Nota: One Piece no me pertenece, sino al gran EIICHIRO ODA

Nota2: Algunos ya se habran dado cuenta de ello pero para los que no les explico, hace unos días estaba revisando los fics que llevo leyendo diariamente y los que no…y me tope con que el verdadero escritor(a) había eliminado la historia, trate de buscar su cuenta pero no lo pude allar…asi que me dije : este fic era uno muy bueno, no quiero dejar que se quede en el olvido, asi que "he me aquí"… si sirve de algo, se lo dedico a aquel escritor(a), prometo terminarlo lo mas rápido que pueda pero no tanto para que puedan leer tranquilos el fic… y a decir verdad es uno largo a si que alégrense y emociónense, tenemos para mucho mas rato ;) :)

.-.-. Capitulo 1.-.-.-.

"Hay mañanas en las que deberías haberte quedado en la cama"- pensó Robin, mientras veía, impotente, cómo se desperdigaba el contenido de su bolso por el suelo. Había tropezado con una bola pequeña y peluda, que se escurrió entre sus tobillos al tiempo que ella entraba en el portal.

Ahora estaba en el suelo, intentando levantarse y muerta de vergüenza. El sentido del ridículo suele aparecer cuando hay alguien para verlo. Y claro, allí estaba él. Un joven de ojos tan intensos que hubieran hecho llorar de envidia al mismísimo Paul Newman. El motivo de su vergüenza no era haberse caído cual árbol recién talado; eso era lo de menos. La razón era el vibrador que su amiga Nami le había regalado ese día por su cumpleaños y que ahora, en marcha, reptaba por aquel suelo de mármol como si fuera un gusano epiléptico.

—Lo siento mucho. ¿Te has hecho daño? —preguntó él, ofreciéndole la mano—. El pobre Coco llevaba todo el día sin salir. Lo siento. Eres la nueva del segundo, ¿no? — Robin aceptó aquella mano grande y cálida para levantarse

— Soy Zoro, el del ático.

—Robin —murmuró.

Sentía la cara como un tomate maduro. Sin atreverse a mirarlo, se abalanzó a por las hojas de los ejercicios, que había llevado para corregir , y a por el vibrador, antes de que su vecino lo descubriese. Por desgracia no fue lo suficientemente rápida; en dos zancadas él ya lo había cogido, desconectado y... ¡estaba leyendo el nombre que la loca de Nami había escrito con Marcador indeleble junto al botón de encendido —Creo que tu amigo Wolverine tenía ganas de jugar.

Robin lo tomó para lanzarlo al fondo del bolso, de donde nunca habría debido salir. La cara le ardía como una estufa al rojo.

"Tienes treinta y ocho años. ¡Por Dios! Puedes tener un vibrador o una docena y a nadie le importa."

Procurando calmarse, se atrevió a mirar a su vecino. Sus ojos seguían siendo espectaculares. Había sido su poder de atracción el culpable de que al entrar no viera al pequeño bicho peludo. Ahora había descubierto que tenía un hoyuelo en la mejilla izquierda. Desde luego, estaba muy, pero que muy bien. Lástima que fuera tan joven; seguro que ella le sacaba al menos diez años. Una pena.

—Gracias. Me lo acaba de regalar mi amiga. Ella le ha puesto ese nombre —explicó,

intentando controlar la vergüenza.

—No está mal —asintió, sin apartar los ojos de ella. Tenía una forma de mirar con tanta atención que Robin se quedó prendada sin darse cuenta. Luego, como volviendo en sí, se agachó para recoger todo aquel batiburrillo de bolígrafos, cartera, móvil, brillo de labios, toallitas húmedas y demás enseres, para devolverlos al enorme bolso. Al incorporarse, Zoro ya tenía todas las hojas de ejercicios en las manos.

—Eres profe. —Su hoyuelo hizo una fugaz aparición al tiempo que hacía un gesto con las cejas, como si el detalle le resultara gracioso.

—Pobrecito Coco, ¿te han dejado solito en la calle? —dijo un joven pelinegro al entrar en el portal y levantando al perro. Al ver a Zoro se le iluminó la mirada

—. ¡Hola, corazón! Acabo de encontrarme a Coco. ¿Cómo es que estaba suelto y solo? —Se acercó para dar un par de besos en las mejillas a Zoro antes de dejar al perro en el suelo y sacudirse las mangas de su americana azul turquesa.

—Hola, Bon. Hemos tenido un accidente. Estaba ayudando a mi nueva vecina a recoger sus cosas. —Se volvió hacia ella—. ¿Lo tienes todo?

—Sí. Gracias —Les sonrió a los dos y muy digna, sin esperar al ascensor, subió los dos pisos andando.

Bueno, pues resultaba que su vecino no solo era unos diez años más joven que ella: además era homosexual. Eso terminaba con cualquier posibilidad.

—¡Hola, Mama! —gritó su hijo, cuando ella entró en la casa—. Monet me está enseñando a dibujar a Spiderman. ¿Sabes qué? ¡Dibuja muy bien!

—Hola, cariño. —Le besó en la coronilla—. Hola, Monet. Sí, Noah; lo sabía. Dibuja y pinta muy bien. —Sonrió a la canguro, que ya estaba recogiendo su bolso—. Gracias, Monet. Siento llegar más tarde. He tenido un percance en el portal.

—No importa, Robin. Lo estábamos pasando muy bien. ¡Nos vemos mañana! —se despidió antes de salir.

Noah siguió enfrascado en pintar al superhéroe con sus colores correspondientes y Robin se dirigió a su dormitorio para cambiarse de ropa y para guardar a Wolverine a buen recaudo. Ya se había presentado ante su vecino; no era plan que su hijo lo descubriera. Sonrió al recordar todo el episodio del portal.

—¡Madre mía! ¡Qué vergüenza! —murmuró, guardando el vibrador en lo alto del armario. Allí Noah no lo encontraría. Conociendo a su hijo, no tardaría en contárselo a su padre y... Law lo sacaría todo de quicio.


Zoro entró en casa, seguido de Bon. Coco, que se había colado entre los tobillos de los dos en cuanto abrió la puerta, les esperaba en medio del salón con uno de sus juguetes en la boca y agitando el minúsculo rabo.

—Bueno, ¿y quién era la mujer con la que hablabas en el portal? Me ha parecido que te la estabas comiendo con los ojos —soltó Bon, dejándose caer en el sofá—. No estaba mal y ahora que ya no estás con... ¿cómo se llamaba la de las coletas?

—Perona

—Eso. Ahora que no estás con Perona, tienes vía libre para intentarlo con ella.

—Hablas como si no pudiera estar sin una mujer mucho tiempo. —Bon puso los ojos en blanco

—. Vale, lo sé —admitió con desgana

—. Ella es la nueva vecina del segundo. Ha tropezado con Coco al entrar y ha terminado en el suelo.

—Coco, has sido malo —riñó Bon al perro, mientras le acariciaba—. No debes tirar a la gente. —Se volvió a Zoro—. No parecía haberse hecho daño.

—No lo creo. Le preocupaba más recoger todo lo que había salido de su bolso. La verdad es que llevaba todo un arsenal dentro. —Meneó la cabeza al recordarlo—. Es profe...

—Uy, uy, uy, no me digas más. ¡Con lo que a ti te ponen las profesoras! ¿Sabes si está casada, soltera, viuda, separada...?

—Creo que está separada. No tenía alianza.

—Ahora eso no tiene mucho que ver.

—Lo sé, pero en todas estas semanas, desde que se mudó al segundo, solo he visto a su hijo y a la canguro. Ningún hombre.

—Bien. Pues vía libre, corazón — Zoro se fue a la cocina para preparar algo de cena. Sonrió al recordar a Wolverine y a la profe toda ruborizada. Su primo tenía razón: estaba muy bien. Se preguntó si tendría pareja. «Si su amiga le ha regalado un consolador, por algo será», razonó, esbozando una pícara sonrisa. «¡Wolverine! ¿Quién le llama así a un vibrador?»

—He encontrado un cabecero ideal para la cama del dormitorio de invitados —anunció Bon al entrar en la cocina — Es una puerta antigua. Solo habría que decaparla, darle una buena laca y tal vez tapizar algunas zonas.

—Por mí, vale. —Cogió unas patatas del cesto y comenzó a pelarlas—. Ha llamado Daz —dijo, antes de mirar de soslayo a su primo para ver su reacción. Bon tenía siempre el mismo problema: se ruborizaba y empalidecía con mucha facilidad.

—¿Qué...? —Tragó saliva y miró para otro lado—. ¿Qué te ha dicho?

—Quería saber de ti. Está preocupado. Dice que estos cuatro días están siendo un infierno para él. —Zoro le miró con reproche, mientras seguía pelando patatas—. No entiendo por qué le haces esto. Cada vez que te pide matrimonio, vienes corriendo y te dedicas a decorar una habitación. Que conste que no me quejo. Me estás dejando la casa preciosa, pero esta es la última. ¿Qué harás la próxima vez que te lo pida?

—Aún quedan los dos baños y la cocina —trató de bromear , pero la voz le salió tomada—. No sé Zoro . Me asusta eso del matrimonio. ¿Para qué casarnos si vivimos muy bien así? Él ya estuvo casado y mira cómo acabó.

—Paula Doublefinger no era la persona apropiada para él. No intentes sacar las cosas de quicio — le reprochó—. Intenta hablarlo con él, sin huir. Daz no se lo merece.

—¿Me lo estás diciendo tú, que nunca te has comprometido con nadie?

—Lo mío es diferente, Bon. Yo no he encontrado a la mujer ideal. —Cortó las patatas en tiras para freír.

—¿Acaso la estás buscando? ¿Con cuántas has salido desde lo de Perona?

—Con todas las que se me han puesto a tiro, Bon, pero sigue sin tener nada que ver . Aún soy joven y quiero divertirme. No estoy enamorado y tú sí. Si lo estuviera, desearía estar todo el tiempo posible con ella. Compartir mi vida con ella. —Dejó las patatas cortadas en un plato y sacó una sartén, antes de mirarle—. ¿Lo llamarás?

—Vale. Lo llamaré... un día de estos —aseguró. Luego acarició la cara de su primo con cariño—. Para no ser gay tienes mucha sensibilidad.

—¡Las manos quietas, mariposón! —protestó Zoro, entre risas—. Anda, pásame el aceite.

Continuara…

Estoy un tanto cansado por que se ocurrio publicarlo en la madrugada, pero el tiempo por ahora me sobra asi que no se preocupen a los que les gusto o a los que siguieron el fic, muy pronto alcanzaremos nuevos caps ;) :)