Disclaimer: Los personajes del Potterverso son de J.K Rowling. Esta historia participa en el Reto Temático de Febrero de La Noble y Ancestral Casa de los Black.

Este fic ha sido beteado por Adhy Rosier Moon.


Rowena se dejó caer sobre la cama, de espaldas. Dos lágrimas recorrieron senderos gemelos por las comisuras de sus ojos, perdiéndose en su pelo. Seguía sin tener noticias de Helena y eso la rompía por dentro, aunque no lo dejaba entrever.

Ella era la bruja más inteligente de su época. Ella había sido cofundadora de un colegio de magia y en su casa estaban los alumnos más inteligentes y sabios de Inglaterra.

"Una inteligencia sin límites es el mayor tesoro de los hombres" ese era su lema, e intentaba aplicarlo en todas las parcelas de su vida.

Y aun así…aun así no había sido lo suficientemente inteligente como para comprender a su hija. Como para no perderla. No había sabido ver lo infeliz que era Helena a su sombra. Se había empeñado en presionarla más y más, siempre pidiéndole que se superara a sí misma. Se daba cuenta de todos los errores cometidos con su hija. Pero se había dado cuenta tarde, solo cuando ella desapareció Rowena se dio cuenta de su torpeza.

Había jugado su última baza enviando a la única persona a la que quizá Helena escucharía. A su prometido.

Porque hacía muchísimo tiempo que Helena no la escuchaba a ella. Pero no fue hasta que su hija se marchó llevándose su diadema, hasta entonces, Rowena no se dio cuenta de que intentando hacer que Helena se pareciera a ella, lo único que hacía era que se alejara de ella. La presionó tanto, tanto para que fuera una gran Ravenclaw de la que sentirse orgullosa, que no se dio cuenta de que se sentía orgullosa de cualquier forma. Simplemente porque era su pequeña.

Y no se dio cuenta de que Helena se le escapaba, de que se alejaba de ella. Aun siendo todo lo inteligente que era, no fue lo suficientemente lista como para notar que su hija se le iba yendo poco a poco.

Por eso se encontraba así, ansiosa de recibir noticias, cada día más demacrada, cada día más distraída. Y sus compañeros fundadores, e incluso los alumnos, sabían que algo le pasaba. Porque sus mentiras eran cada vez más débiles, pero no podía inventar nada más.

Y los días pasaban y ella estaba cada vez más demacrada. Pero todos respetaban su dolor y nadie le preguntaba nada. Todos intentaban que su vida siguiera siendo lo más normal posible, simplemente por respeto hacia ella. Y ni los pasteles de Helga, ni las bromas de Godric lograban arrancar de ella ni una sola sonrisa. Sentía que había fallado y eso, para Rowena, era lo peor que podía sentir.

Finalmente, las noticias llegaron, pero no como a ella le habría gustado que llegaran. Su pequeña, su preciosa Helena, volvió a Hogwarts. Pero en forma de fantasma. Su última baza había resultado errónea igualmente. Porque el Barón, la persona en la que ella había confiado, había asesinado a su pequeña, recibiendo el también un justo castigo. Pero nada de eso consolaba a Rowena.

Y durante el resto de sus días, Rowena se culpó por no haber tenido la inteligencia suficiente para salvar a su hija.