le hizo una señal para que entrara al cuarto del que acababa de salir él y el menor lo hizo. Le dio una pequeña palmadita en la espalda, animándolo a que se acercara a la cama y mirase a la chica que aun dormía.
-Tiene dieciséis años. – Le informó.
-Soy mayor que ella. – Concluyó. – Cuatro años…
-¿Podrías ser también su guardián? – Le instó. – No creo que sea igual de impulsiva que Hanabi… y no te dará tanto trabajo.
-Claro Hiashi-sama.
El ojiblanco miró a la peliazul y le acarició la cabeza, peinándola de una forma lenta y sutil. Hinata pareció calmarse y dejar de murmurar. Se acurrucó en la mullida cama y abrazó la almohada, apegando su mejilla en la tela y sollozando débilmente en un suspiro.
-Despierta bastarda.
La mujer tiró de las sabanas y su pequeño cuerpecito cayó de la cama de una forma desastrosa. Se preguntó dónde estaba, donde había quedado su pequeña casita con su hermana despertándola con un beso en la frente… pero al recordar las imágenes de la noche anterior todas sus dudas y preguntas se disiparon.
Levantó la cabeza, mirando desde el suelo a la mujer que la había despertado. Su corto cabello de un tono marrón claro le pareció de color miel con el reflejo del sol. Sus ojos eran igual de blancos que los suyos, pero con un toque plateado por la zona del iris.
Sus brazos cruzados y sus labios fruncidos, en una especie de mueca le dieron un poco de miedo.
-… ¿Quién es u-usted?
-Bastarda, mestiza y tartamuda… no puede ser peor. – Suspiró irónica.
-G-gomenasai… d-demo…
-Dije que te levantaras. No suelo repetir las cosas. – La intimidó mostrando sus afilados y largos colmillos.
-… ¿Quién…?
-¡¿Eres sorda?!
-¡Aika-sama!
Hinata se fijó en el chico que había en la puerta. Se acercó a ella y le tendió la mano, ayudándola a levantarse. Se sonrojó cuando el castaño espolsó su vestido y le alisó las faldas, tratando de que se viera más presentable.
-¿Qué haces Neji?
-Hiashi-sama me mandó ser su guardián.
-¡¿Y Hanabi?! – Se exaltó.
-También es mi protegida.
-No puedes ser el guardián de las dos. – Siseó.
-Hiashi-sama dijo que diría eso, y me pidió que le dijera que si no está de acuerdo con su decisión, él se encargará de educar a Hanabi-sama. – repuso restándole importancia.
La peliazul miró de reojo como la mujer salía del dormitorio y se perdía por el pasillo. Se quedó embobada observando al castaño que la había ayudado, tenía sus mismos ojos… aunque era en lo único que se parecían.
Él vestía de una forma muy clásica, queriendo resaltar el estilo clásico de la burocracia, con esos pantalones oscuros y la pequeña cinta de raso bajo sus rodillas, sosteniendo los calcetines blancos. Su blusa, con dos botones abiertos en el pecho dejando el adorno de encaje de esa zona colgar como lo hacían en los puños. Era mucho más alto que ella, como dos cabezas.
-Hinata-sama, debería asearse para ir a desayunar.
-… ¿M-me conoces? – Preguntó.
-Hiashi-sama me mandó a cargo de su cuidado. – Le aclaró. – Soy su primo y su guardián. Puede llamarme Neji.
-…Neji… ¿N-neji-Onisan? – Preguntó la Hyuga mientras jugueteaba con sus deditos en una expresión nerviosa.
-Si así lo desea… - Se encogió de hombros.
La ojiblanca le sonrió, queriendo agradecerle que le dejara llamarlo de esa manera. El castaño la empujó al baño y le indicó que se lavara la cara.
Le explicó que aun no había traído ropa para ella, pero que tendría la oportunidad de ducharse y cambiarse después de desayunar.
La menor asintió y lo obedeció, acabando cuanto antes y saliendo del dormitorio, siguiéndole por aquella casa desconocida. Se sentía pequeña por momentos y quería lanzarse a los brazos de su hermana en busca de confianza, pero ya no estaba… Vio a varias personas que la miraban con recelo y temor. Una extraña combinación que la asustó. Deseó más que nunca estar con su hermana, sentir como está la rodeaba en sus brazos y la protegía de todo mal… saber que siempre estaría a su lado pasara lo que pasara…
FLASH BACK
Sintió sus piernas pesadas y cansadas. Hacia horas que corrían pérdidas por aquel bosque. Umi tiró de ella, haciendo que el dolor de su pequeño bracito latiera de una forma intermitente.
-Onesan… m-me haces d-daño.
La mayor la miró de reojo, tratando de contener su agitada respiración. Miró a todos lados, buscando algún lugar seguro y lo suficientemente escondido como para que nadie las encontrara.
Se percató del hueco que había entre dos árboles y se sentó en el suelo, extendiendo sus cortos brazos para que su hermanita se sentara sobre ella.
La peliazul se acurrucó en el regazo de la castaña y escondió du rostro entre sus manitas. No lograba sacarse las imágenes de su madre gritando y pidiendo ayuda mientras aquel hombre clavaba sus dientes en su cuello y sorbia hasta la ultima gota de vida…
-Umi… - Susurró. - ¿Q-que vamos a… hacer?
-No lo sé… - Suspiró. – Iremos a algún pueblo y buscaré trabajo.
-T-tienes siete años… - Le recordó. – No te c-contrataran…
-Tampoco contrataran a una niña tartamuda de seis. – Le espetó. Hinata sintió las lagrimas resbalar por sus mejillas. – Gomen. – La castaña la abrazó con fuerza, queriendo transmitirle algo de calor. – No sé lo que haremos demo… siempre estaré contigo. Te protegeré…
-¿Lo… p-prometes?
-…Lo prometo.
Besó su pequeña cabecita y dejó que la ojiblanca se durmiera sobre ella.
Nunca la dejaría sola… siempre cuidaría de ella.
FIN FLASH BACK
Bajó las escaleras con dificultad por culpa de la larga falda y las enaguas que le daban cierto volumen. Llegó a lo que parecía una cocina, pero mucho más grande de lo que era la suya. La misma mujer que la había despertado estaba sentada a un lado de la mesa y junto a ella había una niña pequeña, de unos cinco años que jugaba con una muñequita. Neji le indicó que se sentara y una mujer les sirvió un vaso lleno de líquido rojo metálico.
El olor dulzón le llegó y la garganta le abrasó, estaba sedienta… Tomo el recipiente con ambas manos y lo apartó de su lado, recordándose a si misma que no debía hacerlo, que se convertiría en un monstruo…
La adulta la miró desconcertada, sin haber entendido del todo la actitud de la ojiblanca. Neji se fijó en la lucha interior que mantenía su prima, debatiéndose por seguir su moral o sus instintos recién adquiridos. Le tomó una mano libre y tiró de ella, haciendo que se levantara y lo siguiera fuera de la cocina. La sacó al jardín, haciendo que la peliazul se tapara los ojos con su mano libre para protegerse del sol. Supuso que no estaría acostumbrada a él después de haberse transformado, pero sabía que se acostumbraría al dolor de ojos de la misma forma que sabía que se acostumbraría a otras cosas.
-¿D-donde me… llevas? – Preguntó temerosa mientras seguía siendo arrastrada.
Neji la ignoró, buscando con sus ojos el lugar deseado. Lo vio a varios kilómetros de distancia, cruzando la espesura del bosque. Se giró y cogió en brazos a su prima, suponiendo que ella no podría seguirle el paso con el vestido color gris perla. La apegó a su cuerpo, suplicando que dejase de tartamudear en un burdo intento de que la dejara en el suelo. Empezó a correr, dejándose guiar por sus pies. El viento hacia que sus cabellos color ámbar recogidos en una coleta baja se soltaran y flotaran en el aire.
Hinata trató de sujetar los suyos, apartándolos de su rostro y tratando de no gritar de la impresión. Lo veía todo con suma claridad. Ni una mancha borrosa debido a la rapidez con la que su primo corría, notaba los olores de las flores e incluso la humedad del suelo.
Vio a lo lejos lo que parecía una pequeña granja abandonada y en pocos segundos su primo paró, frenando de una forma delicada y dejándola en el suelo con cuidado.
Le volvió a arreglar las faldas y peinó sus cabellos desordenados por la carrera. Él hizo lo mismo con sus cabellos, volviéndolos a sujetar en una coleta baja.
-Sígueme. – Le indicó.
-¿Dónde e-estamos? – Aun mantenía el tono temeroso y asustadizo en su voz.
-A unos kilómetros de la casa. – Respondió de forma neutra.
-¡¿K-kilometros?! – Se sorprendió.
-Hai. Hiashi-sama me puso a cargo de tu cuidado, y no lo conseguiré si mueres de inanición. – Le espetó, insinuando lo ocurrido en la cocina. – Te he traído aquí para enseñarte.
-¿Enseñarme… que?
-Lo que eres.
Se produjo un silencio incomodo tras esta frase. Hinata se sintió dolida ante la revelación. Ella no quería aquello… había huido toda su vida para evitarlo y no lo había conseguido. Su hermana había muerto a manos de su padre y ahora ella tenía que "ser" algo que odiaba…
De un movimiento brusco soltó el agarre que su Onisan mantenía en su mano.
-Ie. N-no quiero. – Contestó decidida.
-Dame una buena razón. – Neji la miró fijamente, queriendo intimidarla.
-No q-quiero matar a n-nadie… - Susurró. – No q-quiero ser un m-monstruo.
Neji suspiró. Normalmente la culpabilidad al matar a alguien no duraba mucho. Trató de explicárselo, hacerle entrar en razón diciéndole que era por supervivencia… Pero la Hyuga se resignaba.
Suspiró frustrado. Si no era capaz de alimentarla, su salud decaería y moriría. Se insultó internamente por ser tan pésimo guardián. ¿Cómo iba a enseñarla a cazar? ¿Cómo iba a mostrarle lo que era capaz de hacer?
Escuchó el pequeño trote de un ciervo sobre el mullido suelo. Cerró los ojos y trató de localizar al animal, tal vez lo que se le había ocurrido no fuese tan descabellado después de todo…
-¿Y los animales? ¿Tienes algo en contra de ellos?
-No… te e-entiendo…
-No quieres matar personas. – Le recordó. – Pero, ¿Y si te alimentas de animales? Matar un ciervo o un oso no es tan grave como hacerlo con un humano. – Se llevó una mano a la barbilla y trató de pensar. – Tienen más cantidad de sangre y podríamos guardarla… así no tendrías que salir a cazar siempre y te ahorrarías el mal trago.
-¿Se p-puede… hacer?
-Se puede intentar. – Sonrió.
La volvió a coger de la mano, ayudándola a caminar por el aparatoso suelo y entraron en aquel lugar abandonado. Tablones de madera semi rotos estaban tirados por el suelo. Habían marcas de arañazos por doquier y el olor a sangre seguía ahí.
-Esto antes era una especie de establo. – Le informó. – Cuidaban a los animales y los mataban para distribuir la carne por las tiendas del pueblo.
-¿Un… m-matadero?
-Algo así…
Se acercó a una de las paredes, donde varias herramientas oxidadas colgaban de los enganches. Neji cogió un pequeño cuchillo y se acercó a la peliazul, que retrocedió instintivamente.
El mayor sonrió ante la acción y le tomó la falda, cortando la tela y tratando de hacérsela más corta. Rasgó las enaguas hasta arrancarlas sin hacer caso a las quejas y los empujones de la chica. La levantó y la sentó sobre unas maderas, quitándole los pequeños zapatitos de tacón y calzándola con unas botas viejas de montar a caballo.
-Si fueses a cazar con la falda y los tacones… sería bastante incomodo.
Hinata suspiró derrotada. Tenía miedo de todo, hasta de su reciente primo… pero no podía negar que aunque fuese brusco, con poco tacto y algo insolente con sus actos como el cogerla en brazos o rasgarle la falda… se sentía agradecida con él.
La estaba ayudando, aguantando sus quejas y su resistencia al hecho de beber sangre. No era que el beber sangre animal la tranquilizara, pero era un avance.
Se limitó a suspirar cuando la volvió a cargar en brazos hasta sacarla de la pequeña caseta. La dejó en el suelo, esta vez sin arreglar su falda. Notó el frio en sus piernas desnudas. Nunca había estado así al aire libre, siempre andaba tapada de pies a cuello, pero la sensación le gustaba. La falda le había quedado por mitad del muslo, dejando al descubierto sus blancas piernas.
-Cierra los ojos. – Le indicó el castaño. Hinata le obedeció, tratando de agudizar sus sentidos para poder captar cualquier sonido u olor. El pequeño repiqueteo hacia vibrar el suelo mullido. El olor a hierba seca y humedad le llegó a la nariz junto con el de sangre. – Es un ciervo. – Le informó.
-¿Q-que hago?
-Siéntelo. Visualiza donde está, encuéntralo y cázalo. – Sonrió de lado. – No te preocupes, es bastante instintivo.
-E-es fácil de… decir. – Suspiró.
Trató de hacer lo que su primo le había dicho. Lo visualizó. Siguió la dirección del viento y localizó su posición. Pudo imaginar cómo pastaba tranquilamente, como de vez en cuando levantaba su cabeza tratando de escuchar algo para echar a correr. Tal vez estaba a unos metros… o tal vez a más.
-¿Lo tienes? – La voz varonil la asustó.
-Eso c-creo.
-Entonces corre a por él.
La chica lo miró desconcertada. Avanzó caminando hasta internarse otra vez en la espesura del bosque y corrió. El viento golpeó su rostro y sus cabellos se revolvieron. Jamás había experimentado esa sensación de velocidad y libertad. Se sentía libre de toda presión, como si todo desapareciera en su mente…
Volvió a notar el olor animal, esta vez mucho más cerca. Se dejó llevar por él, deslizándose como una sombra y se detuvo apoyando su cuerpo en el tronco de un árbol y tocando su mejilla en él. Vio a unos cuantos metros el ciervo, con su preciosa cornamenta a modo de corona.
Sonrió al verlo. Parecía tan tranquilo que se sentía culpable por lo que iba a hacer.
-Sigue tu instinto – Neji susurró en su oreja, haciéndola botar del susto.
Le dio un pequeño empujoncito, animándola como si fuese una niña pequeña. Hinata salió de su escondite y dio un paso vacilante hacia el ciervo. El animal levantó la cabeza y la miró, dudando entre seguir pastando o echar a correr.
Hinata tragó en seco. La garganta le ardía y los colmillos apenas notables le dolían como si alguien se los hubiese arrancado. El ciervo reaccionó a tiempo y comenzó a correr antes de que Hinata diese otro paso en su dirección. Echó a correr, saltando algún que otro árbol caído mientras la peliazul lo perseguía.
La rota falda del vestido se movía al compas del viento y el movimiento de sus piernas. Notaba algunos hierbajos chocando contra sus piernas y la hierba alta acariciar sus brazos y manos. Neji echó a correr detrás de ella, manteniendo una distancia prudente para no interferir en aquella "primera" caza.
Hinata logró adelantarse al animal, corriendo un poco más deprisa y sintiendo en viento con mayor intensidad. Escuchó el grito de su primo pero decidió ignorarlo. La garganta le ardía y si se detenía ahora ya no podría alimentarse.
Se situó frente al animal y dio media vuelta, encarándolo con su cuerpo agazapado en una postura felina. Las manos, cada una a un costado, abiertas esperando poder coger al ciervo. Su boca entreabierta y los pequeños colmillos sobresaliendo por la comisura de sus labios.
Ni siquiera parpadeó cuando se lanzó sobre la yugular del animal y clavó sus dientes en ella. Notó el sabor del pelaje en su lengua y la sensación de agobio, pero esa ansiedad fue sustituida por saciedad cuando la sangre comenzó a deslizarse por su garganta. Tragó de una forma ansiosa, notando como el quemazón en su garganta se apagaba y los comillos dejaban de dolerle.
El animal gruñó en un último intento de liberarse. Hinata lo soltó y el ciervo se levantó tambaleante, tratando de mantenerse en pie y no caer en el intento.
-Se recuperará. – Le informó Neji. – Solo ha perdido un poco de sangre.
El castaño estaba mirando la escena apoyado en un árbol, con una de sus piernas dobladas y apoyadas en el tronco mientras sus brazos estaban cruzados delante de su pecho.
-Yo…
-Lo has hecho bien. – El ojiblanco se acercó a ella de una forma calmada y la tomó del mentón, obligándola a que abriera la boca. Tocó sus colmillos con uno de sus dedos y presionó la punta de uno de ellos. Una pequeña gota de sangre se escurrió de la yema del dedo índice hasta llegar al suelo, junto a los pies de Hinata. – Son más pequeños de lo normal. – Le informó. – Pero más "afilados".
Quitó la mano del mentón femenino y la chica se llevó la mano a la boca, tanteando sus colmillos de una forma delicada. No había tenido la oportunidad de verlos aun, pero lo primero que haría al regresar a la casa en la que ahora estaba seria buscar un espejo y verlos.
-Tenemos que irnos. – Le urgió. – Este no es nuestro territorio.
Su voz sonaba preocupada y tensa. Hinata quiso creer que aquello eran imaginaciones suyas pero cuando vio que el semblante neutro de su Onisan cambiaba a una expresión seria se preocupó. No entendió porque miraba de una forma disimulada a todos lados ni porque su ceño se había arrugado. Las aletas de su nariz de movían, olisqueando el aire y haciendo que su tensión aumentara.
-Rápido.
La cogió del brazo y tiró de ella, obligándola a que empezara a correr de regreso a la casa. Entonces lo percibió.
Un olor extraño. Algo fiero y salvaje. Por un momento se preguntó si en ese bosque habitaban depredadores o algún fiero animal. Movió sus piernas con rapidez y corrió para alcanzar a su primo que había empezado con su carrera.
Algo en su pecho se oprimió, como un mal presagio de algo terrible que se avecinaba.
Se dejó caer de una de las ramas, escuchando el sonido sordo de su caída y la de su hermano a sus espaldas. Inspiró profundamente, notando el cambio de aroma en el aire. Ya no era tan húmedo y aromático como antes. Podía notar una especie de olor dulzón mezclado con sangre.
-¿Lo notas? – Giró su cabeza lo suficiente como para ver a su hermano.
El pelinegro pasó la mano por el árbol y acarició la superficie. Llevó los dedos frente a su rostro y olisqueó de una forma profunda. El olor dulzón era más notable ahí… podía seguir el olor a sangre a unos cuantos metros de distancia.
-¿Crees que hayan pasado el límite?
-No creo que sean tan estúpidos.
-Los Hyugas son estúpidos. – Recordó el menor.
-Sasuke, compórtate.
El moreno caminó un par de metros y miró el suelo. Sobre la superficie mullida de hojas podía ver las pisadas de lo que parecía ser un ciervo y barias gotas de sangre. También había huellas humanas, como de botas.
Apretó su mandíbula al tiempo que gruñía. No era secreto que los dos clanes vampíricos más importantes no se soportaban. Hace años que mantenían una pequeña guerra entre ellos por el territorio y la caza, aunque actualmente habían conseguido mantener la paz un tiempo.
Según lo que su madre le contó de pequeño, ambos clanes habían sido amigos durante un tiempo, pero cuando los Hyuga rehusaron a su condición de vampiro negando sus orígenes… fue la gota que colmó el vaso.
Algunas personas de esa familia habían tratado convertir a humanos en vampiros. Se comportaban como débiles sanguijuelas que engañaban a los aldeanos y fingían ser lo que no eran. Personas. Contrataban a humanos para que estuviesen de criados en su mansión y cuando sentían la necesidad jugueteaban con ellos como un gato juega con el ratón antes de comérselo.
-Itachi. – Llamó. – Aquí hay sangre.
El mayor se aproximó y se arrodillo en el suelo. Pasó uno de sus dedos sobre el pequeño charco rojo y lamió su dedo manchado. Hizo una especie de mueca, como de sorpresa y desagrado.
-¿Qué sucede?
-Hay dos tipos de sangre. – Susurró. – Un ciervo y un vampiro.
-¿Un vampiro atacado?
-Eso… o solo fue torpe. – Suspiró. – Lo que no comprendo es el olor dulce…
El Uchiha menor se rascó la nuca. Él tampoco entendía el porqué de ese olor. Normalmente un vampiro no olía de forma dulce, sino que carecía de olor. Algunos llegaban a tener el ligero aroma de las personas que se alimentaban… pero nadie ni nada olía dulce.
-Vamos. – El mayor señaló con la cabeza hacia la dirección por la que habían venido. – Se lo diremos a Otosan.
-Adelántate. – El menor cerró los ojos y trató de concentrarse. – Buscaré al animal.
Su hermano frunció los labios y comenzó a correr, perdiéndose entre los árboles en pocos segundos. Sasuke inspiró y se concentró, tratando de rastrear el olor a sangre y el dulce.
El aire le golpeó en la cara, haciendo en rastro sanguíneo más claro. Se dejó llevar por él, caminando como un fantasma con los ojos cerrados. Cada vez notaba el olor más fuerte y más denso.
Descubrió al ciervo tirado en el suelo, respirando con dificultad pero vivo. Supuso que la pérdida de sangre no había sido tanta y que él animal se recuperaría en unos días. Se acercó a él sigiloso y observó su cuello. Dos pequeños orificios perforaban su piel. Se extrañó. Eran más pequeños de lo normal. Aquello no tenía sentido…
Se decidió a rastrear el olor dulce. Aquello le parecía raro, pero todo un reto. Y un Uchiha… nunca decía que no a los retos.
Sonrió de una forma altanera. Se desabrochó la camisa blanca, dejando que el adorno de puntilla de su cuello colgara por su pecho descubierto. Sacó la camisa de dentro de sus pantalones para una mayor movilidad. Nunca le había gustado vestir así… pero el mantener la fachada de "familia humana" adinerada y de buena posición tenía un precio.
Se sentó sobre un tronco que había tirado en el suelo. Movió sus pies sin llegar a tocar el suelo. No podía dejar de pensar en lo raro que su primo se había puesto.
Miró alrededor, observando como el sol comenzaba a ocultarse llenándolo todo de oscuridad… pero aquello no parecía afectarle. Seguía viendo hasta el más mínimo detalle con total claridad.
Suspiró aburrida. Neji la había dejado en aquel matadero para que nadie la viese con esas ropas desastrosas. Supuso que Hiashi le mataría por traer en esas condiciones a su hija.
Sintió la necesidad de reír. Hiashi nunca había demostrado interés alguno en ella o en Umi. Simplemente las había perseguido hasta que se habían convertido en lo que quería, y después… nada. Absoluta indiferencia.
La prueba la tenia es que en toda la mañana, no había visto a su padre, ni siquiera escuchado su vos o recibido algún recado por su parte. Subió sus piernas sobre el tronco y las abrazó, escondiendo su rostro en sus rodillas desnudas.
Tocó sus tobillos y suspiró sonriente. Neji había destrozado su vestido, pero ahora que lo pensaba, se sentía mejor así. No le estorbaba el largo de la falda al caminar ni los tacones le provocaban dolor. Podía sentir el aire en sus piernas y la sensación era inmejorable.
Por un momento, envidió ser un hombre. Ellos podían disfrutar de sus cómodos pantalones que les llegaban por la rodilla y los calcetines que tapaban lo demás. No pudo evitar reír. La próxima vez que naciera seria un hombre.
Vio a lo lejos como su primo caminaba con lo que parecía un vestido y un par de tacones en sus brazos. Llegó a su altura y se los entregó, indicándole que podía ir dentro de la casa para cambiarse.
La peliazul le obedeció y correteó dando saltitos hasta cerrar la puerta tras de sí. Colgó el nuevo vestido tras de sí y se quitó el rasgado. Lo dejó caer al suelo y lo escondió entre las maderas y la vieja paja que había por el suelo. Revisó que su ropa interior estuviese intacta.
El blanco corsé estaba algo sucio y no había rastro de sus medias. Recordó que Umi se las había rasgado cuando la había mordido en el tobillo. Tal vez se las quitara… no lo recordaba.
Se enfundó en el nuevo vestido, de un color rosáceo claro y bordados blancos. Se miró en el reflejo de uno de los cristales rotos.
El escote cuadrado dejaba al descubierto su cuello y parte de sus hombros. No era como los que había llevado hasta ahora, sino que este parecía mucho más caro. Se fijó en su pelo revuelto y despeinado y trató de arreglarlo, aunque lo dio por imposible debido a los múltiples enredos. Se calzó rápidamente y salió con cuidado de la caseta.
Su primo la esperaba sentado en el tronco que antes había sido ocupado por ella.
-¿Y tu vestido? – Preguntó al no ver el que antes traía.
-Lo escondí. – Susurró. – La próxima vez n-no hará falta romper… otro. – Murmuró.
Se mantuvo tras los arboles, esperando que el Hyuga se largara de aquel lugar. Había estado observando desde hacía rato aquella caseta.
El olor dulce lo había guiado hasta allí. Descubrió a la chica sentada en el tronco, abrazada a sus piernas mientras pensaba. Su larga melena revuelta y sus ropas rasgadas le daban el aspecto desvalido que tenia cualquier campesina o mendiga, pero cuando vio los pequeños colmillos, su aspecto le pareció el de una pequeña fiera.
Sabía que ese no era su territorio y que si lo pillaban podría traerle problemas… pero estaba seguro de que para cuando volvieses, su olor habría desaparecido del lugar.
Vio como una chica salía de la caseta. Los observó intercambiar un par de frases antes de que el castaño la cogiera en brazos y desapareciera echando a correr.
Sin perder más tiempo, se internó en la caseta y rebuscó por todos los rincones hasta encontrarlo. El vestido había sido escondido entre las ruinas de aquel lugar. Olisqueó la tela, reconociendo el olor que había estado siguiendo en ella. Rompió un trozo de esta y se la guardó en uno de sus bolsillos.
Tenia la prueba que necesitaba. Ahora solo tenía que ir ante su padre e informar del ciervo, del olor y de la prueba. Los Hyuga habían roto el tratado. Habían cruzado de territorio y habían cazado en él. Puede que aquella chica no tuviese nada que ver en aquella guerra, pero la venganza era algo que no podía dejar pasar.
FLASH BACK
La mujer se arrodilló en el suelo y extendió los brazos, haciendo que el niño de pelo negro se abalanzara sobre ella y la abrazara por el cuello. Notó como sus pequeñas manitas se aferraban a su cuello y la apretaban con poca fuerza, queriendo apegarse a ella.
-¿Lo has hecho tu? – La mujer la miró con curiosidad el dibujo que el menor había echo.
-Hai, yo lo hice. – Señaló el niño. – ¿L-lo ves Okasan?
-Lo veo… - Sonrió, tomando el pequeño papel entre sus dedos. – Pero eres muy pequeño para dibujar tan bien. – Sonrió.
-Ie Okasan. Ya tengo chinco años. – Canturreó. – Pimero dibujé a Otosan, luego a ti, a Itachi y a mi. Puce los colodes y el pintéel paisaje, demo… ¡Itachi me hició esto! – Hizo gesto con sus manos, tratando de explicarse mejor mientras señalaba la pequeña mancha que había en la esquina del folio.
La mujer sonrió, conteniendo un poco su risa ante los esfuerzos de su pequeño por dar una explicación.
Lo cogió y tiró de él, cogiéndolo al brazo y dándole un pequeño beso en la frente. La puerta de entrada se abrió de golpe y entró un hombre con el rostro severo y un niño caminando a su lado. El mayor se metió dentro del despacho y el niño caminó hacia las dos personas que lo observaban.
-Ohayo Mikoto-san, Ohayo Sasuke-kun
-Tsk… Copia… - Masculló el pequeño.
-Sai-kun, que alegría verte. – Sonrió la mujer. -¿A qué se debe tu visita?
-Otosan quería tratar un asunto con Tío Fugaku… y yo vine a verles a ustedes.
-Que encanto. – La mujer Uchiha acarició su cabeza, revolviendo sus cortos cabellos oscuros y sonriéndole.
Sasuke miró de reojo a su primo y abrazó con fuerza a su madre. No es que quisiera protegerla ni nada de eso, simplemente que si primo no le caía nada bien. Siempre andaba con esa sonrisa que le daba mala espina y con sus libros de texto, leyéndolos a cada rato para "entender" a las personas.
Parpadeó un par de veces y sacudió su cabeza. Escuchó un fuerte ruido y forcejeó silenciosamente con su madre para que lo dejara en el suelo. Salió disparado viendo a su padre y a su tío manteniendo una fuerte discusión en el salón. No entendía gran cosa, solo un par de frases sueltas relacionadas con un "Asqueroso Hyuga" y "el estúpido tratado".
Hablaba demasiado deprisa, tratando de excusar a alguien y dar una buena explicación, pero no serbia de nada.
-Hermano… no hay nada que hacer. – Respondió el padre de Sai.
-Tiene que haber algo! – Gritó. - ¡Tú la conoces Madara! ¡Ella no…!
-¡Ella se salió del territorio! – Respondió el otro en un grito, intentando acallar a su hermano. – He mantenido una larga reunión con Hiashi… y la violación del tratado exige que la persona que lo violó sea entregada.
-¡No hablar! – Se levantó del sillón.
-¿Qué ocurre? – Mikoto se acercó a los dos hombres.
-Mikoto… - Madara suspiró. – Hiashi exige que seas entregada por violar el tratado. Entraste en su territorio hace dos días.
-Tan solo paseaba por el bosque. – Se excusó. – Ni me di cuenta de que había cruzado de territorio. Yo misma puedo hablar con él y explicarle que…
-Lo he intentado. – Respondió. – E insiste en que si este despiste se deja pasar, nadie respetará el tratado. Además… - Añadió. – Hiashi siempre ha buscado una escusa para apoderarse de nuestro territorio, y me temo que esto sea una escusa para hacerlo.
Sasuke seguía la conversación desde la puerta, junto a su primo Sai. Ambos se miraron de una forma seria y sin entender nada de lo que los adultos decían.
-Lo haré. – Concluyó la mujer.
-¡Ie! – Fugaku la cogió de la cintura y la apretó contra él. – Dile a Hiashi que no accedo.
Madara dudó un momento antes de retirarse. Hizo una seña a su hijo para que lo siguiera y ambos desaparecieron por la puerta de entrada. El pequeño siguió observando a sus padres. La escena no era nada agradable. El cabeza de clan abrazaba a su esposa con furia mientras ella solo se dedicaba a calmarlo.
-Ie… - Repitió el hombre.
-Shhh… Tranquilo. – Suplicó la mujer.
-¡Ie! – La abrazó con más fuerza. - ¡No quiero perderte!
-… No lo harás. – Le dio un pequeño beso en los labios. – Siempre estaré contigo.
-Okasan… - Sasuke se atrevió a interrumpir. - ¿Ocurre algo… malo?
-Ie... Sasuke. – Mikoto le sonrió de una forma dulce y le acarició la cabecita. - ¿Puedo pedirte un favor?
-Hai. – El niño sonrió feliz de poder ser útil.
-Solo… pórtate bien.
Le pareció un favor bastante absurdo. Fugaku escondió su rostro tras la figura femenina, apretando su mandíbula de la rabia y tratando de que nadie viese la lagrima que había resbalado por su mejilla.
FIN FLASH BACK
Golpeó un árbol ante el recuerdo. Hubiese soportado cualquier tortura o dolor antes que el ver como su madre era asesinada en el límite del territorio Hyuga.
Aun podía ver como su cuerpo caia al suelo sin vida por culpa de aquel hombre de cabellos castaños y ojos blancos como la nada.
Hiashi se lo pagaría caro… y puede que más pronto de lo que pensaba.
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NA: Si… se que debería de haber colgado un par de contis, demo ya solo me quedan 6 días para los exámenes de inicio y después tendré dos semanas en las que me dedicaré a subir todas las contis atrasadas. De todas formas espero que les guste y dejen review n.n
Subí este nuevo fic porque ya estaba escrito y dudaba entre hacerlo o no. En fin… supongo que si a nadie le gusta lo borrare como tengo pensado hacer con el de "dos almas perdidas".
