DISCLAIMER: Los personajes del anime y el manga de "Candy Candy" no me pertenecen, son propiedad de kyoko Mizuki, Yumiko Igarashi y Toei Animation Co., yo solo los tomo prestaditos a veces para crear con ellos historias de amor sin fines de lucro, porque los adoro. En especial a Anthony y a Candy, quienes son fuente de mi inspiración.

Saludos a todos (as). La historia que les presento a continuación está basada en el tierno amor que se profesaban Anthony y Candy, como un capítulo perdido que me hubiese gustado ver en la serie en la época en que Candy llega a vivir a la mansión Ardley.

Confieso que para redactarla fui inspirada por una imagen original, muy bonita y super rara que encontré una vez por allí en la web de Candy junto a sus tres paladines viajando de los más divertidos en el auto de Stear (no sé si quien que esté leyendo esto también la haya visto alguna vez, pero de hacerlo estoy segura que me corroborara que es muy linda) y que me hizo pensar en aventuras de los personajes que no fueron terminadas de contar jejeje. Así mismo, me ayudó también una canción que sonaba mucho en mi tierna adolescencia (más o menos cuando yo contaba con la misma edad de Candy cuando se enamoró de Anthony) de una chica española llamada Lydia, la cual me gustaría que escuchen pues tiene una letra hermosa. Una pequeña estrofa les comparto más abajito.

La historia fue pensada como un one-shot por tratarse de un día en la vida de los protagonistas, pero al ver que quedaba un poco larga, opté por dividirla en unas cuantas partes para que no pareciera demasiado empalagosa y poder conservar el interés jajaja.

Por último, agradeciéndoles de corazón a quienes siguen "A TRAVÉS DE LA VIDA" y me dejan sus mensajitos, y pidiéndoles disculpas una vez más por no haber podido todavía actualizarla, les regalo esta otra historia aledaña que bien puede ser tomada como un fic preámbulo de ésta, junto a "LA ALONDRA Y EL BUHO" para el fortalecimiento de la relación de Candy y Anthony, o también puede ser leída de manera independiente, pues como en mis otras narraciones, trato de seguir lo más que puedo la línea original de la serie.

Esperando que pueda ser de su agrado, les envío un gran abrazo a todas (os) en cualquier parte en que estén.

¡Mil gracias por leer!

ENSUEÑO ESTIVAL

"No es fácil comprender

que alguien a esta edad esté enamorada

y que

solo pensar en el suave tacto de su piel

de porcelana,

me haga estremecer… "

(El tacto de su piel –Lydia)

Parte I

Candy estaba feliz, esos tres meses en casa de los Ardley habían sido como un sueño, aún con los altibajos que se suscitaran debido a repentinos castigos por travesuras, o insinuaciones calumniosas de ciertos insoportables hermanos que llevaran a la tía abuela a vigilar de cerca su manera de relacionarse con Anthony y a enviarlo por último a él un periodo lejos al cometer el mínimo error como correctivo, o más bien como excusa para alejarlos un poco.

-Nunca me imaginé que el llegar a ser una Ardley me haría sentir tan sola- confesó deprimida una de esas primeras noches de la tormentosa separación a Dorothy –De qué me sirve vivir en un caserón inmenso y rodeado de lujos si no puedo estar cerca de las personas que quiero- expresó apesadumbrada antes de acostarse a intentar dormir.

-Vamos Candy, no debes decir eso, no es bueno renegar de las bendiciones que se te han concedido. Miles de jovencitas alrededor del mundo morirían por estar en tu lugar- le hizo ver la amable chica castaña quien aparte de ser su amiga había sido designada para cuidarla, en tanto se encargaba de acomodarle las mantas de la cama adoselada preocupándose de arroparla bien.

-¡Ay Dorothy, tienes razón!- No tardó en reconocer Candy un poco avergonzada de sí misma –Estoy siendo muy malagradecida con Dios al comportarme así y renegar de mi suerte… pero es que echo tanto de menos a Anthony…- no pudo evitar confesar al fin, liberando un poco de aquel pesar que llevara afligiéndole ya varios días.

-Es comprensible pequeña. Así sucede cuando una está enamorada. Cada día separada de la persona especial resulta un martirio- profirió Dorothy con ternura, tomando asiento en el colchón enfrente de ella.

-¿Enamorada, qué dices?- cuestionó Candy medio incorporándose y sonriendo nerviosa mientras se colocaba un mechón de cabello detrás de la oreja, sonrojándose de repente como una grana pues aquella palabra aún le resultaba en su caso algo irreal.

-Digo la verdad y no lo niegues porque se te nota claramente- le insistió Dorothy sin poder evitar reír dulcemente ante la tierna reacción de su pupila.

-¿En serio…se nota?- Candy tuvo que confirmar agarrando entonces abochornada una almohada para esconder enseguida la cara detrás.

-Sí pero no es nada malo, no tienes por qué sentirte avergonzada. Sentir amor, a la edad que sea, es algo muy lindo, algo sublime. Bien podría decirse que la mejor manera de recordar el estar vivo- opinó Dorothy con sinceridad y añadió un comentario adicional para hacerla sentir mejor –Además cambia esa carita porque ya están por concluirse los quince días del castigo del joven Brower y estará aquí a lo mejor más pronto de lo que te esperes-

-Dorothy, no sabes cuánto ansío eso- reconoció Candy con la voz desbordándosele de la emoción y luego junto con un suspiro se dejó caer de nuevo en la cama. Un instante después estiró su mano hacia la mesita de noche que estaba a su lado para alcanzar de su superficie un pequeño joyero donde guardaba en lugar de bisutería sus tesoros más preciados y extrajo de ahí un papelito bien doblado que reposaba junto al broche del Príncipe de la Colina y el escapulario de la Hermana María. El mensaje que recibiera atado a la paloma mensajera que su chico bello le enviara contándole que se encontraba bien. Al releerlo por vigésima ocasión lo sostuvo con ilusión contra su pecho, imaginándose que a esas alturas él ya debía haber recibido su contestación.

-Dorothy…- agregó entonces volviendo a tornarse seria – ¿Tú crees también al igual que yo que todo esto sucedió en realidad porque la tía abuela Elroy me considera muy por debajo del nivel de Anthony? – no se contuvo de preguntar con preocupación.

-No, por supuesto que no. La Sra. Elroy te tiene en gran aprecio así no lo creas. Se le nota en su proceder- la respuesta de la chica mayor fue franca e inmediata -Lo que pasa es que considera que ustedes dos son muy jóvenes para formalizar una relación- añadió

-¿Una relación amorosa… entre Anthony y yo?- Candy de inmediato se volvió a ruborizar, dándose cuenta que era la primera vez que hablaba abiertamente del tema con alguien. Sin embargo aquello último en mención era una esperanza que guardaba en lo profundo de su corazón pero que consideraba también con realismo que solo podría materializarse entre ellos al cumplir la mayoría de edad y para eso (por desgracia) aún faltaba mucho.

Dorothy sonrío de buena gana al ver su inocencia.

-Pero por ese camino van ¿o no?, si se les nota a leguas cuanto se adoran. Aparte todos aquí pensamos que son una pareja adorable-

Y al escucharle decir esto la jovencita rubia entendió que al pluralizar se refería a sus compañeros del personal, por lo que boquiabierta se volvió a sentar como por el rebote de un resorte.

-¿Todos?-

-Sí, y estamos de su parte, apoyándolos- respondió Dorothy contenta, guiñándole un ojo con complicidad.

-¡Por Dios, es que somos tan obvios!- profirió Candy volviéndose a acostar pero esta vez mirando hacia la ventana para poder admirar un rato el cielo despejado de la noche veraniega con sus estrellas. Astros que de algún modo le recordaban la felicidad inmensa que le hacía sentir estar junto a Anthony.

Los días restantes del castigo pasaron y con ello se extinguió esa molesta melancolía. Anthony regresó luego de ganar como el mejor jinete en el rodeo del pueblo y habiéndose confesado con anterioridad los dos que se gustaban, ella estaba radiante de dicha y emoción por empezar a vivir mil nuevas aventuras a su lado.

Por eso la mañana del sábado en que planearon con los chicos como celebración por el triunfo de Anthony, ir de excursión hasta las lindes de las vastas tierras Ardley de Illinois, se levantó temprano y muy ansiosa a arreglarse para la ocasión especial. Pidió por ello por primera vez tomar el desayuno en su cuarto, reconociendo así en sí misma que aquel comportamiento inusual era síntoma de que estaba creciendo… transformándose del todo en una "señorita", como ya inclusive su cuerpo desde hacía meses había determinado.

Dorothy conociendo el secreto de su corazón (aunque realidad ya no fuera tan secreto), le ayudó en la tarea. El atuendo elegido fue un vestido fresco de lino color perla con delicados encajes y bordados de flores junto a un sombrerito elaborado en paja del mismo tono con listón dorado y unos botines cafés recién comprados, listos por estrenar, mientras que su dorada cabellera le fue dejada suelta para que pudiese caer libre a sus espaldas cual cascada, brindándole el adorable aspecto de divinidad angelical de las pinturas.

Candy se impresionó del resultado en cuanto se observó de cuerpo completo en el espejo y luego al mirar en su reloj despertador orejero que allí casi no utilizaba, notó que iban a dar las nueve, la hora de bajar al encuentro con el grupo. Le agradeció por lo tanto a Dorothy por todo con un fuerte abrazo mientras ella a su vez le deseaba toda la suerte del mundo y poco después salió de la habitación feliz y dando saltitos de alegría… impaciente por ver a su príncipe de las rosas… sin esperarse en lo más mínimo al doblar por el corredor en dirección a la escalera el topárselo esperando por ella arrimado al barandal. Motivo por el cual tuvo que detenerse de inmediato, reprochándose en su interior el ser todavía tan infantil.

Él en cuyo cuerpo juvenil podía percibirse sutilmente la vigorosidad y gallardía adquirida durante su tiempo en el campo, estaba de espaldas a ella mirando hacia abajo por lo que no la vio enseguida, pero se enderezó con rapidez transcurridos unos segundos al advertir su presencia, llevándose las manos a la espalda para simular formalidad.

-Buenos días Anthony…- pudo apenas Candy proferir en un susurro, notando embelesada que lucía precioso con una camisa blanca manga larga estilo medieval, pantalón de pana negro, botas y gorra plana clásica del mismo color, y como punto adicional a favor, estaban sus ojos azules pareciendo más brillantes que nunca esa mañana por la ilusión de verla a su vez. Algo que a ella le dio la certeza aún sin palabras de que su apariencia también le había causado la misma impresión a favor. Un poco sonrojada así, bajó la cabeza con timidez mientras se dirigía a su encuentro.

-Buenos días princesa- le saludó él esbozando una gran sonrisa al tiempo que daba también unos pasos en su dirección para acortar más pronto la distancia, y en tanto escondía a sus espaldas una "Dulce Candy", que ella había tenido oportunidad de visualizarle fugazmente desde un principio –Te ves maravillosa- le elogió

-Gracias, tú también luces muy guapo- correspondió Candy al cumplido en voz baja sintiéndose halagada, pero no tanto por lo dicho como por el deslumbramiento sincero que advirtiera en su mirada. Anthony entonces le entregó la fragante rosa, del tipo que más adoraba y cultivaba con esmero y que había bautizado en honor a ella.

-Para ti. Una rosa para otra rosa… pero claro no tan linda como tú- aclaró. Un tierno detalle para empezar el día que como siempre con su romántico proceder, consiguió llegarle al alma.

-Anthony, qué hermoso gesto- dijo ella aspirando el dulce aroma de la flor mientras veía cómo la contemplaba con ternura, pero no tuvieron tiempo de conversar más porque en esos momentos el claxon del automóvil de Stear sonó de forma estridente haciéndoles dar un respingo a ambos, avisándoles que Archie y él ya estaban esperándolos listos para partir.

-¿Nos vamos?- propuso así Anthony con galanura, ofreciéndole el brazo, que ella con un asentimiento y una sonrisa, aceptó.

Descendieron de esa forma parsimoniosos las escaleras, asemejándosele la situación a ella a la de una pareja de maduros esposos de la élite de Chicago y entendió con gracia que él pensaba lo mismo, porque de pronto lo vio meterse en el papel, adoptando un semblante extremadamente serio y altivo, tan bien interpretado que tuvo que cubrirse la boca con la mano que le quedaba libre para poder controlar las ganas de reír a carcajadas que le sobrevinieron, recordando los buenos modales que una damita de sociedad debía conservar en todo momento. A Anthony le gustaba jugar así. A veces al caminar del brazo fingía ser su esposo, como en un futuro aspiraba llegar a ser, según lo que entre bromas le había insinuado en más de una ocasión.

"Te vas a casar conmigo"

Y ella aunque sabía que era demasiado apresurado para pensar en aquel asunto o para ilusionarse con ello, se había tomado en serio sus palabras y anhelaba intensamente que esa unión llegara a darse a su debido tiempo ya que no podía imaginarse viviendo algún día sin él. Eso lo tenía claro.

Al notar que su actuación le había divertido tal como quería, Anthony la tomó repentinamente de la muñeca y Candy no tuvo que ver dos veces su mirada traviesa para saber lo que ahora quería. Compartiendo su sonrisa se dejó llevar por él en una repentina carrera hasta la salida.

-¡Hey niños por favor tengan cuidado!- reclamó el amargado del mayordomo cuando pasaron inmersos en su juego veloces por su costado, al punto que los tuvo que esquivar -¡Santo Dios, cada día más incorregibles!- le escucharon vagamente añadir con su amanerado proceder, más, después de gritarle ambos que lo sentían, siguieron de largo por lo que faltaba del amplio hall hasta alcanzar el jardín. Candy sosteniéndose el sombrero para que no se le cayera y Anthony delante guiándola de la mano, casi haciéndola volar por el linóleo.

En cuanto llegaron hasta el automóvil estacionado cerca de la puerta principal, tenían las respiraciones agitadas pero estaban sumamente felices. El corazón les latía a rabiar con la fuerza de tambores y sabían que no era del todo por el esfuerzo físico recién vivido. Sin embargo en un momento la mirada resplandeciente de Anthony adoptó seriedad y ella enseguida supo que quería hablarle de algo importante

-Candy tengo algo que decirte…-

Ella sintiendo que sus latidos se le disparaban al doble de velocidad, se preparó en silencio esperanzada y temerosa a la vez, a la espera de lo que le quería confesar, intuyendo que podía tratarse de la declaración tan anhelada. Más apenas pudo él con dulzura tomarle un rizo del cabello entre los dedos antes de que sus primos imprudentes, interrumpieran la escena al asomarse por la ventana del coche, recordándoles que no se encontraban en el lugar solos.

-Oigan ustedes dos, ¿a qué horas piensan subir? Miren que se nos hace más tarde y la tía abuela quiere que estemos de regreso antes de oscurecer- les recordó Archie, desde el asiento del copiloto, al tiempo que Stear volvía a su lugar del conductor para encender el vehículo.

El cielo estaba de un azul radiante, todo indicaba que iba a ser un perfecto día de verano. Candy reparó en ello un instante antes de ser la primera en responder al llamado un tanto nerviosa

-Claro, enseguida- dijo adelantándose para ingresar al carro, en tanto Anthony con un notorio gesto de decepción la siguió.

-Buenos días Señorita Candy, se ve muy bonita. ¿Qué tal Anthony?- les saludó Stear una vez dentro, como siempre de muy buen ánimo, aparte de lucir muy contento y orgulloso esa mañana por tener la oportunidad de llevarlos a pasear en "la nave de su propia invención", como solía decir -¿Están listos para vivir uno de los días más memorables de sus vidas?- lesconsultó

-¡Sí!- dijeron todos y ni bien Anthony cerró la puerta, arrancó.


Continuará…