Disclaimer: Los personajes le pertenecen a Kubo, Sayo, MAPPA y un montón de gente que me mataría si ven esto.

Nota de autor: Bueno, me dio por participar en el Desafío Reggaetonero de "Es de Fanfics". Y aquí está. Ni yo tengo comentarios. Lo único que puedo decirles es que no fumen hierba vencida, chicos. No terminen como yo.


- ¿Esto qué tiene de difícil? - preguntó Yurio.

Estaba allí porque Yuri y Víctor necesitaban ayuda con un reto "peligroso", y a él le interesaba más verlos sufrir que la paga que le habían ofrecido. Se imaginaba mil cosas, ¡menos dejarlos oyendo una estúpida canción!

- ¿Nunca has comido tanto una cosa, que después no lo puedes ver sin repugnancia? - intervino Víctor.

- Pues, sí. Me pasa con el arequipe.

- Bueno, esto es lo mismo. Tú sólo recuerda las instrucciones y te daremos el dinero al final.

Las grandes instrucciones eran encender la música – oculta en algún rincón – y trancar la puerta con seguro. Tenía prohibido abrirla hasta oír dos toques. Sólo entonces pasaría a fotografiar "algo" - que no quisieron revelar - y listo. Cómo deseaba largarse, pero la mirada expectante de los novios, sentados al borde de la cama con los dedos entrelazados, no se lo permitió. Le daban una mezcla de ternura y asco. Al final soltó un suspiro cansino, presionó el botón del reproductor y salió dando un portazo.


- Bueno, Yuri, este es el último reto.

- Si. El reto suici…

La canción no lo dejó terminar. Aunque sonaba tan duro que estremecía las ventanas, Yuri captaba fragmentos de la letra.

Ya

Ya me está gustando más de lo normal

Todos mis sentidos van pidiendo más

Ambos se esforzaron en recordar por qué hacían eso. Habían participado en 30 retos propuestos por otros patinadores, creando una infame lista llamada "El perro azul". Y ese era el desafío final: follar con "Despacito" de fondo, porque sabían cuánto les molestaba la canción. Si superaban aquello – usando de testigo a Yurio – todos les pagarían una habitación en el mejor hotel de Rusia, y quizás dejarían de decirles que buscasen una habitación cada mañana, cuando se daban cariño en las prácticas.

Yuri hizo acopio de todo su "Eros" para tomar la iniciativa. Se puso frente a Víctor y lo besó. Pero la danza de sus lenguas tenía el ritmo de la música y eso fue demasiado para lograrlo soportar. Aun así, no se detuvieron. Se acomodaron entre las sabanas, recorriéndose las pieles a base de mordidas, tantearon todas las posiciones del Kama Sutra y nada. De verdad no se les paraba.

En un último intento, Yuri comenzó a tocarse, abriendo bien las piernas para que Víctor lo viera. Pero la canción acabó una y otra vez, ya habría pasado media hora y ese miembro seguía como un soldado caído. Víctor ya lo estaba comparando con el Mar Muerto.

Ay, no.

Estaba pensando en el mar.

Estaba pensando en…

...Una playa en Puerto Rico.

Hasta que las olas griten…

- ¡Ay, bendito! ¡Ya basta, Yuri! No podemos…

Yuri agradeció la interrupción. Ya le dolían los dedos.

¿Y ahora? ¿Qué podían hacer?

Se miraron un rato, y sonrieron al darse cuenta que pensaban lo mismo. Yuri agarró el bate; Víctor, un patín. Se dedicaron a buscar el reproductor, y no mostraron piedad cuando lo hallaron. Cuando el silencio los tomó desprevenidos, supieron llenarlo con sus risas, y luego con sonidos húmedos y pasionales.


Tras la tercera ronda, se acordaron de Yurio.

- ¿A qué carajo le tomo foto? - les espetó, entrando al cuarto con la boca llena de galletas, recién robadas de la nevera.

- Se suponía que a eso - respondió Víctor, señalando la mancha blanquecina en las sabanas - pero igual ya perdimos.

Le ofreció muchos billetes, pero Yurio no los aceptó.

De hecho, no les habló por más de un mes.