¡HOLA!
De vuelta y con un nuevo fic. Si lo se, tengo varias historias empezadas, pero no me maten. Seguiré subiéndolas poco a poco.
Es corto lo se, pero antes de escribir algo más largo quería saber si os gusta y debo de seguir con ello, así comentad que os parece y depende de lo que me digáis, seguiré o lo quitaré, vosotras mandáis. Así que ya saben si quieren que lo continúe y que lo haga pronto dejen REVIEWS.
Espero que os guste.
Disclaimer:Los personajes pertenecen a S. Meyer. La trama es MÍA.
Este capítulo ha sido beteado por Mentxu Masen, beta de FFAD, del grupo Fanfiction Adiction de Facebook.
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Capítulo1
No Puede Ser.
El cantar de los pájaros y la luz que se filtraba desde la ventana —las cortinas sin correr— la despertó de otra más de sus pesadillas.
Se incorporó lentamente hasta quedar sentada en la cama, con la espalda pegada a la cabecera. Cogió el despertador que se encontraba en la mesilla. Las seis de la mañana.
Otro día más que se levantaba tan pronto. Otro día más en el que sólo quería quedarse tumbada en su cama y dormir.
Otro día más en el que tendría que levantarse a pesar de todo e ir al infierno al que los adolescentes llamaban instituto.
Ella también era un adolescente, pero no como el resto. Hacía un año que se había mudado de Forks a Los Ángeles porque a su padre lo habían ascendido en el trabajo y había pasado, de ser un simple jefe de policía en un diminuto pueblo, a teniente del FBI. Raro sí, pero no imposible. Hacía un año, un grupo de narcotraficantes habían decidido acampar a las afueras de Forks y estaban cometiendo algún que otro asesinato. Charlie había colaborado con el FBI y, gracias a su ayuda y a su valentía, habían conseguido averiguar cuál era el escondite y los habían atrapado sin que hubiese ningún herido. Desde ese entonces, el FBI se había fijado en él y, cuando le ofrecieron aquel puesto en Los Ángeles, no lo había dudado ni un momento y lo había aceptado.
Fue ahí cuando comenzó su tortura. Ella era más inteligente que el promedio de chicas y chicos de dieciséis años por lo que la habían adelantado un curso y otorgado una beca para una de las más prestigiosas y caras escuelas de secundaria del estado, incluso podría decirse que de todo el país.
El instituto Cardinal Newman parecía por fuera un instituto de lo más privilegiado, que sólo aceptaba a hijos de personas famosas o adineradas y a los que tenían beca, que eran en realidad muy pocos, pero en realidad era todo lo contrario. Los padres pagaban a los profesores cuantiosas sumas de dinero para que aprobasen a sus hijos sin que estos se esforzasen, estaba repleto de snobs y pijas sin cerebro que lo único que les importaba era el dinero, las últimas tendencias de moda y con quién iban a acostarse el próximo fin de semana. Todo un infierno para una chica de clase media como ella, inteligente y poco sociable.
Lo único bueno que le esperaba aquel día es que volvería a verle después de las cortas vacaciones de invierno. Pensar en eso le dio las fuerzas suficientes para levantarse de la cama e ir a clase. Su padre ya se habría ido a trabajar y su madre seguiría durmiendo hasta tarde. Últimamente estaba muy rara, siempre estaba cansada, apenas comía y dormía durante todo el día. Eso la tenía muy preocupada, llevaba tres meses así y no parecía preocuparle, ni siquiera había ido al médico, que ella supiese, y si lo había hecho, a ella no se lo había dicho. Después de desayunar, tomó todas sus cosas y arrancó el coche en dirección al instituto.
El toque del timbre señaló que era la hora del almuerzo. Caminaba a paso lento hasta la cafetería cuando lo vio. Estaba tan guapo como siempre, con su pelo de color cobrizo alborotado, sus músculos fuertes por el ejercicio debajo de aquella negra camiseta, y sus ojos verdes tan profundos y penetrantes que la volvían loca. Guardaba sus cosas en su taquilla, y los pies de ella, se movieron de manera involuntaria hasta quedar detrás de él. Era una total locura que hiciese aquello, nadie debía verlos, pero no pudo evitarlo. Llevaba casi un mes desde que lo había visto por primera y última vez. Se encontraba totalmente eufórica. Cuando él se dio la vuelta, pudo ver en su cara reflejado primero la sorpresa, luego el nerviosismo y después el asco y la ira, lo que la confundió.
—Hola, Edward —él miró a todos lados asegurándose de que nadie los estaba mirando antes de hablar.
— ¿Qué coño haces aquí? —escupió sin remordimientos—. No sé si te quedó claro, pero lo nuestro fue cosa de una sola noche y déjame decirte que fue un error. Estaba borracho y no sabía lo que hacía.
Aquellas palabras tan hirientes la partieron el corazón, pero se esforzó por que ninguna lágrima escapara de sus ojos en aquel momento, ya tendrían tiempo de salir si así lo deseaban.
—Así que olvídate de mí y no vuelvas a dirigirme la palabra, Isabella.
Cuando terminó de hablar cerró la puerta de la taquilla y se marchó deprisa sin mirar atrás, sin importarle que dejara un corazón roto a sus espaldas.
El corazón de Bella latía frenéticamente provocándole un zumbido en sus oídos, su cara estaba mojada por las lágrimas que corrían por sus mejillas y la costaba mucho respirar.
Todo empezó a darle vueltas y, antes de que se diese cuenta, todo se volvió negro y dejó de pensar.
—Isabella, Isabella despierta.
Una dulce voz llegó a sus oídos despertándola, abrió los ojos con algo de dificultad y pudo ver que todo lo que la rodeaba era blanco y olía a desinfectante. Estaba en un hospital, pero no recordaba cómo había llegado hasta allí.
— ¿Qué ha pasado? —preguntó apenas con un hilo de voz.
—Te desmayaste en el instituto y como no despertabas te trajeron al hospital. Uno de tus profesores está fuera, que es el que te trajo hasta aquí, y no creo que tus padres tarden mucho en llegar. ¿Cómo te encuentras?
—Cansada. Me duele la cabeza y tengo la garganta seca.
—No te preocupes, el dolor de cabeza se te pasará pronto, toma, bebe un poco —le tendió un vaso de agua que aceptó encantada—. Sabes que a partir de ahora debes de cuidarte mucho, ¿verdad? Tienes que alimentarte bien, nada de caerte y nada de emociones fuertes. Tendrás que tomarte unos días de reposo por lo que no podrás ir a clase. Estás en estado crítico y no queremos que le pase nada, ¿está claro? —le aseguro.
—Mmm, lo siento, pero no me estoy enterando de nada —dijo en un estado de total confusión.
— ¿No lo sabes? —preguntó extrañada.
— ¿Saber el qué? —inquirió.
—Estás embarazada, Isabella.
¿Embarazada? ¿Yo? Eso era imposible, o ¿no?...
DEJEN REVIEWS, DEJEN REVIEWS, ¡HÁGANME FELIZ!
Nos vemos en el próximo capitulo.
Firmado:
H.D
