Los Juegos del Hambre y sus personajes pertenecen a Suzanne Collins.
Esta historia forma parte del intercambio "Debajo del árbol 2015" del foro "El diente de león".
Regalo para: Hikari Caelum
Esta es una versión de la historia en la que el señor Everdeen vive y la manera en que eso afectó a la vida de Katniss y Prim y su manera de ser y relacionarse con las personas.
Katniss 11 años, Prim 7 años
—¿Alguna pregunta sobre la nomenclatura de esos dos compuestos?
Lo bueno de vivir en el Distrito 12 es que no pasamos frío en clase. En cada una de las aulas siempre hay una vieja estufa llena de brasas. Ante la pregunta, ninguno de nosotros levanta la mano. No porque no tengamos dudas, de hecho no he entendido nada de lo que ella ha dicho, sino porque todos tenemos la cabeza en el hecho de que es la hora del descanso. La hora de hincarle el diente a lo que nuestros padres nos han puesto en el almuerzo.
—Muy bien, si eso es todo nos vemos en clase de matemáticas después del recreo —dice la profesora, que debe estar más contenta aún que nosotros por no tener que quedarse unos minutos más dando explicaciones.
En cuanto se va, todos mis compañeros comienzan a sacar su comida de la mochila, como hace mal día nos dejan quedarnos adentro.
Uno podría adivinar qué chicos son de la Veta y qué chicos son del pueblo nada más que con mirar lo que traen... Por norma general. Afortunadamente mi padre cazó un alce ayer mismo. Es algo que no ocurre a menudo, esos bichos son impresionantes pero viven en lugares más montañosos y cuando se aventuran fuera de su hábitat son tan corpulentos que pueden soportar un par de disparos y vivir con ello.
Ese en concreto ya había sido atacado por un depredador a juzgar por las heridas de sus patas. Eso lo hizo demasiado vulnerable a un cazador experto como mi padre, quien decidió hacer un banquete para todos sus compañeros comerciantes del mercado negro.
Así funcionan las cosas en la Veta. Todos nos ayudamos como una gran familia y compartimos nuestras escasas pertenencias con los demás siempre que es posible. Sae nos cocina estofado a cambio de carne de perro salvaje y es una experta en fabricar utensilios con huesos. Nuestra vecina Hazelle remienda nuestras ropas cuando se rompen y Ripper nos da aceite. A cambio de eso mamá les atiende en su consulta médica. Todos la conocen y aprecian en la Veta a pesar de no ser nativa de ahí. Ella ha salvado la vida de muchas personas y ha traído a prácticamente todos los niños de la vecindad al mundo.
Gracias a la providencia, como le gusta llamarlo a papá, hoy los chicos de la Veta tienen algo más nutritivo y agradable que comer.
—Entonces Katniss... Te cambio dos fresas por un pastelito —dice Madge.
—Trato hecho —digo.
Tenemos una cesta entera de ellas en casa, pero Madge tiene más acceso a ese tipo de caprichos. Me lo meto en la boca ni bien toca mis manos, por si ella cambia de opinión.
—Mmm, está bueno. Podría acostumbrarme a comerlos a menudo, no me quejaría.
—Son de la panadería de los padres de Peeta.
Peeta es el hijo menor del panadero del distrito, va a nuestra misma clase. Es un chico callado fuera de su grupo de amigos. Al oír su nombre, él mira hacia atrás.
—¡Hey Peeta! A Katniss le gustó mucho el pastelito. ¿Lo hiciste tú?
Él sacude la cabeza.
—Lo hizo mi hermano mayor —las chicas se quejan decepcionadas—. Pero yo le ayudé.
Tras lo cual vuelve a girarse y seguir hablando con otros chicos del pueblo.
Los niños de ambos lugares rara vez se mezclan, aunque Madge no cuenta ella se lleva bien con todo el mundo y juega con todos a pesar de ser una de las más privilegiadas por ser la hija del alcalde. En la Veta tenemos que ser más creativos a la hora de buscarnos la vida. Es duro, a veces demasiado. Pero a pesar de todo también tenemos nuestras pequeñas alegrías.
La puerta se abre interrumpiendo nuestra comida, el el umbral está apoyada la profesora, blanca como el papel.
—¿Katniss, Mikael, Shia, Jean? —dice.
Todos los que ha nombrado somos chicos de la Veta.
Madge y yo nos miramos preocupadas. Algo ha pasado. Algo malo. Cuando los cuatro vamos hacia la puerta, veo que hay más niños al otro lado. Algunos chicos mayores y otros más jóvenes. Mi hermana Primrose también está ahí.
—¿Qué ocurre? —le pregunto.
—L-la mina... Katniss... Papá... —tartamudea al borde de las lágrimas.
—¡¿Le ha pasado algo?! —pregunto, alzando la voz.
—N-no... No lo sabemos. Están adentro... Están tratando de... S... S...
Prim rompe a llorar y yo le paso un brazo por los hombros. Yo también siento ganas de llorar, pero como hermana mayor me corresponde mantener la calma.
Papá... Ayer mismo estábamos todos en la Veta, comiendo, riendo y cantando y ahora ni tan siquiera 24 horas después... ¿Qué va a ser de nosotras si muere? Sin su salario y lo que consigue traer del bosque vamos a pasarlo mal. Mamá tiene un puesto de venta de medicamentos caseros en el Quemador, pero se nutre de las hierbas que recolecta papá. Va a tener que conseguir otro trabajo y hacer jornadas larguísimas ... Voy a tener que pedir teselas, aumentando mis papeletas en la cosecha. Vamos a ser una carga para mamá... Hay muchos casos así en la Veta. La mina se cobra algunas vidas de vez en cuando, dejando muchos viudos y niños desamparados. Los vecinos podrían hacer algún esfuerzo por echarnos una mano, pero al estar ellos peor que nosotros no sería de demasiada ayuda.
No quiero que nosotras seamos dos de esos niños.
Papá tienes que salir adelante, tienes que salir adelante, hazlo por nosotras.
Una furgoneta de los agentes de la paz pasa a recogernos. El ambiente adentro durante el trayecto en deprimente, algunos niños lloran escandalosamente o silenciosamente. Otros como yo, consolamos a nuestros hermanos pequeños mientras nos consumismos de nervios por dentro. Intentamos hacer preguntas al principio, nadie sabe nada, o eso dicen. Tal vez sólo quieren que nos callemos y nos comportemos bien.
Cruzamos el pueblo y salimos de la zona de las viviendas rumbo a las montañas. Paramos en la explanada donde están las oficinas, donde los empleados fichan al entrar e irse, donde empieza y acaba la jornada. El sitio está lleno de gente, familiares de los mineros, equipos de rescate, médicos y también algunos de los rescatados. Con la mirada comienzo a buscar a papá y mamá pero el lugar está abarrotado y sumido en el caos.
La profesora comienza a intentar reunir a los niños con sus familias, cuando nos llega el turno a mí y a Prim, un agente se acerca a la profesora.
—La madre no está en condiciones de ver a las niñas —dice— no para de llorar, gritar y dar puñetazos a cualquiera que intente tocarla.
—¿¡Qué!? —exclamo—. No me lo creo, mamá jamás pierde la calma.
—Míralo por ti misma, Katniss —contesta el agente—. Yo he sido uno de los que ha recibido una. Tienes suerte que no haya sido otro con menos paciencia o ahora mismo estaría camino a la plaza de Justicia para ser azotada.
—Mamá... —murmura Prim echando a correr hacia la multitud.
—¡Prim,vuelve!
La persigo por entre la gente, lo cual hace las cosas más difíciles. Ella es rápida, más de lo que habría imaginado y los obstáculos no ayudan. Al fin encuentra a nuestra madre, echa un ovillo en el suelo. Prim se arrodilla junto a ella y la abraza. Ella no la golpea, pero tampoco parece reconocer su presencia.
—¡Mamá! ¡Mamá! ¡Estamos aquí, estamos contigo!
Al seguir sin contestar, intervengo yo.
—¡Mamá! —grito, sacudiéndola—. ¡Contéstanos! ¡Mamá!
Sigue sin reacción. Ahora soy yo la que comienza a llorar junto con Prim. Tengo miedo. Más miedo que nunca. Es posible que no vuelva a ver más a mi padre. Recién me han dado la noticia y ya siento que necesito sus abrazos, sus besos y su reconfortante voz. Y encima mamá parece estar peor que nosotras...
Las puertas de los ascensores que descienden y ascienden del corazón de la montaña y en cuanto lo hacen todo el mundo se agita.
Yo me lanzo hacia el rellano corriendo y llamando a mi padre. Los agentes de la paz comienzan a hacer un cordón humano.
—¡Que nadie pase! ¡Que nadie pase excepto los entendidos en medicina y enfermería!
Pero todos intentan pasar igualmente. Algunos lo consiguen y otros no. Yo aprovecho mi baja estatura para colarme entre dos agentes.
Los equipos de rescate sacan a los que no pueden caminar, los otros van a pie desorientados.
Finalmente veo a papá, está cubierto de hollín y sangre, pero lo reconocería entre mil. Lo tienen tirado en una camilla de lona, inconsciente. Me arrodillo junto a él, llamándolo una y otra vez.
Unos segundos después mamá y Prim están a mi lado. Para lo afectada que estaba minutos atrás, parece haberse recuperado de inmediato, nada más que con la presencia de él. Busca el latido de su corazón y examina sus heridas con la rapidez de siempre, mientras las lágrimas bajan sin parar por sus mejillas.
Mamá se quita la chaqueta y hace un torniquete en la herida.
—Prim, sujeta sus piernas en alto —le ordena—. Katniss vigila su respiración y pulso.
Ambas obedecemos. Minutos después, una de las veces en las que acerco mi cara a la suya para sentir el aire de su respiración, oigo algo casi amortiguado por el sonido de alrededor.
Papá está tarareando una canción.
No reacciono de inmediato porque me pilla de sorpresa, pero cuando su voz sube en volumen y mamá y Prim lo escuchan se vuelven locas de alegría.
—No pensaban que me iba a ir al otro mundo y las iba a dejar solas. ¿Verdad?
—Por un momento temí que sí —dice mamá cuando por fin recupera la voz.
Él hace un esfuerzo por sonreír y las tres lo abrazamos, haciéndole jurar que no va a darnos nunca más un susto así.
A nuestro alrededor, el bullicio continúa. Unas familias, las más afortunadas, atienden a su ser querido. Otras, las que no han tenido tanta suerte como nosotros, lloran su pérdida con amargura.
Pero nosotros no seremos de esas últimas. Veremos juntos otro día más.
Hace un día horroroso, frío y ventoso, pero para mí acaba de salir un sol radiante. Y un arcoiris enorme cruza el cielo.
Dos meses después...
Mi propio grito me despierta y ni un minuto más tarde, papá está en el cuarto mío y de Prim apoyado en su bastón, hace una mueca de dolor al sentarse en la cama y yo lo abrazo, aún temblando mientras él me canta.
...y entonces ellos gritaron
lucharemos para ver juntos
la luz de un nuevo día
y así día tras día
la vida entera formaron...
Su voz tiene ese efecto sobre mí. Me calma. Me relaja y me hace sentir segura. Cuando la canción acaba siento de nuevo miedo de quedarme sola.
—No te vayas —le suplico.
—No me iré, mi pequeña Kat —dice acariciando mi cabello.
—He vuelto a soñar que te morías y mamá se suicidaba de dolor.
—¿Y tú crees que mamá haría algo así? Por supuesto que no. Ella jamás las dejaría solas.
Pero yo no estoy tan segura. Él no la vio desecha en llanto, ignorándonos como si no estuviéramos ahí hasta que lo sacaron. Por más que trato de olvidarlo no puedo.
Sé que no estoy siendo fuerte. Papá madruga y yo estoy aquí exigiendo su atención en mitad de la noche.
—Te quiero -digo, dejándolo ir a regañadientes.
—Yo también te quiero, Kat. Y ahora a dormir. Mamá vendrá de trabajar en un par de horas.
Él acaricia mi flequillo una vez más antes de irse tarareando como siempre hace y yo me refugio bajo la sábana. No mucho después siento la mano de Prim agarrar la mía.
—¿Te he despertado? —pregunto.
—Sí, pero no importa. ¿Estás bien?
—Estoy preocupada...
Algo cambió en papá el día del accidente.
Suena iluso pensar que uno podría salir de una así y seguir como si nada, pero es más impactante vivirlo que escucharlo de otras personas.
Papá no puede seguir trabajando en las minas pues su pierna tampoco volverá a ser la misma. Eso nos ha hecho obtener una pequeña indemnización en cuya letra pequeña venía el no hacer declaraciones al respecto de la escasa seguridad en los puestos de trabajo. Hasta le han buscado un nuevo empleo en la oficina central manejando los pedidos de carbón de los distintos distritos. El sueldo es la mitad de lo que solía ser, pero ya se acabó la incertidumbre de que se vaya y no vuelva.
Es por eso que mamá decidió tomar un trabajo en el turno de noche en el ambulatorio de las minas. Fue nuestra única alternativa ya que papá no se desenvuelve tan bien en el bosque como antes, y de ahí venía la mayoría del dinero de la casa. Se va de casa una hora después de que papá venga de su trabajo por lo que se ven muy poco al día, porque cuando mamá vuelve es cuando él se va de nuevo.
—Todo irá bien, mamá se está esforzando mucho y papá pronto volverá al bosque.
—Es cierto. Tal vez ya va siendo hora de que yo también aporte algo a la casa. Podría pedirle a papá que me enseñe a cazar.
—Es una buena idea. Yo también haré algo, mamá me va a enseñar el oficio de la sanación, entre su trabajo y las consultas de los vecinos no puede con todo.
—¿¡En serio!?
—Sí, fue idea mía. Somos Everdeens, no podemos dejarnos vencer, es lo que dice papá. Y yo creo que tiene razón.
—Wow. Entonces sí que voy a tener que esforzarme. Si mi hermana pequeña va a atender la consulta de mamá como hermana mayor yo no puedo ser menos.
Oigo a Prim reír, después me pasa un brazo por la cintura y pocos minutos después está durmiendo.
Yo no puedo conciliar el sueño aún. Cuando comienza a despuntar el día, mamá llega y papá comienza a prepararse para el trabajo. Es cierto que estamos pasando por un mal momento, por eso no puedo dejar que me afecte. Tenemos que permanecer unidos y luchar. No puedo dejarme vencer por el miedo o la preocupación, ya no soy una niña pequeña. Si mis padres están luchando por salir de esta, yo debo unirme a sus esfuerzos.
De repente me siento poderosa. Como si pudiera ser capaz de cualquier cosa si me lo propongo. Dejo el brazo de Prim a un lado procurando no despertarla pero no lo consigo. Me levanto de la cama y ella preguntándose donde voy se viene detrás. Ambas entramos a la cocina donde papá y mamá están hablando y comiendo juntos.
Ellos nos miran extrañados, pero no nos mandan a dormir de nuevo porque sienten que algo raro pasa.
—Papá, mamá. Gracias por todo el esfuerzo que están haciendo por nosotras. Me gustaría decirles que he decidido ser fuerte aportar yo también a la familia.
Al decirlo, unas lágrimas bajan por mi cara y mamá corre a abrazarme.
—Tú no te tienes que preocupar por eso hija mía. ¡Tienes once años!
—¡Eso no importa! Somos Everdeens. Papá siempre dice eso. Son malos tiempos y debemos superarlos. Debemos luchar para no hundirnos más aún, para ver juntos la luz de un nuevo día. Y así día tras día formar la vida entera. De ahora en adelante me iré contigo al bosque más a menudo. Aprenderé a disparar como tú, a hacer trampas y recolectar hierbas y lo voy a hacer les guste o no.
—¡Y yo también me esforzaré y aportaré a la casa! —agrega Prim.
Ahora es mamá la que llora y nos abraza a las dos a la vez.
—Estoy tan orgulloso de mis niñas... —murmura papá sumándose al abrazo.
Ya está decidido. A partir de mañana, la nueva Katniss entra en acción.
Katniss 15 años, Prim 11 años
—Deberías aprender sanación igual que te hermana —comenta mamá.
—No me gusta la sangre —digo.
—Aha... —murmura casualmente con la vista fija en el charco de sangre que ha dejado la liebre que estoy despellejando.
—¡Es completamente distinto! Me refería a "esa" otra sangre —Me defiendo.
Ella ríe.
—Sería útil si tú o papá se hacen daño en el bosque y necesitan primeros auxilios. Si algo inesperado les pasa.
—Ambos conocemos el terreno como la palma de nuestra mano, no creo que nos pase nada grave. ¿Qué te parece si lo miramos en otro momento? Aún debo ir a llevarles encargos a dos agentes de la paz y al alcalde y ya se está poniendo el sol.
—Está bien, pero no tardes, voy a empezar ya a hacer la cena.
Mamá me aprieta el brazo cariñosamente y vuelve adentro de la casa mientras yo termino de descuartizar la liebre. Reservo un pedazo para el jefe Cray y el resto para nosotros. Darius me encargó unos remedios hechos por Prim y el alcalde Undersee media docena de huevos de perdiz, es la época de cría, la mejor para conseguirlos. Lo pongo todo en una bolsa, me pongo la chaqueta y salgo de casa.
Papá aún está en el bosque. Cuando se recuperó siguió cazando, aunque le costó un tiempo acostumbrarse a la condición de su pierna. Ya no puede ser tan sigiloso como solía serlo, pero él se queda quieto como una estatua etre la maleza con una paciencia infinita. Ya se sabe los lugares con más afluencia de animales y siempre vuelve con algo. Además comenzamos a poner trampas de las cuales yo me encargo.
Prim abrió un puesto en el Quemador donde vende remedios en sus ratos libres y el cual llevamos un poco entre todos.
Ella pronto cumplirá los 12 y llegará el tiempo de su primera cosecha. Afortunadamente, ninguna de las dos ha pedido teselas por lo que nuestras posibilidades están al mínimo.
Eso es algo sobre lo que la gente del pueblo murmura. Desde que yo comencé a cazar y pescar en el lago con papá, tenemos unos ingresos de los que no nos podemos quejar, y la gente de la Veta que hace trueques con nosotros come mejor. Madge comentó el otro día en clase que su padre le ha dicho que la cantidad de teselas anuales del distrito ha caído, y siendo que la mayor parte de ellas venía de familias de la Veta, el margen de diferencia ya no es tan abismal como solía serlo. Antes de cada chico del pueblo que salía cosechado, cuatro de la Veta salían elegidos. El año pasado salieron dos chicos del pueblo y el anterior uno de cada.
Y aunque el sistema de teselas es una medida conveniente para enfrentar a los hablantes de diferentes clases sociales, las familias del pueblo con hijos están nerviosas ante ese cambio de tendencia.
Llamo primero a la casa del alcalde, la transacción se desarrolla sin novedad y luego me dirijo hacia las casas de los Agentes de la paz. Lo primero que noto es una agitación que no es normal. A esta hora los únicos en la calle deberían ser los Agentes de guardia, pero se ven muchos caminando deprisa o hablando en grupos.
Al llegar a la casa de Cray toco la puerta trasera y espero. Él me recibe con el uniforme de gala, lo cual también me resulta extraño.
—¿Está sucediendo algo fuera de lo corriente? —pregunto casualmente tras realizar la transacción.
—En verdad sí... Verás a veces desde la sede hacen inspecciones sorpresa y hace media hora me han llamado para avisarme de que un oficial viene de camino. Siempre hay algo de presión cuando algo así sucede.
—Entiendo —digo—. Imagino pues que será mejor si no hacemos cosas fuera de lo corriente.
—Chica lista —dice asintiendo—. Díselo a los demás. No me gustaría tener que azotar o detener a alguien.
Comerciar con cosas sacadas de más allá de la frontera está prohibido, pero los Agentes son los primeros interesados en que el mercado negro continúe. Incluso con su poder adquisitivo eso no les sirve de nada si al distrito no llegan demasiados alimentos. Al Distrito 12 solo llega fruta algo pasada, carne grasienta y harina la cual hay que tamizar primero para quitarle todas esas larvas. Sólo nos llega leche dos veces al mes y huevos una nada más. Ellos nos encubren normalmente, pero saben donde está el límite. No lo harán con un oficial delante.
Dejo al jefe con sus problemas y me dirijo a casa de Darius. Él vive en un apartamento en común con otros agentes de su rango por lo que raramente voy a él. Siempre suele ser él quien va al quemador a buscar lo que quiere pues está destinando en la Veta. Es uno de nuestros agentes más nuevos. Es simpático pero un poco pesado.
—¡Katniss!
Me doy la vuelta al escuchar su voz. Darius está en un grupo con varios agentes más vestido con el uniforme de gala, que es algo más holgado que el normal pero con botones, hombreras y el escudo de Panem en dorado. La verdad es que le sienta bien.
—¿Te gusta lo guapo que voy hoy? Me lo he puesto sólo para recibirte.
—Pasa que ya he hablado con Cray y estoy al corriente, pero buen intento.
Él ríe y me hace una seña para que lo siga.
—Vamos a casa, te traeré el dinero.
Le paso la mercancía en el portal y él desaparece adentro, cuando vuelve deposita en mi mano unas monedas.
—Ahí tienes. ¿Quieres un beso de propina? —bromea, él sabe muy bien que voy a negarme.
—Mejor su equivalente en efectivo —contesto, solo por si acaso accede.
—Vaya... —murmura decepcionado—. Me pregunto qué hay que hacer para que le hagas caso a uno.
—Pensé que los Agentes tenían prohibido ese tipo de cosas.
—Casarnos y tener familia. Eso no podemos. Pero en el reglamento no dice nada de salir con chicas.
—Aún no comprendo qué es lo que me ves— digo. Sólo soy una chica normal. Más tímida de lo que la gente piensa. Ni siquiera soy carismática—. Además, pensé que les obligaban a tomar bromuro ya sabes...
Darius suelta una carcajada.
—¡Eso es una leyenda urbana Katniss! Puedes decir lo que quieras, pero sé que hay chicos que van detrás de ti. Los he visto mirarte. Los nombres nos fijamos en esas cosas.
—¿Ah sí? Pues no me lo creo. De momento nadie me ha invitado a salir. ¿Quiénes son esos chicos? Tengo curiosidad ahora.
—No voy a delatar a nadie. El problema es que intimidas a los hombres con tu arco y eso por eso no te dicen nada. Pero a mí no me intimida, de hecho me gusta. Así que si quieres salir conmigo aquí estoy disponible en exclusiva para ti.
—¿Arco?¿Qué es un arco? —murmuro girando sobre mis talones. Sé que no lo haría pero eso no quita que me sienta intranquila porque un Agente de la Paz sepa tanto sobre mí y mis tejemanejes—. Nos vemos otro día.
—Piénsatelo.
Vuelvo la vista una vez más y le saco la lengua.
No estoy interesada en salir con nadie y no creo que eso de que le gusto a otros chicos sea verdad.
De camino a casa paso por el Quemador y ayudo a Prim a recoger antes de volver. Cuando pongo a los demás al corriente de la visita, deciden también volver a su casa antes de tiempo. Es de noche ya pero aún es temprano. Hay gente que se queda haciendo negocios hasta la madrugada.
En cuanto ponemos un pie en casa, mamá nos recibe pálida y agitada.
—¿Habéis visto a papá?
Prim y yo nos miramos.
—¿No ha vuelto aún?
—N-no... Katniss ¿Y si le ha pasado algo en el bosque? ¡No me gusta que vaya solo! ¡Sabía que tarde o temprano pasaría...!
—Voy a buscarlo —la corto.
Puedo sentir cómo la preocupación ya comienza a acelerar mis pulsaciones. No es normal en él estar fuera tanto tiempo. Normalmente calmaría a mamá y esperaría un poco pero no hoy. No con la visita...
Dejo las ganancias en el cajón y salgo de casa rumbo al bosque. La Luna creciente lanza un poco de luz al camino. Al llegar a la vaya noto algo extraño. Un zumbido que sólo había escuchado una vez antes... Por supuesto... La visita significa que la seguridad del distrito debe estar en orden. Papá ha quedado atrapado dentro del bosque.
—¡Papá! —lo llamo tratando de no gritar demasiado.
Unos instantes más tarde distingo algo de movimiento en la oscuridad.
—¡Kat! Ve a casa y traeme una manta. Como ves no voy a ser capaz de volver esta noche.
—¡No! Tenemos que sacarte, tu dolencia en la pierna no tolera el frío demasiado y lo sabes. Además habrá una inspección sorpresa en unas horas, el aerodeslizador debe estar a punto de llegar.
—Vaya... Está bien, tendré que esconderme bien.
—¿¡Y los animales salvajes!? ¡Hay pumas y lobos ahí afuera!
—Sólo será una noche. Piensa que los chicos de los Juegos del Hambre lo pasan peor.
—Volveré, espera ahí.
Me alejo corriendo mientras lo oigo gritar mi nombre en la distancia cosa que ignoro. Cruzo el pueblo y vuelvo a las viviendas de los Agentes de la Paz, me voy a la puerta de atrás de la casa del jefe Cray y golpeo la puerta con los nudillos desesperadamente. Lo oigo bajar las escaleras maldiciendo y abrir la puerta.
—Katniss... ¿Qué demonios...? —dice molesto—. Pensé que no ibas a hacer nada fuera de lo ordinario por ahora.
—Es una emergencia —digo—. La vaya fronteriza está funcionando y mi padre...
—Tu padre tendrá que aguantar la noche como pueda hasta que la luz se vuelva a ir mañana o tendremos que arrestarlo si los visitantes se enteran de sus aventuras. Y yo estaré en problemas.
Niego con la cabeza. Debo convencerlo para que me ayude.
—¿No podría quitar la electricidad por un momento? Solo por unos minutos...
—No tengo tiempo para ir para allá ahora. ¿Cómo quieres que justifique eso? Lo siento Katniss. Veta a casa. Es el último aviso que voy a darte.
Y tras eso me cierra la puerta en las narices. Sigo llamando, una y otra vez, negándome a darme por vencida. Al final debo hacerlo. Cray no va a abrirme la puerta y no quiero tentar más a su paciencia.
—¿Qué pasa, Katniss?
Me doy la vuelta para ver a Darius ahí plantado.
—¿Cómo supiste que estaba aquí?
—Los chicos te vieron pasar y lo estaban comentando... Ya sabes... Cray no tiene muy buena fama en ese aspecto.
—Oh, no, no, no. Él es incluso mayor que mi padre. Yo jamás haría algo así.
—Las mujeres que lo visitan no lo hacen porque sea el galán más apuesto del lugar. Lo hacen porque les paga bien. Ahora dime. ¿Qué asuntos tienes con Cray a estas horas?
Él no me va a ayudar... Nadie va a arriesgarse por nosotros. Así son las cosas.
Tal vez si lo tuviera de mi parte sería distinto. Nunca viene mal tener aliados en el poder.
—Te digo en un minuto. Pero antes me gustaría decirte que he pensado más detenidamente la propuesta de salir contigo que me hiciste en la tarde y he decidido aceptarla si aún te interesa a ti.
—¡Oh vaya! He de decir que me hubiera decepcionado mucho una petición algo más romántica viniendo de ti. Y lo digo completamente en serio... —Y su tono de voz cambia por otro más serio—. Estás en un lío. ¿Verdad Katniss? Me necesitas. ¿No es cierto?
—Iré directa al grano. Así es. Te necesito. Han dado la electricidad de la vaya fronteriza y mi padre quedó atrapado en el otro lado. Necesito que alguien vaya a quitarla solo para que él pueda salir.
Darius me hace una seña para que camine a su lado. Yo lo sigo mientras ambos salimos del jardín trasero de Cray y nos dirigimos a la verja.
—Tu padre está en casa. Él vino de trabajar y fue a darse una vuelta, cuando vio que una manada de perros salvajes estaba demasiado cerca de la vaya fronteriza. Como buen ciudadano que es, dio la alarma y yo fui a investigar el suceso.
—De acuerdo.
—Disparé unas cuantas veces para ahuyentarlos. El sonido de los cañonazos los asustó y uno de ellos fue abatido. Ahora dejando eso claro podemos ir tranquilamente a echar un vistazo.
Ok eso es. Le acabo de pedir salir a un chico y no... no he sentido nada de nada. Siempre lo ponen como algo especial y único pero ya veo que no es del todo verdad.
Caminamos en silencio un rato hasta que él rompe el hielo nuevamente.
—Nunca pensé que aceptarías salir conmigo. Debes querer mucho a tu padre.
—Bueno, si te consuela Darius, me caes bien. Y si no lo hicieras jamás te lo habría pedido.
A él parece hacerle gracia el comentario.
—Tal vez con el tiempo.
Y yo sonrío ante la idea de que él es mi... ¿Novio?. A decir verdad él es perfecto para mí. Nunca he estado demasiado interesada en chicos, no critico a las demás por estarlo, simplemente tengo cosas más importantes de las que preocuparme. De algún modo, pensar en una relación me hace sentir atrapada, pero con Darius no me pasa. Puede que porque sé que no puede comprometerse más allá.
Que tarde o temprano van a destinarlo a otro lado y esa etapa de mi vida terminará. Me hace poder relajarme, pensar en el presente y no tener que angustiarme por todo lo que eso significará en el futuro. Compromiso, boda, hijos... No quiero nada de eso, y Darius no puede dármelo. Habrá gente que no vea bien que salga con un Agente de la Paz pero no es el primero en hacerlo y no me importa. Que las lealtades de un Agente de la Paz estén con mi familia solo nos beneficia.
Llegamos al fin hasta la valla electrificada. En uno de los postes junto a la misma hay un panel que se abre con una llave que Darius lleva en su llavero. Teclea un código y eso hace que el color de la luz junto a los botones se apague. Me acerco a la valla para comprobar si el zumbido se ha ido. Lo ha hecho.
Darius y yo pasamos. Él enciende su linterna y yo comienzo a llamar a papá.
—Creo que sé donde está —digo—. Hay una vieja caseta junto al lago apuesto a que se ha refugiado ahí.
Lo conduzco hasta la misma y efectivamente, ahí encontramos a papá, sentado en un rincón sujetándose la pierna mala.
—¡Te dije que no ibas a aguantar toda la noche! —lo regaño tras ver su expresión de dolor— ¡Sólo han pasado unas horas y mira como estás!
—Está bien señor Everdeen, nos vamos de aquí —dice Darius intentando pasar su brazo por el hombro.
Al salir de la caseta, un ruido entre la maleza nos alarma. La mayoría de los depredadores tiene hábitos nocturnos. Algo ha venido a curiosear. Es por eso que no solemos meternos en el bosque de noche. Darius dirige la linterna hacia los arbustos. Los ojos del perro salvaje destellan con un brillo verdoso a la luz de la misma. El animal gruñe amenazadoramente y antes de que yo pueda si quiera sugerir que echemos a correr como alma que lleva el diablo, Darius ha sacado su pistola y le ha disparado varias veces.
—Esa cosa me vendría tan bien en mis días de caza... —pienso en voz alta.
Si me ve interesada podría incluso prestármela algún día.
—Katniss, carga al animal. Me servirá como prueba para el informe que tendré que escribir para justificar la desconexión temporal.
—¿No justifican también por qué está apagada la mayor parte del tiempo? —pregunta papá con curiosidad.
—Normalmente no porque la falta de electricidad viene de la misma central y no del panel de control que yo acabo de usar. Mantener la valla operativa cuesta demasiado. Si se hiciera caso al reglamento, el alcalde tendría que recortar de otros lados para ajustarse al presupuesto anual... Y eso podría implicar bajadas de sueldo a nosotros los funcionarios. Es por eso que los destinados aquí lo encubrimos y no ponemos impedimentos.
—Tiene sentido —contesta papá—. Y si eso a su vez nos beneficia a nosotros bienvenido sea. Por cierto creo que podré caminar por mí mismo.
—¡Papá, mira nada más tu cara de dolor!
—Sólo tendré que ir a mi ritmo, tras media hora junto al brasero estaré como siempre.
Aunque ya no trabaja en la misma mina, papá sigue teniendo contactos en ellas. Un par de veces por semana su amigo el señor Hawthorne nos trae una bolsa con carbón a cambio de algo de comida para su familia numerosa.
Darius y papá discuten sobre eso, pero al final él se sale con la suya. Apoyado en su bastón va mucho más despacio, por lo que debemos adaptarnos a su ritmo.
Una vez fuera, Darius vuelve a habilitar la seguridad y me pide al perro salvaje que ha abatido antes.
—Bueno Everdeen si no hay nada más en lo que pueda ser de ayuda voy a regresar a casa antes de que Cray nos llame.
—Creo que ya no voy a abusar más de tu amabilidad, Darius —contesta papá—. Pero siento curiosidad por algo... ¿Por qué decidiste arriesgarte tanto por venir en mi ayuda?
—Oh, dejaré que Katniss le cuente los detalles. Sólo diré que no podía dejar a mi suegro pasando frío en la calle.
Papá levanta una ceja y luego gira la vista hacia mí lentamente como quien no entiende nada.
—¿Cómo que suegro... Kat? ¿Qué significa esto?
Siento calor en mis mejillas. Si no fuera por las valla ahora mismo preferiría incluso volver al bosque con los depredadores.
—¡Solo a ti se te ocurre llamarle suegro a mi padre después de llevar saliendo juntos... ¿Cuánto? ¿Media hora?!
Y no echo a andar por delante porque debo ayudar a papá a llegar a casa. Darius nos escolta hasta la bifurcación bromeando sobre nuestra "primera pelea" y papá repite que no puede creerlo una y otra vez.
Cuando nos quedamos solos...
—Pero hija... ¿Tú le quieres? ¿Están enamorados?
—Es simpático —respondo.
—Eso-
—No contesta a tu pregunta —le corto—. Pero no le des más vueltas, en realidad es muy sencillo. No estoy interesada en enamorarme. En tener un esposo y verlo morir en la mina como casi te vemos morir a ti. En tener hijos y verlos morir en los Juegos como mamá vio a su mejor amiga, en lo que me podría pasar a mí o a Prim. Así que si he tomado esa decisión, mejor aprovechar...
—¿Aprovechar qué?
—A Darius le gusto y él no se... quizá me gusta también, supongo. Me hace reír y eso. Tenerlo de nuestra parte nos beneficia en muchos sentidos. No te atrevas a negarlo.
Papá medita un momento mientras caminamos en silencio por las destartaladas calles de la Veta.
—Cuando conocí a tu madre en aquella botica pensé que era muy guapa y amable. Pero algo más... algo más despertó en mí. Un sentimiento que me aceleraba el corazón y me quitaba el aliento. Unas tremendas ganas de hacerla feliz y ser feliz junto a ella. ¿Te hace a ti él sentir eso? ¿Sientes tú también el corazón desbocado y la respiración cortada? Es la forma que tiene el amor de hacerse notar.
—No sentí eso. Y espero que dicho sentimiento no me pase nunca. Nunca.
En las películas románticas, algunas chicas son obligadas a casarse con alguien que no aman, por designio de los padres. Pero esto no es una película romántica. Esto es la vida real. Una constante lucha por vivir la luz del nuevo día un día más. Y salir con alguien a quien no amo no tiene por qué ser precisamente una mala idea. No tengo interés en vivir eso y ya que no me gusta desaprovechar mis oportunidades, mejor usarlas a mi favor.
—Eso no es algo que tú puedas decidir —me dice con una triste sonrisa—. Algún día te pasará, y cuando lo haga ya podrás poner todo tu empeño en olvidarlo o hacerlo desaparecer. No va a funcionar.
—Lo veremos —respondo yo.
Aquí está el primer capítulo de este regalo con cariño para Hikari Caelum, es una historia donde el señor Everdeen no muere, y en este capítulo se sientan un poco las bases de la vida que hubiera llevado Katniss. Ella es muy luchadora de por sí con padre o sin él, y él es muy inspirador por eso pensé que la familia permanecería unida a pesar de las nuevas dificultades. La reacción de la mamá es también muy diferente con su esposo al lado. Está peleando con ganas y eso también motiva a Katniss.
Otra consecuencia de ello es que Gale y ella nunca se hacen amigos, aunque ella le conoce de vista por ser vecinos y por ir él dos cursos por delante de ella en la escuela.
Lo de los pairings fue algo para lo que tuve que pedir permiso primero ya que en restricciones solo se permitía para Katniss el Everlark, pero se instaló en mi cabeza la idea de que ella usara eso a conveniencia. Katniss no es fría ni calculadora pero es una superviviente, creo que gran parte de la culpa por la que ella no quiere tener hijos es por todo lo que sufrió para sacar a Prim adelante en la línea original, pero no quería despojarla de eso tampoco. No lo sentía correcto, así que conservé esa faceta de ella y la circunstancia se dio para que cada uno de ellos Katniss y Darius sacaran provecho de la situación. Él es un chico joven que la vida lo ha llevado a un sitio distinto del que se crió y quiere a alguien a su lado, y Katniss no quiere familia pero Darius le proporciona seguridad. ¿Quién sabe si ella encontrará más adelante esa chispa de pasión en alguien más algún día? *guiño, guiño*
Eso es todo por ahora... ¡Mañana más!
