Esta es mi primera historia de Free, no es un anime que escogí ver, sino que dos amigas me lo acercaron jaja, asique va dedicado para ellas. No es mi estilo, pero cuando vi el oppening me encanto y desde entonces vengo cocinando esta historia. No esta basado en el anime, sino en el oppening. Pero respeto las parejas.

Vamos a ver que sale.

Ni Free ni sus personajes me pertenecen.

Capítulo 01

Sed

El viajero se detiene y mira la inmensidad del espacio interminable en el que se encuentra. Oro por todos lados, pero no del que tiene valor, sino del que sobra, del que ahoga, del que no permite caminar. Arenas y nada más.

Por ese segundo, Haruka quiere dejarlo todo. Pero su vida no tiene sentido sin eso que busca, asique da igual morir en el desierto o en casa. Pero de poder alcanzarlo, de poder conseguirlo, todo cambiaría.

El día que dejó su hogar, se sintió egoísta. Aún hoy esa sensación lo alcanza por momentos, después de todo, sin importarle nada, dejó todo atrás y partió al desierto, en busca de algo sólo para él.

Del desapego, puede culpar a sus padres. Como comerciantes, viajaban constantemente, asi que casi nunca estaban y de estar, el tiempo lo ocupaban en números y la proyección de nuevos viajes. Cuando partió, casi no recordaba sus rostros. Lo único que tiene de ellos, es un dato, un dato sobre su búsqueda, ya que una vez, escuchó que hablaban de una ciudad, en la que se encontraba aquello que tanto anhela.

Tras esos recuerdos, retoma los pasos y tira de las riendas de su camello, fiel compañero desde hace un tiempo largo y sin cuentas.

Cuando nada tiene sentido, el tiempo no pasa y las cuentas no cierran.

Han sido meses sin llover. Y eso no es bueno. "Aqua" es una ciudad en medio del desierto, pero con un encanto particular: el agua la recorre por completo. Pero no es agua dulce, sino salada, de los mares de sal que llegan desde lejos, convertidos en rios.

Muchos mercaderes la visitan, buscando los productos únicos de Aqua, desde cubos de sal para las comidas, hasta obras de arte. Todos los ciudadanos de aquí, viven de la sal, pero a la vez, la detestan.

Luego de tantos meses sin llover, la poca agua potable que queda en las reservas, comienza a escasear y ver el agua salada correr, no hace más que aumentar la sed. Sin embargo, cada tres días, el rey entrega una botella a cada uno de sus plebeyos, pero sólo a los hombres y siendo mayores de edad. Es muy poca cantidad, tomando en cuenta que las familias son numerosas.

Pero al rey no le importa.

Y aunque genera descontento, nadie revoluciona.

Sólo, cada cierto tiempo, se abren las puertas del palacio y el rey permite al pueblo entrar al jardín para bañarse o tomar todo el agua que quieran. Agua dulce. Pero sólo cuando recibe a una visita en particular, que viene desde tierras más prosperas.

Hoy, ya son tres meses sin lluvias. Y aunque no han sido una de las épocas más secas, el calor y las mareas de arena, se cobraron varias vidas.

Por las calles, ya casi no anda nadie, sólo cuando el sol esta débil, algunos mercaderes se ocultan bajo sus tiendas y ofrecen lo poco que les queda a los extranjeros que van llegando. Pero con tanta sed, se sienten débiles y débiles no pueden trabajar sus productos.

Los ríos de sal que tienen permitidos usar, están a un día de camino, ya que los que alimentan a la ciudad, estan prohibidos. Si se descubre a algún ciudadano sacando sal del agua dentro de la ciudad o de los ríos que llegan a ella, se los sanciona. Y a veces, hasta se los encarcela, depende de como el rey se sienta ese día.

Hoy, sólo una sombra trémula se escabulle por las esquinas y callejones, tratando de no ser vista por el sol, que se encuentra en su punto más alto. A unas pocas cuadras del mercado, se detiene y sienta para recuperar el aliento.

Un soplo cruza la calle, la sombra descubre su cabeza de las telas con las que se cubría, descubriendo el rostro de un chico joven, rubio, que cierra los ojos, disfrutando de la mezcla entre el viento y el sudor, que lo refrescan por un momento. Responde al nombre de Nagisa y es uno de los pocos valientes que se atreve a salir a las calles en un momento de sequía, cuando el rey de la ciudad se niega a compartir su agua y ya no quedan fuerzas. Cualquier movimiento extra, es un gasto innecesario, cada gota de sudor, es un paso más cerca de la muerte.

Con medio aliento recuperado, y el valor aún sobre los hombros, retoma su camino. Entra al mercado, donde sólo quedan los esqueletos de las tiendas y alguna mercancía que sus dueños no pudieron llevarse. No hay peligro de que las roben, si sus amos las dejaron, es porque fueron los últimos en irse, a los otros la fatiga les ganó antes. Para sumar a todo el desastre, los extranjeros ya no llegan, pues las noticias corren rápido y se sabe que la ciudad ya no produce.

Con aire de esperanza, Nagisa espía por debajo de los puestos. Aunque sea imposible, tal vez alguien olvidó un poco de agua, aunque con el tiempo pasado y el calor, ya no existiría ni una gota.

Sin éxito y con el sol sobre la cabeza, se vuelve a cubrir con su manto y camina hasta una casa de barro, hecha entre los puestos. Allí, empuja la puerta con cuidado y luego cierra, suspirando con alivio. Allí el ambiente esta mucho más fresco.

El barro es muy simple de trabajar, son casas que lo resisten casi todo. Un poco de tierra y agua salada, y se consigue un hogar acogedor. Y lo más importante, dentro se está mucho más fresco.

-Creí que no llegaría- dice a las dos personas sentadas a la mesa, sobre unos almohadones.

Ambos vuelven a mirarlo, uno de ellos, el más alto y grande, recuesta una mirada gentil sobre el chico. Mientras que el otro, que observa tras unas gafas, responde con una mirada cansada, que se enciende y acompaña con una sonrisa, cuando Nagisa se acerca a él, tomando asiento a su lado.

-¿Consiguieron algo?- pregunta Nagisa.

-Nada.

El más grande, de cabellos castaños, responde al nombre de Makoto. El otro, igual de alto, pero más menudo, al de Rei.

-Hace mucho calor- dice Rei-, llegamos a los ríos de sal, pero cuando Makoto cargó el agua, no resistió mucho.

Nagisa mira a Makoto, quien baja la mirada y abre la atadura en el tobillo de su pantalón, para levantarlo y mostrar una venda amarillenta:

-Mi pierna aún no sana. Pero puedo volver a intentarlo.

-No- dice Nagisa-, la última vez ni siquiera llegaste a los ríos de sal.

-Pero no podemos seguir sin agua- protesta Makoto.

-Eres el hombre más fuerte de la ciudad, el único que tiene la resistencia para ir a los ríos de sal y traer agua- le dice Rei-. Pero tu pierna esta mal y si se quiebra del todo y quedas invalido ¿Qué será de los años siguientes? Éste año pasaremos sed, pero hay que pensar a futuro.

-¿No hay forma de destilar agua allá?- pregunta Nagisa.

-Lo siento- se excusa Rei-, pero necesito de mi laboratorio para trabajarla y no hay forma de trasladarlo- hace un silencio e intenta una sonrisa-. Estamos haciendo todo lo que podemos, unimos fuerzas y resistimos hasta ahora, no pierdan las esperanzas.

-Yo no hice nada- protesta Nagisa-. Makoto traer el agua y tu la destilas, pero yo sólo estoy aquí.

-Tu nos presentaste. Hace dos años atrás, sólo era un alquimista que vendía sus productos para ganar dinero, hoy, destilo agua para las personas del pueblo. Eres la mente y el alma del grupo.

-Gracias- Nagisa sonríe a ambos y luego deja escapar un suspiro, que apaga la conversación.

Cayendo la tarde, algunos valientes se asoman afuera en busca de algo, lo que sea, de lo poco que quede. Pero lo único que encuentran, es un visitante que va entrando a la ciudad, tirando de las riendas de un camello. Todos se quedan expectantes, a la espera de que pueden conseguir, pero aunque el sujeto viste prendas costosas, no parece traer mucho consigo.

El recién llegado, Haruka, da un vistazo a la ciudad que lo recibe y fija de inmediato su mirada en una fuente de la que brota agua. No lo piensa, suelta las riendas de su camello y corre hasta la fuerte, para saltar dentro de ella.