¡Hola a todos!
Creo que ha pasado un año desde la última vez que subí algo a Fanfiction, y sé que todavía tengo una historia que seguir, pero cada vez que se me mete una idea en la cabeza no paro de trabajarla hasta terminarla (en su mayoría).
Lo primero que me gustaría remarcar sobre este fic es la presencia de Genderbend. Será sólo y únicamente por parte de Kariya, pero será a lo largo de toda la historia. Hace tiempo que quería escribir algo con Fem!Kariya que sea Slice of Life. Realmente me encantan las historias de la vida cotidiana, así que quise intentarlo;;
Siendo totalmente honesta, a pesar de tener la historia preparada y buena parte escrita, no estaba cien por ciento segura de publicarla, y de hecho todavía sigo insegura al respecto. No estoy segura si a la gente agradará el genderbend, si la historia será lo suficientemente buena o si mi escritura esta a la altura de este sitio. Supongo que estoy aquí debido a un impulso imprevisto, pero de todas forma, si alguien lee (y le gusta) esta historia, eso será suficiente para hacerme sentir un poquito más segura al respecto.
¡Gracias por leer!
"Un nuevo comienzo"
Así era como a su tutora le gustaba definirlo; una nueva bocanada de aire, pura y fresca; una impecable página en blanco aguardando a que un nuevo relato sea narrado entre sus renglones. A su tutora le gustaba usar ciento de metáforas para explicar cada una de las etapas de su vida, pero no importaba cuantas comparaciones usara, no podía cambiar su visión de las cosas. Para ella no era así. Le era indiferente, poco importante. Tampoco era como si hubiese deseado ser transferida, pero era ya algo tan común que le daba lo mismo.
"La situación lo ameritaba" y ya. Esa era su verdad única, la razón que había decidido darse a sí misma.
Observó atenta a su alrededor. Tenía que admitir que el edificio que se alzaba en frente a ella era imponente, no sabía si era por la estructura en sí o por lo que transmitía el estar parado frente a la mismísima secundaria Raimon. En si el inmueble no difería demasiado de su antigua secundaria o de cualquier otra secundaria del país, pero había algo que la hacía sentir pequeña y diminuta, y eso no hacía más que tragarse la poca confianza que había logrado reunir en toda la mañana. Pasar desapercibida era su mejor habilidad, pero ahora mismo aquella cualidad le era inútil. No importase cuanto intentara impedirlo, ese día estaba escrito que sería el centro de atención de muchos curiosos que miraban intrigados la nueva cara que se integraría a la secundaria Raimon, y eso no hacía más que estremecerla.
Pasó varios minutos ahí estancada, analizando cosas tribales e incluso considerando la idea de salir corriendo de allí, todo porque aquella maldita ansiedad volvía a invadirle el cuerpo y le impedía pensar con la cabeza fresca. Necesitaba despejarse y por sobretodo quitarse de la mente la idea de huir, porque si eso llegara a suceder, ¿con qué cara podría ver luego a su tutora? Ya demasiados problemas le había dado en los últimos meses; agregar evasión de actividades curriculares a la lista era sólo añadirle más leña al fuego. Su agradecimiento hacia ella era infinito a pesar de que no lo demostrase, pero toda su buena voluntad poco a poco la iba abandonando al punto de sentir su pie dando un paso atrás en un ademán de huir del establecimiento al que ni siquiera había ingresado. En verdad se hubiera echado a la fuga de no ser por el golpe que sintió en su espalda.
— ¿Te encuentras bien?
Había chocado con un chica que extrañamente parecía más preocupada que molesta por el golpe, aunque a decir verdad su semblante parecía más confundido que preocupado por ella. No pudo unir ni una sola sílaba, pero suponía que había entendido que todo estaba bien luego de frenéticamente asentir varias veces con la cabeza y largarse de allí lo más rápido posible con rumbo a la escuela. Juraba que aquello había sido alguna especie de señal o impulso divino enviado directo del mismísimo cielo.
Sentía como se encogía más y más a con cada paso que avanzaba, especialmente con las miradas penetrantes del alumnado fijadas en ella, pero desesperó al notar que ya se encontraba dentro del edificio sin la más mínima idea de dónde debía dirigirse. Llevó una de sus manos a su rostro creyendo que aquella mera acción podría borrar su presencia de allí, o al menos hasta que pudiera recordar las instrucciones que su tutora le había dado en la mañana, pero no... su cabeza se hallaba en blanco. Antes de que cualquier sonido agudo producto de la frustración pudiera salir de su boca, sintió una llamada de atención en su hombro. Giró bruscamente, desalineada y con los ojos levemente llorosos.
— ¿Estás bien? ¿Necesitas ayuda? — una voz gentil y calma inundó su oídos. Era como si todo se hubiera apaciguado de un segundo al otro.
En ese momento lo único que pudo hacer es perderse inevitablemente en los profundos ojos cafés de la única persona que se había tomado la molestia de asistirla. Le llevaba poco más de una cabeza, sin embargo no alzó su mirada más de lo necesario; al contrario, se encogió al notar el breve contacto visual que ambos estaban haciendo, clavando la mirada al suelo para que nadie, mucho menos él, pudiera leer el pánico que sus mismos ojos delataban.
— Busco la dirección... — En medio del desespero, algo dentro de su cabeza hizo click, recordándole cuales eran los pasos a seguir que le habían explicado esa mañana. — Necesito ir a donde el director.
Usaba lo mechones que caían sobre su rostro para esconderse de la mirada ajena. Siempre hacía eso para evitar el contacto visual, y era la única razón por la cual por años se había rehusado a cortarse el flequillo, incluso si su vista se veía afectada. Recibió miles de regaños por parte de su tutora por ello, aún así nunca aceptó la idea de cortar los cabellos, así que una vez rendida, le obsequió un par de clips para al menos correr los mechones a un costado. Solo para evitar más sermones, se aseguraba de colocarse los clips diariamente, aunque con el paso del tiempo la tarea se convirtió en costumbre. La idea aún no le agradaba del todo, pero al menos podía leer cómodamente.
Pese a su "escudo", aún podía sentir su mirada encima de ella, pero se estremeció aún más al notar una tercera presencia en aquella casual e improvisada reunión, alguien presenciando la escena a tan sólo escasos pasos atrás del chico de ojos café.
Apostaba todo lo que tenía en que acababa de ver a la chica más hermosa que jamás había visto; los rasgos delicados de su rostro eran perfectos y su cabello rosado recogido en dos coleta parecía irradiar con un brillo descomunal, pero la descolocó ver que llevaba puesto el uniforme azul característico de los masculinos de Raimon, sin mencionar que algo en su mirada la intimidaba un poco.
— La dirección está en el cuarto piso. Yo te llevaré. — afirmó su auxiliar. Luego se volvió a su compañero. — ¿Vienes o te veo luego?
Antes darle una respuesta, sintió los deslumbrantes ojos azules del chico de coletas la recorría desde los pies a cabeza de manera fugaz y casi imperceptible, salvo para ella por supuesto. No se necesitaba ser un genio para entender lo que eso significaba.
— Te veo luego en la práctica. No llegues tarde. — Saludó simplemente levantado la mano para luego llevarla al bolsillo de su pantalón, y de esa manera comenzó a avanzar en dirección contraria hasta perderse en la multitud.
— Ven, es por aquí. — Su gentil voz pasó completamente por su lado y avanzó varios metros más. Lo siguió seriamente con la vista hasta que, rendida, decidió seguirle.
En verdad no hacía falta que la acompañase, con algunas indicaciones hubiera sido más que suficiente, pero por más que lo intentó nunca encontró la oportunidad para comunicárselo, y como consecuencia ahora debía soportar esa incómoda parte en la cual sólo se dedicaba a seguirle los pasos en el más puro de los silencios. No podía ver el momento de llegar finalmente a destino para poder acabar con aquella pequeña e irritante tortura.
— Eres nueva, ¿no es así? — la suave voz de su acompañante cortó su transe obligándola a levantar la mirada del interesante piso. Puedo notar como sin cesar el paso la miraba de reojo en espera de alguna respuesta.
Apretó los labios y tragó saliva. Al parecer iba a tener que charlar.
— Me trasladaron hoy. — respondió concisamente. No había mucho más que acotar al respecto después de todo.
— Ya veo... Es raro recibir alumnos una vez comenzado el año escolar. — acotó. — Espero que tengas una buena experiencia en Raimon.
Rió internamente. Eso esperaba ella también.
Prosiguieron varios metros más en silencio, un silencio igual de incómodo que el anterior pero conveniente para la chica. Subieron tres de los pisos mencionados y ya en el cuarto pudo divisar una puerta a lo lejos donde en un pequeño cartel se leía "Dirección".
— Allí está; aquella es la dirección. — afirmó con obviedad, luego se giró completamente hacía ella. — Por cierto mi nombre es Shindou Takuto, de segundo año. — se presentó finalmente.
Se repitió el nombre para sus adentros a una velocidad increíble para que quedara grabado en su mente. No tenía intenciones de dar con Shindou nuevamente, pero mejor recordar su nombre sólo por formalidad.
— Kariya Masako, de primer año. Encantada de conocerlo. — saludó ahora mucho más relajada, haciendo una pequeña reverencia.
— Es un lindo nombre. — sonrió como si hubiera oído la palabra más bonita jamás pronunciada, y no sabía si fue su encantadora sonrisa o producto del comentario en sí, pero no pudo evitar sentir algo de calor en sus mejillas. — Si necesitas ayuda con las instalaciones del instituto, no dudes en buscarme y consultarme; con gusto te asistiré. — ofreció antes de saludarla y finalmente retirarse hacía su clase.
Esperó a perder a Shindou de su vista para ingresar la sala donde ya la estaban esperando. El director se encargó de darle la bienvenida y brindarle una pequeña pero densa charla sobre Raimon, sus raíces y cómo funcionaban las cosas en el instituto. Se tragó veinte minutos de puro parloteo innecesario hasta que cayó en la cuenta de que en realidad estaban haciendo tiempo para que su profesor tutor llegara al recinto.
En medio de su charla instructiva, el director la invitó a acercarse al gran ventanal que iluminaba la habitación el cual daba directo al predio exterior del equipo de fútbol donde podía notar que algunos jugadores ya se encontraban practicando. Raimon era famosa en la región y el mayor de sus prestigios era su equipo de soccer. Si amabas el fútbol, entonces te encantaría estudiar en el mismísimo instituto donde se formaron los nombres más reconocidos del Inazuma Japan. Obviamente también había otros clubes, pero lo que más se respiraba en los alrededores era fútbol, y las numerosas copas de Fútbol Frontier que se exhibían en la sala no hacían más que dar fe de ello.
Hubiera pensado que el monólogo de la máxima autoridad de Raimon se extendería por horas de no ser que las puertas se abrieron de un golpe y dejando pasar a un hombre frenéticamente acelerado y agitado quien resultó ser su profesor tutor. Sólo intercambiaron unas pocas palabras antes de que los dos dirigieran a los pisos inferiores. A su clase, para ser específicos.
— Bienvenida a tu clase. — pronunció el hombre con un tono de advertencia más que de bienvenida. Deslizó la puerta e ingresó al salón, interrumpiendo la fiesta que se llevaba a cabo dentro con motivo de su presunta ausencia.
Apretó con fuerza el bolso entre sus manos y avanzó detrás del adulto de la manera más rígida posible hasta llegar al medio del salón donde el profesor la esperaba con un pequeño trozo de tiza en mano. Lo tomó y se volteó a la pizarra. Estaba limpia y pulcra, como esperando que los primeros vocablos sean escritos en ella. Tomó aire para apaciguar un poco el temblequeo de su mano y chocando con suavidad el material sobre la superficie, dio sutiles trazos hasta escribir su nombre con tal grado de prolijidad que incluso a ella misma le sorprendía; los kanji que comprendían su apellido, su nombre en kana, todo se veía prolijo y lindo, tanto que podría sacar su móvil y sacarle un foto para luego subirla a internet.
Volvió a voltearse, esta vez enfrentando a grupo de adolescentes cómodamente ubicados en sus bancos que la observaban con los ojos redondos, expectantes de lo que fuese que vaya a decir. Paseó rápidamente su mirada por la habitación mientras acomodaba sus palabras, tragó saliva y finalmente habló.
— Mi nombre es Kariya Masako. Fui transferida el día de hoy. Espero que nos llevemos bien. — terminó brevemente haciendo una reverencia tan rápida que le desacomodó los cabellos.
— Eso fue algo escaso, ¿por qué no nos cuenta algo más de usted, señorita Kariya? De dónde es, por ejemplo.
Comenzó a insultar por dentro en todos los idiomas posibles. Quería omitir esa parte de las presentación en la cual explicas todo sobre ti y del por qué eres trasladado a un nuevo instituto a mitad del ciclo escolar sin poner como excusa que tus padres consiguieron un nuevo trabajo y tuvieron que mudarse de ciudad. Eso era lo comúnmente pasaba con los humanos corrientes, pero Kariya a veces dudaba de que ella fuera humana.
Se tomó unos segundos para apretar sus labios y replantear su discurso.
— Soy de aquí, de Inazuma Town. Hace poco nos mudamos de casa y como mi anterior secundaria quedaba demasiado lejos optamos por transferirme a una más cercana. — Si había algo en lo que Kariya era buena, eso era mentir y ahora ofrecía su mejor sonrisa rogado a todas la entidades celestiales que el entrometido de profesor y por sobre todo sus compañeros se tragasen su boba historia.
— Muy bien, puede sentarse. Allí hay un pupitre libré. — indicó el adulto señalando el único banco vacio ubicado casi al fondo del salón. — Tome asiento allí, por favor.
Hizo caso y se dirigió con rapidez a su pupitre antes de que a alguien más se le ocurriera abrir la boca para fastidiarla con alguna otra pregunta insulsa, y hubiera deseado que lo incómodo del momento hubiera terminado ese instante, pero para su infortunio las miradas indiscretas de sus compañeros nunca cesaron a lo largo del día. Algunos incluso se volteaban descaradamente para verla y apuntaba su índice hacia ella para ubicarla. Su concentración en clase se había ido al diablo ese día.
Chocó la cabeza contra la tabla de su pupitre como si se tratase de una almohada y permaneció así por algunos cuantos minutos. Gracias a Dios no quedaba mucho más que media hora para que la jornada escolar terminara, y a su profesor se le había dado por ir a buscar unos papeles que al parecer le estaban tomando más tiempo del planeado. Pretendía quedarse así hasta que el profesor llegara o el timbre de salida sonara, sin embargo un chistido proveniente del banco de al lado intentaba llamar su atención. Sin despegar su cabeza del pupitre, dirigió su vista a la mesa a su izquierda, donde una chica también cargada cómodamente en su propio banco la miraba divertida.
— Kariya... ¿no es así? — Asintió lentamente paseando sus hebras azuladas por toda la superficie de la tabla. — Soy Sorano Aoi. Nos vimos esta mañana en la puerta principal, ¿recuerdas?
Casi olvidaba de todo el embrollo de hoy temprano, y rememorando el hecho, ahora caía en la cuenta de que en verdad había sido Sorano la que se había preocupado por ella en la mañana antes de entrar al instituto. De hecho fue gracias a ella (o más bien su culpa) de que no haya salido huyendo de la escuela.
Pestañó muy lentamente pensando qué debía decir.
— Sorano-san... — Hablar con media cara aplastada en el banco le era algo difícil.
— Sólo dime Aoi.
— Aoi-san — Corrigió rápidamente. — Gracias por preocuparte por mí esta mañana. — agradeció falsamente, porque en verdad no sentía nada.
La chica sonrió cándidamente. La mano apoyada en su mejilla sólo hacía que su sonrisa se viera más divertida.
— ¿Y cómo la has pasado en tu primer día? De seguro tuviste un día emocionante.
Volvió su cabeza al frente una vez más. No entendía bien a qué venía la conversación espontanea y el repentino interés de Aoi, pero a pesar de no apetecerle hablar, le siguió la charla sólo por educación.
— Bastante estresante, a decir verdad.
— Ya veo... — Aoi no parecía demasiado interesada en ello, aunque eso tampoco le interesaba mucho a Kariya. — Y... Kariya, ¿ya pensaste a qué club te unirás? Hay muchos clubes en la secundaria, cada uno de ellos tiene su toque especial. Deberías pensártelo bien antes de decidir.
La miró de reojo. Tenía razón. Elegir un club era una decisión que comprendía de unas buenas horas de reflexión y no debía tomarse a la ligera. Afortunadamente Kariya Masako ya tenía su decisión tomada desde el primer momento. Ya sabía cuál era su club.
— Me uniré al club de vuelta a casa.
Ese era su club.
No había mejor cosa que volver a casa para jugar videojuegos, leer o simplemente hacer nada.
— ¡¿Ehhh!? ¡No puedes no unirte a un club! — Aoi se levantó abruptamente de su asiento y golpeó sus palmas en su banco. Podía ver como su silla se balanceaba de un lado a otro haciendo todo lo posible por no caerse. —...Bueno, de hecho si puedes. — habló en un tono más calmo luego de ver que toda la clase se había volteado hacía ella y su escándalo. — ¿Pero no te interesaría unirte a algún club acaso? Podrás aprender cosas nuevas y hacer muchos amigos.
Kariya cerró sus ojos por unos escasos momentos y rio por dentro. Hacer amigos era lo último que figuraba en su lista de "cosas por hacer", y ¿aprender cosas nuevas? Todo lo que necesitaba aprender estaba en las clases del instituto, no en actividades extracurriculares.
— Lo siento, no me interesa.
La chica volvió a chocar sus manos, pero esta vez sobre el pupitre de Kariya, provocando que su cabeza se despegara abruptamente de la superficie.
— ¡Vendrás al club de fútbol conmigo!
Miró las manos apoyadas con fuerza sobre la madera, luego se dirigió a los ojos de Aoi que por alguna razón parecían desafiantes.
¿Club de fútbol? No quería saber nada con ningún club, mucho menos de fútbol. Para hablar de fútbol estaba su hogar, donde el dichoso deporte era el tema de conversación favorito de todos las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana. Si quería un club de fútbol, lo único que debía hacer era volver a casa y comenzar a patear un balón en el pequeño campo de soccer que tenían en el fondo del jardín, y para volver a casa necesita unirse al club de vuelta a casa. ¡Todo cerraba!
— El club de fútbol suena lindo. — mintió de la manera más natural y en ese preciso momento la campana de salida sonó. Kariya se levantó lentamente de su asiento y comenzó a juntar sus útiles. — Pero realmente no me interesa. Gracias por la invitación de todas formas.
Hubiera terminado de tomar sus cosas y se hubiera echado a correr hacia la salida, pero la mano de Aoi fue mucho más veloz y ahora tenía apresado su brazo.
— Ven al club de fútbol conmigo.
Kariya gritó internamente. La seriedad en las palabras de Aoi la aterraban, y no sólo eso sino que también la forma en que la veía le daba la sensación de que en cualquier momento sacaría un palo detrás de ella y le pegaría en la cabeza si se atrevía a volver a decir que no. Tenía que ser sincera, no le apetecía en absoluto unirse al club, pero al momento de volver a declinar la oferta, recordó como Aoi había sido la única persona del grupo que legítimamente se había acercado a ella con intenciones de hablar (o algo así) y eso pareció inclinar lo suficientemente la balanza como para hacerle tomar una decisión.
Suspiró pesadamente.
Adiós tarde de videojuegos.
Miró fijamente la puerta de metal frente a ella como si tuviera la culpa de todo el infortunio a lo largo de su vida, luego miró a su izquierda: Aoi le sonreía. Viró a la derecha: él tenía la misma expresión.
A mitad de camino Aoi se topó con uno de los miembros del equipo de fútbol, Tenma; quien por cierto no recordaba el nombre de Kariya, por lo cual se vio obligada a repetir su presentación pero de la manera más concisa posible obteniendo sólo como respuesta un "¡Genial! Tu sólo llámame Tenma"
Matsukaze Tenma era otro de sus compañeros de clase y era uno de los pocos a los cuales realmente le recordaba la cara, aunque no por su cara específicamente sino por su ridículo cabello el cual, mirara por donde lo mirara, le parecía imposible y ridículo. Una hora antes de que terminaran las clases tanto él como el otro niño (el peluche viviente, según ella) habían pedido permiso para retirarse antes y recién ahora se enteraba de que su ausencia se debía a una reunión estratégica del equipo de soccer. Luego de escuchar una explicación técnica de la charla se le dio por pensar que, a excepción de Tenma y quizás también el niño peluche, lo que encontraría en el club sería un grupo de niños ejecutivos discutiendo planes estratégicos para ganar sus partidos. Algo así, frío y gris. Si el club de fútbol llegaba a tratarse de eso, Aoi se podía ir olvidando de ella para siempre.
— Verás como la pasas bien. — animó la chica aún con esa sonrisa que oscilaba entre amabilidad y amenaza. Tenma sólo silbaba con las manos en sus bolsillos, como excluyéndose de todo.
Aoi se acercó lo suficiente a la puerta metálica como para que esta sintiera su presencia y les diera paso.
— Y este es el club de fútbol. — Habló finalmente Tenma introduciéndose en la sala, removiendo las manos de sus bolsillos y extendiendo sus brazos en forma exagerada para enseñarle la inmensidad de la habitación.
Se adentró con unos pocos pasos con Aoi a su lado. Había gente allí dentro, gente que no conocía y que, repitiendo las escenas de esa mañana, ahora posaba enteramente su atención en su presencia. Una vez más sentía aquel revoltijo en el estómago y aquella voz que le decía que mande todo a la borda y se vaya a casa.
— Ah, tú... — escuchó junto con el ruido del arrastre de una silla. Dirigió su atención hacia la mesa principal de la habitación donde varios de los miembros del club se encontraban reunidos y entre toda la gente pudo reconocer a alguien en particular; Aquel chico, la única alma que se acercó a ayudarla esa mañana en medio de su caos mental. — Kariya, ¿no es así?
Sentía que se le habían iluminado los ojos al escuchar que al menos una persona sí se había tomado la molestia de aprender bien su nombre ese día, aunque sus escasos segundos de felicidad sucumbieron ante el revuelo interno que se había generado en su mente entre prestar atención a lo que hacía e intentar recordar cómo se llamaba el chico. Si no recordaba su nombre, podría oficialmente cavar un pozo y vivir dentro de él por los próximos veinte años.
— Gracias por asistirme esta mañana, Shindou-senpai. — hizo una sutil reverencia y por dentro agradecía eufóricamente al cosmos por traerle los recuerdos de vuelta a su cabeza.
— Entonces... ¿ustedes ya se conocían? — Tenma admiraba la escena confundido, señalando a ambos jóvenes y paseando la mirada de uno a otro. — ¿Qué sucedió esta mañana?
— No es nada importante. — Shindou sonrió nerviosamente intentando eludir el tema. Kariya le agradecía infinitamente a través de la mirada.
— Vaya, su primer día y ya estás coqueteando con la alumna nueva. — una sonrisa cínica se formaba en la cara de uno de sus compañeros. Kariya lo apodó mentalmente "goggles innecesarias"
— No, no es eso... — refutó rendido, como si tuviera que lidiar con cosas así todos los días.
Sentía algo de culpa; había puesto a Shindou en una posición algo comprometida. No quería soltar en frente de todos que esa mañana había tenido pseudo ataque de pánico, pero odiaba no poder pensar en alguna mentira lo suficientemente buena para poder sacar al muchacho de lo incómodo de la situación.
— No, no es el tipo de Shindou. — la amarga voz de otro de los miembros se hizo oír y le hubiera estado agradecía de intervenir de no ser que había notado que la acotación le había caído un poco como ofensa... tan sólo un poco. Y ahora que ponía atención, podía reconocer al autor del comentario también. Era aquel... ¿chico?, el de cabello rosado y coletas que acompañaba a Shindou en la mañana. Permanecía de brazos cruzados en su silla, sentado al lado del castaño tal como si ambos estuvieran pegados entre si. No pudo evitar pasar por alto su expresión de pocos amigos, igualita a la que había visto hoy temprano.
— En fin... — Aoi interrumpió para ir finalmente al punto del asunto. — Kariya fue transferida hoy y desea unirse al club de futbol.
— ¿Desea o simplemente la obligaron? — acotó alguien entre risas.
Esas eran las exactas palabras que pensó Kariya. Miró hacia todos lados en busca de quién había sido el genio que le había leído la mente y en eso se encontró con el adulto que acababa de ingresar a la habitación: Endou Mamoru, figura legendaria del Inazuma Japan y actual entrenador del equipo de Raimon.
Aoi llevó las manos detrás de su espada y rió avergonzadamente mientras evitaba hacer contacto visual con el entrenador. A su lado, Tenma reía divertido y a Kariya le daba la sensación de que no era la primera en ser "invitada" al club del fútbol.
— ¿Cómo es tu nombre? — El mismísimo Endou Mamoru estaba parado justo en frente de ella preguntándole quién era y jamás en la vida se sintió tan pequeñita como en ese momento.
— Kariya Masako. Es un gran honor conocerlo, Endou-san. — hizo una marcada reverencia de noventa grados y se aseguró de permanecer allí abajo por algunos cuantos segundos. Endou sólo sonrió tal como hacía siempre.
— Y bien Kariya, ¿te gusta el fútbol?
Vaya, esto se había tornado en una situación algo incómoda. En realidad no odiaba el futbol, de hecho sabía cómo jugarlo. Era un deporte que se practicaba diariamente donde vivía, pero su afición sólo llegaba hasta ahí. No era una freak del soccer como el resto de los miembros del club, ¡Ni siquiera debía estar allí en primer lugar!
— Sí. — Aoi se asomaba por un lado y se aferraba a su hombro con plena seguridad, como si supiera exactamente lo que estaba pensado. — Kariya ama el fútbol y desea fervientemente unirse al club.
El problema era que Aoi no sabía exactamente lo que estaba pensado, no tenía ni la más pálida idea de lo que pasaba por su cabeza.
Se giró abruptamente hacía ella. Nadie le daba permiso de hablar como si se conocieran de toda la vida, sobre todo porque hacía al menos una hora que se habían conocido formalmente.
— Entonces estás dentro. — volvió a girar con igual de rapidez, esta vez hacia el adulto y sintió como sus pesadas manos se apoyaban en sus hombros. — Bienvenida al club, Kariya. Yo soy Endou Mamoru, el entrenador del equipo. Espero que hagas un gran trabajo como manager. — acotó mientras comenzaba a revolver sus finos cabellos hasta dejarlos despeinados. Luego se incorporó y se dirigió al equipo. — Ya, todos al campo. Comenzaremos con el entrenamiento en diez minutos.
Todos en la habitación asintieron. Todos excepto Kariya, quien intentaba peinar el desastre de su cabeza.
Pasó minutos allí parada pensando en que nada de lo que acababa de suceder tenía sentido, en cuanto le disgustaba ser parte de un club y en cuan dulce iba a ser su venganza contra Aoi, eso si llegaba a pensar alguna primero. Terminó de colocarse los clips para el cabello en su lugar y al levantar la mirada, notó que no sólo Aoi y Tenma habían desaparecido, sino que la sala ya estaba casi vacía y no sólo eso, sino que tampoco tenía idea de dónde debía ir; no sabía dónde demonios estaba el maldito campo y de haber sido cualquier otro día, quizás se largaba a llorar por su infortunio, pero estaba tan cabreada que sólo sentía la imperiosa necesidad de golpear a alguien. Lamentablemente, no se podía dar ese lujo.
Intentó calmarse un poco, reunió un poco de confianza y muy a su pesar paró a la primera persona que pasó por su lado para pedirle algunas indicaciones.
— Disculpe... — golpeó ligeramente el brazo de quien sería su guía pero se arrepintió al instante al darse cuenta que de todas las personas en la habitación, había parado al tipo raro de coletas. Poder haber terminado la conversación allí hubiera sido perfecto, pero si hacía eso estaba segura que el chico también sacaría un palo detrás de él y le golpearía la cabeza por molesta. — Podría decirme dónde se encuentra el campo de fútbol... — Intentó usar el tono más inocente posible. Quizás con eso se daría cuenta de que no intentaba arruinarle la vida.
El chico la miró con la misma indiferencia de siempre, retiró una de sus manos de sus bolsillos y señaló hacia el noreste.
Su boca se movía, y estaba cien por cien segura de que le estaba dando indicaciones, y en verdad intentó concentrar toda su atención en la información que le proporcionaba, pero había algo que la estaba distrayendo, aunque no sabía bien qué. Era la primera vez que podía escuchar su voz con claridad y sí, podía confirmar que era un chico por más de que hubiera otros diez argumentos que dijeran lo contrario. Asintió pretendiendo que había captado perfectamente todo lo que le había dicho, pero la verdad es que no sabía qué era lo que había sucedido en los últimos quince segundos, sólo sabía que aún no tenía idea de dónde debía ir y que el chico de cabello rosado tenía los ojos más bonitos que había visto.
Intentó recordar qué fue aquello último que había pensado y cayó en la cuenta de que el chico ya no estaba más. A diferencia de Shindou, él no se había molestado en guiarla personalmente hacia el destino que al fin y al cabo era común para ambos y aquello, dentro, muy dentro suyo... ¿le había molestado...? Movió frenéticamente su cabeza de lado a lado. No, cosas así no podían molestarle, jamás.
Salió de la sala inspeccionando ambos lados del corredor, y a la lejanía divisó la figura del chico de coletas, ahora doblando y desapareciendo en otro de los pasillos. Corrió en aquella dirección, después de todo él se dirigía al campo también, ¿verdad? Ni bien dobló la última esquina, chocó con otro cuerpo de lleno, desestabilizando el equilibrio en ambos pero no llegando a caer. Se llevó las manos a la zona de la nariz y la boca, donde el impacto fue notable, pero no mayor, y lentamente abrió los ojos.
— ¿Qué estás haciendo? — inquirió para nada contento el mismo chico con el que acaba de hablar minutos atrás. En su mano había un móvil el cual parecía haber estado tipeando hasta hace un momento.
Su rostro se tornó completamente rojo en cuestión de segundos, sólo las manos aún posadas en su cara ayudaban a que el tono carmín no llegara a notarse más de lo debido. Seguramente ahora pensaba que lo estaba siguiendo y que era una acosadora o algo así, porque no sólo topo con él, sino que también, inspeccionando minuciosamente el fondo de aquel pasillo, no podía divisar ninguna salida.
— Yo... yo sólo buscaba... — intentó armar alguna excusa coherente, pero su cordura volvía a fallarle.
— ¿Acaso escuchaste algo de lo que dije? — no sonaba complacido para nada, y tanto su tono de voz como su semblante se lo daban a entender con claridad.
— Yo pensé... que... — una vez más sentía que iba a entrar en pánico. Sentía su cara muy caliente y su cuerpo liviano, como si en realidad no estuviera allí, como si esa bochornosa situación no estuviera sucediendo.
El joven la tomó de los hombros y la giró ciento ochenta grados, mostrándole aquella bola de claridad que se dejaba ver detrás de una puerta de cristal al final del pasillo
— Aquella es la salida. — musitó y luego la soltó dándole un pequeño y muy leve empuje.
El impulso le obligo a dar unos cortos pasos hacia adelante, de lo contrario terminaría de cara al piso. Volvió su cabeza escasos grados para agradecerle a pesar de la vergüenza, sin embargo el chico ya se estaba alejando en dirección contraria, jugueteando con el aparato en una de sus manos. Exhaló una gran bocanada de aire y salió corriendo de allí, aún con restos de tonalidad rojiza en sus mejillas.
Efectivamente, detrás de la puerta pudo ubicar el gran campo de juego donde a lo lejos ya podía ver a algunos de los miembros del club de fútbol realizando sencillas prácticas. A un costado, el entrenador Endou hablaba con una señorita centímetros más baja que él, ambos concentrado su atención en la pequeña carpeta entre las manos de la mujer. No mucho más lejos de ellos se encontraban dos jovencitas más, una de ellas vistiendo el jersey de ejercicios mientras revisaba el lente de lo que parecía ser una cámara fotográfica. Mientras tanto, la otra, mucho más alta y de cabellos rojizos, sólo se limitaba a ver con sus brazos cruzados la práctica.
— ¡Kariya! — su nombre pronunciado con ese tono juguetón, sólo podía ser una persona.
— Aoi-san... — finalmente se atrevía a dar la cara.
— Lo siento. — La chica juntó las yemas de sus dedos y las acercó cerca de su boca, poniendo esa mirada penosa. — De seguro estás enojada, ¿verdad?
¡Pues claro! Si lo pensabas cuidadosamente, no era para nada divertido que alguien que acabas de conocer te inscribiera contra tu voluntad a un club al que ni siquiera estás interesada.
—No, para nada. — Una de las cosas que Kariya odiaba de sí misma era no poder expresar lo que sentía.
Dio la media vuelta y siguió su camino hasta el campo. Aoi apuró el paso detrás de ella hasta engancharse de su brazo.
— Verás que la pasaremos genial. — Parecía estar tan segura que ni siquiera tenía ganas de refutarla.
— ¿Por qué querías tanto que me uniera al club de fútbol?
La dulce mirada de Aoi se tornó a una más seria, tanto que Kariya pensaba que había hecho la pregunta equivocada.
— Te seré sincera. Verás... — Su dedo índice apunto a las otras dos chicas del campo. — ¿ves esas chicas? Ellas y yo somos las únicas managers del club. Puede parecerte una tontería, pero ser manager es un trabajo bastante serio, ¿sabes? No sólo se trata de pasarle las toallas y bebidas a los jugadores, también es examinar y calcular su rendimiento, llevar una cuenta de su estado, preparar junto al entrenado un buen plan de ejercicios para los jugadores. ¡Ser manager no es una tarea fácil! Y últimamente se nos estaba enliando mucho a las tres, así que estábamos en busca de nuevas chicas para el puesto de manager, aunque el club de fútbol no es tan popular entre las niñas como lo es entre los niños, y la tarea se nos dificultó un poco.
— Así que optaste por meterme por la fuerza. — frunció el seño sin dejar de mirar adelante.
— Tenía que hacerlo antes de que algún otro club te acapare. No te lo tomes personal, pero realmente necesitábamos a alguien.
Kariya resopló por la nariz.
— Bien, por ahora me quedaré en el club. Pero apenas me sienta incómoda, me marcharé.
— Por mi bien. Aunque si no has renunciado ya, dudo que lo hagas en un futuro. — Aoi volvió a mostrar su radiante sonrisa y luego apoyó su cabeza en su hombro. — ¡Muchas gracias, Kariya!
Al llegar al campo, Aoi se encargó de presentarle el resto del plantel de Raimon, comenzando con la señorita que acompañaba al entrenador, Haruna Otonashi, la cual ahora conocía como asistente y estratega del equipo, siguiendo por Yamana Akane y Seto Midori, ambas managers de segundo año. Las tres parecían bastante agradables, y no importó cuantas veces se negara, Akane terminó tomándole unas cuantas fotos bajo la excusa "para recordar el día en que llegaste", eso antes continuar con su actividad diaria que consistía en tomarle fotos a Shindou desde distintos planos y ángulos, o al menos eso fue lo que le Midori explicó.
Luego de los saludos, presentaciones y algún que otro cotilleo, procedieron a tomar asiento en las bancas detrás de ellas. Su único trabajo aquel día fue transportar las pesadas heladeras con las casi congeladas bebidas de los chicos, y ya que el trabajo estaba hecho, no les quedaba nada más que relajarse y disfrutar el resto del entrenamiento, aunque Kariya no definiría un entrenamiento como algo que pudiera disfrutar. El seño fruncido, los brazos cruzados y la forma poco femenina en que ahora estaba sentada claramente denotaban que no estaba pasando el momento más divertido de su vida, pero tampoco podía levantarse e irse de la práctica así sin más, por lo cual su única opción era rendidamente intentar prestar algo de atención al campo de juego.
Debía admitir que el equipo jugaba bastante bien, aun así la exhibición no lograba entretenerla demasiado, así que optó por jugar a algo para pasar el tiempo: adivinar en qué posición ocupaba cada chico. No era la actividad más divertida del mundo, pero al menos podía distraer su mente por algunos cuantos minutos. Comenzó por Tenma; se notaba a kilómetros de distancia que era delantero, al igual que Shindou, quien le dio algo más de trabajo puesto que iba de un lado a otro. Podía ver que el chico de las goggles innecesarias era defensa, lo mismo que su compañero peluche viviente. El siguiente de la lista era...
— ¡Kirino! — del otro lado del campo Shindou pateaba uno de los balones con tanta fuerza que parecía que agujerearía el suelo, sin embargo el chico de coletas se encargó de parar el balón con tal grado de sutileza que hasta le costaba creer cómo la esfera no lo había partido en dos.
—... es bueno. — musitó con algo de indiferencia en voz baja, sin embargo la chica a su lado apartó la cámara de su rostro y la miró.
— ¿Kirino-kun? — indagó.
— ¿Ki...rino? — repitió insegura. Akane asintió y llevó su dedo índice hacía donde el mencionado se encontraba.
— Así es. Es aquel chico, el de cabello rosado. Su nombre es Kirino Ranmaru. Es compañero de Shin-sama. — explicó. — Es más, ¿sabías que ambos son amigos de la infancia? Se conocen desde hace años y siempre están juntos. — Akane sostenía con ambas manos su rostro rojo como un tomate. Kariya negó lentamente con la cabeza; era obvio que no lo sabía.
— Kirino-senpai... — pronunció. Su nombre sonaba raro. — juega en defensa, ¿verdad?
Akane realizó unos rápidos disparos con su cámara y se volvió a dirigir a ella sin quitar la mirada de la pequeña pantalla del aparato.
— Así es, Kirino-kun es el as de nuestra defensa, estaríamos defensivamente desmoronados de no ser por él. — aclaró y presionó con suma rapidez el botón de su cámara nuevamente. — Eres buena observadora. — felicitó apartando el dispositivo, retirando de este un pequeño trozo de papel fotográfico, blandiéndolo de un lado a otro como si estuviera húmedo y quisiese que se secase. — toma tu premio.
Sin mucha sorpresa, y como suponía, le alcanzó una foto. No sabía para que querría una, pero de todos modos agradeció el detalle. Tomó el papel entre sus manos y la dio vuelta sólo para encontrarse con el cuerpo fotogénico y perfectamente posado de Kirino pateando un balón plasmado en el trozo de papel fotográfico. Dejó caer los hombros y ladeó la cabeza en confusión así se volvía levemente a la chica a su derecha quien le guiñaba un ojo y hacia un gesto de "OK" con su mano libre. Suspiró pesadamente.
Para el final de las dos horas de práctica lo único que le importaba era buscar la manera de evitar que sus párpados se cerraran y terminara ocasionando alguna escena. Por suerte el entrenamiento había concluido y lo único que le faltaba para dar por terminado el día era llevar la heladera transportable de vuelta al club, lo cual era una tarea relativamente fácil, salvo que nadie le aviso que las heladeras eran tan jodidamente pesadas. Quitó la tapa de la nevera extrañada por el exceso de peso, y allí notó que estaba llevando una cantidad excesiva de botellas que en realidad no le correspondía. Era la peor bienvenida a un club que jamás había recibido.
— ¿Necesitas ayuda? — Shindou la tomó por sorpresa a mitad de camino, mas aún al ver que tomaba las bandas de la nevera.
— N...no, está bien. Puedo con esto. — mintió como mejor lo hacía mientras que disimuladamente intentaba por todos los medios hacer que Shindou soltara las bandas.
— Ella está bien. Vamos, Shindou. — Había pasado por alto que Kirino también estaba allí hasta el preciso momento en decidió abrir la boca para soltar otra indirecta queja.
Shindou se giró hacía él y luego volvió su mirada a ella buscando algún tipo de orden. No hizo más que asentir dando a entender que podía ir; ella podía con todo. No iba a dejar que Shindou se hiciera cargo de su trabajo, menos aún con la presencia de Kirino y sus ojos de espada allí. Sin más, se despidió con un "hasta mañana" y se alejó con su compañero a su lado.
En vez de devolver el saludo, Kariya sólo se quedó colgada recapitulando mentalmente su trato con Kirino. No entendía bien por qué, pero parecía que su relación con el defensa había comenzado con el pie izquierdo sin motivo aparente, y las indirecta que había recibido a lo largo del día ya habían sido las suficientes como para que decidiera seguirle el juego.
— Así nunca conseguirás novia. — soltó para sí misma y rio triunfante por dentro, como si hubiera tenido la última palabra en una conversación que jamás existió.
Había decidido que no le agradaría Kirino Ranmaru, después de todo ella ya no le agradaba a él.
