MASQUERADE
Hay que ser remero antes de llevar el timón, haber estado en la proa y observado los vientos antes de gobernar la nave.
Aristófanes.
Para IGR.
I. INCÓMODO
Había fechas que definitivamente odiaba, una de ellas era su cumpleaños, faltaba poco menos de dos semanas para tan glorioso acontecimiento, glorioso, como él, como todo lo que lo rodeaba… glorioso. Y dentro de esa vida cómoda que llevaba, cuasi de junior mal parido, lo que verdaderamente esperaba era que al fin lo nombrarían accionista mayoritario de Johnson & Co., la empresa para la cual trabajaba desde hacía más de cinco años y para la cual había ganado millones.
También había ganado millones de enemistades, eso también.
Con los ojos abiertos, completamente desparramado por la cama fue consciente hasta ese momento del bulto que reposaba febril a su lado. Cuerpo femenino palúdico, piel canela, Joane… al parecer se llamaba Joane ¿O era Marianne? ¿O se traba de Diane?, Marianne era castaña, y Diane rubia, entonces Joane era la morena de cabellos negros que dormía a su lado colgada de la cama y rozando con los dedos el pequeño charco de saliva que reposaba en el piso.
Milo tragó saliva, saliva espesa y de gusto más bien desagradable, le quedaba la sensación de haber vomitado en medio de su borrachera en algún punto.
El teléfono de primera generación le acabó por despertar, entre los olores varios de la lujosa habitación, acabó estirando la mano para alcanzar el objeto ruidoso.
"Excelente, llamada deseada pero ciertamente inoportuna" pensó.
—Aioria… ¿a qué debo el honor? —ironizó.
—¿Cómo estás? ¿Bien? Yo también me encuentro bien, eso sería probablemente más adecuado ¿no crees? —contestó, años de conocerlo, años de vivir juntos y luego… otros años para desconocerlo.
Se habían separado tres años atrás, cuando lo suyo se había vuelto insostenible. Esa relación apasionada que comenzó a finales de los diecisiete años se volvió una tremenda atracción sexual durante la universidad y después… tuvieron la genial idea de vivir juntos. Modernidad y juventud alocada, expresión máxima del libre amor y sus muchas posibilidades… después, mucho después, llegaron a la conclusión de que sus caminos se separaban, que lo más sano era decir adiós. Un día Aioria llegó a la casa de tejas en Minnesota, la que compartían, y todo lo vio mal, desde la decoración hasta la comida, desde el pasto hasta… a Milo y sus cardenales en el cuello, producto de alguna zorra local.
—Ya, ahora mismo no me encuentro bien...
—¿Otra de tus fiestas? Bah… ¿para qué me esfuerzo en preguntar? —refunfuñó Aioria al otro lado de la línea.
—¿Cómo están los niños?
—Bien, extrañándote, aunque ahora mismo se deshacen jugando…
—Yo también los extraño…
—Supongo que si fueras menos egoísta podría creerte —comentó el joven castaño mientras acariciaba a ambos perros: un setter irlandés y un schnauzer que se jaloneaban un peluche, esos dos eran los niños, mismos que se llevó el joven griego y Milo no opuso resistencia—. Pronto será tu cumpleaños, no lo he olvidado.
