El timbre del hogar sonaba con un ritmo bastante travieso.
Se trataba de una corta cancioncita que hacía aquel conocido de la familia por el cual la pequeña de la casa incriminaba a su madre con la mirada.
Conocía bien a la persona que timbraba y no era como si la despreciara pero prefería salir a solas con su madre al parque de diversiones como se había planeado.
Con pronta resignación la pequeña de negros y rizados cabellos acudió a la puerta para saludar al moreno que le sonreía con bastante coqueteo a su madre ignorándola a ella por completo.
―Uhm, sí, hola ¿cómo estás Bankotsu? Yo muy bien.
A sus siete años esa pequeña sabía usar muy bien el sarcasmo, todo gracias a su ausente padre.
―¿Cómo estás Shyori? ― sonrió para cargarla.
―¿Irás con nosotros al parque?
―Ay pequeña ― sonrió ― ¿quién crees que tuvo la idea?
―¡¿Tú?! ¡gracias, gracias! ¡me encanta ese parque!
―Lo sé y por eso fue que se me ocurrió ― guiñó.
―Agradece a Bank, cielo, si por mi fuera solo te llevaría a comer el día de hoy ― interrumpió su burlista madre.
Kagome Higurashi amaba ver los achocolatados ojos de su hija expresando cualquier sentimiento, para ella eran algo mágico pero gracias a que era madre joven siempre arruinaba el momento con una broma pesada.
Ahora la molesta mirada de la pequeña se hacía presente causándoles a los adultos una fugaz sonrisa.
Con la ayuda de un breve periodo de tiempo la pequeña familia acudió con vigor a cada juego mecánico que ordenaba la pequeña.
Shyori aprovechaba que su madre accedía a subir en algunos juegos pues con la compañía de Bankotsu era mucho más fácil ya que ambos podían hacer la carita de perrito que siempre les ayudaba a conseguir lo que querían.
En ocasiones la pequeña peli rizada entristecía por no tener al menos un compañero para poder entrar con ella a los juegos para menores así que mientras comía en silencio se ingenió algo bastante creativo.
―Quiero un hermanito.
Pidió con una gran sonrisa pero lo que para ella era una idea brillante para su madre era todo lo contrario. Kagome se impresionó tanto que salpicó de su bebida mientras que el moreno solo sonreía con victoria.
Así era Shyori, tan déspota, otra manía que aprendió de su padre.
La primera era su claro sarcasmo.
―¿Niño o niña? ― preguntó Bankotsu mientras que su pareja se retiraba para calmar su tos.
―Que sea niño porque yo quiero seguir siendo la princesa de la casa.
Él negó con gracia ― entonces me pondré en ello.
―¡Wow! ¡¿puedes hacerlo?!
―Si tu mamá acepta a esta gran abejita, sí.
―¿Abejita? ― inclinó su cabeza.
Shyori solo emanaba confusión.
―¿De qué abeja hablan? ― interrogó la madre al acercarse una vez tranquila su tos.
Ni siquiera pudo sentarse de nuevo con tranquilidad ya que su hija le explicaba y saltaba emocionada cierta idea que poco entendió pues se había explicado con tan poca lógica.
Lo que su novio le había contado era una sugerencia sumamente grandiosa para la pequeña, fue por eso que comenzó con sus interrogaciones para así empezar su plan de tener un hermano y compartir con él lo que no podía con nadie.
Eso beneficiaría a Shyori ya que realmente se sentía sola en casa. La compañía de su niñera le ayudaba un poco cuando su madre se ausentaba por trabajo pero no era lo mismo a convivir con niños.
Shyori siempre quiso ser inscrita en una guardería para tener amiguitos pero ella no sabía ni mucho menos entendía los gastos que eso implicaba.
En casa había cosas mucho más importantes que eso así como el tema actual.
Gracias a la repentina idea de su hija Kagome había entendido lo que Bankotsu estaba inculcándole, algo irracional que llegó molestarla pero sinceramente, hacerla un poco feliz.
Por el otro lado el moreno le encogió sus hombros.
Estaba dándole a entender que había aprovechado la situación y aunque Kagome le rodó los ojos terminó por sonreírle. Ella no lo había tomado tan mal como imaginaba y eso era porque quizá había una pequeña probabilidad de que lo suyo se convirtiera en algo mucho más serio.
―¿Te está gustando el lugar, amor? ― interrogó la madre para cambiar el tema.
―¡Me encanta! ¿a ti te gusta, Bank?
―Claro que sí, y más si estamos todos en familia.
―Sí pero… a míme gustaría que mi padre estuviera aquí ― susurró lo último pero aquello ya no pudo escucharlo su madre ya que se había alejado para contestar su teléfono.
―Yo estaré aquí para apoyarlas y acompañarlas a todos lados.
―¿Lo prometes? Es que yo lo extraño, ya ni podemos vernos por el celul―
Bankotsu interrumpió ― mira mejor… uhm… ¿por qué no nos vamos todos de viaje a Japón?
―¡¿QUÉ?! ¡¿de verdad me llevarías?!
Shyori peló los ojos exaltada.
Él había logrado su cometido.
Cambió el tema para no sentirse incómodo y a decir verdad un tanto molesto pues el padre de Shyori era algo del que no hablaba con su pareja y aunque poco sabía de él entendía que siempre iba a ser importante aunque eso le disgustara.
Al ignorar por completo la charla de la pequeña esta giró hacia lo que él tanto veía con interés pues claramente sentía que no estaba siendo escuchada y ahora entendía el por qué.
Su madre hablaba con alguien mediante su teléfono y parecía no ser agradable pues de sus facciones emanaba preocupación y un poco de tristeza.
Entonces Shyori suspiró.
Ella era una niña con muy poca edad pero entendía cosas de su madre por lo que deseó que todo estuviera bien.
Cuando su madre bajaba su ánimo ocurrían desgracias en casa como un corte de luz, no asistir a la escuela para visitar a su madre en el trabajo y todo gracias a la falta de efectivo en la familia.
Al terminar la llamada su madre se mostró preocupada y un tanto alterada así que le sonrió entregándole algo de ánimo.
Por lo menos había podido estar en ese parque de diversiones por unas cuantas horas. Si tenían que irse eso ya era lo de menos.
Lo que había imaginado la pequeña terminó por ocurrir. Todos tuvieron que regresar a casa pero Bankotsu tuvo que dejarlas solas y aunque la pequeña no entendía el motivo aceptó despedirlo con un dulce beso viéndolo subir a su automóvil junto a su madre.
―Shyori.
Su madre la nombró tan repentinamente que la pequeña saltó del susto.
―¿Q-qué pasa mamá?
Ambas veían al moreno regalándoles un ademán antes de perderse en su automóvil.
―Parece que tu abuelo enfermó así que hay que ir a verlo.
Haber crecido en una familia rota había hecho que tomara las cosas con pensamiento y comprensión. Ese era el motivo por el cual su madre era tan directa.
―Pero… estaba de viaje ― sus ojos se abrieron de golpe ― ¡¿chocó?!
Shyori se dejó ver asustada.
La pequeña sabía que su abuelo viajaba mucho por trabajo y siempre lo hacía en automóvil. Ella era niña bastante madura para su temprana edad.
―Él está bien pero quiere verte― suspiró desviando la mirada.
Su hija era tan tierna que lo único que quería era sujetar y machacar esas sonrojadas mejillas hasta hacer llorar esos ojos color chocolate que lamentablemente traían consigo un recuerdo.
Sus orbes achocolatadas eran acompañadas por destellos dorados.
Lo que tanto le traía un suspiro.
―Yo también quiero ver al abuelo mami, será mejor que nos bañemos rápido para irnos ya.
Rompió los pensamientos de su madre.
―Está bien, te bañaré rápido para meterme yo.
―No mami, vamos a usar la bañera ¿sí? Es mucho más divertido si nos bañamos juntas.
―Pero cielo…
―Ah sí… ― suspiró con tristeza ― …olvidaba que desperdicia mucha agua y no tenemos mucho dinero para pagar.
―¿Uhm? ¿quién te ha dicho eso?
―Ayame.
Su inocencia destacó.
Para Kagome era muy fácil explicarle a su hija las cosas. Siempre le decía la verdad pero con palabras para Shyori entendiera.
También le daba poca información gracias a su edad.
Fue por ello que suspiró cuando su hija delató a su niñera.
―Oye mamá…
―¿Qué pasa, cielo?
―Mmmm… no, nada.
Shyori le sonrió para juntas terminar de subir las escaleras.
La joven peli negra sabía perfectamente lo que su hija quería preguntarle y por suerte no lo sacó al tema. O bien ya no se trataba más de suerte.
Era tan difícil dejar de pensar en el padre de su hija que incluso su hija notaba la tristeza que le causó su separación pues a pesar de tantos años lo quería.
Claramente no lo amaba como cuando eran unos chiquillos de dieciséis pero su preocupación por él y su vida siempre se mantuvo ahí.
Dieron las seis de la tarde para cuando Shyori llegó a casa de su abuelo.
Ella junto a su madre veían con atención una de las casas más grandes de la ciudad. Mansión que se mantenía un poco deshabitada ya que solo los empleados vivían ahí esperando a sus superiores.
Personas que viajaban de ciudad en ciudad para abrir y cerrar tratos convenientes para su negocio pero esta vez parecía que estaban de vuelta.
Al estacionarse Kagome suspiró de nueva cuenta y esta vez no por su pasado sino porque estaba conduciendo un viejo auto dentro de una propiedad llena de lujos.
―¿Puedo tocar el timbre?
―Pues si lo alcanzas sí ― reía al notar que su hija elegía tocar con su mano.
―Algún día― juró Shyori como si fuese una villana.
Así vivía la pequeña peli rizada.
Siempre metiéndose en algún papel imaginario.
―¡¿Kagome?! ― gritó la mujer que atendía ― ¡pero mira cómo te has puesto!
―Hola Kaede.
Después de un ameno abrazo entre ellas la anciana pasó hacia las tiernas mejillas de Shyori.
Al parecer no solo su madre sentía la necesidad de apretujarla.
Esas acciones eran algo por lo que Shyori ya se había acostumbrado. La pequeña siempre fruncía el ceño ante los dolores pero terminaba saludando o presentándose con amabilidad como le había enseñado su madre.
Cuando la anciana dio el pase Kagome caminó con su hija tomando su mano.
Aunque ese no era un lugar para perderse, por el momento quería a su hija cerca y la pequeña felizmente lo notaba.
―¿Kagome?
Ambas escucharon por detrás.
Se trataba de la abuela de Shyori.
Una mujer adulta con largos y finos cabellos negros. Emanaba un porte sumamente elegante quien confirmó su duda al verla con detenimiento.
―Hola Izayoi.
Nuevamente brindó un melancólico y lento abrazo.
―Hace un año que no te veo cariño… ¿cómo estás?
―Viviendo cada día como si estuviéramos de vacaciones.
A pesar del rostro inexpresivo de Kagome ambas rieron ligeramente.
Después de ser madre Kagome se había vuelto una mujer de facciones sumamente serias pero su sentido del humor nunca lo dejó de lado.
Tenía mucho tiempo que se convirtió en lo que era, y la soledad que adquirió cuando se quedó madre soltera empeoró cuando sus amigos tampoco tuvieron tiempo para ella. Pero privarse de todo había valido tanto la pena ya que Shyori se había convertido en una niña asombrosa.
―¿Y cómo está mi nieta? Te has puesto preciosa mi niña, estás radiante.
―Eso es porque me parezco a mi mamá ― bromeó con una pose coqueta.
―De eso no hay duda, linda.
―Oye abuelita pero… ¿cómo está mi abuelo?
―Bien Shyori, él quería verte ¿quieres pasar?
―¡Claro! Y… ― continuó al caminar juntas hacia las escaleras ― …si tu regresaste… y mi abuelo también… eso quiere decir que…
―Tu abuelo tiene días aquí, yo regresé el día de hoy hace dos horas, exactamente ― rio con elegancia ― …y… quiere decir que… él también regresó así que sube, corre.
Con aquella orden la peli rizada obedeció, y fue tan literal que se ganó un ligero regaño por parte de su madre hablándole de la inseguridad que era correr por las escaleras.
Sin poder bloquear sus pensamientos Kagome solo cerró sus ojos. Para ella no le era nada fácil pensar que el padre de su hija pudiera estar ahí. Aún con el paso de los años lo apreció como lo que era, el simple padre de su hija con el cual seguramente seguiría peleando como cuando estaban juntos.
Ese era el motivo de sus largos y repentinos suspiros.
―¿Kagome? ― llamó Izayoi por segunda vez.
―Disculpe, estaba… ― calló ― …dígame.
―Tranquila, solo quiero aprovechar para preguntarte algo.
Con una simple mirada Izayoi ya tenía a dos de sus empleadas dejándole todo preparado para tomar té o café. Era prácticamente la vida que Kagome deseaba a excepción de tener empleadas domésticas.
Una casa así de grande era un sueño para cualquiera y no sabía si se trataba de su pobreza o el hecho de querer una casa pequeña para no estar lejos de su hija.
Con cada taza ocupada las dos se dispusieron a platicar en la sala de estar donde una empleada doméstica aguardaba alguna orden en la esquina y las otras dos con porte elegante tomaban de su bebida.
Y no importaba si tener dinero significaba ser formal, Kagome simplemente lo era por educación.
―Quiero saber si planeas hacerle una fiesta a Shyori por su cumpleaños ya que como estaremos aquí un tiempo quiero ayudarte con los preparativos.
―Oh… pues todavía falta un mes para ello, tenía pensado festejarla con un par de amigos, me avergüenza decirlo pero… bueno… ella entiende que no puedo hacerle una fiesta grande.
―¿Y por qué no?
―Con un puesto de secretaria no me alcanza para todo ― sonrió ― hace un año que estoy estudiando en línea para conseguir un trabajo mejor pues tengo… deudas… y la manutención de Shyori se va solo y únicamente en ella, tanto que me atrevo a decir que para sus solicitudes no es suficiente ― volvió a soltar una simple risilla.
―¿Quieres un poco más?
―No, no, no, claro que no. No me mal entienda, estamos muy bien solo que… sin lujos.
―Comprendo.
Kagome asintió.
―En primer lugar permíteme felicitarte. Me alegra muchísimo que estés viendo por ti y comiences una carrera, siempre que necesites algo puedes decírmelo y sobre la fiesta por favor deja que yo me encargue.
―Nadie estaría más feliz que mi niña.
―Lo sé… vaya que es una niña linda y sobre todo bastante educada.
―Algo sorprendente para un diablillo como ella, ¿no cree?
―No quise decirlo pero debo admitir que lo pensé.
Ambas rieron.
Izayoi llevaba conociendo a Kagome desde que tenía doce años y aunque lo que tuvo su hijo con ella terminó rotundamente mal sabía bien que Shyori iba a ser criada con la misma educación y valores que tenía Kagome.
Esa chica era una joya.
Lamentablemente no era muy unida a la familia, por suerte se trataban como si fueran un par de amigas pues cariño y confianza habitaban en ellas.
Por el otro lado mientras las dos mujeres charlaban Shyori esperaba a que abrieran la puerta que ya había tocado dos veces pero por sus diminutas manos había sido ignorada y eso ya empezaba a molestarle pues era incómodo escuchar a su abuelo reír a carcajadas sin entender de lo que hablaba con un par de adultos más.
Con su habilidad e inteligencia ingeniosamente había acercado una pequeña mesa auxiliar para jalar la perilla y así por fin gritarle a su abuelo dejando a los presentes con una sonrisa burlista.
Fuera de la habitación yacía la mesa auxiliar en la puerta y un florero caído.
Claramente Shyori tenía una prioridad además de regresar todo a su lugar y eso era abrazar a su abuelo para dar y recibir todo el cariño que en un año no pudo obtener.
―¡Abuelo! ― gritó al correr y subir intrépidamente a la cama ― ¿cómo estás? Mi mami me dijo que estás enfermo ¡¿cuándo volviste y por qué no me lo dijiste antes?!
Regañaba enloquecida y cuestionó tanto que no lo dejó hablar siendo ya la burla de la mayoría de los presentes.
―Estoy bien pequeña, sólo tengo… gripe ― sonrió con tristeza.
―¿A mí no me saludas, niña?
Escuchó fríamente a su lado pero a pesar de la agresiva voz ella mostró suma emoción.
―¡Tío Sesshomaru!
―¿Cómo estás?
―Bien pero… ¡yo me llamo niña!
―Lo sé, lo sé.
Él rodó sus ojos pero ni así dejó de cargarla y juguetear con sus rizados cabellos.
―Vaya… nunca vi a Sesshomaru actuar así.
Una desconocida y sarcástica voz se hizo presente para Shyori quien al girar se percató de que una mujer esbelta y con largos cabellos largos le sonreía con soberbia a su tío.
―¿Y esa? ― susurró Shyori haciendo que Sesshomaru e Inu no Taisho rieran.
―¿Qué? ¿Qué dijo? ― inquirió Miroku, un gran amigo de la familia que ahora cargaba a Shyori para saludarla.
―No dijo nada.
Sesshomaru cubrió su cuestión rebelde pero Shyori solo lo veía con los ojos entrecerrados ya que ella no había dicho nada malo.
¿Entonces por qué su tío no lo decía?
―¿Y Sanguito?
―Ella está en la escuela Shyori, ¿no la has visto? ― inquirió el ojiazul ― viven cerca.
―Nop, mi mami trabaja y no podemos visitarla porque nuestros horarios no coinciden ― explicaba diciendo cada una de las palabras que su madre le enseñaba dejando a los espectadores orgullosos.
―Bueno, eso pasa conmigo también ― Miroku sonrió con nervios.
―Oye abuelo ¿en dónde está mi papá? Dijo la abuela que…
―¿Shyori?
Fue interrumpida por un llamado.
Inmediatamente la pequeña giró hacia la puerta reconociendo desde su voz hasta cada facción del hombre. Su apuesto padre entraba con un rostro lleno de incredulidad.
―¡Papá!
Emoción junto a una profunda tristeza llegaron para Shyori en cuanto escuchó su voz recibiendo una gran opresión en su pecho.
Había pasado todo un año sin ver a su padre más que por video llamada y estar ahora rodeada en sus brazos era diferente ya que podía sentir el calor de su cuerpo y escuchar el fuerte latir de su corazón.
Ella nunca había entendido el motivo por el cual sus padres no vivían juntos y ahora que tenía siete años quería una explicación más detallada pero por el momento no indagaría, simplemente disfrutaría la visita de su padre que esperaba fuera permanente.
―¿Y tu mamá? ― cuestionó girando ligeramente su vista hacia aquella peli negra que ya lo veía disgustada mientras todos los demás se veían entre sí con una discreta sonrisilla.
―¿No me preguntarás sobre cómo me ha ido en la escuela?
Por suerte Shyori acabó con el repentino silencio.
Aquella niña se burló haciendo que su padre apretara los labios con nervios pues ya lo habían notado y la mayoría de risas por parte de los presentes no le ayudaron mucho.
Mientras ellos se la pasaban en la habitación las dos mujeres charlaban sobre el octavo aniversario de Shyori.
Ahora que Kagome sabía que el padre de su hija estaba ahí decidió dejarlos a solas unos momentos pues después de todo esa no era su familia sino solamente la de su hija.
Sin embargo jamás pudo hablar mal de algún integrante, toda la familia Taisho la trató bien y jamás la menospreciaron, algo que agradeció en el fondo de su corazón después de haber sido rechazada por su madre al embarazarse a temprana edad.
―¿Qué sea aquí en la casa o quieres que rentemos algún salón de fiestas?
―Mejor aquí, a Shyori le fascina esta casa ya que pasó sus primeros años aquí y desde entonces quiere volver.
Izayoi entristeció al momento.
―Pero… ¿extraña la casa u otra cosa?
―Extraña todo ― observó su café con mera tristeza ― siempre me pregunta el por qué su padre no vive con nosotras, insiste en que seríamos una gran familia y ver a sus compañeros con sus padres le afecta bastante.
―No tenía idea de que le afectara tanto ― su voz se quebró.
―Aunque no lo diga sé lo que siente y sé que le duele, por ello es que le insisto a su hijo para que hablen mediante video llamada, yo sé y entiendo que en sus viajes está ocupado pero para mí ella siempre es la excepción y debo molestarlo aunque termine enojándose conmigo.
―Ya veo… y bueno, me disculpo por eso… mi esposo viaja mucho porque quiere que su empresa funcione y tiene que llevarse tanto a Sesshomaru como Inuyasha para enseñarles todo y así poder sacar a la familia adelante, tanto a ti como a Shyori.
―Bueno, yo soy lo de menos, con el dinero que él me envía puedo completar los gastos para la casa y ahora tengo un poco más de ayuda.
―Oh…así que ya tienes pareja…
La elegante mujer sonrió con picardía pero Kagome solo le sonrió al verla cruzar sus piernas y acercársele un poco.
Signo de suma importancia.
―No me refería a eso pero… bueno…
―Si Shyori lo conoce es un claro sí.
Con una sonrisa Kagome desvió la mirada pero fue para ella una mala idea.
Ahora veía como Shyori se encontraba cerca en los brazos de su padre.
―Incómodo― susurró la pequeña.
Kagome tragó saliva.
Los comentarios de su hija siempre estaban de sobra y gracias a ellos entendía que ambos la habían escuchado sin saber desde dónde.
Mientras ella pestañeaba con incredulidad su hija bajó de los brazos de su padre para acudir hacia su abuela negando una y otra vez en silencio.
Inuyasha por el otro lado observó a la madre de su hija desde que llegaron juntos a la sala de estar. Ambos escuchando parte de su vida.
Sin embargo no supo que fue lo que le molestó más.
Si el daño que le hacía a Shyori por no vivir con ella o el hecho de saber que Kagome ya compartía sus momentos con alguien más.
Pero fuera de ello se mantuvo al margen más por su hija.
Él siempre creyó que todo andaba bien sin imaginar que Shyori realmente sufría.
Sin articular palabra los padres solo se miraron fijamente, observando con detalle el color de los ojos de cada uno.
Nadie más que él logró ponerla nerviosa, por ello fue que decidió evadir su mirada.
―Hola Inuyasha ― saludó siendo otra vez observada por la cotilla de Izayoi y su emotiva hija.
Mientras tanto él aun la veía.
Desde que la vio junto a su hija pudo notar el buen cuerpo que mantenía ahora, su elegante ropa no se encontraba pegada al cuerpo y aun así emanaba una sensualidad increíble.
Era una madre moderna, cuidada y bella.
Un cambio radical para aquella jovencita que usaba atuendos rebeldes. Ahora Kagome parecía poder lucir escotes sin el problema de verse como una ramera pues su elegante ropa le ayudaba, sus pechos aunque eran grandes por el nacimiento de su hija se notaban firmes junto a ese esbelto y bien formado cuerpo.
―¿Y de qué hablaban? ― sacó Shyori de sus pensamientos.
―De nada ― contestó Izayoi.
―¿Ah, sí? ― entonó viendo con culpabilidad a su abuela ―¿hablaban de mi regalo de cumpleaños, cierto?
Mientras esas dos charlaban entre risas Inuyasha le hizo un ademán a Kagome para que saliera con él siendo nuevamente la comidilla de esas dos.
Ambas habían fingido tener un tema con bastante sentido pero realmente era todo lo contrario, ellas solo esperaban para poder quedarse a susurrar sobre ellos.
―Por aquí ― indicó Inuyasha.
Juntos caminaron en silencio por el largo pasillo que únicamente hacía resonar los zapatos altos de Kagome quien agradeció con un susurro la caballerosidad del peli plateado cuando abrió la puerta de la oficina del hogar.
Al entrar ambos se miraron sin decirse nada.
Inuyasha se sentó en la gran silla después de ofrecerle la suya a Kagome quien parpadeó incrédula. Para ella Inuyasha no era más que el inmaduro padre de su hija pero como ella había pensado hacía unos días la gente podía cambiar en un año.
Y eso lo pensó porque llegó a sentir que debía tener algo mucho más serio con su pareja.
―Y…
―Kagome.
Cruzaron palabras.
Inuyasha rascó su nuca mientras ella le sonreía.
Nuevamente sin expresión alguna.
Solo una simple sonrisa tierna.
―Tu primero.
―Sólo quería sacar algo de plática preguntando cómo te fue en tu viaje.
―Oh… bueno, todo bien ― suspiró dejando su nuca por la paz ― es demasiado frustrante estar viajando de lado a otro.
Con un poco más de confianza él se dejó caer en la silla.
―¿Y tú escuela?
―La cambié por una en línea…
―En línea todo es más difícil, ¿no? ― suspiró ― pero bueno, ¿qué ibas a decirme?
―Oh… sí, quería pedirte a Shyori, quiero que se quede.
―¿A dormir? Pues… está bien pero mañana tiene escuela.
―¿No salió ya de vacaciones?
―En una semana más.
―Pues que ya no vaya, total ― él rio pero fue ignorado.
Quizá todavía no era tiempo de bromear aún y menos con la educación de su hija.
―Puede quedarse pero habría que ir por sus cosas… si gustas puedes ir por ellas y llevarla temprano a la escuela.
―Bien, ¿tú trabajas a esa hora?
―Sí, trabajo durante sus clases y como salgo más tarde la recoge su niñera.
―Entiendo, entonces iré por ella también ¿te parece?
―Claro ― le sonrió ― pero… ¿pretendes quedártela toda la semana? ― él asintió ― ¿y crees poder?
―No digas como si no la quisiera o pudiera.
―Perdón pero es que… tenerla unas horas o por video llamada es diferente a tenerla todo el día durante toda una semana.
―Tengo quien me ayude, además no creo que sea difícil.
―Lo sé, se ve que tener empleadas domésticas ayudan bastante ― suspiró. Su conversación comenzaba a ser incómoda ― pues bien, tú puedes llevarla a casa, yo me voy yendo para arreglar sus cosas.
―Gracias.
―Al contrario, gracias a ti… ella te extraña bastante.
Con ese comentario y una sonrisa como despedida Kagome salió rápidamente de ahí o por lo menos lo intentó ya que gracias a sus zapatos altos solo lo hizo más lento dándole al peli plata algo que ver.
Y sin querer provocarlo lo hizo. Un avergonzado peli plateado mantenía una ligera erección tras el escritorio. Ambos se habían dejado, sí, eso estaba más que claro pero nada podía impedir una simple atracción.
Cuando Kagome le explicó los planes a su hija la vio locamente emocionada.
Shyori gritaba diciendo que le fascinaba la idea pero calló al ver el rostro de su melancólica madre quien rápidamente negó en silencio para que no hiciera algún comentario.
La pequeña peli rizada entendía que su madre la pasaría sola y se sentiría de igual manera por eso fue que seguramente la calló.
No era momento ni lugar para avergonzarla con algún sarcástico comentario.
―Paso a saludar a la familia y me voy, Izayoi ― anunció Kagome.
―Claro, te esperamos aquí ― contestó al verla salir de la cocina entregándole una sonrisa al peli plateado que entraba ― ¿cómo te fue charlando a solas con la madre de tu maravillosa hija? ― inquirió Izayoi.
―Hola papi ― sonrió al ser cargada.
Quizá no era un tema para charlar con Shyori pero eso ya le intrigaba.
Claramente había que hablar con ella.
Sin embargo Inuyasha se centró más en su hija que en otra cosa.
El peli plata extrañaba todo, desde el olor a avellana que emanaba su hija hasta los rizos que escapaban de su cabello así estuviera atado con miles de ligas para el cabello.
Un año sin poder abrazarla había sido demasiado pues antes de salir de viaje la veía la mayoría del tiempo, la llevaba a pasear y la cuidaba cuando su madre trabajaba pero todo se volvió diferente.
Por el otro lado Kagome charlaba con Inu no Taisho, Sesshomaru y Miroku quienes interrogaban el por qué había tardado tanto en subir a saludar pues ya incluso Shyori había ido a buscarla.
Ellos siempre eran así de hostiles gracias a la amistad que habían formado con los años pues fue Kagome quien se llevó mejor con ellos que Inuyasha, incluso con Sesshomaru que era su propio hermano. Eso hasta que se alejó de todos para trabajar y criar a su hija.
Desgraciadamente siempre buscaban algo con lo que pudieran burlarse sobre ella e Inuyasha para hacerla enfadar y era gracias al sentido del humor de Kagome.
Ella soportaba todo ya que nunca atacaba, pero reía incluso a carcajadas al escuchar los planes que tenían para que esos dos regresaran, sin embargo, esta vez ni siquiera lo habían mencionado.
Y ahora lo entendería.
Cuando todo comentario burlista acabó salió por la puerta con una ligera sonrisa.
Esa era la familia de su ex pero la apreciaba tanto que no podía dejar de verlos bien.
Confiaba en ellos para todo, por ello había aceptado que su hija viviera ahí por una semana.
A Shyori no podía privarla de ellos porque después de todo era su familia. Además a esa pequeña le gustaban los lujos. Unos que tristemente su madre no podía darle.
Ese era otro motivo por el cual la había dejado repentinamente.
―No creas que porque tienen una hija harás que regresen.
La sonrisa con la que Kagome pretendía bajar las escaleras se esfumó en cuanto escuchó por detrás.
Claramente conocía esa prepotente voz y aunque se encontró sorprendida giró para encararla con una sonrisa de medio lado encontrándose a la persona que conoció en secundaria y parte de la preparatoria.
Su mejor amiga.
Piel blanca, cuerpo esbelto y largo cabello negro.
―¿Qué estás diciendo, Kikyo? ¿dudas de tu astucia?
―Estúpida ― la pálida peli negra dejó escapar girando hacia una fotografía familiar donde para colmo Kagome se encontraba ahí, joven y sonriente, por ello fue que rodó los ojos ― sólo te digo que no vas a quitarme el amor de Inuyasha así que te pido que te mantengas al margen, eres pasado, así que… lejos ¿me entiendes?
―Te entiendo, así como también entiendo que estás dudando de ti misma, ¿por qué te haces esto? En lugar de intentar humillarme te humillas tú misma ¿qué pasa contigo?
La pálida peli negra amenazó una cosa más pero Kagome se retiró para dejarla hablando sola.
Simplemente le hizo un frío ademán en despedida y salió a donde se encontraba su acompañada hija ya sumamente molesta.
―Me voy, ¿me acompañas al auto, cielo?
―¡Sip! ― entonó saltando de las piernas de su padre.
Con un dulce beso en la mejilla Kagome se despidió de Izayoi mientras que evitaba chocar miradas con Inuyasha. Prácticamente se estaba esfumando de ahí.
―Creo que ya se dio cuenta ― le dijo a su hijo una vez que las dos se marcharon.
―No se lo dije… lo… lo olvidé por completo.
―No cualquiera olvida eso hijo.
―Solo se me pasó ― gruñó molesto.
―No olvidas que viene tu hija junto a su madre y aquí a tienes a tu novia, solo debías aclarar las cosas y pudiste hacerlo cuando te la llevaste a mi oficina.
Inuyasha solo suspiró.
No podía decírselo pero su madre tenía mucha razón.
Tenía mucho tiempo que había dejado de ser el chico inmaduro que dejaba todo en el olvido, ahora era un hombre hecho y derecho, un hombre responsable y justo así que le daría la cara.
―¿Has entendido bien, Shyori? ― preguntó por segunda vez desde la puerta principal.
―Ya te dije que sí mamá ― entonó fastidiada ― me portaré bien, llegaré temprano a la escuela y te llamaré por las noches ¡oh! pero más que nada disfrutar estar aquí.
―Graciosita ― depositó un beso en su frente ― y otra cosa hija, no molestes a la chica de arriba.
―¿La amiga de papá?
Kagome suspiró.
―Sí, esa.
Shyori encogió sus hombros ― bueno.
Al despedirse con mil besos Shyori vio a su madre subir al automóvil así que cerró la puerta pero su padre se postró detrás.
―Voy a despedirla, ve con tu abuela
―¡Sip! ― salió a saltitos de su vista dejándole una clara sonrisa.
Cuando Kagome entró a su viejo automóvil apretó fuertemente el volante, siempre le fue una molestia aquella chica y más ahora que volvía a verla después de tanto tiempo.
Pasó años lidiando con una amistad falsa y ahora resultaba que estaba con Inuyasha lo que significaba estar cerca de su hija.
―¿A pesar de todo sale con Kikyo? ¿qué acaso es idiota?
A pesar de su molestia y frustración se preguntó con ligera calma.
Ya ni siquiera sabía lo que decía por ello fue que cubrió su boca percatándose de las tonterías que había dicho. Lo sucedido no era algo que le afectara sobre Inuyasha sino en su claro orgullo.
Por fuera del automóvil Inuyasha ya no sabía si hablarle o no.
Aunque estuviera alejado pudo escuchar a su ex amada hablando para sí misma sobre la relación que mantenía.
En primer lugar tenía la duda del cómo había adquirido esa información pues acudía a ella para aclararle justamente eso.
―¿Qué… hace… ahí? ―se susurró Kagome al notarlo.
Inuyasha parecía perdido en sus pensamientos.
Con verlo tan confundido entendía que la había escuchado, por eso fue que suspiró intensamente y encendió el auto preparado para marcharse.
Ni siquiera dejó que él terminara por acercarse como había visto por el retrovisor.
Las horas pasaron rápidamente para ambos padres.
Kagome ya había hecho las maletas de su hija para que se la pasara toda una semana con la familia de su padre y si él deseaba hasta más, cosa que terminaba por ser duro pero si pensaba en alguien más que en ella quizá para Inuyasha le era mucho más duro no tenerla durante todo un año.
Cuando llegó la hora de recoger las maletas el peli plata acudió solo.
Al adentrarse observó la casa con detalle, pequeña, acogedora y reluciente, incluso olía a las chicas por ello fue que sonrió en soledad.
Era un aroma que amaba y extrañaba.
Con la espera de Kagome Inuyasha comenzó a curiosear por la casa.
La madre de su hija debía darle el peluche con el que dormía Shyori y al tardar pasó de la entrada a la sala de estar notando las miles de fotografías de Shyori cuando era bebé y el paso de los años en la pared.
En cada una de ellas la peli rizada sonreía, reía o incluso lloraba. Parecía que a Kagome le encantaba tenerla marcada así fuera hasta orinando.
Claramente Shyori era su orgullo.
Una sonrisa se plantó en el rostro de Inuyasha.
A pesar de su arrepentimiento por no estar en esos momentos sonrió con melancolía y dulzura.
Había visto alrededor de diez fotos y él tristemente salía solo en tres.
Por lo menos Kagome tenía una foto donde únicamente salía él. Algo que lo hizo colorearse de ternura pero terminó por borrarse todo sentimiento al instante.
En una mesa auxiliar había un par de fotografías más pero una grande en específico llamó tanto su atención que decidió tomarla para observar con detenimiento.
Un hombre de piel morena y finos ojos azules cargaba a su sonriente hija por los hombros mientras que a su madre la abrazaba por la cintura.
Los tres luciendo algún tipo de disfraz.
Su disgusto se hizo mayor.
Él no tenía nada con Kagome más que una hija, la quería pero no mantenía una relación con ella y por tanto no tenía que celarla pero de igual manera lo hacía rabiar verla tan contenta junto a otro hombre, además, estaba incluyendo a su hija y eso lo veía realmente mal.
Pero si maduramente se ponía en sus zapatos…
Él también había comenzado una relación amorosa y a final de cuentas eso vendría pasando.
―Lo encontré ― Kagome soltó una risilla al llegar con gracia pero al notar lo que ocurría borró totalmente su sonrisa.
Cuando atendió a Inuyasha y le brindó las maletas ninguno habló sobre lo sucedido o la simple Kikyo.
Literalmente todo había sido tan rápido para ellos gracias a la incomodidad por ambas partes. Kagome simplemente lo atendió rápido para que se marchara pero ahora que lo veía notaba en cámara lenta como el peli plata la miraba en silencio dejando la fotografía con un deje de frialdad.
Esperaba un reclamo o algún grosero comentario pero él simplemente bajó la cabeza.
―Gracias ― sin dejar de mirarla sujetó lo que era un zorro de peluche ― …hasta entonces.
Sin nada que decirse cada uno tomó su rumbo.
Kagome irremediablemente quedó confundida. Observó con algo de nervios la fotografía que había tomado Inuyasha pensando en la persona que cargaba a su hija.
Siempre adoró a Bankotsu pero no mantenía una relación clara con él y eso era porque hacerlo padre era algo muy importante y aunque ambos tuvieran la misma edad no dejaban de ser jóvenes.
Kagome simplemente se embarazó muy pequeña y ella no cerraría la vida de Bankotsu con Shyori.
Lo amaba, estaba claro que lo hacía. Siempre pensó en darle el sí a una relación más seria pero después de que lo rechazó la primera vez él no volvió a insistirle y ya no sabía si él solo quería una relación sexual o amorosa.
¿Ahora qué iba a hacer?
El padre de su hija estaba acaparando sus pensamientos gracias a la fotografía con Bankotsu.
Todo gracias al orgullo y coraje que el peli plata tenía.
Lo conocía tan bien que seguramente ya no permitiría que su hija conviviera con el moreno. Algo claramente injusto gracias a Kikyo.
Su egocéntrica mejor amiga de secundaria que en diversas ocasiones intentó arrebatarle a su novio mediante su amistad.
… . …
Fin del capítulo
… . …
¡Bienvenidas! Espero que les haya gustado este largo, muy, muy largo capítulo.
Si la historia es de su agrado... ¡háganmelo saber! Tengo previsto actualizar cada semana así que con más motivación ustedes podrían ayudarme bastante.
¡Que tengan un gran día! Les mando un beso desde México.
