Capítulo 1
Granger, Granger, Granger…
-¿Por qué tiene que ser precisamente ella?-. Preguntó en tono seco.
El hombre de ojos azules le observo atentamente, Severus Snape podía llegar a ser de lo más terco si se lo proponía.
-No veo cual sea el inconveniente-. Contestó.
-Bien lo sabes, Albus.
-Deberías de empezar a aceptar lo que la vida te da como una segunda oportunidad-. Le instruyó el anciano director, deseaba que entrara en razón.
Unos pequeños golpes en la puerta interrumpieron la conversación. Albus permitió el paso con una sonrisa; Severus trataba de mantener la calma frunciendo el ceño.
-Señorita Granger, que alegría tenerla aquí-. La aludida le contesto con una sonrisa, sonrisa no solo dedicada al director sino también al hombre que la miraba profundamente, mirada que lograba ponerla nerviosa.
-Para mí es un placer-. Dijo alegre la chica.
Un gruñido al otro lado de la estancia le hizo pensar que él no estaba de acuerdo con la situación. Hermione estaba completamente equivocada ante lo que significaba tal acción, porque placer unido con Hermione Granger solo hacía que el profesor de pociones sintiera actividad en la entrepierna. Severus, bueno, trataba de controlarse lo mejor que podía.
-Nos vamos-. Anunció Snape.
Con una sonrisa la castaña se acercó a él y juntos entraron a la chimenea para después desaparecer entre el baile de las llamas verdes. Llegaron a una pequeña sala que parecía un centro de viaje, millones de personas iban y venían. Snape mantenía a Hermione pegada a su cuerpo, al darse cuenta de la situación los dos se separaron como si el contacto tuviera más intenciones de las que debería haber.
Salieron a las concurridas calles de Londres. Para ser simplemente las 4 de la tarde la cantidad de personas que deambulan por ahí; chocando de vez en cuando con la castaña, quien iba más atrás, y sin saber cómo, se encontró perdida entre la multitud.
Severus seguía caminando lo más rápido posible, anhelaba que todo terminara. ¡Maldito Dumbledore por haberle pedido, justamente a él, sus asuntos en el mundo muggle!
-Señorita Granger, apúrese que…-. Se vio interrumpido al percatarse de que la castaña no le seguía-. Maldita sea, dónde se metió ahora-. El enojo era una ilusión para ocultar la preocupación de comenzaba a embriagarle.
Seguía parada tratando de ubicarse pero por más que lo intentara no lo lograba. Tampoco encontraba al profesor Snape. Tal vez para él era mejor si ya no la viera más, después de todo la consideraba una insufrible sabelotodo, decía Hermione mientras hablaba consigo misma. Decidió que lo mejor era empezar a caminar, ya varias personas la habían insultado por andar esto9rbando el paso. A cada paso que daba el frio se impregnaba en todo su cuerpo, parecía que en cualquier momento caería una de esas tormentas que arruinan el más hermoso de los días. Frente a ella varios toldos se elevaban para proteger las mesitas de un concurrido cibercafé, podría esperar ahí hasta que supiera que hacer. Sin prestar mucha atención comenzó a cruzar la calle; un camión de mudanza se acercaba a una velocidad considerable. Hermione ni se percató.
Antes de que lograra poner un pie en el asfalto dos manos de largos dedos blancos se posaron en su cintura, aferrándola para jalarla hacia atrás donde chocó con un pecho cubierto completamente por una camisa negra.
-Granger, es estúpida o quiere morir-. La grave voz de su profesor le provocó un ligero estremecimiento. Se encontraba entre los brazos de él.
-Lo siento.
-Deje de disculparse y muévase-. Separarse de ella era algo que no le apetecía pero necesitaban llegar a su destino lo más pronto posible, tomó la mano de la muchacha y emprendieron camino de nuevo.
El tacto de Hermione se le grababa a fuego en la mente, era algo de lo que estaba seguro no querría olvidar. Podía sentir la enorme mano de su maestro envolver completamente la suya, el agarre era fuerte pero sin llegar a dañarla. No quería volver a perderla de vista, el solo pensarlo hacia que gruesos nudos cerraran su garganta.
-Profesos-. Negras nubes surcaban el cielo, empezaría a llover en cualquier momento-. Profesor-. Volvió a llamarlo-. Prof…
.¿¡Pero qué es lo… -. En ese instante en que paraban, él para decirle que se callara y ella para advertirle, la tormenta se desato dejándolos completamente empapados.
Furioso volvió a tomar la mano de la chica y la arrastro al primer hotel que pudo divisar. Entraron y se quedaron bastantes perplejos ante lo decadente del lugar. Las paredes pintadas con diferentes tonalidades daban un aspecto demacrado, una horrible luz amarilla iluminaba la estancia, no había ningún mueble para la gente que llegara, si es que lo hacía, esperara por su turno. Un pequeño hombre los observaba desde atrás de un feo mostrador de madera podrida.
-¿En qué puedo ayudarlos?-. Preguntó hostil, no se espera que dos ¨clientes¨ llegaran a esa hora, comúnmente empezaban a revolotear por el negocio entrada la noche.
Severus rodó los ojos ante pregunta más estúpida, prefirió no decir nada por el momento y mejor se puso a pensar cuánto los retrasaría este pequeño inconveniente. En esas andaba cuando escucho la voz de Hermione.
-Quisiéramos una habitación, por favor-. Dijo tratando de aparentar calma, una que no sentía. El hombrecillo rio y le tendió un par de llaves.
Snape no creía lo que escucho, esa insufrible acababa de pedir un cuarto y para colmo de los males el recepcionista no dejaba de devorar con la mirada a la bruja con toda la ropa mojada, la cual se pegaba a su cuerpo, no dejaba nada a la imaginación. Le arrebato las llaves al muggle y se llevó a Hermione de ahí.
La habitación a la que llegaron lucía un poco mejor a la recepción. Había una cama con dos muebles de noche a los lados y un baño, eso era todo.
-Me haría el gran favor de decirme por qué pidió esto-. La tensión en la voz del hombre no pasó desapercibida para la chica pero prefirió ignorarlo.
-Bueno, no nos vendría mal cambiarnos y ya que estamos aquí pues aprovechemos-, aunque sus palabras parecieron tener un doble sentido se dirigió al baño-. Y si me disculpa me voy a bañar.
La imagen de Hermione desnuda y siendo salpicada por millones de gotitas de agua se hizo presente en su mente. Se estaba excitando y eso no era bueno, quien sabe de lo que sería capaz de hacer. Esa chiquilla estaba loca, cómo se le ocurría meterse a dar un baño teniendo en cuenta que había del sexo opuesto.
Sabía que estaba mal, ella era su alumna y no correctamente moral que tuviera pensamientos pecaminosos, ni que se imaginara a la chica en todas las posiciones que se le pudieran ocurrir. La despreciaba en clases, la humillaba, se burlaba de ella e incluso la ignoraba, pero aun así no lograba sacársela de la mente.
La puerta del baño se abrió revelando a una castaña todavía con el cabello mojado y enfundada en una toalla que nada más le cubría lo necesario. Se le seco la boca y trago con dificultad. Esa condenada quería matarlo. Con un gruñido se encerró en el pequeño cuarto de aseo.
Confundida se sentó en el borde de la cama, hacia lo que podía para poder comprender lo pero al parecer le costaría. Trataba de controlarse, sabía que el olvidarse de su ropa solo fue una excusa para que la viera así, aunque las mejillas se le encendieran quería que su profesor se fijara en ella. Con la mirada recorrió todo el lugar, era denigrante. El establecimiento no merecía llevar el nombre de hotel. Incluso temía que fuera a salir algún bicho.
Estaba sumida en sus pensamientos por lo que no se dio cuenta de cuando Severus salió del baño y se dirigía a ella. Él le hablaba tratando de obtener su atención pero ni siquiera una mirada le dirigía.
-Señorita Granger-. Intentó esta vez colocando una mano en el hombro desnudo de la chica, la cual se sobresaltó. Todavía no se había vestido.
Se midieron con la mirada, una simple prenda era la que les cubría a cada uno. No dejaba mucho trabajo al cerebro en la cuestión de descifrar lo que se encontrara bajo la toalla del otro.
Él todavía no retiraba el contacto que los unía y a un ritmo lento se acercó al rostro de la castaña. Se detuvo a escasos centímetros de sus labios, podía oler el agradable aroma que desprendía su alumna. Sin demorar más el asunto, junto sus bocas. Lento, rítmico, suave, ansiada y hasta cierta forma desesperado, así era el beso que ahora compartían.
No sabía cómo ocurrió pero poco le importaba. Enrosco sus brazos en el cuello de su maestro. Él colocó sus manos en la cintura de la chica para elevarla y le fuera más fácil acercarla a su cuerpo. Ansiaban más del otro por lo que sus lenguas empezaron a formar parte del, ahora, intenso momento.
El aire escaseó en la necesidad de separarse mas no se soltarse. Severus pego su frente a la de ella. En ese momento Hermione mantenía los ojos cerrados permitiéndole al jefe de la casa de slytherin admirar detenidamente su rostro sonrojado. Cada pestaña acariciaba sus mejillas. Sus carnosos labios, rojos por la presión de los suyos. Y su respiración agitada como si acabara de batirse en duelo, en un duelo muy delicioso.
-Granger, esto está mal-. Dijo Snape después de recuperar un poco, solo un poco, eso a la que se le llama cordura.
-No, no lo está- rebatió- tanto usted como yo lo deseábamos-. Suspiró pegándose más al cuerpo masculino-. Por favor.
El profesor de pociones la observo detenidamente, claro que la deseaba, más que a cualquier cosa, pero era un adulto y debía de manejar la situación de la mejor manera. Aunque estaba seguro de que de seguir teniéndola de esa manera no se podría resistir por mucho tiempo más.
-Granger…-. Trató, enserio que trató.
-En estos momentos no estamos en el colegio-, Dijo la chica- no somos más que un hombre y una mujer con la responsabilidad de cumplir con los favores que se nos encargaron y que además se devoran con una mirada de lujuria el uno al otro-. Concluyó Hermione con la esperanza de haberlo con vencido.
-Para que después se arrepienta-. Murmuró con la mandíbula apretada.
-No pienso arrepentirme-, dijo la castaña- ni ahora ni nunca.
Y esas palabras pronunciadas por la suculenta boca de la leona acabaron con él. Se arrojó con hambre a sus labios. Todos sus sentidos se activaron, ahora sentía al máximo todo eso que se había estado reprimiendo. La beso como si ese fuera el último día de su vida.
Podía sentir los rápidos los latidos de su corazón, tanto de él como los suyos. Hace tanto tiempo que esperaba. Siempre trataba de llamar la atención de su profesor, por eso se esforzaba mas en pociones que en otra materia. Y en estos instantes pareciera que los dioses la escuchaban, pues se encontraba en el mejor momento de su vida.
Con pasos traviesos cayeron en la polvorienta sabana que cubría la cama. Una vez sobre ella, Severus, se atrevió a deshacerse de esa molesta toalla que le impedía visualizar el, tan soñado, cuerpo de Hermione. La chica a sentirse desnuda trató de cubrirse. Snape sonrió ante el acto de vergüenza que tenía la bruja, pero claro él lo impidió al sujetar sus muñecas y posicionarlas sobre la cabeza de ella. Esa magnífica escena, en la que resaltaban los redondos senos de la chica. Su excitación creció sobre la prenda que aún lo cubría.
Podía notar como el hombre la devoraba con la mirada. Sentía sus ojos morderla por cada rincón de su cuerpo y, bueno, ella también quería disfrutar del hombre y eso fue lo que pensó antes de sentir una lengua acariciar uno de sus pechos. Eso era el cielo. Pequeñas, pero intensas, descargas recorrer toda su persona para finalmente centrarse entre sus piernas.
Morder y chupar las montañitas que coronaban el tronco de Hermione se convertiría en una obsesión difícil de olvidar. Por Merlín, esa mujer era un pecado encarnado en este el mundo de la magia. Después de un rato dejo libre las manos de Granger, las cuales fueron a parar a su espalda. Bajaban a un ritmo lento para que al final despojarlo de esa molesta prenda que le opacaba la vista del ejemplar perfecto.
Y sin más prisas los dos se encontraban desnudos. Ahora era ella la que con sus dedos recorría cada pedazo de piel que estuviera a la vista, toda. Llego el momento en que Severus Snape se permitió nada más sentir. No se movía, disfrutaba. Su respiración se cortó cuando sintió la caliente mano de su alumna aprisiono su duro miembro. Soltó un gruñido y detuvo la acción de la castaña, no había tiempo para eso, necesitaba entrar en ella.
La volvió a besar y tentó su parte más íntima, ganándose un gemido ahogado que incremento su deseo por la muchacha, ya estaba más que lista para él. Aunque la chica ya no era virgen entró en ella con una delicadeza nunca imaginada en él. El suave desliz hizo explotar millones de sensaciones. Por Salazar Slytherin era deliciosamente estrecha, no entendía cómo se pudo resistir por tanto tiempo a esa adorable sabelotodo que tanto anhelaba. El vaivén comenzó y los gemidos surcaron cada rincón de la habitación.
Aumentó el ritmo en cada penetrad, cada gemido de Hermione lo volvía loco. Elevo las piernas de ella hasta sus hombros provocando que con esta nueva posición las estocadas fueran más profundas. Para cada uno solo existía el otro y el maravilloso sexo que se encontraban realizando. El mejor sin lugar a dudas.
-Más… profesor-. Hablo entrecortado Hermione, la cual ya podía sentir su próximo orgasmo.
Severus simplemente aumento la velocidad, él también estaba por terminar. Ya no le importaba que ella fuera alumna y el un profesor. Quería que el momento grabara con fuego tanto en la mente de esa joven como en la suya.
-¡Aaahhh!-. La exclamación de puro placer producida por la leona arrastro a Snape a el apogeo del clímax. Un gruñido de placentera satisfacción salió del hombre.
Se desplomo sobre el sudado cuerpo que se encontraba debajo de él. Sentir su cuerpo le daba una tranquilidad que había soñado por tanto tiempo. Giro y se dejó caer a un lado de ella, a la cual se abrazó con las manos en su cintura. Hermione de acomodo en el pecho de Severus y se quedó completamente dormida con una hermosa sonrisa pintada en su rostro.
-Al parecer ya no hay vuelta atrás-. Susurro Snape mientras depositaba un cálido beso en la coronilla de la joven. Ahora que la tenía no la dejaría ir. Los tapo con la harapienta sabana y acompaño a su insufrible al mundo de Morfeo.
