Nota aclaratoria: Aunque la historia esta puesta como Crossover de Dragon Age y Harry Potter también tendrán cabida diversos personajes de otros universos. Espero que disfruten leyendola tanto como yo escribiendola.
- Para. Un paso más y me iré.- advirtió Morrigan irguiéndose tras haber acariciado al perro de guerra mabari.
- Hola a ti también, Morrigan.- saludo Cousland algo decepcionado por la actitud de la apostata.
- Supongo que sabes qué es esto. He hecho todo lo imaginable para dar con él y activarlo.- dijo la hechicera señalando el gran espejo cuya superficie se removía alterada.- dame una razón y me iré lejos de ti para siempre.
- ¿Los Eluvians son portales? ¿A dónde?- pregunto intrigado el guarda.
- A otro lugar, más allá de este mundo y más allá del Velo. Sin embargo solo puede usarse una vez.- explico.- Note tú llegada. Conservaste el anillo.- dijo con media sonrisa.- Dime ¿Por qué has venido?
- No podía dejar que terminara así Morrigan.
- Y una vez me dijiste que el amor no era una debilidad. Nunca te entender y tú nunca me entenderás a mí.
- No te entenderé sino me ayudas.
- Yo… ni siquiera sabría cómo empezar a explicarlo.- respondió abatida.
- Me han dicho que tenías un chico.
- Ah, así que lo sabes. Tu hijo está sano y salvo. No está aquí.- respondió.
- Entonces ¿Dónde está?
- Fuera de tu alcance y pronto yo también lo estaré. Él es inocente, guarda. Si pones en peligro su vida atente a las consecuencias.
- No tengo más preguntas.
- Entonces permíteme darte una advertencia. Es a Flemeth a quien deberías temer, no a mí. Si debes perseguir a alguien que sea a ella.
- No he venido a hablar de tu madre.
- Pero debemos hacerlo, creía conocer los planes de mi madre. Pensé que lo que ansiaba era la inmortalidad. Pero estaba equivocada, muy equivocada. Ella no es una maga de sangre ni una abominación,… ni siquiera es totalmente humana. No permitiste mi ritual pero eso no cambia lo que está por llegar.
- ¿Por qué? ¿Qué va a suceder?
- Un cambio se cierne sobre el mundo. Muchos temen el cambio y lucharan con ahincó contra él. Pero a veces un cambio es lo que más necesitan. A veces un cambio es lo que los libera.
- ¿Y qué es lo que deseas? ¿Ser libre?
- Lo que deseo… Ahora no importa. No puedo demorarme más, ha llegado el momento de marcharme.
- Llévame contigo.- pidió el guarda
- Tú… No sabes lo que pides. Sería mejor que te quedaras. Para ti… Para los dos.- respondió
- Pase lo que pase, quiero estar contigo.
- Entonces ven, amor mío. Afrontaremos esto juntos.- dijo sonriendo.
Cousland avanzo hasta ponerse frente al gran espejo junto a Morrigan. La cogió por la cintura acercándola lo máximo posible. Ambos se fueron acercando lentamente. Cada vez más cerca. Morrigan notaba la respiración del Guardia Gris. Cerró los ojos al mismo tiempo que sus labios se fundían con los de él. Ambos sintieron como la piel se les electrizaba, oleadas de calor reconfortante les invadían surgiendo de lo más interno de su ser. No querían separarse. Llevaban dos años y medio sin verse. Dos años y medio en los que no habían sido los mismos. En los que les faltaba un trozo de su ser.
Aquel sentimiento de urgencia, les impedía alegarse como si aquel beso fuera la suma de todos los que no habían podido darse y resumía todo lo que no habían podido decirse.
Al separarse Morrigan disimulo su respiración entrecortada, no así el leve rubor de sus mejillas. Cousland sabía que aún le quedaban muchos problemas en el futuro pero se sentía feliz de volver a tenerla a su lado.
El guarda retiro su mirada de la cara de la apostata y la centro en el enorme portal que se hallaba frente a él. Alzo la mano aproximándola al espejo. Toco la superficie del Eluvian notando como ante el contacto este intentaba absorberle creando ondulaciones como si de un estanque se tratase.
Morrigan le miro una vez más antes de internarse en el Eluvian que la absorbió dejando las perturbaciones que su cuerpo había causado a su paso. Couslan la siguió sin mirar una sola vez atrás.
Todo acabo hay. Se oyó un estampido como el de un trueno lejano. El espejo recobro su estado natural.
A los pies del Eluvian, el can mabari seguía mirando tristemente el espejo por el que había desaparecido su amo. A su lado aparecieron Finn y Ariane. Esta última con un gran tomo entre sus manos.
- ¿A dónde habrán ido?- pregunto la elfa.
- No lo sé. Ni siquiera sabía que se pudiera hacer eso.- contesto Flinn asombrado.
- Espero que el guarda este bien.
- Ya no podemos hacer nada. Tú ya tienes el libro ¿Qué harás ahora?
- Volveré a mi clan para devolvérselo a la custodia. ¿Y tú? ¿Volverás al círculo?
- Preferiría acompañarte. Quisiera poder estudiar ese libro más en profundidad.
- Mientras no me saques más sangre- bromeo Ariane palmeando la espalda al mago.- Salgamos de aquí antes de que nos ataque otro Varterral. Vamos chico, tu dueño no volverá.- dijo llamando la atención del mabari que pareció entenderle. Los tres se dirigieron a la entrada de la caverna. Salieron lo más rápido posible del Yermo de los huesos de dragón para evitar a los adoradores que los habían recibido al adentrarse en la zona.
- Ya tienes a tus guerreros. Ahora me toca a mí.- dijo un hombre alto de rasgos suaves con una barba bien cuidada. Su pelo era tan oscuro que parecía absorber la luz a su alrededor.
- Ese no es el trato que hicimos, recuérdalo bien no intervendremos hasta tenerlos a todos.- respondió una voz fina pero autoritaria. Provenía de otro hombre aun más alto que su interlocutor.- Aun tenemos trabajo antes de que comiencen los juegos, hijo. Vamos ayúdame.- pidió aunque no parecía poder ser replicada. Ambos hombres abandonaron su letargo para adentrarse en una oscuridad tan densa que no dejaba pasar ni un simple rastro de la luz de las lámparas que había en el lugar donde habían mantenido su conversación.
