Disclaimer: Fullmetal Alchemist y sus personajes son propiedad de Hiromu Arawaka
Hola gracias por entrar n.n
Este fic forma parte de un proyecto multifandom personal con motivo de celebrar mis primeras cien historias. Para conocer más detalles pueden darse una vuelta por mi perfil, donde lo explico, o pueden seguir leyendo sin inconveniente alguno.
Disculpen por los posibles fallos que puedan encontrar y gracias por leer :D
Proyecto: Cien drabbles por cien historias
Pareja: Roy/Riza
Motivo: Cosas para decir
I
Las cosas que deberías decir
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Otro día de rutina y documentos sin firmar, otro día de tedioso encierro oficinesco, otro día de sermones y vanos intentos por hacer de su superior un general de confianza. En fin, otro día perdido para la oficial Riza Hawkeye.
-No puedo creer que este documento todavía esté aquí –masculló, firmándolo a las apuradas como lo tendría que haber hecho Roy. Falsificando la rúbrica, bah-. Los de administración deben estar que trinan esperando esta autorización.
-Lo olvidé.
-No me diga.
-¿Para qué voy a tomarme el trabajo de firmar papeles si tú lo haces muy bien en mi lugar?
-¿Y eso le parece ético?
-De ninguna manera, Hawkeye. Pero me divierte mirarte hacerlo.
-Descarado.
Roy sonrió de lado. Más que divertirse, adoraba tomarse esos minutos semanales para relajarse, observarla e imaginar que tenía a Riza exclusivamente para sí. Tal vez ella ya se hubiera dado cuenta del ardid de los "olvidos", pero a esas alturas de la vida le daba igual.
-¿Descarado? ¿En verdad deberías dirigirte a tu superior en esos términos?
Ella levantó la vista de las carpetas para apuñalarlo con los ojos. Él se divertía en grande a su costa desde hacía tiempo y estaba empezando a perder la paciencia.
-¿Y cómo debería dirigirme a un general tan estúpido y negligente?
El interpelado fingió que lo pensaba con detenimiento mientras se acomodaba mejor en su silla.
-Pues… Deberías decir cosas más motivadoras, cosas tales como "yo lo respaldaré siempre, los papeles son lo de menos". O "estoy aquí para cuidarle las espaldas, así que dedíquese únicamente a lo importante". O "procure enfocarse en continuar por el camino trazado y el resto déjemelo a mí, su fiel subordinada."
Riza profirió una indignada exclamación. Era de no creer. Firmó el último papel, tomó la pesada pila y la depositó sobre el escritorio.
-O podría advertirle que la próxima vez que omita cumplir con sus obligaciones con el único fin de verme a solas media hora a la semana, le dispararé en la rodilla.
-Siempre tan dulce –ironizó él, riendo para sus adentros porque, de todos modos, la conocía y jamás se permitiría subestimar sus ansias asesinas haciéndolo abiertamente-. Podrías decir que te agrada ayudarme, que sólo estás cumpliendo con tu promesa o que te motiva acompañarme para convertirme en un hombre mejor… También podrías decir que agradeces esta sencilla aunque refrescante pausa en nuestro acontecer.
Ella le brindó una sonrisa condescendiente antes de marcharse. El corazón se le aceleró un poco ante la evidente sinceridad que desprendían sus palabras, incluso detectó cierto dejo de ruego que podía hacerla claudicar. Pero ella era Riza Hawkeye y sabía bien cuál era su rol en esa historia. Demasiado bien para su desgracia.
-Tal vez la próxima, general –ironizó a su vez.
Después de cruzar el umbral suspiró con cansancio, tratando de deshacerse del aturdimiento. Él, por su parte, permaneció observando la puerta cerrada durante un largo rato, pensativo y, quizá, algo triste.
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II
Las cosas que deberías decir tú
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Desde luego, la bochornosa situación de hallarse una vez más en el despacho de su superior para actualizar la inacabable demanda administrativa del cuartel se repitió a la semana siguiente. Riza divisó con disgusto el pilón de carpetas, más alto cada vez. ¿Pero de qué modo se podía hacer entrar en razón a un sujeto como Roy Mustang?
Él permaneció sentado del otro lado del escritorio, fingiendo indiferencia con la lectura de unos papeles. Sin embargo, a Riza no la engañaba.
-¿Y cuál es la excusa de hoy?
Roy pasó página sin levantar la vista.
-Demasiadas reuniones diplomáticas –respondió.
-Me imagino.
Riza, maldiciendo en voz baja, tomó asiento, seleccionó un tramo del pilón y empezó a leer. Durante un lapso de tiempo indeterminado los dos se mantuvieron en silencio, concentrados, salvo por algún que otro carraspeo casual. Finalmente, Roy se decidió a romper el silencio.
-¿Cómo va eso, capitán?
-Como debería ir si contratase a un secretario. O si fuese un poco más responsable.
-Sabes bien que esta vez no fue a propósito.
-No, claro, las reuniones diplomáticas se suceden en maratón.
Él dejó la lectura y la miró con el ceño fruncido.
-Si tanto te molesta ayudarme –propuso con cierto reproche en la voz-, prometo compensártelo con una cena.
Riza lo encaró con el mismo talante. Entendió la indirecta, pero no pensaba dejar que utilizara el tema de la amistad y la lealtad para justificar su comportamiento de las últimas semanas. Si iba a convertirse en el Führer, debía madurar.
-Si quiere compensarme, entonces no me subestime con banalidades y diga lo que debería decir.
-¿Y qué debería decir?
-Debería decir que lo siente, que lamenta contar con una imaginación tan limitada que sólo se le pudo ocurrir esta treta para pasar un rato a solas –dijo Riza, igualmente recriminadora que él-. También debería decir que es un tonto, admitir que a veces no sabe cómo manejar la situación, preguntarme si estoy bien con ello o si prefiero retomar los códigos habituales.
-Hawkeye…
-Debería decir que me conoce y sabe bien que estoy y estaré incómoda, y que por eso promete que será la última vez.
En los ojos de la joven Roy pudo distinguir tanto enojo como pesar, y se limitó a soportar esa reveladora ola de sentimientos sin emitir vocablo. Intercambiaron en silencio, la mirada firme de ella y la suplicante de él enfocadas una en la otra, sin conseguir más respuesta que la evidencia de que, en algún punto del trayecto, todo había cambiado entre ellos.
Riza fue la primera en desviar la vista. Depositó los escasos documentos examinados sobre el escritorio, asumió la posición de firme y saludó como correspondía a un soldado.
-Debería reconocer también el esfuerzo realizado hasta el momento –musitó. Luego se dio la vuelta y se marchó.
De nuevo Roy permaneció pensativo hasta mucho después de que ella se hubiese retirado. Vaya forma de empezar una nueva relación con su subordinada, o lo que sea que estuvieran ensayando.
