Disclaimer: Todo esto es sin ánimo de lucro... porque no sabemos como lucrarnos con ello, que si no, Himaruya iba a estar apañado.
Ħ₳₡I€₦dO dI₦€RO
Germania le había escrito a Roma un par de semanas antes, para comentarle sobre unos textiles de los que se había hecho de esa manera completamente legal de la que se hace uno de las cosas cuando las adquiere por medio del hurto de carrozas provenientes de las indias. La cantidad era abundante e incluían colores brillantes y diversos, algunos bastante inútiles para ser usados en los bosques y ciudades pequeñas. Si bien Germania se había quedado con algunos, debía venderlos y el único lo suficientemente ridículo, amante de lo inútil y rico como para poder querer comprar esto... Era pese a su voluntad e instinto de conservación... El romano.
Todos los hijos de Germania habían querido ir a Roma de buenas a primeras sin siquiera molestarse en enterarse de cuál era el motivo del viaje a excepción del que siempre se negaba a ir y a quien siempre le parecía catastrófico el plan de salir de casa... Todos perdieron un poco las ganas cuando se les explicó que el plan era ÚNICAMENTE con fines mercantiles, ir, vender, volver sin visitar al curador de los instrumentos o ir a los gladiadores. Seguramente no tendrían tiempo siquiera de jugar.
A Suiza, entonces, le llamó levemente la atención el asunto. Si bien odiaba a Roma y odiaba la ciudad, le había hecho vaaaarias preguntas a su padre sobre cómo planeaba vender las telas, había sugerido llevar también unas pieles y un poco de madera y parecía conforme con la idea de que a su vuelta le contara del viaje. Se negó rotundamente a ir y menos aún si no era con Austria.
Después de unos cuantos lloros de este último y que le tenían todos un poco harto, de manera unilateral, Germania decidió que Suiza le acompañaría sin Austria a ver si también aprendían a sobrevivir separados por un par de semanas.
Prusia había protestado, porque daba igual, él quería salir de casa y correr aventuras aunque parecieran aburridas, hasta que le habían dicho que se quedaría al... ejem... mando de la casa. Austria había llorado... y luego ambos habían descubierto que se iban a quedar solos y JUNTOS. Con lo que Austria había llorado de puro terror y Prusia había hecho una de... esas sonrisas.
Germania había dejado a Prusia a cargo en efecto, pero le había advertido muy seriamente (después de súplicas de Suiza y lágrimas de Austria), con esa seriedad de Germania que advertía que realmente no estaba jugando, que como Austria tuviera un sólo pelo fuera de su lugar a la vuelta o siquiera reportara que había aprovechado en ALGO su posición como el que se quedaba a cargo, no sólo lo desheredaría de manera irrefutable, sino lo mandaría por azotes diarios por los siguientes mil años.
Prusia puso los ojos en blanco pateando algo y se fue enfadado con sus patitos... nadie promete nada.
Austria se había quedado con el encargo principal de sobrevivir y le habían puesto como esclavo personal a uno de los hombres fuertes. Después de todo esto y pese a la profunda preocupación de Suiza, se habían despedido y salido hacia Roma.
Así que, después de los días habituales de viaje habían parado a dormir en una posada en los suburbios de la ciudad, Germania había mandado un mensajero muuuuy temprano en la mañana para asegurarle al romano que llegaría antes de que el sol estuviera alto en el cielo. Después de ponerle (como siempre) sus mejores ropas a Suiza y su nueva túnica azul pavor real, habían partido nerviosos con el amanecer hacia la casa de Roma.
En el momento señalado, habían llegado a la casa del romano, Suiza con su cara de desagrado, Germania con su cara de nervios y de desagrado. De donde, como siempre salen un montón de esclavos como hormiguitas para recibirles.
Padre e hijo, abrumados como siempre con el montón de esclavos, habían pedido al hombre de Germania, a quien habían traído para ayudarles, que no descargara nada del carro ni permitiera que nadie les robara, dejándoles primero hablar con el molesto romano.
—¿Dónde está Rom? —había sido como sieeeempre la primera pregunta del germano a que consideraba era el jefe de las hormiguitas.
—El Dominus está dentro, con sus hijos... pero no se preocupe, nosotros le acomodamos todo —explica otro esclavo que no es al que ha preguntado Germania, uno rubio de ojos azules capturado en sus tierras y bastante parecido él, aunque más maduro, con barba y el pelo corto.
Germania le mira y frunce el ceño con cierto desagrado de notar su existencia, de esos que no entiende por qué, pero hay algo que le parece que está mal en este hombre estando aquí.
—No toquen las mercancías del carro —ordena suavemente y luego mira a Suiza—. Ven, vamos a buscar a Rom, quizás al final sí puedas jugar un poco con sus hijos.
—Nadie toca nada —pura mentira...
Suiza se revuelve porque en realidad no es como que quiera jugar con ellos. Suspira echando de menos a Austria y mirando al carro.
—No confío en que no se lleven nuestras cosas.
—¿Necesitan ayuda? Yo les guío —por lo visto el muchacho sajón es nuevo y bastante entusiasta, les sigue al notar que se van hacia la casa.
—Yo tampoco —Germania hace un gesto al chico del carro para pedirle que sea cuidadoso antes de mirar al sajón de Roma.
—Tú eres nuevo —declara Suiza con desagrado, mirando al sajón. El hombre rubio asiente.
—Que desgracia la tuya ser esclavo aquí... ¿Qué te tienen haciendo en este lugar? —pregunta Germania con el ceño fruncido mientras lo sigue hacia la sala poniéndose más nervioso cada vez.
—No es desgracia pues mi destino era mucho más cruel de no haber sido por la intervención del dominus...
—¿Lo era? ¿Tan cruel era la vida en tu casa? —pregunta mirándole de reojo.
—Nein, pero fui condenado... no estoy seguro de que al señor le interese realmente —se excusa. Germania gruñe, porque no le interesa, pero un hombre suyo llamando Dominus a Roma es un poco... Ugh. Se detiene en la puerta del salón y se pasa una mano por el pelo.
—Recuerda Schweiz, hay que mantener la cabeza fría.
Suiza levanta una ceja como preguntando "¿de verdad me dices eso a mí?"
—Ja. No vamos a tardar, ¿verdad? —pregunta el niño.
—¡Ah! Estupendo —Roma sonríe al verles cuando el esclavo abre la puerta—. Ave, amor mío —se acerca a ellos mientras una esclava se acerca a Germania con cerveza.
—Nei... —Germania de interrumpe al notar a Roma, sonrojándose con el amor mío desde YA. Toma la cerveza que le ofrecen—. ¡No me llames así!
—Franciae, ve a ver lo que han traído y elige los buenos, Hispaniae, tu también —pide el romano a sus dos hijos y hace un gesto a las esclavas correspondientes para que vaya tras ellos.
—Ave —Francia se acerca y saluda a Germania abrazándole las piernas y sonriendo.
Germania carraspea incomodito, especialmente cuando a Francia se le van las manos y le toca el culo. Le sonríe a Suiza también abrazado a las piernas de su padre.
Roma se ríe al verlo porque siempre le hace mucha gracia que Francia haga eso.
—¿Elegir? —pregunta Germania un poco extrañado frunciendo el ceño y mirando a Roma, sonrojadito, tratando de quitarse al francés de encima.
—Tranquilo... acabáis de llegar y estaréis cansados, es un viaje largo y más con los caminos que no me dejas convertir en calzada romana... Siéntate y tomate la cerveza a gusto antes de hablar de negocios, hombre —sonríe Roma señalando el reclinatorio al lado del suyo donde está él tumbado.
—Dormimos anoche en una posada a las afueras —asegura Germania, respirando cuando Francia al final le suelta. Roma le mira fijamente unos instantes —. Quedé que llegaría hoy —aclara un poco como excusa carraspeando y adentrándose en el cuarto.
—Qué manera de desperdiciar una noche de las buenas —todos saben de qué habla y si no lo saben... aay...
—Voy a ver lo que traen —sonríe Francia mirando a Suiza y cerrándole un ojo, sonriendo, toma a España de la mano. Germania se sonroja en varias tonalidades de rojos y rosados, carraspea.
—No puedes tocar lo que hay en el carro —advierte Suiza frunciendo el ceño. Francia se ríe un poquito antes de salir por la puerta.
Después de un rato España había RENUNCIADO. Había mandado a Francia a la mierda, tal que así "¡Es que no me interesa! Eres muy pesado y siempre estamos hooooras con todas las telas y no me gusta, nunca me dejáis elegir las que me gustan" y había hecho un drama lloriqueando con lo que a su padre no le había quedado más remedio que después de intentar convencerle con ayuda de Francia de tooodas las maneras que se les había ocurrido, resignarse y mandarlo a quedarse con los bebés mientras aprendía de un viejo magistrado las (según el español) aburridas leyes romanas.
Así que ahora el íbero estaba acariciándole la cabeza a Veneciano y la barriga a Romano, prometiéndoles que cuando ellos fueran mayores les salvaría de tener que ir a comprar ropa y les dejaría vestirse como quisieran con los colores más divertidos y entonces serían tres contra dos y no tendrían más remedio que dejarles a ellos ir a cualquier otra cosa más interesante, como a ver las bestias y pasarse menos de media tarde en una tienda. (Lo siento, España... No sabes cómo será el futuro de miserable para ti en ese aspecto.)
—¿Y cómo ha ido? Veo que sólo traes a un pequeño... —comenta Roma volviendo con sus invitados después de arreglar las cosas con su hijo mayor.
—Bien. Schweiz no quería venir pese a sus preguntas de la venta de textiles e ideas de lo qué traer, decidí que era buena idea traerle.
—Suis... sí me acuerdo de ti. ¿Te gusta la ropa, muchacho? —pregunta porque no está muy seguro, porque conoce a como un millón de personas.
—Non —responde Suiza en latín, frunciendo el ceño un poquito y mirando a su padre—. Vater, creo que ese niño va a robarse lo que trajimos.
—No... Tú eras el de la lira... y fuimos a ver los gladiadores —recuerda—. Quizás podamos ir de nuevo.
Suiza parpadea mirando a Roma de reojo esperando la respuesta de su padre.
—Nein, está Kiefer cuidando —asegura Germania a Suiza.
—Hemos venido a vender unos textiles únicamente. Vater dijo que no haríamos nada como jugar o ir a los gladiadores o tocar música —explica Suiza después de asentir con la cabeza a su padre, un poco más tranquilo con ese asunto.
—Ya veo... —entrecierra los ojos y sonríe de lado—. ¿Y a quién se los vas a vender?
—A... —mira a su padre de reojo—. Quién nos dé más dinero.
—Esa es una buena elección definitivamente —sonríe recordando ahora sí quién es este niño—. ¿Y cómo sabrás quién es esa persona?
Suiza se lo piensa un poco. Roma mira a Germania un instante y le sonríe antes de volverse al pequeño.
—No agobies al niño —advierte Germania, dando unos tragos a su cerveza.
—Preguntando quienes son los que quieren comprarlas. ¿Tú quieres comprarlas?
—No le agobio, le voy a enseñar sobre mercados y economía porque me parece que le gusta el dinero y los negocios—explica recordando la clase de preguntas que le hizo el suizo en los gladiadores.
—No creo. Le gusta lanzar flechas y hacer la guerra.
—¿Has estado alguna vez en una subasta de esclavos? —pregunta Roma a Suiza.
—¿Una subasta? —pregunta en latín, pregunta a su padre—. ¿Qué es subasta?
Roma sonríe.
—Venden esclavos y el que paga más dinero es el que lo compra —explica no muy bien Germania.
—Es la manera de saber quién paga más por algo que quieres vender. ¿Quieres ir a ver una?
Suiza cambia el peso del pie porque por un lado le parece una muy buena pregunta esa de cómo saber quién paga más... Pero a la vez tiene ese problema de desconfianza de Roma y de querer volver pronto a casa. Mira a su padre de reojo.
—¿Una subasta de esclavos? No sé si queramos ver eso, hemos venido a vender... —murmura Germania—. ¿O quieres?
—Pues... —vacila Suiza de manera extraña.
—Aunque hayáis venido a vender, no vais a volver a casa esta misma noche. Deja al muchacho aprender algunas cosas, aun le debo una lección de lira, quizás quiera cambiármela por esto.
Germania suspira.
—Anda, ve a buscar a mis hijos y diles que vamos a salir esta mañana en cuanto tú padre y yo nos hayamos dado un baño, a ver si quieren venir, ¿quieres? —pide al pequeño.
—¿Dónde están tus hijos? —pregunta Suiza que piensa que entre el baño, la ida y luego la venta de textiles quizás no vuelvan al día siguiente como han dicho, lo cual le preocupa. Mira a su padre—. ¿Vas a bañarte? Te has limpiado esta mañana.
—Germán… —Oh sí... así se llama el esclavo sajón para más inri—… te dirá dónde están.
—¿Germán? —pregunta Germania genuinamente descolocado con este nombre.
—Él, mi esclavo sajón, ¿no le has notado? —Roma sonríe malignillo.
—Ja, no sé qué haces con un esclavo sajón ni que... ¡¿Se llama Germán?!
—Irónico, ¿verdad? —se ríe idiotamente.
—Ja, sólo le falta el pelo largo y estar rasurado —le mira con los ojos entrecerrados.
—Nos iremos mañana igual, ¿verdad, Vater? —interrumpe Suiza.
—Quizás se lo ordene —sonríe Roma tranquilamente.
Germania gruñe algo muy parecido a "no tienes vergüenza" pero Roma no le hace caso, eligiendo una uva.
—Vater? —insiste Suiza.
—Ja, ja. Nos iremos mañana —asegura el sajón mirando la comida y eligiendo una uva para sí.
Automáticamente dos esclavas se acercan y se arrodillan en el suelo cada una al lado de uno para darles las uvas en la boca. Suiza asiente satisfecho preguntándole a Germán donde están los niños, caminando a la puerta.
Germania por su parte mira a las esclavas y frunce el ceño echándose un poco al frente.
—¿Qué hacen?
—Darte uvas —sonríe lamiendo sensualmente un poco con los labios los dedos de la esclava al tomar la uva—. Perdona, no puedo asignarte a Germán, es muy nuevo y aún no sabe bastante... además es mío.
Germania frunce el ceño y fulmina al romano entre la lamida de dedos y el comentario de que Germán es suyo.
—Yo no necesito un esclavo —murmura.
—Te he dicho un millón de veces que no tiene nada que ver con la necesidad —se ríe.
—Menos aún quiero a tu esclavo sajón convertido —cara de desagrado.
—¿Ves tu futuro reflejado en él y por eso te aterra? Quizás se lo asigne a tu hijo, me parece que le gusta por lo mismo que a mí.
—Definitivamente no me aterra y si a ti te... —le fulmina más—, me da lo mismo por qué te guste, pero quizás sea bueno para Schweiz por el idioma —único niño sajón que se entiende bien en latín hoy por hoy.
—Cierto, siempre me está preguntando qué he dicho porque no me entiende...
—¡No le llames tonto, sí que te entiende!
El romano le mira y le sonríe, esperando que se dé cuenta solo de que ÉL ha sido quien lo ha dicho.
—Según mi experiencia con tus hijos, tienes uno fuerte, uno listo, misteriosamente uno sensible... y uno guapo. Tú sabes cuál es cuál.
—¿Uno sensible? —levanta las cejas—. Oh... Österreich por la música.
Roma sonríe y asiente.
—Los otros dos son fuertes y listos —frunce el ceño.
—Uno es más fuerte que el otro y este a su vez más listo —se encoge de hombros.
—Todos mis hijos son listos y entienden tu horrible idioma. Los que no entienden son tus tontos esclavos.
—Bien, entonces Germán para mí y uno más experimentado para tu hijo.
—Nein, Germán para mi kind! —alega. Roma se ríe.
—Germán para tu niño y Germaniae para mí —le guiña un ojo.
—Eso está me... —se calla, sonrojado y el romano vuelve a reírse de buena gana.
—¿Entonces aceptas o no ese baño?—Se sonroja detestando que le pregunte... Carraspea—. Vamos, te quitará el cansancio, aunque no estoy seguro que lo merezcas teniendo en cuenta que podrías haber dormido conmigo y no has querido.
—E-Es... Ehm... Una cuestión de... —carraspea —. Ya te digo que dije que llegaría hoy.
—¿Y qué importa eso? ¿Crees que ayer no te hubiera recibido?
Germania se revuelve un poquito.
—Habitualmente soy cuidadoso en llegar cuando digo que llego —más contigo que puedes estar con quien sea.
—Una costumbre que me parece que lamentablemente nunca voy a hacer mía —el cínico, se encoge de hombros y se levanta.
—¿Te parece lamentable? A mí me parece una cuestión de formalidad —más sonrojado aún. Se levanta.
—Es que me gusta dar sorpresas —se escusa empezando a andar para que le siga.
—Ja, el problema contigo es que uno suele ser el sorprendido... —murmura.
—Oh, pero qué gruñón has venido hoy, con lo contento que estoy de que estés aquí —le toma del brazo, riéndose.
—No estoy gruñón —responde porque en realidad si bien esto es molestito por otro lado tiene gracia.
—Mejor —le abraza, se pone de puntillas y le da un beso en la mejilla. Germania se sonroja y le mira de reojo.
—¿Que habrías hecho si hubiera llegado anoche? —pregunta nerviosito.
—Pues... —se lo piensa unos instantes... mala pregunta, Germania, en serio—. Ayer me sentía goloso, así que te hubiera embadurnado en miel, te la hubiera lamido de todo el cuerpo y luego hubiera tenido sexo contigo hasta que no pudieras ni gritar basta.
—W-Was?! Rom! Hablo de... Ha-hablaba de... Roooom!
Roma se muere de la risa, mirándole de reojo.
—No quiero que me embarres de miel ni que me... Ihhhh! E hiciste eso con... —le mira con los ojos como platos. Él le sigue mirando de reojo mientras anda abrazado de la cintura de él—. No me cuentes si lo hiciste con Germán.
—Pues no me preguntes esas cosas... —tira de él hacia la balnea.
—¿¡Lo hiciste con el esclavo idiota sajón?! —pregunta escandalizado.
—¿De veras quieres saberlo? —sonríe mirándole. Germania se sonroja.
—Ja... Nein... Ja... Nein.
—Non —responde y le empuja dentro. El sajón gruñe un poco, pero se alivia levemente dejándose empujar—. Eso es lo que te habría hecho a ti.
—Pues qué bueno que no fui entonces, la miel es pegajosa —la única respuesta que se le ocurre.
—Aun puedo hacértelo esta noche —sonríe de lado cerrando la puerta a su espalda.
—¡No vas a hacer eso! —protesta.
—¿Por?
—¡Porque no! ¡Deja de ponerme nervioso! —protesta quitándose la túnica sin pensar.
—Venga, no te pongo nervioso, es divertido pensarlo... —empieza a quitársela él también sin decir nada, pero... mirándole más de lo que es cómodo, seguro, porque no puede evitarlo—. ¿Quizás prefieras al revés? ¿Tú a mí?
—¡No es dive-divertido! ¡Deja de mirarme! —traga saliva y le señala con un dedo.
Roma se pasa la mano por el pelo, le da la espalda y deja que se le caiga la túnica por ella poco a poco. Las cejas de Germania se levantan hasta en cielo. La mira embobado.
—O-Oh... —susurra.
La deja caer hasta la mitad del culo y se gira a mirarle de reojo por encima del hombro... La cara de bobo que debe traer.
—¿Te gusta lo que ves, mi amor?
—¿Me gusta l-lo wa...?
—Me parece que sí —la deja caer al suelo de golpe. Germania se sonroja un montón, aprieta los ojos y desvía la mirada.
—¡No es verdad!
—Anda, ¡se me ha caído! —¿podría sonar eso más falso? Se cubre delante con las dos manos y se da la vuelta hacia él—. ¿Qué voy a hacer ahora?
—Recogerlo —le mira las manos y se sonroja, y es que él trae aún ropita interior.
—¿Y no me mirarás si lo hago? —pregunta con completa intención. Germania se humedece los labios.
—Nein...
—¿Seguro? ¿Seguro?
—J-Ja... —es evidente que es mentira.
—Está bien, me fío —se agacha, soltándose la regiones vitales de una mano, apenas cubriéndose con la otra y recogiendo la túnica del suelo. La sostiene con sólo una mano sobre su pecho, de manera que le cubre, pero a la que se mueva un poco...
Germania trae cara de bobo y un hiliiiiiito de sangre le sale de la nariz.
—V-Vamos al agua.
—Tú primero —sonríe haciendo un gesto.
El germano le mira porque la verdad es que lo que quiere es verle de espaldas.
—¡Venga! —le insta y hace un movimiento de cadera dejando ver un poquito demasiado poco tiempo de nuevo. El sajón se sonroja y se le van los ojos—. Bien, iré yo primero, pero no me mires —repite y se muerde un poco el labio sensualmente al pasar por su lado... para no reírse.
—N-Nein, no te miro —asegura mirándole de reojo, claro.
Anda hacia la piscina dándole una perfecta perspectiva de su culo, claro, cuenta hasta cinco y se da la vuelta, tratando de pensar algo vergonzoso para sonrojarse un poco.
—¡Me estabas mirando! —le acusa.
—Nein! ¡No es verdad! —protesta levantando la vista y mirando a otro lados, sonrojadísimo.
Roma intenta no reírse, pensando que es monísimo y se le acerca frunciendo el ceño pero sin poder evitar sonreír.
—Oh, sí, sí lo hacías, te he visto —le riñe.
—Nein! Estabas pasando por aquí, sólo te vi la... ¡Te vi pasar pero no así!
—Vale, a ver si es verdad —le reta—. ¿Ves esto? —le muestra la túnica y la lanza hacia un lado.
Germania la mira caer, arco perfecto. Le mira de reojito.
—¡Ah! No me mireees —sonríe de ladito medio burlón.
—¡No te estoy mirando! —se lleva una mano a la cara.
—Pero te mueres de ganas —se le acerca, cambiando el tono.
—Nein! Métete al agua, sé que te me estás acercando.
Aprovechando que se está tapando los ojos, le desata los calzones.
—Rom! —protesta bajando las dos manos e intentando detenérselos.
Le toma de esa mano, quitándoselos y lanzándolos por ahí.
—Rom! —protesta en un chillido, tapándose con las dos manos.
El nombrado sonríe, mirándole a la cara.
—¡Ve al agua para allá, anda y no me veas! ¡Dijimos un BAÑO!
—Germaniae, querido mío, NUNCA un baño ha significado baño. Si no quieres que te mire, más te vale sujetarte bien el pajarito —asegura y empieza a besarle en el cuello y a acariciarle el pecho y el culo.
—Rom! —pequeña protestita apretando los ojos pero inclinando monamente la cabeza para que le bese el cuello, lo que sí, intenta darle codacitos para que no le magrea el culo.
El romano baja la mano del pecho para enrollarle los dedos en el pelito de ahí abajo que sus manos no cubren, ignorando lo codazos.
—Vamos al aAgua —pide con voz grave y se le sale un gallo ¿Así de nerviosos estamos, Germanita? Se sonroja dando un saltito.
—¿Crees que en el agua voy a ser tan benevolente? —le susurra en el cuello.
—Creo que... —carraspea y le pone una mano en el pecho, empujándole un poco y pensando que en el agua está abajo del agua y eso le da por alguna razón menos vergüenza.
El romano se deja empujar, pero no se le quita de encima. Cuando consigue llegar al borde del agua el germano le abraza un poco y el muy bestia hace que ambos se echen dentro, de lado.
Roma se le abraza del todo... y se me va a ahogar porque se ríe el idiota, como habitualmente. Germania sonríe con las risas antes de caer al agua y el soltarle. El moreno le suelta una vez en el agua y saca la cabeza, sacudiéndola. El rubio se sacude como si fuera león.
—Un día vas a ahogarte.
—Naaah —se ríe y nada hacia él para acorralarlo contra el borde.
—Ya nos bañamos, es hora de salir —le detiene nervioso.
—Ntch, ntch, ntch —niega con la cabeza sonriendo de esa forma medio depredadora—. No tienes ni idea de higiene.
—¡Sí la tengo! Hemos dicho a Schweiz que venga.
—Y vendrá, Germán aún no sabe cuándo puede y cuando no entrar a los sitios —le busca los labios.
—W-Was? No va a mmmph —se calla y Roma profundiza el beso —. Mmmmmm... —susurra el sajón.
El latino se pierde unos segundos en ello y luego le hace moverse sutilmente hasta ponerle frente a un surtidor de agua. Germania decanta las cejas hasta el techo ooootra vez, levantándose de golpe y mirando abajo del agua un poco DAFAQ.
—¿Hay corriente de agua aquí? ¡Si no es un río!
—Pero de algún modo se llena esto de agua caliente —sonríe.
—Pero es muy... Caliente —sigue con las cejas levantadas agachándose otra vez un poco y mirándole de reojo. Se sonroja acalorado —. ¿Cómo se te ocurren estas cosas?
Se relame un poco y pone una mano a cada lado de él en el borde para que tenga que sumergirse si acaso quiere huir.
—¿Pl-Planeas cocinarme? —pregunta mirándole a la cara con atención, nervioso, sintiendo que el agua está como si nadara en un volcán. El romano niega con la cabeza, sonriendo y casi relamiéndose—. Nocreasquevineaesto —importante aclaración ahora...
—Bien, es bueno saberlo —vuelve a buscarle los labios.
Cierra los ojos azules abriendo los labios y respondiéndole el beso haciendo un buen "mmmmmmm" y no le va a dejar pensaaaar.
Como Suiza no venga de verdad... Germania va a dejarle hacer lo que quieeeeeera, probablemente como describió que pasaría después de lo de la miel. Se le olvida hasta como se llama.
—Vater? —susurra Suiza cuando terminan, sí... Cuando terminan, de pie al lado de la piscina, un poco alucinado porque realmente no sabe si están peleando o qué.
Roma parpadea al oír la vocecita, separándose un poco. Perdonen a Germania pero no se entera, está flojito y cooperando flotando un poco en el agua. El romano sonríe y le ataca el cuello para hacerle el chupetón de rigor.
—¿Qué le haces? —pregunta el pequeño acercándose y pensando por un instante que su padre quizás está muerto. Abre los ojos como platos agobiado—. Vater?
Roma no responde, lo siento Suiza, luego te hará caso, de verdad. Se relaja un poco cuando nota que su padre mueve las manos y toma a Roma de la cintura.
—No me dejes una marca —advierte Germania con suavidad, sonriendo un poco.
—Tarde —besito sobre ella. Suiza se pone en cuclillas mirándoles con sus ojos verdes, poniendo muuuucha atención con el ceño fruncido.
—Odio esas marcas, luego me duelen por días —y me recuerdan a ti cuando estoy enfadado.
Roma se ríe y toca la nariz con la suya. Germania se ríe un poco con su risa profunda y suave, que tan pocas veces se asoma, sonriendo levemente.
—¿Están jugando? —pregunta Suiza levantando las cejas al notar que su padre se ríe.
El romano abre los ojos y mira hacia Suiza sin dejar de abrazar a Germania y él esta vez escucha algo, pero está demasiado contento y adormilado y relajadito con el agua caliente... medio estúpido aún como para caer en la cuenta de quién es. Se ha olvidado de Suiza y de que tiene hijos. Levanta un poco la cara para ver a quien le sonríe Roma.
—Vater se está riendo —susurra Suiza tapándose la boca.
—Claro, porque está contento. ¿Tú ya te has bañado?
—Me limpié en la mañana —con un poquito de agua.
—Venga, desnúdate y metete aquí con nosotros, luego te sentirás mejor y con menos calor —Roma suelta de una mano a Germania, haciéndole un gesto a Suiza y luego vuelve la cara hacia él para volver a besarle mientras se desviste el pequeño... o esa es su idea.
—¿Qué haces? —pregunta Germania intentando sacar un poco la cabeza porque tiene aún las dos orejas dentro del agua.
—Shhhh —le besa, cerrando los ojos. Ok... Fundido de cerebro.
Suiza vacila. El agua se ve bien y a él le gusta mucho nadar en el agua de los lagos en su casa... Y su padre se está bañando y se está riendo. Eh-uhm... Roma no... O sea... no planea... parar... al menos no hasta que oiga de nuevo a Suiza hablar o meterse al agua.
Además habitualmente no nada todo el tiempo que quisiera porque Austria está ahí solito y no siempre quiere nadar. Sonríe un poco con el prospecto, quitándose la tuniquita y aún con interiores se echa al agua de un salto.
Entonces es cuando Roma sonríe y se separa de Germania para comprobar que Suiza esté bien en una mirada rápida.
Y automáticamente ocurren dos cosas.
Una es que Germania pega un saltito y empuja a Roma ayudando al movimiento de separación, con los ojos como platos preguntándose QUIEN DEMONIOS se ha metido al agua.
Y la otra es que Suiza sale de golpe del agua con los ojos MUY abiertos y un chillido porque nunca jamás en su vida se ha bañado con agua tan caliente... Ya no digamos en una tina, ni en invierno cuando calientan una poca de agua para bañarse... Menos aún en una piscinita.
—¿Qué pasa? —se ríe Roma al ver la reacción de Suiza.
—¡Está CALIENTE! —protesta en un chillido sintiendo que se cocina como si fuera coles.
—¿¡P-Pero qué es... Schweiz!? —chillido histérico de Germania.
—Sic, está caliente porque es más agradable —explica Roma riendo—. No pasa nada, venga, nada hacía aquí.
—¡Me cocino, vater me cocino! —sufre un poco Suiza ante la atónita mirada de Germania.
—Qué vas a cocinarte, no seas dramas —se ríe el romano, riñéndole como si fuera España o Francia.
—¡¿En qué momento...?! ¡¿En qué momento llegaste?! —protesta Germania un poco en shock.
—¡No hago dramas! —chilla Suiza cuando llega a la orilla.
—Ay... en fin —Roma sale del agua de un salto sin cubrirse ni un poco—. Te dejo para que le bañes... te veo en el atrium en unos instantes —le manda un beso a Germania antes de salir del cuarto donde la corte de esclavos le seca y le viste.
Germania le mira de nuevo, flipando, sin perderse detalle y se sonroja... Y luego mira a Suiza quien le hace unas preguntas en relacionadas a qué estaban haciendo.
Germania y Suiza salen del baño después de un rato ya que uno de los esclavos fue por ropa interior seca para el suizo. Entran al triclinium, Germania sonrojadito aún por las preguntas del suizo y en sí por lo que pasó antes, tratando de ser lo más normal posibles.
—Ja, ja... Schweiz... Ya te dije que no me estaba riendo —otra vez.
Traemos una nueva historia sobre los Ancient que tenía ganas de publicar... aun tengo miedo de que no sea lo bastante divertida, pero me parece que es interesante y lo pasamos muy bien escribiéndola, así que ojalá te guste! ¡No olvides agradecer a Josita su beteo y edición!
