EN ARMONÍA

I: PROLOGO

Fecha desconocida. Elysion. Inframundo

Hades sonrió dulcemente. A diferencia de la mayoría de sus reencarnaciones, esta vez había encontrado a su reina y compartía el tiempo con ella. Vaya, ni siquiera le apetecía iniciar una guerra santa con Athena. Estaba tan a gusto, solo con ella en los Campos Elíseos, tumbado boca arriba sobre la hierba y entre las flores, con su hermosa reina apoyando su cabeza en su regazo.

Cerca de ellos, pero no demasiado cerca, estaban Hypnos y Thanatos, tocando la flauta y la lira, respectivamente. Se respiraba paz y tranquilidad, y Hades deseaba que esos días no acabaran nunca.

-¿Hades?- dijo Perséfone con voz dulce.

-¿Sí, florecita?- dijo Hades.

-Dime una vez más- dijo la reina del Inframundo- ¿porqué tengo que regresar a la superficie en primavera?-

Hades suspiró. No le gustaba ese asunto. Pasó sus dedos por los cabellos de su esposa con cariño, aún cerrando los ojos.

-Porque tu madre se niega a trabajar y mantener la vida en el mundo humano mientras estés aquí- dijo Hades.

-Oh- dijo Perséfone en un tono triste.

-No es tu culpa, florecita- dijo Hades, sonriendo y acariciando sus mejillas- te amo, y me acomodo a los deseos de Zeus, con tal de que tú estés feliz-

Perséfone rió. ¡Ah, como amaba su risa! La joven diosa se dio varias vueltas en el pasto, manchando su blanco vestido. Hades la miró, embelesado. Hypnos y Thanatos, quienes los observaban discretamente, dejaron de tocar sus respectivos instrumentos, y sonrieron al ver a la pareja. Ambos dioses, si bien eran fieles sirvientes de Hades, también adoraban a su reina.

-¿Hades?- volvió a decir su reina, mientras éste rodaba junto con ella en el pasto, entre las flores.

-¿Sí, florecita?- dijo él

-¿Vas a seguir peleando con Athena?- preguntó ella. Hades sacudió la cabeza.

-No, florecita, al menos en esta época no- dijo Hades, besándola en la frente- en esta época, no me arriesgaría a dañar la tierra si tú estás en ella-

-No sabes como quisiera que ya no pelearas con ella- dijo Perséfone- no quiero que te dañe. Además, no quiero estar lejos de ti más tiempo del estrictamente necesario-

Pero la burbuja se rompió pronto. Un mensaje llegó de Giudecca. Necesitaban a su rey y a los dioses gemelos. El señor del Inframundo suspiró y se levantó. Al ver la expresión perpleja de Perséfone, Hades se inclinó hacia ella y la alzó en brazos, para darle un dulce beso en sus labios. La diosa lo recibió contenta.

El invierno había terminado, y la buena noticia es que, gracias a las granadas del Inframundo, Perséfone volvería nuevamente al iniciar el otoño.

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Olimpo, Grecia

Verano, año 3 antes del nacimiento de Athena

Perséfone contaba los días para que se presentara el invierno y poder regresar al Inframundo. Miró a través de la ventana: el verano estaba terminando en el mundo, y pronto podría regresar al mundo de los muertos, con su adorado rey Hades. Pasó sus ojos anaranjados, parecidos a la puesta del sol, sobre las nubes que rodeaban el Olimpo, esperando que el clima diera los primeros signos de cambiar. Caligo, su fiel ninfa acompañante, hacía sonar una flauta con una dulzura sobrenatural, que llenaba el corazón de su diosa de una gran alegría.

Alguien que llamó la puerta los interrumpió. Perséfone dio un respingo, ya que no se esperaba ningún visitante. Se volvió hacia la puerta y, para su sorpresa, eran su madre, Deméter, y su padre, Zeus. Perséfone se alarmó al ver a su madre llorando tan amargamente, y su padre parecía francamente aburrido del llanto de la diosa. Por un segundo, Perséfone pensó que todo eso era porque iba a regresar al Inframundo antes del plazo establecid, a juzgar por la actitud de su madre, que siempre se ponía así cuando ella misma hacía la sugerencia. Pero pronto se dio cuenta de que eso era demasiado bueno para ser cierto.

-Perséfone- dijo Zeus, hablando un poco más alto que el llanto de la otra diosa- tenemos que hablar tu y yo, de algo importante. No, te puedes quedar también, Caligo- añadió, al ver que la ninfa había dejado de tocar y se había puesto de pie para retirarse- de hecho, necesito que te quedes también-

-De acuerdo- dijo Perséfone, asintiendo hacia donde estaba su ninfa, y lanzó una mirada fugaz a su madre, que seguía lloriqueando en una esquina.

-Bueno, toma asiento, hija mía, para que escuches lo que tengo que decir. Demeter- dijo el rey de los dioses, volviéndose a la otra diosa- si nos disculpas…-

-No puedes echarme de aquí, Zeus- dijo Demeter entre lloriqueos- Perséfone es mi hija también, y yo no…-

-¡Fuera!- exclamó el rey de los dioses alzando la voz, haciendo que ambas diosas y la ninfa dieran un respingo de sorpresa. Demeter le lanzó una mirada llena de furia y de indignación, y salió de la habitación, para seguir lloriqueando en sus habitaciones. Zeus se volvió a Perséfone- disculpa eso. Mi hermana, tu madre, está un poco molesta conmigo-

-Oh…- solo pudo decir Perséfone, sin conocimiento de causa.

-Como dije, tengo algo que decirte- dijo Zeus, cruzándose de brazos- se acerca el tiempo de una nueva guerra santa. Hades y Athena nuevamente van a pelear. Hypnos y Thanatos están a punto de escapar de su prisión, y el oráculo predijo que la guerra santa se llevaría a cabo-

Perséfone puso los ojos en blanco y se cruzó de brazos, cambiando su expresión de sorprendida a molesta. Ya la escucharía Hades cuando bajara con él al Inframundo. Y esos dos, Hypnos y Thanatos, de seguro lo habían instigado a pelear otra vez con Athena. Ya tendría esa charla con ellos tres, y quizá les caerían algunos tirones de orejas. ¡Además, Hades se lo había prometido!

-La guerra santa se va a llevar a cabo, hija- dijo Zeus, cabizbajo y visiblemente molesto por el comportamiento de su divino hermano- no hay nada que podamos hacer al respecto. Pero tengo una buena idea de lo que podemos hacer para… no sé, darle una lección a tu marido, y a los dioses gemelos, y necesito la ayuda de las dos, tuya y de Caligo-

Perséfone lo miró sorprendida.

-¿De qué se trata, padre?- preguntó la joven diosa.

-De que reencarnes en la tierra, como lo hace Athena, como otro humano más- dijo Zeus.

En ese momento, Perséfone entendió porque su madre se había puesto así: porque Zeus le haría esa propuesta. Y sabía que el rey de los dioses tenía toda la razón al respecto. Si encarnaba como humana, Hades tendría mucho cuidado de no destruir la tierra y a los humanos, por miedo a destruirla a ella también. Pero, por otro lado, eso era hacer trampa. Era como si Zeus le prestara ayuda a Athena, y la misma Persone se uniera a ellos en contra de su marido.

-Pero padre…- comenzó Perséfone, pensativa y preocupada, frunciendo el entrecejo, dudosa- ¿no lastimaría eso a mi señor Hades?¿Realmente lo sugieres porque te preocupas por mi señor Hades y por mí, o porque quieres darle la ventaja a tu hija favorita, Athena?-

Zeus bajó la mirada, y dejó escapar un suspiro.

-Hija mía- dijo Zeus, tomando sus manos- no te lo sugeriría si no creyera que es lo correcto. He previsto que este plan funcionará. Hará que mi hija Athena y que Hades no vuelvan a pelear, y sean amigos sinceramente. El oráculo ya predijo lo que va a suceder. No te lo puedo decir, pues arruinaría todo. Solo sé que debes de reencarnar en una mujer humana, y vivir una vida normal hasta que Hades te encuentre-

Perséfone lo pensó. Si eso prevenía que Hades intentara destruir el mundo, de herirse a sí mismo y a los espectros cada doscientos y tantos años.

-¿Cuándo va a reencarnar Athena, padre?- preguntó Perséfone.

-En unos tres años más- dijo Zeus.

-Bien- dijo Perséfone, poniéndose de pie- entonces creo que será mejor que baje a la tierra ahora mismo…-

El rey de los dioses asintió suavemente.

-Te dejaré en un lugar seguro, hija- dijo Zeus- con una familia que te ame y te cuide. Es lo menos que mereces, después de lo que harás por todos nosotros-

Perséfone sonrió. Caligo miraba a su señora preocupada, como si tuviera miedo de que algo malo le pasara.

-Hay una cosa más que tengo que hacer- continuó Zeus- voy a separar tus recuerdos y tu divinidad, y te los enviaré con Caligo a la Tierra-

-¿Separar mis recuerdos?- preguntó la joven diosa.

-Esconderé tus recuerdos en el alma de tu ninfa, que también bajará a la tierra- dijo Zeus- esa alma los protegerá, y evitará que otros dioses enemigos de Athena o de Hades te ataquen, sabiendo que eres Perséfone. Cuando Hades te encuentre, Caligo te regresará tus recuerdos. ¿Puedes hacer esto por nosotros, Caligo?-

-Haré como usted y la señora Perséfone ordenen, señor Zeus- dijo la ninfa, sonriente.

Perséfone suspiró.

-De acuerdo, padre- dijo la joven diosa, sus ojos naranjas brillando decididamente, y se volvió a la ninfa- hagámoslo ahora-

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Año 5 del Nacimiento de Athena.

Santuario de Athena, Atenas, Grecia

Aioria estaba entrenando solo en el Coliseo. Todos los demás, santos y aprendices, inmediatamente lo dejaban solo cuando llegaba a entrenar. Ya no se metían con él, como lo hacían cuando aún no había ganado la armadura de Leo, pero aún así todos preferían evitarlo, no asociarse con él. Nadie parecía haber olvidado que era el hermano del traidor Aioros, que había intentado asesinar a Athena y había muerto cinco años atrás.

El joven santo de Leo sufría al tener que soportar eso, pero al parecer no se olvidarían del asunto a corto plazo. Bah, llevaba cinco años ignorándolos, no había problema.

-Eh, cachorro, ¿vamos a entrenar o qué?- dijo una voz. Aioria se volvió, para encontrarse con la sonrisa astuta de Milo.

-Será mejor que te vayas, Milo- dijo Aioria, manteniendo su rostro serio- no querrás que te asocien conmigo. No es bueno ser mi amigo estos días. Ya sabes que mi familia tiene mala reputación-

-Bah- dijo Milo a su vez, encogiéndose de hombros. Ya había ganado la armadura de Escorpión, y todos los días intentaba acercarse a entrenar con Aioria- yo creo que no eres tan malo. Eres más bien aburrido. Y tu fama o la de tu familia no me interesa-

-No era lo que decías antes- gruñó Aioria, recordando que Milo fue uno de los que lo molestaban por lo que había hecho su hermano mayor antes de morir.

-Bah- dijo Milo, dándole la espalda y cruzándose de brazos- si tienes miedo de entrenar conmigo, puedo conseguir a alguien más. No entreno con cobardes-

-¿Qué dijiste?- dijo Aioria, encendiendo su cosmo, furioso de las palabras del otro santo de Athena- defiende, Milo-

Milo sonrió astutamente, y ambos caballeros dorados comenzaron a entrenar juntos en el Coliseo.

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Año 13 del nacimiento de Athena, durante la Guerra Santa contra Hades

Valle de Enna, entrada al Inframundo

Zeus ya había tenido suficiente. Estaba harto de Hades, peleando a cada rato con Athena. Y ya había tomado cartas en el asunto. Su problema es que no había esperado a que su turbulento hermano comenzara tan rápido la nueva guerra santa contra Athena.

El rey de los dioses sabía que tenía que hablar con su hermano personalmente. Bajó al valle de Enna, y miró interesado el monte Etna a lo lejos, mientras esperaba a Hades. Éste surgió de la tierra. Una vez en la superficie, se limpió el polvo de sus ropas, y se volvió hacia su hermano.

-¿Y bien?- dijo Hades en un tono aburrido- ¿de qué querías hablarme?-

-De la guerra santa que estás llevando a cabo contra mi hija favorita- dijo Zeus, molesto. Hades se encogió de hombros- ¿porqué siempre quieres sumir a la tierra en oscuridad? No lo niegues, sé que tus espectros ya están en el Santuario de Athena en este momento, intentando tomar su vida-

Hades lo miró con desdén, y no respondió.

-No quiero sermonearte- dijo Zeus- solo vine a decirte que ya tomé cartas en el asunto. Ninguno de los otros dioses está muy feliz que digamos. Mucho menos Perséfone. Ella está aquí, en la tierra-

Hades alzó las cejas.

-¿Qué quieres decir?- dijo el rey del Inframundo.

-Que Perséfone bajó a la tierra, y está entre los humanos, viviendo como uno de ellos- dijo Zeus- quiso reencarnar en esta era-

Hades se enfureció.

-¡Esto es cosa tuya!- rugió el dios de los muertos, encendiendo su cosmo furiosamente- ¡tú, Zeus, tú la convenciste de hacer eso!-

-No es solo cosa mía- dijo Zeus, encogiéndose de hombros- ella también ya está harta de tus guerras sin sentido con Athena, y accedió a reencarnar para prevenir que pelees de nuevo con ella-

-¡No!- dijo Hades, dándole la espalda- tú la convenciste de hacer eso. Pero eso no me detendrá, Zeus. Ya verás lo que haré con tu hija favorita…-

Y tras proferir esa amenaza, Hades desapareció, hundiéndose en la tierra.

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Año 13 del nacimiento de Athena, durante la Guerra Santa contra Hades

Academia de Música, Edimburgo, Escocia

-¡Miren como está el sol!- exclamó la menuda chica de largos cabellos rubios rojizos, señalando el eclipse con su flauta. Sus ojos de color durazno reflejaban la luz del sol- ¡que fenómeno tan impresionante!-

Los chicos de la Academia habían salido al patio a descansar entre sus clases. Usualmente se sentaban en el pasto, junto a las fuentes, a tomar su lonche, y miraban los autos ir de un lado a otro en la calle cercana. Esta vez, el fenómeno fue lo que captó la atención de todos.

-No parece normal ese eclipse- dijo la otra chica, mucho más alta que la primera que había hablado- no había nada de eso en las noticias-

-¿Qué creen que esté pasando?- dijo uno de los chicos.

-Yo escuché que los santos de Athena dejaron su Santuario en Grecia- dijo la primera chica que había hablado, pasando su larga trenza de su espalda por su hombro derecho- ¿creen que eso tenga algo que ver?-

Los chicos se miraron entre sí.

-¿Sabes lo que están diciendo todos, Elizabeth?- dijo otro de los chicos- que el rey del Inframundo, Hades, es quien causó el eclipse, y que está en guerra contra Athena y sus santos. ¡Dicen que quiere destruir la Tierra para gobernarla!-

La chica llamada Elizabeth se llevó las manos a la boca.

-¿Quién dijo eso?- preguntó ella, alarmada.

-La chica Tilney lo dijo- añadió el chico.

-¿Hablas de Catherine?- preguntó Elizabeth, y el chico asintió. Elizabeth frunció el entrecejo en un gesto de reprobación- vamos, ella es la más talentosa de todos en la Academia, y es buena persona. Deberían intentar ser su amiga-

-Bah, esa chica es de lo más raro- dijo otro de los chicos- tiene talento, no lo niego, pero es rara. Ojalá fuera más normal-

-Admítelo, Elizabeth- dijo la chica alta- Catherine Tilney solo que agrada porque tus papás te obligan a llevarte bien con ella-

Elizabeth frunció el entrecejo de nuevo, y se volvió hacia donde se encontraba Catherine. Esta era una chica muy peculiar. Su desordenado cabello castaño oscuro rozaba apenas sus hombros. A diferencia de todas las chicas, quienes llevaban lindos vestidos y ropas coloridas, la aludida siempre usaba unos pantalones negros llenos de bolsas, un poco grandes para ella. Llevaba una blusa negra sin mangas, ajustada a su cuerpo, y encima una chamarra blanca y rojo, que en ese momento estaba en el pasto, pues el día era caluroso. No me malinterpreten: Catherine se veía femenina de todos modos, solo que se veía… diferente. Nunca se le veía sin su violín, que era el instrumento que tocaba. Todos los chicos de la academia estaban sorprendidos, y un poco envidiosos, por su habilidad.

-Catherine es normal, Jane- dijo Elizabeth, tomando su flauta y guardándola en su estuche- solo que ustedes no la tratan…-

-Es cierto eso que dijo Jane- dijo otro de los chicos, ignorando lo que dijo Elizabeth, y dirigiéndose a la chica alta- tu familia le paga sus estudios de música, ¿cierto? Es como su obra de caridad, ¿verdad?-

Elizabeth hizo una mueca de enojo. Es verdad que había conocido a Catherine porque sus padres la habían visto tocar en una esquina, pidiendo algunas monedas, y la habían adoptado en su hogar, además de pagarle sus clases de música. Pero

-Cathy es mi amiga- dijo Elizabeth, cruzando los brazos firmemente, lo cual les pareció cómico a los otros chicos, sobre todo por tratarse de una chica pequeña y frágil- de hecho, pronto viajaremos juntas a Londres a visitar a Lydia Castlehaven, y después iremos a Grecia con Julian Solo-

-Oh, ¿hablas del guapo de Julian Solo?- dijo la chica alta llamada Jane- que envidia, ojalá yo pudiera ir…-

En ese momento, el sol fue cubierto por completo por la luna, y todos los chicos de la academia entraron en pánico. Todo se volvió oscuridad en un momento. La pequeña Elizabeth fue empujada y se sintió caer al suelo, sobre el pasto. Alguien pisó su tobillo.

-Ouch, esa es mi pierna- se quejó Elizabeth- ten cuidado, Jane-

-¡Vamos a morir!-

-Nunca más veremos la luz del sol-

-¡Estamos perdidos!-

Elizabeth sintió entonces el pánico también. ¿No vería más la luz del sol? Sintió un vacío en el estómago. Miró hacia donde hacía unos momentos aún se podía ver el sol, y vio el contorno del sol cubierto por la luna, y dentro de ésta una extraña imagen: un hombre de cabellos negros, que le parecía endemoniadamente conocido, desenvainando una espada.

Todo estaba sumido en la más profunda oscuridad. La chica se asustó. Se puso de pie casi de un salto y comenzó a correr hacia donde aún podía ver luces. Quizá esa era la academia. Chocó varias veces con algunos de sus compañeros mientras lo hacía. Siguió corriendo.

-¡Elizabeth, no!- escuchó gritar a Catherine cerca de ella. Después de eso, el ruido del claxon y de los frenos rechinando.

Elizabeth sintió un empujón, y después un fuerte golpe sordo en su espalda, a la altura de su cintura, y se sintió impulsada hacia delante. Cayó pesadamente al asfalto, y sintió a alguien más caer a su lado, una chica, dando un grito desgarrador de dolor. No podía preocuparse por esa persona, pues ella misma no estaba nada bien. No pudo abrir los ojos, y en cuestión de segundos, desde tocó el suelo, todo se volvió negro.

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Año 13 del nacimiento de Athena, durante la Guerra Santa contra Hades

Mansión Solo, Grecia

-Vamos, Sorento- dijo Julián Solo, dándole la espalda y dirigiéndose a su mansión- debemos iniciar nuestro viaje. Los niños huérfanos esperan escuchar tu flauta-

Sorento siguió a Julián, obediente, y con una sonrisa. El eclipse causado por Hades llegaba a su fin, y el sol volvía a salir. Las cosas mejorarían a partir de entonces. El general marino estaba feliz. Ansiaba tocar su instrumento junto con las dos chicas más talentosas que había conocido.

Estaban abordando su jet privado, cuando una llamada a su celular interrumpió sus pensamientos.

-¿Hola?- respondió Sorento- sí, soy yo. Sí, el señor Julian Solo está conmigo. Oh… ¿que pasó?- el joven general marino escuchó en silencio un momento, palideciendo más y más conforme escuchaba- de acuerdo. Entiendo-

Colgó el teléfono con una expresión sombría.

-¿Qué sucedió, Sorento?- preguntó Julian al verlo tan preocupado. Sorento bajó la mirada tristemente. Nunca había visto al general marino tan desolado, y no sabía porqué, pero eso le daba una mala espina.

-Se cancela la presentación, señor Julián- dijo Sorento en un tono triste.

-¿Porqué?- pregunto el joven dios, alzando las cejas. No entendía que podía haber pasado para suspenderla, sobre todo cuando el peligro por la guerra contra Hades ya había pasado.

-Elizabeth Stuart y Catherine Tilney acaban de tener un accidente en Edimburgo- dijo Sorento, con un nudo en la garganta- y bastante grave, a como me informaron-

Julián Solo también palideció, y miró alternadamente al general marino y al jet. Suspiró antes de tomar su decisión.

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Varios días después

Hospital de Edimburgo, Escocia

Elizabeth abrió los ojos de golpe al despertar. Estaba en un lugar extraño. Escuchaba ruidos raros todo el tiempo. Su cuerpo se sentía rígido. Y tenía frío, mucho frío. Lo último que recordaba era un mundo oscuro, eclipsado por el poder de Hades. Sintió un extraño sabor metálico en la boca, y recordó lo que había pasado. Iba a intentar incorporarse, cuando sintió una mano en su hombro, y se volvió. Había dos rostros bien conocidos por ella.

-¿Lydia?¿Julian?- dijo Elizabeth, sorprendida de ver a sus dos antiguos amigos de la infancia ahí, sentados junto a la cama donde se encontraba- ¿qué está pasando?¿dónde estoy?-

-Ya despertaste, Elizabeth, que alivio- dijo Lydia, lanzándose hacia ella y dándole un abrazo fugaz- iré a avisar a tus padres, han estado tan preocupados…- y salió de la habitación.

-Estás en el hospital, Elizabeth- dijo Julián, sentándose de nuevo y tomándola de la mano, al ver la expresión sorprendida de la chica- tuviste un accidente hace unos días, cuando el eclipse de Hades se completó. Corriste a la calle, y un auto te golpeó, bastante fuerte, y te proyectó varios metros adelante. Has estado inconsciente por varios días-

Elizabeth se frotó la frente. Todo aquello era tan confuso. Estaba toda cubierta por cables y tubos ¿A poco era cierto eso de que tenía tanto tiempo de estar inconsciente?¿Qué había pasado con los demás? ¿Con Cathy?

-¿Qué están haciendo ustedes dos aquí?- preguntó Elizabeth.

-Lydia y yo vinimos desde nuestras casas a verte- dijo Julián solo en un tono amable- los dos estábamos muy preocupados por ti. Y Sorento también-

-¿Viniste desde Grecia?- dijo Elizabeth, cerrando los ojos confundida- ¿y Lydia vino desde Londres?-

Julián asintió.

-Lady Margaret acompañó a Lydia desde Londres, aprovechando que su padre está de viaje fuera de la isla- le explicó a Julián- y yo vine con Sorento tan pronto como supe lo que les había pasado-

-Pero, no entiendo- dijo Elizabeth, frotándose la frente otra vez, para darse cuenta que tenía un cable amarrado a su muñeca, el cual estaba conectado a un monitor- cuando… eso me iba a golpear, alguien me empujó… creo que intentó quitarme del peligro-

Julián bajó la mirada, jugando nervioso con sus manos.

-Según lo que me dijeron tus padres, Cathy alcanzó a ver que corrías hacia la calle, y se dio cuenta de que estabas a punto de ser golpeada por un auto. Corrió hacia ti para intentar salvarte- dijo Julián en voz baja- y ella también fue golpeada-

Elizabeth palideció, si es que eso era posible, aún más, y sintió una punzada de culpa. No podía creer lo que Julián le estaba diciendo. ¿Cathy había sido golpeada por su culpa? ¿Su amiga había intentado salvarla?

-¿Dónde está Cathy?¿está bien?- exclamó Elizabeth, intentando levantarse.

-No te levantes, Elizabeth- dijo Julián a su vez, empujándola suavemente para se vuelva a acostar y evitar que se incorpore- Catherine está viva, y está un poco mejor que cuando llegó, en este momento está en cirugía nuevamente-

-¿Nuevamente?- preguntó la chica rubia rojiza, palideciendo.

-Sí, el golpe le trozó todos los huesos del muslo y la pierna izquierda- le dijo Julián, haciendo una expresión de dolor- en este momento la están operando de nuevo para fijarle los fragmentos de sus huesos rotos-

Elizabeth comenzó a sentir pánico al escuchar las palabras de Julián. ¿Y si Cathy había arruinado su vida para salvarla? ¿Y si su mejor amiga había perdido lo que más amaba en el mundo? Lo que más amaba su querida amiga era tocar su violín.

-¿Y sus manos?- dijo Elizabeth, palideciendo- no se lastimó sus manos, ¿verdad? No me lo perdonaría si por mi culpa no puede tocar el violín. ¿Está bien, verdad?-

Julián asintió, y Elizabeth respiró, aliviada. Al menos no había sufrido suficiente daño como para perder la capacidad de tocar su violín. Su amiga iba a decir algo más, pero sus padres llegaron.

-¡Hija mía, por fin despertaste! Lydia nos avisó que ya habías despertado- dijo su madre.

-Mamá, papá…- dijo Elizabeth, sin muchas ganas.

-Bueno, estaré en la sala de espera con Lydia- dijo Julián, besando su mano y saliendo discretamente de la habitación y cerrando la puerta tras de sí.

-¿Cómo te sientes, Elizabeth?- dijo su madre.

-Hija, nos diste un susto espantoso- dijo su padre antes de que Elizabeth pudiera contestar, abrazándola con cariño- de verdad, cuando te vimos en el suelo, golpeada por el auto… pensamos que te íbamos a perder-

Elizabeth sintió los abrazos de sus dos padres. Inconscientemente se sentía culpable de lo que estaba sucediendo: en lo último que Julián le había dicho.

-Julián ya me contó lo que pasó con Catherine- dijo Elizabeth, preocupada, una vez que rompieron el abrazo-¿saben como está?

-La están operando en estos momentos. De hecho, todos estos días ha estado en esta misma habitación- dijo su padre, señalando una cama de hospital vacía que estaba junto a la suya. Elizabeth se sorprendió: no le había prestado atención- los médicos dicen que su pierna va a estar bien, pero va a tomar tiempo en que se recupere-

Elizabeth hizo una mueca. Le costaba procesar todo eso.

-¿Y qué fue lo que pasó conmigo?- preguntó de pronto.

Sus padres se miraron entre sí, debatiendo si era lo mejor decirle o no.

-Hija, el auto te golpeó la espalda y te fracturó varias vértebras- dijo su padre, y su madre comenzaba a llorar- y también te golpeaste la cabeza cuando el auto te proyectó. No tuviste más que una leve concusión, pero…-

-¿Pero…?- dijo la chica, temiendo lo que iba a escuchar.

-El doctor dijo que las fracturas de la espalda seccionaron tu médula espinal- dijo su padre, su con voz entrecortada, mientras que su madre sollozaba, ocultando su rostro en un pañuelo.

-Ah… ¿y eso qué significa?- preguntó Elizabeth, dudosa, en un tono que no daba a entender muy bien si quería saber el resto o no.

-Oh, hijita, no podrás volver a caminar…- dijo su madre entre sollozos.

Por un segundo, la chica creyó estar soñando.

-No…- dijo Elizabeth, sacudiendo la cabeza, sintiendo como si se fuera a desmayar- no puede ser…-

Sin embargo, se incorporó sobre la cama usando sus manos, y miró fijamente sus pies, los cuales sobresalían de la cama. Intentó moverlos, y no lo logró. Puso toda su fuerza, y ni así se movieron. Ni siquiera un dedo podía mover. Trató de levantar las rodillas, hacer girar los tobillos. No pudo. No podía. Estaba completamente paralizada. Y no sentía absolutamente nada.

Elizabeth se dejó caer en la cama, se negó a mirar a sus padres, y dio rienda suelta a su llanto. ¿Porqué había pasado esto? ¿Porqué Catherine la había salvado? ¡Mejor la hubiera dejado morir!

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Año 13 del nacimiento de Athena, después de la Guerra Santa

Inframundo

Hades se dejó caer en su trono, derrotado. Había vuelto a perder contra Athena. Y para colmo, Zeus lo había forzado a firmar un tratado de paz, con ella y con Poseidón. Bah, ese metiche sin que hacer, mimando y protegiendo a su hija favorita. En fin.

Hades estaba fatigado esa tarde. Revivir a todos los santos que habían muerto en la batalla no había sido sencillo, así como revivir a sus 108 espectros, jueces incluidos, y a sus queridos dioses gemelos. Todo eso lo había dejado agotado.

-Mi señor Hades- dijo Hypnos, arrodillándose.

-¿Qué sucede?- preguntó el rey del Inframundo, visiblemente fastidiado.

-Señor, ahora que estamos en paz con Athena, ¿no sería conveniente buscar a la reina Perséfone?- preguntó el dios del sueño.

Hades suavizó su mirada. Con todo el ajetreo de la guerra santa, se había olvidado de la persona más importante de su vida: su linda esposa. Sabía que no estaba en el Olimpo, así que debió haber reencarnado hacía un tiempo. No sabía donde estaba, y no podía sentir su presencia. Había algo raro en todo esto. Miró a Hypnos con ternura: sabía que el dios del sueño adoraba a su reina.

-Quizá sería buena idea- dijo Hades- ¿podrías encargarte de organizar la búsqueda?-

Hypnos asintió, y se inclinó ante el rey del Inframundo. Hades se volvió al otro dios gemelo.

-Thanatos- dijo Hades- por favor, encárgate que los jueces estén en sus puestos, y que el Inframundo vuelva a funcionar como antes-

Thanatos asintió y, tras inclinarse, salió tras Hypnos.

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Año 14 del nacimiento de Athena

Un mes después de los sucesos en la isla de Milos

Teatro Romano, Centro de Catania, Sicilia, Italia

Emmanuelle Bellini miró hacia atrás para ver si era seguido. Había pasado rápidamente por piazza Stesicoro, donde estaba el monumento a su antepasado, el gran músico catanesi Vincenzo Bellini. De hecho, pasó rápidamente, como si la estatua pudiera verlo y reprobare su conducta. El hombre lo ignoró y se dio prisa. Dobló en la via Vittorio, y se encontró de frente al sitio que buscaba.

Al saberse solo, el hombre abrió con facilidad la reja que rodeaba el teatro romano. Ya sabía porqué estaba prohibida la entrada, y no tenía nada que ver con los trabajos de restauración. El área dentro de la arena del teatro era la entrada a las catacumbas de Catania, las cuales recorrían las entrañas de la ciudad. Más de un turista que se había aventurado, se había perdido en ellas. Cuando encontraban y retiraban los cuerpos de aquellos desafortunados, lo único que podían ver eran sus miradas de terror. ¿Qué podían haber visto, que los haya matado de miedo?

Las autoridades de Catania no tenían ni idea de que era lo que había pasado. Pero Emmanuelle Bellini conocía muy bien la razón.

El italiano observó los siete pasajes a las catacumbas. Tomó la antorcha que se encontraba en la entrada, y se introdujo por el segundo de la izquierda, pues era el que mejor conocía. Tras un rato de caminar a la luz de la antorcha, por fin llegó a su objetivo: llegar al templo que se encontraba al fondo.

Era un templo pequeño y mal iluminado. Había dos estatuas, dos hombres vestidos como guerreros, los cuales eran idénticos. Bellini se arrodilló.

-He regresado ante ustedes, dioses gemelos, para traerles las noticias de nuestra derrota- dijo Bellini, inclinando la cabeza- nuevamente los santos de Athena nos han vencido-

Las estatuas cobraron vida, y miraron a Bellini con enojo.

-No nos llames así, humano insignificante- dijo la estatua de la izquierda- cuando dices "dioses gemelos", todo el mundo piensa en los tontos sirvientes y mascotas de Hades, Hypnos y Thanatos-

-Mi hermano tiene razón, humano- dijo la estatua de la derecha, y miró severamente a Bellini- somos gemelos, pero no somos tan blandos ni estúpidos como esos dos. Y hablando de los santos de Athena, ¿cómo es posible que ellos los superen de nuevo?-

-Sobre todo cuando mi hermano y yo les dimos parte de nuestros poderes para que puedan vencer a los santos de Athena- dijo la primera estatua en un tono severo- el plan era muy simple: obtener la lealtad de al menos uno de los santos dorados, para que él mismo recogiera la esfera de Arquímedes que está en poder de Athena-

-Perdónenos, señores- dijo Bellini- a pesar de todo el daño que hicimos, el santo que Greta eligió no se dejó corromper, y los otros santos acudieron en su ayuda-

-No todo está perdido, hermano- dijo la segunda estatua, antes de que la otra hablara- aún podemos usar a los otros dioses para nuestro beneficio. Solo es cuestión de hacerlos pelear de nuevo. No será difícil-

-Pero señores… si Athena, Poseidón y Hades hicieron un pacto de no volverse a agredir entre ellos tres- dijo Bellini.

-Oh, pero si podemos sembrar la discordia entre ellos, darles una razón, quizá podríamos hacerlos pelear de nuevo. Finalmente, aunque hayan firmado la paz, los tres fueron forzados a hacerlo, y han sido enemigos desde los tiempos mitológicos- dijo el primer dios, y se volvió a Bellini- escucha muy bien, humano, nuestras nuevas instrucciones. Y sabe que no aceptaremos más errores-

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FIN DEL PROLOGO

¡Hola a todos! Espero que les guste este fic. Es una secuela de mi último fic, Amargo Pasado y Dulce Futuro. Este es el prólogo, sé que no dice mucho, pero pronto todo irá teniendo sentido. Agradezco a todos por sus reviews, para saber su opinión. les mando un abrazo. Nos leemos pronto.

Abby L.