LA HEREDERA

CAPITULO 1

Unos ojos color esmeralda releían una y otra vez las líneas de la carta que le habían entregado meses atrás.

Cada una de las palabras escritas en el papel que sostenía en sus manos la habían tomado por sorpresa la primera vez; no estaba enterada de cómo ocurrieron los hechos en el pasado, todo lo escrito en la misiva le había revelado la verdad de los hechos.

Querida Candice:

Sé que no tengo ningún derecho de irrumpir de esta manera en tu vida, no soy merecedor de tu tiempo y no pretendo desequilibrar tu destino. Pero en mis actuales circunstancias me es preciso hacerte una petición.

Antes que nada, me gustaría presentarme. Soy William Alexander Andley, tu padre. Talvez nunca hayas tenido información acerca de mí… y probablemente tu madre, mi querida Rosemary, nunca te mencionó mi nombre. Si es así… no la culpo, el único culpable de todas mis desgracias he sido yo.

Querida hija, aunque sé que no ayudará para nada en el proceso de perdón de ti hacia a mí, me gustaría contarte como conocí a tu madre.

Rosemary era la nueva secretaria de la presidencia, en la empresa de mi padre. Era muy joven, además de bella. Yo era en ese tiempo; un hombre cercano a los treinta, con un futuro prometedor pero sin ninguna intención de establecerme en un matrimonio. Quería disfrutar la vida, conocer mujeres y amasar más fortuna por mi cuenta; pues sabía que era el principal heredero de mi padre… por circunstancias que no vienen al caso contarte. Recuerdo que la primera vez que la vi, fue mi primer día en mi puesto como gerente general. Ese día, cerca de la hora de comida, tenía una consulta para mi padre sobre algunas inversiones que se venían manejando, pero cuando llegué a su oficina me quedé impactado. Fuera de la oficina, en su escritorio estaba Rosemary, la mujer más hermosa que alguna vez hubiese visto, tenía unos ojos color esmeralda hipnotizantes y una cabellera color miel larga y ligeramente rizada.

Estuve con mi padre largo rato, conversando sobre los negocios más importantes en puerta; pero en todo el tiempo que estuve dentro de la oficina nunca dejé de pensar en ella. Me había impactado la presencia de tu madre. Fue entonces cuando e propuse conquistarla y tener para mí, el placer de su cuerpo. Lamento decirlo así, pero no quiero que haya ningún tipo de malentendido después, quiero ser absolutamente sincero contigo. Logré hacerlo, obtuve el honor de su amor y sostuve un tiempo con ella una relación secreta. Nadie podía saber que yo, siendo el hijo del presidente de la compañía, sostenía relaciones con la secretaria de éste. Era una relación libre ataduras y exclusividad, fue bueno durante un tiempo, hasta que Rosemary deseó algo más. Me pidió oficializar nuestra relación y yo me negué rotundamente. No estaba en mis planes establecer una relación formal mucho menos un matrimonio. Le insistí en seguir nuestra relación tal cual la teníamos pero ella no aceptó, me agradaba estar con ella; pero no sería bien vista nuestra relación ante la sociedad a la cual pertenecía. Corté la relación e hice todo lo que estuvo en mis manos para sacarla definitivamente de mi vida, lo cual con el tiempo llegué a lamentar muchísimo…

Logré que la reemplazaran de su puesto y me negué a escucharla cuando solicitó una entrevista conmigo algunas semanas después, supuse que sería para armarme un escándalo y no lo permitiría. Fui un canalla en ese tiempo.

Con el tiempo logré identificar en mi corazón los lazos que me unían a Rosemary. Durante meses y luego años… no la pude sacar de mi mente. En un principio creí que era culpa por lo que había hecho. Pero no era así. Yo amé a tu madre en realidad y la realidad de haber sido yo el que la sacó de mi vida, me golpeó grandemente. Créeme lo pagué con creces.

Los años pasaron y nunca logré encontrar a una mujer como tu madre, por eso nunca llegué a casarme y formar una familia. Decidí un día hace quince años, buscar por ella y tener una nueva oportunidad en su vida. Mis esfuerzos fueron infructuosos, se había mudado a otro estado y nadie sabía de ella. Me resigné en ese momento y continué con mi vida; pero hace pocos años… al estar en Pennsylvania por una gira de negocios, la encontré en la calle. Ella seguía siendo una mujer hermosa, la más hermosa del mundo… y yo comprendí que no la había olvidado. Ese día ella no me vio, yo estaba en mi auto y ella caminaba por la acera junto a una jovencita rubia, de ojos color esmeralda, idéntica a ella… era una copia de Rosemary solo que más joven. Una alarma se encendió en mi interior. Hice que mis empleados buscaran a Rosemary por la ciudad y finalmente la encontraron… me enteré que tenía una hija pero que no se había casado.

Un día, en la mañana… Me dirigí a su apartamento, pero la portera del edificio me dijo que no se encontraba nadie dentro. Rosemary estaba en su trabajo y gracias a mi insistencia logré averiguar por ella misma el lugar donde tu madre trabajaba. Llegué al lugar y me sorprendió ver que trabajaba en una panadería. Atendía el lugar y horneaba tartas en sus ratos libres, según después supe… pero lo importante fue tenerla frente a frente después de tantos años.

Al verme su mundo se vino abajo, perdió la conciencia por unos minutos y alarmado de su reacción me quedé en el lugar hasta que estuvo lo suficientemente recuperada para atenderme. Rosemary ya no era la misma, de ser una joven alegre y vivaz se había convertido en una mujer fría y amargada… o por lo menos lo fue esa vez conmigo. Hablamos poco, en realidad solo ella lo hizo. Me recalcó que no quería saber nada de mí, que desapareciera de su vida como lo había hecho años atrás. Quedé devastado. Es verdad que no pretendía que me recibiera amorosa y con los brazos abiertos, pero por lo menos deseaba una pequeña gota de esperanza para nosotros. Para este amor que a pesar de los años yo aún sigo sintiendo por ella.

Decidido a no volver a insistir me retiré del lugar, en los ojos de Rosemary se notaba el rencor que guardaba en su corazón hacia mi, por lo que era mejor desaparecer y no amargarle más la vida. Pero ya caminado algún tramo, la imagen tuya vino a mi memoria… decidí regresar. Se alarmó de verme nuevamente en el lugar y me pidió que me fuera de inmediato; le aclaré que me iría… que no insistiría más… pero antes necesitaba saber una cosa.

Necesitaba saber si tú eras mía… si eras el producto de esos meses de amor que Rosemary y yo compartimos. Era una duda que se había anclado en mi mente. Después de un largo silencio ella me respondió… en efecto, tu eras mi hija. Recuerdo sentir una inmensa alegría al saber que tenía una hija, un ser que llevaba mi sangre… sangre mía y de Rosemary.

Le supliqué que me permitiera verte, quería convivir contigo y conocer más de ti. Fue en vano. Rosemary no autorizó tal encuentro. Sé que pude haberlo hecho por mi cuenta, buscarte sin la aprobación de tu madre… pero no lo hice. No me creía merecedor de tal indulgencia. Las había abandonado años atrás y al hacerlo había perdido cualquier derecho sobre ti. Tu madre me aclaró que nunca te había hablado demasiado de tu padre, y que tu nunca le había preguntado nada más; para mí ese fue el más claro ejemplo que no necesitabas mi presencia en tu vida. No insistí más… al igual que días atrás, me encontraba nuevamente solo. Tenía una hija, la madre de mi hija era la mujer que yo más amaba; pero no las tenía a ninguna. Moriría solo… ¡lo merecía!

Pero ahora, hija querida… después de cinco años de ese encuentro; querría pedirte un gran favor. Déjame conocerte… quiero saber como eres, quiero llegar a recibir la indulgencia de tu perdón.

Necesito tu perdón antes de morir.

Sé que tu madre murió tres años atrás, me enteré de eso recientemente. La noticia me devastó más que nada en este mundo, más que el conocimiento de mi propia enfermedad… como te he dicho muchas veces ¡amaré a tu madre hasta mi último aliento! No haber visto su sonrisa y recibir un perdón por parte de ella será mi castigo por el mal que he hecho.

Si me atrevo a escribirte es porque sé que estas sola. Tu madre no está más con nosotros; y yo quisiera pasar mis últimos días contigo, por eso me atrevo a pedirte que vengas a Chicago. Necesito verte hija, lo necesito antes de que llegue mi hora de partir. Hace algunas semanas me diagnosticaron cáncer de pulmón, solo me quedan algunos meses de vida y yo quisiera abogando a tu buen corazón… convivir contigo.

Sé que no tengo derecho de hacerlo, pero es algo que necesito.

No soy yo el que viajó hacia donde tu vives, pues quiero que seas tu la que decida visitarme… no quiero imponerte mi presencia.

Espero, querida Candice puedas perdonarme… te estaré esperando hasta mi último respiro. Adjunto te dejo mi dirección, mi abogado tiene tus datos… no tendrás ningún problema en llegar hasta mí.

Sin más que agregar, me despido cariñosamente

Con amor…

Tu padre

Nuevas lágrimas salieron de los ojos de Candy.

Las mismas letras que una vez la sorprendieron, ahora releyendo la carta la hundieron en el más grande remordimiento.

Había tenido guardada en su buró la carta que meses atrás William Andley le había mandado… él decía ser su padre; pero para ella no era nadie más que el hombre que había engañado a su madre. La había abandonado a su suerte, después de que ella le había entregado su amor.

Simplemente no lo había podido perdonar.

Él solicitó verla, le había mandado la carta a su antiguo apartamento en Pennsylvania; sin saber que ella meses atrás se había mudado a Chicago. La portera del edificio le había hecho el favor de reenviarle la carta, pues ella así se lo había solicitado. Después de la muerte de su madre todo se complicó demasiado en su vida.

Nunca había tenido demasiado dinero para subsistir, su madre siempre tuvo un empleo poco remunerado y la mayor parte de su vida debió estudiar en escuelas públicas y mantener sus gastos académicos con becas escolares. Pero desde la enfermedad inesperada de su madre y su posterior deceso, sus gastos se triplicaron… obligándola a abandonar temporalmente sus estudios. Comenzó a trabajar en una tienda departamental y ahorraba lo necesario para posteriormente comenzar sus estudios superiores. Aplicó varias veces a la facultad de enfermería en la que deseaba estudiar, necesitaba por lo menos dos tercios de beca para poder ingresar. Finalmente, luego de año y medio de aplicar… y aplicar a la tan ansiada beca, la había conseguido.

Entonces su mundo cambió, debió mudarse a la ciudad de Chicago y emprender nuevos caminos. Lastimosamente, la vida en esta gran ciudad no fue lo que esperaba. De naturaleza tímida y reservada, le fue muy complicado adaptarse al ritmo de vida que este lugar imponía y poco a poco se fue encerrando cada vez más en su mundo. Durante años, cuando su madre vivía, no necesitó de demasiados amigos para ser feliz. Rosemary no le permitía visitar amigos y eran pocas las ocasiones en las que compañeros de la escuela la visitaban a ella. Así que esta vez no fue distinta. El primer semestre, le fue asignada una habitación dentro del campus para ella sola… así que fuera del aula de clases su relación con las personas se reducía a numeradas ocasiones.

El segundo semestre sin embargo su mundo tuvo un ligero cambio. Fue asignada a un nuevo dormitorio, por la afluencia de estudiantes nuevas. En este nuevo lugar, si tendría una compañera, su nombre… Patricia O'brian.

Patty, como le gustaba que le dijeran, era una jovencita totalmente distinta a Candy. Extrovertida por naturaleza, era muy popular entre las jóvenes aspirantes a enfermera de la facultad. Al convivir con Candy más frecuentemente, logró establecer una sólida amistad con la rubia, considerando la rubia a Patty como su única verdadera amiga en la escuela.

Así transcurrió otro semestre en la vida de Candy, vivía cómodamente y aunque todavía no tenía una vida social envidiable; trataba de establecer más relación con sus compañeras de estudios con la ayuda de Patty.

Todo iba bien en su vida, hasta que a inicios de este año… recibió una carta inesperada. En ella se le revelaban detalles de la vida de su madre que no tenía idea existieran. Nunca antes se le había ocurrido pensar sobre su padre, no porque no le interesara saber sobre él, si no que siempre respetó el silencio de su madre. Ella nunca deseó hablar del tema y ella lo aceptó. Pero ahora, por medio de esta misiva, William Andley le había comunicado no solo el hecho de ser su padre; sino que además le había comentado brevemente como habían ocurrido las cosas entre él y su madre.

Al conocer todo a detalle, odió enormemente al que decía ser su padre. Había hecho sufrir grandemente a su madre abandonándola y obligándola a criar a su hija ella sola.

Aún recordaba el día en que había recibido la carta…

Flash Back

Era un sábado por la noche, Patty como era costumbre saldría a divertirse con otras chicas a algún club del centro de la ciudad. Su amiga se encontraba en la ducha cuando un cartero tocó a la puerta, luego de entregar la misiva se retiró del lugar dejando a Candy intrigada por el contenido del sobre. El remitente era William Alexander Andley… nunca antes había escuchado hablar de él… salió de la duda abriendo el documento.

Minuto a minuto, mientras leía las líneas plasmadas en el papel el dolor en su corazón se acrecentaba. Las lágrimas bañaban su rostro y una dolorosa realidad se anclaba en su mente.

¡Ella tenía un padre! Finalmente conocía el nombre del ser misterioso que le había dado la vida. En otras circunstancias conocer este detalle le hubiese alegrado enormemente, querría decir que no estaba sola en el mundo y que tendría a alguien con quien compartir su vida.

Pero la realidad era distinta. Este ser que le había dado la vida, no era más que el hombre más despreciable que alguna vez hubiese conocido. Había abandonado a su madre y le había condenado a vivir sola de por vida. Ahora entendía el porque de su madre de nunca querer rehacer su vida con alguien más, seguramente ella aún lo amaba…

En la carta, su padre le decía incansablemente que aún amaba a su madre… ¡Bah! ¡Eso no es amor! el amor no abandona a la suerte. La había echado de su vida sin miramientos, le había dado la espalda sin importarle nada… y ahora venía a decir que la quería… ¡no!

Con todas estas recriminaciones hacia el hombre que la había engendrado se encontraba bañada en lágrimas sobre su cama cuando Patty entró a la habitación después de darse un baño. Encontrar a Candy de esa forma la alarmó…

- ¡Candy! –Se sentó a su lado- ¿Qué te pasa?

- ¡Ay Patty! –se arrojó a sus brazos- todo esto es tan doloroso

- ¿Qué?

- Lee esto –le dio la carta

Patty leyó atenta la misiva, cuando terminó abrazó más a Candy que estaba a su lado.

- ¿Qué piensas hacer?

- Nada -limpió su rostro

- ¿No irás?

- ¡Claro que no! –sentenció firmemente poniéndose de pie

- Candy –la siguió con la mirada- es tu padre. Merece una oportunidad. Por lo que leí puedo ver que está arrepentido

- No me interesa. Mi madre sufrió por su culpa

- De cualquier modo, es tu padre. Además –apuntó la carta- está muriendo. Concédele esto como una última oportunidad

- ¡No!

Fin Flash Back

Ahora era esa negativa la que la hacía llorar. El arrepentimiento había inundado su alma y ya no había nada que pudiera hacer.

Su padre había muerto.

Ella se había negado a ir a verlo y con eso lo había condenado a morir sin su perdón.

Esta mañana había recibido un telegrama urgente comunicándole la noticia. Había llorado casi todo el día, eran lágrimas de arrepentimiento. Más que dolor sentía remordimiento, era verdad que él no había actuado bien, pero ella no era nadie para juzgarlo. Ahora lo entendía…

Él dijo que la estaría esperando hasta su último respiro. Leer esas líneas fue lo que le provocaron más lágrimas.

Si tan solo pudiera retroceder el tiempo…

Pero no podía.

En el comunicado le indicaban el lugar y el día del sepelio. El informante era el abogado de su padre, George Johnson. Éste no sabía que ella vivía en Chicago, y el telegrama en realidad había sido enviado a Pennsylvania; pero como antes, la portera del edificio mandó de regreso el telegrama y aunque un poco tarde… se había enterado de la lamentable noticia.

Cuando había sido enviado, aún faltaban tres días para el entierro; ahora por la diferencia que provocó el reenvío del telegrama, solo le quedaban algunas horas, el entierro sería mañana.

Dudándolo un poco, finalmente había decidido asistir a la ceremonia; tratando no darse a notar.

Ocultando el lazo que la unía en realidad con William Alexander Andley.

OoOoOoOoOoOoOoOoO

La oscuridad de la habitación era total.

Aún cuando se acercaba el medio día, la luz del sol no entraba en el lugar. Dentro del dormitorio dormía un bello joven rubio, que no tenía ninguna intención de levantarse aún.

- ¡Albert! –gritó su madre al entrar

El joven no respondió.

- Tienes que levantarte ¡ya! –se dirigió al amplio ventanal y abrió de par en par las largas cortinas que lo cubrían.

Albert se limitó a cubrir su rostro con la almohada que tenía anteriormente bajo su cabeza.

- ¡Albert! –Se acercó y lo movió- Te he dicho que debes levantarte.

- ¿Por qué? –gruñó boca abajo

- Porque debemos partir en pocos minutos. Hoy es el entierro de William

- ¿Y? –Finalmente se levantó- ¿yo qué tengo que ver con todo eso? –levantó la ceja irónico

- No seas insolente. Sabes bien que debemos asistir al sepelio. Somos sus únicos familiares y sería mal visto que alguno de nosotros faltara.

De mala gana se levantó de la cama y estiró su bien formado cuerpo hacia arriba. Cerró los ojos con pesar y se encaminó al cuarto de baño. Desde dentro habló

- No sé porque te importa tanto lo que la gente piense o no. Seguro no notarían mi ausencia

- ¡Claro que lo harían! –Aseguró- eres el heredero de la fortuna Andley y debes ser visto de ahora en adelante en cualquier evento. Sobre todo en el entierro de tu único tío.

Con una sonrisa en su rostro Albert salió del baño después de haberse aseado.

- No es mi único tío. El tío Richard ¿no cuenta?

Elizabeth hizo una mueca de desapruebo ante el comentario de su hijo.

- Te espero abajo en diez minutos –se encaminó hacia la puerta- ¡ni un minuto más! –gritó

Sonriente por haber provocado a su madre, Albert se dedicó a arreglarse y estar lo suficientemente presentable para el entierro de su tío William.

Ya listo y vistiendo un impecable traje negro, bajó las escaleras de la amplia mansión Andley para encontrar en la puerta principal esperándolo a su madre Elizabeth, su hermano Anthony y su padrastro Charles.

- Ya era hora –exclamó Charles

Rodando los ojos, Albert terminó de bajar las escaleras y acompañó a su familia al auto que en la entrada de la casa los esperaba.

Llegaron al cementerio alrededor de las dos de la tarde, el sepelio se llevaría acabo a las tres. En el lugar se encontraban gran cantidad de amistades y conocidos. William Andley era un personaje importante en la sociedad de Chicago y muchos asistieron a su último adiós.

Entre los presentes, escondida entre la multitud se encontraba Candy, llorando en silencio. No había llegado a conocer a su padre; pero de pronto, saberlo muerto le había afectado demasiado.

A la hora del último adiós, y siendo la hora de que el féretro fuera descendido para cubrirlo con tierra, todos los presentes se empezaron a retirar dando antes de irse el pésame a la apesarada familia.

Elizabeth y su esposo, se dirigieron al auto y Anthony fue tras ellos. Después de recibir las condolencias por la muerte de William Andley.

Albert fue el único que permaneció frente al féretro. No por querer despedirse en privado de la única imagen paterna que había tenido en su niñez, sino por permanecer junto a una joven rubia que había llamado demasiado su atención

La había observado durante la ceremonia y la actitud llorosa de ésta, le había despertado su curiosidad. No la conocía y dudaba que fuera alguien cercano a su tío.

La joven era muy joven y realmente hermosa.

Esperó a que no hubiera nadie más y se acercó aún más.

- Hola –le habló sonriente

Candy lo vio fijamente y se limpió rápidamente sus mejillas mojadas. Él sin duda alguna era el hombre más atractivo que alguna vez hubiese visto. Se quedó en silencio sin saber si responderle el saludo.

Al notar que no le respondía, decidió preguntar algo que le intrigaba…

- ¿Por qué lloras? –Preguntó dudoso- ¿Conocías a mi tío?

Candy abrió los ojos grandemente, este joven rubio era familiar de su padre. No podía decirle que ella era su hija no reconocida. No era su intención hacerle saber a nadie su verdadero lazo con William Andley…

- Este… si. -dudó

- ¿De dónde?

- No importa. -dijo nerviosa- Oye, ya debo irme. Nos vemos –caminó a la salida del cementerio

- ¡Espera! –le tomó la mano- ¿Por qué la prisa?

- Tengo cosas que hacer –dijo soltando su agarre y comenzando a caminar

Albert quería saber más sobre esta misteriosa mujer.

- ¿Cómo te llamas? –la alcanzó

Ella no respondió, pero se detuvo dudosa. Era mejor que nadie de la familia Andley supiera su nombre…

- Bueno no respondas. Yo soy Albert Andley –le sonrió

Candy sonrió

- ¿Quieres que te lleve a algún sitio?

- No es necesario

- Tengo que volverte a ver. Me das tu número de teléfono.

- Será mejor que no nos volvamos a ver –caminó apresuradamente

- ¡Espera! –trató de alcanzarla

Después de seguirla por unos minutos Albert se detuvo.

¡Qué chica tan extraña!

¿De dónde había salido?

Su actitud misteriosa lo había dejado intrigado y sumamente interesado en ella. La joven era muy bella, se propuso encontrarla, averiguar todo sobre ella y su relación con su tío muerto.

CONTINUARA...


Hola!

Bueno, lo dije y lo cumplí... aquí estoy con una nueva historia... ¿qué tal?

Esperaré sus impresiones... si creen que merezco una opinión se su parte... háganmelo saber!

SALUDITOS