Como conocí a su madre

Capítulo I

La niña de cabellos rojizos se acercó y uniendo sus deditos, nerviosa, preguntó en voz alta:

-Papá, ¿Cómo se conocieron tú y mamá?

Esas palabras resonaron en la habitación en suave eco.

Otani alzó la mirada hacia la pequeña de diez años y medio, quien lo miraba expectante, con los ojos bien abiertos y una mirada impacientada. Sonrió ante la pregunta, formulada con cierta inocencia y ternura.

-Es una larga historia.- contesta finalmente, viéndola por el rabillo del ojo.

-Tengo tiempo.- dice simplemente ella, colocándose junto a él. Otani sonríe, dudando.

-Ya es muy tarde.- replica, mirando el gran reloj de pared, que apuntaba hacia las 12.-Mañana tienes escuela, Yumi-chan.

-Pero papá…- murmura, con un poco de decepción en los ojos.

Otani sintió una rara sensación en su estómago al verla triste.

-¿Estás segura de que quieres que yo sea el que te la cuente?- preguntó, inseguro.- Tu madre podría contártela mejor que yo…

-¡Quiero que tú lo hagas!- gritó, decidida, mientras apretaba sus pequeños puños y su rostro se volvía algo sonrojado.

Otani la miró atónito y luego suspiró, sonriendo.

Después del primer embarazo de Risa, a Otani le empezó a preocupar que tal vez sus hijos pudieran preferir a su madre.

Y no era de sorprenderse, en su vida laboral Otani había conocido muchas familias, y por lo general, todos los niños tenían mejores relaciones con la figura materna. Aunque esto era algo que se daba más seguido en varones.

Pero Yumi tenía cierta admiración por su padre, ese cierto brillo en sus ojos cada vez que dirigía la palabra.

-Te la contaré yo, entonces.- respondió, con una media sonrisa.

-¡Sí, sí! ¡Cuéntala!- exclamó con alegría.

-Otro día.- aclaró secamente, borrando la dulce expresión de la niña.

-¡Aggh! ¡Eso es injusto!- replicó Yumi, cruzándose de brazos.

-Tienes que dormir.- insistió su padre, pero la niña no mostro señales de irse.

-No me moveré de aquí hasta que me cuentes.- dijo, sentándose mientras cruzaba los brazos y lo miraba desafiante.

Otani la observó momentáneamente.

-¿A dónde fue la dulce niña con la que estaba hablando hace unos segundos?

-Murió.- contestó sarcástica.

-"Muy gracioso Yumi.- contesta con reproche.- Pero hablo enserio, tienes que dormir". Y diciendo esto, le pasa la mano para que se levantara.

-No me iré.- dijo con voz firme, desviando la mirada.

-Ahhh…-suspiró Otani.- ¿Cuál es tu precio?

Yumi alzó la mirada y ofendida dice:

-¿Acaso crees que puedes comprarme?

-Sí.- responde.-Y te conviene aceptarlo, porque irás a dormir aunque tenga que obligarte.

-Un helado.-replica.

-¿Un helado?-repite.- Está bien, te compraré un helado.

-De chocolate, con almendras y caramelo encima.-siguió diciendo, con una sonrisa de victoria.

-¿Algo más?- preguntó el hombre, ya impacientado.

-No, solo eso.- espetó.

Otani sonrió, inclinándose hasta donde estaba ella.

-¿Ahora si irás a la cama?- preguntó, mientras le alborotaba el cabello con una mano.

-Sí.- dijo sonriente, y luego bostezando agregó, con expresión soñolienta.- Tengo sueño.

Segundos después de pronunciar esto, la niña dio la vuelta dispuesta a ir hacia su cuarto, mientras su padre la miraba irse, caminando despacio y con los ojos ya queriendo cerrarse.

Daba pasos pequeños y con la cabecita gacha y uno de los puños frotándose el ojito.

A la mitad del camino, se da vuelta y pronuncia con voz adormilada:

-Te quiero, papi.

Y rápido e infantilmente corre hasta su habitación, sin mirar atrás.