Niño Soldado
Vegeta comienza a darse cuenta de las diferencias entre su pasado y su presente. La historia transcurre entre el final de la Saga Cell y antes del comienzo de la Saga Boo.
Las tropas de Kakaroto comenzaron a aparecer alrededor del mediodía. Iba a haber comida y se le prometió la construcción de un cuarto con fuerza de gravedad artificial como recompensa si asistía a la fiesta, por lo que Vegeta se sentó entre ellos. Frunció el ceño amenazantemente a cada rostro amigable dirigido hacia él y los humanos fueron lo suficientemente inteligentes para entender la indirecta y mantenerse alejados de él.
A pesar de su expresión hostil, no lo irritaban tanto como antes. Quizás el tiempo se había encargado de eliminar sus hábitos más molestos…o tal vez se había simplemente acostumbrado a la idiotez humana.
La presencia de algunos de ellos, sin embargo, era chocante. Inspiraban emociones desconocidas pero placenteras; los mocosos de Kakaroto, por ejemplo...
Gohan se acercó a saludarlo, su hermano pequeño caminando de la mano a su lado. Sonreían de la misma forma estúpida, sus ojos brillando con la misma inocencia. El mayor había crecido desde la última vez que se vieron, hacía unos tres años. Las puntas de su cabello ya alcanzaban su pecho. Era obvio que pronto, Vegeta tendría que alzar la cabeza para mantenerle la mirada. Era un hecho exasperante...
-Buenos días, Vegeta-san. Es bueno verlo bien de salud.-
Gohan se inclinó ante él, pero no como un soldado debía frente e a su rey. Era una muestra humana de deferencia que había visto a empresarios realizar ante los Briefs. Pensó en remarcar lo estúpidamente desubicado que estaba siendo pero acabó dando un pequeño cabeceo en reconocimiento.
-¡Hola!- Goten dijó, levantando su pequeño brazo.
No le respondió pero eso no incomodó a los hermanos. Sonriendo, dieron unos pasos para saludar a Piccolo.
El namekiano. Otra presencia desconcertante en el rebaño. En estas reuniones estúpidas, siempre se paraba cerca de él. Al principio, Vegeta había asumido que el idiota pretendía acostumbrarlo a su presencia con la esperanza de hacerlo caer en una falsa sensación de seguridad y lanzar un ataque mortal cuando pareciera conveniente.
Pero cuanto más tiempo pasaba con estas criaturas-y más batallas luchaba a su lado- menos probable le parecía. Incluso comenzó a considerar la idea de que el namekiano simplemente se sentía más a gusto en su compañía, a salvo de charlas frívolas pero acompañado en su silenciosa contemplación.
-Este es mi lugar.- Vegeta ladró lo suficientemente alto para que todos oyeran.-Lárgate.-
Gohan lo miró con esos malditos ojos de bebé. Piccolo continuó recostado contra la pared junto a su árbol. Su actitud desafiante era agradable. Tal vez tendrían que resolver la disputa con una pelea. Su corazón comenzó a latir con más fuerza, sediento de violencia.
Piccolo pasó junto a su árbol y asintió una vez con la cabeza, mirándolo con una sonrisa.
-Como usted ordene, su alteza.-
La burla era una excusa fantástica para atacar, pero Piccolo ya se alejaba para unirse a los otros, completamente relajado y escuchando atentamente el parloteo de Gohan. Vegeta suspiró y se sentó devuelta sobre la hierba.
-Oh, mírate, haciendo puchero.- Bulma se rió, arrodillándose junto a él. Colocó un vaso a sus pies y vertió dentro algo de vino. El olor era tan punzante que casi podía sentirlo en la garganta. –Intenta pasarla bien, Vegeta. Y si te comportas...- Se inclinó para susurrarle al oído. Hasta su aliento olía a vino. –Te daré algo más que un cuarto con gravedad artificial…-
Le guiñó un ojo y se alejó, meneando las caderas. Los ojos de Vegeta se fijaron inmediatamente en su trasero. Un segundo después, se dio cuenta de lo que estaba haciendo. Sintió la sangre agolpándose en su rostro y giró la cabeza bruscamente. Mantuvo la mirada fija en el arroyo artificial que corría por la habitación; si miraba a los demás y los encontraba sonriendole, tendría que matarlos a todos.
Vegeta sintió un inmenso alivio cuando una fila de sirvientes ingresó a la habitación empujando carritos repletos de alimentos. Tenían un olor y aspecto fantásticos. Si había algo en lo que los terrícolas sobresalían- algo que ponía en vergüenza a todas las demás razas del Universo entero- eran sus habilidades culinarias.
Estaba la adrenalina de la caza y la matanza pero la necesidad de meter comida en su boca para llenarse el estómago siempre le había parecido una desventaja evolutiva, en ninguna manera diferente a dormir o mear. Era una debilidad que algunas especies- como los namekianos-habían superado. Y había llegado a odiarlos por eso.
Pero Bulma lo corrompió con sus estúpidos "pedidos especiales" y "restaurantes de lujo" y sus "maravillas de la cocina japonesa". La comida humana había vuelto caprichosos a su lengua y a su estómago. Ahora esperaba con ansias cada comida y devoraba sus ofrendas con un fervor indigno de un orgulloso príncipe saiyajin.
Pero los humanos no se burlaban de él. Rara vez lo hacían. Y no era por miedo. Cuando los provocaba, los insectos corajudos se defendían. No; burlarse de otros simplemente no era costumbre entre ellos. Era un hábito al que se adaptó de buena gana.
Todo lo bueno debe llegar necesariamente a su fin y pronto quedó con el estómago llenó. Permaneció sentado al pie del árbol más alejado, observando a los demás. Piccolo estaba nuevamente sentado cerca, pero esta vez, Vegeta no sintió la necesidad de echarlo. Ningun namekiano era lo suficientemente fuerte para ser una amenaza de todas maneras...
Los humanos comenzaron a reír y aplaudir. Trunks estaba abriendo sus regalos. Esta parte siempre lo hacía enfadar y la costumbre no lograba suavizar su descontento. No entendía por qué la alegría en el rostro de su hijo lo fastidiaba tanto o por qué el gesto de los otros de entregarle libremente algo le resultaba...ofensivo.
Pero ese día, un pensamiento tronó en su cerebro, repentino e inesperado: las cosas tenían que ser tomadas por la fuerza. Nada era gratis.
El rostro de Vegeta se ensombreció. De pronto, sentía odio hacia su hijo.
-¿Los rebeldes?- Bulma murmuró, inspeccionando una pequeña caja de plástico. -Mmm... Aquí dice que es para niños más grandes.-
-Soy muy maduro para mi edad.- Trunks declaró. –Le explicaré a Goten si no entiende algo.-
-Por favor, tía Bulma, dejanos jugar.- Goten pidió.
-... Bien, bien. Pero traigan aquí la consola. Quiero ver de qué se trata.-
-¡Sí!-
Vegeta siguió con los ojos a Trunks y Goten mientras salían corriendo de la habitación. Trotaron de vuelta unos minutos después con el "Nintendo" y sus "joysticks". Hubo un zumbido y una pantalla plana emergió del suelo frente a la mesa, para asombro de los tontos presentes. Después de un momento de luchar con cables y la conexión, algo familiar apareció en la pantalla: un páramo desolado ocupado con escombros humeantes.
Los niños jugarían a ser soldados. Sus personajes estaban cubiertos de pies a cabeza con pesados uniformes y estaban armados con una de las armas más primitivas del planeta Tierra: una bayoneta.
A pesar de la rusticidad del equipo de los soldados, el juego captó el interés de Vegeta. Era increíble que una raza con una tecnología militar tan retrasada pudiera desarrollar imágenes de tal calidad. Cada detalle tenía un realismo sorprendente: los órganos que caían de estómagos abiertos, la sangre que salpicaba de cada herida de bala; incluso los gritos de dolor de los que morían. Se echó a reír, maravillado.
-Lástima la falta de olor...- Dijo. -Añade el olor a sangre y les queda perfecto.-
Lo dijo como un cumplido pero se dieron vuelta a mirarlo como si hubiera escupido el insulto más repulsivo de cuantos existían.
-¡Goten, no seas tonto! ¡Van a matarme!- Trunks estaba gritando, apretando los botones frenéticamente. -¡Dispara!-
Al parecer, el impresionante realismo de las imágenes paralizó a Goten. Y a todos los demás. Finalmente, Bulma, Gohan y Chi-Chi se abalanzaron hacia adelante para apagar la consola y el televisor.
-¿Quién trajo esto?!- Las mujeres gritaron al mismo tiempo, alzando ominosamente el cartucho.
Nadie levantó la mano. Pasaron dos segundos y todos voltearon para mirarlo.
-Conmigo puede ir a matar de verdad.- Vegeta se burló.
Todas las cabezas se volvieron hacia Piccolo. El pobre diablo se puso rojo como un tómate.
-¡¿Por qué iba comprarles eso!?"
-... Trunks...- Goten susurró con tono angustiado.
-Bueno, ya. Deja de mirarme así... Má, yo compré el juego...- Trunks admitió, sin levantar la vista del suelo. -La abuela me dio dinero y lo usé para comprar eso.-
-Pues no quiero que juegues este tipo de cosas.- Bulma espetó.
-Deja que jueguen el estúpido juego, Bulma.- Vegeta ladró. -Son Saiyajins. Deben saber cómo matar.-
-¡Son niños, psicópata!- Fue su estridente respuesta.
Generalmente, la actitud desafiante de Bulma era divertida. Pero no en ése momento. Se puso de pie.
-La edad no hace ninguna diferencia. Es una habilidad necesaria para un guerrero.- Ella abrió la boca para protestar. Incluso la perra de Kakaroto parecía a punto de meterse.- La violencia y la muerte no les parece tan detestable cuando se trata de salvar sus pellejos.-
-Sí... bueno... Pero eso es diferente ...- Uno tenía que admirar el talento de Bulma para las discusiones.- Se trata de matar monstruos, no gente! ¡Y no de esta manera! No aprenderá a matar y no jugara a este juego otra vez!- Tiró el cartucho airadamente dentro del ponche.- Va a crecer como una persona normal y tendrá una feliz vida normal.-
No era la primera vez que Bulma cruzaba una línea pero era la primera vez que lo hacía frente a los demás. Vegeta no sabía cómo reaccionar. Quería atacar... a alguien... pero no estaba seguro si Gohan todavía era más fuerte que él. Si luchaban y el mocoso lo vencía con la misma facilidad con que Cell lo había hecho cuatro años atrás...La vergüenza lo mataría.
Los humanos reanudaron su tranquilo parloteo. Gohan propuso un nuevo juego para Trunks y Goten y los tres salieron corriendo alegremente del cuarto para recoger los... juguetes necesarios.
Esto no era normal en absoluto. Los niños ni siquiera jugaban. Luchaban juntos o entre ellos. Había juegos pero nunca se oían risas de alegría; sólo de burla o de histeria. Más comunes eran los gritos de rabia y agonía. Y siempre estaba presente el hedor a sangre, sudor y orina. Aquí, el aire siempre olía a flores, a agua limpia y a hierba fresca.
No era normal en absoluto.
Vegeta era un depredador echado entre ciervos... O eso parecía. No confiaban en él, y aunque eran respetuosos para mantener la paz, los guerreros Z siempre se mantenían vigilantes y los civiles bien lejos. Todos notaron que se estaba yendo pero se quedaron fuera de su camino y nadie hizo comentario alguno sobre la brusquedad de su partida.
Todos excepto Bulma. Vegeta no estaba seguro si era consecuencia de una vida muy protegida o algún tipo de discapacidad mental para sentir el peligro, pero la mujer ponía forzaba su paciencia peligrosamente hasta sus límites.
-No te vayas, Vegeta.- Le gritó, arrastrando las palabras. Tal vez, esta vez, se debía un poco al vino. -La fiesta acaba de empezar y he puso a rostizar un cerdo de 80 libras porque ibas a estar aquí. ¿Vas a hacerme tirar toda esa comida? No hay espacio en la nevera para tanta carne y...-
-Esto no es normal.- Vegeta declaró sin darse la vuelta.-Eres débil y arruinarás a Trunks.-
Y sin decir más, salió de la habitación.
Pasó el resto del día en la nave estacionada fuera de la casa, entrenando a 400 G y esquivando los disparos de cada robot disponible. Había considerado irse directamente del planeta pero Bulma mantenía el tanque de la nave vacío por "razones de seguridad". Había estallado algunas veces, así que nunca se quejó. Pero en ese momento, se sentía...engañado.
Fue una sesión frustrante. No podía dejar de pensar en Trunks y en la punzante decepción que había sentido cuando vio al bebé por primera vez. A diferencia del mocoso de Kakaroto, su hijo no parecía saiyajin en absoluto: sus ojos eran azules y su cabeza calva estaba cubierta por una pelusa de color extraño. Había sentido tanto asco al imaginar un rabo púrpura que ni siquiera había preguntado si el niño nació sin cola o si se la habían amputado.
Pero el chico tenía sangre saiyajin y el potencial de convertirse en un gran luchador. Lo había visto. A pesar de todos sus defectos, el Trunks del futuro había demostrado ser un guerrero feroz. A diferencia de Gohan, lanzaba cada golpe con mortal eficiencia y mataba sin titubear. Sí; Trunks podía no tener el aspecto de un saiyajin pero tenía el coraje de uno.
Tal vez era tiempo de empezar a entrenar al niño. El padre de Vegeta había iniciado su formación incluso antes de que tuviera la capacidad de retener información conscientemente. Los primeros recuerdos que tenía eran charcos de olorosa sangre y ensordecedores gritos... Gente siendo sujetada para que pudiera cortarles la garganta...
Le habían enseñado a matar antes de que tuviera la capacidad de recibir entrenamiento marcial.
¿Y desde cuándo matar y pelear eran dos cosas diferentes?
No tenía la costumbre de pensar tanto. Pero era difícil no hacerlo en un mundo en calma. Y era algo horrible.
Vegeta salió de la nave como si los incesantes cuestionamientos fueran espectros escondidos dentro de ella.
Vegeta volvió a la casa de mal humor, pero su amarga disposición cambió notablemente al ver que la fiesta se había acabado. Todo el mundo se había ido a sus casas o a la cama a dormir. Y aún mejor: un fantástico aroma de carne asada flotaba en el aire. Lo siguió hasta la cocina. El cerdo que Bulma había mencionado estaba en la mesa. A penas le faltaban algunos pedazos. Dio un paso al frente, limpiándose la saliva que había caído accidentalmente por la comisura de sus labios.
Estaba tan cegado por el hambre que la presencia de Bulma pasó desapercibida hasta que se interpuso entre él y su jabalí asado. Apenas contuvo el impulso de empujarla a un lado.
-No debería dejarte comer un solo trozo.- Le dijo. Como si pudiera detenerlo...- Trunks se quedó triste durante toda la fiesta. Pensó que estabas enojado con él. No sé por qué está tan apegado a ti. - Vegeta no sabía qué responder a eso, así que esperó a que Bulma chillara algo más. No tardó en hacerlo. La tierna mirada en sus ojos contrastaba con la dureza de sus palabras.- Lo dije en serio. No quiero que Trunks aprenda a ser un bruto como tú.-
-Si fuera un bruto, estarías muerta.-
-Pues aquí no matamos por diversión. Resolvemos nuestros problemas con palabras. Y si algún día tiene que matar un monstruo, pues que lo haga. Pero sólo monstruos... y si no hay otra opción.-
-…bueno.-
Bulma suspiró sin disimular su alivio.
Vegeta se puso duro y la sangre se le drenó del rostro. No era idiotez; tampoco ingenuidad. Bulma era plenamente consciente de la clase de guerrero que era, y aún así, tomaba la decisión de gritarle en la cara. Daba por sentado que no iba a hacerle daño...Como si fuera uno de esos estúpidos terrícolas. Era una de las insolencias más aberrantes con que nadie se había atrevido a insultarlo jamás.
¿Por qué seguía ladrando delante de él? ¿Cuándo fue la última vez que permitió a semejante insecto tratarlo de esta manera?
Jamás.
La palabra resonó en su mente ominosamente. Había castigado la insolencia con la muerte cada vez que tuvo la oportunidad; fueran guerreros o sirvientes; adultos o niños...o mujeres. ¿Por qué era diferente ésta mujer? ¿Cómo es que Bulma era diferente?
La mera idea de hacerle daño le provocó nauseas.
-¿¡... me estás escuchando siquiera!?-
Se despabiló de golpe. Bulma lo miraba enojada pero siempre estaba esa suavidad en sus ojos... Nadie jamás lo había mirado de esa manera...
-Yo ...- ¿Qué iba a decir? ¿O hacer? Ella no alejaba la mirada y la ira, esa única cosa reconocible, había casi desaparecido.- Yo... ¿Vas a construir el cuarto con gravedad artificial...?-
Bulma desvió abruptamente la cabeza, indignada.
-Sí, Vegeta, te construiré tu estúpido cuarto con gravedad artificial pero...-
Salió de la cocina sin mirar atrás.
Bulma era útil. Sería muy estúpido ponerle un dedo encima. Y eso era todo.
