Así se sentía cada contacto con él; ardía sentir su piel rozando la mía, pero una vez comenzaba ya no había retorno. Hace un par de meses habíamos comenzado con estos encuentros furtivos. En un principio eran simplemente intercambio de insultos, que resultaban realmente liberadores, pues este año no estaba siendo el mejor; poco a poco esos encuentros se hicieron más regulares y luego pasaron a ser discusiones, hablábamos nuestras cosas, gritándonos por su puesto, pero de alguna forma ayudaba a sobrellevarlo todo. Un día eso cambió, pues pasamos a los golpes, estaba furioso, iracundo; la cosa escaló tanto que terminamos en el suelo, yo encima de él, ambos agotados, agitados, aliviados; fue entonces cuando comenzó realmente, pues en la cercanía, con todos los sentimientos a flor de piel no pude detenerme, y solo sucedió, no fue más que un roce, pero él se asustó, me empujó y salió corriendo del lugar. Al día siguiente volví al sitio, esperando no encontrarlo más, pero allí estaba, y apenas cerré la puerta se me echó encima, en un principio pensé que me golpearía, pues me tomó de la camisa y me levantó amenazante, pero su mirada estaba confundida, pero sin cuestionar nada en particular solo me besó con fuerza y yo no demoré en responder. Y así inició una nueva rutina, un nuevo desquite, el cual era un millón de veces más placentero que cualquier otra cosa que se nos pudiese ocurrir.

Con el tiempo, las caricias fueron aumentando, con manos bajo la camisa, toqueteos indiscretos y besos que cada vez bajaban más. Al mismo tiempo que la temperatura se incrementaba entre nosotros la ropa iba disminuyendo en cada encuentro. Cada día esperaba con más ansias el siguiente, y el siguiente, y cada vez sus roces se sentían más y más calientes, derritiéndome por completo bajo su toque.

Para ser sinceros lo que más me gustaba de todo es que esos roces, se convertían en caricias, llenas de sentimiento; sentimientos que no debería tener, que no deberían estar ahí, pero que no podía evitar sentir junto con cada descarga eléctrica que él provocaba en mí.

Pero como todo, las cosas llegan a su final, y realmente lo nuestro no podía terminar de otra forma, las circunstancias no fueron las mejores, nuestros destinos no estaban conectados de esa forma y no había forma de salvarlo por más que quisiera; quería, lo quería con todo mi corazón, que las cosas fueran de otra manera, que esto tuviera futuro, pero nunca lo tuvo. Y así fue como el último encuentro ocurrió, en el lugar de siempre, luego de semanas peleados, estuvimos los dos allí, ambos con los sentimientos a flor de piel, solo que ninguno de ellos era positivo, ya no más, y el hechizo solo salió, el sectumsempra fue el fin, acabó con todo, con él, conmigo, con nosotros.

Sin embargo, que las cosas tenga un final, no significa que no hayan pasado, pues, aunque trate de evitarlo, aun siento ese fuego en mí, cada vez que lo veo siento ese calor recorrer mi piel; el calor las caricias que siempre necesité; el fuego de un amor fatal.