Capítulo Uno
Preludio
"Solo los dos sabemos, cuanto falta nos hacemos"
La soledad es un ¿estado de ánimo? Es un estilo de vida? ¿Es una enfermedad?
-Por qué me estoy haciendo todas estas preguntas?- Se encontraba recostada en su cama, con la mirada fija en el techo. No había absolutamente nada… ¿por qué estaba mirando hacia el techo? Un color blanco, frío, aburrido. Jamás le había gustado el color blanco, de estar perdiendo el tiempo por lo menos hubiese fijado su mirada en algo más interesante, como las estrellas…si las estrellas, su padre siempre le dijo que las estrellas ser veían aún más hermosas cuando se observaban en la compañía de un ser amado. Entonces eso sería una pérdida de tiempo también, ella no tenía ningún ser amado, por lo menos ninguno a quien pudiera amar sin desatar una catástrofe y sentirse culpable por ello, prefería estar sola.
-Tengo que levantarme, de nuevo estoy divagando en estupideces- Pero no quería levantarse, secretamente esperaba que un día un milagro divino ocurriese, que alguien, de preferencia Dios bajaría, se sentaría a su lado y le daría una lista de instrucciones precisas sobre qué hacer para vivir como quería. – Vamos Ema, no seas idiota, levántate ya-
Se sentía pesada, parecía que algo la empujaba contra la cama, su cuerpo no tenía la más mínima intención de moverse, estaba apático, toda ella había sido apatía durante las últimas semanas, la entrada a la universidad y todos los conflictos desatados entre y con sus hermanos finalmente estaban teniendo consecuencias. Jamás había sido apática, las personas tendían a confundir su timidez con apatía, simplemente le costaba trabajo desenvolverse, siempre había sido muy tímida, y a causa de esto no tenía la menor idea de cómo lidiar con la mayoría de las personas, sonreír y asentir era lo que mejor sabía hacer. En realidad le había ido muy bien, este estilo de vida era bastante cómodo, no tenía problemas con nadie, no tenía amigos cercanos, su única familia era su padre, si, siempre había deseado ser sociable, tener muchos amigos, ser popular, tener un novio, una familia grande, o simplemente una familia. Sin embargo eso complicaba todo, la vida era tan sencilla cuando sus únicas dos relaciones eran su padre (que estaba ausente la mayor parte del tiempo) y Juli.
Ahora su vida se había convertido en una serie de tornados constantes, en un abrir y cerrar de ojos tenía una madre, y un montón de hermanos. En un principio se sintió emocionada, toda la red de oportunidades, hermanos, una madre, estaba emocionada y dispuesta, era una nueva oportunidad.
Pero que equivocada estaba, un montón de hermanos, hombres, a esa edad se fue a dar cuenta que por alguna razón que no entendía, era una mujer atractiva, no tardó más que unos días en sentirse acosada, como lidiar con la testosterona de tantos hombres cuando ni siquiera tenía experiencia en lidiar con uno solo. Le besaban y se quedaba como una idiota, que más debía hacer?. ¿Una madre? Pero si no había pasado un solo día a su lado, aquella mujer era una completa desconocida, con razón se casó con su padre, vagos los dos, si en algún momento pensó en tener algo de influencia femenina en su vida, esa oportunidad se había desvanecido tan rápido como llegó.
Ah pero le agradaban sus hermanos, uno de ellos más de lo debido. Por qué demonios no podía quedarse con ese uno y ser hermana de los demás? -No así no funcionan las cosas –se repetía constantemente - te metes con uno, todos los demás te van a dar bola, a ti, y a él. –Para que enemistarlos?- No solo era una intrusa, si no que se convertiría en la manzana de la discordia. No, aquella situación la tenía harta ya, quería gritarles que la dejasen en paz – Vale, seamos todos hermanos, y por favor comprendan, estoy enamorada de uno de ustedes, solo de uno, y como molaría que nos dejaran estar juntos- Ojala tuviese las agallas, pero no, mejor era la apatía, si nada le importaba, todo pasaría.
Al cabo de unas cuantas horas de siesta, logró despertar y levantarse, todas aquellas reflexiones le habían dejado exhausta, lo mejor sería toma una ducha, sacudirse las ideas. Logró llegar al baño sin ser descubierta, así era su vida ahora, realizaba la mayor parte de sus actividades por la noche, escondiéndose de todos los demás, en especial de Tsubaki y Fuuto. Su rutina consistía en pasar el suficiente tiempo con sus hermanos a la hora de la comida, y encontrar suficientes actividades extra curriculares para preparase para su entrada a la universidad, esto le proveía de las excusas necesarias para estar encerrada en su cuarto.
Las cosas habían transcurrido de forma muy extraña desde la partida de Subaru, y la confesión de Natsume. Extrañamente deseaba que, de encontrase en una situación complicada, fuera tan solo con ellos dos, Subaru le había demostrado quererla suficiente como para dejar de asediarla, y Natsume….Natsume tenía algo, que no le molestaba. –Si ellos dos viviesen aquí, no me sentiría tan asediada- La situación con Fuuto, Kaname y Tsubaki le irritaba, eran agresivos, egoístas… -Gah, tendría que haberme ido a otra ciudad- Pero que culpa tenían los demás? De hecho, que culpa tenían esos tres? De haber tenido suficientes agallas, les habría puesto un estate quieto desde el principio, en su lugar, se había quedado como una idiota, y ahora se escondía.
Tomo un largo baño, fracasando rotundamente en la tarea de dejar de pensar, de nuevo se encontraba en la cama, pensando, hasta que el sueño la venció – Necesito que las cosas cambien, necesito cambiar- fueron las últimas palabras que salieron de su boca, antes de caer rendida.
La alarma sonó justo a las 7:00, tenía dos horas exactas para preparase e ir a su curso de "Historia de la música" Le había tomado casi 3 horas de espera inscribirse a dicho curso, al parecer era uno de los más solicitados – Que demonios, cualquiera cosa para no estar en casa- pensó. Tomo una ducha rápida, se vistió de manera casual y tomo el bus a la facultad.
-Enserio necesitas dos asientos?- la Voz era grabe, un joven tal vez.
-Mande?- Ema se removió sus auriculares, levantando la vista hacía la persona que le hablaba. Un joven, de unos veintitantos, le miraba bastante irritado.
-Te pregunte si en verdad requieres de los dos asientos?- Señalo molesto hacia el asiento del pasillo, ocupado por la mochila de Ema.
En verdad no se había fijado, al abordar el camión estaba prácticamente vacío, en algún momento se había atiborrado de personas, la mochila en el lugar del pasillo no había sido algo intencional, tan solo un descuido.
-Lo siento, no me di cuenta- Ema removió su mochila un poco irritada, pero más apenada que nada.
-Claro, en fin, gracias por desocupar el asiento que no necesitabas ocupar-
Que chico tan grosero, bah, no valía la pena discutir, de cualquier modo, cuantas eran las posibilidades de tener que ver a esa persona y soportar su rudeza una vez más, no tenía ganas, ni tiempo para ello. Se acomodó los auriculares y miro por la ventana el resto del camino, la música instrumental y el pasar de los carros y las personas le mantenían entretenida.
Por fin su parada, en algún momento el chico que estaba sentado a su lado se había retirado, ni siquiera le había sentido. Ema caminó unas cuantas cuadras hacia la facultad. Por supuesto que encontrar su aula le tomó unos cuantos minutos más, después de todo, siempre había sido muy despistada, y aquel mar de gente no le sentaba muy bien. El aula estaba llena, aún faltaban 20 minutos para que comenzara la clase, y tan solo quedaban unos cuantos asientos, todos en la parte de atrás. Que más daba, nunca le había gustado sentarse adelante, un tiempo las ganas de sentarse a un lado de Yusuke, en la agradable parte trasera del salón, le sonaba bastante atractivo, Yusuke decía que se respiraba un air de libertad, del quinto asiento para atrás. Suponía que este era un buen momento para comprobar la veracidad de las palabras de su hermano.
-No puede ser, otra vez tú- Aquella voz masculina de nuevo.
La reacción de Ema fue tomar un fuerte suspiro y levantar la mirada lentamente, preparando las palabras que saldrían de su boca, esta vez no le iba a permitir que fuera grosero – Mira, lo del camión fue un accidente…- Pronunciaba mientras levantaba la vista, entonces sus ojos se toparon con los del aquel joven, aquella vez en el autobús no había tenido la oportunidad de contemplarle, estaba demasiado somnolienta y distraída, pero esta vez, la claridad del aula y lo despabilado de sus ojos se lo permitieron, aquel hombre era uno de los hombres más atractivos que jamás había visto, de grandes ojos verdes, penetrantes como las esmeraldas, facciones finas y delineadas, cabello azabache que caía sobre sus ojos perfectamente, tez marfil, cejas pobladas y finas, labios rojos. Parecía una creatura sacada de un cuento de hadas, era alto, esbelto, un arete en forma de calavera colgaba de su oído izquierdo, extraños tatuajes adornaban sus brazos. Era un angel o un demonio?.
-Me decías? - La miraba fijamente, interrogante.
Algo en su mirada la irritaba, le causaba una punzada en el corazón…Entonces las palabras fluyeron como el agua.
-Te estoy diciendo que lo del camión fue un accidente, no puse la mochila en ese lugar para molestar a nadie, tu actitud no tiene lugar , y además si no te quieres sentar junto a mí, búscate otro lugar- Que acababa de suceder? Ema jamás había sido tan intolerante, las palabras se le habían escapado de entre los labios. – Lo siento…yo…-
El joven le sonrió y se sentó a su lado – Que agradable chica, de seguro que nos la vamos a pasar bien no?- Con un leve gesto la invitó a sentarse, mirándole fijamente.
-Sabel, me llamo Sabel- Le sonreía, su mirada había cambiado en un segundo, de irritación profunda a una expresión que Ema no podía descifrar. Había algo en aquella mirada que le parecía familiar, y al mismo tiempo peligrosamente extraño. Aquel hombre le intimidaba, no sabía identificar si era por su exuberante confianza, o si algo, en el interior le estaba intentando advertir que aquella persona, era tal vez, peligrosa.
-Ema… me llamo Ema-
-Un gusto Ema-
No le volvió a mirar, al perecer ella se había vuelto inexistente después de su corta presentación, no podía dejar de mirarlo cada cierto tiempo, sin lugar a duda era atractivo, la mitad de la clase le contemplaba discretamente, el hecho de que pereciese no importarle el ser el centro del mundo le hacía más atractivo. Ema sin embargo no le encontraba atractivo de la misma manera que las demás chicas de su clase, de repente un hombre no le prestaba la más mínima atención, le trataba con cierto desdén políticamente correcto, y eso, la atraía como la luna a una luciérnaga.
Caminó a casa despacio, deteniéndose de vez en cuando a contemplar el cielo nublado. Inclusive el clima era deprimente. No quería llegar a casa, pero no tenía a donde ir, jamás había tenido amigas lo suficientemente cercanas, anteriormente no le había molestado, pero ahora… como deseaba tener un lugar en el cual refugiarse, necesitaba alguien con quien hablar, con quien quejarse de lo asediada que se sentía, de lo grosero que había sido su compañero de curso, alguien que la hiciera sentir protegida, tranquila.
El celular sonó, un mensaje de texto le saco de sus pensamientos de vuelta a la realidad, Natsume…-Hola Ema, como has estado? Que tal tus cursos?-
De repente un sentimiento le llenó el corazón…-Si tengo a donde ir-
