Disclaimer: Los personajes de Avengers no me pertenecen.

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1

Nuestra mejor amiga

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¡Soldado del Invierno! ¡Responda, Soldado! ¡Bucky! ¡Psst! ¡Bucky agarra el radio! ¡Cambio!

—Aquí Bucky, Steve. ¿No te fijaste qué hora es?

Yo no sé quién es ése Steve del que habla, Soldado… ¡Cambio!

—De acuerdo, Capitán América. ¿Por qué rayos me despierta tan temprano?

¡Bucky! Debes terminar la oración con un 'cambio'. ¡Cambio!

—No. Y dime cuál es la urgencia o me vuelvo a dormir.

Bueno, bueno. ¿Miraste por tu ventana hoy?

—No…

¡Pues hazlo!

Bucky Barnes soltó un suspiro y se restregó los ojos con una mano mientras sujetaba el radio de Mickey Mouse con la otra. Abrió la cortina con dibujos de osos panda y espió el jardín de sus vecinos, abriendo los ojos con asombro; luego alzó la cabeza y vislumbró la silueta de su mejor amigo en una de las ventanas de la casa contigua a la que estaba junto a la suya, saludándolo mientras se llevaba el mismo radio a los labios.

¡Alguien está mudándose a la casa de los Banner!

— ¿Quiénes son?— preguntó Bucky mientras se ponía las pantuflas.

¡No lo sé! Los camiones acaban de llegar, y la gente que baja habla fuerte y de una forma extraña…Como en Klingon.

—Steve, por última vez, los Klingon NO existen— bufó— Deben ser extranjeros. ¿Ya sabes quiénes son los que se mudarán? ¿Los viste?

Nop. Hasta ahora sólo vi hombres bajando cajas y gritando… Creo que están peleando… jaja. ¿Crees que se mude otro niño? Tal vez pueda ser nuestro amigo, como Bruce… Oh…

— ¿Qué pasa?

Están bajando puras cosas de color rosa; tal vez tengan una niña— suspiró Steve, desanimado— ¿Puedes verla?

Bucky se sujetó a la ventana y estiró el cuello con impaciencia, vislumbrando algunas cajas abiertas, llenas de unas curiosas muñecas con largos y extraños vestidos, pero nada más. De pronto uno de los hombres de la mudanza alzó la vista hacia él y Bucky se apresuró a esconderse cual espía infiltrado, llevándose el radio a los labios otra vez.

—No puedo ver nada, pero hay un montón de muñecas con vestidos viejos. Creo que tienen un ejército de niñas.

— ¡Bucky, cariño! ¡El desayuno está listo!

— ¡Ya voy, mamá!— gritó hacia las escaleras— Tengo que tomar mi cereal; te veo en mi puerta en media hora para investigar.

Está bien, pero no le digas a tu mamá o le va a decir a la mía y nos van a volver a regañar por espiar a los vecinos.

— ¡Claro que no se lo diré, Capitán Tonto!

¡Tonto tú! Te veo en media hora. ¡Cambio!

Bucky apagó el juguete y se lo metió en el bolsillo del pijama antes de terminar de bajar; media hora después estaba sentado en la puerta de su casa, mirando a los hombres de la casa de al lado descargar muebles y cajas de los dos camiones de mudanzas, intentando ver a sus misteriosos nuevos vecinos y su ejército de niñas. Los hombres hablaban casi a gritos, y en un idioma que no había escuchado jamás, pero sus acentos sonaban tan fuerte que no podía decir si estaban discutiendo o no. En eso estaba cuando una enorme camioneta negra se paró en la entrada y de ella salió un hombre muy alto, elegante y fornido, hablando por teléfono en el mismo idioma que los hombres de la mudanza; rodeó el auto y abrió la puerta trasera, emitiendo un simple 'baja' en un inglés duro y forzado.

Bucky abrió mucho los ojos y se puso en pie cuando vio la larga y rizada cabellera pelirroja asomándose por la ventanilla; su dueña, una niña un poco más pequeña que él y Steve, estaba vestida con un vestido celeste con cintas y zapatos del mismo color, lo cual hacía resaltar mucho más el color de su cabello. Ella se bajó de un salto y a Bucky le pareció que flotaba en el aire, como un hada de cuento, y cuando se detuvo y lo miró, sonriéndole, pensó que era la niña más bonita que había visto en su vida.

— ¡Bucky!— alzó la mirada y vio a Steve corriendo hacia él mientras agitaba uno de sus delgados brazos en el aire, interrumpiendo las miradas con su nueva vecina— ¡Buenos dí…! ¡Auch!— Steve tropezó con sus propios pies, cayendo de bruces al suelo; Bucky rápidamente giró el rostro en dirección a la niña, dándose cuenta de que ella ya no estaba allí.

oOo

— ¿Steve? ¿Adónde vas tan temprano?

— ¡Voy a casa de Bucky! ¡Vamos a espiar a los nuevos vecinos!— gritó el escuálido niño, tapándose la boca al instante— Eh… Quiero decir que no vamos a espiar a nadie— aseveró, muy serio, haciendo reír a su madre.

—Está bien, pero no se metan en problemas de nuevo, ¿sí?

— ¡Está bien! ¡Adiós!

Abrió la puerta de un tirón y salió, bajando los dos escalones de la entrada de un salto.

Corrió hacia la acera y se detuvo para dejar pasar a una enorme camioneta negra que se metió en la vieja casa de los Banner, vislumbrando a su mejor amigo, Bucky Barnes, esperándolo en la entrada de su casa.

Sonrió; Bucky y él habían sido vecinos y los mejores amigos desde siempre, a pesar de que Bucky era el niño más popular y él el blanco preferido de los matones de la escuela.

Steve siempre había sido más pequeño que los demás niños del vecindario; torpe y de contextura frágil y débil, pero también muy inteligente y astuto, lo que siempre le valía las bromas de sus compañeros; Bucky, por el contrario, era la perfección en persona; alto, fuerte, con una salud de hierro y ágil como una gacela. Mientras que Steve era quien tenía las mejores notas, Bucky era el mejor en todos los deportes habidos y por haber, tenía la habilidad y la destreza para siempre sobresalir entre los demás. Eran opuestos, pero los dos se complementaban a la perfección; Bucky siempre defendía a Steve de los bravucones, y Steve siempre ayudaba a Bucky con sus tareas.

Su amistad era perfecta.

— ¡Bucky!— gritó, agitando un brazo en el aire con alegría— ¡Buenos dí…! ¡Auch!— corría tan emocionado que, como siempre, tropezó con sus proios pies y cayó de cara al suelo, golpeándose la nariz— ¡Ay, ay, ay! ¡Duele!— se quejó, sentándose sobre el suelo con los ojos cerrados, apenado por su torpeza, mientras alzaba la cabeza, cubriéndose la nariz con ambas manos.

— ¿Estás bien?

Steve dejó de apretarse la nariz y alzó la vista, curioso, posando sus enormes y brillantes ojos azules en la niña que le había hablado, notando sus expresivos ojos y claros y su hermoso cabello del color del fuego, sintiendo un extraño calor en sus mejillas de pronto.

—Eres muy bonita— susurró, completamente hipnotizado por aquellos rizos pelirrojos; la niña bajó la mirada, avergonzada, y entonces se dio cuenta de su error— Quiero decir, sí, estoy bien— se apresuró a corregirse, levantándose de un salto— Hola, mi nombre es Steve. Me gusta mucho tu cabello— dijo, igual de avergonzado que ella.

—Gracias— respondió en voz baja, estrechando su mano con suavidad— Mi nombre es Natal… Natasha Romanoff.

— ¿Natasha Rommaluf?— preguntó, frotándose la mejilla con desconcierto, causando que la pequeña soltara una maravillosa y musical risita.

— ¡No! Es Natasha Romanoff. Termina en 'off', no 'luf'.

—Ah… Tu voz se escucha extraña. ¿Vienes de Chicago?

Ella volvió a reír con suavidad.

—Soy de Rusia. Mi padre me enseñó inglés desde pequeña.

— ¡Steve! ¡¿Te hiciste daño?

— ¡Bucky!— la sonrisa volvió a sus labios al instante— Te presento a Natasha Ruma… Romal…

—Romanoff— dijo ella, extendiendo una de sus pequeñas y blancas manos para Bucky— Soy Natasha, tengo ocho años y vengo de Rusia.

Steve sintió algo muy extraño cuando Bucky tomó la mano de Natasha y no la soltó de inmediato, sobre todo cuando él sonrió, porque Bucky jamás le sonreía a las niñas.

—Soy James, pero todos me dicen 'Bucky'— se presentó su amigo, esbozando una sonrisa tan radiante como la suya— Steve y yo tenemos diez; él vive en aquella casa, y yo en esa. Tú vivirás en medio.

La niña sonrió también, mirando a Bucky con ojos brillantes y turbando a Steve una vez más, haciéndole sentir un extraño cosquilleo en el estómago, casi igual que cuando Bucky y él comían demasiados dulces.

—Y yo soy Steve— se volvió a presentar, quitando la mano de Bucky para reemplazarla con la suya. Natasha lo miró, un poco sorprendida, y le volvió a sonreír, moviendo su pequeño brazo con gusto.

—Me gusta tu sonrisa— le dijo con inocencia, haciendo que Steve se sonrojara levemente; y cuando iba a responder sintió el golpe en su brazo que lo desestabilizó. Bucky lo había empujado y lo miraba con el ceño levemente fruncido, como si estuviera molesto de pronto.

— ¿No íbamos a ir a jugar a mi casa?— repuso su amigo con calma, volviendo a su semblante de siempre en cuanto Steve soltó la mano de Natasha.

Steve parpadeó y asintió con otra sonrisa.

—Natasha, ¿quieres jugar con nosotros?— propuso, despeinándose el corto cabello rubio con una mano.

—Sí, ven si quieres— añadió Bucky, fingiendo indiferencia, pero muy atento a su respuesta.

Ella pareció sopesar la idea por un momento.

—Creo que estaría bien...

— ¡Estupendo!— exclamaron los dos niños al unísono, tomando cada uno una de las manos de Natasha, intercambiando miradas de desconcierto al darse cuenta.

La niña rió y los miró a ambos.

—Algo me dice que seremos muy buenos amigos...

oOo

— ¡Naaaat!— gritó Steve, corriendo hacia ella con un brazo agitándose alegremente en el aire, tropezando con los cordones desatados de sus tenis y cayendo de cara al suelo— ¡Auch!

— ¡Steve!— gritaron Bucky y Natasha, corriendo hacia él al mismo.

—Estoy bien— rezongó el menudo niño rubio, sentándose a un lado de la calle mientras varios niños reían.

—Ya te dije que debes aprender a atar las cintas de tus zapatos, Steve— sonrió su pequeña amiga, arrodillándose a sus pies para atarle las agujetas— Lo doblas, lo enredas y estiras. ¿Lo viste?— dijo Natasha, sonriendo como una madre a su hijo pequeño, haciendo que Steve se sonrojara hasta las orejas— No es difícil. Yo siempre ato mis zapatillas de ballet solita. Tú sólo tienes que practicar.

Bucky gruñó por lo bajo ys e quitó la mochila, haciendo un exagerado movimiento para volver a ponérsela y golpeando la cabeza de su mejor amigo en el proceso.

—Ni lo intentes, Tasha. Este cabeza hueca jamás entiende— le soltó, mordaz, mas Steve sólo le sonrió como era habitual en él.

—Gracias Nat. Te prometo que de verdad practicaré esta vez. No quiero el único niño de sexto que no sabe atarse las agujetas.

—Sí, sí— Bucky rodó los ojos— Vámonos a casa ya o el señor Petrovich nos regañará otra vez.

Steve se levantó de un salto, con energías renovadas, y sujetó la mano de Natasha, haciéndola reír mientras empezaban a correr.

— ¡Debemos darnos prisa!

— ¡Ya, Steve!— la niña rió a carcajadas, dejándose llevar hasta que sintió a Bucky sujetar su mano libre a la carrera, haciéndola correr un poco más rápido, como si estuviera compitiendo con Steve.

Cuando se detuvieron a unas pocas calles de sus casas, completamente cansados, empezaron a reír a carcajadas, todavía sin soltar sus manos.

— ¡¿Viste lo rápido que corrí, Nat?!— exclamó un feliz Steve.

—Yo corrí más rápido que tú— bufó su amigo, frunciendo el ceño.

—Miren nada más. Si son la Rojita y sus dos novios— dijo una voz a sus espaldas, acompañada de varias risas. Los tres amigos soltaron sus manos y voltearon.

—No fastidies, Tony— bufó Bucky. Tony Stark y sus amigos rieron.

—Dime algo, Roja, ¿cuál de los dos es tu novio? ¿O son los dos?— dijo con malicia, y su grupo volvió a reír— Yo creo que es Bucky. ¡A Rogers solo su mamá lo quiere!

— ¡Cállate, tonto!— Steve dio un valeroso paso hacia adelante, luchando porque sus piernas no flaquearan.

— ¡Sí, cállate y deja de molestar a Steve!— secundó la pequeña y valiente Natasha.

— ¡No puede ser! ¡A la Rojita le gusta el Capitán Idiota!— se burló Tony, haciendo que los dis niños bajaran la mirada, completamente avergonzados— ¡Steve y Natasha están sentados, en el árbol de los enamorados!— comenzó a cantar, siendo acompañado por un coro de carcajadas.

— ¡Cállate!— antea de que Tony pudiera seguir burlándose sintió el impacto contra su pequeña y respingada nariz, cayendo al suelo mientras empezaba a llorar y sus amigos a correr.

— ¡Vámonos también!— esa vez fue Natasha quien tomó las manos de sus mejores amigos y empezó a correr por la calle, riendo junto a ellos.

oOo

— ¡Nat, piensa rápido!

— ¡Auch! ¡Steve!— Natasha se quejó al recibir la bolsa de gomitas con el rostro, haciendo reír a su amigo.

—Te dije que pensaras rápido— sonrió, sentándose a su lado mientras la veía terminar de anudarse las zapatillas de ballet— Que extraño que Bucky no haya llegado aún, ¿no crees?

—Tal vez llegue tarde— Natasha se encogió de hombros y arregló su falda de bailarina— De culquier forma ya tenemos las entradas para el cine, así que tiene que llegar. ¿Qué tal luzco?

Steve la miró girarse para exhibirle su traje y tutú rosa, y se sonrojó profundamente.

—Yo… B-Bueno… Te-Te vez… Lu-Luces…

— ¡Santo Cielo, Steve! ¡Te pedí tu opinión, no que tengamos sexo!— rió, llamando la atención de varias de sus compañeras que rieron, causando que su amigo se sonrojara mucho más.

A pesar de tener solo catorce Natasha podía ser muy atrevida a veces.

—Qué graciosa— masculló, avergonzado— De verdad creo que disfrutas apenándome.

—Es divertido— concordó ella— Ayúdame a estirarme, ¿quieres?— Steve tomó sus manos y Natasha se inclinó hacia adelante, estirándose— Me preguntó porqué Bucky se retrasó de nuevo...

—No lo sé, Nat. ¿Pero qué tal si se volvió a meterse en problemas?

—No lo creo— respondió su amiga, soltándose para levantar una pierna y recargarla en el hombro de Steve— Su madre fue muy clara al respecto, y no creo que quiera que lo manden a una escuela militarizada y lo alejen de sus amigos.

—Sí, pero los dos sabemos que Bucky nunca piensa cuando alguien lo provoca.

—Eso es cierto. Ayúdame a levantarme— Steve extendió uno de sus brazos y le ayudó— Oye, te has puesto muy fuerte.

—Ah…— balbuceó, volviendo a sonrojarse— S-sí, es que seguí tu consejo y estoy ejercitándome para que Bucky no tenga que volver a pelearse para defenderme— murmuró, apenado.

—Vaya, eso es muy bueno— sonrió su amiga— Si quieres podemos correr juntos todas las mañanas; también necesito ejercitarme— se encogió de hombros— James odia hacer ejercicio en la mañana, así que sólo seríamos tú y yo. ¿Qué dices?

—Bueno…

— ¡Niñas, a la barra!— bramó la profesora, golpeando las manos.

—Tengo que irme— dijo Natasha, torciendo los labios con disgusto— Mírame bailar y luego me das tu opinión sincera, ¿sí?

—Claro— Steve le devolvió una sonrisa radiante y ella corrió a alinearse con sus demás compañeras, sujetándose de la barra y haciendo una primera posición mientras se miraba al espejo y luego a Steve, sonriéndole.

La música clásica comenzó a sonar, y las jóvenes bailarinas a moverse a su ritmo con mucha gracia y concentración, pero Natasha resaltaba entre las demás. Era la más grácil, elegante, la más concentrada y hermosa de todas. Cuando Natasha bailaba Steve pensaba en que ningún ser humano podía moverse con tanta magia, bailar con tanta belleza y profesionalismo.

Natasha lo miró y sonrió antes de girar como una bailarina de caja musical, haciendo que se sonrojara una vez más al darse cuenta de lo bella que lucía en ese momento.

De pronto, la magia se vio interrumpida al escuchar la puerta siendo empujada con un golpe, y al girar la cabeza vislumbró la fornida silueta de Bucky en la silla de al lado, sacándolo de su ensoñación.

—Hola, Bucky. ¿Qué te pasó en la cara?

—Lo arruiné, Steve.

— ¿Qué? ¿Qué arruinaste? ¿Qué hiciste?— preguntó con más seriedad.

Bucky suspiró pesadamente, repatigándose sobre su asiento mientras fijaba los ojos en Natasha y su coreografía, abstrayéndose durante varios segundos.

—Acabo de salir de una reunión con el Director…

—Oh, no Bucky— susurró Steve, girándose sobre la silla para mirarlo fijamente— Dime que no volviste a pelearte…

El chico sólo se encogió de hombros y volvió a mirar a su amiga fijamente.

—Mi mamá no estaba mintiendo; el domingo me iré y el lunes empezaré en una escuela militarizada en Washington.

Steve abriló la boca con verdadero asombro.

—Bromeas, ¿verdad?— Bucky negó con gravedad, provocando que esbozara una mueca de horror— Pero eres mi mejor amigo, ¡no puedes irte!— exclamó, interrumpiendo la clase de Natasha.

—Bucky... ¿vas a irte?— preguntó su amiga, con la voz ligeramente quebrada.

La maestra golpeó sus manos y la música volvió a sonar, pero Natasha no volvió a formarse con sus compañeras.

Bucky bajó la vista, apenado.

—Lo siento, Tasha...

— ¡No!— exclamó la joven, abrazándose a él— No puedes irte...— sollozó— ¿Qué haremos Steve y yo sin ti?

—Tasha, yo...

— ¡Natasha! ¡Regresa a tu posición!

Bucky y ella se separaron.

—Ve; hablamos luego— dijo su amigo, alzando una mano para pasarla por la mejilla de su amiga mientras Steve miraba, volviendo a sentir aquella extraña sensación en el estómago, igual que años atrás.

Natasha asintió, con los ojos rojos, y regresó con su maestra, al igual que Bucky volvió a sentarse junto a Steve, soltando un largo suspiro mientras su mejor amigo seguía perdido en sus pensamientos.

De pronto la idea de que Bucky se fuera no le molestó, incluso le agradó, por lo que se quedó con la vista al frente, callado y confundido.

—Debes cuidar de ella, Steve.

El joven Rogers parpadeó, sin entender.

— ¿Eh?

—De Natasha. Es nuestra mejor amiga, y ahora tú deberás cuidarla...

Steve miró a Bucky, muy serio, y sólo asintió, regresando la vista al frente, todavía sin comprender cómo debía sentirse al respecto.

oOo

— ¿Hum?

Natasha alzó la cabeza, somnolienta, y parpadeó en la oscuridad, volviendo a escuchar aquel leve golpeteo.

— ¡Nat!— oyó un grito moderado con su nombre y se levantó, restregándose los ojos con ambas manos.

— ¿Steve?— se quitó las mantas de encima y corrió hacia la ventana al ver un leve resplandor al otro lado del vidrio; subió el vidrio y una bonita sonrisa invadió su rostro mientras se hacía hacia atrás, dejando pasar a Steve, que llevaba un pastelito de chocolate con una vela encendida entre las manos.

— ¡Felices 16!— exclamó el joven rubio, con una de sus mejores y más radiantes sonrisas, mientras terminaba de entrar en su habitación— Ya son las doce.

— ¡Oh, Steve!— quiso abrazarlo pero él la detuvo.

—Ah, ah, ah— dijo, alzando un dedo— Pide un deseo, Nat…

—Sabes que odio los deseos— frunció los labios con reproche, pero la sonrisa de Steve le hizo ceder— Está bien— rodó los ojos y bufó antes de soplar la vela y tomar el pastelillo para darle una mordida— Delicioso. ¡Eres tan jodidamente dulce, Steve!

—Nat, ¿qué te he dicho acerca de las blazf…?— comenzó a decir, pero calló cuando Natasha se abrazó a su cuello y depositó y suave beso en su mejilla, hundiendo el rostro en su pecho.

—De verdad muchas gracias— le dijo, abrazándose a su fuerte y fornida espalda.

—N-No hay de qué— balbuceó, totalmente rojo y sin atreverse a posar las manos en las frágiles caderas de su amiga— Sabía que te gustaría.

—No me malinterpretes— dijo ella, separándose— Sabes que odio los cumpleaños, pero me gustó mucho tu gesto; fue muy tierno— lo sujetó de los brazos y delineó sus músculos con los dedos durante un rato— Cielos, te has puesto muy fuerte— observó con una sonrisa, alzando una mano para despeinarle el corto cabello rubio— Y apuesto— volvió a sonreírle. Steve se sonrojó y la miró a los ojos fijamente, quedándose muy quieto mientras contenía la respiración; entonces Natasha rió, golpeando su brazo con aire juguetón antes de darse la vuelta con su pastelito aún en la mano— Voy a extrañarte mucho cuando te vayas a la universidad en unos meses— suspiró, al igual que Steve— Primero Bucky y ahora tú. Son unos malditos por hacerme extrañarlos tanto— refunfuñó, recostándose en su cama; ni lento ni perezoso, Steve se recostó a su lado, pegando su cabeza a la suya.

— ¿Me extrañarás?— inquirió, alzando las cejas con aire insinuante. Natasha movió su pie para golpearlo y los dos rieron hasta que ella se giró sobre las mantas para acomodarse bajo su brazo derecho y abrazarse al pecho de Steve.

— ¿Te quedas hasta que me duerma?

— ¿Tengo opción?— preguntó divertido, acariciando un mechón de cabello pelirrojo.

—Claro que no. Pero tienes que irte antes de que mi padre despierte, porque le quitó el seguro a mi puerta por lo de la pelea con esa idiota de Carter.

Steve soltó una ligera risilla.

—Nat, el vocabulario…

— ¿Qué? Tú sólo la defiendes porque de niño te gustaba su tía— le soltó; él enrojeció hasta las orejas y alzó la cabeza para mirarla, balbuceando excusas sin sentido— No tiene caso que lo niegues. Bucky me lo contó todo cuando tenía trece— rió, y Steve frunció el ceño.

— ¡A él también le gustaba!— se defendió torpemente, todavía rojo de vergüenza, mirando a Natasha reír— ¿Te estás divirtiendo con esto, verdad?

—Mucho— confirmó, acomodando la cabeza de nuevo sobre su pectoral derecho— ¿Crees que él regrese pronto?

— ¿Bucky? Bueno, siendo francos me sorprende que aún no lo hayan expulsado…

—Eres sádico, Steve Rogers… Me gusta— rió la chica, soltando un profundo suspiro después, antes de que los dos guardaran silencio.

—Oye, Nat…

— ¿Hum?

—Bueno, tú sabes que pronto será el baile de graduación y…— Steve ahogó un respingo y se movió sobre la cama, ligeramente incómodo— Yo… Bueno…— se sonrojó una vez más— Quería… Quiero saber si te gustaría ir conmigo.

—Claro, Steve— bostezó Natasha, hablando con voz somnolienta— ¿Para qué son los amigos?

—Sí, bueno… El caso es que…que no quiero que vayamos como amigos, sino como en una…— hizo una pausa y tragó duro, presa del miedo— Cita— culminó, reuniendo valor mientras se sonrojaba un poco más— Quisiera que tuviéramos una cita real, no de amigos; porque el hecho es que tú de verdad me…— calló al escuchar un ligero gruñido proveniente de su amiga— ¿Natasha?— ella no respondió; Steve alzó la cabeza y la miró, notando que estaba profundamente dormida sobre su pecho, respirando contra la tela de su camisa.

Sonrió ante la imagen, lanzando un largo suspiro antes de levantarse con mucho cuidado y taparla.

—Mañana se lo pediré de nuevo— murmuró, esbozando una cálida sonrisa.

Abrió la ventana y salió por ella, sujetándose de la barda para descender por ella hasta el patio, con cuidado de no dañar las flores del señor Petrovich. Miró hacia la ventana de Natasha como última despedida y saltó la cerca hasta su casa, dispuesto a entrar por la cocina hasta que el sonido de un motor lo mantuvo alerta.

Vio la enorme motocicleta negra que se estacionó frente a su acera; el conductor apagó el motor y arrojó su bolso de viaje al suelo, quitándose el casco después de eso.

—Pero miren nada más quién está fuera de la cama a estas horas…

Steve parpadeó, caminando hacia el extraño con cierta cautela.

— ¿Bucky?— inquirió, anonadado— ¿Eres tú?

— ¡Y quién más, hermano!

— ¡Rayos! ¡Bucky!— el joven rubio rió con energía y corrió hacia él, fundiéndose los dos en un abrazo.

— ¡Maldición, Steve! ¡¿Qué te has estado metiendo?!— exclamó Bucky, colocando sus grandes y fuertes manos en los músculos de los brazos de Steve y presionándolos ligeramente— ¿Dónde quedó mi pequeño y escuálido mejor amigo?

El joven se sonrojó ligeramente y apartó la vista, dando un paso hacia atrás.

—Te fuiste por dos años sin hacernos una sola visita— reprochó, divertido— Tuve que ejercitarme y crecer o me habrían molido a golpes. Nada mal, ¿eh?— rió, enseñando sus ejercitados bíceps.

— ¿Nada mal? ¡Parece que te inflaron con aire! Estás…— se acercó a él y comparó sus estaturas con una mano, soltando un silbido— ¡Eres más alto que yo!

—Te dije que algún día crecería— Steve esbozó una sonrisa y se cruzó de brazos, resaltando sus músculos.

— ¡A mi no me engañas! ¿Qué te inyectaron para que crecieras tanto?— bromeó su amigo, poniendo su brazo alrededor de su cuello para obligarlo a bajar la cabeza mientras los dos reían como niños en la calle, como si el tiempo no hubiera pasado.

—Me perdí de muchas cosas— dijo Bucky cuando las risas cesaron. Él y Steve se habían sentado uno junto al otro en la vereda como solían hacer de pequeños— Pero ya sabes cómo es mamá de estricta. A la larga creo que debo agradecerle dejarme con la abuela en Washington durante los dos últimos veranos… Oye, mira esto— giró el torso y rebuscó dentro de su bolso de viaje, sacando una elegante gorra de cadete y poniéndosela, cosa que hizo reír a Steve— Primer lugar en mi generación, Steven. ¿Qué tal?

—Vaya; sí que encontraste la redención— se burló, quitándole la gorra para ponérsela él— Te dije que nos avisaras de tu graduación para ir— refunfuñó— Tu mamá tampoco nos dijo nada.

— ¿Y dejarlos ir a ver mi discurso de despedida? Olvídalo— Los dos rieron— También le pedí que no les dijera que vendría. Quería que fuera una sorpresa.

—Me halagas.

Bucky Barnes soltó una pequeña carcajada, deteniéndose como si hubiera recordado algo de repente.

—Oye, ¿crees que Nat siga despierta?

Steve lo miró con curiosidad, sintiendo una punzada en la boca del estómago.

—Lo dudo— respondió secamente, devolviéndole su gorra.

—Lástima— bufó su amigo— Quería llegar antes de la medianoche para ser el primero en saludarla… La he extrañado mucho— sonrió; Steve sólo miró hacia adelante— ¿Sigue en eso del ballet?

—Es la mejor bailarina del mundo— respondió, serio— Deberías verla, Bucky. Natasha es… es mágica cuando baila— dijo; Bucky lo miró fijamente, haciendo que bajara la vista, apenado— E-Es decir, es muy buena.

—Siempre lo fue— Bucky desvió la mirada y se encogió de hombros— Sí me gustaría verla. ¿Qué dices si tú y yo trepamos a su ventana como en los viejos tiempos?— propuso con diversión, logrando que algo se retorciera en el interior de su amigo.

—No podríamos. El señor Petrovich quitó la verja— mintió sin saber porqué, pero se esforzó porque Bucky no lo notara.

—Que mal… En fin; ya la saludaremos mañana, ¿no?

—Sí, claro— le sonrió, desganado, mientras se levantaba— Ya es tarde y mi madre me regañará— informó, mirándolo con cierto recelo— ¿Ahora sí te quedarás, verdad?

Bucky sonrió y aceptó la mano que le ofrecía para ayudarlo a levantarse.

—No volveré a irme por nada del mundo sin mis mejores amigos.

oOo

Alzó los vasos sobre su cabeza y evitó a un par de personas para mantener el líquido dentro, correspondiendo a cada saludo con una sonrisa.

— ¡Hey, Steve! ¡Felicidades!— le sonrió un muchacho más que conocido para él, abriéndose paso a través del bullicio— Bonita casa, ¿no crees?

—Gracias, Clint— sonrió— Ya conoces a Tony Stark; si lo tiene, le gusta presumirlo; incluso si no lo tiene.

— ¡Auch! Eso sí dolió, Capi— dijo Tony Stark, apareciendo detrás de Clint con un vaso de cerveza y su esmoquín completamente desarreglado.

— ¿Capi?

—Es un chiste que tenemos desde la infancia— bufó Steve, y Tony soltó una carcajada carrasposa.

—Este chico se creía un héroe de guerra— rió, dándole un sorbo a su vaso rojo— ¿Cómo era el título completo? Ah, sí: Capitán América; héroe de los desvalidos— dijo, haciendo gestos de grandeza con las manos— Lo más divertido de todo era que cualquiera podía patearle el trasero; incluso María lo golpeaba.

—Eso solo fue una vez; y fue tu culpa— refutó Steve, rodando los ojos mientras alzaba el cuello— ¿Vieron a Natasha?

— ¡Hum! La Rojita estaba con Barnes en el segundo piso— informó el dueño de casa, terminándose su cerveza— Aclárame algo, Capi; ¿ella sale contigo, con Barnes o con ambos? Sólo es por curiosidad. No que me interese, aunque sí me interesa— rió, sujetándose el estómago— Dios, estoy muy ebrio… Tal vez debería beber un poco más para equilibrar las cosas…

Steve soltó un bufido y se despidió de Clint Barton con la mirada, caminando hacia las escaleras todavía con las dos bebidas ocupando sus manos.

— ¡Steve! ¡Felicidades!

— ¡Gracias, Pepper!— le sonrió— ¿Viste a Natasha y a Bucky?

—Estábamos todos en el balcón de la habitación de Tony, burlándonos de sus fotos de bebé— rió, sosteniéndose del barandal de la escalera para comenzar a descender— Ellos se quedaron ahí.

— ¡Gracias!

Se dio la vuelta y caminó por el corredor hacia la habitación del heredero de los Stark; ya había estado en la mansión de Tony algunas veces, por lo que conocía medianamente la ubicación de cada lugar. Esquivó a varios de sus ebrios compañeros de preparatoria con una sonrisa condescendiente y empujó la puerta entreabierta con un pie.

— ¡Oigan, ¿por qué me dejaron…?!— Steve sintió las palabras atascándose en su garganta cuando vio a Bucky sujetando el rostro de Natasha mientras unía sus labios a los de ella.

Tembló ligeramente cuando algo se rompió en su interior, y, sintiéndose engañado y detrozado, quiso marcharse, pero sólo se quedó de pie en el mismo lugar, luchando por respirar.

Una extraña mezcla de sentimientos contradictorios bullía en su mente. Nunca antes se había dado cuenta de lo que sentía por Natasha era tan profundo, pero no quiso seguir ahondando en esos pensamientos.

Respiró profundamente y avanzó tragándose todos sus sentimientos para esbozar una sonrisa que pretendía dejar de lado toda la tristeza que lo embargaba.

—Consigan un cuarto— exclamó con fingida diversión. Natasha y Bucky se separaron de inmediato.

—Steve, no…

—Esto es extraño, lo sé— suspiró, esbozando otra sonrisa— Pero cosas más extrañas pasan todos los días, ¿verdad?

Natasha y Bucky se abrazaron y le sonrieron.

—Entonces… ¿No te molesta?

— ¡Claro que no!— mintió— Al contrario, me siento muy feliz por ustedes, mis dos mejores amigos.

Les sonrió al ver la expresión de felicidad en el bello rostro de Natasha, aunque se sentía destrozado por dentro.

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Continuará…

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N del A:

Primer fic de Avengers. ¿Qué tal lo hice? Este capítulo es como la antesala de la historia, por eso las narraciones fueron tan breves.

Hasta la próxima!

H.S.