Podía sentir una corriente de electricidad recorriendo su espalda mientras mordía internamente sus labios y cerraba los ojos evitando encontrar su mirada penetrante. Esta vez seria su primera vez, lo era con el. Podía jugar a que se querían y tenían miedo, porque cada uno debía volver al terminar el turno debían sonreír y besar a otras personas a oler otros aromas que no les daba asco pero no eran ellos, a abrazar otros cuerpos y dar buenas noches a otros oído, sin que ellos en conjunto pudieran disfrutar de aquellos detalles.
Semanas atrás el flirteo era de lo prohibido, amaban aquello que se les negaban y solo pasaban partes de una cuantas horas sentados en sillones personales a una distancia prudente, cosa que los ajenos a ese ambiente solo apreciaban a dos doctores él, el mas conocido y ella, la mas querida del hospital, conversando entre si.
Esta noche, nadie transitaba en los corredores, solo aquellos sonidos de besos y gemidos ahogados; con la falda azul marino arrugada y estancada en la cintura, y la blusa abierta dejando a disposición al hambriento que acaricia y adora tales manjares y que este entra en su interior, empezando el baile que ha de ser de ambos porque es a si voluntad, es lo que buscan quemar y eliminar en totalidad razón existente para evitar a volver hacer lo que ahora disfrutan.
Ella evita cualquier cambio de peso al temor de que recuerde esa otra aflicción. Su pierna.
Sus labios, su boca succiona toda piel expuesta, jamás había sentido tales ni con Chase, con la facilidad por estar sanos, ella se aburre a los cinco minutos, con la facilidad de palabras. El guardarse el aliento era algo cotidiano para ambos, sus palabras decían algo que sus ojos contradecían al 100%. Podían estar en una reunión separados por un millar de personas, pero con solo mirarse por el rabillo del ojo, ambas mentes corren hacia el despacho a entregarse.
Esa noche era LA noche, aquel único recuerdo que tendrían para siempre, en la que los compromisos quedaban e un sillón aparte lejos de aquel en que él sentado bajo ella recibe el tortuoso calor de su interior mientras sus manos reposan en las caderas.
Para ella, era el éxtasis, mucho más que aquella noche de drogas. Por LA noche ella hizo trampa. En el pasado ella amaba a su marido por su instinto de necesidad, ella era amada en ese momento por su adicción a la necesidad. Besaba la frente arrugada y sudorosa en un afán desesperante por callar un gemido. Sintió el movimiento de las manos, una que abraza su cintura, mientras otra serpenteaba hacia su cuello. Antes de no resistirse, ella escucho su voz susurrando en su oído.
La magia había terminado. No hay palabras que decir porque no las necesitan, son adultos. No juegan a dañarse, juegan a amarse en la eternidad del universo.
Cinco años más tarde, mirada azul contra mirada azul, de abajo hacia arriba. Uno era el padre y otro su hijo. Uno era desafío y otro autoridad, pero precisamente en ese orden. Robert Chase cruzaba los brazos ante el reto de su hijo, un chiquillo de cuatro años con el ceño fruncido y un aire de superioridad único, se negaba a entrar a la iglesia por tercera vez en tres veces. Debía tener una paciencia que atendería el catolicismo y no le veía para nada que siguiera su sueño frustrado de entrar al seminario.
De pronto ve que la criatura sonríe y se aleja de el, corriendo hacia la delicada figura de una mujer que le abraza y lo besa. -¡Allison!- grita el padre mientras se acerca a ambos. – ¡No quiero entrar ahí!- se adelanta el niño, señalando el edificio a sus espaldas. –no sabe lo que quiere, en lo que crezca, ya entenderá-. – ¡No creo en Dios!- grito la boca pequeña ante la mirada de furiosa sorpresa del hombre y el silencio impasible de su madre. –es domingo, vamos a complacer a pap…-. El silencio inunda ante la mirada penetrante del niño.
El hombre suspira –vayan a casa. Los veo después de misa- dice mientras besa la mejilla femenina y acaricia el cabello castaño del pequeño.
Allison Cameron toma la mano de su hijo mientras este camina a gusto. Tiene sus gestos, toda su presencia. Bien pudo pasar sus características, pero la sangre es sangre, y punto.
Argus Chase tenía una marca roja (1) oculta por el abundante cabello. Y él se lo dijo, en aquel recuerdo.
(1) 5x04 "birthmarks"
Inspirado en medio de las clases de humanos y penal.
Agradecimientos, a todos los videos Hamerons del mundo.
