Esta historia participa en el concurso "La persona más importante" del foro Ranmaniáticos.
Ranma ½ y sus personajes no me pertenecen son la creación de Rumiko Takahashi. Escribo esto por diversión y sin ningún fin de lucro.
DULCE BRISA
1.- Bríos.
Parado en el marco de la puerta la observaba con detenimiento, si alguien años atrás le hubiera dicho lo dulce y tierna que podía llegar a ser no lo hubiera creído, pero el mismo fue testigo de ese cambio y no es que no lo fuera nunca con él, a veces, cuando quería y él se portaba bien con ella podía disfrutar de ciertas atenciones que antes no le daba.
Con el tiempo y después de haberse sincerado el uno con el otro, conoció a la verdadera Akane… dulce, tierna y amorosa; seguía siendo algo bruta y marimacho cuando la hacía enfadar, pero él sabía que en el fondo existía esa mujer que si le daban la oportunidad amaba intensamente y siempre estaba dispuesta a demostrarlo.
Ahora, esas caricias y atenciones él tenía que compartirlas con su pequeño hijo de dos años Ryoma, disfrutaba observándola mientras vestía y acicalaba al pequeño niño que jugaba con un muñeco de felpa mientras su madre terminaba de peinarlo.
La forma en la que atendía a su pequeño despertaba en él sentimientos que nunca antes sintió con nadie más, eran su vida… su tesoro más preciado; por ellos daría todo hasta su vida misma.
El velaría por ellos día y noche para asegurar su bienestar y más aún que ella ahora llevaba en su vientre a su segundo descendiente, sabía que era sana y fuerte; pero no podía evitar verla tan frágil e indefensa en su estado.
Días a tras la había notado distante y abstraída, eran las fechas en las que la nostalgia la invadía por el recuerdo de su madre, pero en esta ocasión el sentimiento era aún mayor.
En reiteradas ocasiones trató en vano de distraerla y animarla, ella se limitaba a sonreírle para luego seguir en sus actividades de rutina en el mismo estado de ánimo, le preocupaba y no encontraba la manera de reconfortarla, parecía que él único con poder para sacarla su ensimismamiento era el pequeño Ryoma y sus encantos de bebé.
-¡ya estás listo mi amor! Te ves muy guapo, tu abuelita va estar muy contenta de verte –declaraba mientras tomaba en brazos a niño que sonreía al sentir los pequeños besos que su madre le propinaba por toda su carita.
Ranma al escuchar lo que le decía a su primogénito se quedó estático y un escalofrío le recorrió todo su ser, sin embargo, no dijo ni una palabra.
Miro su reloj de muñeca, eran las 8 de la mañana y estaba inquieto, era hora de partir para visitar a su suegra y no quería que su esposa se deprimiera.
Se acercó a ella para tomar al bebé en brazos y no hiciera esfuerzos innecesarios, Ryoma le sonrió y aceptó gustoso estar en brazos de su padre.
-ya es tiempo amor, ¿estás lista? –ella asintió con la mirada, tomó su bolso y se incorporó para partir rumbo al cementerio a visitar a su madre.
Caminaron sin prisa, mientras platicaban en cosas sin importancia, solo se detuvieron a comprar flores… claveles, los más hermosos que encontró ese era su regalo todos los años, pero en este año en particular querían darle uno mayor, uno más especial para tenerla siempre presente.
La cálida brisa de mayo se mezclaba con el dulce aroma de los claveles rojos; como todos los años, sin falta su chica adorada había insistido en visitar ese lugar que la hacía sentirse más cercana a esa persona tan importante de su vida.
Aunque los años pasaran y los recuerdos en su memoria fueran tan difusos como limitados, jamás la olvidaría: su voz, su tierna mirada, sus dulces y tibias caricias; cerraba los ojos y podía mirarla frente a ella, a esa pequeña niña que era en aquel entonces.
Al llegar a su destino, ella hizo una inclinación a modo de saludo al igual que Ranma y ambos sonrieron cuando el pequeño niño saludo moviendo su cabecita en la misma forma que sus padres.
Sus blancas manos acomodaban un ramillete de claveles rojos en aquella lápida previamente lavada por ella misma, sabía que sus hermanas también irían, pero al ser ella la primera en visitar a su madre quiso limpiarla.
Había escogido los claveles más frescos y hermosos, sus favoritos; su madre le llegó a decir que ella era como una de esas bellas flores tan dulce como su aroma, tan pura como su esencia y persistente y terca como su tallo.
Él la observaba paciente e inquieto a la vez, sentada sobre sus piernas terminó de acomodar las flores rojas y se dedicó a hacer una plegaria; estando en el último trimestre de su segundo embarazo no le agradaba la idea de que se esforzara demasiado, pero también sabía que era imposible no había podido disuadirla de no ir, le preocupaba su estado, debía descansar y cuidarse; pero con el tiempo había aprendido que en terquedad nadie le podía ganar a su joven esposa.
Lo mejor que pudo hacer fue acompañarla y como siempre cuidar de ella de cerca, como artista marcial sus sentidos eran más desarrollados, fruto de su arduo entrenamiento, en combate todas sus habilidades eran muy útiles; pero había ocasiones como en esta en particular que deseaba no ser tan sensible a percibir ciertas energías y agradecía que su esposa no pudiera sentirlo.
Y no es que fuera algo malo o sintiera temor, porque Ranma Saotome no le teme a nada, pero estar en un lugar tan lleno de bríos lo dejaban algo agotado.
-Ranma… -le llamo en un tono tan suave que a duras penas pudo escucharla
-Dime Akane
-¿Tú crees que le guste nuestro regalo? – mantenía la mirada baja y sus manos acariciaban con ternura su vientre, por un instante brisa removió su pelo y acarició su rostro.
Continuará…
