"El Superhombre"


Prólogo.


Silencio, mucho silencio.

Demasiado.

Y el frío… aquel frío de impredecible marea, olas de un mar eterno y cambiante a través del transcurso de las horas de inconsciencia.

Sólo que la inconsciencia, en algún punto, se había acabado por trocar en un estado semiinconsciente de irrealidad que le pintaba ante los ojos ciegos una sucesión de imágenes tan rápida que le estaba costando mucho hacer un todo de semejante vorágine arrolladora.

"¡Pisa a fondo, hermana!"

Y las voces, las voces de dos personas que conocía… o quizás había conocido en otra vida diferente haciéndose eco en lo profundo de sus memorias.

"Siempre es lo mismo. Odio conducir… a mi hermano le gusta gastar el depósito de combustible y las reservas de energía eléctrica de las placas solares hasta las últimas consecuencias dando vueltas por ahí inútilmente. Ni siquiera lo hace por presumir. Es un inmaduro..."

Recordaba algo… un viaje muy largo… una escopeta recortada sobre la espalda, para dar el pego básicamente… nunca había disparado más allá de los conejos y las sabandijas mutadas que reptaban por la parte trasera de la casa, alimentándose de los toneles de basura de aquel sitio perdido en el culo de la civilización… cada día de su miserable existencia atendiendo las mesas de aquel bar de mierda donde vendían queso curado, hamburguesas del supermercado precalentadas, vino presumiblemente de cultivos híbridos y memorias flash reproducibles con un elenco de canciones country cutres a más no poder… salir de aquel pueblo de mierda… alternar con los chavales de la gran ciudad…

"Escuchad y os diré lo que es el superhombre. El superhombre es el sentido de la tierra. Que vuestra voluntad diga: sea el superhombre el sentido de la tierra. ¡Yo os conjuro, hermanos míos, a que permanezcáis fieles al sentido de la tierra y no prestéis fe a los que os hablan de esperanzas ultraterrenas! Son destiladores de veneno, conscientes o inconscientes. Son despreciadores de la vida; llevan dentro de sí el germen de la muerte y están ellos mismos envenenados. La Tierra, está cansada de ellos: ¡muéranse pues de una vez!"

El superhombre…

"Ya está otra vez recitando a Nietzsche. Se piensa que por haber leído un par de libros sobre el existencialismo y saberse de memoria las chorradas de la Metafísica Aristotélica es más inteligente que nadie. Dios, pásame la botella, necesito un trago…"

La primera vez que se había bebido un cubata había acabado con un pedo monumental… y la primera vez que se había fumado un cigarrillo se había puesto a toser como si no hubiera un mañana y aquellos dos… los hermanos de ojos azules, se habían echado a reír.

"Joder, ¿y tú trabajabas en un bar de carretera? Es ver para creer."

Él había sido sarcástico, culto y al mismo tiempo increíblemente rudo… de ideas fijas, una fuerza de voluntad de hierro… peligrosamente guapo como lo son todos los chicos malos de su edad…

"No le hagas caso. Mi hermano va aquí de machito repelente pero luego es más tonto que barrer las escaleras hacia arriba. Dale un par de cuencos de Lo Mein con tofu y se queda más suave que un guante."

Ella, por el contrario… si bien agresiva y también con un sentido del humor ciertamente muy poco reconfortante… había sido más tranquila, más conversacional… Y del mismo modo, como un reflejo en el frío espejo de los ojos de su hermano, tan guapa como peligrosa.

Nunca había tenido una amiga antes y gracias a ella había pasado de paleta de provincias a vestirse y peinarse con estilo.

"Quítate eso. ¿Quién lleva pañuelo y trencitas con diecisiete años? ¿Acabas de salir de preescolar o qué?"

Un par de escaparates rotos después y ya había comenzado a parecer alguien.

"El hombre superior se distingue del inferior por la intrepidez con que provoca la desgracia…"

"Deja a Nietzsche de una vez y ayuda. Estos bidones no se cargan solos, ¿sabes?"

Y dormir a la intemperie sobre sacos de dormir en la parte trasera de la camioneta… y ducharse con mangueras e ir al lavabo en las gasolineras del camino… coger todas las bolsas de patatas fritas y sándwiches de pollo con ensalada que le apeteciera apuntando al cajero con la escopeta y sin pagar…

Había sido un año estupendo.

Sin embargo.

Sin embargo…

"¡¿Qué coño haces?! ¡Reduce la velocidad, imbécil, reduce la velocidad!"

Aquella noche…

"… los débiles y malogrados deben perecer: artículo primero de nuestro amor a los hombres. Y además se debe ayudarlos a perecer…"

"¡Corta el rollo! ¡¿Te has vuelto loco?! ¡Reduce la velocidad te digo! ¡No debí haberte dejado conducir!, ¡te creces al volante, maldita sea!"

Dos siluetas en la penumbra, las luces delanteras del coche reventadas de un encontronazo anterior con la policía… Y luego el ensordecedor chirrido de los neumáticos al pegar el volantazo. Un fugaz lapso de pánico, una momentánea sensación de ingravidez y la camioneta metiendo una vuelta entera de campana cuesta abajo por la cuneta.

Un abrazo de cristales rotos al salir despedida por el cristal delantero, abrasiones en la piel, la ropa nueva a hacer puñetas, el pelo desordenado lleno de cristales y de sangre… tanta… tanta sangre…

Y luego una Eternidad de silencio.

"14, 15, sacad a ésos dos críos del vehículo. En cuanto a la otra…"

Nadie lo sabía, no había tenido que usarlo prácticamente desde que les había conocido… pero así como había seres humanos que con los siglos desde la última guerra nuclear habían desarrollado mutaciones tales como un tercer ojo o similar, también había otra clase de mutaciones… ocultas a la vista.

Y si alguien descubría una cosa semejante, te trataban de monstruo y te perseguían con piedras. Así había sido más o menos cómo había acabado muchos días y kilómetros al Sur por la carretera hasta que había conseguido aquel empleo de mierda donde le tocaba servir a moteros borrachos que, en cuanto te descuidabas, te querían tocar el culo…

"¡¿Qué diablos…?!"

Pese al golpe contra el parabrisas y las postreras magulladuras y cortes, todavía no había estado lo bastante herida como para caer en la inconsciencia.

No me toques…

"De modo que… es eso. Una mutación interesante y poco habitual, pero a su vez muy poco desarrollada. 13, tráela aquí."

No me toques…

Aquella mala bestia… apenas si le había logrado hacer un rasguño cuando la había alzado colgando por un tobillo lo mismo que un gorrino balanceándose prendido por un garfio en el matadero.

"No te preocupes."

No me toques…

"Yo te mejoraré."

No me toques.

"Serás, junto con los nuevos androides biomecánicos, mi proyecto más sofisticado."

¡No me toques!

"En primer lugar, sustituir la estructura vertebral por algo mucho más resistente sería quizás lo ideal…"

¡NO ME TOQUES!

Notando la marea subir… la marea de emociones largo tiempo adormecida, un súbito chispazo eléctrico reventó la fuente de alimentación y el filtro que oxigenaba y mantenía el líquido del tanque en permanente movimiento dejó de funcionar.

La criatura suspendida en mitad de aquel líquido amniótico artificial se revolvió una, dos… y hasta tres veces en que se le abrieron los ojos con violencia y, medio cegada por el entorno líquido en el cual se hallaba sumergida, trató de zafarse de la cantidad ingente de cables que la sujetaban arriba y abajo del cilindro transparente.

Tras aquello maniobró hacia delante y comenzó a golpear sistemáticamente con los puños el cristal blindado que la separaba del exterior entretanto mudos gritos traducidos en racimos de burbujas subían a la superficie cada vez con mayor desesperación.

Sus gritos mudos, su repentina sensación de asfixia, su ceguera parcial y su limitada movilidad se sumaron a su pánico y, prontamente, una oleada inmaterial de pulsiones comenzó a vibrar dentro del tanque hasta que el cristal comenzó a resquebrajarse.

Primero la más leve de las grietas, después una auténtica tela de araña de vidrio acuchillado hasta que la propia presión del líquido terminó por reventarlo.

Inmediatamente la sala en semipenumbra rodeada de aparatos eléctricos y cuantiosas pantallas de ordenador proyectando una malsana luz verdosa sobre toda superficie se inundó brevemente y la figura que había flotado en estado de fetal inconsciencia dentro del tanque cayó al suelo rodeada de un lío de cables y tubos.

Asiéndose malamente a uno de los tubos flexibles más gruesos, la mano pálida como la de un cadáver pegó un tirón hacia abajo llevándose consigo buena parte de los obstáculos que la impedían moverse y, al desengancharse la mascarilla que le había provisto de constante oxígeno dentro del líquido, profirió un ruido, el primer ruido en mucho tiempo que se oía a sí misma, antes de sacarse con ambas manos poco a poco el tubo flexible que le atravesaba la garganta y la tráquea.

Tras aquello vomitó pura agua hasta quedarse vacía y permaneció a cuatro patas hasta que el pitido que se le había metido en los oídos ante el cambio de presión subsidió.

Respirando pesadamente y conteniéndose las ganas por igual tanto de gritar como de echarse a llorar, se arrastró miserablemente afuera del tanque roto llevándose consigo el lío de cables que, una vez sentada en el suelo helado de aquel sitio espeluznante, procedió a desengancharse del cuerpo.

Aunque, básicamente, "desengancharse" fuera un simple eufemismo para ir parte por parte sacándose de la piel y del sistema circulatorio una cantidad de agujas tan ingente que, tras ver la pila a su derecha que dejó al sacarse la última, le entraron escalofríos.

Recopilando datos a toda velocidad en un desesperado intento por mantener un mínimo de cordura, concluyó con creciente atropello y ansiedad que: a) necesitaba encontrar algo de ropa rápido, b) las instalaciones en las cuales se encontraba al parecer estaban abandonadas o ya hubiera venido alguien a encargarse del fallo del sistema… y c) tenía que salir de allí cagando leches.

Tanteando con ambas manos desnudas el suelo y notando pinchazos en las plantas de los pies, hizo el primer intento de ponerse en pie valiéndose del apoyo del cuantioso muestrario de cableado estructural y diversos aparatos electrónicos cuyas pantallas mostraban series numéricas binarias entretanto pequeñas impresoras escupían metros y metros de papel que reposaba en sendos montones, los cuales se iban humedeciendo con el líquido derramado por la superficie del suelo.

Su primer intento que resultó en última instancia ir de boca contra el suelo.

No obstante, con el subidón de adrenalina que la desesperación infligió sobre su sistema nervioso y pese a las palpitaciones procedentes del más que probable hematoma que se habría formado en la cara tras su caída, con los dedos asiéndose a cualquier saliente lo bastante sólido como para soportar su peso finalmente la izaron del suelo.

Los músculos tanto de brazos como piernas le latían dolorosamente a consecuencia del desuso y pronto el hormigueo de las agujetas hizo acto de presencia tras apenas unos metros caminando a paso tortuga, tanteando con las manos alguna salida de aquel infierno.

No obstante, pese al fallo del sistema en la sala donde había permanecido en criogénesis a saber cuánto tiempo, la puerta mecánica se abrió en cuanto los sensores detectaron movimiento a un metro de la misma.

Pasillos… innumerables pantallas codificando operaciones matemáticas en resultados visuales extraños que a ningún sistema operativo que hubiera tocado antes se parecían… y todo luces de neón. Ni una sola ventana.

Aquella maraña visual de luz artificial de aquel verde insalubre desembocaba en puertas con más y más pantallas… el único mobiliario verdaderamente reconocible las muchas sillas de escritorio con ruedas propias de una oficina… hasta que, al ir desentrañando poco a poco el hilo de aquel laberinto, las salas comenzaron a parecerse a algo menos sacado de una pesadilla de ciencia-ficción y sí más a un entorno medianamente habitable de trabajo.

Y en el mismo momento en el cual encontró un baño fue derecha a vomitar de nuevo y a activar el grifo del agua para meter la cabeza en el lavabo antes de erguirse con todo el pelo chorreando y mirarse al espejo.

La imagen que le devolvió la pulida superficie reflectante era la del rostro de una extraña… una extraña pálida, demacrada, ojerosa y con una ligera inflamación oscurecida por el golpe en la mejilla.

Tocándose con todo el cuidado del mundo, concluyó que el golpe dolía y anduvo un buen rato poniéndolo en remojo con agua fría para constreñir el riego y bajar la inflamación.

Tras aquello, variando la temperatura del agua, comenzó a lavarse lo más dignamente que pudo las no pocas pequeñas contusiones exudando sangre repartidas por todo el cuerpo donde aquel reguero de agujas había estado incrustado. Parecía un maldito colador sangrante.

Tras aquello y mirando de casualidad la percha tras la puerta del baño, se hizo con una bata médica que le estaba grande, pues iba desnuda, la cual abotonó a toda velocidad hasta el cuello para proseguir en su búsqueda de la salida.

Tropezó muchas veces y pronto supo que las manos le hacían un mejor trabajo a la hora de reconocer su entorno que los ojos, los cuales habían quedado vagos y altamente sensibles a las luces artificiales de las instalaciones; por lo cual siguió avanzando tramos interminables de pasillos palpando, midiendo las distancias a palo seco, acostumbrando a sus desacostumbrados músculos y a sus fatigados pulmones a funcionar de nuevo.

No obstante, en cuanto la última compuerta magnética le abrió paso al repentino exterior, no pudo evitar derrumbarse sobre el suelo con los ojos cegados y el ánimo encogido ante la puesta de un sol que, además de dañarle la vista, no se correspondía en nada a la imagen que guardaba en sus memorias de aquellas tardes conduciendo a todo trapo por la costa.

"¿Qué es lo más pesado?, así pregunta el espíritu de carga, y se arrodilla, igual que un camello y quiere que lo carguen bien. ¿Qué es lo más pesado, oh héroes, pregunta el espíritu de carga, para que yo cargue con ello y mi fortaleza se regocije?"

Aquella carga… su carga… había sido aquel año donde, viviendo al límite y siendo quien había pensado quería ser… en el fondo…

En el fondo ella no era…

"… ¿o acaso es: amar a quienes nos desprecian y tender la mano al fantasma que nos amedrentaría?"

Ella… había deseado ser… lo que en realidad no era.

"Muy bien, sabelotodo. Ya que veo que te sabes los párrafos de "Así habló Zaratustra" de memoria… ilústranos acerca de las bondades del superhombre y tradúcenos al cristiano lo que acabas de citar."

El superhombre.

"Lo que Nietzsche quiere decir con esto, querida hermana, es que antes de que uno pueda convertirse en superhombre, primero deberá soportar grandes cargas."

Porque si uno se parase a analizar detenidamente las metamorfosis de Nietzsche, concluiría que para convertirse en su Übermensch hacía falta algo más que simple fuerza de voluntad. Algo que a él, al muchacho de largos cabellos negros como la noche y ojos fríos como el hielo, le sobraba por cada poro.

"Luchar con el miedo, el amor, la confianza, la muerte, la confusión, la sed de conocimiento y todos los otros aspectos de la existencia humana. El camello abraza estos retos en el nombre del deber y la nobleza. Y ésta es la Primera Metamorfosis a la que el individuo ha de someterse de camino hacia la evolución del superhombre."

No obstante, boca arriba sobre aquel terreno árido de aquella tierra de nadie a, posiblemente, demasiados kilómetros de la civilización… no podía evitar pensar que, si aquella pesadilla era una prueba para hacer frente a la adversidad e ir un escalafón más allá del ser humano medio, ella se lo estaba ganando a pulso.

Porque en aquellos instantes sentía mucho miedo, mucha confusión y, por encima de todo, unas ganas arrolladoras de vivir.

Quería vivir.

Quería vivir y, en su delirio ciego de desorientación, mareo y deshidratación, esperó a la noche allí tendida al sol como un lagarto, sin moverse y sin hablar.

Porque en la noche, todos los gatos son pardos y los ojos se adaptan mejor a la penumbra que a la luz.

Porque había nacido de nuevo y… si algo había sacado en claro de su anterior vida era que la oscuridad, si bien temida desde tiempos inmemoriales por el hombre, también era un manto de protección para aquellos que, al igual que ella, se arrastraban por los imprecisos límites de lo bueno y lo malo dentro de una sociedad enferma que había creado a los monstruos que, a su vez, la habían creado a ella.


Levantándose bruscamente de la cama que compartía con su marido, la mujer biónica, ginoide para la mayoría, ésa gran desconocida para la minoría, se abalanzó literalmente sobre la cuna a un par de metros a su derecha y, con manos temblorosas reposando el peso de su cuerpo sobre la rejilla, adaptó sus pupilas mecánicas a la penumbra para observar detenidamente a la infante que yacía dormida entre mantitas y peluches gesticular nerviosamente en mitad de su sueño buscando con la pequeña boca algo con lo que aliviar el dolor de la dentición.

Instintivamente, la mano de la mujer biónica removió brevemente entre el lío de mantitas del bebé y, al dar con el chupete, se lo depositó casi con miedo en la boca a la criatura y, una vez ésta comenzó a mascar la goma, relajó la postura y siguió durmiendo apaciblemente.

Fascinada con los ruidillos de la infante, la mujer no notó el movimiento a sus espaldas hasta que una mano pequeña pero del mismo modo fuerte, de grandes articulaciones callosas, se vino a posar suavemente sobre su hombro.

- ¿Cariño…? – musitó una voz a medio camino entre el sueño y la vigilia - ¿Estás despierta?

Súbitamente repelida, como si el mero contacto le hubiera dado un chispazo electromagnético, la mujer se deshizo rápidamente de ésa mano para ir a desplazarse sigilosamente en el aire hasta llegar al ventanal de la habitación y sacar la cabeza al aire fresco que traía consigo el mar.

Parpadeando un par de veces, ya despierto del todo, el hombre con el que compartía cama, un hombre con que se había comprometido a cosas que, dada la diferencia de edad, no estaba tan segura aún de saber corresponder en toda su extensión, se levantó y procedió cautelosamente a situarse a su lado sin tocarla. Ya hacía tiempo que había descubierto de ciertos estados de ánimo en su mujer durante los cuales era mejor la aproximación verbal antes que la física.

- ¿Qué te ocurre? – musitó aquel hombre extraño… aquel hombre cuyo aspecto físico no había sido precisamente lo primero que le había llamado la atención de él - ¿Te encuentras bien?

Ella no contestó y siguió observando los metros de playa en penumbra hasta desplazar la vista al brillo acuoso de la luna reflejarse en la mansa marea que la arrullaba a la hora de dormir, trayéndole a la memoria tardes de permanente conducción por la costa hasta que paraban cerca de la arena y dejaban la ropa tirada por ahí para meterse en bragas y sujetador al mar mientras su hermano se quitaba los zapatos y se remangaba los pantalones para mojarse las piernas en el mar como los viejos, indiferente de los gritos y las aguadillas de su hermana y la otra.

La otra… chica…

- ¿Quieres que lo hablemos? – probó una vez más la comprensiva y siempre cariñosa voz del hombre a su lado. Su marido.

A veces… le sonaba tan raro etiquetarle así en su mente…

Cerrando un instante los ojos y suspirando, la mujer biónica giró noventa grados la cabeza a su derecha para encuadrar el rostro del que estaba a su lado con detenimiento.

Tenía unas facciones redondas, suaves y muy juveniles pese a un entrenamiento que se las tendría, mínimo, que haber embrutecido con los años. Ése había sido uno de sus primeros errores de cálculo a la hora de juzgarle: con aquellas facciones y la voz atiplada sumadas a una estatura ridícula para un hombre de su edad le había considerado joven… apenas un crío quizás un par de años menor que ella y completamente encaprichado de lo que seguramente él entendería como una chica bonita como lo había sido ella.

Hasta el momento de saber su auténtica edad, no se había parado a pensar que aquel besito condescendiente en la mejilla que le había dado al verle tan chiquitín y tan… quizás cuco, completamente intimidado por ella, su hermano y el otro gigantón… había estado besando a un hombre y no a un niño.

Y aquel hombre, desde el mismo día en que ella le había rechazado de la forma más despectiva posible delante de sus amigos tras haberla salvado… desde ése mismo día había estado siempre presente en su cabeza, dándole vueltas como un moscardón, confundiéndola por un comportamiento tan desinteresado como estúpido hacia ella. Una mujer más fuerte que él, más alta, mucho más guapa, trece años más joven y con una mala leche que nada tenía que ver con el carácter afable del pobre diablo a la que éste, sin embargo, había salvado, cuidado y protegido.

Una mujer cuya felicidad había antepuesto a la suya sin dudarlo.

Una mujer que, antes de dejarse arropar por una bondad y una comprensión que no había pedido y que aún a día de hoy la intimidaban… le había etiquetado como "ése calvito enano y cansino que la ponía de los nervios".

Ése mismo hombre que, al observarla en la penumbra encender sus ojos cobalto con aquel brillo magnético consecuencia del tapetum lucidum artificial que aquel viejo malnacido le había implantado con objeto de convertirla en una herramienta útil y letal, no tiraba repelido al contemplar en toda su crudeza otra de las cuantiosas modificaciones corporales que, a ojos de cualquier otro, la hubieran convertido… en un monstruo.

Llevando hacia delante una mano perfectamente calmada pese a que las protestas de todo su sistema nervioso contaran otra cosa bien distinta, sus dedos fríos conectaron con la pequeña mandíbula de su marido en un raro despliegue de un cariño que le seguía costando la vida mostrar.

Porque a veces se preguntaba si alguien como ella, alguien tan frío y jodido como ella, podría siquiera entender el concepto de querer a otra persona.

- Quisiera preguntarte algo. – habló ella finalmente - ¿Conoces la filosofía del Übermensch o superhombre?


N/A: ¡Hola! Básicamente este es un fic que ahonda la parte menos amable de los experimentos del Dr. Gero y otras tantas cosas más que iréis descubriendo ^^

Aunque A-18 (o Lazuli, su verdadero nombre) y Krillín salgan, no son por así decirlo el eje central de esta historia pero su relación tiene relevancia en el tema del OC que os he presentado y demás. También deciros que me voy a pasar un poco por la piedra la línea cronológica de Dragon Ball y le voy a meter una mezcla de su Universo con el nuestro, ya que el tema de que en Dragon Ball haya dinosaurios y seres humanos raros de cojones (Tien Shin Han y sus tres ojos, plis) creo que podría explicarse perfectamente con mutaciones tras una guerra nuclear.

Con lo demás ya lo iréis viendo, espero que le deis una oportunidad a esta historia y que no os tire para atrás el rollo de Nietzche, que simplemente sirve de hilo conductor para el punto al que yo quiero llegar. ¡Un saludo!