Hola, jojo :) Hace bastante no publicaba algo y la verdad estoy bastante corta de creatividad. Pero esto surgió. Aclaro aquí, que este es capítulo de prueba, por lo que su aprobación es la que decide si hay continuación.

Disclaimer applied.

Advertencia: Lenguaje obsceno, AU y lime.

¡Disfruten!


I

Se movía inquieta por el salón del departamento cual león enjaulado. ¡Mierda! Estaba jodidamente nerviosa. Observó la hora, hace quince minutos lo había citado.

"Bueno, que demore un poco ayuda, aunque sea un poco" reflexionó.

Suspiró aliviada y justo cuando estaba comenzando a relajarse para poder pensar las cosas con calma, sonó el timbre: él había llegado. En fracción de segundo todas las emociones —ya superadas— se agolparon nuevamente, esta vez, triplicadas.

Completamente nerviosa se levantó y se dirigió a la puerta, tomó el pomo y respiró tres veces intentando calmar su ritmo cardíaco. Entonces se armó de valor y abrió la puerta enfrentándose a la realidad. Él con su porte imperturbable y altivo no ayudaba demasiado a la pobre chica en su ardua labor.

Se miraron. Ella bajó su cabeza con tristeza y se hizo a un lado para dejarle pasar. Él caminó con tranquilidad hasta un sillón y se sentó, cruzando de manera varonil las piernas. La chica fue a la cocina, que se encontraba adyacente al salón, y preparó unas tazas de café. Se dirigió rápidamente y con cuidado hasta la sala nuevamente y descansó ambas tazas sobre la mesita de café, para sentarse en el sofá que estaba en frente de él.

—Bien, ¿qué era eso "tan urgente"?— dijo con voz profunda. Ella se estremeció.

Era difícil, solo tenía unos segundos para responderle al Uchiha y que éste no creyera que le estaba tomando el pelo. Últimamente no tenía mucha paciencia. Para ganar tiempo se llevó de manera delicada la humeante taza de café a los labios. Lo miró. Él arqueó una ceja y ni siquiera intentó disimular su cara de premura. Reposó la taza nuevamente sobre la mesita del café.

—No me veas así, tengo que decirte algo serio— entonces él bufó.

—Pierdes tu tiempo si quieres que volvamos. Eso no sucederá —Hubo un silencio sepulcral, en el cual solo Sakura pudo escuchar como su corazón se rompía—, ¿era eso?— añadió con desinterés.

—No— contestó con poca fuerza. Se miraron nuevamente a los ojos, ella triste, él enojado.

Sakura buscó al lado del sofá de donde estaba sentada una pequeña cajita adornada con un listón azul y se lo entregó sin mirarlo a los ojos. La miró extrañado e hizo ademán de dejarlo por ahí, movido por un desinterés total.

—Ábrelo por favor—y volvió a bajar la cabeza. Esta vez cerró los ojos.

No, no podía dejar de pensar en él. Él y su largo —y sufrido— noviazgo el cual, a pesar de todas las lágrimas, fue muy romántico y fogoso. Recordó su primera cita, su primer beso, su primera discusión. Cuando se dieron un tiempo. Cuando volvieron. Su primer San Valentín. Las semanas que se dejaron de ver por un viaje que tuvo que realizar Sasuke al extranjero. Los celos, las reconciliaciones. Su primera vez —y las veces que siguieron—. No podía olvidar aquellas noches, las mejores de su vida. No podía olvidar aquél cuerpo de hombre sobre el suyo, amándola. Deseándola. Aquellos besos. Aquellas deliciosas caricias.

¿Cómo pudo olvidar por todo lo que pasaron? Ella lo dio todo y a él pareció darle igual. ¡Le importó una mierda sus sentimientos!

Poco antes de que terminaran, habían tenido el mejor sexo de sus vidas. Días después y sin anestesia él la dejó. Sakura lloró más que nunca. Todo era muy confuso para ella. Se amaban aunque él se lo decía muy pocas veces, ella lo sabía. Estaba destruida y, sin embargo, tuvo la fortaleza para levantarse nuevamente y continuar con su vida.

Miró a Sasuke aún sentado en el sillón mirando con curiosidad el contenido de la cajita. Un calcetín color cielo de bebé. Entonces la miró buscando una respuesta. Ella lo hizo con una mirada asustada.

—Estás embarazada— la chica asintió con la cabeza y en su rostro aún una expresión de leve temor.

Se fue a una habitación y volvió extendiéndole una prueba de embarazo y varios papeles. Exámenes que demostraban de manera fehaciente que ella estaba embarazada. Se sentó y lo observó. Estaba analizando los documentos y, de manera general, la situación. Entonces, él se levantó.

Sakura cerró los ojos y reprodujo mentalmente la escena que se presentaría después de acontecida la gran revelación. Él le gritaría que podría ser de cualquiera, que ella era una puta. También le interrogaría por las pastillas anticonceptivas que supuestamente estaba tomando —y que sí ingirió. Finalmente se iría dando un portazo sin antes exigirle la prueba de DNA.

Uno, dos, tres…

Y, contra todo pronóstico, el azabache la tomó de las muñecas y la haló hacia sí mismo, abrazándola de manera protectora. Sorprendida, correspondió el abrazo y comenzó a llorar. Entre sollozos le dijo que ella sí se había tomado las pastillas y que él había sido el único hombre en su vida. Le iba a decir que aún lo seguía amando y que si él se lo permitía, podían formar una familia feliz. Pero sonó su móvil. Y abandonó tal demostración de cariño para responder la llamada, como todo hombre de negocios. Unos minutos de charla y finalmente colgó. Sakura escuchó unos pasos alejándose y alzó la vista en alerta. Estaba en el umbral de la puerta, mirándola.

—Hablaremos sobre esto después— y cerró.

Abandonada nuevamente.