Disclaimer: Boku no Hero Academia y sus personajes no me pertenecen, todos los derechos son de Kōhei Horikoshi, a excepción de mi historia claro está.

Capítulo 1: Encuentro.

El exterior era irritante. Muy irritante. La vida sedentaria lucia más atractiva, lejos de la molesta luz de sol que le despertaba cada mañana con un constante recordatorio de que sus horas de sueño nunca eran suficientes.

Y es que todo lo que hay afuera lograba afectarlo hasta el hartazgo. Ruido de coches, el chirriar de las cigarras cada verano, el bullicio de la gente. Lo peor de todo era el calor, seguido por la sed implacable y el sudor. Y su ropa no tenía nada que ver, por más que se lo recordarán él simplemente no iba a aceptar ante los demás que el color negro de su ropa era el culpable de su tortura diaria.

Por ello prefería trabajar en la noche. Cuando el sol se ocultaba Eraserhead podía salir con toda libertad. La oscuridad le permitía escabullirse de ser necesario, subir los edificios sin estar rodeado de miradas curiosas y pasar desapercibido. Debido a esa preferencia era muy raro (inclusive nulo) que alguien le reconociera por la calle, además que su rostro de pocos amigos tampoco ayudaba.

Entonces, ¿por qué Aizawa Shouta se encontraba paseado por las calles a plena luz del día, a mitad del verano? Simple y llanamente su mente estaba cansada del constante parloteo de su compañero, Present Mic.

Shouta no era para nada influenciable. La crítica siempre formó parte de su vida como héroe y con el tiempo uno se acostumbra. Formó una barrera que no daba paso a opiniones externas, he ahí la razón por la que la prensa se había rendido con él hacia tiempo.

Nadie, absolutamente nadie podía convencer a Shouta de hacer algo en contra de su voluntad, no hasta que llegara Present Mic.

Todo surgió un día, el rubio le pidió salir a beber un rato y Aizawa, sin saber porqué, aceptó. Se dijo que ir a tomar de vez en cuando no era tan malo. Pero aquella noche, durante una platica casual, a Shouta se le escapó su disgusto por salir a la calle de día. Solo eso bastó para que Present Mic se escandalizara argumentando lo malo que era para la salud.

Aizawa lo tomó como uno de esos delirios que su amigo tenía una vez borracho, por lo que la sugerencia fue rechazada. Creyó ingenuamente que esa platica iba a ser olvidada una vez que pasara la noche. Pero al llegar al trabajo al día siguiente Present Mic le repitió el mismo sermón.

Pudo soportarlo unos días que posteriormente se convirtieron en semanas. Shouta estaba renuente a ceder, las siguientes mañanas se repetía que si lo ignoraba terminaría por cansarse y callarse de una buena vez. Su límite llegó cuando habían pasado dos meses y el tema seguía en pie.

Así fue como Aizawa un día, sin tener un destino o propósito fijo, salió de casa.

Los rayos de sol le escocieron los ojos, un pésimo inicio. Aun así decidió continuar. Caminó por las calles poco transitadas, el barrio donde vivía era tranquilo a comparación de otros.

Agradeció internamente ser un héroe profesional poco conocido, eso le evitaba problemas con los fans. Incluso se preguntaba si él tenía alguno, contadas fueron las veces que alguien tuvo el valor de acercársele.

Siguió su rumbo no trazado explorando rincones que ni siquiera sabía que existían. Algo bueno tenía que sacar de la caminata, reconocer el terreno le aportaría más movilidad en caso de una persecución. Pocas veces le daba importancia a su entorno pero aquel día admitió que el paisaje era hermoso y pacífico. Demasiado relajante, la tranquilidad del ambiente le hizo suspirar.

Llegó a un parque y la idea de sentarse a disfrutar la brisa era muy tentadora. No quiso admitirlo, pero la salida no resultó ser tan peor como pensaba. Claro, aún estaba el incesante calor mas hoy era diferente bajo la sombra del árbol. Su mente se relajo y poco a poco sintió como sus párpados caían.

Todo era perfecto, muy perfecto. Y no lo gusto para nada.

Despertó de su letargo y miro a su alrededor, como si alguien de pronto saltara a atacarlo. No debió haber salido y nunca tuvo que estar en un lugar tan despejado como ese parque. Años de entrenamiento lo habían convertido en un ser paranoico. Necesitaba regresar enseguida.

El sonido de un coche al pasar, el cantar de un pájaro al volar, la cigarras chirriar, el viento soplar, la risa de los niños, todo comenzó a subir de volumen en su mente haciéndolo fruncir el ceño. No estaba para nada acostumbrado a salir por el día.

El llorar de un niña.

Se detuvo de golpe cuando la oyó, no tardó en localizar la fuente. En la otra punta del parque un grupo de infantes parecían burlarse de algo, o de alguien. Agudizó la vista y supo que uno de los niños estaba en el suelo mientras los otros le apuntaban.

«Sólo una pequeña travesura» pensó sin apartar la mirada. La vida era así de dura y no estaba en contra de que los pequeños experimentaran un poco de eso, en un futuro tendrían que soportar cosas peores.

Las burlas no paraban pero a Aizawa no le tentaron el corazón. Dejó de verlos y su mente añoro su cama. Tomaría una larga siesta.

Sus ojos volvieron al grupo de niños en cuanto escucho la explosión seguido de un quejido de dolor. El pequeño rubio, quien parecía ser el líder, sonreía con arrogancia disfrutando los elogios de los demás. La pequeña trataba de razonar con sus agresores.

—P-por favor, d-detente— masculló entre sollozos mientras se levantaba con dificultad y, aunque temblaba de miedo, tomo una pose defensiva.— S-si no lo h-haces, n-nunca te lo p-perdonaré.

Pero los niños hicieron oídos sordos y el rubio no dudo ni un segundo en volver a levantar su mano para lanzar una nueva explosión. La niña cerró los ojos esperando con temor el ataque, mas nunca se movió. Y el golpe no llegó.

—Oigan, mocosos.— su voz no perdía ese tono monótono pero ahora tenía un matiz amenazador.— Fuera de aquí antes de que llame a sus madres.

Bakugou no cabía de la incredulidad, su quirk recién adquirido no se activaba por mucho que lo intentara. Miró al hombre vestido de negro que se interpuso entre él y la inútil. Si se había asustado por la mirada inyectada en sangre que le dirigían logró disimularlo muy bien. Todo lo contrario a sus compañeros que al ser descubiertos por un adulto huyeron.

—¡Devuélveme mi quirk, viejo de mierda!— demandó indignado.

Aizawa le dio mérito, el niño comprendió con rapidez que pasaba. Aun así no iba a tolerar un acto de violencia frente a sus narices. Una cosa era una riña entre niños y otra muy diferente el usar quirks para dañar a alguien.

—Lárgate ahora mismo.— repitió haciendo caso omiso a la sucia lengua del rubio.— Y no me hagas utilizar mi quirk de nuevo, ¿entendiste, mocoso?

Bakugou apartó la mirada para dirigírsela a la niña que ahora se ocultaba detrás de las piernas de Shouta.

—¡No hasta que me regreses mi quirk, imbécil!— se negó.

—Si no huyes ahora, tu quirk nunca volverá— mintió un poco, necesitaba deshacerse del chiquillo antes de perder la paciencia.

El rubio dudó, no permitiría que un extraño le diera órdenes pero la amenaza le causaba, aunque sea un poco, de malestar. No conocía el quirk del tipo en su totalidad, lo que era una clara desventaja.

—¡Joder, no me hagas repetirlo una vez más! ¡Fuera de aquí, ahora mismo!— los ojos le quemaban al sentir la brisa del viento.

Bakugou retrocedió sorprendido con la brusquedad con que le hablaban.

—No vale la pena.— le dijo a Aizawa mirando a la niña con absoluto desprecio. —Esa inútil de mierda solo es una carga, un extra ¡y más le vale mantenerse lejos de mí!

Shouta no se movió, sabía que el niño esperaba cualquier abertura para volver a empujar a la pequeña. En cambio volvió a mirarlo amenazante. Bakugou comprendió que iba ser una perdida de tiempo por lo que corrió lejos gritando maldiciones sin pena alguna.

Cuando Aizawa estuvo seguro que no volvería volteo para mirar a la niña. Ella se aferro con una mano de su pantalón sin darse cuenta mientras que con la otra secaba las lágrimas que no dejaban de caer.

«Mierda» pensó «Si hay algo peor que lidiar con un niño malcriado, es con uno llorando»

La pequeña tenía una espojada melena verde, su vestido de color claro ahora estaba sucio y quemado de las orillas.

—Deja de llorar.— dijo en un intento de consolarla. Grave error. Los ojos igualmente verdes se llenaron de lágrimas acompañadas de gimoteos.

Aizawa no sabía nada de niños, mucho menos de niñas. No tenía ni idea de como lidiar con un llanto infantil. Como si buscará ayuda, Miró a todos lados esperando encontrar al padre o madre de ella. Pero estaban solos.

Como última opción optó por ponerse en cuclillas esperando que la igualdad de alturas la calmara. Al estar en el mismo nivel se dio cuenta que ella trataba de decirle algo.

—Cálmate.— ordenó tratando de sonar lo más amable posible, pero estaba seguro que ni su voz ni rostro eran reconfortantes.

—G-g-gr…— tartamudeaba si poder hilar palabras de forma coherente.

En una medida desesperada Shouta acarició con lentitud el cabello de la niña, tal vez un pequeño contacto era lo que necesitaba. No estaba seguro de hacerlo bien hasta que ella dejó de gimotear y las lágrimas fueron secándose en su rostro pecoso.

—Mucho mejor, ¿no?

Ella asintió dando bocanadas de aire para recuperar más rápido el control.

—Bien.— se levantó a la vez que soltaba su cabello suave a pesar de estar enmarañado.—No dejes que ellos vuelvan a lastimarte, y si lo hacen busca a un adulto.

Al lograr calmarla ya no tenía la obligación de seguir allí. Sin despedirse le dio la espalda para emprender camino hacia su casa. Nuevamente sintió un tirón en sus pantalones. Bajó la mirada y antes de preguntar que sucedía ella tomó aire.

—Muchas gracias— dijo con los ojos rojos e hinchados. La niña resplandecía de gratitud genuina. Era la primera vez que Aizawa presenciaba un gesto tan puro.

Durante su vida como docente y héroe profesional lidió con todo tipo de jóvenes, su trabajo era guiarlos para que se convirtieran en el héroe que la sociedad necesita. Era un buen maestro pero eso no significa que fuera el más apreciado. Rara vez recibía esa clase de palabras. Tal fue su impresión que tardó unos minutos en recuperar la compostura. Apartó el rostro un momento.

Ella estaba confundida ante la nula respuesta de su salvador. Entones se dio cuenta que aún lo sujetaba fuertemente de su ropa. Entendió que estaba siendo una molestia.

—¡L-l-lo siento muchísimo, señor!— se disculpó dando un rápido salto hacia atrás. Por instinto se abrazó a sí misma a la vez que bajaba la mirada, nerviosa.

Shouta seguía sin palabras. La ansiedad de ella era palpable. Sin ser un experto dedujo que eso no era normal en alguien de su edad. Probablemente sufría de mucho estrés, pero, ¿qué podría causar reacciones tan preocupantes en una niña?

—¿Ellos te han estado molestando por mucho tiempo?— preguntó.

—¿E-eh?— los temblores volvieron—¡No! Kacchan sólo se molesta si trato de jugar con él.—la mirada radiante desapareció en sus ojos— Él se comporta así desde que se enteró de mi condición…

No agregó nada más, no podía hacerlo sin echarse a llorar otra vez.

—Espera aquí— indicó Aizawa y se alejó.

No entendía muy bien qué sucedía pero su mente no iba a estar tranquila si dejaba a la niña en esa condición.

Caminó entre las calles dejando el parque atrás hasta llegar a una tienda. Miró entre los estantes en busca de lo que necesitaba. Cuando lo encontró pagó y se fue de regreso.

En el trayecto pudo pensar con más claridad. Lidiar con niños era una molestia, pero protegerlos también era la labor de un héroe por más banal que parezca la situación. El problema era que él no se parecía para nada a los héroes de la tele, su ropa no era llamativa y el rostro tampoco amable. Tal vez la niña ya se había largado a casa y no la culparía si lo hiciera.

Pero no, al volver ella seguía ahí. Estaba en cuclillas dibujando en la tierra con una rama de árbol, con la mano libre tallaba sus ojos tratando de eliminar el rastro de lágrimas.

Entonces ella lo vio. El hombre que la había salvado se quedó de pie observándola, y a pesar de tener una apariencia temible en aquellos momentos él era la persona con quien se sentía segura.

Aizawa se acercó y le extendió la tableta de chocolate que compró. Ella lo tomó con lentitud. Las advertencias que le dio su madre de no aceptar ningún regalo de extraños le vino a la mente. Pero confiaba en él. El rostro se le iluminó y Shouta pudo volver a ver como sus ojos brillaban.

—Muchísisimas gracias, señor— dijo casi a gritos. La tableta de chocolate tenía una envoltura del mismísimo All Might. Él dedujo que le gustaría cuando vio el broche que adornaba su cabello.

—Bien, sólo deja de llorar— le asintió sin mirarlo, toda su atención estaba concentrada en admirar el dibujo del chocolate, no estaba segura de querer comerlo pues no quería arruinarlo.

Así era siempre. All Might era la sensación para chicos y grandes. El héroe había ganado tanta popularidad que podías encontrar un fan en cualquier lado. El que admirara al Símbolo de la Paz fue una pequeña decepción.

«¿Y en que me afecta eso a mí?» pensó al no encontrar respuesta a su molestia.

Y el viento sopló. Tal fue la ráfaga que su largo cabello negro se apartó momentáneamente de su rostro a la vez que ella levantaba la mirada. Sólo eso bastó.

Sintió la emoción subir desde su estómago hasta la garganta. El pecho se le oprimía en una sensación agradable. Ahora más que nunca su rostro brillaba.

—¡Eres Eraserhead!— grito con euforia comenzado a saltar— ¡Eraserhead! ¡No puedo creerlo! ¡ERES ERASERHEAD!

Hizo tal escándalo que la gente que paseaba cerca los miró con curiosidad, otros con sospecha. Que un adulto con un estilo de vestir como el suyo estuviera regalando dulces a una niña no era normal. Aizawa, para evitar malentendidos, le ordenó que guardará silencio y para su sorpresa ella obedeció sin rechistar.

—¡No puedo creerlo!— comentó entre susurros— Soy muy afortunada de conocerlo, Eraserhead-san.

—Esta bien, esta bien—la detuvo. No estaba listo para otra descarga de energía como la que desbordaba.

Ser conocido por una pequeña niña era extraño… y emocionante. Nunca lo imaginó, ni en sus más retorcidos sueños. Por eso no estaba seguro de como sentirse. Lidiar con la responsabilidad de proteger vidas ajenas era algo que podía soportar. Las personas no.

—No le digas a nadie que me viste por aquí— dijo seriamente— Ni siquiera a tus amigos.

Asintió obediente.

—No hay problema. De todas formas no tengo amigos— respondió como si lo dicho fuera lo más normal del mundo.

¿Qué tan mala tenía que ser su compañía como para no tener amigos? Él llevaba más de diez minutos junto a ella y no la clasificaría como detestable, tal vez sólo "muy sensible".

—U-uh, si no le molesta…— comenzó.— ¿Podría hacerle algunas preguntas?— el sonrojo de su cara revelaba el esfuerzo que puso para preguntar.— Si no quiere no hay problema… seguro que usted tiene mejores cosas que hacer, ¡lamento haber pedido algo tan egoísta!

—Puedes preguntar— la interrumpió de nuevo mientras tomaba asiento en una banca cercana. La niña lo miró con duda y sólo se sentó hasta que Shouta le invitó a hacerlo.

Inició con preguntas típicas, que cómo era su quirk, por qué se convirtió en héroe, que cuántos villanos había vencido. No podía negar que algunos de sus cuestionamientos eran muy específicos o demasiado elaborados para alguien de su edad, parecía que realmente le interesaba. Shouta podía ver pasión en sus ojos.

Pero toda la admiración que pudo tener decayó en picada cuando dejaron de hablar sobre él. No recuerda en qué punto, pero sólo de pronto ella ya le estaba dando un resumen bibliográfico de la vida de All Might. Su tartamudeo desapareció, las palabras fluía de su boca sin cesar más que para tomar aire. Había encontrado al fan número uno del Símbolo de la Paz.

No tenía el corazón para hacerla callar pero su dolor de cabeza estaba aumentado. Y peor aún, su expresión no coincidía con sus buenas intenciones, no se percató hasta que ella dejó de hablar.

—Lo lamento— dijo. Aizawa no lo soportó, pellizco la mejilla de la niña y le regaño por disculparse tantas veces— Lo la…— se detuvo ante la mirada fulminante— A veces me pongo a hablar sin pensar, por eso Kacchan no me soporta.

Al mencionarlo a su dolor de cabeza se le añadió un mal humor.

—Eraserhead-san— lo llamó usando un tono bajo y triste—¿Usted cree que yo… que yo podría…?— quedó a la espera de la pregunta que nunca llegó— Los héroes son fabulosos. También son fuertes, yo quiero ser igual.

No respondió no porque no supiera que responder, sólo no le correspondía.

—Por cierto, mi nombre es Midoriya Izuku— se presentó queriendo evitar un silencio incómodo.

—¿Tus padres no te han dicho que esta prohibido darle datos personales a los extraños?

—Pero usted no es un extraño, usted es Eraserhead-san.

Para colmo le sonrió y Shouta se preguntó si todos los niños sonreían así. La calidez del gesto era abrumadora pero reconfortante.

Cuando la luz era escasa ella se fue. Se despidió con la misma tierna sonrisa, y no le despegó la vista hasta que dio vuelta en la esquina. Fue entonces que se percató que había pasado todo un día fuera de casa. Sus preciadas horas de dormir fueron acaparadas por Midoriya.

Sonaba como una tragedia, pero no fue así.

Ahora tenía una anécdota para contarle a Present Mic y así dar por zanjado el asunto. Sin embargo no lo haría. Prefería mantener la experiencia para él. Si seguir recibiendo el sermón de su amigo era el precio que pagaba por quedarse callado lo haría con todo gusto.

De camino a casa se encontró deseando ver a Midoriya, aunque sea, una vez más.

Bueno, ha pasado un largo tiempo desde que escribí algo en esta plataforma, casi tres años si mal no recuerdo. Simplemente no pude resistirme a publicar esto. Boku no Hero es uno de mis Fandom principales en estos momentos. Para mi desgracia (como la de muchos escritores) la inspiración llegó en el momento menos oportuno, por lo que pido paciencia.

Primeramente espero que la historia sea de su agrado. Nada más me haría feliz que recibir sus críticas, quiero saber que tan oxidada estoy.

Por mi parte espero que tengan un lindo día/tarde/noche.

¡Gracias por tomarse el tiempo de leer!