Disclaimer: No soy rica, ni rubia, por lo que Harry Potter no me pertenece.

N.A: Este fic participa para el reto: "San Valentín también es amistad" del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black. Cuando empecé a escribir, nunca pensé que escribir sobre Luna fuera tan difícil. No estoy contenta del resultado. Me parece un bodrio, pero bueno. También espero que Luna no me haya salido OoC. Tampoco sé el motivo por el que fanfiction no me deja añadir las dos especies de flechitas indicando que continúa una persona con la narración (no sé si sabréis a lo que me refiero). Es muy raro. :S Agradezco a Nea el detalle de que me avisara de que había añadido a un personaje que todavía no había empezado Hogwarts ese año. xD Lo he cambiado, porque no me gusta alterar las fechas.


El valor de la palabra amistad


"Un amigo es alguien quien nos conoce pero nos ama de todas formas" (Fr. Jerome Cummings)


Expreso de Hogwarts. Septiembre de 1992

Cuando el tren empezó a moverse en dirección al castillo, Luna miró por la ventana y se despidió con la mano por última vez de su padre, quien le devolvió el saludo con una sonrisa algo nerviosa. Era consciente de que la echaría de menos, pues estaban acostumbrados a pasar bastante tiempo juntos, pero sabía que estaría bien.

Al perderlo de vista, sacó su libro favorito, Animales fantásticos y dónde encontrarlos. Como siempre que abría la primera página, sonrió cuando leyó la pequeña anotación que había escrita:

Para mi pequeña Luna,

Espero que disfrutes de él, al igual que lo hizo tu padre en su día.

Te quiere, mamá

Algunas veces no podía evitar echarla de menos, como hoy, y siempre que lo hacía leía esas frases que lograban confortarla, sabiendo que algún día volverían a estar juntas.

Se fue a casi las últimas páginas del libro, y se puso a leer.

Sin embargo, poco después escuchó la puerta del compartimiento abrirse, y levantó la mirada para encontrarse con una chica de tez bronceada y otra de rasgos asiáticos.

—Hola, ¿podemos pasar? —preguntó la morena.

—Claro. A fin de cuentas, es un asiento público —contestó con su voz soñadora, para luego después continuar con su lectura.

Se miraron entre ellas y se encogieron de hombros para después sentarse en frente suya.

—Soy Mandy Brocklehurst —se presentó la chica que había hablado antes—, y ella es Sue Li.

—Yo soy Luna Lovegood.

—¿Qué estas leyendo? —preguntó Sue con interés.

—Animales fantásticos y dónde encontrarlos —dijo sin apartar la mirada del libro.

—¡Oh! —exclamó—. Lo leí el año pasado. Me parece un libro bastante completo. Sólo espero no tener que encontrarme con algunas de esas criaturas. Hacen que me pongan los pelos de punta.

—Es cierto que es un gran libro —respondió Luna—, pero a mí me parece que está incompleto.

—¿Incompleto? —preguntó Sue con el ceño fruncido.

—Sí. No dice nada, por ejemplo, de los torposoplos y los nargles.

—¿Torposoplos? ¿Nargles? —pregunta Mandy confundida—. ¿Qué es eso?

Levantó la mirada del libro.

—Los torposoplos son unas criaturas invisibles que suelen volar alrededor de nosotros haciendo que estemos confusos algunas veces —contestó, abriendo un poco más sus saltones ojos—, y los nargles son unas criaturas muy pequeñas que suelen están por los muérdagos y te suelen robar cosas cuando no te das cuenta. Hay que tener cuidado con ellos.

Se quedaron mirándola con una extraña expresión en su rostro.

—Esto… —empezó a decir Mandy después de unos minutos de silencio—. Creo que será mejor que me vaya. Se me olvidó… se me olvidó que había quedado con mi amiga Delmeza. ¿Vienes? —preguntó a Sue, levantándose del asiento.

—Sí… —dijo lanzando una breve mirada a Luna—. Te acompaño.

Y se marcharon del compartimiento, musitando Sue cuando cerró la puerta un "hasta luego".

Luna se quedó mirando por un momento la puerta, sin extrañarse de la actitud de las chicas. No era la primera vez que pasaba, pero no pudo evitar sentir algo de lástima, ya que le había parecido que podría llevarse bien con ellas.

Y como si nada hubiera ocurrido, siguió leyendo sobre los chizpurfle. Siempre era mejor estar prevenida por si encontraba alguno en el colegio.

Terrenos del castillo. Octubre de 1994

Lanzó el último trozo de carne al suelo y rápidamente uno de los thestrals lo engulló, y no pudo evitar esbozar una pequeña sonrisa. Por mucho que acabasen de comer recientemente, siempre se comían de forma voraz lo que ella les daba.

Después de acariciarlos durante unos minutos, se fue de regreso a la escuela. La profesora McGonagall les había mandado ayer una redacción, y aunque hoy era sábado y normalmente los estudiantes aprovechaban ese día para descansar jugando entre ellos a algún juego, charlando o ir a Hogsmeade, ella lo pasaba estando un rato con los thestrals y estudiando o haciendo los ejercicios que le hubiesen mandado. Tampoco es que tuviera otra cosa que hacer, a fin de cuentas, a los demás no es que le agradase mucho su compañía.

Pero cuando salió del bosque y empezó a subir el camino de piedras, una voz la distrajo:

—¡Mirad, chicos, si es Lunática Lovegood!

Había un pequeño grupo compuesto mayormente por miembros de Hufflepuff y de su casa que seguramente se dirigían, al igual que ella, de regreso al castillo. El que había hablado era un chico rubio de Hufflepuff, y lo reconoció como un compañero de clase de Cuidado de Criaturas Mágicas.

—He visto que salías del Bosque Prohibido —le dijo el chico—. ¿Qué hacías allí, buscar una de esas inexistentes criaturas de las que hablas?

Todos empezaron a reír, menos una pelirroja de Gryffindor que se quedó mirándola, sin decir nada.

—Estaba visitando a los thestrals —contestó Luna—. Me gusta darles algo de comer algunas veces.

Volvieron a reír.

—Lo que yo decía, con una de las raras cosas que te inventas, al igual que el loco de tu padre —continuó diciendo el chico.

Entonces la mirada de Luna cambió. Una cosa era que se metieran con ella, pero otra era de su padre.

—Quizás esté loca, como dices, pero al menos no me asusto de un pequeño gusarajo —dijo con fría voz que poco tenía que ver con cómo hablaba normalmente, recordándole su reacción del otro día en clase.

Y los demás empezaron a soltar carcajadas por su comentario, al igual que la pelirroja.

—Ahí lo ha dado, Preece —comentó una de las chicas de su casa.

E ignorándolos, siguió andando por el camino de piedra, dando pequeños brincos, con una chispa de satisfacción en sus ojos.

Hogwarts. Diciembre de 1994

La biblioteca estaba abarrotada de estudiantes, principalmente por alumnos de quinto y séptimo año, a quienes los profesores parecían sobrecargarles un poco con tareas por tener que acabar antes las clases debido a los TIMOs y EXTASIS. Aunque también había un grupo de chicas de diversas casas, las cuales parecían quedarse sólo para observar a Viktor Krum, y que no paraban de soltar alguna que otra risilla, ganándose una mirada fulminante de la señora Pince. No es que le molestase a ella, pero no podía evitar preguntarse que tenía de interesante ese chico, y si tal vez los torposoplos tenían algo que ver en ello.

Buscaba por las estanterías algunos de los libros sobre las propiedades y usos de la esencia de murtlap que les habían mandado para clase, pero sin poder encontrar ninguno de ellos al cabo de un rato, se fue a preguntar por ello a bibliotecaria.

—Lo siento, querida —contestó la señora Pince después de consultarlo—, pero parece que todos los libros están siendo consultados en este momento. Tal vez podrían dejártelo si lo tiene alguien que conozcas.

—De acuerdo. Gracias —dijo suspirando con resignación. Dudaba que alguien le dejara alguno de los libros, por lo que no le quedaba otra que ponerse con otra cosa.

Ya se dirigía a su mesa, cuando alguien la llamó:

—¿Luna?

Se dio la vuelta, y se encontró con la pelirroja que hacía unos meses estaba con el grupo que se encontró al salir del bosque.

—Eres la Gryffindor que estaba con esas molestas personas —comentó.

Ella, incómoda, cambió el peso de su pie al otro.

—Así es —musitó—. Perdona a Malcolm, a veces puede ser un poco idiota.

—Oh, no pasa nada. Estoy acostumbrada. Sé que a todo el mundo le parezco rara.

La chica desvió un momento la mirada, sin saber que decir.

—Me llamo Ginny. Ginny Weasley —se presentó en su lugar, alzando su mano—. Vamos juntas a Pociones y Encantamientos.

Luna miró su mano un momento antes de estrechársela.

—Luna Lovegood, aunque supongo que ya lo sabes.

—Sí. Lo sé —Ginny sonrió—. Verás, te estaba llamando porque escuché que estabas buscando el libro sobre los usos del murtlap, y tengo uno de ellos. No te lo puedo dar porque lo estoy utilizando ahora, pero pensé que, ya sabes, que tal vez te gustaría compartir…

Luna abrió los ojos, sorprendida.

—Claro. Será genial compartir un libro.

Y por primera vez desde que llegó al colegio, sonrió.

Junio de 1995

Mientras leía El Quisquilloso, escuchó a Ron resoplar mientras tomaba la poción que le daba la señora Pomfrey. Ginny, a su lado, soltó una risilla, seguramente por la expresión de asco que puso su hermano al tomársela, ya que no era la primera vez que pasaba.

—Deja de quejarte, Ronald. Sabes que si no te lo tomas no te va a dejar de salir esas ronchas —dijo Ginny.

—Lo sé —gruñó Ron—, pero es que estoy cansado de tomarme esa cosa. ¿Por qué Hermione ha salido de la enfermería y yo no?

—Tal vez porque no se comportaba como un niño pequeño y no se quejaba mientras tomaba sus pociones.

Luna no pudo evitar reírse sonoramente con ella, y Ron les puso mala cara antes de coger una revista de quidditch que Harry le había traído para que se distrajera.

—¿Algo interesante? —le preguntó Ginny, señalando el periódico, una vez que sus risas callaron.

—Parece que le ha comentado una fuente anónima a mi padre de que han visto una manada de snorlacks en Irlanda —contestó—, pero no dice nada nuevo sobre Voldemort. Lo de siempre.

Ella suspiró.

—Ha sido un año interesante, ¿no crees? —comentó Ginny—. Bueno, dejando aparte la aventura del Ministerio —dijo con una mueca.

—Tienes razón —concordó Luna—. Este año he conocido a personas que han sido muy amables conmigo. Sólo espero que siga el ED el año que viene para poder seguir pasándolo bien juntos.

Ginny la miró sorprendida.

—Luna, no hace falta que estemos con el ED para poder seguir reuniéndonos todos. El año que viene no estará Umbridge, por lo que podemos quedar cuando nosotros queramos.

—¿En serio? —preguntó—. ¿Estás segura de que a ellos no les importará?

—¡Pues claro que no! —exclamó Ginny sonriendo—. Ya verás, será mucho mejor que este año.

Ella asintió.

Diciembre de 1996

Al pensar otra vez en la propuesta de Harry, Luna no pudo evitar que de nuevo se formara una sonrisa en su rostro. Estaba feliz, ya que era la primera vez que la invitaban a algo como amiga, y sobre todo, la primera vez que era considerada como tal. Era algo que siempre había querido, y por fin lo había conseguido.

—A ti te pasa algo —dijo una voz a su lado, haciendo que se sobresaltara un poco.

Se dio la vuelta y se encontró con la intrigante cara de Ginny.

—Hola, Ginny —la saludó—. Harry me ha invitado como amiga a la fiesta de Navidad que va a hacer el profesor Slughorn.

—¡¿En serio?! —exclamó Ginny con una sonrisa—. Eso es genial, Luna. Me alegro mucho por ti.

—Harry me parece un chico muy agradable, y me alegra de que me considere su amiga. Es la primera vez que hago un amigo —dijo comentando esto último por lo bajo.

Cuando dijo esto, la sonrisa que Ginny tenía en la cara se borró, agarrando una de sus manos y mirándola seriamente.

—Luna, eres mi amiga. Has sido una buena amiga para mí desde el año pasado. Creí que lo sabías.

Ella abrió los ojos, sorprendida.

—Por eso me preocupo por ti —continuó—. No me gusta la forma en la que te tratan algunas personas. Son muy crueles contigo cuando no te conocen de nada, hablándote y escondiendo tus cosas de ese modo. Me gusta que vayamos a estudiar juntas, ir a sitios juntas; porque eres mi amiga y me gusta pasar tiempo contigo. Y al igual que Harry y yo, Neville, Hermione y mi hermano son también tus amigos, ¿de acuerdo?

Luna sólo pudo mirarla con lágrimas en los ojos.

—Gracias —murmuró.

Ginny sonrió y le dio un breve abrazo.

—Y ahora, ¿qué te parece si el fin de semana vamos a Hogsmeade y echamos un vistazo a las tiendas? Tienes que ir guapa a la fiesta.

—De acuerdo —dijo con una sonrisa.

Casa de los Lovegood. Julio de 1996

Dio un par de retoques más a la pintura y se alejo, bajando un poco de las escaleras para comprobar el resultado. Unos ojos castaños muy parecidos a los de Ginny la miraban desde el techo, y asintió, satisfecha del resultado.

—¡Luna, la cena ya está lista! —la llamó su padre desde la planta de abajo.

—Un momento, papá —contestó—. Ahora voy.

Se puso el pincel en la oreja y cogió otro de punta más fina mojada en color dorado, y escribió la palabra "amigos" varias veces, uniendo todas las pinturas entre sí.

Cuando terminó, sonrió. Así recordaría que tenía amigos, amigos que la querían tal y como era.

Y dejando el pincel en el pequeño bote de pintura, salió de la habitación.


¿Tomates? ¿Piedras? ¿Algo?