N/A: ¡Hola a todos! me presento, Soy Kaya Petrova y como pueden ver soy nueva en este grandioso fandom de Fairy Tail, aunque ya llevo 11 años en Fanfiction. La verdad llevo poco tiempo desde que me volví una alocada fangirl del manga/anime y todo eso, por supuesto, el Nalu se ha vuelto uno de mis nuevos OTP'S y decidí escribir un nuevo fic de esta pareja. Me basé en un UA. Este fic también tendrá toques de otras parejas tales como el Jerza, entre otros. Los invito a leer y que le den una oportunidad a mi historia.

Disclaimer: Los personajes de Fairy Tail son propiedad de Hiro Mashima.


New Life

Capítulo uno: ¡Esto es una pesadilla!

De la amistad al amor ¿Cuántos pasos hay?

¿Uno? ¿Cien? ¿Mil?

Los que fueran necesarios...

Lucy POV

Aún siento esos fastidiosos dolores estomacales desde aquel día en que mi padre, Jude Heartfilia, un respetado empresario nos dio a conocer la peor de las noticias; estábamos en banca rota. Todo y lo destaco, TODO se fue al banco, las joyas, las casas en la costa, mi enorme y hogareña mansión de Fiore también contaba, nuestros sirvientes tuvieron que buscar otro trabajo a excepción de mi querida nana, Spetto. Ella sin importarle las condiciones y en nombre al amor que nos tenía decidió quedarse con nosotros, muy en el fondo sabía que mi madre no podría sobrevivir ni llevar una vida de ama de casa. Pero quien más sufría era mi querida madre, Layla, quién había nacido en cuna de oro y no conocía ni una pizca de vida normal, hablando en términos de clase media. Estaba destruida, tenía la impresión de que ella necesitaría un gran psiquiatra para tratar su crisis. Todos teníamos una crisis en este momento, yo veía como todas mis cosas se iban en ese camión demoniaco, al menos pude conservar mi ropa y ya me hacía la idea que no podría cambiar de estilo en un buen par de años.

¿Qué he hecho, dios mío? Exclamé hacia el cielo con lágrimas en los ojos, mi nana me abrazaba brindándome apoyo mientras mis padres se consolaban entre ellos. Y un relámpago acompañó ese momento tan patéticamente cliché, vaya, los ricos también sufrían, aunque no lo crean.

Luego de dos eternas horas de viaje desde la ciudad de Nueva Fiore, llegamos a lo que sería nuestro nuevo hogar ubicado en…ni siquiera recuerdo el nombre, pues hasta ahora no sabía cómo se llamaba.

—Bienvenidos a Magnolia —era un cartel gigante que leyó mi padre mientras conducía uno de los autos que no pudo ser requisado, por desgracia el peor de todos, parecíamos sardinas dentro de él.

Unos kilómetros más allá se encontraba nuestra casa, si es que se le podía llamar de esa forma. Al bajarme del vehículo las ganas de llorar regresaron pero decidí contenerme, con el lloriqueo de mi madre era suficiente. Una casa ni grande ni pequeña, un patio casi vergonzoso y lo que más me llamo la atención fue la incómoda cercanía con las demás casas como si todas formaran una sola… ¿Quién demonios era el arquitecto de esta ciudad?

Sin ayuda de nadie llevé mis maletas hacia mi respectivo cuarto mientras mi papá cargaba con todas las cajas de mudanza, que en verdad no eran tantas. Mi pieza era pequeña, pero tenía un toque familiar…algún punto a favor tendría que dar. La casa contaba con tres baños, tampoco era tan malo. Lentamente me iba relajando al recorrer cada habitación, comenzaba a creer que todo iba a ir bien y que quizás sobreviviríamos a esto mientras mi padre recuperaba su dinero, hasta que…

—Oye Happy… ¡Regresa! —se escuchó un grito masculino muy cerca de ahí. Ni siquiera alcancé a notar de quién se trataba cuando un extraño ser pequeño saltó sobre mi cara provocando que me cayera de espaldas.

—¡AAAH! ¿Qué es esta cosa? —grité espantada tomando a la criatura con ambas manos y alejándola de mi rostro estirando mis brazos.

Estaba tan pasmada que no noté que había una tercera persona en escena, hasta que comprobé que tan solo se trataba de un inocente gato…¿Azul?

—¡Hey! —me gritó nuevamente aquella persona.

Moví un poco mi rostro buscando por mi patio trasero, ahí pude divisar a un muchacho bastante peculiar que se apoyaba encima del muro que dividía las casas. Tenía su cabello color rosa, vaya, las cosas se ponían más llamativas aún. Por su rostro preocupado supuse que el gato le pertenecía a él.

—¡Levántate! ¡Se te ven las bragas! —volvió a gritar, esta vez más incómodo.

Observé mi entrepierna para comprobar si era cierto, y sí, estaba con ambas extremidades abiertas. De un salto me levanté muy avergonzada, vaya manera de empezar. El soltó una risilla, parecía divertido con la escena que le estaba brindando. Lo que es yo, me acerqué lo más prudente posible y le entregué su mascota.

—Ten, debe ser tuyo —supuse.

El me miró sorprendido en un principio, pero luego volvió a sonreír —Sí, es Happy, mi gato.

Su confirmación estaba de más, ya conocía toda esa información.

—¿Nueva vecina? —preguntó muy curioso.

—Así es —respondí un tanto desanimada, pues estar aquí no era precisamente lo que más quería.

No notó ninguna pizca de tristeza en mí, es más, mostraba tanta alegría que comenzaba a contagiarme.

—Nos vemos entonces, vecina —dijo antes de desaparecer llevándose a su gato.

Esa había sido suficiente inspección del patio trasero para mí, así que regresé con los demás para decorar y ordenar lo que faltaba. En mi vida, había sujetado una escoba con ambas manos, era realmente tormentoso. Mi nana me enseñó a utilizarla y bueno, tardé un par de horas pero ya al atardecer todo estaba muy reluciente. Mi madre conocía la cocina por primera vez y mi padre ensuciaba sus manos de empresario para armar las camas.

.

[…]

.

En resumen fue un largo día, solo de ordenar y organizar todo. Ya al caer la noche pudimos sentarnos y cenar tranquilos. No puedo presumirles nuestro menú, ya estaba decidida a despedirme de la langosta y otras cosas que solía comer antes. Desconocía esta situación, todos en la mesa inclusive mi nana, aunque no me molestaba en lo personal.

—Ya tenemos listos los papeles para tu nueva escuela, hija —mencionó mi madre mientras partía su carne.

—En Fairy Tail puedes estudiar gratis, siempre y cuando vivas aquí —explicó Jude, mi padre—. Tus buenas calificaciones han asombrado al director y no puso ninguna objeción con dejarte entrar a mitad de año.

Un momento… ¿Estudiar gratis? ¿He escuchado mal? Eso no tenía un buen significado.

—Me opongo, prefiero estudiar en la casa.

Mi nana me contempló con pena, le dolía ver en qué situación estábamos. Ella me conocía mejor que nadie y sabía lo mucho que me costaría.

—No hay dinero para pagarte clases particulares, deberás aprender a vivir como una jovencita de clase media —mi padre comenzó con sus sermones —te servirá para crecer y madurar.

Lo que faltaba.

—¿Clase media? Yo le llamaría indigencia —sí, exageré un poco. Estaba tan furiosa que no medía mis palabras.

—Se equivoca señorita, tan solo es clase media, no le falta nada…solo sus viejos lujos —explicó Spetto mostrándose muy afectada, si bien ella venía de esos lugares y yo insultando al aire libre como si nada, me sentí muy mal.

—Lo siento, nana —suspiré—. ¿Cuándo empiezo en la escuela?

—Mañana —respondió mi madre.

Dios, dame paciencia, no, dame fuerzas para sobrevivir a lo que se viene.

Y también, dame dinero…lo voy a necesitar.

.

[…]

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Al día siguiente, comenzaba mi integración a la escuela Fairy Tail y por primera vez voy a pie a estudiar. Me sentía indefensa, mirando hacia todos lados sin saber a dónde iba, si bien mi madre me hizo un mapa no lo entendía y con sus ideas que debía valerme por mi sola nadie me quiso acompañar. Caminé y avancé hasta un callejón, era un hecho, me había perdido. Me sentía como en la boca del león, no conocía nada ni a nadie y podría ocurrir un asalto o un secuestro inmediato aunque no ganarían nada, ya que mi apellido vale menos que un paquete de patatas fritas.

Okey Lucy Heartfilia, cuenta hasta diez, respira, relájate…necesitas tranquilizarte y tratar de entender el jodido mapa.

Me quedé inmóvil en el mismo callejón, hasta que un ruido hizo que me alarmara más de lo que ya estaba. Se trataba de mi vecino, el chico de cabello rosa. Al verme ahí parada se detuvo en frente sin perder su sonrisa.

—Oh, pero si es la chica de las bragas —dijo él muy entretenido y sorprendido al ver cómo iba vestida.

—¡No me llames así!

Le grité, no podía estarme diciendo de esa forma y menos en la calle.

—Pero si no me has dicho tu nombre se defendió haciéndose el inocente.

—Lucy Heartfilia, ¿Y tú eres?

Estiré mi mano en forma de saludo, pero al parecer el no entendió mi intención y se acercó con entusiasmo para pasar su brazo por mi cuello como si fuera uno de sus compadres.

—Un gusto Lucy, mi nombre es Natsu Dragneel.

Estaba demasiado cerca de mí, tanto que me acortaba la respiración.

—Huh, ¿Te puedes alejar por favor?

—¿Cuál es tu problema? —El se veía molesto, se cruzó de brazos frunciendo el ceño.

—¡Que no estoy acostumbrada a abrazar a medio mundo! —me defendí levantando la voz, aún me sentía muy avergonzada por todo lo ocurrido.

Y para indignarme aún más, ignoró por completo lo que le acababa de decir. Sus cambios repentinos de humor eran sorprendentes.

—Estás usando el uniforme de mi escuela —afirmó sonriente— ¿Quieres que vamos juntos? Si no te conociera creería que estás perdida.

Estaba en lo correcto, no tenía ni la más mínima idea donde estaba. Natsu había caído del cielo, al menos en este momento. Asentí y caminé en su compañía. Usando mi lógica pude notar que la escuela quedaba a tan solo tres calles de mi casa lo que me tranquilizó un poco. El me habló todo el camino, contándome sobre las clases y sus compañeros como si estuviera orgulloso de ello, para tener una vida sin grandes riquezas parecía un ser de lo más positivo y alegre, me llamaba mucho la atención.

El establecimiento era inmenso, no tanto como mi antigua escuela, pero merecía su reconocimiento. Por la hora se veían a muchas personas con mi mismo uniforme entrar hacia los salones, todos con sus respectivos amigos.

—¿Sabes en qué clase estás? —me preguntó cuándo se detuvo frente al mural con la información general de las salas.

Me puse a recordar, pues todo fue muy rápido y en asumirlo me costó bastante.

—Creo que el tercero A, sí…esa es mi clase —afirmé más segura recordando lo que me contó mi padre.

Y su cara de entusiasmado aumentó, vaya que facilidad tenía de ponerse contento.

—¡Somos compañeros! Anda, acompáñame al salón —con ganas me tomó del brazo y me llevó hacia su sala de clases. Una que otras miradas caían sobre nosotros mientras nos paseábamos por los pasillos de esa forma lo que me comenzó a perturbar un poco.

.

[…]

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Le veía el lado positivo, Natsu era una señal de que mi nueva vida no sería tan compleja, me salvó de perderme y de un posible fracasado secuestro, no podía ser mal chico.

—¡Hola a todos, bola de imbéciles! —saludó él con aires de superioridad, todos voltearon a verlo con enfado y algunos que ya parecían conocerlo solo rieron.

Vaya confianza que tenía, ver como entraba con tanto valor tratando así a medio mundo me hacía cuestionar si quería ser amiga de alguien tan problemático. Me cubrí el rostro de la vergüenza.

—Como siempre tan primitivo, Dragneel —comentó un chico de cabello negro un tanto desordenado desde su puesto. Llevaba el uniforme a medias y usaba su camisa algo abierta dejando ver una cadena de plata con una cruz. Por el tono en cómo habló no podría pensar que son muy cercanos.

—¿Qué dijiste idiota? —Natsu se volteó hacia el con una mirada demoniaca y chocó su frente contra la del muchacho, eso debió doler.

—Ya van a empezar otra vez —habló una chica de la clase, no pude evitar observarla continuamente por su belleza. Tenía el cabello plateado y largo con ondas en las puntas, ojos azules y una mirada angelical.

—¿Quieres pelear? —exclamó Natsu y el otro chico al mismo tiempo sin despegar sus cabezas haciendo peso uno contra el otro.

Tenía el leve presentimiento que esto no era algo nuevo, ya que la mitad de la clase no se mostraba interesada en lo acontecido, todos tenían algo más importante que hacer.

—Un momento…—el de cabellos oscuros giró su rostro hacia mí —¿Quién es ella?

¿Acaso no había notado mi presencia hasta ahora? Dios, soy realmente lamentable.

Al menos la pelea se había pausado, pero ¡Toda la clase me estaba mirando en este momento haciendo que casi me desmayara!

Traté de contener los nervios, aunque el que me observaran tanto y la extraña cercanía de mi compañero me estaba inquietando.

—¿Eres nueva? ¿Cómo te llamas? —estaba tan cerca que mi espacio personal estaba siendo violado, tan solo faltara que me oliera.

—Gray, deja de abusar de las chicas nuevas —lo regañó una chica de largos cabellos color castaño.

Iba a hablar y decirles quien soy a todos, pero inesperadamente tuve que agacharme por inercia para esquivar un cuaderno que aterrizó en la cara de Gray, todos voltearon sus rostros para encontrarse con el culpable: Natsu Dragneel.

—No me ignores y pelea —Natsu se acercó arreglándose las mangas para poder golpear mejor y Gray hizo lo mismo. Cuando se aproximaron lo suficiente para lastimarse, unos pasos fuertes y definidos levantaron la tensión en aquella sala.

La clase entera miró hacia la puerta, como una sombría silueta se detenía en la entrada con una mirada asesina. Tragué en seco pidiendo que no se tratara de un demonio o algo parecido, y al ver bien, tan solo era una chica, pero realmente temible.

—¡Es Erza! —gritaron Gray y Natsu al mismo tiempo con horror, como si hubieran visto la peor de sus pesadillas. Yo me sentía igual, todos mostraban respeto ante ella.

Entró en silencio y sin dar importancia a nadie más caminó hacia la pareja de tontos que estaban discutiendo, usó ambas manos y con cada una tiró de las mejillas de ellos hasta ponerlas rojísimas. Sentí mucha pena por mi vecino.

—Hasta cuando…—murmuró con voz apagada y mirada sombría—… ¿Hasta cuándo seguirán peleando como animales? ¿Creen que esto es un ring? ¡No señores! No en frente de la presidenta.

Por como lo dijo, parecía estarse anunciando ella misma. Natsu y Gray se abrazaron sin dejar de temblar viendo desde abajo como Erza se dirigía a su pupitre y tomaba su lugar. Las mejillas de los muchachos seguían irritadas. La tensión terminó cuando el maestro entró a la sala, por su apariencia, no pasaba los treinta años. Era… ¡Un profesor muy apuesto!, esto no podía ser tan malo.

Se paró a un costado del pizarrón y de brazos cruzados miró por toda la sala hasta encontrarme con la mirada, sus ojos eran negros y en el derecho llevaba marcado un tatuaje rojo, desconocía ese dibujo y me costaba comprender cómo permitían maestros con tal estilo, aunque por lo guapo no me importaba del todo. Su cabello era azul y lo usaba largo.

La escuela comenzaba a gustarme.

—Señorita, pase adelante para que se presente frente a sus compañeros —me pidió el amablemente.

Yo accedí, y como un robot avancé hacia la pizarra muy pero muy nerviosa. Sentir las miradas de todos me estaba ahogando, definitivamente ya no me gustaba.

—Ho-hola a todos, mi nombre es Lucy Heartfilia…e-espero que nos llevemos bien —farfullé como pude, el temblor de mis piernas no cesaba.

Frente a mi vi muchas sonrisas, uno que otro que no le interesaba en absoluto mi llegada, pero tenía un buen presentimiento de todo esto. Por su lado, Natsu no dejaba de sonreírme.

—¡Bienvenida Lucy! —exclamó el con mucha gracia haciendo que me avergonzara.

—Yo soy Jellal Fernandes y soy su profesor jefe, también maestro de educación física. Siéntete bienvenida y puedes tomar asiento al lado del señor Dragneel que parece muy emocionado con tu llegada —comentó el en un tono burlesco.

Vaya, no tan solo era un maestro joven, mantenía esa esencia y parecía muy amable…aunque me estaba humillando en estos momentos.

Todos se bufaron de Natsu por cómo se comportó, mientras yo ignorando todo solo me senté a su lado y le regalé una sonrisa, no importaba lo demás, se lo merecía. Creí que esto sería una pesadilla pero quizás él podría hacer que las cosas fueran menos pesadas.

.

[…]

.

Terminando la clase todo se volvió más fácil en el recreo, puesto que no tuve tanta oportunidad de conocer mejor a mis compañeros. Natsu fue muy amable y me acompañó hasta donde se encontraban todos, a pesar de sus apariencias eran un curso muy unido.

—¡Hola chica nueva! —me saludó Gray con una gran sonrisa.

—Dile Lucy, ya es de las nuestras —interfirió Natsu algo molesto.

Varios se acercaron a hablarme y hacerme preguntas haciendo de mi integración algo menos complejo. Me sentía muy a gusto con todos.

—¿De dónde eres, Lucy? —me preguntó Erza, la seguridad que ella tenía era digna de admirar. Y no tenía ningún aura demoniaco como hace una hora atrás, se veía muy simpática.

—Vivo aquí, me mudé hace poco.

No quería contarles la verdad por la cual me encuentro en su escuela actualmente, si quería empezar de cero tendría que olvidar mi pasado aunque me iba a costar un montón. Todo era muy diferente a donde estudiaba antes, mis compañeros se juntaban según quién tenía más dinero, existía mucha discriminación y por sobre todo, teníamos miles de cosas que hacer en los recesos como cafeterías, piscina, clubes, cine, entre otros y bueno acá…hay arbustos y bancas para sentarse. Creo que tienen una cancha pero está siempre ocupada por los de último año.

—¡Qué bonita es! —exclamó la castaña mientras me observaba, comenzó a darme un poco de miedo.

—No seas lesbiana, Cana —Gray dijo su nombre.

—Es muy agradable tener una compañera nueva, además que sea linda y simpática a la vez —comentó mi compañera, la atractiva…¿Cómo era su nombre?

—¡Mirajane! Debemos ser sus amigas, con ella nos iría bien con los chicos cuando vamos de fiesta —Cana abrazó a la chica con mucha confianza.

Bueno, cada vez iba conociendo más nombres. En eso, siento un escalofrío correr por mi cuerpo al ver cómo un chico se me acerca demasiado, más de lo que lo hizo Gray, y su mirada era aún más perturbadora. Me miró de pies a cabeza muy atento, usaba gafas las cuales se las levantó para observar mejor. Su cabello naranja y puntiagudo comenzaba a molestarme.

—Que belleza —mencionó el mientras tomaba una de mis manos para besarla.

Yo quedé petrificada, y en mi rescate llegó Natsu.

—Déjala en paz, Loke —mi vecino me salvó la vida interponiéndose entre la distancia acortada que había entre ese muchacho y yo.

—Solo quería saludar a mi nueva amiga —se defendió el poniendo voz de bebe… ¿Pero qué diablos le pasaba?

Y mi detector de chicos peligrosos a los cuales no me debía acercar se estaba activando, a simple vista Loke se veía como el típico mujeriego que solo le importaba tener citas.

—Gracias dios por mandarnos compañeras tan lindas —agradeció mirando hacia el cielo, ya me estaba empezando a sentir muy nerviosa.

—Déjalo, siempre hace lo mismo —tras de él, apareció otra muchacha. Por lo bajita que era no había notado anteriormente su presencia. Se veía muy tierna y era bastante atractiva, llevaba su cabello azul algo desordenado y un cintillo blanco lo guiaba hacia atrás para dejar su frente a la vista— Soy Levy McGarden, un gusto.

Estiró su mano para estrecharla con la mía, y yo correspondí el saludo. Todos se veían amigables, al parecer la gente de pocos recursos era muy feliz.

.

[…]

.

Era ya la hora del almuerzo, así que fuimos al casino, si es que se le podía llamar así. Escogimos una mesa y me senté junto a Erza, Cana, Levy y Mirajane y un poco más allá se encontraban los demás chicos. Todos hablaban de manera muy familiar mientras yo miraba mi bandeja de comida.

Algo que jamás había visto antes.

Un pan con semillas y dentro de él verduras variadas con un gran trozo de carne, algo nuevo para mí. No podía dejar de observarlo, era tan raro, su contextura, su aroma a comida barata superaba mi olfato.

Y sin querer llamé la atención de los demás.

—¿Qué sucede Lucy, nunca antes habías visto una hamburguesa? —preguntó Cana en tono de burla, aunque ella no lo creyera era cierto.

—¿Cómo se come esto? —pregunté con una inocencia sorprendente, tanto, que todas dejaron de comer lo suyo para mirarme con desconfianza.

Al parecer había hecho una pregunta estúpida, demasiado estúpida para ellas.

—¡Es tan tierna! No sabe comer una hamburguesa —Cana se aplastó la cara de ternura, creo que le agradaba demasiado y seguía sin entender por qué.

En cambio a mí la situación me incomodaba, ¿Por qué nunca me dieron hamburguesas? Siempre me crié con platos finos y gastronomía internacional, podría jurar que jamás probé una pizca de comida chatarra. Tenía miedo que esto me matara o algo por el estilo, mi madre toda la vida estuvo recalcándome lo mal que hacía y lo gorda que se ponía una, sobre todo a esta edad. Todas seguían viéndome raro, pero Erza, ella estaba exagerando. Dejó caer su comida bruscamente sobre el plato y golpeó la mesa.

—¿Co-cómo es posible que nunca antes hayas comido una hamburguesa? Debes haber tenido una infancia muy difícil —asumió ella casi emocionada, no sabía si debía sentirme bien o mal por eso. Apretó su puño y comenzó a mostrar misericordia por mi triste vida— Tendremos que salir y probar comida chatarra para que conozcas un mundo feliz.

Bueno, no era tan grave, creí que me iba a matar.

En fin, el hambre me atacaba. Busqué por toda la bandeja algún tenedor o algo que me sirviera para comer, pero solo había servilletas.

—Creo que se les olvidó darme cubiertos —mencioné decepcionada.

La situación fue peor, ahora sí que me miraban como si fuera un extraterrestre.

—¿Quién necesita cubiertos para comer una hamburguesa? —esta vez fue Mirajane la que me juzgó.

Parece que estaba metiendo la pata.

—Lo siento…yo…no se muchas cosas —admití muy abochornada.

No me sorprendería si se pararan de la mesa y me dejaran sola, pero no fue así, al contrario, me sonrieron todas al mismo tiempo.

—Que inocente eres —Cana no dejaba de decirme cosas raras— Debes tomar el pan con ambas manos y mordisquear, eso es todo.

No sonaba tan difícil, aunque mis dedos quedarían todos sucios. Diablos, no podía ponerme quisquillosa justo ahora o creerían que no me agradan. Tome la hamburguesa y le di un mordisco, uno pequeño tan solo para probar. Primero, sentí algo salado en mi boca, sensaciones nuevas, todo mezclado con lo espeso del queso derretido y la frescura del tomate. Por unos instantes, me sentí en el cielo. Como si hubiera probado una droga nueva, y sabía que a la larga terminaría acabando conmigo.

—¡Kya! No pueden negarme lo tierna que es —Cana volvió a expresar lo muy adorable que le parecía, mis ojos no dejaban de brillar…esto, era algo delicioso.

Todas me miraban como si fuera un bebe que estaba recién aprendiendo a caminar, fue tanto, que llamó la atención de los chicos que se acercaron a nuestra mesa.

—¿Qué sucede? ¿Te están molestando, Lucy? —apareció Natsu, preocupado.

—No tonto, solo que acaba de probar una hamburguesa por primera vez —Cana la explicó la situación mientras reía entre relato.

Yo cubrí mi cara con ambas manos.

—¡Que tierna es! —exclamaron todos los chicos.

—Por eso mantienes esa figura tan…perfecta —me susurró Loke al oído haciendo que saltara como un resorte de ahí, ni idea de donde había aparecido.

Luego de pegar un grito, me levanté de mi asiento y me coloqué detrás de Natsu, no sé por qué, pero con él me sentía a salvo.

Así se pasó la tarde, y cuando llegó la hora de irse, el profesor me pidió que llevara una foto de carnet para la sala de delegados. Como ya la tenía lista en mi bolso me encaminé hacia ese lugar, al menos el Maestro Fernandes sabía dar bien las instrucciones, no como mi madre. Así llegue a la sala, abrí la puerta y me encontré con un chico dándome la espalda, se veía muy concentrado buscando un libro.

—Ah…disculpa—dije despacio para no asustarlo —¿Es esta la sala de delegados?

Sin embargo, el volteó algo agitado al verme llegar de la nada. En ese momento, recordé cuando me burlaba de mis amigas y de su amor a primera vista.

Me…me he enamorado.

No pude quitarle la vista de encima, era como un actor de la televisión. Se giró hacia mí y caminó sin perder su brillante sonrisa. Tenía su cabello castaño claro y lo usaba medio despeinado, unos ojos negros profundos que no se quitaban de mi persona. Cada vez que lo veía avanzar sentía que me iba a desmayar. Su piel era tan blanca y tenía un cuerpo trabajado, se notaba a simple vista.

—Así que tú debes ser la chica nueva —dijo antes de estirarme su mano— Soy Hibiki Lates, vicepresidente de la preparatoria Fairy Tail.

Hibiki, vaya nombre. Bueno, me presento…soy la madre de tus futuros hijos.

—Eh…bueno…este…yo…—comencé a titubear de forma patética y bochornosa, las palabras no podían salir.

Se acercó a mí y me tomó de los hombros muy preocupado, debe creer que estoy en algún tipo de shock o algo parecido, pero tan solo estaba actuando como una idiota.

Anda, háblale…dile al menos hola… ¿Por qué no puedo manejar estas situaciones?

—Yo…digo…mi nombre…—tragué saliva— ¡Soy Lucy!

Grité, si…grité como una loca. El abrió ambos ojos sorprendido, la había cagado y en la presentación, bravo Heartfilia.

Para mi asombro, comenzó a reír.

—Eres muy simpática —dijo mientras me guiñaba el ojo.

Y terminé por sonrojarme por completo.

De repente, unos pasos se sintieron a lo lejos, era Natsu quién venía por mí.

—Oye Lucy, has tardado demasiado…vamos a casa —dijo él ya aburrido de esperarme— Oh, hola Hibiki.

El lo saludó con la mano.

—Es verdad —saqué la foto de mi bolso y se la di a Hibiki— debía darte eso.

—Gracias, enseguida la archivo con tus demás datos.

Me giré hacia Natsu, no aguantaba ni un segundo más en la escuela. Me encogí de hombros y con el dolor de mi corazón me despedí de Hibiki y caminamos hacia la salida.

.

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Natsu Dragneel parecía ser un chico muy simpático, preocupado por quienes lo rodean, muy expresivo y al mismo tiempo…explosivo. Eso podía ver en él, sin embargo, debe tener su misterio.

—Oye, Lucy.

Fijé mi mirada en él para ver qué quería decir, el seguía caminando muy relajado.

—¿Te parece si nos vamos juntos todos los días? Así no te pierdes —me propuso él, muy contento y al mismo tiempo con su toque de broma.

Me reí por lo bajo, no podía ser tan mala idea. De todas formas, así podría sentirme más tranquila.

—Claro —sonreí.

Y seguimos nuestro paso hasta llegar a nuestros respectivos hogares, claro, ninguno tuvo que llegar después que el otro si éramos vecinos. Me despedí de él y entré a mi casa con una sensación de que todo me había salido bien.

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[…]

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Tres horas más tarde, decidí tomar un baño. Mi padre aún no llegaba de su nuevo trabajo en el banco, mi madre fue al supermercado y mi nana se encargaba de preparar la cena. Dejé correr un poco el agua para que se pusiera más caliente, en eso, me despojé de mi ropa y me preparé para entrar.

Me relajé bajo el agua temperada que caía sobre mi espalda desnuda, mi cabello lentamente fue humedeciéndose. Saqué el shampoo y lo esparcí por mi pelo masajeándolo. Deseaba quedarme en mi ducha por toda la vida, aunque no tenía burbujas ni hidromasaje, pero era lo que había.

Para mi mala suerte, el agua comenzó a ponerse fría, demasiado fría, tanto que empezaba a doler. Me salí espantada con el pelo lleno de espuma y grité hacia abajo.

—¡Nana! ¿Estás lavando la loza?

Ella se asomó por la escalera.

—No mi niña, ¿Qué sucede?

—¡El agua está fría! Me va a dar un ataque de hipotermia —empecé a lloriquear como una niña— Y mi cabello está a medio lavar, haz algo por favor.

Mi nana, desesperada revoloteó toda la casa hasta que se le ocurrió la brillante idea de pedir ayuda a los vecinos. Claro, me vine a enterar cuando bajé al primer piso en toalla y con el pelo como el pelaje de una oveja dejando pisadas mojadas.

Golpearon a la puerta, ahí fue cuando Spetto se alarmó y fue a abrir, y lo que ocurrió, fue realmente terrible.

—¿Necesitan ayuda? —¡Era el vecino! Y yo estaba…semi desnuda, quería morir en ese mismo instante.

—¡Pasen! —les indicó mi nana.

Un momento… ¿Acaba de hablar en plural? Eso quiere decir que no viene solo.

—Hola Lucy —entró Natsu con una sonrisa, aunque al verme en esta facha su expresión cambió de forma abrupta.

Pude ver como sus mejillas se tornaban color rojo.

—Oh, discúlpeme señorita —El hombre mayor se me acercó—. Mi nombre es Igneel Dragneel y él es mi hijo, Natsu. Aunque veo que ya se conocen.

Esto no podía estar pasando, ¿Acaso no entendían lo imprudentes que estaban siendo? Luego de ese vergonzoso encuentro, Spetto guió al señor Dragneel al segundo piso.

—Lindo pelo, Lucy —se burló de mí apuntando mi cabeza.

—¡Te voy a…!—inocentemente, levanté uno de mis brazos para golpearlo olvidando que estaba afirmando mi toalla, dejándola caer al piso y de forma obvia, dejando mi cuerpo desnudo a la vista.

¿Aló, cementerio? ¿Aún quedan lápidas?

Presencié como sus ojos se enfocaron en mí, su rostro se puso todo rojo entorpeciéndose por completo como si nunca hubiera visto una mujer desnuda. No quitaba su mirada de mí.

Definitivamente, yo moriría esa misma tarde.

Y él, no viviría para contarlo.

Continuará…


Si estás leyendo esto, es por que te tomaste el tiempo de leer mi historia y por eso...

¡Muchas gracias!

Como siempre, acepto comentarios, quejas, dudas, preguntas, etc XD me doy el tiempito de responder

Un abrazo enorme para todos y saludos.

PD: Quiero aclarar que este fic tendrá varios POV'S, no solo el de Lucy.

Kaya