[Aniversario 6 años en FanFiction]

La última vez que publiqué aquí no me fue del todo bien. Creo que he dejado de ser populars. :C En fin, querido lectores, de nuevo les traigo un pequeño VinceAda para la colección. ¡Es que son tan hermosos! Y a menos que Mochizuki decida otra cosa, parece que ya la hicimos para que se queden juntos. :)

Aclaraciones: Pandora Hearts ni ninguno de sus personajes me pertenecen, todo es propiedad de Jun Mochizuki. Yo sólo los tomo por mero amor y sin ningún fin lucrativo. Gracias.

Reviews?!


La más importante

Headcanon.

Vincent observó fijamente a la mujer que dormitaba a un lado de él en su cama. Sus cortos cabellos rubios dejaban expuesta la piel desnuda de su espalda, suave como la misma porcelana y cálida al tacto.

De todas las pieles que había tenido el placer de probar en su vida, ésa era la mejor; o no… en realidad no era así. Más que la mejor simplemente era la más importante. La que no era una piel pasajera.

El rubio pasó lentamente uno de sus dedos por la línea de la espalda de la mujer, haciendo que ésta se estremeciera por el repentino cosquilleo. Ada no estaba acostumbrada a que la tocaran así, tan expuesta, en partes aunque no privadas sí lo suficientemente íntimas para ella.

El Nightray esbozó una sonrisa divertida, mientras continuaba pasando uno por uno todos los dedos de la mano. La Vessalius únicamente soltaba unas risitas y uno que otro quejido.

En algún momento él mismo se encontró riendo por la situación.

—Vincent-sama —la rubia habló con suavidad, dándose la vuelta para mirarlo de frente.

—¿Qué? —preguntó con tosquedad, como en realidad era él.

Ada simplemente se limitó a sonreírle; en realidad quería decirle con infinidad de palabras cursis cuánto lo amaba, sin embargo, comprendía que ése tipo de muestras de cariño resultaban incómodas para Vincent. Él no quería una mujer que le endulzara los oídos, sino una que en realidad lo quisiera.

—En realidad no es nada —respondió al fin.

—Mujer molesta —resopló él haciendo un mohín enfurruñado.

La rubia soltó una tierna risita, emitiendo consigo un cierto destello enceguecedor que bien podría haber iluminado el resto de la habitación…, o al menos así lo había percibido el contratista.

Suspiró. En algún punto de su mente agradecía silenciosamente haber coincidido ése día nevado en ésa fiesta aristocrática de la que había renegado; porque ahí había iniciado todo, ahí la había conocido.

A ella, ésa mujer molesta… su amada Ada.