Disclaimer: Dragon Ball y sus personajes son propiedad de Akira Toriyama.


MEMORIA


En la filosofía escolástica, una de las potencias del alma


Había llegado a la hora acordada, al lugar indicado. Siempre era puntual cuando se trataba de ella, una de las dos mujeres que más amaba en el mundo. En el espejo del ascensor había vuelto a peinar su bigote y a repasar su cabello, ambos llenos de canas blancas y grises, diciendo cuánta experiencia, en vida humana, escondían sus ojos negros.

Su chaleco verde oscuro, cuyo estilo avejentado mostraba cómo habían pasado los años delante de él, le hizo rememorar de ahí en más. Mientras el ascensor subía, un extraño nerviosismo lo invadió, junto con una curiosidad que no desconocía del todo. Las puertas se abrieron y caminó hacia el departamento tres del piso seis, donde tocó con dos golpecitos suaves. Se movió como si se inclinara, con las manos tras su espalda que sostenían el ramo de girasoles amarillos, tan amarillos como el cabello de ella, mirando la decoración. Blanco por todos lados, un par de plantas verdes y bien cuidadas daban frescura al lugar, y la luz celeste del día lo hacía respirar con una alegría inmensa.

Hacía muchos días que no veía a Marron. Ella lo había invitado a almorzar, Krilin aceptó inmediatamente. Era preciso llevar algo para ofrecerle a cambio de la comida, por eso le llevaba un ramo de girasoles, y a Marron le encantaban los girasoles. Así que inmediatamente, la niña fue a abrirle la puerta a su padre.

Krilin, a pesar de ser un hombre bajo, debió agacharse para abrazar a su pequeña hija, quien lo abrazó de vuelta con el corazón lleno de amor. Marron recibió el ramo de flores, que apenas caía en sus pequeñas manos, y lo invitó a pasar, cerrando la puerta, dirigiéndose una vez más a revisar cómo iban cocinándose las pastas. Debido a su altura, tenía que pararse en la punta de sus pies para alcanzar a mirar, a veces la comida, a veces a su padre, quien observaba curiosamente los muñecos a escala del cuerpo humano. Marron sonreía enternecida cuando Krilin tomaba los órganos plásticos entre sus manos y los miraba tan extrañado como emocionado, hasta que, por un descuido, Krilin hizo caer el rosado pulmón del muñeco. Marron se giró sobresaltada aguantando su cuerpo en sus pequeños piecitos, y lo miró severa y juguetonamente, advirtiéndole que la comida estaría lista en poco tiempo.

Apagó el fuego, intentó tomar dos platos blancos de la estantería, debiendo pararse, una vez más, en la punta de sus pies. La salsa estaba ya lista también, así que sirvió los espaguetis; ubicó un poco de salsa roja en el centro de la cama de pasta y decoró con una ramita verde de tomillo. Krilin sonrió al ver cómo Marron, con sus diminutos dedos, tomaba ambos platos y se inclinaba ante él. La niña los llevó a la mesa, invitó a su conmovido padre a sentarse frente a ella, y ubicó la servilleta sobre sus muslos para no ensuciar su pantalón floreado favorito.

Krilin observaba a la pequeña Marron con ojos perdidos en amor y nostalgia, apoyada su cabeza en su mano arrugada. De pronto, Marron habló.

—Papá… Papá.

Krilin volvió al presente. Ante él, ya no estaba la pequeña Marron inquieta y risueña que corría de un lado a otro para sacarle una sonrisa, mientras su cabello amarillo ondeaba tras su espalda, sino que estaba la Marron de veintisiete años, recién egresada de Medicina. La memoria y el corazón se habían unido para hacerle sentir en el pasado de una manera efectiva y conmovedora.

Se despabiló, entonces, y sus ojos borraron el dulce recuerdo.

—¿Cómo está mamá?

—Está muy bien, mi amor…—Contestó feliz.

Marron jamás iba a dejar de ser su niña.


FIN


Notas:

Me encontré con un comercial muy viejo en YouTube, que tenía esta misma idea, y no pude evitar recordar a Krilin y a Marron. Espero se haya entendido bien la idea.

Gracias por leer.