Holi~ Holi~ Bien, esta es la primera vez que publico una historia que no es sobre el Anime/Manga Pandora Hearts, pero de verdad amo demasiado Corpse Bride.
Esta historia va dedicada a la persona más especial que tengo y con la cual no puedo estar.
¡Espero les guste!
Desde pequeña la hija de una familia bastante adinerada, Alice Berzelius, fue obligada a seguir un estereotipo de una niña perfecta, una dama, una señorita. Desde siempre siendo mandada a las mejores escuelas posibles, siendo vestida con las mejores galas.
Su madre siempre demandaba a la servidumbre que fuera peinada a la perfección, siempre de una manera diferente, dejando su cabello crecer hasta la cintura, siempre rodeada de lo que quisiera, juguetes, cosas, pero siempre sola, su vida no era la mejor.
Siempre retraída, rechazada, siendo algo que no quisiera ser. Toda su niñez observando lo que hacían los demás, la libertad que tenían, cómo a otros les dejaban aprender a tocar piano, cantar, salir a jugar, usar ropas más cómodas y casuales; Mientras que ella solo podía sentarse a leer, aprendiendo por sí misma, perdiéndose en otros mundos, llegando casi al punto de olvidar quien era ella misma… Pero la realidad siempre terminaba golpeando a su puerta.
Pasaron los años y fue creciendo, de la misma manera, aun frustrada por su ritmo de vida pero no podía hacer nada al respecto o los agresivos maltratos se iban a hacer presentes en su contra, simplemente le quedaba dejarse hacer y hacer como si se tratara de un títere cualquiera que se maneja a través de hileras, hacia lo mismo con sus relaciones amistosas, simplemente asentía y seguía la corriente. "Escucha y calla".
A los quince años fue comprometida con un joven de otra familia de igual buen estatus, Edward, por alguna extraña razón, Alice se sintió atraída desde el primer momento que le conoció aunque siempre tuvo el presentimiento de que este joven era un problema.
Sus presentimientos no le habían engañado, era un pervertido y mujeriego, todo eso bajo su capa de niño inocente que no parecía hacer daño a nadie, era muy atractivo a la vista para cualquier mujer. Alice supo bastantes veces que le había sido "infiel", entre comillas porque era algo… algo no tan carnal y por ello, ella siempre se sentaba a esperar a que este le dijera algo por sí mismo, creyendo que tenía la suficiente madurez para afrontar sus propios errores, pero nunca… Y aun así ella no le dejaba, más por obligación y por ahora vil masoquismo.
Su ánimo se deterioraba más y más conforme pasaba el tiempo y siempre se dedicaba a escribir pequeñas novelas que publicaba a escondidas de todos, siempre recibía criticas buenas y malas, cartas de algunos lectores y eso era algo que le sacaba algunas sonrisas. Al poco tiempo de ella, se topó con otra escritora "clandestina" cómo ella que le dejo intrigada, sus historias la dejaron encantada y todo quedaba ahí, nadie sabía nada de ella.
Un día decidió salir por las "grises" calles, cómo ella les llamaba, de aquella vieja cuidad acompañada de su prometido, era enorme, era Octubre. El frío era presente a cada segundo calando hasta los huesos, la helada brisa dejando pequeños detalles blancos en las pestañas de las personas conforme el tiempo iba pasando lentamente.
La triste mirada amatista de Alice estaba clavada en el suelo conforme caminaba, siempre tenía la mala costumbre de ir cabizbaja, aunque eso realmente cuadraba con su malestar, sus pisadas hacían un leve crujir contra el suelo helado, había estado lloviznando por lo que se había creado una fina capa hielo. Iba callada, al igual que el otro, su relación era cada vez más triste desde el punto de vista de la joven, todo se basaba en cosas carnales, y si no se hacía presente ello, todo su día era reflejado en peleas y discusiones sin sentido… Pero no se podía hacer nada… la boda estaba más y más cerca conforme los días pasaban… eran meses lo que faltaban para ella.
Un suave sonido… lento, uno a uno… una melodía. Eso fue algo que llamó la atención de la joven, había subido su mirada algo exaltada, intentando buscar de dónde provenía aquel hermoso sonar, era una melodía realmente triste pero… hacía sentir calidez a su helado corazón… Su corazón que había quedado helado desde siempre gracias a todo… sentía algo que nunca había sentido y eso le sorprendía, sin embargo, quería aludir un poco aquello.
-¿Qué es eso?-Inquirió un tanto sorprendida, aún sin encontrar el lugar de procedencia, podía escuchar aún aquel bello sonar.
-Es una melodía de piano-Le contestó su acompañante, ella frunció con levedad el ceño y entrecerró los ojos, eso era algo obvio.
-Eso obvio esta…-Dijo dándose un poco la vuelta y así dirigir su mirada hacia un balcón con las puertas abiertas-Pero… ¿Quién le toca?
-Ah, eso, seguramente es Victoria Pemer-Le aclaró sus dudas, sin pensarlo mucho a Alice se le hizo un poco obvio el por qué seguramente le conocía. Aunque, algo parecía estarla llamando, esa melodía de alguna manera la llamaba a gritos. Entonces se giró en dirección a aquella antigua mansión, corriendo para así no ser detenida y tocó a toda prisa aquella puerta de madera desgastada pero bien tallada. La puerta fue abierta a los pocos instantes dejando ver a una alta y delgada mujer vestida de negro.
-¿Qué desea, señorita?-Inquirió, agregando casi forzudamente lo último, la otra estaba jadeando por haber corrido pero se recuperó rápidamente para poder articular las palabras que había armado a toda prisa en el camino a la puerta. Sus oídos zumbaban, ensordeciéndola un tanto.
-Deseo ver a la señorita Pemer, soy Alice, Alice Berzelius-Farfulló y la vieja mujer la miró con cierta sorpresa y simplemente asintió, diciendo que esperara unos momentos.
Alice paseó su mirada esperanzada de que su prometido no le siguiera, se alivió, no estaba cerca. La mujer volvió a los instantes, ahora indicándole a donde debería pasar; Sin perder tiempo la joven asintió agradecida y a paso veloz fue camino a aquella habitación, la melodía aún continuaba sonando y eso la esperanzaba cada vez más, su corazón latía acelerado, no sabía si era por el estar corriendo o por la emoción, pero era por algo.
Sin siquiera pensarlo, sin siquiera avisar, ella abrió de par en par aquellas blancas puertas, el sonar del piano paró, pero por extraño que parezca la forma en que esta se detuvo fue suave, no se escucharon las teclas golpeando sorprendidas por el momento. La joven paseó su mirada y divisó aquel negro piano que le había creado aquel hechizante sonido; Miró a la joven que estaba sentada frente a este mirándole con tremenda sorpresa, la chica estaba pálida, perpleja.
La mirada amatista se paseaba sobre la desconocida joven… Cabellos obscuros, amarrados en una coleta baja, su flequillo estaba de lado y cubría uno de sus ojos color marrón, tez pálida.
-¿Alice Evans?-Inquirió la otra aún con aquella mirada perpleja, Alice asintió ante aquel apodó que se había colocado para publicar sus historias, ¿Ella le conocía? Bueno, eso no era nada fuera de lo común de todas maneras-¡No puedo creerlo!-Exclamó poniéndose de pie para así acercársele, era un poco más alta.
-¡Tu melodía!-Soltó rápido-Es… es hermosa…-Dijo con una dulce sonrisa.
-Para nada… Yo-Dio un respingo emocionada-Yo siempre he seguido tus historias, esto me tiene emocionada-Farfullaba, eso hacía sonreír de sobremanera a Alice.
-Quisiera conocer más de ti, claro, si no te molesta-Le dijo y entonces Victoria cerró la puerta y la invitó a adentrarse para así sentarse en un mueble viejo, ambas estaban ahí-Creo que es algo obvio, soy Alice-Le sonrió, esa sonrisa le fue correspondida.
-Soy Victoria, comencé a escribir después de ti…-Declaró, los ojos de Alice se abrieron a la par, ¿Era ella aquella escritora que le había dejado tan encantada? No podía creerlo, simplemente no, pero era la verdad y lo había aceptado de una manera tan suave.
Hablan de si, contándose cosas, todo lo que habían hecho en estos tiempos sin siquiera conocerse, hablando de temas, comparando sus vidas, historias, ideas. Resultaban tener bastantes cosas en común, la conversación no se gastaba en ningún momento y eso era algo que las emocionaba a ambas. No paraban hasta que la noche cayó, entonces a toda prisa Alice se puso de pie.
-Lo lamento, pero debo irme-Dijo un tanto sorprendida de la hora, Victoria se levantó de igual manera y la miró temerosa.
-¿Volveremos a vernos?-Inquirió en un hilo de voz, Alice solo le sonrió de la forma más honesta de la que ahora se le era posible y asintió, despidiéndose con la mano antes de salir corriendo directo a la puerta principal.
Se fue directo a casa sin desviarse ni un centímetro, hacía muchísimo más frío y eso la hacía titubear tremendamente, las calles estaban completamente obscuras y el viento soplaba violetamente, pero logró regresar sana y salva a casa, aunque no le fue tan bien al llegar, recibió buenas zurras por haber escapado de esa manera de su prometido.
Había quedado bastante golpeada, claro está y su prometido no hizo nada para ayudarla, aunque eso no le era de sorprender… Simplemente se marchó hasta su habitación, sentándose cerca de la ventana para ver la luna, la luz de esta dejaba ver los moretones en sus brazos y rostro, le sangraba la comisura de los labios.
Estaba sola cómo siempre, en su habitación pero de alguna manera no tenía ese deseo de encerrarse en sus libros, solo quería perderse en la belleza de la luna recordando cada segundo pasado con aquella joven, algo que nunca le había pasado… Pero no quería pensar en ello, solo quería ver una y otra vez aquellos recuerdos.
Una sonrisa se le dibujaba poco a poco, aquella triste sonrisa que tanto le caracterizaba ya que en las buenas y en las malas sonreía… se había convertido en una sonrisa verdadera, una pequeña pero dulce, no le dio mucho asunto y simplemente por el agotamiento físico camino hasta su cama y corrió las cobijas para así adentrarse en ellas. Acomodando su cabeza sobre la almohada, lista para irse a otro tipo de mundo.
¡Gracias por leer!
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