Glee y sus personajes no me pertenecen. Los dueños son FOX y Ryan Murphy. Si me pertenecieran: Treinta minutos serían de sexo Klaine devastadoramente sucio. Diez minutos más serían de blowjobs entre Kurt y Blaine en NYADA. Los cinco restantes serían un dueto épico entre ellos dos.
UTOPÍA.
¡Disfrútenlo!
Capítulo 1
Escuchó pasos y la mansión se encontró de pronto en un silencio aterrador de nuevo. Caminaba por la escalera en forma de caracol tratando de que sus pasos no se escucharan, lo que era difícil dado a que la escalera estaba hecha con madera muy vieja, incluso cuando compraron la mansión, el anciano de bienes raíces no supo decirles con exactitud la edad de esa escalinata.
Se maldijo en voz baja por permitirse caminar solo de noche en esa espantosa casa. En realidad era hermosa, muy hermosa, pero sólo de día. En la noche no apetecía ver sombras y ventanales y ni un sólo rayo de luz.
— Oh, mierda.— Lo susurró como si fuera una maldición cuando pisó un escalón de madera demasiado ruidoso. En cuanto el sonido se propagó por el vacío de la enorme sala que se encontraba a veinte escalones arriba, sintió que el silencio se volvía más pesado, lo sintió en su piel. No estaba solo.
Trató de que su respiración se acompasara. Escuchó pasos de nuevo, pasos demasiado silenciados, secos y demasiado irregulares. Hacia él. Comenzó a pensar sobre qué hacer. Enfrentar lo que sea que fuera solo, o correr y buscar ayuda. «Malditas botas.» Pensó casi llorando con un nudo en la garganta que jamás había sentido. Los pasos empezaron a sonar más rápidos. « ¡Está corriendo!» Lo pensó y de inmediato se encontraba bajando las escaleras de dos en dos, se olvidó por completo que seguía teniendo sus botas negras de diseñador de 3 pulgadas, no muy altas pero completamente mortales al bajar una escalera de madera pulida. Sabía que era un peligro bajar escalones a esa velocidad y sin ver dónde pisaba, pero si se detenía sabía que la persona o cosa que lo perseguía no sería tan benévola como una pequeña caída en las escaleras. Sus dedos rozaban los contornos de las paredes de piedra, las conocía bastante bien después de pasar por allí cada vez que quería ir de la cocina hacia su habitación sin ser visto, y esa familiaridad con su entorno aunque fuera del color del carbón hacía que no se descontrolara. Corrió hasta que logró bajar el último escalón y cuando creyó que empezaría a correr hacia el pasillo de las pinturas de paisajes, resbaló al suelo. Cayó de sentón y sintió una ligera punzada de dolor en su codo, trasero y su tobillo. « Maldito piso de mármol.» Su tobillo podría estar mal, pero no podía detenerse a revisarlo, la buena noticia era que no lograba sentir dolor.
El sonido de lo que lo perseguía le decía que no estaba muy lejos, apenas podía mover sus pies del miedo. No podía creer que no hubiera luz en la mansión y que por las ventanas no se viera más que oscuridad. No se lograba ver nada. Ahora se encontraba en la cocina, una hermosa cocina con ventanales hacia el jardín sur y una enorme piscina. Ni los enormes robles que rodeaban la mansión y menos las estrellas o un atisbo de la luna podían observarse. Sólo había oscuridad. Siempre en sus aventuras nocturnas por la mansión veía que la luna era generosa en la noche con la luz y podía ver la mayor parte del jardín en cualquier ventana, no sabía cuál era la razón de que en ese preciso momento no viera nada más allá que sus manos como si jamás hubiera entrado luz por los enormes ventanales que los rodeaban.
« ¿Por qué estaba en la escalera de servicio?» Sin querer analizar nada más, se levantó ya sin trabajo y salió de la cocina. Corrió de nuevo hacia el pasillo de las pinturas. Que era uno de los pasillos más hermosos de la mansión y el pasillo principal, que comunicaba todos los salones más cercanos de la planta baja. Kurt sentía que seguían detrás de él. Corrió entre los enormes pasillos de piedra, madera y mármol, girando su cuello para ver si lo perseguían más de cerca de lo que él creía. Casi no chocó con ningún mueble, lo que era un alivio dado lo densa que la oscuridad lo envolvía.
Se escondió atrás de una puerta de color café. Casualmente era una de las tres puertas que más le gustaban de toda la gran propiedad, el salón de música era de color borgoña junto con la de la cocina y esa puerta, la de la biblioteca era de un color café y miel. Ya se encontraba en el pasillo de los paisajes. Necesitaba llegar a la entrada principal, se encontraba a unos cincuenta metros del salón de música.
Kurt no era de las personas que se rendían fácilmente. Quizás jamás había estado en una situación como esta en toda su vida pero sabía que tenía que pelear. Comenzó a ver que algo más no encajaba. «¡Qué extraño! No recuerdo haber entrado a la mansión. ¿Cómo llegue a la cocina? ¿Por qué utilizaba las escaleras de servicio?» Pensó. Y se enojaba cada vez más al tratar de recordar, ya que un dolor sordo lo golpeaba en la parte posterior de su cráneo cada vez que quería recordar el cómo había llegado a las escaleras de servicio de su mansión.
Trató de controlar su respiración y trató de quitarse las botas que delataban su posición en cada paso, pero decidió dejarlas por ahora. La planta baja estaba completamente libre de alfombras, salvo por unos pequeños pasillos secundarios. Kurt se encontraba en el pasillo de los paisajes, nombrado así por su madre, unos diez años atrás, que era en sí, el salón más hermoso y mejor ubicado de toda la propiedad, no tenía alfombra y sus botas resonaban por todo aquél mármol y hacía que se expandiera por todos los salones con los que se conectaba el pasillo.
Maldiciendo a las agujetas que no podía ver, se rindió y no se quitó las botas. Optó por dejárselas, se dijo a sí mismo que debía conservarlos por el momento. Mientras su respiración se acompasaba comenzó a recargarse sobre la enorme puerta, recordando como hacía unas pocas horas se encontraba visitando la tumba de su madre junto con su hermana y su padre. Comenzó a pensar en que si moría tal vez podría volver a ver a su madre. « Por lo menos saldrá algo bueno de morir hoy.» Se repetía cada pocos segundos para no perder la poca y lamentable calma que no había logrado extinguirse. Se encontraba muy cansado y comenzaba a preguntarse qué es lo que esa cosa o persona querían de él, seguro dinero, ya que su padre, el Senador Burt Hummel debido a las buenas inversiones en las que participaba había logrado conseguir mucho dinero. Kurt no tenía por qué quejarse de nada con respecto a lo económico. «Ojalá y sólo quieran dinero.» Pensó, no muy convencido.
El cansancio había remplazado a la adrenalina que había corrido por sus venas hacía unos cuantos minutos, y se recargó completamente sobre la gran puerta, y pasó por los bordes de ésta sus dedos buscando tranquilizarse. Unos cuantos minutos más pasaron y no lograba escuchar nada. El silencio reinaba en esa parte de la mansión, lo que era extraño ya que tenían una docena de pequeños canarios en el jardín de su madre, en la entrada de la mansión, a unos diez metros de la estancia y de la entrada principal de la mansión y como a cincuenta metros de donde él se encontraba. Todavía faltaban unas pocas decenas de metros para terminar el pasillo y poder salir por la gran entrada. El pasillo conectaba la cocina y la parte sur de la Mansión con la entrada principal, el salón de recepción, el salón de música, la biblioteca, la oficina de su padre, la escalinata principal y el jardín de su madre. La entrada se encontraba a unas seis habitaciones de donde Kurt se encontraba. No entendía por qué los canarios no se escuchaban. Estos canarios descendían de los que su madre había comprado hacía unos cuantos años y amaba el sonido de esas pequeñas aves, recordando a su madre cada vez que los oía.
« Corrí con tacones en este piso de mármol blanco.» Recordó. «¿Por qué demonios no escucho a los canarios?» Creyó que después del ruido que había hecho los canarios estarían frenéticos, mínimo aleteando, como siempre les pasaba cuando escuchaban cualquier tipo de ruido, pero no. Se asomó por la puerta y no lograba ver nada.
Salió de su escondite y corrió por el enorme y hermoso pasillo. Ahora se veía tenebroso y oscuro, pero de día ese pasillo le recordaba a Elizabeth. Su madre. Decorado con pinturas de paisajes, enormes ventanales entre salón y salón y arte del tipo de su madre, eso hacía que fuera la mejor parte de la Mansión. Pasó las primeras tres habitaciones sin ruido. Camino lentamente hacia las últimas tres habitaciones, pasó el estudio de su padre y pasó al salón de música. Se metió al salón y se cubrió con su otra puerta borgoña favorita. Se asomó para ver a los canarios y sólo vio unas cuantas plumas al fondo de la jaula y un solo canario al fondo tirado en la parte baja de la jaula de metal. Eso lo asustó aún más que los pasos que había escuchado en el piso de arriba. « ¿Quién mataría aves?» Pensó con odio y asco. No podía dejar que mataran a todos los canarios de su madre. Eran la únicas mascotas que ella había dejado y él no podía permitir que murieran todos. Tenía que salvar al pequeño que se encontraba en el fondo.
Volvió a checar las esquinas de la habitación en donde él se encontraba. Todo era demasiado negro, no lograba ver ni siquiera una pequeña parte del enorme piano negro que se encontraba a unos cuantos metros de distancia, también no podía ver ni el librero que se encontraba en la parte más lejana del salón a unos diez metros que se suponía debía de verse algo ya que la ventana se encontraba a un lado y en la noche la luz siempre bañaba a los libros y a esa habitación. Ahora ni siquiera un atisbo de luz podía apreciarse. Dejó de recargarse en la puerta y se quitó las botas. Pensó unos segundos y se quitó los calcetines al notar que podría caerse al correr por el piso de mármol y los calcetines si esa cosa los perseguía.
Colocó los calcetines en la bolsa delantera de su pantalón ya que era la más grande y comenzó a caminar hacia las esquinas, donde se encontraban los enormes ventanales. «Necesito salir de aquí después de haber ido por el canario. Tengo salir por la ventana.» Pensó. Kurt sentía que alguien lo observaba. No le dio mucha importancia y siguió unos segundos tratando de ver a través de la oscuridad sin lograrlo. Él sabía que si salía por la ventana podría correr hacia la verja de la entrada e ir con el séquito de guardias que custodiaban la seguridad de la mansión. Caminó lo más rápido y callado que pudo hacia la ventana, no podía distinguir ni sus pies, caminó con cuidado hasta que sintió con sus dedos la cortina que cubría la ventana. Su corazón comenzaba a correr de nuevo ya que no quería hacer demasiado ruido, el cansancio que sentía se desvaneció y comenzó a sentirse asustado de nuevo. Abrió la cortina para poder ver la ventana y no podía creer lo que sintió con sus dedos. Siguió tratando de encontrar el cristal o la manija con la cual abrir la ventana pero todo lo que sentía era piedra, piedra rugosa y fría. Su corazón aceleró al doble al no poder salir de ahí. « ¡Qué mierda está pasando en este lugar!» Casi gritó. Su respiración aumentó y sentía que se asfixiaba. Se encontraba atrapado en su propio hogar. No podía creer que las ventanas estuvieran bloqueadas con una especie de fría piedra. « ¿Cuándo pusieron esa piedra ahí? ¿Quién lo puso? Mi padre no pudo haber sido. ¡Hace unas horas todo estaba bien!» Se repetía constantemente, hasta que sus dedos rosaron el librero, era obvio que esa ventana ya no existía en el salón, su salón favorito. Su respiración comenzó a relajarse después de unos minutos, y comenzó a idear un nuevo plan para escapar de la mansión. « ¿Será la única ventana tapizada con piedras? ¿O ya debería olvidar el escapar por cualquier ventana?» La mansión tenía por lo menos unas cien ventanas, su mamá amaba la luz natural, cuando compraron la mansión era lúgubre y oscura, pero gracias a los gustos de su madre, la mansión en unos cuantos meses pasó de lúgubre a luminosa. No podía creer que alguien se atreviera a bloquear las casi 100 ventanas de la casa, pero sería demasiado peligroso ir por todas las habitaciones de la planta baja buscando a ciegas una ventana que posiblemente estuviera taponada hasta la mierda con piedras.
Poco a poco regresó a su lugar junto a la puerta del salón, un rayo de luz de la cúpula de vidrio dejaba ver un pequeño haz de luz que iluminaba muy poco la estancia y la entrada del jardín. Kurt vio que era algo raro que por una cúpula circular la luz entrara de forma lineal y sectada. Se dio cuenta de que lo que había entrado a su hogar no quería que la luz pasara. Cada minuto que pasaba en esa silenciosa y aterradora oscuridad su mente formulaba más y más preguntas. «Sin respuesta. Eso seguro.» Pensó enojado y mordazmente.
Santana sintió como de pronto su corazón galopó en su pecho, las palpitaciones comenzaron a volverse inestables y rápidas. Sentía las venas de su frente como si llevara un flujo de algo líquido demasiado rápido y denso, su boca en segundos se volvió seca y amarga. Comenzó a sentir sus dientes helados y su lengua como lija raspando sus encías. Kurt estaba asustado pero más intrigado ya que el silencio no se había interrumpido por nada ni nadie y se dijo a si mismo que era mejor confiar en su instinto y salir corriendo de allí como si su vida dependiera de ello. Su instinto le decía que debería de dejar al ave. « De ninguna jodida manera.» Se contestó a si mismo con la mejor voz de perra que podía lograr en su mente. El instinto es un sentido de lo más poderoso en cualquier persona y sólo pocos hacen caso. Recordó tal y como le había dicho Santana. Debería correr como si su vida dependiera de ello, se dijo a sí mismo de nuevo. «Todo me hace pensar que sí es por mi vida.» Pensó, implicando el "¡DUH!" más grande que él había hecho en toda su vida. De pronto sintió su espina dorsal como si un balde de agua helada cayera y recorriera lentamente su espalda.
— ¡Santana!—. Gritó en un susurro. ¡De eso se había olvidado! ¡Pero que idiota! Se dio cuenta de que él había entrado a la mansión solo, y eso casi nunca pasaba y menos en la noche. Jamás se separaba de ella. Siendo hermanos, desde niños estaban juntos y eso jamás los molestó, al contrario siempre el estar juntos les dejaba una sensación de seguridad que corría por su piel cada vez que ellos se abrazaban o sonreían.
— Esto no es posible. ¿Dónde estará?— Susurró, sintiendo que su corazón salía por su boca y el frío se propagaba por su estómago y antebrazos. Sintió miedo por su hermana. Sintió miedo por él.
— Muy pronto, ella muerta estará. Al igual que tú ahora.— Le susurró en su oído una voz fría y rasposa con una burla y odio que lo dejó helado al instante. Olió su aliento y eso le provocó un vuelco en el estómago. Olía muy frío, olía a muerte. La criatura lo había escuchado y se había acercado a él sin que él hubiera podido escucharlo ni sentirlo acercarse tanto. La criatura iba a matarlo.
El monstruo le mostró sus manos enormes y llenas de ámpulas y piel renegrida como si estuviera quemada, con uñas negras, enormes y opacas. Tomó a Kurt por los brazos y el contacto lo quemó como una braza al rojo vivo.
Kurt comenzó a sentir como su corazón empezó a enfriarse y cómo aceleraba como nunca. Sintió como sus ojos comenzaron a secarse y a picarle. Las lágrimas no podían salir. Su garganta se encontraba inflamada y adolorida por las enormes ganas de llorar. El dolor y miedo, a la par, lo embargaron y sintió como si un látigo enorme y filoso le arrancara las uñas de las manos y como la sangre le salía por los dedos, abrió los ojos con dificultad por el miedo y dolor que sentía y se dio cuenta de que seguía teniendo sus uñas en sus dedos. Se estaba imaginando todo, pero el dolor era muy real. Vio al ser que tenía enfrente y no vio nada más que un par de ojos azules y un par de ojos negros que lo helaron. No era nada a lo que Kurt alguna vez hubiera visto. Se podía sentir el odio con el que esa criatura le estaba infligiendo el dolor y eso fue lo que más lo asustó. La piel que le estaba tocando esa cosa comenzó a llamar su atención, le dolía como si decenas de agujas calientes le perforaran la piel, se veía quemada con un color más oscuro que su piel, la cual no identificaba ya que la oscuridad seguía siendo un grave problema. El color se empezaba a propagar como una mancha en forma de dedos que se hacían cada vez más oscuros y que se expandía cada vez más por todo su antebrazo. Kurt no podía dejar de gritar cada vez que sentía un nuevo tipo de dolor. Las lágrimas no salían de sus ojos.
La criatura gruñó deleitada y comenzó a lamer la boca de su presa. Kurt no podía contener el horror que sentía y la repulsión que recorría su cuerpo cuando sintió la lengua de la bestia en sus labios. Lo estaba lamiendo de una manera completamente asquerosa. Sintió como si su boca se sintiera entumida y comenzó a dejar de gritar como lo estaba haciendo entre cada lengüetada que la bestia le daba.
Ya no sentía su boca. Kurt comenzó a pasarse la lengua por dentro de su boca y no sintió sus labios, ya no tenía ninguna abertura, esa cosa le había cerrado la boca. Literalmente.
Horrorizado quiso morir lo más pronto posible, pensando en su hermana y en su padre. El dolor se duplicó. « ¡YA NO MÁS!» Gritó. Sólo pudo pensarlo ya que no tenía una boca. « ¡Pero qué en el infierno!». Gritaba, pero sólo él se escuchaba.
Kurt comenzó a sentir que su piel se volvía aún más caliente de lo normal y sintió que algo le tocaba la superficie del ombligo, sintió terror al pensar cuanto tiempo era lo que faltaba para que esa cosa terminara con él. No parecía que hubiera un final cerca. Cuando sintió que su cuerpo podía manejar un poco el dolor, una mano con tres dedos que salió del centro del pecho del monstruo comenzó a empujar la camisa de color blanco de Kurt. Rompió los primeros 3 botones y comenzó a masajear su ombligo. « ¡Y llego el día en que McQueen me parece absoluta basura! ¡Mierda!» Gritó en su mente. Kurt estaba al borde del desmayo por el dolor y el miedo que le llenaba cada célula de su cuerpo.
Sentía como si el tiempo pasara muy lento. Esperó a que la uña de uno de los dedos de la bestia entrara. Kurt quería prepararse para el dolor, quería seguir vivo, pero nadie querría vivir más tiempo si ese dolor siguiera en su cuerpo.
— ¡KURT!— Le gritó Santana, furia y miedo hacían que su voz enfriaría a cualquiera.— ¡Ayúdalo ya! ¡Ayúdalo!
Ella se estaba corriendo hacia él, con su cabello amarrado en una coleta alta y algo despeinada, con algo de sudor en su cuello y frente, vestida como siempre, con una minifalda y tacones. Llevaba en la mano a dos pequeños canarios.
« ¿A quién demonios le habla? ¡Por dios, qué estúpida! ¡Tiene que irse! ¡No permitiré que ella pase por esto! ¡VETE!» Lo dijo con toda la fuerza de la que fue capaz, pero todo era inútil y en ese instante el dolor lo estrelló en su realidad. Y eso silenció sus lamentos mentales. Kurt no podría hacer nada por ayudar a su hermana, ya que él moriría pronto. El dolor aumentaba mientras veía que una extraña sombra corría frente a Santana. Ambos, la sombra y su hermana, corrían desesperados hacia él. Escuchó dos zumbidos en el aire y dos choques como de piel sudada. Como una bofetada. Y cerró sus ojos.
Esperando por el dolor que seguía en su piel, no quería abrir sus párpados pero era necesario. De pronto Kurt sintió como su cuerpo volvió a respirar sin dolor.
« ¿Estoy muerto?, ¿Será esto el estar muerto?» Pensó extasiado y con un pequeño sentimiento de curiosidad. Abrió los ojos. La bestia lo veía a los ojos, pero el par de color rojo tenía dos agujeros sangrantes. Por primera vez pudo ver que a su alrededor la luz iluminaba el salón de música y podía ver unas cuantas cosas que lo rodeaban. Kurt observó el par de ojos de color azul que destellaban llenos de miedo. La bestia soltó a Kurt y el apenas pudo sostenerse en pie.
La bestia volteó y gruñó, sonó como un pequeño grito de piedad. Olvidó a Kurt por completo. Santana aprovechó ese momento y aunque tenía un corte profundo en la pierna se arrodilló a lado de su hermano y lo abrazó.
Kurt lo vio. Vio a qué se refería Santana, algo había venido con ella. La sombra que acompañaba a Santana que se mantenía en una parte oscura de la habitación, sacó un arma plateada. Kurt no podía enfocar bien debido a la tortura que había sufrido y trato de enfocar para ver qué era lo que pasaba frente a él. La sombra, con forma de hombre, dijo algo en una lengua extraña mientras apuntaba y disparó a la cabeza de la bestia antes de que ésta comenzara a correr. La bestia cayó de rodillas haciendo un ruido seco y pesado al tocar el frío mármol.
La sombra se acercó a la luz que entraba por la ventana. Kurt sólo pudo ver el resplandor de unos ojos que se veían de un color café muy claros que lo veían con una mezcla de exasperación y miedo.
« ¿Quién eres? ¿Qué eres?» Preguntó. No lo pudo mencionar. Kurt notó que su boca se encontraba en su lugar, pasó su lengua sobre ella con alegría, pero se encontraba muy cansado y notó que la oscuridad estaba desapareciendo, no mucho, pero por los menos ahora podía apreciar las cosas a su alrededor con mayor nitidez. Kurt se encontraba al borde del desmayo, y vio el cabello del hombre sombra. Demasiado brillante. Chorreando gel y… sudor. « Jodido asco.» Pensó con una mueca cansada en su cara. Y antes de que eso ocurriera vio los perfectos dientes de ésta, en una hermosa y burlona sonrisa.
Después de eso, Kurt no pudo ver más que oscuridad.
¡Gracias por leer! Un review no cuesta nada e inspira a seguir escribiendo. Y de paso me deja una sonrisa de idiota por todo el día. ¡Un beso!
Abe Valenti.
