¡Hola a todos! Bueno escribí esta historia exclusiva de la segunda guerra mundial, porque me apetecía, lo escribí casi a lo loco y corrigiendo errores también a lo loco. Tenía unas horribles ganas de terminarla...

Nota:

1º- Hetalia no es mío. Ojala.

2º- Puse Roderich porque es una tercera persona cercana que vivió la WW2 sin estar metido directamente. No sé si me ha quedado bien o mal. Pero estoy harta de escribir, tengo ya un callo en el pulgar por culpa de la barra de espacio. XDD

3º- Como soy amante de la historia y eso, pues, después de leerme muchísimos libros sobre la segunda guerra mundial, pues hala, que puse los hechos a lo loco. Intento no nombrar fechas ni personas, excepto el superior de Eli que estaba en esa época.

Siento mucho si no os gusta T.T De verdad que a mi me hizo mucha ilusion que se me hubiera ocurrido esto, por si fuera poco Roderich solo se acuerda de lo que le interesa...

Ciezyc cie! ^^ Podeis preguntarme las dudas que querais, las respondere antes de poner el siguiente capitulo. o/o


Viena

Todo era tan tranquilo que parecía un día normal, pero no lo es y lo sabes. Estás como de costumbre tomando tu té favorito, que gustosamente te había preparado la húngara que se sienta delante de ti. Ella como de costumbre está mirándote a través de sus largas pestañas, haces como que no te das cuentas porque si le devuelves la mirada por encima de las gafas se sonrojaría.

Agarra la taza blanca entre sus delicadas manos y la baja cuidadosamente hasta su regazo, entonces hablas:

-Me dijo Ludwig que le has amenazado por mi anexión...-murmuras por lo bajo con la boca cerca de tu taza.

Ella lo oye claramente y te mira con los ojos abiertos de par en par, deja la taza de té en el platito de la mesa y titubeando se aferra al vestido.

-L-Lo hice porque quiero protegerte, Roderich, por favor, comprende que estoy muy preocupada por ti y solo quiero que seas feliz...-dice con un ligero temblor en la voz.

-¿No te has molestado en pensar que esta anexión puede sacarme de varios problemas y hacerme feliz?-le preguntas sin intención de recriminarle nada aunque tu tono de voz queda en esa categoría.

-Roderich, no creo que pueda hacerte feliz que Ludwig venga y mate a tu jefe...-responde ella frunciendo el ceño.

Dejas la taza encima del plato y te frotas el puente de la nariz.

-Elizabeth, ya hemos hablado de este tema, él no mato a mi jefe-dices cansado.

-¡Claro que lo mato! ¡Quiere que Austria esté en la miseria para poder hacerse más fuerte! ¡Lo tiene todo planeado y contigo en su mando acabará por hacer cosas más graves!-replica ella levantándose bruscamente del sofá.

Sabías que saltaría con algo así, por lo que mantienes la calma.

-No deberías comportarte de esa manera, es indecente-te limitas a decir desviando la mirada.

-L-Lo siento-dice apresuradamente sentándose.

Puede que tenga razón o puede que no, aún así, Ludwig puede solucionarte muchos problemas y quieres que todo vuelva a ir bien, Ludwig ya habló contigo sobre la anexión y ni siquiera te has molestado en decirle nada a Elizabeth. Sabes vagamente que quiere lo mejor para ti pero ignoras ese detalle. Ella es un país al igual que tú, entonces... ¿quieres que esté bien? No, no es la expresión exacta. ¿Quieres protegerla de Ludwig? Se acerca, pero esa sensación que te hace parecer que nunca más volverás a verla te come por dentro y te entran ganas de llorar.

¿Qué deberías hacer?

-Elizabeth... Dentro de unos días... Austria se unirá a Alemania y tendrás que irte...-dices brevemente.

Bajas la mirada deseando que ella no rompa a llorar.

-¿Cuando habéis decidido eso...? ¡¿Te ha obligado!-exclama asustada.

-Lo hemos decidido antes de ayer y ha sido una decisión que yo mismo he tomado-contestas sin mirarla.

-No... ¿Por qué no me lo has contado hasta ahora?-vuelve a preguntar.

No sabes la respuesta. Quizás para ver su tímida sonrisa unos días más antes de la noticia tan mala que ella no quería oír.

Suspiras triste.

-Elizabeth, prepara tus cosas, tienes que trasladarte a la casa de algún superior tuyo... Austria ya no es un sitio seguro para ti...-te levantas agotado por tus últimas palabras.

-¡No, me niego! ¡Quiero quedarme aquí! ¡Esta también es mi casa, él no tiene ningún derecho a echarme!-replica nuevamente a punto de llorar.

Le das la espalda dirigiéndote a tu despacho.

-Me temo, que ya no es tu casa... Mañana tienes que irte sin falta, los alemanes merodean por ahí y no me gustaría que te atacaran-no te paras a mirarla por encima del hombro así que cuando entras en tu despacho te tapas los oídos mientras te apoyas a la puerta que recién acabas de cerrar para no oír los sollozos de ella.

Al día siguiente ya encuentras su cara más triste, intenta no mirarte siquiera y no puedes decirle nada por miedo a que llore. Se ha puesto su ropa militar y espera a que sea la hora en que su superior venga a buscarla. Espera sentada delante de la ventana, con la mirada perdida en el jardín ligeramente encorvada hacia delante.

Puede que sea la última vez que puedas verla. ¿Quién sabe? Te atreves a acercarte un poco a ella por detrás.

-Oye... Roderich... ¿puedo preguntarte algo?-te pregunta ella de repente.

Haces un ruido con la garganta afirmando, se toma su tiempo en elegir las palabras adecuadas, no se mueve pero su mente está más allá de esa silla y de esa ventana.

-¿Cuál es el destino de los países?-pregunta lentamente.

Sabías que no podíais morir si no muere el país en sí, una teoría que nadie se ha planteado porque solo conoces a un puñado de personas que saben lo que deben hacer porque desde que nacen sus superiores les han educado de tal manera que no se permiten pensar en eso. Le habías explicado a Feliciano en su momento algo que ni siquiera llegaste a entender tú mismo.

"Las personas pequeñas son tomadas por las personas grandes, las personas que expanden su territorio siguen existiendo pero los que no, desaparecen"

¿Por qué hay que expandirse? Bajas la mirada hacia la cabeza de Elizabeth, que sigue esperando tu respuesta.

-Existir o desaparecer-respondes con un claro tono melancólico.

-¿Por qué debemos desaparecer? Mi superior me habló una vez de la ley del más fuerte... Pero eso solo se aplica en el reino animal y... nosotros no somos animales...-dice ella despacio y con una voz que no muestra nada.

-Pero... Los animales tienen un territorio...los países también... es el mejor ejemplo. Somos como animales-susurras.

-Los animales solo ocupan un espacio y respetan el de los demás... Nosotros somos peores que ellos, somos tan egoístas que queremos lo que tienen los demás...-murmuró ella con un suave desprecio por lo que era.

Exacto. Sois egoístas como los humanos y os comportáis como animales. Tiene razón.

Entonces sonó unos fuertes toques en la puerta principal, Elizabeth se levantó al tercer golpe y sin mirarte siquiera se dirige a la maleta de viaje que había dejado en el vestíbulo. En vez de alcanzar el pomo de la puerta con una mano, se paró delante de esta.

-Bueno... Me tengo que ir-dijo en un susurro.

Quieres detenerla para que no se vaya pero tu lógica aplasta tu deseo y solamente resuena la frase: "Es lo mejor para ella" en tu cerebro.

-Cuando termine todo esto, volverá a ser tu casa...-dices tímidamente.

Ella deja la maleta en el suelo y se da la vuelta para mirarte a los ojos, esta a punto de llorar.

-¿Y si no termina nunca?-pregunta mientras le tiembla el labio inferior.

-Todo lo que empieza debe acabar-suspiras al terminar la frase entonces te das cuenta de que te abraza con fuerza y te moja la camisa con sus lágrimas.

Una sensación extraña te invade por completo. Debes dejarla ir y a la vez no quieres que se vaya. Eres un cobarde, porque ella siempre te ha ayudado y protegido todo el tiempo y ahora que vas a estar solo no tendrás quien te apoye.

Lo último que hace es besarte suavemente en la mejilla, te sonríe tristemente, coge la maleta, abre la puerta y en cuanto la cierra a su paso notas que la casa esta vacía, triste y abandonada.

-No quiero que te vayas-

Tarde.

oOo

-Me alegra de que la anexión haya resultado como habíamos planeado-dijo la fuerte voz del alemán.

Observaba tu casa con detenimiento, quizá porque piensa hacerla cuartel general, porque podría ser buena para su superior o algo... En parte te molesta porque esta merodeando por todos lados. Pero no puedes hacer nada.

Ahora no es "tu casa" es "su casa".

-Mi superior estaba deseando que te unieras a nuestros planes-se mira en un espejo y se arregla una medalla de una cruz negra que cuelga de su uniforme verde.

-¿Podrías decirme a qué se debe la anexión? Deberíamos estar informados de vuestros planes de futuro ¿no crees?-dices con toda la educación posible aunque se note tu molestia.

Toma aliento y ves a través del espejo una sonrisa malévola y una mirada de seguridad. No dice nada.

El viaje de tu casa al cuartel general en Berlín fue demasiado aburrido, tranquilo y silencioso. Te gusta el silencio ya que lo consideras parte de la música pero con un ambiente tenso te incomoda.

Le debes dar la mano a los generales y ministros que hay en ese cuartel, comportarte con educación y hablar amablemente y con tranquilidad, al igual que tus antiguos superiores. Dejando buena imagen a Austria.

Mientras la gente que acabas de saludar camina por el pasillo dejándoos a tu superior y a ti los últimos notas un ligero temblor en las manos de tu jefe.

-Roderich... ¿Te ha contado algo el señor Ludwig acerca de sus intenciones?-te pregunta por lo bajo.

Miras un momento entre las distintas cabezas la nuca de Ludwig, repeinado, rubio y con una boina que le tapaba parte de la frente.

-No, no ha querido decirme nada, se ha limitado a... sonreírse a si mismo-las últimas palabras las pronuncias con inseguridad.

Esa sonrisa y esa mirada no sabías si eran para ti, para él mismo o para alguien que le habría cruzado la mente en ese momento.

Aún así, temías por todo lo que estaba pasando, te sentías pesado y como en un sueño. Solo que ese sueño era una horrible pesadilla.

Tan pronto como habíais llegado a una sala con una mesa rectangular llena de papeles y detrás de esta varios asientos ya temiste que comenzaría una reunión. Qué maleducados. Ni se molestaron en avisarte, ahora eso no importa.

-Por favor tomen asiento-os dice un hombre con entradas y boina en un tono jovial mientras señala dos asientos en el centro de la mesa.

Delante de esta hay un gran mapa del mundo, ocupa casi toda la pared y hay algunas chinchetas verdes y rojas en la parte que se refiere a Europa. Algunas de las personas toman asiento, otras se quedan de pie y no entiendes ese comportamiento.

De otra puerta sale un hombre bajito y moreno, con un divertido bigote que solo ocupa mínima parte del labio superior. Se arregla la misma medalla que lleva Ludwig y seguidamente se pone delante del mapa enfrente de tu superior y tú. Ya le conocías y esa falsa amabilidad te mata.

En ese momento cuando va a hablar ese hombre, Ludwig carraspea haciendo que todos los presentes le miren.

-Si me permite ¿podría explicarle a los recién llegados la táctica que pretendemos?-dice encorvándose un poco.

-Por supuesto, si tanta ilusión te hace por mí no hay ningún problema- ríe un poco infantil y toma asiento en otra mesa separada.

-Seré breve y claro. Tenemos pensado en volver a unir la Alemania oriental, dígase Prusia a nuestro territorio, como supongo que habrá unos buenos resultados, iré directo al grano, Francia y Gran Bretaña. Dos de las potencias mundiales en la actualidad. Ahora que están en la miseria no nos costará nada hacernos con ellas. El objetivo: Expander el nazismo por todo el mundo. Para eso tendremos que hacernos con países y por supuesto Francia y Gran Bretaña suponen un inconveniente en nuestros planes. Así que, en cuanto unamos Alemania a Prusia empezará el objetivo principal una invasión a estas dos potencias...-

Mientras Ludwig explicaba miraba el mapa y señalaba con el dedo los países que mencionaba. Precipitado. Calculado. Peligroso. Todo el plan resumido en tres palabras.

Cuando terminó de hablar aún seguías mirando el espacio que separaba Alemania y Prusia, insignificantemente importante ese espacio. Tu superior carraspeó.

-¿Cómo lograreis unir Alemania a Prusia? El espacio que separa los territorios es de Polonia-preguntó intentando tener un tono firme.

¿Polonia? ¡Ah! Si... aquel país que habías partido unas cuantas veces, ¿cómo era aquella chica? No, chico. Era un chico según Elizabeth, aunque recuerdas vagamente su cara...Da igual, no es importante para ti.

Los generales, el hombre bajito y Ludwig mostraron una sonrisa divertida. El rubio agarró una chincheta verde.

-Primero recurriremos al diálogo pero los polacos tienen fama de ser unos orgullosos y cabezones, si no ceden el paso de Danzing, deberemos invadir Polonia-dicho eso clavó bruscamente la chincheta en la indicación del mapa que ponía "POLONIA"

oOo

No has dicho nada durante esa reunión. Tu opinión no contará y lo sabes, les da igual a esos alemanes lo que pienses, van a seguir a lo suyo y con sus planes.

-Roderich. ¿Estás de acuerdo con esa táctica?-te pregunta de repente tu superior mientras revisa sus papeles en los aposentos que os han asignado a ti y a tu jefe.

-Mientras no afecte a Austria no me importa-dices como si todo te resbalase.

Tu superior te mira atónito.

-Pensaba que te importaba las cosas relacionadas con Hungría-murmura por lo bajo.

-¿Qué tiene que ver Polonia con Elizabeth?-preguntas un poco sorprendido.

-¿La señorita Elizabeth no era una buena amiga del señor Lukasiewicz?-pregunta arqueando una ceja.

¿Elizabeth amiga de aquel chico rubio? Frunces el ceño intentando recordar...

" Feliks es una persona algo tímida pero es muy simpático"

"Deberías agradecerle que te haya salvado de Sadiq"

"Por favor, Roderich, no vuelvas a dividir Polonia"

¿Cómo puedes ser tan estúpido? ¿Cómo se te puede olvidar algo tan importante como los aliados de Elizabeth?

-Debo llamar a Elizabeth ahora mismo-dices apresuradamente.

-¿A Elizabeth? ¿Para qué?-te pregunta tu superior alarmado.

Buscas un teléfono con la mirada y al verlo casi te tiras encima de él de lo apresurado que estas, lo descuelgas temblando y marcas el número del superior de Elizabeth inconcientemente, en una situación más relajada se te habría olvidado.

Esperas un tono.

Otro.

Y un último tono antes de que oigas la voz de ella al otro lado del auricular.

-Casa de los Imrédy-dice como si se tratara de una criada.

-¿¡Elizabeth!-exclamas al oírla.

Tarda un poco en reconocer tu voz.

-S-Si... ¿Roderich?-dice tímidamente.

-¡Elizabeth, debo contarte para qué me quería Ludwig... Siento muchísimo todo lo que ha ocurrido... lo siento muchísimo pero no hay marcha atrás en estos planes!- ni siquiera te molestas en hablar como siempre hablas, es una situación tan delicada que ni siquiera pareces tú mismo.

-R-Roderich, tranquilízate ¿qué ocurre?-dice ella asustada por tu forma de hablar.

-Ludwig... es posible que Ludwig invada Polonia para llegar a Gilbert-dices todo lo rápido que puedes.

¿Cómo reaccionará ella al saber que uno de sus amigos va a ser atacado? Temes por si se enfada contigo, te odie o que quiera verte muerto. Aunque lo último es lo menos probable.

-¿C-Cómo? ¿Van a atacar a Feliks...? -cierras los ojos y vuelves a abrirlos al sentir un ruido al otro lado del auricular.

-¿¡Elizabeth!-la llamas alarmado.

Nadie contesta.

oOo

A ti se te hace imposible ir a Hungría ya que Ludwig requiere tu presencia sea para una reunión o para que hagas tareas que le correspondería a él. Tu superior te ha llamado varias veces por teléfono desde Viena, contándote lo que hacen los alemanes y que Elizabeth está de aquí para allá intentando buscar una forma de que no invadan Polonia.

Y en un año no puedes hacer nada por ella. 1 año para impedir que Ludwig proceda a su amenaza. 1 año para impedir que Ludwig haga algo que no debería hacer. No has hecho nada. Ni siquiera has vuelto a oír su voz ¿y ahora qué?

Ludwig se ha ido a invadir Polonia ya que, como había dicho él un año antes. Eran orgullosos y cabezones y no habían cedido, a pesar de que Gran Bretaña y Francia les estuvieron diciendo que hicieran un pacto.

Pero el único pacto que hizo Ludwig fue con la Unión Soviética. Un pacto de no agresión. Gran Bretaña y Francia estaban más nerviosos y preocupados por la situación pero ellos tampoco hicieron nada.

Nadie hizo nada, se limitaron a hablar.

Tocan la puerta y ya que tú eres el único que esta en la casa de Ludwig vas a abrir, al otro lado esta aquel albino que tan mal te caía. Tiene varios rasguños en la cara y la ropa algo rasgada y vieja. Sonríe de lado y parece divertido por la situación.

-¿Qué? ¿Me echabas de menos?-pregunta con tono de superioridad.

Si hubiera sido tu casa le habrías cerrado la puerta en sus narices pero no puedes hacerlo.

En vez de eso, te limitas a dejarle pasar, come cualquier cosa que encuentra con ganas, se moría de hambre. Normal.

-¿Cómo es que estás aquí?-le preguntas frunciendo el ceño.

-¿Ah? Mi maravilloso hermano se hizo con el paso de Danzing y me dijo que viniera aqui para reponerme... ¡Es tan bueno! ¡Claro, es normal que sea maravilloso si yo soy su hermano mayor! ¡Jajajaja!-exclama divagando un poco.

Ruedas los ojos por un momento.

-¿Qué ha pasado con...?-te interrumpe antes de terminar la frase.

-¿El polaco? No apareció el muy cobarde, aunque claro, lo primero que hizo West fue cortar la comunicación ¡Qué divertido era ver a todos esos polacos gritando aterrorizados! ¡Ja ja ja!- va a una habitación a cambiarse de ropa.

Polacos aterrorizados. Genial. Vuelven a tocar la puerta y vas a abrir nuevamente. En vez de encontrarte a Ludwig o a algún superior de él, te encuentras con un chico rubio, más bajito que tú y con unos ojos verdes preciosos.

-O sea, ¿Aquí vive Ludwig no?-ladea la cabeza y parece bastante molesto.

-¿Eh? Si... ¿Quién...?-apenas llegas a decirle algo, su cara te suena pero no caes en la cuenta.

Gilbert te aparta con una sonrisa amplia en la cara.

-¡Ja! ¡Pero si aquí está mi vecinita!-exclama apoyándose en el marco de la puerta.

El chico abre mucho los ojos y retrocede al verle.

-¡¿Qué demonios haces tú aquí?-exclama frunciendo el ceño.

-¿Qué forma de hablar a tu Dios es esa? ¿No sabes que están atacando a tu pobre gente ahora mismo?-usa un tono cruel y sonríe como lo había hecho Ludwig un año atrás.

-¿Qué que? ¡Pero si he venido a negociar lo de Danzing!-exclama el chico totalmente fuera de si.

-Tarde... Estás perdiendo tiempo aquí, vete a salvar a tu gente, si es que puedes...-dice él arreglándose la medalla de la cruz negra.

Le dirige una mirada llena de odio y sale corriendo por donde ha venido. No puedes hacer nada por él.

-Ja... hasta corre como una chica...-murmura Gilbert antes de cerrar la puerta.

-Ahora que estás aquí ¿dejareis en paz al polaco?-le preguntas esperanzado.

Te mira como si fueras tonto, con su horrible sonrisa de suficiencia.

-Claro que no. Los que estén en contra del nazismo acabarán muertos. Los judíos trabajarán para nosotros y serán exterminados como si fueran cucarachas... ¡¿A que es una idea fantástica? ¡Lo sé! ¡Si mi nuevo superior lo piensa es fantástico!-dicho eso se dispone a marcharse.

-¡¿Qué tienen que ver los judíos en todo esto?-le preguntas persiguiéndole.

Se da la vuelta y te sigue mirando de la misma forma.

-Son una plaga y si son polacos peores...Esto es solo por venganza-

oOo

Ludwig le había explicado brevemente a Gilbert sus intenciones, en cuanto llegó de la invasión le explicó más detalladamente todo el plan, los generales se reían a carcajadas de las anécdotas que contaban los que fueron a batallar. Diciendo cosas como que los polacos que trabajaban en la oficina de correos opusieron resistencia y aún siguen ahí mientras algunas tropas disparan.

Solo fue cuestión de tiempo que Polonia cayera ante las armas alemanas, el país ya era pobre de por si y se preocuparon más por mantener a la gente que por el armamento.

Por si fuera poco, cuando las tropas polacas pensaban huir, los soviéticos atacaron por el otro lado. Los acorralaron como ratas, tal y como lo contaban Gilbert y Ludwig parecía una película de comedia, pero no lo era.

Y ahora... Aquel chico que se llamaba Feliks es prisionero de los alemanes, no ha hablado con nadie, se limita a mirar mal a los demás e incluso a ti. Podría decirse que no tuviste culpa de nada pero la tienes y te sientes culpable. Tuviste una oportunidad y no la aprovechaste, ahora te limitas a mirar desde la ventana de tu respectivo cuarto como Gilbert va a torturar a Feliks, que está atado por el cuello y las manos a una barra de hierro en el jardín.

Les divierte. Solo parpadeas y te preguntas vagamente de qué estarán hablando.

No puedes ayudarle y no quieres porque te causaría problemas. ¿Es cruel pasar de largo?

No, es egoísta.

Unos días después de la invasión de Polonia, Ludwig y Gilbert salen con sus ropas militares, tú también vas con ellos porque debes hacerlo a menos de que Ludwig te pida que te quedes en casa. Ves como Gilbert suelta a Feliks que no escapa. Agarra la cadena del cuello y les pone unos grilletes en las manos. Es como si estuviera paseando a su perro, solo que el perro es una persona, no, persona no, país.

Durante el camino, Ludwig mira el reloj de bolsillo de vez en cuando. Gilbert insulta y empuja a Feliks para que camine, aunque ya lo hace.

Y tú, les sigues manteniendo tu voz guardada, con la vista fija en Feliks. Esta mudo y con la mirada perdida.

Parece inofensivo y apenas te acuerdas de él, normalmente no les das importancia a la gente que crees que no volverás a ver, pero mírale, aguantando los insultos y los golpes, caminando a regañadientes.

No vas a preguntar si ha hecho algo malo porque él no podrá responderte y los alemanes te dirán su punto de vista, cosa que no te interesa.

No te das cuenta de que Ludwig se para así que te pilla por sorpresa. Delante de vosotros hay un chico alto, con una bufanda y una gran nariz. A su lado otro más bajito moreno y los ojos abiertos como platos al veros.

-¡Feliks...!-el chico moreno se dispone a correr para ayudar a su amigo, pero el alto lo para con una sonrisa infantil en la cara.

-Sentimos mucho la tardanza. Se nos hizo tarde, Ivan-dice Ludwig con total tranquilidad. Gilbert se ríe y empuja a Feliks contra el suelo, cae delante del chico alto.

-Nee~ Feliks... ¡tienes muy buen aspecto! Parece que el librarte de tu gente te sienta muy bien ¡eje!-el chico alto le habías visto alguna que otra vez pero no recuerdas su nombre.

Observas como Feliks intenta levantarse del suelo.

-A lo mejor te recuerdo a ti, como que estas acostumbrado a librarte de muchas cargas ¿no crees?- le escupe en el zapato y sonríe mostrando un claro desprecio.

Por otro lado al chico moreno le tiemblan los labios y el entrecejo y se lleva las manos a la cara al ver que Gilbert agarra del cabello al polaco y lo levanta del suelo bruscamente mientras Ivan adopta una expresión de psicópata.

Están siendo crueles. Ivan aplaude suavemente y suelta risitas infantiles mientras Feliks aguanta las bofetadas y los insultos procedentes de Gilbert, los dos parecen disfrutar de la escena y tú lo soportas mirando a otro lado. Te sientes impotente una vez más, aunque llevas así 1 año entero. Deberías tranquilizarte, al final le dejarán en paz.

O eso esperas.

Al final, Ludwig le dirige a Gilbert una mirada de desaprobación para que pare de pegar al polaco, que cae al suelo de rodillas.

-Tal y como habíamos acordado... Toda Polonia hasta el río Vístula nos pertenece. Las tierras de Lituania y el territorio polaco de más allá del Vístula te pertenece a ti-Ludwig se había aprendido aquel documento de reparto de memoria y solamente había dicho lo importante.

Lo que les toca a cada uno.

oOo

Finalmente todo empeora. Ahora te dedicas a escuchar la radio que hay en la casa de Ludwig, no has hablado con Elizabeth durante mucho tiempo y la echas de menos por momentos. No recuerdas los días porque son iguales.

Ludwig y Gilbert tienen reuniones con los generales, estás invitado aunque el albino te trate como a un idiota. No te importa porque le ignoras. En esas reuniones hablan de lo mismo... Ataque relámpago. Como lo llama el superior de Ludwig. No te interesa siquiera de que va todo eso porque sabes que van a ganar.

Los días se te hacen espesos como la primera vez que fuiste a Berlín en 1938. En esa casa, no hay ningún piano y no quieres pedir uno por timidez, no es tu casa y crees que lo conveniente sería no decir nada ni pedir nada, solo dar la razón a los alemanes como los locos. Si hubiera alguno, lo tocarías durante horas y horas, sería lo único que te entretuviera, te conformas a tocar el bordillo de una mesa como si se trataran de las teclas, tarareando la canción que te gustaría tocar.

Al poco rato te cansas de hacerlo, porque no suena nada y te deprimes un poco más.

Gilbert se ha dedicado a decir que deberían atacar Francia, te resulta extraño porque Francis y él son amigos... ¡Ah! Claro, Francis tiene la culpa de que Ludwig estuviera en la miseria, le echó toda la culpa de la Gran Guerra. Ya lo comprendes. Aún así, él no se separa de Feliks ni para ir al baño, lo lleva todo el rato controlado, cuando se aburre le molesta y le pega. Prefieres eso, a que sea Elizabeth la que esta encadenada.

-¡Señorito pijo! ¡Tienes una nueva tarea!-Gilbert abre la puerta de un portazo y tira de la correa de Feliks para que entre.

Frunces el ceño ya que te molesta y te gustaría llamarle: maleducado. No puedes hacer así que te resignas a mirarle con desaprobación.

-¿A qué se debe ese griterío?-le preguntas cansado.

-Como alguien tiene que cuidar de los prisioneros... ¡Te tienes que hacer cargo del noruego ese... del danés... del holandés y la belga! ¡Ah! ¡Y de Francis y Elizabeth! La chica que cuidaba de ella prefirió irse a su casa para cuidar de no se quién ¡traidora! -¿Elizabeth?

-¡¿Elizabeth? ¡¿Que le habéis hecho?-gritas más que él y se sorprende de lo rápido que se te has levantado de la silla de la sala de estar.

-¿Eh? ¿No te ha dicho West que es otra prisionera? ¡El nazismo ha llegado hasta Hungría! ¡Somos los seres más fuertes del mundo y nadie nos parará! ¡JAJAJAJA! ¡Vamos chico-pony!-no dice nada más, vuelve a tirar de la correa de Feliks y se marcha por donde ha venido con él.

Pensabas que Feliks era amigo de Elizabeth y que iba a gritarle a Gilbert. Pero claro, esta en una situación delicada o era posible que lo supiera desde antes. ¿Por qué Ludwig no te dijo nada de Elizabeth? ¿Y tu superior? Nadie te mantiene informado de verdad. ¿Para qué estas en este show entonces?

Estás furioso. Vas en busca de Ludwig, sabes perfectamente donde esta, reunido con sus superiores en el sitio de siempre dando el parte de los resultados de los ataques.

No te importa interrumpirles, no te importa saltarte tu educación. Ya no te importa nada.

Abres la puerta bruscamente y todos los presentes en la sala se asustan y te miran.

-¿Roderich? ¿¡Que forma de interrumpir una reunión es esa!-te pregunta Ludwig frunciendo el ceño.

-¿¡Por qué has invadido Hungría! ¡¿Por qué no me has contado nada? -le da un golpe a la mesa.

Estas más que irritado por la actitud que tienen contigo y ahora no te importa si te van a encarcelar o te mandan a un campo de concentración.

-¿Quién te dijo eso?-te pregunta tranquilo, por lo que te irritas más.

-Gilbert... ¿Ahora me lo podrías explicar?-le dices frunciendo aún más el ceño.

-Oh Dios... No se le puede encomendar nada, se va de la lengua...-se frota el puente de la nariz después de rodar los ojos en sus cuencas.

La ira es mayor a tu miedo y aunque estés temblando un poco, casi nada, tienes ganas de pegar a Ludwig por todo lo que ha hecho. No le entiendes en absoluto.

-Verás Roderich. Si quieres estropearnos más los planes llamando a los que quedan libres lo llevas mal. Por otro lado, ahora mismo estas siendo indecente. Elizabeth está bien en un calabozo junto con las demás personas que hemos atacado. Pregúntale a Gilbert donde está, suele ir mucho por ahí...-lo último que hace es ponerse delante de ti y arquear las cejas como si fuera todo algo obvio.

Vuelven a tratarte como un tonto.

-Al menos deberías haberme dicho que teníais a Elizabeth...-por muchas malas miradas que le dirijas a Ludwig, él no se va a intimidar por tan poca cosa.

-¿Por que? Si dentro de poco vas a desaparecer, el imperio alemán se va a extender por todo el mundo y todos desapareceréis a nuestro paso-sonríe de medio lado y tú te quedas anonadado.

No quieres desaparecer.

oOo

Gilbert, ha regañadientes te lleva a la prisión que hay debajo de un edificio que ni siquiera es una cárcel. Otra guarida adaptada para esas cosas, en los primeros pisos es como una casa normal y corriente y las sirvientas que viven ahí bajan comida a los prisioneros. En una trampilla que hay debajo de una de las sillas de la cocina estaba la escalera que llevaba a la prisión.

Estás aterrado.

Bélgica y Países Bajos en una prisión, abrazados, ella llorando porque no ha podido defender lo que era suyo y él tan inexpresivo como siempre mirando al suelo.

Noruega y Dinamarca en otra prisión, sentados uno al lado del otro.

Y finalmente, Francis y Elizabeth en otra, como se había adelantado Gilbert con Feliks, Elizabeth se echa contra los barrotes para poder hablar con él.

-¡Feliks! ¿¡Estás bien! ¡Por favor contéstame!-grita ella desesperada por una respuesta.

Feliks hace un ademán de contestar pero mueve apenas la cabeza en dirección a Gilbert, supones que él no le había dejado hablar en otras veces.

-¡Agh! Odio que me mires con esa cara ¡Contéstale anda!-él mira a un lado molesto y se cruza de brazos.

El rubio carraspea un poco.

-E-Estoy bien Elizabeth... si no fuera porque alguien jala de mis cadenas cada dos por tres...-suspira y mira de reojo al albino.

Ella rompe a llorar, Feliks parpadea e intenta sonreírle.

-Ejem... Elizabeth, no llores o te pondrás fea... Mira... Ha venido tu marido a verte, no te pongas a llorar delante de él-decía lo más tranquilo posible aunque se notaba que quería echarse a llorar.

Ella te mira como si no te conociera de nada, frunce el ceño y agacha la cabeza llorando con más fuerza que antes.

-¡Oohhh venga dejaos ya de lagrimillas!-se vuelve a quejar el albino.

Te acercas a los barrotes del calabozo y le acaricias la cabeza a Elizabeth, ella posa la mano sobre la tuya y se la lleva a la mejilla. Te echaba de menos.

-Roderich... snif... Roderich... ¿Estás bien? ¿Estás bien, Roderich?-te pregunta totalmente preocupada.

-S-Si, tranquila... No llores por favor...-intentas sonreírle por tranquilizarla pero empeoras las cosas y llora aún más.

-¡Los alemanes impedían que tu jefe te dijera por teléfono la verdad! ¡Es culpa de ellos! ¡Por eso estoy aquí!-exclama mientras solloza.

Los demás prisioneros también se habían acercado a los barrotes para escuchar y Francis estaba encogido sobre si mismo sin levantar la cabeza, pero escuchaba atentamente.

-¡Húngara, a callar! ¡Nosotros no tenemos la culpa de que ustedes seáis unos chivatos!-el albino le da una patada a los barrotes haciendo que Elizabeth se asuste y se aferre más a tu mano.

-¡No la asustes, estúpido!-exclama Feliks frunciendo el ceño.

-¡Tú también deberías callarte si no quieres que te corte esa lengua larga que tienes!-dice Gilbert agarrando del mentón al polaco con fuerza.

Elizabeth reacciona como si quisiera parar a Gilbert pero Francis se interpone antes que ella agarrándole el brazo a Gilbert inusualmente serio.

-Querido ¿no crees que ya le vasta con estar atado?-dice Francis sin miramientos.

-¿Ah? Aquí nadie ha pedido tu opinión que yo sepa...-dice el albino sonriendo de medio lado aunque al menos ha soltado a Feliks.

-Una opinión mía nunca sobra ¿sabes?-dice el francés sonriendo igual que el alemán pero con mayor sutileza.

-Francis, eras mi amigo pero ahora no me voy a cortar ni un poco. Si te sientes culpable por este inútil porque nunca fuiste a ayudarle y le dejaste a merced de mi maravilloso West. Salvarle no te sirve mucho en este momento-musita Gilbert zafándose del agarre.

Feliks mira al suelo sin volver ha hacer comentarios. Francis pone cara de niño regañado y vuelve a su sitio del calabozo y le da la espalda a los barrotes.

-Ustedes dos, si van a seguir con sus cursilerías, más os vale terminar ya...-refunfuña el alemán.

Vuelves a prestar atención a la cara de Elizabeth y ella hace lo mismo.

-Prométeme que vas a estar bien y no harás locuras-te suplica intentando no llorar en vano.

-Voy a estar bien y no cometeré locuras... Tú, prométeme que no vas a desaparecer-dices con una leve sonrisa de alivio.

-Yo no pienso desaparecer si tú no desapareces... Quiero salir de aquí...-dice ella apretando los barrotes.

-Pues no te queda nada...-murmura Gilbert tirando de la cadena de Feliks mientras se dirige a la salida de las mazmorras.

-¡O sea, como que no tires tan fuerte!-se queja el rubio mientras camina todo lo rápido que puede.

Le acaricias la mejilla a Elizabeth mientras le sonríes con tal de calmarla y ella te mira un poco reservada y se acerca aún más a los barrotes, tú la imitas porque ya sabes lo que quiere.

-¡Señorito pijo! ¡Vámonos ya! Estoy harto de este lugar, solo he cogido nervios-vocifera Gilbert.

Indecente. Piensas eso lo primero. Te recolocas las gafas y ella te mira fastidiadísima porque no te ha podido besar.

-Lo siento, me tengo que ir... Y tranquila, que no dejaré que Hungría desaparezca... Ese no es tu destino-le dices antes de que Gilbert te agarre del brazo y te lleve a la salida.

oOo

Ahora puedes ver a Elizabeth todos los días, ya que vives en esa casa-prisión. Mantienes informados a los prisioneros que cada vez son más, se ha unido Grecia, Heracles y ahora se dedica a dormir en el calabozo todo el día.

Es incluso más entretenido y tranquilo que cuando estabas en la casa donde vivía Ludwig. Prefieres estar con un montón de presos que en una casa con un montón de generales que no te cuentan para nada. Y un día por la radio se oye la noticia de que los alemanes van atacar Gran Bretaña vía aérea.

-¿Oh? Al fin el cejudo hace algo-comentó el francés sonriendo esperanzado.

-Más que tú si ha hecho...-murmuró por lo bajo el noruego.

-Quoi? ¡Pero si fuiste tú quien no se fiaba de los barcos ingleses y al final mira como quedaste! –exclamó Francis.

-¡Tú francés de pacotilla no le digas nada que no eres el mejor ejemplo!-se quejó el danés.

-¡Por favor callaos ya! ¿No podemos tener una reportaje de los hechos tranquilamente?-se quejó la belga encaramada a los barrotes.

Solo bastó ese último grito para que los otros dos se callasen. Carraspeas y te vuelves a recolocar las gafas.

-Gracias... Si me permitís... También oí en la radio que los ingleses piensan en venir y liberar a los prisioneros franceses e ingleses...-suspiras y te frotas el puente de la nariz.

Todo es cada vez más complicado.

-Pero...si Arthur viniese y no lo consiguiese... Los alemanes estarán más frustrados y la pagarán con los judíos... Feliks...-Elizabeth estaba muy unida a Feliks, normal, eran los mejores amigos en ese momento.

-Tranquila, querida, seguro que no le hacen nada-Francis se acercó tanto a ella que le miras con asco y desaprobación, al notar eso se aleja rápidamente.

-Elizabeth, sabes que él es fuerte, más que todos nosotros incluso, ha aguantado muchísimas particiones y ha estado como 100 años sin salir en el mapa, seguro que no le pasa nada...-dices intentando calmarla.

-Bueno, es muy fuerte. En eso tienes razón... –sonrió un poco más para si misma que para los demás.

Todos quedaron en silencio, sabían que la peor parte se le estaban llevando Arthur y Feliks. Los dos, uno porque era el último en pie, el otro porque era el que peor lo estaba pasando.

-¿Y si no lo consiguen?-murmuró Elizabeth por lo bajo.

-¡V-Vamos, debemos animarnos seguro que ellos estarían mal si nos ven en este estado! –dijo en un intento de animar el danés.

-La primera vez que tienes razón en algo...-murmuró de nuevo el noruego.

-Siempre la tengo ¡JA JA JA!-rió el danés abrazando al noruego que le respondió con un golpe en la mejilla derecha.

-Tiene razón ¡Debemos animarles desde aquí!-dice la belga sonriendo.

-Si, seguro que les gustaría vernos sonriendo y animándoles...-murmura Elizabeth.

-¿Ah? Con el desagradecido que es el cejudo, lo dudo mucho, oui, oui...-murmuró Francis apoyando la cabeza a la pared.

Suspiras una vez más por sentirte tan horriblemente mal. Cae la noche y tienes que volver arriba para oír la radio por saber las últimas noticias, nada, nada interesante, solo cuentan las posiciones alemanas, las opiniones del jefe de Arthur... La entrada de Alfred a la guerra... ¡¿Alfred? ¿Alfred va a entrar a la guerra? Te parece indignante, primero dejan de ayudar a Europa, después pasan de las suplicas de Gran Bretaña y ahora entran en la guerra porque atacan lo suyo.

Tienes ganas de que acabe todo este teatro montado por el superior de Ludwig. ¿Qué necesidad tienen los alemanes de poner a los americanos en contra? Ninguna, según tú. Pero tú no pintas nada en esta guerra, eres un peón, no sirves para nada en todo el show podrías decir que eres como el sustituto... ¿Sustituto para qué?

Miras por la ventana de tu habitación en esa casa-prisión, a lo lejos, en el cielo, puedes ver aviones alemanes, con su respectiva cruz negra en la cola del avión, recorriendo el cielo... No sabes a donde van y no quieres saberlo de todos modos. ¿Para qué sirves en todo esto?

Rebuscas en tu memoria y no encuentras ni una sola razón para la anexión, para que Elizabeth se fuera y para la que estar ahí. Te tienen engañado. Rompes a llorar.

oOo

Años, eso es lo que pasa. Segundos, minutos, horas, días, semanas, meses y años. La radio solo informa lo que quiere oír la gente y lo que los superiores dicten. Están todos controlados.

Los cobardes cumplen las órdenes de los superiores, los superiores que también son cobardes cumplen órdenes de los locos y los locos son los que mandan a todos. Los superiores de cada nación y los que hacen lo que quieren cuando quieren. Nadie les puede decir nada porque irán directos a la muerte.

El superior de Ludwig comentó una vez, que los judíos valían menos que una bala y ahora se dedica a meterlos en cámaras de gas, de eso no le has comentado nada a Elizabeth porque se pondría a llorar. No has vuelto a ver a Feliks desde que Gilbert te acompañó a esa prisión la primera vez, con Ludwig solamente hablas por teléfono para informarte de algo o darte una nueva orden, no te deja preguntar ni comentar nada, espera a que cumplas las ordenes como es debido.

Ahora comprendes como debe sentirse los locutores de las radios, solo cumplen órdenes, les informan sus superiores y ellos informan a la audiencia.

-Señor Edelstein, tiene una llamada del señor Beilschmidt-dice de repente una sirvienta.

-¡Oh! Enseguida voy-dices apurado por contestar cuando antes.

Bajas las escaleras detrás de la sirvienta y ella sigue su camino hacia la cocina mientras que tú te quedas en el vestíbulo delante del teléfono negro que ya estaba descolgado.

-¿Ludwig?-preguntas por si esta al otro lado de la línea.

-Roderich, mañana un coche irá a recogerte a primera hora, serás trasladado al cuartel general-dice rápidamente.

-¿Cómo?-le preguntas olvidándote de que te lo había prohibido.

-¿Lo has entendido?-te pregunta con tono autoritario.

-Si, lo he entendido-respondes resignado.

-Bien. Buenas noches.-dice antes de colgar.

¿Cómo? ¿Qué te trasladan al cuartel? ¿Para qué? ¿Por qué no te dicen nada? ¿Qué sentido tiene estar metido en todo esto si no te cuentan nada?

No lo sabes pero vas directamente a la prisión para despedirte de Elizabeth, abres la trampilla sin que las sirvientas te hagan caso. Están controladas, como todos.

-¿Mmm? ¿Roderich?- pregunta Francis que estaba más cerca de los barrotes que ningún otro.

Vas rápidamente al calabozo del francés y la húngara. Ella acababa de despertarse de su sueño al oír la ruidosa trampilla y te miraba confusa.

-¿Ocurre algo Roderich?-te pregunta suavemente.

-Me trasladan al cuartel general-dices casi inconcientemente.

-¿Cómo que te trasladan? ¿Para qué?-pregunta ella alarmada mientras gatea hacia los barrotes y se agarra a ellos.

-No lo sé, se me esta prohibido hacer preguntas...-suspiras y pegas la frente a los barrotes.

-Esto pinta mal... Aunque será mejor que sigas las órdenes de ese loco-dice Francis frunciendo el ceño preocupado.

-Por supuesto que las seguiré, sería propio de alguien idiota como Gilbert no seguirlas pero yo me juego vuestra libertad y la mía. Tendré prudencia en seguir todo lo que me dice. Enseguida tengo que irme a prepararlo todo.-dices frustrado haciendo un ademán de levantarte.

Pero no puedes, ella te apresa la mano y te mira con los ojos llorosos.

-N-No... No puedes irte-te dice suplicándote con los ojos que no te vayas.

-Es por tu bien. No quiero que te maten-dices brevemente antes de zafarte de su agarre y subir por las escaleras mientras ella grita una y otra vez tu nombre y te pide que no te vayas.

Tal y como dijo Ludwig el día anterior un coche ya te esperaba en la entrada, por la mañana estabas tan ajetreado que no tuviste tiempo a ir por última vez a despedirte de los prisioneros.

Durante el viaje de ida, te preguntas mientras miras los aviones nazis cosas como: "¿Qué pasará ahora? ¿A qué viene tanto misterio? ¿Qué le habrán hecho a Feliks? ¿Qué le harán a Elizabeth?" No vas a obtener respuestas por parte de los alemanes y no puedes merodear por ahí porque esta plagado de nazis.

Al llegar, Ludwig esta con el traje de batalla y parece bastante apurado por salir de inmediato.

-Buenos días Roderich- te dice haciendo el saludo militar.

-¿Qué tengo que hacer?-le preguntas esperanzado ya que esa pregunta debería responderte. Solo para que te de una orden.

-Estar aquí, Gilbert y yo debemos ir a Stalingrado con la última tropa y te quedarás solo aquí con algunos generales y mi superior... Será muy tranquilo pero necesitamos uno de los "nuestros" aquí- se recoloca los guantes y mira hacia la puerta que esta abierta.

-Entendido-dices antes de que te lo pregunte ya que eso si que te molesta.

En ese momento salió Gilbert recolocándose la boina y con Feliks detrás de él con la ropa de la última vez y con las cadenas que ya estás acostumbrado a ver.

-¿Por qué te lo llevas? Será una molestia para el camino- dice él mirando una vez más a Gilbert con desaprobación.

-Me lo tengo que llevar, es mi mascota nueva y no quiero dejar que se escape. ¡Aparte así verá como nace el nuevo Reich en Rusia! ¡JA JA JA!-exclama el albino un poco fastidiado.

-Tsk... Como que ya no me importa, Ivan os parará y Liet me salvará...-dice el polaco por lo bajo.

-¡Calla chico-pony! –el pruso volvió a coger a Feliks por la barbilla acercándose demasiado a su cara. – Me tienes más que harto con Liet por aquí y Liet por allá... Haz el favor de callarte de una santa vez –dice él sonriendo de medio lado.

Feliks se zafó del agarre, por lo que se llevo un golpe en la mejilla. Se limitó a quejarse y a sobarse la mejilla contra su propio hombro.

-No pierdas tiempo con tus tonterías, debemos movernos cuanto antes-dice Ludwig irritado.

Decides pasar de ellos y agarras tu equipaje entrando al cuartel.

Se te pasan los días rápido, solo recuerdas vagamente los momentos inusuales, como que un general se calló en el pasillo y mandó a matar a una sirvienta por atreverse a reírse de él. Era injusto porque hasta tú te reíste y él se rió mientras murmuraba: "Qué caída más tonta".

U otra vez que el superior de Ludwig, que ya lo tienes tan visto que incluso le consideras tu superior, cogió un coche para irse a ver a no sabes quién cuando al día siguiente volvió bastante enfadado y echando pestes a todo el que se le acercaba. No entiendes su comportamiento y estar ahí es más aburrido, tienes que asistir a reuniones que no entiendes porque no te explican y hacer comentarios que no cuenta. Así que no entiendes a que viene todo ese rollo...

-¡Señor, ha llegado una carta del general firmada por Ludwig!-exclama un soldado abriendo la puerta casi de sopetón.

El soldado le dio la carta a tu superior que la leyó tranquilamente.

-¿Qué informan las tropas de Stalingrado?-le pregunta un general.

-Los rusos los tienen contra las cuerdas, les han acorralado... Y me preguntan que deben hacer-dice bastante apagado.

Te sorprendes por la noticia y te levantas del asiento.

-¿Qué les va a ordenar?-le preguntas alarmado.

Te mira incrédulo pero vuelve la mirada hacia el general.

-Ya me habían enviado otras cartas pero tardan una barbaridad, supongo que esta será la última que me envíen. Voy a ascender al general al cargo de la invasión de Stalingrado a mariscal de campo-dice con un tono infantil mientras coge un folio en blanco para hacer la contestación.

¿Mariscal de campo? Eso haría que se pegara un tiro. Quiere que todos los alemanes se suiciden antes de que los rusos los maten o los apresen. Es horrible. Prefiere suicidarse a perder. Que poco valora la vida. Ladeas la cabeza y una lágrima solitaria recorre tu mejilla hasta la barbilla y cayendo al suelo. No te prestan atención, notas que eres invisible y te atreves a mirarte las manos, con algo de miedo. No sabes si es que tienes los ojos llorosos y te ves mal, pero te da la sensación de que vas a desaparecer.

La carta que envió el superior de Ludwig volvió acompañada con una respuesta negativa, el mariscal de campo había enviado la respuesta con su anillo. Pero respondía que no se iba a suicidar que se iba a entregar a los comunistas.

El superior de Ludwig no volvió a aparecer, decían los generales, desesperados ya que los rusos empezaron a invadir Polonia y Alemania, que era un cobarde pero que iban a morir defendiendo el país.

En cuando Ivan apareció por Berlín acompañado de Gilbert y Ludwig y en peor estado Feliks. Comprendiste que todo había terminado para el nazismo.

Liberaron a todos los presos, Elizabeth fue la primera en lanzarse a los brazos de Feliks y Arthur llorando y dándoles las gracias por ser más valientes y haber aguantado tanto. Los otros se sintieron tan libres que lloraron. Tino, Finlandia, fue a recoger al danés y al noruego que al verle se lanzaron encima suya y casi le aplastan por haberse enfrentado al ruso sin ninguna ayuda y haber ganado.

Heracles volvió a su casa dando las gracias, por supuesto. Alfred estuvo merodeando por Alemania antes de irse y Francis, la belga y el holandés se fueron también, quizá un poco abatidos. Volviste a tu Austria junto con Elizabeth que no dejaba de darte las gracias cada dos por tres aunque no merecías eso... No hiciste nada, eso es lo que sientes. Pero ella insiste en que has sido tan valiente como Arthur y Feliks.

Pero tú sigues sin verlo así.