Disclaimer: Naruto le pertenece a Masashi Kishimoto. La trama de la siguiente historia es de mi autoría.
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Espadas y Hechizos
Prólogo
Por Lux Lunar
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En la opacidad de la noche, los aullidos de los lobos de la montaña inundaron por completo la espesura del bosque. El cielo estaba despejado de nubes, dándole cabida a un centenar de diminutas estrellas esparcidas en toda la oscuridad de lo alto. El viento frío soplaba con fuerza sobre la copa de los árboles, haciéndoles sacudir las ramas de un extremo a otro. A cuesta arriba, entre las brozas y los troncos monumentales de los árboles, se escondía un camino disperso y secreto, serpentino y angosto, que daba paso a una pequeña comunidad asentada en la ladera del cañón.
Justo en aquel enorme risco, en una maltrecha cabaña, una pequeña de nueve años abrió sus verdosas orbes de golpe cuando el viento se coló suavemente por los resquicios de la puerta. Soltó el aire contenido en sus pulmones y comenzó a respirar roncamente y de manera irregular, aun con la imagen fresca de un hombre que apenas conocía. Cuatro años atrás, lo había visto rondar en sus sueños antes de conocerlo. Ahora volvía a colarse en su cabeza, advirtiéndole que algo catastrófico estaba a punto de ocurrir.
El silencio se rompía con el aullar de los lobos y los vestigios del viento. Fuera de eso, no lograba escuchar otro sonido mezclándose con la naturaleza, sin embargo, sabía que pronto pasaría algo. Sintió miedo, miedo que la obligó a salir de las suaves pieles que cobijaban su lecho, tocando con los pies desnudos la moqueta del recinto. Caminó hasta el otro extremo, donde una mujer de cabello cobrizo dormía enteramente. Le tocó el hombro con suavidad, tratando de despertarla.
—Mebuki-san… —susurró, con aquel tono lánguido de su infantil voz. La mujer abrió los ojos, mostrando unos enormes orbes verdes que brillaron en la oscuridad. No se movió, contempló rígidamente a la niña inclinada sobre su cuerpo—. El hombre de la máscara…
Como si hubiesen sido palabras mágicas, la mujer se incorporó rápidamente sobre su cama, dejando que su cabello suelto cayera sobre su hombro derecho. Esto sin dejar de mirar a la niña.
—¿Estás segura? —cuestionó con voz ronca y expectante.
Ella asintió con la cabeza en una serie de movimientos. Mebuki terminó de conjeturar lo que aquellas palabras significaban, y saltó al suelo con un movimiento rápido. Trató de no hacer ruido al moverse con presura por los rincones de la cabaña, mientras la pequeña la observaba a un lado de la cama. Breves minutos después, alguien comenzó a tocar la puerta con fuerza y desesperación. Mebuki se devolvió a abrirla, para encontrarse frente a otra mujer que vivía a una cabaña de distancia.
—Mebuki-san, los lobos, están anunciando algo.
—Kakashi viene en camino…
Los párpados de la mujer se expandieron en gran tamaño al escuchar esas palabras que solo tenían un único significado. Estaban en peligro, y era hora momento de actuar. Mebuki advirtió algo seriamente con la mirada, que logró hacerle entender a la otra mujer lo que debían hacer. Rápidamente, ésta trató de controlarse.
—Avisaré a las demás —indicó con seguridad y se marchó corriendo.
Mebuki se quedó en la puerta, aun sopesando lo que podía suceder con la intuición que le brindaron los años que llevaba con vida. Giró el rostro para ver a la niña que seguía de pie, con las manos llevadas en puño sobre sus labios, asustada. No intentó apaciguar su temor, sólo la observó fijamente, pensando en los siguientes pasos que debían llevarse a cabo. Esto fue interrumpido, cuando las pisadas veloces de un caballo sonaron entre los arbustos de la colina, haciéndose más claros y fuertes de poco en poco, confirmando notoriamente que la pequeña no se había equivocado.
Cuando el caballo derrapó en medio del grupo de barracas, las pisadas humanas se hicieron escuchar con firmeza, y éstas se dirigieron a la cabaña. Mebuki salió para encontrarse con la persona que esperaba, y comenzó a hablar con él, con susurros y palabras que la creatura que seguía temblando de miedo adentro no podía escuchar. Mebuki volvió. Esta vez, en su mirada había una oscuridad iracunda que no pasó desapercibida. Se dirigió a un baúl que cuidaba con tremenda solidez y comenzó a esculcar.
—¡Sakura, ven aquí!
La niña de cabello rosado tembló, pero inmediatamente obedeció. Mebuki sacó del baúl una libreta pequeña con cobertura de piel roja, donde salían dos cordones que la ataban. Se lo extendió con la mano tensa, y Sakura lo agarró dubitativamente. La mujer no se detuvo y metió la mano hasta el fondo de aquella caja de madera, con cierto cuidado hasta dar con el objeto buscado. Sakura vio frente a ella un envoltorio de tela.
—Toma esto —dijo poniéndoselo en la mano desocupada—. Tómalo bien, Sakura. Por ahora, tú cuidarás de él —murmuró, mientras quitaba las solapas de tela para descubrir lo que albergaban: una cadena plateada que sujetaba un opaco cristal blanco—. Este cristal no debe caer en las manos de nadie que no sea parte de la Hermandad Roja —Sakura fijó sus irises verdes en la joya, contemplándola a detalle, pero la mujer volvió a cubrirla con la tela—. Cuando llegues a tu destino, sabrás a quién debes entregarla.
Sakura elevó sus ojos a los de la mujer en cuclillas frente a ella. Su corazón comenzaba a latir desbocadamente.
—Mebuki-san, ¿a dónde iremos?
—Tú irás al norte. Allí encontrarás un refugio.
—Pero...
—No hay tiempo, Sakura —dijo Mebuki poniéndose de pie para buscar los desgastados zapatos de piel que calzaba la niña, dejándolos en el suelo, y luego trayendo una gruesa capa que pronto le puso en los hombros. Sakura se calzó los zapatos sin dejar de temblar.
Una vez preparada para salir, Mebuki la empujó hacia afuera, donde el frío de la noche calaba en la piel. Sakura contempló al resto de las mujeres, todas ellas adultas, que se agrupaban en el centro del risco, mientras otras más traían de prisa trozos de madera para encender una fogata. Había un círculo sobre otro dibujado en el suelo con polvos color carmín, que delimitaban el área del ritual. Se trataba de «Las Puertas de Oro». Sakura nunca había visto esa ceremonia, pero recordaba que Mebuki le había dicho para qué servía. Eso la hizo tiritar y aprisionar con fuerza los dos objetos que le habían sido entregados. Desvió la vista cuando una voz grave se coló a sus oídos.
—¿Está todo listo? —cuestionó aquel sujeto. Sakura podía ver su cabello grisáceo salir de un vendaje que cubría el ojo izquierdo y parte de su cabeza. Asimismo, tal como apareció en su más reciente sueño, llevaba cubierto gran fracción del rostro con un paño azul oscuro, permitiéndole ver únicamente el oscuro ojo derecho. El hombre que también llevaba una capa la observó un momento, mostrando una extraña serenidad incomprensible para la situación.
—Es hora de marcharse —dijo Mebuki, empujando a una Sakura estoica que no lograba comprender del todo las circunstancias. El hombre tenía a su espalda un enorme corcel de blanco pelaje. Enseguida, él la tomó con ambas manos del torso para elevarla por el aire. Sakura respingó y por inercia se sostuvo de sus brazos, hasta que fue depositada sobre el lomo del caballo—. No te detengas, Kakashi.
—Tomaré la vía de la cuesta del oeste —informó, mientras se montó sobre el corcel detrás de Sakura—. Llegaremos a Iwa en dos días.
—La carta para Tsunade-sama —indicó la mujer, haciendo que Sakura temblara al escuchar ese nombre tan familiar. Mebuki estiró un papel amarillento con dos dobleces. Kakashi lo tomó y asintió a su petición.
Sakura percibió el cuerpo tenso del enmascarado detrás de sí anticipando la partida, y un tumulto de emociones la embriagaron. No estaba lista para irse, porque no quería hacerlo. Miró con insistencia a la mujer que la había cuidado desde el principio de sus días, sin saber cómo reflejar el miedo que sentía por ser separada de ella.
—¡Mebuki-san! —fue todo lo que pudo articular.
La susodicha le clavó la mirada, y se acercó a ella, mirándola con aquella firmeza que la caracterizaba. Los labios de la pelirrosa serpentearon, controlándose para no llorar.
—No temas, Sakura —una sonrisa de lado apareció en sus labios, tratándole de brindar la seguridad que necesitaba—. Recuerda usar adecuadamente tus dones y todo lo que te he enseñado —le acarició la pálida mano que estaba tibia—. A pesar de todas las adversidades que nos pongan en medio del camino, nosotras jamás desertaremos. La Hermandad Roja siempre sobrevivirá, ¿me oyes?
Una vez que soltó su mano, el caballo emprendió la partida con un enérgico galope. Sakura divisó por su hombro a la mujer que la había cuidado con esmero por tanto tiempo y luego, detrás de ella, el majestuoso risco que había sido su hogar por algunos años. Se mordió el labio para no llorar, pero las lágrimas escaparon de sus ojos siendo arrastradas por el viento que surcaba su rostro. Se agarró del crin del caballo con fuerza, mientras Kakashi los encarrilaba entre el condensado bosque, trepando el cañón cuesta arriba.
En la parte más alta del camino, pasando por una vertiente del río, el caballo torció en otra dirección, dispuesto a ir en picada. Fue en ese instante donde Sakura pudo doblar el cuello hacia atrás, sólo para comprobar que el ritual había comenzado. Las enormes llamas que cubrían lo que alguna vez fue su hogar, serpentearon hacia el cielo, esparciéndose cuando un sequito de hombres sobre sus caballos llegaron ahí con una única intención: exterminar a cualquier miembro de la Hermandad Roja.
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Hola lectores, es un placer traer este nuevo fic. Como había avisado meses antes, iba a descontinuar algunos fics que tenía en mi perfil, y hoy decidí eliminarlos de mi cuenta. La razón es, sin duda, que no tenían futuro. Aún tengo tres fics pendientes que están en curso, los cuales no pienso abandonar. Sin embargo, me he creado el desafío de escribir un fic de Naruto en un 'Universo Alterno' muy ajeno a lo que suelo escribir. ¿Por qué no? Muero de ganas de desarrollar esta historia, y espero con ansias darle continuidad. Quizá no sea necesario darle un punto en la línea de tiempo, pero si les interesa, sabrán que me basaré mucho en acontecimientos del año 800 a.E.C., aprox. Como verán, es un SasuSaku envuelto en un era catastrófica. Más detalles con las actualizaciones. Gracias por tomarse el tiempo de leer esta nota, espero saber cómo les pareció este prólogo.
Saludos, besos, byebye.
Lux
