Segundas Oportunidades
Azimio dio un trago de su taza de café y suspiró fastidiado mientras intentaba leer algo de ese maldito diario. Nunca aprendió muy bien el ruso: no era su idioma y, antes de dejar Lima, lo practicaba muy poco; aún viviendo desde hace cinco años en Rusia, no podía ponerse al corriente. Escuchó unos pasos y abandonó la idea de leer. Miró el reloj, eran casi las ocho.
— ¿Otra noche sin aparecer por casa, Jefe? - no tuvo que levantarse del sillón para saber que Dave se dirigía hacia donde se encontraba -.
— ¿Ha sucedido algo? – su amigo tenía el pelo revuelto, la camisa arrugada, la chaqueta de su traje reposaba sobre el antebrazo y había visibles marcas en el cuello que el tercer botón de la camisa no podía cubrir -.
— ¿Aquí? Nada… pero parece que anoche te metieron un repaso - Dave rodó sus ojos con impaciencia -.
— Mira Z, no eres mi padre. Soy mayorcito para saber qué es lo que hago por las noches como también sé que puedo llegar a la hora que me dé la gana – Azimio se puso de pie para enfrentar a su amigo -.
— ¿Y Trent? Mira como vienes… ni siquiera disimulas que…
— ¡Basta! - rugió Dave molesto -. Trent sabía en lo que se metía, se lo dejé bien claro cuando empezamos y si él ha seguido es porque ha querido. Además, todo mundo lo considera "El señor", mi pareja; lo tratan como si lo fuera, tiene su propia empresa, sus beneficencias y todas las cosas que quiere...
— Pero tú no le das el lugar que se merece en tu vida. Mira… - Dave apretó sus maxilares y se acercó al otro peligrosamente molesto -.
— No. Te. Metas. Esto no te importa, lo que Trent y yo tenemos es nuestro asunto. No te he pedido ningún consejo - giró y siguió hablando -. Me daré una ducha y marcharé a la oficina. Te aviso que hoy tampoco volveré a la hora de dormir, tengo una reunión en Moscú - Az se sorprendió ya que ni siquiera le había dado tiempo a recordarle el evento de esa noche -.
Por su parte, Dave subió las escaleras apresuradamente ya que tenía el tiempo justo como para llegar a su oficina. Al entrar a su habitación vio a Trent dormido en su cama. Aquello no entraba en el trato - incluía que no durmieran juntos - pero éste parecía haberlo olvidado desde hace varios años.
Entró a la ducha para borrar cualquier rastro de su encuentro con ese miembro de la embajada China. Había sido un gran polvo después de haber firmado la comercialización de sus productos… lo único que le había molestado un poco es que el chico había parecía dispuesto a marcarle todo el cuerpo y eso era algo que odiaba particularmente. Cuando salió de la ducha, Trent ya estaba despierto y con la bata puesta. Dave soltó un escueto 'buenos días' mientras cogía su ropa. Fue cuando estaba terminando de anudarse la corbata, que el muchacho le habló, por fin.
— Pensé que llegarías a la hora de dormir - Dave se giró para mirarle -.
— Trent, por favor. Sabías como sería esto desde el principio y… - este se acercó, terminó de acomodarle el nudo y aliso su camisa azul -.
— Lo sé, no te reclamo nada. Es solo que me preocupé por ti - David asintió y agarró su chaqueta gris -. Ya mandé a alguien para que recoja tu esmoquin para esta noche.
— ¿Esmoquin? No necesito esmoquin para mi reunión en Moscú - Trent se quedó congelado por un segundo y su mirada cayó -.
— No lo recuerdas, ¿verdad? Hoy me entregan el premio de la asociación. Darán una fiesta de gala en mi nombre – el mayor ni siquiera recordaba haber hablado de eso -.
— Lo siento, Trent. No puedo postergar mi viaje a Moscú, es de suma importancia - asintió dándole la espalda en un intento de contener la tristeza, Dave se acercó a él y colocó sus manos sobre los hombros tensos del hombre -. Azimio te acompañará en mi nombre.
— Sí… siempre lo hace.
— Te lo compensaré, lo juro - Dave se sentía terriblemente avergonzado por haber olvidado eso; no obstante, miró su reloj. Era muy tarde. Besó suavemente el cuello de Trent y cuando estaba por salir de la habitación la voz de su amante le detuvo -.
— No quiero otro coche lujoso, ni un condominio ni otro yate con mi nombre, Dave. Gracias, pero esas formas de compensarme ya no sirven – Karofsky se quedó allí, de pie, durante unos segundos, mirando a Trent y después salió de la habitación. No podía darle más; o lo entendía o tendría que alejarse para siempre -.
Blaine suspiró cansado, se retiró las gafas de pasta y frotó el puente de su nariz. El frío estaba calando sus huesos pero no ayudaba a que se calmara en lo más mínimo. Allí delante, en el ordenador, se encontraba el motivo de por qué debía regresar a América... De repente, unos brazos amplios le abrazaron cálidamente por detrás y no pudo más que sonreír. Dejó caer su peso hasta apoyarse contra el otro cuerpo y otorgó unos pequeños y juguetones besos por el cuello, hombros y nuca.
— Realmente no comprendo a qué le das tantas vueltas, Peeta - Blaine rió entre dientes -. Digo… ¡eres estupendo! Has ganado premios en varios festivales independientes de cine e incluso reconocieron "Wolf's Dance" como mejor película animada, en los anteriores Oscar - el director se encogió de hombros, restándole importancia -. Es sólo América, Blaine… pudiste con Dinamarca, Francia, Reino Unido, España y Canadá. Puedes con ellos.
Anderson asintió silencioso. Después de todo, Finnick no sabía nada. Nada que él no le hubiera dicho. Habían pasado demasiadas cosas desde la muerte de Cooper pero no había muchas que hubieran cambiado para bien. No, desde su punto de vista.
En algún punto de su depresión, terminó acostándose con su mejor amigo y acabó disfrutándolo plenamente, como si el cuerpo delgado pero firme de Kurt fuese un bálsamo que calmaba sus heridas. Porque él lo sabía todo y entendía el dolor de la pérdida. Ninguno necesitaba máscaras o explicaciones, sólo calor y abrazos. Y contra cualquier pronóstico, también terminó separándose de él: por una parte, Kurt quería estudiar diseño de modas mientras trabajaba en algunas compañías teatrales en París; por otra parte, porque él era parte de su pasado. Y lo que más deseaba era olvidar el pasado.
Sin pensárselo demasiado, se mudó junto con Liam a Frederickboard (Dinamarca) ante una pequeña oferta de trabajo que le ofreció uno de sus profesores. Al principio, nadie le conocía y todos le ignoraban pero, poco a poco, con la ayuda del dinero de su tío y su propio talento, terminó haciendo películas consideradas como cine de culto por una pequeña parte de la población.
Aún así, Blaine no era feliz. Por más que lo había intentado, la depresión seguía yendo y viniendo, especialmente en la fecha del cumpleaños de Cooper. Fue hasta que, sin esperarlo, conoció a Finnick Odinson. Llegado de Estados Unidos, al igual que él, se había ganado su amistad, cariño y respeto en un periodo relativamente corto. Era todo lo que antes había deseado en un chico y que jamás creyó posible: era alto, guapo, divertido y era un actor excepcional.
Pero no era él. Y por ese motivo, no podía ser perfecto.
Por mucho que lo intentara, Finnick era incapaz de animarlo en sus días de depresión así como tampoco podía evitar que corriera a los brazos de Kurt y se derrumbara en ellos.
— Nunca dije que no pudiera con América, Finn - se volvió hacia el muchacho con una sonrisa luminosa y encantadora en la cara. Definitivamente, contagiosa -. Solo... no sé… Ya ves, no me gusta aquello de "la vida pública de los ricos y los famosos". Aprecio mi anonimato.
Finnick le besó profundamente y, con ello, robándole el aliento. Antes de apartarse y dejar a Anderson con la vista ligeramente desenfocada.
— Vamos, amor... ¡será divertido! Hace demasiados años que no vamos por allí... y ya sabes que quiero presumir de mi adorable y talentoso prometido.
Blaine suspiró incapaz de llevarle la contraria y acabó por ceder al mismo tiempo que se tapaba los oídos, evitando así los vítores que se estaban produciendo.
— ¡Oh, sí! ¡Deja que se lo diga a Yura! Cuando sepa que vamos a Hollywood, estará la mar de contento.
— Creo que sólo quieres ir allí para coquetear con cuanto hombre se te ponga en frente - Blaine bromeó dándole una juguetona cachetada pero Finnick la interceptó, lo tomó por la muñeca y le besando la palma de la mano -.
— Boh, ¿para qué? Tengo al hombre más atractivo en mi posesión. Jamás querría a alguien distinto.
— Kurt también irá. Con Sam, Tina, Mike y Aldric - Odinson frunció la nariz-. ¿Qué esperabas? Kurt es uno de los personajes principales de la película.
— No me agrada... – rumió - no puedes pedirme que me guste la idea cuando al menos, una vez al año, me ruegas desesperadamente que te deje ir con él para follar - algo que no podía negarle , sobretodo, cuando parecía completamente roto y desamparado -.
— Tiene a Sam - repuso Blaine como si no fuera la primera vez que hablaban de todo aquello -.
— Y tú me tienes a mi - el silencio se apareció como un manto que sobrevolaba por encima de sus cabezas. Las manos del más alto se permitieron estrujar posesivamente la cintura de Blaine -. Prométeme que cuando nos casemos no harás más cosas como esas.
— No lo haré – Blaine lo besó lento, lánguido, amorosamente, ante la duda que se instalaba en los ojos azules -.
— Te maldigo, Anderson... - jadeó posando las manos en las nalgas de este, en el mismo momento en que los gemidos ahogados de su chico, parecían vibrar contra su cuello -. Me tienes así, tan fácil...
— Es mi don - jugueteó el pelinegro. Ya tendría tiempo para pensar en el estreno… y saldría a luz, gustase o no a la gente -.
Hummel miró por enésima vez el periódico y gruñó. ¿Es que esos hombres cagaban dinero? Era el tercer diario en esa semana en el que mencionaban - aunque fuese de la manera más ínfima - los nombres de Trent Nixon, David Karofsky y Sebastian Smythe. Y tan solo era un jueves cualquiera.
Lo peor es que, o bien pagaban cantidades exorbitantes para omitir ciertas noticias de carácter comprometedor o los Karofsky era una familia de santos puritanos. Se inclinaba más por la primera opción que por la segunda.
A diferencia de Blaine, los cambios que los años dejaban a su paso eran más notorios: los primeros dos años, tras su regreso a Paris, pasaron por su cama más hombres que en todo lo que llevaba de vida y estaba muy seguro que, una gran cantidad de estos, puso en duda su sexualidad al pasar por su lecho.
No fue hasta su penúltimo año en la universidad que la situación dio un giro inesperado. Aún recordaba a Blaine desmoronándose en sus brazos, murmurando cuanto lo extrañaba y maldiciendo su estupidez, antes de que ambos se besaran. Fue un beso triste, lleno de lágrimas y deseos que jamás podrían cumplirse. Los preliminares fueron en el sofá de la casa de Liam; después, un ritmo lento y necesitado, ansioso de caricias de unas manos demasiado alejadas a ellos y de unos labios que jamás volverían a saborear.
Ese se volvió su ritual y su secreto. Uno en el que incluso Blaine no accedió a eliminar cuando conoció a Finnick, unos años más tarde, en Dinamarca. Siempre regresaba a sus brazos cuando más le necesitaba. Suspiró, regañándose a sí mismo por divagar en ese tipo de temas. "No es el momento, no aún", se decía a sí mismo. No podía permitir que se introdujeran en su cabeza más de lo que ya estaban ellos. Con una taza de café en sus manos, dejó el periódico atrás y regresó a su habitación, repasando mentalmente todos los diseños que tenía que terminar de elaborar y las líneas del nuevo musical que Sam estaba escribiendo para él.
Sonrió cuando encontró al rubio enredado entre sus sábanas. Jamás pensó que saldría con el ex novio de Mercedes, con un ex compañero de la escuela y menos, tras advertirle que él tenía demasiada 'mierda' encima y que, posiblemente, nunca podría amarlo como se lo merecía. Pero Evans siempre le sorprendía. Éste solo encogió de hombros y le dijo que lidiaría con ello, que lo amaba y lo aceptaba a pesar de lo roto que estaba. Incluso, no puso demasiadas pegas cuando le mencionó su condición de dejar de acostarse con Blaine cuando lo necesitara. Tal vez, porque sabía que lo necesitaba pero Kurt se inclinaba más a que Sam lo conocía demasiado bien; a tal punto que de negarle la posibilidad, no serviría de nada.
— Sebastian, querido, creo que es momento de publicar vuestro compromiso - el hombre asintió. Después de tres años de noviazgo, por fin entraría a la familia Ivory para aumentar su fortuna y poder -.
— Será un placer, condesa. Sabe que desde que conocí a Alan, no puedo tener ojos para nadie más y me hace muy feliz tener este compromiso.
— Sebastian, nada de formalidades. Puedes llamarme Teresa. Seremos familia, Alan te adora. Espero que seáis tan felices como yo lo fui con su padre.
— Lo seremos, se lo aseguro - la condesa le sonrió y él intentó parecer feliz -.
— Ahora, te invito a que te quedes. Sería muy tonto por mi parte no suponer que vosotros dos ya habéis compartido el lecho. Anda, ve con mi hijo y pasad una excelente noche juntos.
Smythe salió del despacho de la condesa y caminó por los pasillos de la mansión hasta la habitación de Alan. Originalmente, los dos debían estar presentes pero Alan era tan recio a tener que ver con su posición en la nobleza que prefería que él arreglara ese tipo de cosas con su madre. Desde que se conocieron que se llevaron muy bien: Alan era un chico bastante práctico y eso le agradaba, sobre todo porque no tenía que fingir ser un tonto enamorado.
— ¿Has terminado, por fin, de decidir cuándo nos casamos? - Alan tenía el rostro casi pegado a su libro -.
— Pensé que no querías estar en esa reunión - Sebastian empezó a desvestirse sin prestar atención a su prometido -. ¿Te ha molestado que me reuniera con tu madre?
— No, es solo que me choca que mi madre piense que tiene a una doncella como hijo – sintió como le miraba intensamente. Sabía que le deseaba y esa era la parte frustrante de su relación. No estaba del todo satisfecho con su intimidad -.
— Eres un noble rico y joven, tu madre solo cuida de ti - se metió a la cama junto a su prometido y se tensó al sentir el otro cuerpo sobre el suyo -.
— Nosotros somos unos pordioseros a comparación vuestra. Mi madre está simplemente loca - Alan le besó intensamente y le correspondió a la vez que cambiaba inmediatamente de posiciones -.
Dejó a Alan con la espalda pegada al pecho mientras le acariciaba lánguidamente. La preparación fue lenta y mesurada como siempre, Alan se quejaba y gemía su nombre mientras Sebastian se concentraba en lo que tenía que hacer. Follaron como siempre, el sexo con Alan siempre había sido... bueno. Escucharle gemir era excitante, también lo era verle y como ya venía siendo habitual, Alan fue el primero en correrse. Smythe salió de dentro de él y cerró los ojos para masturbarse, intentando negar ciertas imágenes que surgían en su cabeza. Regresó a la cama con su amante abrazado a su pecho.
— Sebastian, ¿puedo preguntarte algo? - tenía el rostro cubierto por su antebrazo pero el hijo de la condesa pudo divisar como asentía -. ¿De verdad que disfrutas esto?
— ¿Esto? - Sebastian se incorporó para mirar a Alan -. ¿No te sientes satisfecho conmigo?
— Sí. En realidad creo que tú eres el que no te sientes satisfecho conmigo - lo miró sin mover un solo músculo -. ¿Cómo es el sexo conmigo, Sebastian?
— Satisfactorio – contestó con estricta seriedad. Alan se abrazó más al otro joven y besó suavemente su pecho -.
— ¿Así fuiste con todos tus amantes?
— Claro - contrajo su rostro. Mentía y lo sabía. Pero él no era ya no era ese Sebastian y ya no volvería a serlo jamás -.
— No puedo creer que estemos en el lugar más frío del mundo, ni siquiera el polo norte es tan condenadamente helado - Hummel refunfuñó por enésima vez. Tenía la nariz, las orejas y las mejillas enrojecidas y se abrazaba a sí mismo, sintiendo como Sam cogía una de sus manos y la apretaba cariñosamente -.
— Vamos, no lo es tanto como las tierras de "la Bruja Blanca" - Kurt se volvió a mirarlo y puso los ojos en blanco mientras Evans tenía esa mirada de ignorante que tanto lo caracterizaba -.
— ¿Tengo un fetiche por los geeks o es una simple coincidencia? - Sam rió entre dientes, contagiándole a Kurt su buen humor -.
— Dímelo tú - el actor negó rendido y dejó que Evans le besara la mejilla sonoramente -. Además, recuerda que esta es tu oportunidad para trabajar con los grandes. Sino fueras un excelente diseñador, Nicole no te hubiera escogido como su remplazo.
Kurt solo asintió, deteniéndose frente al enrejado de la casa de la Condesa Ivory y llamó. No es que Hummel desconfiara de sus habilidades... ¡jamás lo hacía! De hecho, podía presumir sin temor a represalias, que estaba entre los cinco mejores diseñadores de la firma "Nicole Le Brunt", muy a pesar de su casi inexistente fama. Solo era que la gran oportunidad que le ofrecieron en un principio, no era precisamente la que más le agradara aceptar.
La puerta de la mansión se abrió y dos del personal de seguridad les dejaron pasar. La mansión tenía las dimensiones de un castillo pero no tuvieron mucho tiempo para conocerlo; un pequeño coche los esperaba para dirigirse a la puerta principal. A continuación, los llevaron hasta uno de los salones en donde, segundos después, llegó una mujer joven que distaba mucho de ser la condesa.
— Lamento la demora. La condesa no puede reunirse en persona pero me pidió que usted se encargara de revisar los modelos y de tomar las medidas a su hijo, quien está por llegar de un momento a otro.
Kurt tragó con dificultad y Sam le empujó suavemente, animándolo a reaccionar. De inmediato, Hummel sacó su libreta de bocetos y le mostró a la dama aquellos diseños que habían sido aprobados por la mismísima Nicole, aún desconociendo ambos, la situación en la que el traje sería utilizado.
— Personalmente, recomiendo este y este - Kurt señaló dos dibujos -. Resaltarán perfectamente la silueta del joven conde y lo harán ver elegante, sobrio y moderno. También dependerá de lo que él busque. En cualquier caso, se pueden hacer unos retoques por aquí y por ahí o añadir un par de accesorios que le den mayor personalidad a su look.
— ¡Grandes diseños! Estoy segura de que le encantarán a la condesa - unos pasos interrumpieron a la mujer. Un chico alto, delgado y con gran porte se presentó resguardado por dos guardias de seguridad -.
— Buenas tardes. Alan Ivory - les tendió la mano ganándose un quejido de horror por parte de la mujer que los observaba -. ¿Quién de ustedes es Kurt Hummel?
— Soy yo - el aludido dio un paso al frente y sonrió pese que la simple acción, parecía provocarle dolor físico -. Un placer conocerle, conde Ivory.
— Alan, por favor - contestó cortante -. Me gustaría ver sus diseños.
Hummel tragó duro antes de cedérselos, repitiendo las mismas explicaciones y sugerencias y haciendo hincapié en las cualidades que la prenda podría aportar a su figura.
— Sabe, entiendo muy poco de estas cosas… mi madre ha insistido en que todo se realice con gran lujo como también mi prometido. Por lo tanto, me tomo la libertad de preguntarle sobre cuál de estos exquisitos trajes usaría para fiesta de compromiso.
Sam se asomó para ver los dibujos, sonriendo tontamente al imaginar a su chico vistiendo todos y cada uno de los diseños. Hummel, sin embargo, afiló la mirada y apretó fuertemente los puños, sintiendo como un torrente de sensaciones le quemaban por dentro al repetirse aquellas palabras, una y otra vez en su cabeza. No por nada, había tenido a Smythe y a Karofsky en el punto de mira como para no reconocer al prometido del suricato.
Apelando a su profesionalidad, echó un vistazo a sus diseños, deseando quemar todos y cada uno de ellos. No quería ayudar a la felicidad del maldito asesino de Cooper, aunque eso no cambiara el hecho de que Timón acabaría por desposar a ese estúpido niño rico.
— Ese, el de color borgoña, que tiene un corte exquisito. O este, el azul eléctrico, que no solo por su forma sino que también resalta los colores claros de sus ojos.
— El que sea mejor, puede tomar las medidas que necesite. ¿Cree poder diseñar algo para mi prometido? Tal vez algo sencillo y clásico... Sebastian es muy sobrio, le gustan los colores oscuros.
— Por supuesto... pero será un costo extra que deberán negociar con madame Le Brunt.
Los dientes de Kurt rechinaban a su vez que sacaba la cinta métrica de su bandolera para conseguir las medidas necesarias. Tenía deseos de rodear el cuello del conde y tirar de la larga tira hasta que solo hubiera un rígido cadáver pero, sin embargo, desechó la idea ante la falta de privacidad y verdaderas razones de peso que apoyaran a la irracional ira que
— El costo no es problema, hablaré con Sebastian para ver si se puede reunir con ustedes dos. Él y su socio son hombres muy ocupados.
— Si, he leído sobre ello. Sebastian Smythe y David Karofsky, ¿no? - Hummel sonrió si bien se apartó del conde lo más posible para prevenir que sus manos hicieran alguna estupidez -. He oído hablar de ellos en la prensa.
— Son la tercera fortuna del mundo, han trabajado duro para eso; David es un hombre muy dedicado. Debí llamar a Trent para que me ayudara con esto. Él sí que sabe de estas cosas… Perdone, Trent es el novio de David. Llevan varios años juntos.
— Sí, lo sé. También he oído sobre él.
Sam no sabía si sentirse nervioso o abrumado, el caso es que estaba seguro de que sea lo que fuese lo que el conde estuviera diciendo o, el tono con el que hablaba, provocaba irascibilidad en Kurt. Sabía que apenas podía controlar su afilada lengua o cualquier acto que pudiese arruinar a su cliente.
— ¿Y por qué no le llamó, si el "señor Nixon" era capaz de ayudarlo con su atuendo de compromiso? – preguntó en un murmuro, escupiendo la última palabra en un viperino siseo -.
— Lo olvide completamente. Le llamaría ahora pero Trent debe estar muy ocupado en estos momentos. ¿Cuánto durará su estancia en Rusia?
— Un par de semanas – fue Sam quien se adelantó para contestar. De esa forma, distrajo al conde de Ivory de su novio y sus ansias por estrangularlo con la cinta métrica, o de la posible tentación por cortarle la respiración a base de apretar su cintura y hacer ver su muerte como un accidente de trabajo -. Después nos iremos directamente a los Estados Unidos. Kurt hará su debut como uno de los protagonistas de una película dirigida por el director Blaine Anderson. Tal vez no le conozca pues sus trabajos son más para críticos de cine y público indie, pero es bueno.
— ¿También es actor? Curioso... No pensé que se dedicara a otra cosa y la verdad es que no conozco al director Anderson. El cine no es una de mis aficiones.
— Soy más nuevo en el diseño de modas que en la actuación - contestó Hummel, alejándose de Ivory para anotar los datos que había ido obteniendo, en una libreta -. Eso es todo. Tan solo necesito saber para cuando lo necesita y así, poder asignar una fecha para que se lo pruebe y realizar los arreglos que necesite.
— Una semana. ¿Es poco tiempo para usted? Espero que no. Sebastian y yo queremos anunciarlo cuanto antes.
Kurt respiró lo más lento y profundo que pudo, agradeciendo que Sam lo cogiera de la mano y le acariciara con el pulgar.
— Una semana está bien, traje mis herramientas de trabajo. Si sigue interesado en que diseñe la ropa de su prometido, hágamelo saber cuanto antes para poder ir a verlo. Tomaré su forma física para elaborar un par de diseños, a ver si le gustan a la... - se mordió la lengua - al señor.
— Muy bien, se lo diré por la noche; mañana mismo tendrá la respuesta. Gracias por venir. Ahora mismo les acompañarán a la salida.
— ¡Que desagradable es! - el rubio miró como su novio iba y venía con la tela en las manos y con un lápiz sobre su oreja. Estaba que sacaba fuego por la boca - ¡Es un presuntuoso hijo de mamá! ¡Apuesto a que no puede ni sabe hacer nada!
Sam le dejó gritar y maldecir. Blaine le había explicado que si le apreciaba su vida, lo mejor era no interferir en sus desplantes. No fue hasta que Hummel se dejó caer que lo abrazó y besó su espalda con mimo, en un intento por hacer desaparecer los nudos de tensión que se acumulaban en aquellos hombros tensos.
— ¿Qué es precisamente lo que te molesta, Kurt? ¿Que el hombre no sea más interesante que una piedra o el hecho que esté saliendo con Smythe?
El diseñador resopló indignado pero Evans negó incrédulo con la cabeza. Seguidamente, se dedicó a desabrochar la camisa botón a botón, palpando la tibia piel y agradeciendo que no se negara.
— Soy algo torpe, Kurt, pero no tonto. ¿Te molesta?
— No - Sam rodó los ojos pero no dejó de desvestirlo – es solo me desespera la gente tan... tan...
— ¿Tan poco apasionada? ¿Tan ecuánime? ¿Tan prepotente? ¿Tan desinteresada?
— ¡Eso! - refunfuñó al acariciar las manos blancas que le tocaban ceremoniosamente -.
— Y el que el tipo no supiera que fuiste novio de Smythe, o saber que se iban a comprometer pronto… o tal vez que te pidiera confeccionar, no solo su traje, sino el de Sebastian. No tiene nada que ver, qué va - Evans le mordió la oreja, sintiendo como el otro cuerpo se estremecía -.
— Nada - rumió un Kurt incapaz de darle fuerza a sus palabras al ser sacudido por las manos y boca de su pareja -. No sé por qué te empeñas en esto, Sam. Estoy contigo. Sabes que lo odio, Incluso sabes que la familia de mi madre los espía gracias a que lo pedí encarecidamente, buscando un pequeño resquicio para destrozarlos...
— Y eso refleja lo mucho que lo quisiste, Kurt.
— Fueron sólo tres semanas – replicó a la defensiva -.
— Que no has podido dejar atrás…
Sin más, Kurt dio la vuelta en brazos del escritor y le propinó un demandante beso. No quería escucharlo más.
La tela cayó junto con las tijeras y la cinta, mientras se revolcaban sobre las sábanas. Se arrancaron las prendas y se besaron con desesperación… o al menos, Kurt lo hizo mientras Sam trataba de controlar aquel fuego desbordante. Sin preparación previa, Hummel se empotró sobre la erección palpitante del rubio, agarrándole de las manos y mirándolo fijamente, rechazando cerrar los ojos. Debía recordar que estaba con Sam, que ese hombre adorable y maravilloso era su pareja; que aquel que le había roto el corazón como a Blaine, se merecía cualquier tipo de desgracia... Si Smythe no se daba cuenta que desposar a ese conde era un suplicio, allá él. Se lo merecía por su sed de poder. Era una tortura a largo plazo forjada por su propia mano pero eso no lo libraba de la venganza de Kurt Hummel. No había esperado tantos años, recolectando información y guardando silencio para dejarlos vivir felices por siempre.
Ah, no... David Karofsky y Sebastian Smythe aún no habían topado con la horma de su zapato. Kurt apenas iba a empezar a jugar con ellos...
Parecen años desde el final de Historias de Lima jajajjaa.
Lo prometido es deuda y aquí tienen la segunda parte. Aquí, ya han podido leer, cada uno de nuestros protagonistas tienen una vida desgraciada y llena de odio por un lado, indiferencia por el otro, remordimientos... Bueno, esto es un vil des... pero así es la vida. Así que los chicos tendrán que buscar la felicidad.
Por cierto, en este fic me temo que Dave, mi amado y guapo Dave, será un hijo de puta de esos que no sabes si amar u odiar. Primera vez que le hago algo así a mi chico, pero que les puedo decir, uno escribe lo que puede.
Un abrazote, y nos vemos el próximo domingo. Feliz navidad
Acm y Name.
