Un chico de cabello azabache paseaba tranquilamente por la calle. Los que había a su alrededor tenían su atención fija en él. No era de extrañar, ya que andaba de una forma desgarbada con las manos metidas en los bolsillos de sus vaqueros grises. Con el pelo desordenado, sus ojos enmarcados por unas profundas ojeras y su mirada perdida, daba la impresión de alguien desaseado y excéntrico, incluso tocado por la locura.

Tras él iba un señor de edad avanzada y muy bien vestido. Tenía el cabello y el bigote totalmente blancos y parecía un hombre bondadoso.

-Podrían ser padre e hijo… -susurraba una señora a su amiga cuando la extraña pareja pasó por su lado.

-Que va… -añadió la otra también susurrando. –Un hombre tan elegante como ese no puede tener un hijo con ese aspecto. Y si lo tiene, jamás saldría con él a la calle.

-Tienes razón. Tienen que estar juntos por otra cosa…

Las dos mujeres empezaron a discutir las posibilidades por la que esa pareja estrafalaria iba por la calle.

El muchacho les lanzó una mirada vacía pero perforante. Las mujeres callaron rápidamente mientras se les ponía el vello de punta.

-Ryuuzaki, ¿quieres algún pastel? –dijo Watari mirando el escaparate de una pastelería, sacando al joven de su ensimismamiento.

-Claro, ¿por qué no? –respondió el muchacho con su voz apagada.

Los dos entraron en la tienda y a L se le hizo la boca agua. La mente se le bloqueó dejando un único y repetitivo pensamiento: "¡Pasteles!¡Pasteles!¡Pasteles!"

-¿Qué desea señor? –dijo una voz dulce.

-Pues… -dijo Ryuuzaki pensativo, no sabía por donde empezar.

-¿Quiere que le recomiende alg…?

-Quiero dos pasteles de fresa, nata y chocolate, tres merengues, un dulcecito de estos con chocolate blanco, la mitad de este rollo de nata y tres rosquillas rosas con virutas de locores, digo… colores, si eso, colores.

La muchacha lo miraba desconcertada, parecía que lo decía enserio. Buscó alguna respuesta en el señor que lo acompañaba, pero el hombre se limito a decir:

-Yo quiero una porción de esa tarta de limón tan deliciosa.

-V-voy –tartamudeó la aturrullada chica.

L paseaba intranquilo por la tienda mientras la dependienta buscaba una caja lo suficientemente grande como para meter todos los dulces.

-Si es mucha molestia –comenzó a decir Watari -, puede quitar algunos dul… -pero se calló al ver la mirada asesina de su protegido.

-No, no importa, de verdad –respondió la chica con una sonrisa.

El muchacho se quedó mirando a la dependienta fijamente.

-¿Pasa algo? –la muchacha estaba incómoda.

-No, nada –respondió el detective. –Solo que tu voz es más dulce que todos los pasteles de esta tienda juntos.

-V-vaya… -las mejillas de la chica estaban encendidas. –Gracias.

L se fijó en la etiqueta que la dependienta tenía prendida de su camisa, en ella se leía 'Charlotte'.

Charlotte no tardó mucho en terminar de envolver el gran paquete. Watari le pagó lo correspondiente y cogió el paquete.

-Yo ya he terminado mi turno –dijo ella con tono sugerente.

-Ahh… vale –respondió el moreno sin captar la indirecta.

-Me preguntaba –continuó Charlotte –si querrías venir conmigo a tomar algo.

-Está bien –dijo L sorprendido, el hecho de que una chica lo invitase a algo era una novedad.

-¿A qué hora volverás, Ryuuzaki? –preguntó el mayordomo.

-Volverá… -respondió la chica dejando a Ryuuzaki con la palabra en la boca –tarde. No lo espere despierto.

Dicho esto, la dependienta cogió de la mano a L y se fue con él.

-Mi hijo se está haciendo un hombre… -susurró Watari. –Y tengo la impresión de que eso no va a dar más que problemas.

*Un año y siete meses después*

-Ryuuzaki, creo que están llamando a la puerta –dijo el señor Yagami sin levantar la vista de los informes del caso Kira.

-¿Watari?¿Puedes abrir tú? –respondió el detective desde su butaca.

-Creo que debería levantarse usted, señorito.

L se levantó cansinamente y se acercó a la puerta vacilante. ¿Quién llamaría a la puerta de su habitación en un hotel? Algo le escamaba, pero abrió la puerta.

-¡AAAAH!

Todo el cuartel de investigaciones se incorporó de un salto al oír el alarido del mejor detective del mundo.

-¡Ryuuzaki, ¿qué pasa? –dijo Watari alarmado.

-¿Q-qué es eso? –preguntó mientras señalaba asustado la cesta que tenía a sus pies.

-Eso, señorito, es un bebé.