La joven Täryanis se encontraba temblando de forma descontrolada en los lindes del campamento, hacía horas que oteaba de forma casi desesperada la espesura del bosque que se extendía ante ella. Pero la esperanza de que Vexen regresara, parecía irse marchitando de forma lenta y constante a medida que pasaban las horas...

¿Por qué diablos se había marchado sin decirle nada a nadie del campamento? ¿Como es que no la había avisado tan siquiera a ella? Esas preguntas no dejaban de rondarle la cabeza desde que se había percatado de la ausencia del peculiar elfo pelirojo.

El frío la había calado hasta los huesos, pero eso no iba a detenerla. El custodio había enviado a un par de cazadores tras la pista de Vexen, pero hacía un par de horas que la nevada había empeorado y comenzaba a anochecer, lo que dificultaba incluso para los más expertos leer sus huellas en el terreno...

"Estoy harta, ésta espera es una mierda" gruñó la joven mientras se ajustaba la escasa ropa que llevaba, toda ella humedecida por el continuo contacto con la nieve, que caía sin descanso. LLevaba ahí parada esperando noticias, tan pronto como notó la ausencia de su amigo.

Cuando vió aparecer a los cazadores sin Vexen, eso sólo podía significar una cosa... La búsqueda se vería pausada hasta mañana, dejando a su amigo ahí fuera, a su suerte. Asique si nadie se dignaba a hacer nada para encontrarlo, debía tomar cartas en el asunto.

El custodio Veïmadriel no parecía quitarle ojo de encima, por lo que tendría que ingeniárselas de alguna forma para poder huír de su continua vigilancia. Esa tarea iba ser de todo, menos sencilla...

La pequeña y pálida elfa comenzó a deambular por el campamento, buscando algún quehacer con el que poder excusarse y así tener un mejor acceso al bosque. Pero nada parecía venir a su mente...

El ruidoso bufido de una halla la sacó de su ensimismamiento, ¡dándole la respuesta que necesitaba!

Desde pequeña, siempre había sentido atracción por el hermoso animal, por lo cual pasaba en la cerca donde pastaban todas las horas que podía y las extra que conseguía huyendo de las sesiones espartanas de estudio, proporcionadas por su custodio.

Y Veïmadriel una vez acostumbrado a la situación, decidió sacarle provecho e incluso la había acompañado alguna vez, para enseñarle a poner en práctica magia curativa.

Dejando todos éstos pensamientos a un lado, se armó de valor y se dirigió hacia su mentor, murmurando que estaría en el cerco se excusó, pero no sin pasar por alto a los inquisitivos ojos del custodio, que parecían estar pegados a su espalda.

Todos parecían dedicarle miradas llenas de lástima al pasar... Al fin y al cabo, bien era sabida en todo el campamento la inusual relación existente entre el joven aspirante a cazador y la pequeña protegida del custodio.

Al cabo de media hora de fingir completa atención hacia sus amigas las hallas, el custodio parecía haber bajado la guardia, metiéndose un momento en su tienda. ¡Era todo en cuanto la pequeña necesitaba!

Se coló en el cerco de las hallas, que acostumbradas a su presencia salían a su encuentro, tirándole de las ropas y resoplándole el cabello de forma juguetona, clamando como podían por sus atenciones. Pero, tan pronto llegó al final, se despidió de sus hermosas amigas y se coló por entre las maderas del cerco, poniéndo rumbo al bosque.

Por culpa de la zona por la que se había escabullido, tendría que dar un gran rodeo, pero si quería llegar al punto donde se había perdido el rastro de Vexen, debía darse prisa.

Comenzó a deambular por la espesura, completamente atenta a cualquier posible pista sobre el paradero de su amigo de infancia. A cada paso que daba, la nieve parecía espesarse más bajo sus pies dificultándole el rastreo... Se sentía completamente exhausta y su pequeño mundo se empeñaba en desmoronarse con cada paso que daba...

Debían de haber pasado horas desde que abandonó la seguridad del campamento... Suspiró y dirigió su mirada al cielo estrellado, estaba desesperada... No sabía que hacer y era incapaz de quedarse esperando cuando nadie más parecía dispuesto ayudar... Cuando nadie más parecía dispuesto a ayudarle.

Sollozó desesperada una plegaria ininteligible a todos y cada uno de los antiguos dioses élficos. Y aunando las escasas fuerzas que le quedaban, continuó con su búsqueda.

Para cuando sus piernas se resistían a aceptar más órdenes y proseguir con la interminable caminata, se percató de que la observaban...

Frenó en seco y escudriñó detenidamente su alrededor, decidida a probar suerte. Sólo al muchacho pelirrojo se le ocurriría asustarla hasta casi el infarto, cuando se escabullía para explorar los alrededores... Y sólo él tendría el sentido del humor tan retorcido como para hacerlo incluso en ésta situación.

"¡VEXEN!"

No hubo respuesta. Resopló, obligándose a empujar la mezcla entre cansancio y tristeza que luchaba por dominarla hacia lo más profundo de su ser... Y a hurtadillas, intentando hacer el menor ruido posible se aproximó a los arbustos en los que parecía haber detectado un leve movimiento. Esperaba que la cara de su amigo emergiera por entre el follaje para asustarla, como tantas veces antes.

Sin embargo, mientras se aproximaba, unos enormes ojos carmesíes tomaron forma por entre el frondoso matorral.

¡Se quedó sin aire!

Aún oculta tras el follaje, la criatura profirió un gruñido que paralizó a Täryanis al instante... Sin darle tiempo a reaccionar, el peligroso ser se abalanzó de un poderoso salto sobre ella.

Notaba como el frío de la nieve se colaba por su espalda en contacto con el suelo, abrió los ojos con esfuerzo. Aturdida debido al fuerte impacto de la caída, se encontró con que el ser que la retenía indefensa era un lobo... Un enorme lobo negro, como jamás antes había visto en su corta vida.

Las fauces de la criatura ya se situaban peligrosamente cerca de su cuello, y la pobre joven podía ver perfectamente como su fila de enormes dientes podrían acabar con su vida en un instante, si el animal así lo quisiera. Un sólo movimiento y sería su fin.

Luchar sería inútil, resistirse en esa situación parecía una pérdida de tiempo, el cansancio al que había sometido a su cuerpo durante ése último día le había decidido hacer su aparición en el peor momento posible.

Intentaba aferrarse desesperadamente a los últimos retazos de fuerza que le quedaban, pero todo era en vano. En cuestión de segundos, todo se volvió negro. Negro como la oscuridad que parecía reflejar el pelaje de aquella mortífera criatura...

Perdió la consciencia, pero su esfuerzo le permitió pronunciar las que creía sus últimas palabras...

"¿..Fen'...Harel...?"

Un dolor de cabeza palpitante parecía decidido a abrirse paso por sus sienes por lo que la pequeña elfa llevó instintivamente su mano a la zona dolorida.

¿Dónde se encontraba? ¿Estaba muerta? Quizá todo había sido producto de un mal sueño... Pero sus ropas mojadas, y llenas de barro apuntaban a todo lo contrario.

Observó sus alrededores, completamente desconcertada. Todo estaba oscuro, pero... un momento ¿Qué había pasado con el lobo? Un animal de semejante tamaño no iba a dejar marchar a una presa libremente. No era una cazadora, pero incluso sin tener conocimientos en la materia, podía estar completamente segura de ello.

Por lo que, en su cabeza sólo una idea se le antojaba posible y, un remolino de esperanza comenzó a brotar de su pecho... ¡Vexen! ¡tenía que ser él quién la había salvado!

Sin perder tiempo, comenzó a gatear en busca de algún apoyo con el que poder ubicar por donde dirigir sus pasos pero, para su sorpresa, la mano encargada de encontrar apoyo, captó una fuente de calor cerca de donde se encontraba... Oh-oh...

La situación acababa de apuñalar repetidamente a la poca esperanza que había logrado construír, desde que despertó de su inconsciencia. El lobo estaba ahí, era quien la había traído hasta lo que parecía una cueva.

¿Con que fin? Täryanis lo desconocía... Pero no podía ser nada bueno, quizá la querría como aperitivo para después de su aparente siesta.

Olas de temor comenzaron a golpearla una tras otra, despertando así a su aletargada adrenalina, que pronto llenó sus venas y tomó el control de su pequeño cuerpo. Lo principal ahora mismo era poner la mayor distancia que pudiera entre ella y el mortífero animal.

Se dispuso a gatear de nuevo desesperada, en dirección opuesta al ser, pero sin conseguir resultado. Sin luz sería imposible encontrar la salida... Y si usaba su magia acabaría por despertar a la bestia que yacía dormida, sin ser consciente de como su almuerzo había decidido largarse sin permiso.

Tragó saliva, intentando serenarse por todos los medios posibles, un error sería fatal. Sin embargo sus nervios se empeñaban en pasarle factura, no podía dejar de temblar a causa de ellos y del frío, con el que la ropa aún húmeda se había encargado de obsequiar a su cuerpo.

Un repentino estruendo resonó por toda la cueva, sacándola de su ensimismamiento. Quizá si seguía el sonido de lo que parecía una fuente tormenta, llegase al exterior de la cueva... Siguió a tientas hasta que sus todavía temblorosas manos captaron una bifurcación en la roca. Se puso en pie con dificultad y comenzó a caminar de la forma más sigilosa que pudo por el estrecho pasillo, asegurándose en todo momento de que la criatura no la seguía.

Para cuando creía haber puesto más que suficiente distancia prudencial, se concentró todo lo que pudo y sus palmas comenzaron a iluminarse con pequeñas motas de energía, que parecían recorrer los senderos que adornaban su piel. Para poco después juntarse y comenzar a tomar forma de una llama, con la que poder iluminar sus pasos.

"¿Eh?" Resolló incrédula. Algo debía de haber hecho mal en el momento en el que conjuró la llama, porque en vez de ser como las habituales que había logrado dominar, ésta era de un hipnótico color verdoso...

Poco le duró el desconcierto, ya que para cuando volvió en si, podía oír el eco de algo acercándose, por la misma dirección por la que había venido..

Presa del pánico echó a correr, pero a duras penas logró forzar a su cuerpo a moverse más deprisa, pese a su notable descontento.

Y para cuando vislumbraba un poco de claridad natural abriéndose paso por el infierno que representaba ésta cueva, tropezó. Permitiéndole a la criatura tomar ventaja de la situación y situándose así ante ella, cortándole cualquier posible vía de escape.

Asustada, comenzó a arrastrar su cuerpo, en dirección contraria. Pero no podía engañar a los carmesíes ojos de la criatura, por lo que, desesperada se irguió poniéndose totalmente en pie e hizo lo único que podía hacer. La concentración estaba por borrar el temor de las facciones de su joven rostro, y la llama se hizo más grande, iluminando completamente el pasillo en el que se encontraban, y crepitando de forma amenazadora sobre su palma desnuda.

El gran lobo, ante ésto, pareció detener sus pasos abruptamente. Ojos rojos como la sangre observando sin perder detalle de la llama que parecía dispuesta a engullirlo todo.

Täryanis, viendo la oportunidad, se acercó al lobo dispuesta a usar la llama como ventaja y así asustar al animal y proseguir con su huída. Pero como siempre sus planes no salieron como esperaba.

El negro ser, afianzó más sus pasos, acercándose de nuevo a ella. ¡Tenía que pensar en algo! ¡Lo que fuera, no quería morir!

Sumida de nuevo en pensamientos desesperados, una voz interrumpió el turbio torbellino de su mente. Pero ésa no era su voz... ¡¿Era eso tan siquiera posible?! ¿Su imaginación le estaba jugando una mala pasada? La voz... Esa voz, que le hablaba... Era el lobo, rogándole que se detuviera.