Como ya saben, esto es un parodia del lore original de League of Legends, y de ninguna manera estoy asociado con Riot ni asumo derechos sobre la propiedad de ningún personaje aquí presentado, excepto aquellos de mi propia creación. Por demás, todo parentesco con la realidad es pura coincidencia. Ahora que conocen estos detalles legales sin importancia, sobre estos asuntos sin importancia, pueden continuar leyendo esta historia sin importancia.
Capitulo 1.0: Excentricidades aceptables
¡Velo del crepúsculo, marca del asesino, danza de las sombras...!
Acabé con uno, no dos… no, esto es un triple… Espera, aun me queda una carga de danza de las sombras, ¡Es un jodido cuadrakill…!
¿Cuadra?
La pantalla del equipo se apagó.
Esta en negro.
…
…
…
Ay, maldita sea, no otra vez.
Es la cuarta… no, creo que es la quinta vez que vuelve a pasarme. No… ¿Podría ser la sexta, tal vez?
Que frustrante.
No hay un solo día en esta casa en la que la energía no se corte de la manera más molesta e intermitentemente exasperante imaginable. Desde que iniciaron ese molesto proyecto de redistribución de energía, luego del incidente en la planta energética de la ciudad, los apagones se han hecho tan frecuentes no he podido jugar una sola partida de LoL en paz... es que ni hablar de League of Legends, no he podido hacer absolutamente nada sin que la energía me falle en el momento más crítico posible.
Ah, vaya
Que desgracia.
Como sea. Sé que esta no es la forma de iniciar una historia y que no atiende a los modismos de etiqueta básicos de estos días, pero me hallaba tan frustrado por estos malditos cortes de luz que simplemente no pude pensar en introducciones apropiadas —O inapropiadas si nos aplicamos— para abordar el relato, pero... bueno, da igual. Mi nombre es Smitty Werbenjagermanjensen, soy el número 1 de la historia. Era un chiste, mi nombre es Aleksai y soy número 1 de tu corazón.
Mi apellido lo podemos dejar para después.
Cualquiera sea el caso, la electricidad regreso tras 10 minutos de espera.
Para cuando la energía volvió, yo me encontraba en la cocina intentando alcanzar de la repisa más alta un paquete de galletas de cocoa que mi hermana no se esforzó muy bien en esconder. Ahora que lo pienso, viene al caso mencionar que, aunque no soy precisamente una persona alta, no por ello y de ninguna manera, soy bajo. En realidad mido exactamente 1,79.9 cm, así que supongo que estoy en la media. Lo que ocurre es que vivo en una casa de locos donde hacen falta escaleras plegables para poder alcanzar un maldito paquete de una maldita estantería.
Pero ese no es el problema.
Ocurre que el horno de microondas de nuestra casa tiene la mala costumbre de proferir un ensordecedor chillido cuando es conectado a una fuente de energía, o para hacerlo más simple, cada vez que regresa la maldita electricidad. Por supuesto, cuando las luces volvieron, el endemoniado armatoste chilló con estrépito justo en frente de mi cara y por poco me saca el corazón del pecho.
Pero incluso ese no fue el problema.
El problema fue que mis pies, que en ese momento estaban completamente estirados sobre las puntas de los dedos con la intención de aumentar al máximo mi estatura, se paralizaron, torcieron, retorcieron y finalmente colapsaron después que la maldita alarma del microondas me sorprendiera. Me gustaría decir que conseguí mantener el equilibrio. Me encantaría decir que en medio de mis contorsiones me hallaba a una amigable distancia del suelo. Me llenaría de jubilo decir que evite resbalar y caer vergonzosamente sobre mi cara. Pero la cruel realidad es que caí desde una puta silla endeble y que el piso me recibió a mí y a mi maldita cara con los brazos abiertos.
Tras retorcerme de dolor de manera miserable durante algunos minutos, me levanté lentamente con una mano sobre mi cara, y la otra apoyándose en la misma silla traidora que me había llevado al suelo para sostenerme. Desgraciadamente me apoyé mal y volví a caer de cara sobre el suelo. Tuve que volver a incorporarme, en esta ocasión sobre la sólida y confiable mesa de roble que se extendía a lo largo de la cocina de forma imponente, no como esa maldita silla de plástico barato que estúpidamente pateé en un arranque de ira con mis pie descalzo. Tras otra patética escena de dolor que definitivamente no involucró llanto, arrojé esa maldita hija de perra al basurero donde sería incinerada... o eso pensé. Un pordiosero mal peinado y sinvergüenza simplemente la recogió y descaradamente se sentó en nuestro bien cuidado jardín frente a mis narices.
Me vi obligado a sacarlo de mis queridas azaleas usando la fría y cruel agua a presión de una manguera especialmente diseñada para esta clase de situaciones... como cuando tenemos que espantar a la policía, a los testigos de Jehová o a esas desagradables monjas que vienen recaudando fondos para sus siniestros colegios-cárcel.
Ah, espera, estoy desvariando aquí.
En realidad, ya que estamos, hasta me siento algo mareado.
Es realmente una situación bastante curiosa y que no habla muy bien de mis valores éticos. ¿Por que será...?
Tras meditarlo un rato, verificar los hechos, examinar la escena y analizar las inexistentes premisas de este misterio, me di cuenta de algo.
Y esto solo es una suposición pero, creo que puede tener algo que ver con la mancha de sangre un poco extremadamente espantosa e inmensa inundando el suelo que tan gentilmente detuvo mi cara, mierda... y es que estoy pensando que me voy a !morir! ¡No exagero! Tan pronto palpé mi frente, detecte no una sensación de humedad, sino más bien como... ¡Una maldita cascada de sangre! ¡Es en serio, a este paso me voy a morir!
El golpe había sido bastante mas fuerte de lo esperado, y no estoy seguro de si acaso fue por el impacto o por la sangre perdida, pero mi vista se ensombreció y mis sentidos se entorpecieron. Burdamente tantee en la repisa de la cocina buscando un paño para hacer presión sobre la herida. Todo lo que encontré fueron algunas servilletas sobre la mesa que, al menor contacto con mí ensangrentada frente, se convirtieron inmediatamente en una pulpa rojiza y desagradable. Caramba, las delgadas servilletas no eran capaces de detener el sangrado, pensé... pero, en ese momento ser quisquilloso no estaba dentro del menú de opciones, después de todo, a esas alturas creo que estaba viendo en blanco y negro. De mala gana agarre un manojo entero de servilletas y las presione contra mi cara con fuerza mientras me dirigía al baño. Por pura causa de la suerte no volví a tocar el suelo con la cara en mi tosca caminata hacia el baño, tras tropezarme con cada maldita silla, mueble y juguete sexual (No son mios, ¡Lo juro!) de la sala.
Como sea que fuese aquella travesía, de alguna manera, y sin caerme, conseguí llegar al baño, donde revise la lesión en el espejo del lavamanos. No parecía tan grave siendo honesto, en realidad la herida era bastante pequeña. Lo preocupante, sin embargo, era efectivamente el perturbador torrente de sangre derramándose a borbotones, como un chorro de pintura roja, desde la hendidura sobre mi sien.
Bueno, el pánico nunca ha resuelto nada. O eso digo yo por darme aires de valentía, pero siendo franco estoy que me cago del miedo.
Como sea. De un armario saqué unas vendas, algo de alcohol y unas cuantas gazas. Empapé las gazas en alcohol, desinfecte la herida y envolví mi cabeza entre las vendas con fuerza con la intención de detener el sangrado. No me tardé más de 10 minutos en ocuparme del escandaloso asunto. Todo estaba solucionado… o eso me hubiera gustado decir, pero mi ropa, una camisa y una bermuda, que por aquellos azares de la vida eran de un blanco puro como la nieve, ahora exhibían un vanguardista diseño contemporáneo compuesto por la sangre salpicada sobre la tela. Eso sin contar el desastre en la cocina. Si, seguro que nuestra blanca cocina también debe lucir como una pieza de arte contemporánea.
Pero bueno, primero lo primero. Me deshice de mis prendas bañadas en sangre, las metí en la lavadora, la puse en ciclo… ¿Fue rápido o completo? Bueno, da igual, a nadie le importan los ciclos. Encendí la lavadora y acto seguido me di una ducha veloz. Me cambié las vendas de la cabeza y tan pronto me puse unos pantalones ajustados, mis tangas narizonas de Bob Esponja y una camiseta purpura de One direction me dirigí a... quise decir mi camiseta negra de Metallica. No en serio, mi camiseta negra de Audioslave. Que diga Megadeth. O lo que sea, el caso es que era una camiseta muy masculina y que tras este rápido cambio de apariencia me encaminé hacia la cocina para limpiar todo el estúpido y sangriento desastre que había provocado.
Vaya estafa de día.
Después de desvanecer todo rastro de sangre del suelo y las paredes a fuerza de jabón y cepillo, y tras una larga deliberación sobre el macabro destino que le esperaba al horno microondas, decidí mostrar piedad ante el desdichado aparatejo y me limité a desconectarlo. Por último acerque una escalera plegable a la repisa como debí hacer desde un principio y me llevé además de las galletas un paquete de papitas extragrande, doritos, refrescos y una lata de cerveza. Tras subir las escaleras, comprobar que el apagón no había producido ningún corte circuito y rezando porque no se presentara otro maldita interrupción, entre a mi habitación y me acomodé frente a mi ordenador de mesa aun recordando amargamente la partida de hace poco. Esto no puede terminar así, me dije. La comunidad de league of legends... no, el mundo entero necesita una lección de respeto. Nadie se mete con mis partidas online.
Nadie.
!Nadie he dicho!
¡Y mi ira descenderá sobre los...!
¡ONE, TWO-¡ ¡ONE, TWO, THRE, FOUR…!
—!Madre de la plaza césamo…!— espeté aterrado.
Fue mi celular y su estúpidamente potente timbre de llamada. Por no hablar del daño a mi corazón, casi tiro el computador por la ventana por culpa de ese artefacto del infierno. ¿Que diablos pasa con esta casa y sus armatostes de porquería? Como, en serio, ¿Que carajo tienen en la cabeza los imbéciles que programaron esta mierda galvanizada? ¡Esto es lo que me gano por comprar basura coreana!
—Fah...— Suspiré.
En cualquier caso alargué la mano hacia el celular que, aun chillando con esa melodía irritante, reposaba sobre la esquina de la cama. Mientras giraba mi cuerpo para agarrar el teléfono, alcancé a fijarme por el rabillo del ojo que el juego estaba descargando una actualización. Era un parche muy pequeño. Tanto, que no había alcanzado siquiera a tocar el celular para el momento en que el juego terminó de ponerse al día con los nuevos datos y abrir el cliente. Parecía el ícono de un invocador o algo por el estilo, una espiral negra girando sobre una figura geométrica sencilla de color rojo. Curiosamente no hacía ni 2 días que habían cambiado de pantalla de inicio por la liberación de un nuevo personaje, creo que su nombre era Seco… no, ¿Eccho? No pienso desbloquearlo de todas formas.
—¿Hola…?— Pregunté a media voz por el teléfono, recuperándome del pre-infarto.
—Aleksai, habla Parakwell, tengo algo que decirte—
—¿Parakwell…? ¿Que Parak...? Ah, eres tú, Anderson... ¿Que pasa, necesitas algo?— Contesté algo desilusionado.
—¡Que no soy Anderson! ¡Y ya te he dicho mil veces que me llames por mi nombre de invocador! ¡¿Y qué pasa con ese tono tan monótono?!—
—¿Qué tono monótono…? Yo siempre hablo así, Anderson-kun— Dije con solo un poquitito de aburrimiento. Ese Anderson es un llorón.
—¡Te digo que me llames Parakwell! ¡Además, sabes que mi nombre es Andrés, no Anderson!— gritó Anderson… perdón, Andrés.
—¿Qué…? ¡Pero si Anderson suena mucho más genial~!—
—Si no me llamarás por el apodo que quiero que uses, entonces al menos ten la decencia de llamarme por mi nombre real—
—¿Y qué? Todo el mundo te llama Anderson de todas formas, hasta tu madre…—
—¡Si eso es culpa tuya!—
—Pero si te digo que Anderson suena en verdad genial, como el personaje de Kore...—
—Sabes que no me interesan tus mangas chinos— Me interrumpió
—Pero si son ta~an increíbles, Anderson-kun. Además son japoneses, no chinos. Los mangas chinos se llaman "manhuas"—
—No me interesa, Aleksai. Son para perdedores sin nada mejor que hacer—
—¿Debo suponer entonces que llamarte a ti mismo "Parakwell" no es una actividad para perdedores sin nada mejor que hacer?—
—¡Claro que no, yo…!—
—¿Si, tu?—
—Yo… ¡Yo…!—
—¿Aja…?—
—Ugh...—
—¿Que me ibas a decir Anderson? ¿Dime, dime, dime?— Me burlé.
—Algún día vas a quedarte solo y sin amigos, maldito bastardo condescendiente, engreído y pervertido...— Respondió Anderson… errr, quiero decir Andrés… o lo que sea. El punto es que gané.
—No me importa, aún si el mundo entero me odiara, lo único que importa es que yo los amo a todos, y nada más…—
—¡Guk…! Estas enfermo de la cabeza...— Masculló Anderson en un mal intento por contener la risa.
—¿Sabes lo mucho que te amo, Anderson? ¡Tanto que quiero llevarte conmigo, en unicornio a...!—
—¡Guhi…! !Jajajajajajajajajajajajajaja!—
—Babosilandia... el único lugar apto para tí—
Ya a estas alturas lo deben haber intuido, pero si da la casualidad de que no, pues lo explicare de manera rápida. El sujeto que insiste en llamarse Parakwell y que odia el manga (¡Pero qué atrevido!) es Ander… Quiero decir, es Andrés-no sé que más, no recuerdo su apellido. Tampoco es que importe. En cualquier caso, Andrés, o "Anderson", como me gusta llamarlo, es amigo mío desde hace ya 4 años, y es él quien me invitó a jugar League of Legends. Lo conocí cuando entré a mi último año de secundaria, y suele ser a quien obligo a participar en todos los estúpidos planes que se me ocurren para matar el aburrimiento, quiera o no.
Quiera o no…
Como sea, me gusta molestarlo con el nombre Anderson, y si soy sincero, encuentro bastante entretenido escucharlo maldecirme en todas las lenguas que conoce por no recordar su nombre ni su nombre falso autoimpuesto. Ahora que ya conocen estos detalles sin importancia, sobre este personaje sin importancia, podemos continuar con esta conversación telefónica sin importancia.
—Bueno, como sea. ¿Me llamabas para…?— pregunté cortando el absurdo rumbo que estaba tomando esa charla.
—Ah, es cierto —continuó recuperándose del ataque de risa del que padeció luego de escuchar mis tonterías— ¿Has escuchado acerca de la ola de cuentas de LoL que han sido eliminadas?—
—¿Cuentas eliminadas? —Le pregunté un poco desconcertado— ¿Te refieres a cuentas "baneadas"?—
—No, hablo de cuentas que literalmente fueron eliminadas. Vaya, como imagine no tienes ni la menor idea de lo que hablo—
—Bueno pues… si. ¿Qué es eso de las cuentas eliminadas?—
—Pues verás Aleksai, comenzó como un rumor hace unos 2 meses, sobre gente que no podía volver a entrar su cuenta jamás y, dicen, que solo aparecía un mensaje en la pantalla que decía "cuenta invalida" y el juego se desinstalaba. Al parecer, hace poco el rumor parece haberse hecho realidad, al menos en parte, y las cuentas de varios usuarios han sido eliminadas—
—Ohh… dime, Andreson, ¿Crees que tenga algo que ver con este proyecto de redistribución de energía?—
—¿Hmm? ¿Qué pasa, que pasa? ¿Acaso crees que es algún tipo de conspiración?— Me preguntó Anderson emocionado
Debería decirlo ahora, para evitar confusiones futuras, pero este sujeto, Anderson, es un empedernido fanático de las teorías conspirativas y de las novelas de misterio.
—No exactamente —Le respondí—, solo me preguntaba si acaso Riot estaba bloqueando cuentas que abandonaran partidas recurrentemente. Ya sabes, por ese molesto plan de urbanización la energía se corta bastante seguido y… bueno, a mí personalmente me ha sacado ya de unas 5 partidas este día… tal vez 6. Estoy seguro que ya recibí unos 50 reportes—
—Eso podría ser, pero…— Murmuró Anderson dubitativamente.
—¿Pero…?—
—Pero la noticia de las cuentas eliminadas es de conocimiento global Aleksai, global —Respondió Anderson—, no es ningún fenómeno local. Además, las cuentas de invocadores de categoría mundial también han desaparecido de las bases de datos de RiotGames estas últimas semanas. Justamente por eso comenzaron los rumores, ¿Sabes?—
—Ya veo, entonces se han eliminado cuentas alrededor del mundo entero... oye, ¿Y que ha dicho Riot sobre el problema?— Pregunté.
—Nada relevante —Sentenció Anderson dese la bocina de mi teléfono—. Los foros están saturados con mensajes de usuarios reclamando acerca de este problema, pero los moderadores solo les han aconsejado revisar que el juego este actualizado o que estén realmente conectados a internet—
—En palabras simples nadie sabe que está pasando…— Concluí
—Precisamente. Yo personalmente creo que son hackers intentando molestar, pero nunca se sabe. Como sea, te llamé para advertirte que no entraras al juego por un tiempo, o puedes perder tu cuenta—
—Muy tarde, ya entre—
—¡¿Qué?! ¡¿Acaso eres idiota?! —Vociferó Anderson— ¡De todas las cosas estúpidas que pudiste haber hecho, y viendo que hasta te advierto que no abras el maldito juego...!—
—Venga hombre, solo era un chiste —Reí despreocupadamente—Ah, bueno, sea como sea, es una suerte que hoy tocara actualización. Creo que habría alcanzado a entrar y tal vez hasta hubiera perdido mi cuenta—
—¿Actualización? ¿Qué actualización?—
—La última actualización, ¿Es que no has abierto el juego en todo el día? Me refiero a la actualización de…—
Guu… Blurp... Blurp… Blurp
—¡La lavadora!— Exclamé
—¿La actualización de la lavadora?—
—No, no, mi lavadora se estropeó… o algo así. Pero que aparato tan inútil, parece que algo le pasó y el agua se está derramando. Después hablamos Anderson, o el patio se va a inundar otra vez— Farfullé molesto
—Ah, entiendo yo… Oh, parece que ya llego la pizza que ordene y… tch, 27 minutos… tendré que pagarla. Conéctate después—
—Si, si, si. Hasta algún día Anderson— Le contesté irritado y colgué el teléfono.
Pues sí que fue una estafa de día. Ahora resulta que no podía jugar LoL y para acabar la maldita lavadora también estaba fallando.
Baje corriendo con el celular aun en la mano, esperando ver el patio completamente inundado (Como ya me ha pasado) por culpa de esa inservible maquina. Sorpresivamente mis pesimistas expectativas resultaron estar erradas, la lavadora solo estaba reiniciando el ciclo de lavado. Seguramente la energía volvió a cortarse en algún momento mientras hablaba con Anderson, y detuvo el ciclo de lavado, y cuando volvió la energía, la lavadora se reinició.
¿Ah?
Que extraño, ahora que lo pienso mi computador no se apago. Bueno, tal vez fue solo por un instante.
En cualquier caso, que pérdida de tiempo, mira que bajar hasta aquí para nada... Bah, me hace falta el ejercicio de todas formas. Volví a subir las largas, largas escaleras hasta mi alcoba, pensando en que hacer para matar el tiempo. Bueno, en algo más ocuparé la tarde, me dije haciendo una lista mental de posibles pasatiempos. Y así, el tiempo transcurría pacíficamente, y aunque yo pensaba que dicha paz duraría eternamente, las cosas no tardaron en cambiar.
Nada más bastó con abrir la puerta de mi alcoba.
Una pica voladora cruzó la habitación y violentamente se clavó en la pared a unos peligrosamente escasos centímetros de mi cabeza.
—¿Pero qué mierda…?— Balbuceé sin apenas creer lo que pasaba.
Lentamente gire la cabeza hacía el lugar desde donde había llegado el arma, o mejor, desde donde creía que había llegado lo que fuera que estaba clavado en la pared. A juzgar por el ángulo de trayectoria, asumí que la cuchilla voladora había atravesado la ventana contigua a mi ordenador, y aunque reconozco que era lo último en lo que debí pensar, estaba yo tan aturdido en ese momento que no fui capaz de caer en cuenta lo antinatural, aterrador y potencialmente peligroso que era ser recibido por una pica voladora en mi propia alcoba aunque esta casi me cortase la cabeza. Muy por el contrario, apenas atiné a preguntarme estúpidamente por qué la ventana no se había quebrado en pedazos si la pica voladora de la muerte la había atravesado, pues estaba muy seguro que la ventana estaba cerrada, y por insólito que parezca, sentí alivio al no tener que recoger los vidrios rotos.
Las personas somos realmente extrañas, ¿No lo creen?
Como sea.
Sobra mencionar que eso no fue lo peor. Al finalmente comprender la gravedad de la situación, recorrí el cuarto con la vista esperando encontrarme con tu arquetipo de homicida texano genérico de turno tras mi ventana pero… bueno, lo admito, no pude quedar más sorprendido, y poco después, no pude quedar más aterrado. No sé cómo es que no moje mis pantalones. De la enorme y costosa pantalla de mi computador estático, materializándose al más puro estilo de "El Aro", una criatura de aspecto vagamente humano que parecía estar hecha de sangre, sujetándose del escritorio, estaba realmente saliendo de cada maldito pixel de la película de diodos orgánicos del monitor plano de mi querido ordenador gamer.
Mierda.
Que carajos está pasando.
¿Tal vez me golpee la cabeza más fuerte de lo que creí?
La puerta, tengo que abrir la maldita puerta y salir de aquí, esta casa ya no es un lugar seguro, pero no se abre… el pomo está congelado, ¡No se mueve!
La puerta se había cerrado a mis espaldas, y ahora la cerradura de la puerta no tenía la amabilidad de moverse, ¿Que pasa con esta casa de locos?
—¡Abre de una maldita vez!— vociferé dándole una patada del dragón magníficamente ejecutada a la puerta que, sin importar cuánto zarandeé, no se movió un solo centímetro. Debería ir al gimnasio. O caminar —¡Dije que te abrieras!—
Las palabras no funcionaron, era hora de usar poder excesivo. Tome algo de distancia y respiré profundo. Si golpeo un punto preciso, la puerta cederá. Calculé todos mis movimientos y embestí la puerta con toda mi fuerza usando mi codo para canalizar toda la energía del impacto.
No funcionó.
Además necesito un médico ahora. Creo que acabo de fracturarme el brazo.
Como sea.
Me gire para encarar al energúmeno que se estaba colando a mi alcoba usando la pantalla de mi computador. Mas sin embargo, cuanto más lo miraba, más deseos sentía de arrojarme por la ventana contigua a mí cama, y créanme que lo intente, pero por desgracia para mí se repitió la misma historia que con la puerta. El maldito cristal parecía blindado. Me estrelle de cabeza contra la ventana cuando intente atravesar el aparentemente frágil vidrio (en repetidas y dolorosas ocasiones), y la herida en mi frente volvió a abrirse. La sangre comenzó a derramarse sobre mi rostro de nuevo. Quede algo aturdido, pero no lo suficiente para no darme cuenta que el engendro del demonio ya estaba casi completamente fuera de la pantalla. Solo le quedaba un pie dentro de la pantalla.
Vaya, vaya, vaya.
Parece que ha llegado el momento.
¡Es hora del pánico!
—¡Ayuda! ¡Auxilio! ¡Policía! ¡Socorro! ¡SOS! ¡Elizabeth! ¡Nube voladora! ¡Buda, Allah, Kami-sama! ¡Abada Kedabra! ¡Go go Power Rangers! ¡Familias en acción! ¡Baboso de Lazy Town que siempre anda con una sudadera!—
En medio de mi desespero, y aunque sabía que no daría ningún resultado, grite con toda mi fuerza por ayuda. Por supuesto, mi casa estaba sola, nadie iría a rescatarme, pero a esas alturas era en lo único en lo que podía pensar. No están cerca cuando en verdad hacen falta.
Buenos para nada. Inútiles. Noobs. AFKs. ¡Nunca están cuando se les necesita!
Nada sirve, estaba condenado. Por suerte, cuando creí que todo estaba perdido, mi olvidado teléfono celular timbró con su siempre irritante tono por defecto que no he sido capaz de cambiar aun después de tenerlo por 2 años. Dos miserables años con el tono de Dora la exploradora como timbre por defecto arruinando mi vida social. Bueno, ahora que estoy a punto de morir, no hace falta ocultar ya nada, como por ejemplo que mi primera novia me dejó después de escuchar este malnacido timbre y su maldita zorra exploradora. Como sea. Juro que nunca fui más feliz de escuchar esa vocecita chillona y exasperante... desgraciadamente mis torpes dedos oprimieron el botón equivocado y terminé por colgar la llamada entrante.
Como me maldigo, a mí y a mis estúpidos dedos.
De todas formas, y en un último intento por salvar mi vida, marque esperando escuchar la voz de un semental alto y musculoso, con una cabellera larga y ondulada y una camisa a lo setentero (Me gusta lo clásico), que atendiera a mi llamada y entrara heroicamente por la ventana de mi alcoba con una metralleta disparando indiscriminadamente contra todo lo que se moviera en mi habitación, excepto a mí, y que me sacara cargándome en sus brazos con una mezcla de delicadeza y virilidad. Ah, no se confundan, no es como si yo fuera homosexual.
Pero, muy a mi pesar, la respuesta que obtuve fue:
Lo sentimos, su saldo es insuficiente para esta llamada...
Arroje mi teléfono celular que terminó estrellándose contra la pared y hundiéndose en el sólido hormigón. Fabricación vietnamita, no encontraras nada mejor.
Lástima que la telefonía móvil no esté a la altura del aparato.
El diablo de sangre por su parte ya no estaba restringido por la pantalla de mi computador. La totalidad de su cuerpo estaba dentro de este plano, y ahora era libre de hacer cuanta porquería se le pasara por la cabeza conmigo. A una poco saludable distancia, arrastrándose hacía mí por el suelo… ¿Qué es esto? ¿Un dead end? ¿Es mi fin? ¿Es este el día de mi muerte…?
No puedo describir el horror que se apodero de mí en ese momento, jamás había sentido tanto pánico.
Pero no fue lo peor de todo.
Esa masa de sangre abrió la boca, y dijo con voz ahogada y temblorosa, como quien habla amordazado:
–A….le….k…sa…i…
…
…
…
Dicen los rumores que, ese mismo día se escuchó un chillido agudo y patético, como el de una niñita asustada, desde la última casa a la derecha de este barrio en la ciudad del sol y del acero.
Por cierto, esa era mi casa.
