Nadie se va sin su corazón
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Anime: Rampo Kitan: Game of Laplace
Pareja: Namikoshi x Akechi Kogoro (Yaoi, para aclarar) (Si no te gusta, cambia de página)
Desde ya, aviso que esta historia pasa inmediatamente después del final del anime, quien no lo haya visto le advirtió que se encontrara con muchos spoilers. Este fic tampoco está basado en los libros de Ranpo Edogawa, solo el anime.
La pareja de esta historia y su referencia es exclusivamente yaoi (Relación HombrexHombre), están advertidos.
Los personajes pueden variar un poco, pido disculpas si alguno salta de su personalidad o los hilos de la historia no encajan como deben, les recuerdo, todo sucede después de los sucesos del anime, pues me base en ellos.
Este fic es libre de lucro, pero no por eso dejen de ofrecer su comentario, ya sea crítico o constructivo.
Ojala les guste.
Sinopsis: ¿Qué hubiera pasado si Namikoshi hubiese sobrevivido? ¿Akechi le daría la oportunidad de expiarse de sus crímenes? "Veinte Caras vivirá conmigo", "¿Por qué eres tan odioso conmigo, Akechi?" y una nueva forma de hacer caos se hace realidad.
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Si la muerte de su pasado podía cambiar algo, estaba dispuesto a asumir el reto. Ya que, no eran amigos ni enemigos.
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Otra vez.
Ya era la tercera vez que lo hacía y la emoción de tenerlo cerca, de sentirlo nuevamente allí le causaba un estremecimiento en la columna.
Uhh, comenzaba a ser molesto.
- Que curioso que no dejes de observarme.
La voz de Namikoshi no lo sorprendió, simplemente rompió el silencio del cuarto y por un fugaz momento, quizás la inercia, le hizo pensar a Akechi que el impacto de su voz quebró algo en el lugar y debía volver a estar en equilibrio.
Maldición, era difícil ser indiferente con él.
- Te vigilo, como bien sabes- Espetó, con una furia sarcástica y nítida en la frase para que el rubio supiera que no estaba para nada contento con lo que pasaba, ni con lo que veía, ni con lo que sentía.
- No me digas…- Él se acomodó la chamarra y miro de soslayo al pelinegro a sus espaldas, que no se había movido ni un centímetro de su posición, recostado sobre el lomo de la puerta y mirándolo con escrutinio, los brazos cruzados en una típica pose de rebelde conteniéndose- ¿No hurgaste en mis pertenencias mientras no estaba? Me revisaste en cuanto llegamos y, como ya sabes, no tengo teléfono móvil y ningún arma pertinente para atacar o para defenderme- Repuso el más joven y Akechi, que debió molestarse porque usara su dialecto en contra suyo, en cambio, le provino una pequeña sensación de excitación.
Ni siquiera Kobayashi podía llevarle la contra de esa manera y salir ileso de un par de comentarios malsonantes, una cruenta mirada o la orden de "tráeme otro café de la maquina", todo sea para hacerle saber cuál era su lugar y seguir tratándolo como su perro faldero.
Con Namikoshi, era muy diferente.
Tan diferente que le gustaba.
- No te creo el cuento de inocente. Has dejado de ser la doncella en apuros hace tiempo- Pico Akechi, venenoso.
Namikoshi frunció las cejas, receloso.
¿Tenía que recordarle su patética reputación en la escuela, lo inferior que siempre se sintió sobre él y todos, por lo cual Akechi siempre iba a su rescate? Oh, claro, porque Namikoshi era la "moza inocente" y Akechi un héroe. Que surrealistamente ridículo.
- Tú, no te pareces a un príncipe bondadoso.
- Discute tus tonterías con la almohada- Señalo, sin dejar de mirarle mal fruncido- Trata de no asfixiarte con ella.
- Otra vez con eso- Namikoshi dejo su enojo para mirarlo con angustia y por un momento Akechi pensó que había vuelto a ver a su amigo, indefenso y vulnerable- No lo hare. Puedes vigilarme y apuñarme tus ojos por las noches, que sé que no duermes, pero no pasara. ¡Ya van tres días seguidos, no dejas de acosarme!
- Si no te gusta, vete a compartir celda con esa lagartija fetichista.
- Akechi, eres injusto. Y desconfiado.
- ¡Quien habla así!- Dio un paso hacia adelante, queriendo romper la distancia que los separaba y darle un golpe. Dios, ¿Se podía ser más hipócrita?- Infeliz. Si fuiste capaz de lavarle el cerebro a medio mundo y seducirlos con la idea del suicidio, me creo cualquier cosa. ¡Agradece que tengas una almohada!
- Sabes que no fui completamente responsable.
- Idiota- Akechi sonrió torcido. No entendía que le pasaba a su amigo, ex amigo, enemigo jurado, ya no sabía cómo catalogarlo de forma precisa pero a veces hablaba con esa inocencia que le colmaba los nervios y para variar, Namikoshi se creía lo que decía- Tu creaste todo esto, hazte cargo.
- ¿Cuántas veces te lo tengo que decir? ¡Ya no voy a hacer el mal a nadie! Abandone a Veinte Caras y te estoy ayudando.
- No me creo tu rendición- escupió Akechi, con un ácido de sinceridad espantosa.
- Da igual que pienses de qué lado estoy, si te estoy engañando o no, pero hasta tú deberías tener en claro que sería inútil morir ahora. ¡No me voy a suicidar, Akechi!
- Ya lo intentaste- le recordó, con un amargo dolor en el estómago que mejor ni mencionar- Montaste un espectáculo de lo más morboso, les hiciste creer una ilusa mentira de liberación a todos, y justificaste el suicidio como el único medio de rebelión. ¡Al diablo los psiquiatras y tu sonrisa de niño, estas mal!
- Me estas rechazando otra vez.
- ¿Cómo te rechazo? ¡Te evite la cárcel para que vivas conmigo y me ayudaras con tus podridos seguidores!
- Sí, fuiste muy generoso. Me di cuenta tan pronto me golpeaste al saludarte.
- ¿Qué esperabas, Namikoshi? ¿Un abrazo? Si no fuera por nuestra vieja amistad, te habría disparado- Agrego, con furia.
Y así acababa, otra vez. Namikoshi con el rostro pálido y herido. El detective Kogoro apretándose los brazos duramente con las uñas, masticando maldiciones, escondiendo las verdades que realmente quería decirle.
Namikoshi le dio la espalda, pues pedirle que lo dejara solo en su propio apartamento sería estúpido, y espero hasta que el moreno cerró la puerta y volvió a encontrarse solo.
- ¿Por qué no comprendes…?- Pregunto en soledad, sintiéndose cada vez más pesado, triste y alejado de la única persona que apreciaba. "Todo lo hice por ti"
De vuelta al sofá, frente al computador y su fila de latas de café, Akechi hizo un nuevo esfuerzo por concentrarse en lo que estaba haciendo. Había llegado a casa con el rubio hacía apenas diez minutos y ya la cosa se puso agria.
"Eres un fastidio, solo me causas problemas", se quejó internamente, cabreado y resentido.
Cuando Namikoshi reapareció, vivo y a salvo, un sentimiento más allá del alivio y la euforia lo domino por unos instantes, pero tan pronto supo por la policía que Namikoshi se entregó voluntariamente para hablar con él, se obligó a permanecer firme y racional.
Fiel a el mismo, Akechi rechazo su oferta y después de dos días, Namikoshi expuso sus demandas.
A cambio de ayudarlos a encontrar a los seguidores de Veinte Caras, Namikoshi pedía la reducción de su condena. Según él, "porque quería limpiar el desastre que ocasiono".
Ja, ahora se da cuenta. El encuentro con la Muerte debió ser revolucionario. Estaba tan decidido a morir por ese ideal tonto que hasta se soltó de su mano, la mano que Akechi le ofreció y que lo tocaba por primera vez en años, y le dijo adiós como si se tratara de una escena forzada de película, sin más emociones que esa sonrisa rota.
Maldita sea.
"Siempre puedo rechazar su ayuda y dejar que la policía se lo lleve a la cárcel, pero él nunca me hace caso. Como si pensara que no soy capaz de echarlo de aquí…", Volvió a pensar con ira, ojeando montones de hojas entre carpetas, entre fotografías de escenas de crimen, ante la pantalla de su computador, pero nada.
Nada le tenía tan intrigado como esa actitud boba de su ahora compañero de apartamento.
"Compañero, ni qué demonios"
Akechi quiso que probara el infierno que era limpiar el desastre que Veinte Caras había causado y solo para enseñarle una lección, solo por eso, hizo una petición a la policía.
Que Namikoshi viviría a él, a sus expensas y en su vigilancia, para mantenerlo controlado y de paso saber cuáles eran sus verdaderas intenciones. El Namikoshi de su juventud, su amigo ajeno, ya no era el mismo que conoció. Desde que encontró a su casa, eran extraños.
Hasta Kobayashi se sorprendió cuando se enteró de su decisión y eso que a el casi nada le influía lo suficiente para cambiar su estoica cara de retraído.
Eso sí, cuando Namikoshi apareció en la puerta de su apartamento, una mañana de martes, acompañado de la policía de seguridad y con una sonrisa amistosa en la cara, ya no aguanto más e hizo lo que desde el principio quiso hacerle.
- ¡Akechi!- Fueron los llamados de atención, sorprendidos por ese arrebato tan poco usual del detective.
Akechi los ignoro deliberadamente, volviendo a su "oficina" con el ceño fruncido, la mano ardiéndole en ansias de dar más golpes y el corazón desbocado en el pecho.
Ahora estas en mi mundo, desgraciado.
¡Y el muy…! Minutos después, Namikoshi entraba a su territorio, quejándose del desorden como una madre y hablando afablemente con Kobayashi, con esa sonrisa masoquista en la cara, esa inocencia de bobo, esa naturalidad de aceptarlo todo…Irritante.
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